Diario Clarin - Lunes 18 de Agosto de 1997
Los héroes del rock
En el que se especula pudo ser el último recital de los Ratones Paranoicos, la banda de Juanse se mostró cansada, como si les pesaran los años de convivencia musical. Pappo y Charly, invitados especiales.
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Cumpliendo con la costumbre de treparse a las columnas de sonido -antes, un ejercicio provocativo y riesgoso; ahora, una peripecia tan cuidada como las tijeras voladoras de Titanes en el Ring-, el artista contempla su obra. Iluminado por un potente spot, Juanse mueve sus caderas y a cinco metros del suelo del estadio cubierto de Vélez Sársfield ve cuánto ha conseguido: tiene a sus Ratones Paranoicos, a Pappo y a Charly García, a quienes sólo el tiempo y este obsesivo rocker de Villa Devoto pudieron juntar tocando Honky Tonk Woman, de los Rolling Stones, para su strip tease antes total, ahora a medias, y tiene a sus pies al corazón de la reserva stone argentina (casi 4.000 fans) pidiéndole que no se vaya. ¿De dónde es que se va a ir Juanse? Los chicos quieren rock, como había titulado al segundo y notable disco de los Ratones, y estos que se llaman a sí mismos stones y se hacen valer con su pret-a-porter propio de flequillo príncipe valiente y jardinero, conforman un gueto único en el mundo. Pero Juanse y su banda suenan cansados, la acústica del lugar complica todo y le da al show un audio de casete pirata, y tal vez el embajador stone quiera tomarse unas largas vacaciones. Solo. El dato más contundente del desgaste de los Ratones Paranoicos tal vez no esté en los anuncios que Juanse le había hecho al Suplemento Sí (que éste podía ser su último recital con el grupo), sino en la alarmante falta de glamour que exhiben en este gimnasio en el que se extraña tanto Obras Sanitarias. Poco brilla hasta que Charly García hace su aparición (o-va-cio-na-do) enfundado en un saco dorado. Y Juanse no llegó, diez o doce años después, a contemplar su obra desde las alturas por ser exactamente igual a su público. Así que se extraña también a aquellos Ratones -una banda de barrio, sí, pero con espíritu glamoroso-, y se prefiere olvidar a estos que fallan en lucir carenciados de carisma como muchas de las bandas que exhiben hoy como mayor trofeo el simulcop con la barra de la esquina. De todos modos, el público que ha pagado veinte pesos para verlos y también para quedar al borde de la asfixia en la salida les brinda una sobredosis de folclore stone. Notables los paraguas rojos, que avanzan por entre el gentío, y forman el nombre del grupo. Y notable, también, la rivalidad que emprenden contra los Redonditos de Ricota justo en el mismo fin de semana en el que se les ha prohibido tocar en Olavarría. Juanse, a diferencia de otros líderes que intentan ponerse a distancia de estos versus futboleros, juega el mismo juego. Ahí está Juanse -antes buscando en el espejo a Mick Jagger, ahora más bien al estático Lou Reed o, en fin, algo parecido a él mismo- con Pappo y Charly unidos para la foto, con sus Ratones paranoicos por su carrera solista y con sus bravosstones pidiéndole que se quede un rato más. Contemplando su obra, unos metros más alto que el resto, iluminado. Pudo ser éste el último show pero lo que se despide es el carisma de un grupo y a eso es más complicado pedirle que no se vaya.
FERNANDO GARCIA