Buenos Aires, 10 de Marzo 2000
JUANSE, EL CHICO (GRANDE) QUE SIEMPRE QUIERE ROCK: "Siempre voy a ser un adolescente"
Poniendo fin a un contrato que los llevó del under a la masividad, los Ratones Paranoicos enfrentean una encrucijada. Juanse, en tanto, tiene un plan para la juventud eterna: "Tengo el cuerpo de 15 y pienso con el cerebro de 100", dice.
He visto al espectro de los Ratones. En la plazoleta República de Filipinas, uno de los boulevards que dividen a mano izquierda y derecha ese nuevo hit inmobiliario que es la Avenida de los Incas, hay una dama (40-50) paseando un perro caniche blanco. Son las cuatro de la tarde; el sol ataca; la dama lleva puesto un vestido de noche de notorio tajo, el cutis pasado de bronce, el pelo teñido de blanco, anteojos vamp y medias negras caladas. Uau.
Arriba está Juanse, a salvo en un espléndido living que prescinde de muebles y guarda un subambiente como santuario. Un enorme Marshall valvular domina la escena: en las paredes cuelgan oros y platinos de los Ratones (Fieras lunáticas, Hecho en Memphis, Extasis vivo) y los aparadores atestan de vinilos. La escena viaja nueve años en el tiempo: un Juanse sonámbulo a las siete de la tarde en un pequeño departamento de Belgrano decía: "Escucho discos, man", casi como regla de vida. Ahora, sosegado, está diciendo exactamente las mismas palabras.
Ese tiempo es el que media entre el enfant terrible que saltaba del under a la fama con elasticidad felina y el artista empresario que ahora debate técnicas junto al equipo de marketing estratégico de Sony.
Los Ratones Paranoicos están terminando un contrato de diez años con un compilado llamado X 16 al que imaginaron como un sucedáneo de "Vasos Vacios", aquel de Los Cadillacs que disparó al grupo a través de "Matador". El truco es el mismo: incluir dos canciones nuevas entre los hits. El efecto, no tanto: "Lo que doy", una canción pensada para el crossover, no parecer destinada a tal impacto. Juanse, en su eternidad rocker, dice que no hay diferencias sustanciales entre aquel notable voyeur que salía a la caza de imágenes abismales de la noche ('Cuando nadie se hace cargo de mi imagen, los sonidos no me dejan respirar...', de "Ceremonia en el hall",) y este que sugiere que se vea el nombre New Balance en las fotos. "Toda la vida voy a seguir siendo un adolescente", sugiere.
-¿Cómo?
- Tengo un problema... tal vez sea una ventaja. Mi cerebro tiene cien años pero mi cuerpo, quince. Vivo como a los quince años pero pienso como a los cien.
Una mucama de uniforme interrumpe: "Señor Juanse, es la señora Julia". "No puedo hablar con nadie ahora, no quiero", responde y mueve los hielitos de su whisky con soda. La mucama sale de la escena. Juanse, entonces, aparece en toda su dimensión. Un hombre niño que se dejó envolver muy temprano por el halo dorado del rock. El símbolo argentino de la fantasía encarnada. No hay otro así. Esta, por ejemplo, es su idea de convivencia entre el rock y el hogar: "En esta casa todo vale... somos amigos, no familiares: mi hijo es un amigo. A la edad que tiene (6) tiene que poder elegir". O: "La gente se pregunta ¿Qué hará éste en su casa? Ando desnudo, tomo whisky...Me di cuenta después de darme varios golpes de que no tengo que hacer todo público. Quiero que la gente piense que me curé para sacarme de encima la tonelada de dealers que tenía colgados. Y los mitómanos ".
-Pero vos alimentaste el mito con tu propio cuerpo...
-¡Pero zafé! Cuando me vinieron a tirar tierra en la cara dije: "Pará flaco".
-Esto que decís tiene que ver en tu distanciamiento de Charly...
-Yo creo que sí... necesito estar tranquilo. Fue una etapa... quemada (se ríe)
Imperturbable, Juanse jurará que es falsa la suposición que asocia la magia del everest Los chicos quieren rock (ver Sello de Fábrica) con un estilo de vida irrepetible. Para él estos Ratones gastados, reciclados a través de "Vicio" en Videomatch y un falso adiós funcionan con la misma intensidad. Al final concede: "Y bueno... gracias a Dios esta carrera nos dio la posibilidad de tener cierto margen como para distraernos en cosas que también nos interesan", críptico habla de sus negocios y sigue: "Si no, estaríamos encerrados en un convento de rock & roll".
-¿Cómo es eso?
- Es un lugar de piedra, sabemos cuál, con pósters de Richards, teléfonos en forma de lengua y Telecasters. Y no salir. Nunca.
- Vos te pasaste un par de años ahí, ¿no?
- ¡Por supuesto!
La dama del caniche seguro que también.
por Fernando García
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"SELLO DE FABRICA"
por Jose Bellas
"Sónicamente, al principio no teníamos que ver tanto con los Stones sino con los Sex Pistols o Lou Reed. Estaba de moda el jopo y todas las bandas querían sonar a The Police", recalcaba alguna vez Juanse. Si hoy en día el rock (La Renga, Los Piojos, Viejas Locas) ocupa el lugar masivo que en los 80 tenía el pop (Soda Stereo, Virus, Zas, Los Abuelos, Los Twist) es gracias al avance de esa marabunta contracultural y popular llamada Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y aquel segundo disco de Ratones Paranoicos que fue primero diagnóstico y luego certeza: Los Chicos Quieren Rock (1988). Entonces, “Enlace”: clásico inoxidable y gema indiscutible del rock criollo. Los Stones circa 1966 con carrocería Sex Pistols (¿Oasis?). Entonces, “Sucio Gas”: el riff de Sarcófago justifica la obscenidad del título y Juanse acentúa como un Lou Reed de Devoto. Entonces, “Ceremonia” o aquel tic tan ochentoso de caminar por las cornisas en dos tonos. Entonces, “Lluvia de Héroes”: riffs de antología, cámara y eco para un claustrofóbico homenaje a Roman Polanski.
Entonces, "Carol": impecable balada-hit-dedicada-a-la-novia. Entonces, "El Hada Violada", "Líder", "Una Noche no Hace Mal" y "Rainbow": tres ejercicios de rutina por los que hoy venderían su alma al diablo. Una consecuencia hermosa de la cultura rock.