Clarín - Martes 6 de abril de 1999


Rescatando la elegancia perdida


En Electroshock, los Ratones Paranoicos recuperan buena parte de la energía rockera que les dio fama y fortuna. Así, se sobreponen a sus bajas de tensión.

Rock Ratón, último corte del CD, incluye un sonoro bip. Eligieron ese método para autocensurar un estribillo antipático hacia la policía.

Cuando salió Emotional Rescue, allá en la alborada de los ochenta, Keith Richards dejó una frase que definió con sinceridad poco frecuente el futuro de los Rolling Stones: "Si la mitad de un disco está bien, alcanza". Eso dijo el viejo lobo y eso les está pasando a los Ratones Paranoicos desde Fieras Lunáticas (1991), el álbum en el que se dieron el gran gusto de tener a Andrew Loog Oldham (mano derecha de los primeros Stones) como productor.

En Electroshock, los Ratones levantan sensiblemente la puntería.

Desde el vamos, el grupo parece haber recuperado el placer de trabajar en un estudio de grabación. Y así, sabiendo que la intensidad ("Enlace" siempre brillará) de los años mozos no vuelve, Juanse se ha preocupado saludablemente por conseguir que su banda respire con espacio y, sobre todo, que recupere la elegancia perdida.



Cuando esto pasa, Electroshock es un disco de una banda que se asume como la bandera del rock and roll y lo demuestra con finas estocadas, detalles propios de un científico stone. Cuando no, el disco es el último grito de esa misma banda-bandera que llega ronco, asfixiado e innecesario.

O sea: la vieja cuestión entre el género y el estilo. Porque frente a lo que se ha dicho una y mil veces, los Ratones tienen un estilo propio. Y cuando se acuerdan de esto, conjuran los momentos más placenteros del álbum. Así, la trilogía de canciones compuesta por Zona roja (temática gastada, groove impecable), Poca vida (un ritmo y blues asesino) y Weekend (lo mejor: raros Ratones, un minuto de reinvención en el aire) entregan el pasaje más interesante del disco.

Porque la base es capaz de perderse, los diálogos de las guitarras consiguen distraernos del todo y la voz ha sido trabajada en el plano de la seducción aun cuando las letras no estén a la altura del caldo vudú que calientan. El espíritu del mejor tramo del disco salpica, entonces, a otras canciones como el grand rock Ciervomotor, el acústico La hiedra y la rumba shuffle El infierno. Y sí, adivinaron, el disco de los Rolling que les devuelve el espejo en los mejores momentos de Electroshock es Black and Blue. Un diamante raro de los Stones que Juanse quiere bien.

Entonces, sí, Keith: Electroshock redondea una interesante mitad, la otra no aporta demasiado (aunque al menos suena a que sí) y en el balance resulta un buen disco de Juanse y sus Ratones Paranoicos.Una buena noticia.

FERNANDO GARCÍA


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