90125 Tour Talk Tour Open Your Eyes Tour The Ladder Tour


Lugar: Estadio Velez Sarsfield, Buenos Aires, 1, 2 y 9 de febrero de 1985.

Formación: Jon Anderson, Chris Squire, Tony Kaye, Trevor Rabin, Alan White.

Lista: Cinema, Leave It, Yours Is No Disgrace, [Drum Solo], Hold On, Hearts, I've Seen All Good People, Si, Solly's Beard, Changes, And You And I, Soon, Make It Easy/Owner Of A Lonely Heart, It Can Happen, Amazing Grace, Whitefish, City Of Love, Starship Trooper, Roundabout, Gimme Some Lovin'.


Año 1985. Festival Rock In Río, celebrado en Río de Janeiro. El desesperado intento de un grupo de empresarios brasileños para que, de una buena vez, los grandes espectáculos internacionales de Rock se animen a "bajar" a Sudamérica. Una Sudamérica que estaba despertando, descubriéndose dentro del mundo. Y despertando a la democracia y la libertad después de tantos años de autoritarismo.

Y así se sucedió, entonces, la construcción del "Rockodromo" de Río y la presentación, entre los días 17 y 20 de enero de 1985, de los grupos "top" del momento: Scorpions, Whitesnake, Queen, Rod Stewart, Iron Maiden, y... YES.

¿Quieren, ya que están, darse una vuelta por Argentina? A la pregunta que algunos empresarios argentinos le deslizaron a los mánagers de estas bandas, solo YES dijo sí. ¡YES venía a la Argentina!

Conviene remarcar algunas cosas: la banda no estaba de gira. La gira mundial había terminado en octubre del 84 en Orlando, es decir, hacía casi cuatro meses. Además, trajeron el mismo espectáculo con el que habían deslumbrado al mundo, lo que implicó movilizar 150 toneladas de equipo. Pudieron haber dejado todo en su casa, y hacer un show "de compromiso", pero no. YES estaba particularmente interesado en venir a Sudamérica, y de la mejor manera. Aunque económicamente no les conviniera.

Es así que YES abrió y cerró el festival de Rio, deslumbrando a los cariocas y siendo distinguido, junto con Whitesnake, como uno de los dos mejores grupos del festival. Estaba todo listo para que, justo una semana después, tocaran en Punta del Este (Uruguay) antes de hacer una pequeña gira por Argentina: 1 y 2 de febrero en Buenos Aires, el miércoles 6 en Rosario (luego de descartar Córdoba), y dos conciertos en Mar del Plata los días 12 y 13, dejando abierta la posibilidad de volver a tocar en Buenos Aires el 9 o el 10. Todo muy bien pensado para que aquellos que estaban de veraneo (Mar del Plata y Punta del Este son destinos turísticos) pudieran verlos.

La publicidad del evento fue intensa, sobre todo en las calles y en la televisión, donde se emitió un aviso en el cual el mismo Anderson invitaba a ver a la banda. También, durante la semana previa, el canal 13 de televisión emitió una hora diaria con lo mejor de Rock In Río, presentado por Juan Alberto Badía (¿alguien tiene copia en VHS de YES en Río?). El show en Punta del Este se hizo perfectamente, y todo estaba listo para que YES pisara suelo argentino.

Y entonces, la locura: alguien, autotitulándose miembro de un "Comando 2 de abril", se encargó de llamar a todas las agencias de noticias para divulgar su amenaza de "hacer volar el Estadio de Vélez" (je, como si fuera tan fácil) en repudio por los recitales. "Vamos a impedirles que actúen y que cobren dinero, por las buenas o por las malas". Es increíble todo lo que pudo generar un estúpido con un teléfono: el revuelo fue instantáneo. La banda, teniendo la alternativa de cancelar la gira, optó por venir "como sea". Era martes 29 de enero, tres dias antes del concierto.

YES arribó a Buenos Aires en medio de un monstruoso e improvisado operativo de seguridad, a pocas horas de su primer show. La entrevista que les hiciera el diario Clarín -búsquenla más abajo- está ilustrada con una foto tomada en el Hotel Sheraton y, a pesar de la baja calidad gráfica que tenían los diarios de la época, se distingue claramente la "cara de cagazo" que tenían Tony Kaye, Trevor Rabin y, sobre todo, Jon Anderson.

El concierto salió perfecto, fue grabado y transmitido por televisión al día siguiente. La banda tocó salvajemente, sin respiro, como una forma de descomprimir la presión y los nervios de los días pasados. Técnicamente, a pesar de que no hubo prueba de sonido, fue impecable. Me animo a decir que esta performance fue superior a la publicada oficialmente. La concurrencia fue escasa -tal vez por el miedo a que efectivamente ocurriera algo- pero muy entusiasta. El mismo Anderson, al introducir And You And I, remarcó la sorpresa que sentía al descubrir, por primera vez, a un público tan conocedor de su obra, y tan cálido.

El sabado 2 fue el segundo show, mientras por TV se emitía en su totalidad el concierto del día anterior. No sé si existen grabaciones de este concierto, ni tengo mayores datos. Al día siguiente, domingo 3, Chris y Trevor, felices y relajados, salieron de paseo y se dejaron ver -de improviso- en el programa de TV "Domingos Para La Juventud" (¡si señor, yo los ví, es cierto!), contestando las ridículas preguntas habituales (¿les gusta Argentina?, etc), mientras le acercaban a Trevor una guitarra destruída y desafinada en la cual tocó las primeras cuatro notas de Owner Of A Lonely Heart, antes de cagarse de risa y que la platea estallara en una ovación. Todo parecía marchar bien.

Pero no fue así. Aparentemente, un explosivo detonó en una de las boleterías de Rosario, algo que en Buenos Aires no fue registrado por la prensa y por ende, no puedo confirmar. Esto, sumado al costo de movilizar todo el aparato de seguridad hasta Rosario y Mar del Plata, fue lo que habría convencido a los organizadores y a la banda de que lo mejor era hacer uno o dos conciertos mas en Buenos Aires, y goodbye.

La publicidad del show del 9 de febrero rezaba: "Despedida de Buenos Aires" y "Precios Populares", cuando en realidad era la despedida, pero de Argentina. Es que los shows en Mar del Plata aún no se habían cancelado oficialmente. El concierto fue grabado y transmitido por Radio Rivadavia, con una calidad fantástica. En este show sí hubo algunos problemas técnicos, como la ausencia de bajo durante Yours Is No Disgrace, tal vez atribuíble a la llovizna que caía caprichosamente sobre Buenos Aires. Resulta gracioso escuchar a la gente coreando "close-to-the-edge, close-to-the-edge,..." entre tema y tema. Tal vez muchos fans tenían la ilusión de que, durante la semana, YES ensayara algún otro tema clásico, pero no: los tres conciertos fueron iguales.

Recién el lunes 11 se anunció oficialmente que los shows en Mar del Plata no se hacían debido al mal estado de salud de Jon Anderson, excusa poco o nada creíble. Para ese entonces YES ya había partido de Argentina, casi tan rápidamente como habían llegado, pero la tarea estaba cumplida: se había creado y fortalecido una gran relación entre los argentinos y la banda, y se había asentado un importante precedente para futuros espectáculos de este tipo en nuestro país. Aunque pasarían más de cinco años hasta que la Argentina fuese definitivamente incluída en el circuíto internacional.

En cuanto al show en sí, permítanme decirle, a todos los puritanos y conservadores que reniegan de esta formación y esta época de la banda, que los argentinos tuvimos el privilegio de ver al último "YES histórico". El último YES que figura en los libros de historia; el último que podía llenar un estadio de fútbol por su propio peso, sin la necesidad de apelar a la nostalgia. Un YES que renacía de sus cenizas -luego de años de ser considerado casi mala palabra- y se llevaba al mundo por delante con un espectáculo impactante -pero inteligente- en el cual la música seguía siendo lo más importante (no como los Rolling Stones y su circo mediático, por ejemplo). Este era el YES apropiado... en el momento justo.

Recuerdo haber visto el show por TV -con mis escasos diez años- y quedar maravillado y lleno de curiosidad por esta banda a la que no conocía. Recuerdo las gaffes de la transmisión local -la cámara enfocando a Squire durante los solos de Rabin y viceversa, Jon Anderson corriendo a lo largo de escenario mientras la cámara intentaba seguirlo- y el gran final de Starship Trooper...

A partir de entonces, lamentablemente, ya nada sería lo mismo para YES. Dos años más tarde esta misma formación empezaba a fracturarse, con Chris Squire preso de su adicción al alcohol, Jon Anderson inmerso en una "aspiradora mística", y Trevor Rabin mucho más interesado en sí mismo que en la banda. Luego vendrían años tormentosos hasta que, en 1994, volvieron, pero sólo mostraron abulia, desinterés, inercia... Nada ni remotamente comparable a estos históricos conciertos en Velez.

Al día de hoy YES sigue vivo y, aunque han recuperado su forma, ya no pueden llenar estadios, sino teatros. Sus nuevos discos -más allá de su calidad- ya no le mueven un pelo a nadie, y ninguna radio se interesa en pasarlos. El YES actual es una pequeña entidad, que graba y gira sólo para sus fans. Por eso rescato estos shows de 1985, en donde tuvimos la posibilidad de verlos en el momento cumbre de su carrera.

Los artículos incluídos en esta página fueron cedidos por José Rucci (gracias José). Conviene destacar que los correspondientes al día 2 fueron redactados antes de que terminara el concierto, por eso no lo cubren en su totalidad. A falta de algo mejor, se incluye una crónica completa a cargo del mediocre "periodista" Carlos Polimeni, publicada en el diario Clarín el domingo 3 de febrero. Sé que varias revistas de actualidad -como Gente y Siete Días, etc.- hicieron una amplia cobertura así que agradeceré cualquier material de archivo que me puedan facilitar.

Una pregunta que tengo sin respuesta es: ¿Qué hicieron los miembros de YES en la semana entre los shows del 2 y el 9? ¿Se quedaron en el hotel? ¿Volvieron a Brasil? ¿Pasearon por Buenos Aires? ¿Se fueron a Estados Unidos? Aparentemente Tony Kaye (si, nada menos) disfrutó de la compañía de una "novia" argentina, según dichos del mismo Anderson. Del resto, nada se sabe. ¿Algún comentario?



Una selección interesante del show del 9 se editó internacionalmente como

Live In Argentina

por Meteorite Records.


El sonido YES hizo vibrar el cemento
Por primera vez en nuestro país se presentó anoche en el estadio de Velez Sársfield el grupo britanico de rock YES. Unas 10000 personas presenciaron el espectáculo que integra las más sofisticadas técnicas de luz y sonido. Sobre el escenario los cinco integrantes del conjunto desplegaron su conocido virtuosismo musical. La Policía montó un riguroso pero discreto operativo para permitir el acceso del público al lugar. Hoy habrá un nuevo recital en el que se prevé la concurrencia de mayor cantidad de público.

Desde hora muy temprana y a raíz de las amenazas provocadas por un autotitulado Comando 2 de abril, que anunció atentados en el estadio de Vélez Sarsfield, se montó un gran operativo de seguridad para garantizar la presentación del grupo britanico de rock YES, del que tomaron parte varios centenares de hombres tanto uniformados como de civil.

Llamó poderosamente la atención de los hombres de prensa que circulaban por las inmediaciones del estadio el relativo movimiento de las personas, teniendo en cuenta toda la expectativa que se había creado alrededor de la presentación de YES, sorpresa que quedó totalmente confirmada al ingresar a la cancha a muy pocos minutos de la hora fijada para la iniciación del espectaculo. Es que según fuentes policiales los espectadores no superaron la cifra de diez mil personas, cuando la capacidad esta estimada en sesenta mil.

En el campo de juego propiamente dicho, denominado sector preferencial y obviamente el de entradas más caras, se podía transitar con toda comodidad como en una plaza. La opuesta al escenario popular era la más llena de todas pero igualmente se notaban pronunciados claros, habiendo lugares que estaban totalmente vacíos.

Los productores del espectáculo mostraron su desazón y atribuyeron el gran ausentismo a lo que denominaron "campaña intimidatoria", reconociendo que ellos aguardaban no menos de cuarenta o cincuenta mil personas y se quedaron con las esperanzas de de que la situación se revierta para esta noche, última presentación del conjunto inglés, lo que de todas maneras, de ocurrir, no les permitiría recuperar la gran inversión que realizaron en dólares.

Operativo

Volviendo al operativo de seguridad, las brigadas especializadas de la Policía Federal realizaron un exhaustivo trabajo en todo el estadio y sus alrededores en busca de posibles artefactos explosivos.

También se utilizaron perros especialmente adiestrados, así como elementos de alta tecnología.

Se palpó de armas, en muchos casos se solicitaron documentos de identidad y hubo alguna que otra detención de carácter preventivo, pero en todo momento la Policía actuó con corrección y se podría agregar que hasta con gentileza.

"Usted no entra"

Que los controles asignados en las puertas de ingreso fueron rígidos, lo demuestra la siguiente anécdota: se acercó un policía uniformado a uno de los controles, en compañía de un civil, y se produjo este diálogo:
- El señor es compañero mío...
- La credencial.
- Tiene que entrar al estadio.
- La credencial.
- Escuchame, macho, parece que no entenndés, es compañero mío de civil, se olvidó la credencial y está asignado para dentro del estadio.
- Ah, me parece muy bien. La credenciall o no entra.
El corolario: no entró.

Tumulto y corridas

Aproximadamente a las 22.30 se produjeron algunas corridas y tumultos, porque un numeroso grupo de jóvenes, muchachos y chicas, comenzaron a saltar la alambrada olímpica desde la popular para ingresar al campo de juego. Resultó gracioso ver a dos agraciadas señoritas con sus asentaderas enganchadas en los alambres de púas que coronan la alambrada, tironeando desesperadamente para poder zafarse, mientras la tribuna les hacía coro pero no felicitándolas, precisamente.

A los pocos minutos se temió un desborde, porque ya fueron muchos los que comenzaron a saltar la cerca, por lo que debió intervenir la policía, lo que fue reprobado con una estruendosa silbatina y el cantito "el que no salta es un botón" [¡qué tiempos tan inocentes, aquellos!]. Pero todo no pasó de esa reacción. Fue detenida una joven vestida al mejor estilo hippie y se obligó a otros espectadores a retornar a sus lugares originales.

Comienza el delirio

De ahí en más el tiempo transcurrió plácidamente hasta las 22.45, en que se apagaron todas las luces del campo, preludio del ingreso al escenario de los cinco integrantes de YES. Fue en ese momento que comenzó el delirio, con gritos ensordecedores y el encendido de miles de fósforos [¿fósforos?] y encendedores, lo que fue correspondido desde el escenario con el lanzamiento al espacio de rayos láser, en una imitación perfecta de la serie galáctica, mientras columnas de humo se elevaban desde los costados del estrado [...] .

Luz y color

Si hay algo digno de mención es todo lo referente a la iluminación y efectos especiales, lo que por supuesto subyugó a los jóvenes, quienes "aullaban" de placer ante cada demostración de luces y laser, como cuando toda la batería quedó totalmente enmarcada en rosa y luego pasó al azul con destellos plateados, o aquella en que los láser formaron varios corazones en el cielo.

También realizaron diversas figuras geométricas, que culminaron, en la finalización del espectáculo, con una impresionante cortina de humo de todos los colores, ruído, estruendo y láser, mientras las tribunas acompañaban rítmicamente este despliegue, que no por esperado dejó de ser menos impactante y hermoso en lo visual.

Un párrafo aparte merece la organización del espectáculo por lo bien elaborado que estuvo todo el operativo. Hubo desplazamientos rapidos, colas cortas, poco tiempo ante las ventanillas y comodidad. Por lo menos en este aspecto ha habido un adelanto notorio y hay que destacarlo, poruqe lamentablemente no siempre fue así. A lo mejor logramos que se transforme en una costumbre y por su misma cotidianidad no sea necesario mencionarlo como un hecho extraordinario. Este avance es todo un síntoma.

Artículo publicado el 02.02.1985 en el diario Clarín.


Finalmente, llegó YES y actuó

Luego de diversas postergaciones llegó al país el conjunto británico de rock YES, triunfador en el reciente festival Rock In Río y en Punta del Este y se presentó con su monumental espectáculo de luces y sonido en el estadio de Vélez Sarsfield.

Rodeado por estrictas medidas de seguridad, incluídos patrulleros, ambulancias y personal civil, los cinco músicos descendieron de dos aviones privados, poco antes de las cinco, luego de aterrizar y carretear hasta un sector apartado, aledaño a la plataforma militar, en el Aeroparque metropolitano.

Allí estuvieron fuertemente custodiados y protegidos de periodistas y fotógrafos que en vano trataron de tomar contacto con el grupo. Las consignas -según miembros de la policía aeronáutica- fueron impartidas por el empresario José Capalbo, de la firma que contrató a los artistas.

Seis automóviles Ford Fairlane partieron raudamente con Ion [sic] Anderson, Tony Kaye, Alan White, Chris Squire y Trevor Rabin, hacia el hotel Sheraton, donde se hospedarán.

En el estadio

Mientras tanto en el estadio, la actividad de los cinco técnicos de sonido (dos norteamericanos y tres franceses) y del equipo de luces, contrastó con las imprevisiones, los nervios y la desinformación total. Las aludidas medidas de seguridad, tomadas como consecuencia de diversas amenazas y repudios hacia YES, que distrajeron todo el tiempo la atención del empresario y su improvisada troupe, no hizo mella en la flema de los metódicos hombres del sonido y luces (a pesar de no ser todos ingleses), que por la tarde probaron los equipos con prolijidad asombrosa.

Las idas y venidas de los organizadores, los variados reclamos periodísticos y las corridas por los pasillos del estadio, también difirieron de la estoica actitud de muchos jóvenes afuera, dedicados a hojear programas con la historia de YES, a probar camisetas con su escudo y a colocarse broches con su insignia que se vendían en la zona [noten qué diferencia de clase hay entre éste cronista y el anterior]. La policía, en varios automóviles estratégicamente estacionados y dos modernísimos carros de asalto, vigiló cautamente la escena.

Pago de derechos

A los repudios y amenazas, se sumó ayer la prohibición del juez en lo civil, doctor Carlos Raúl Ponce, a YES, del uso del repertorio musical administrado por SADAIC, haciendo lugar de ese modo a una presentación de los apoderados de esta sociedad, mientras no se abonaran previamente los derechos correspondientes.

Consultado el señor Alfredo Capalbo, presidente de la firma que contrató a YES, aseguró que tales derechos habían sido abonados anticipadamente. Minutos antes del comienzo de la fiesta, la policía practicó algunas detenciones de muchachos que rompían los alambrados para ingresar al estadio.

YES invade con música

El recital comenzó a las 22.45 con las tribunas bastante menos pobldas de lo que se esperaba. Los cálculos estimativos oscilaban entre los 12000 y los 14000 asistentes. La primera música que se escuchó anoche en el estadio Velez Sarsfield fue el tema de Cinema. Una cinta grabada con orquesta de cuerdas fue la mejor introducción para que la música reinara por sobre todas las técnicas, mientras las luces permanecían apagadas. Muchos encendedores encendidos [ahh, menos mal] llenaron de estrellas las tribunas. Luego se encendieron los focos y YES en persona repitió Cinema, con el vigor atrapante de sus cinco músicos. La luminosidad permitió ver las ropas de los integrantes de YES: la más llamativa era la de Jon Anderson, con una chaqueta blanca y pantalones en imitación piel de cebra; otro llevaba una túnica romana [se refiere a Squire] y un tercero, malla azul. Muchos temas de Anderson con Tony Kaye y Trevor Rabin inundaron luego todo el ámbito [?]. Toda la estructura, montada como un sistema de relojería, daba muestras de su precisión milimétrica.

Temas como Hold On, Hearts, All Good People y luego un solo acústico [sic] de piano, a cargo de Tony Kaye, acapararon la atención de quienes vieron unirse en un solo escenario, la tradición de los Beatles y los Rolling Stones[¿cómo?], es decir la musicalidad y la fuerza arrolladora [mmmh...].

Esto ocurrió mucho antes de que apareciera el mayor alarde técnico lumínico, el rayo láser, y otras proezas cercanas a la ciencia ficción.

Artículo publicado el 02.02.1985 en el diario La Nación.



Otra selección mas completa está a tu disposición bajo el nombre

90285

gracias a YesBairesConcerts.


"Somos una sinfonía que transcurre"
YES, el primer grupo musical británico que toca en la Argentina desde la guerra de las Malvinas, llegó al país rodeado de un excepcional operativo de seguridad. Aunque exhaustos por las vicisitudes de un viaje misterioso desde Uruguay, sus cinco integrantes concedieron a Clarín su primer reportaje en el país, en el que pidieron se dejase constancia de sus deseos de un mundo sin guerras, pensamiento rastreable -por otra parte- en su vasta obra discográfica.
por Carlos Polimeni

Jon Anderson, esa leyenda de diminuta estampa, abrió grandes sus ojos claros, pero su primera visión de la Argentina fue fugaz, mínima y apurada. A las 15.45 de ayer, el arribo del grupo YES movilizó un complicado mecanismo de seguridad que apartó inmediatamente a todos sus integrantes y allegados de los ojos del público, del clima de alguna tensión creado por las amenazas de grupúsculos políticos nacionalistas.

De los dos mil hombres que participaron del operativo de seguridad que se prolongará hasta el mismo momento en que el quinteto concluya su primera visita a la Argentina, Anderson vió, a lo sumo, a diez o quince, algunos de ellos cerca de la puerta de alternativa del Aeroparque metropolitano, por la que se escabulló la caravana de seis remises.

En un hotel de cinco estrellas, el almuerzo sucedió a la ubicación de la comitiva en las habitaciones, y procedió a una insólita "siesta" pedida casi con pasión por Anderson y sus compañeros Alan White, Chris Squire, Trevor Rabin y Tony Kaye. El atraso en el arribo, previsto inicialmente para la media mañana, sepultó en el olvido la prueba de sonido.

Mientras un mundo efervescente bullía en derredor -aunque se habían retirado ya los patrulleros y motociclistas de la Policía Federal que los escoltaron hasta el hotel- el quinteto accedió a un diálogo con Clarín, con el empresario Jorge Pino como intérprete y comida americana de por medio.

- Debe ser para ustedes una sensación extraña llegar a un país en medio de un operativo de seguridad como éste.

- Anderson: Creemos que se han tomado demasiadas precauciones, que por otra parte agradecemos profundamente. Pero sentimos que aquí, como en muchas otras partes, la gente, la gente del pueblo, del público, nos quiere, nos respeta. Sentimos que es maravilloso estar en Buenos Aires después de días de tanta energía como los que hemos pasado en Rio de Janeiro y Punta del Este.

- De más de una docena de giras en 17 años de historia ésta es la primera que visitan Sudamérica. ¿Es por algún motivo especial...?

- White: No vinimos antes porque las condiciones generales no eran las mejores, aunque muchas veces quisimos hacerlo. No hay ahora, por ejemplo, condiciones económicas excepcionales para que lleguemos hasta aquí, no sé si se sabe que en las actuaciones ganamos un porcentaje de la recaudación, cuando para nosotros lo usual es un cachet fijo... Sentimos que esta experiencia nos enriquece como individuos y como grupo.

- En su caso, Trevor Rabin, por ser el más nuevo en el grupo, se deben sentir un cúmulo de sensaciones notables.

- Rabin: Formar parte de YES es ser parte de una leyenda. Yo crecí admirando a YES, admirando a Anderson, mirandome en el grupo [¿obsecuente yo?]. Me fue muy bien en la gira del año pasado por Estados Unidos, y realmente estoy fascinado por la expresividad de la gente de acá, del sur. No creo hacer demagogia si digo que amo a este público.

Energía y movimiento

- Está claro que YES es uno de los diez grupos más importantes de la historia del rock. ¿Cuál es la esencia de YES?

- Kaye: YES es energía, movimiento. Luz, fuerza, ternura. Cada una de esas cosas, y todas juntas. Y muchas otras. A veces pienso que somos indefinibles, como la vida. Somos una sinfonía que transcurre, siempre actual, pero siempre la misma.

- ¿Piensa lo mismo, Squire...?

- Squire: Sí, absolutamente. Yo he afirmado que YES es una banda que tiene cosas que decir, con la palabra y la música, grabando un disco o haciendo un show en vivo. Estamos orgullosos de la música que estamos haciendo hoy como estamos orgullosos de la que ya hicimos. Este YES redondea y, en cierto sentido mejora, al YES de la historia, ese que armamos un dia con Jon, en Londres, cuando para nosotros la música era solo una aventura posible.

Con la música argentina

- Una visita de largo aliento a Brasil, a Uruguay y a la Argentina debe haberles permitido entrar en contacto con un mundo musical distinto, tal vez aprovechable.

- Anderson: Bueno, es obvio decir que a donde vamos tratamos de escuchar toda la buena música posible. Para nosotros es casi una obligación escuchar y escuchar. A mí me gusta lo local, el color local, lo distintivo. Hemos escuchado mucha buena música en Brasil, un país fascinante. El festival de Rio, en sí, fue un hecho maravilloso. En estos días que estaremos en la Argentina intentaremos acercarnos a la música argentina, dentro de nuestras limitaciones concretas. Nosotros venimos a tocar acá porque, además de lo que es nuestra profesión, nos sentimos partícipes de la cultura de una época...

- Entre el "sonido YES" de la década del 70 y el actual hay diferencias notables. Hay quienes critican lo que consideran un giro hacia espacios más comerciales...

- Squire: Cuando YES se formó el hombre no había llegado a la Luna, los sintetizadores recién empezaban a aparecer en los grupos y el rayo láser parecía algo de científicos. Hoy es hoy, y nunca ayer. Quedarse es morir, la vida es movimiento, los críticos siempre critican.

- ¿Cómo definirían a la actual formación del grupo con respecto a su historia? ¿En qué nivel cualitativo la ubicarían?

- Kaye: Soy el indicado para hablar porque estuve desde el principio, me fuí dando paso a nombres como los de Rick Wakeman y Patrick Moraz, y estoy aquí de vuelta, otra vez con mis teclados, tras haber tocado con David Bowie, Detective, Badfinger. YES es hoy un gran grupo, un grupo equilibrado, con una base rítmica de supremo nivel, un cantante sin comparación, un joven guitarrista cantante y compositor que apasiona al público y un tecladista de nivel [epa, se agrandó Chacarita]. YES suena a hoy y a mañana, tal como siempre ha pasado, cualquiera fuera la formación. Ha tenido grandes nombres, que en algún caso ya no están, y tiene ahora grandes nombres.

Así como se habían reunido de frente a la cámara y de espaldas a la ventana para satisfacer el pedido del fotógrafo, los cinco ídolos de miles de jovenes de, por lo menos tres continentes, sumaron conceptos comunes a la hora de las definiciones, bromeando en inglés sobre sus primeras impresiones de un país exótico.

Repudio a la guerra

Anderson llevó también la voz cantante cuando al final pidió una mención especial respecto al amor del grupo por la paz, su condena a la guerra ("la de las Falkland, seguro", dijo cuando se le preguntó a qué guerra se refería) y sus deseos de que los pueblos sean pueblos y por ello se unan, más allá de los gobiernos.

Cuando terminaron de comer, y con ello concluyó automáticamente el reportaje, se hundieron de nuevo en esa nube de seguridad. Anderson sonrió con resignación, miró al cronista y dijo "hasta pronto" con su voz inconfundible.

Artículo publicado el 02.02.1985 en el diario Clarín.


YES, entre la cordura y el delirio
El debut del grupo de rock internacional más importante que haya llegado hasta la Argentina, YES, resultó un espectáculo tecnológico-musical de antología, seguido fervorosamente y sin incidentes, por un público ávido de sensaciones estéticas de vanguardia. Un eficiente operativo de control -había amenazas de bombas en el estadio- enmarcó la actuación del quinteto, que proseguirá su gira por el país con sendas actuaciones en Cordoba y Mar del Plata, completando así una experiencia sudamericana que comenzó en Rio de Janeiro y Punta del Este.
por Carlos Polimeni

Apabullante por su perfección tecnológica, arrasadora por su nivel cualitativo, la actuación del quinteto británico YES será recordada aquí por mucho tiempo como una de las más sólidas evidencias de los infinitos a que se acerca la música contemporánea electrónica de este siglo de los pasos gigantescos y las bombas nucleares [¿qué comiste, Polimeni?].

YES, una máquina de tocar y tocar, se irguió una vez más como artífice del espectáculo artístico total: el del canto y la poesía, la cordura y el delirio, las luces y el teatro, los hombres y la ciencia. Despegarlo del contexto de la era atómica, de la inminencia del siglo XXI sería reducirlo, entenderlo sólo en parte [¿qué tomaste, Polimeni?].

El concierto en el estadio de Velez Sarsfield -15 mil personas pidiendo energía, el cielo estrellado de verano, 150 toneladas de energía al servicio del espectáculo- fue claramente la apoteosis de un estilo, el rock sinfónico, nacido al comenzar la década pasada pero con una palpable proyección hacia horizontes aún inciertos.

Una inagen: Tony Kaye ha comenzado su solo de teclados, y cuando su sutileza grave empieza a convertirse en la tocata en Fa de Juan Sebastián Bach, una "campana" de rayos láser lo enmarca de verde, y un humo denso, grávido, empieza a envolverlo, formando una imagen onírica, diabólica, irreal, que encerrará a la multitud en un solo ronquido de incredulidad.

Eso es YES: Bach y el rayo láser, la técnica virtuosa del guitarrista sudafricano Trevor Rabin -la estrella del concierto- y su furioso punteo rocanrolero, la voz sugerente de Jon Anderson y su aire de gnomo fantasioso, el talento escénico de Chris Squire y su imagen de ogro danzarín, el festival dionisíaco [?] de Alan White desde la batería.

Pero además es indefinible, un nudo de sensaciones, un espectro errante por campos desconocidos. YES es Squire bailando freneticamente sobre sí mismo, abrazado a su bajo eléctrico inalambrico hasta hacer el rictus de un perfecto suicidio escénico mientras reitera con obsesión una nota, pero también Anderson abriendo los brazos con ternura de un niño para mirar al cielo, en éxtasis, y susurrar que "la música es magia".

YES no es inglés, siendo en ciertas armonías tan inglés. YES es un patrimonio de la cultura de esta época, una ejemplificación clara de que los límites no existen para la ciencia. YES es un fabuloso conjunto de cinco solistas de vanguardia, empeñados en hacer una música que siempre explora y sólo a veces -casi siempre por exigencia del público- accede a la tentación de lo facilmente digerible.

Se encontró en el estadio de Vélez con un público adicto, que pese a los consabidos 35 minutos de demora en el inicio del espectáculo, le tributó la cálida recepción de miles de encendedores prendidos en la tribuna, uno de los códigos rockeros argentinos, como el "canto de Woodstock".

De ahí en más fueron 135 minutos de pasión de cinco hombres por sus instrumentos, de catarsis multitudinaria al compás de una de las mejores músicas que ha escuchado el público joven del siglo XX. El órgano casi religioso de Kaye se entremezcló con la batería electrónica de White y después de que dos rayos láser brotaron del escenario buscando el infinito, estalló cinema en el fraseo de Anderson, ese Prometeo electrizado.

Jugando con todas las posibilidades de una batería de recursos tecnológicos nunca vista en la Argentina, YES eslabonó luego un total de 18 temas, de los viejos y los nuevos. Mostró, por ejemplo en Leave It, que Squire, Rabin y Kaye pueden ser un coro de ángeles detrás de la voz inconfundible de Anderson y que White pasará a la historia como uno de los bateristas más persuasivos y dúctiles de la historia del rock internacional.

Desparramada por el césped del campo de juego, apiñada en las tribunas, la multitud ya ha sido impactada por la música que llueve desde el escenario. YES se toma ahora un descanso y mientras el bajo puntea la melodía, un mar surge de los teclados. Pero empieza otra vez el crescendo, y en la garganta de Anderson brilla Hearts, mientras se dibujan corazones de láser en el cartel electrónico del estadio.

El progreso del quinteto hacia los vértices del éxtasis es implacable: acabó de acribillar al público con una guitarra de escalas impecables, aceleradas hasta el frenesí y atacó ahora con All Good People, con Anderson gritando su convicción de que en este mundo "cada uno se satisface a su modo" y que al fin y al cabo tal vez ése no sea el problema final [¡qué filosofía de cuarta!].

Vienen ahora los primeros solos, y Kaye -con uno de sus teclados iluminado de verde- está parado sólo en la oscuridad, con un spot rosado sugiriendo su figura. Saca del alma un sonido como de manantial, lo profundiza, lo torna grave, lo lleva hacia Bach, lo trae hacia un desgarrón, y se pierde después entre el humo y su campana de láser, como un ser de otra galaxia.

El público apenas si tiene tiempo de estremecerse: con la guitarra acústica ha surgido, sentado en la oscuridad, Rabin, con sus 29 años y sus manejos del mundo clásico, para alocarse los dedos primero en un rasguido torturado y juguetear después sobre aires españoles. Showman también, correrá sobre el escenario vacío, bajará hacia el contacto con la platea para ofrendar su digitación y se irá finalmente hacia el camino del rock universal.

Changes, And You And I y Soon, tres temas históricos del grupo, preludiaron al éxito comercial actual Owner Of A Lonely Heart, con una concurrencia de amarras soltadas, de sentimientos rebosantes. Dueña de la situación, al cabo destinataria de todo esfuerzo, pero respetando por respetada.

Kaye demostró que es un tecladista menos excitante y efectista que Rick Wakeman, su antecesor, pero más solidificante para el grupo, y a continuación vino el show personal de Squire, pulsando primero melodías sencillas con su bajo -solo el baterista White quedaba sobre en escena- para hacer luego un monólogo músico-corporal que concluyó con esa especie de "canto del cisne" que fue la situación de su propia muerte tocando.

Enronquecida, la guitarra de Rabin sonaba cercana a la perfección, cuando con Starship Trooper y Roundabout empezó el final de un espectáculo en que la terrible poesía del delirio cruzó camino siempre con el acento terreno de la mejor música universal. Squire cae como un muñeco desarticulado, Anderson flota sobre el escenario, Kaye y Rabin son rituales para persegurise en dos riffs enloquecedores, y cuando White destroza sus palillos sobre un redoblante, ha terminado el rock and roll puro del final y la multitud ya no puede más, pese a que quiere...

YES propuso sangre sudor y lágrimas y la mejor música de hoy. Urdió un final fuertísimo, con los instrumentos sonando a muerte, los rayos láser cruzando como espadas el escenario, y un arsenal de spots y seguidores girando y haciendo de mil colores al humo denso que todo lo invadía. Sus integrantes bajaron como caminando sobre la ovación. Habían tocado parte de la mejor música del mundo, la que hermana sensaciones más allá de las barreras y las trampas que tiene el poder para dividir.

Artículo publicado el 03.02.1985 en el diario Clarín.



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