Si la cetrería tuvo una época dorada, desde luego esa fue la Edad Media. A lo
largo de los 1.000 años que abarca este período histórico, y en especial lo que
se conoce como la baja edad media, más o menos desde el siglo X hasta el XV, la
caza con halcones y azores disfrutó de su mayor auge y difusión.
No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se inició la cetrería en Europa. Lo
que sí es cierto es que los pueblos germánicos la practicaban y le tenían un
gran cariño y aprecio a sus aves de caza. En las Leyes Burgundias otorgadas bajo
el reinado de Gundobad (500 - 505 d. C.) la pena por robar una ave de cetrería
era que el ladrón debía de dar seis onzas de carne de su propio pecho para
alimentar al ave, o en su defecto pagarle al dueño seis sueldos y pagar, además,
una multa de otros dos. A decir verdad, las leyes medievales sobre las aves de
cetrería eran terribles para los que las infringían. En el Fuero viejo de
Castilla se cuenta una fazaña en la que un hombre mató un azor que le robó una
gallina, y le costó a él la vida:
Esto es por fasannia de don Diago Lopes de Faro: andaua a caçar en
Bilforado e vn astor en Varrio de Vinna tomo vna gallina. Et vino el
gascon e mato el astor, e mandol' don Diago prender et asparle en un
madero; e pusieron le al sol aspado e que souyesse y fasta que muriesse.
Pero en la Edad Media todo no era tan cruel, como se nos hace creer, y la
cetrería tenía su aspecto amable y cortés, pues la cetrería no era una
actividad que practicara un cazador en solitario. Si creemos a don Juan
Manuel, y no hay motivos de dudar de su veracidad, para hacer buena caza y
cumplida eran necesarios dieciocho halcones (Libro de la caza, cap. XI,
final), lo cual suponía un buen número de gentes además de los cazadores,
halconeros, ojeadores y otras compañas, entre las que se encontraban las
damas, pues éstas también gustaban de cazar. Estas partidas de caza <
favorecía encuentros amorosos. O, como ocurre en la Celestina, la huída
<
del halcón de Calisto, propicia que éste entre en la huerta de Melibea y
la conozca y se enamore de ella. De esto más sabemos por la literatura que
por la historia, como, por ejemplo, de cómo pasaba el día una dama
francesa en el siglo XV, Jean de Bellengues, dama amiga de Pero Niño, de
quien se nos cuenta en El Victorial que:
Desde que se levantava de dormir, iva a cavalgar, e los donzeles tomavan los
gentiles, ella tenían conçertadas las garzas. Poníase la dama en un lugar,
y tomava un falcón gentil en la mano. levantava[n] los donzeles, e
lançzva ella su falcón tan donosamente e tan bien que nonpodía mejor ser.
Allí veríades fermosa caza y gran plazer; allí veríades nadar canes, e
tañer atanbores, e rodear señuelos, e damiselas e gentiles-honbres por
aquella ribera, aviendo tanto plazer que se non podría dezir.
La cetrería fue un deporte, por emplear un término actual, que era básico en la
educación de todo caballero medieval. Todas las obras medievales que tratan de
la educación de los caballeros, nobles y príncipes hablan del papel fundamental
que juega la caza en su educación. Para el Príncipe don Juan Manuel, según nos
cuenta en su Libro de los estados, era tan importante como las lecciones de
gramática, por lo que el joven noble debía pasar la semana "eyendo
salvo el día del domingo ... [que] no se deve ni leer ni ir a
caza.
Esta educación se impartía a los nobles desde la más tierna infancia, y
así Juan Manuel dice que
si fuere de hedat que pueda andar a cavallo et sofrir la fortaleça del
tiempo, non deve dexar, por fuerte tienpo que faga, de ir a caça en
cavallo [...] et quando andudiere a caça, deve traer en la mano derecha
lança o ascoña o otra vara; et en la isquierda deve traer un açor o un
falcón. et esto deve fazer por acostumbrar los braços: el derecho, para
saber ferir con él, et el isquierdo, para usar el escudo con que se
defienda [...] et deve poner espuelas al cavallo, a vezes por lugares
fuerte, et a vezes por llanos, por que pierda el miedo de los grandes
saltos et de los lugares fuertes et sea mejor cavalgante.
Pero, como con todo lo humano, hubo abusos. No en vano, el rey Alfonso X en una
de sus Cantigas de Santa María llegó a decir que la caza era uno de los mayores
vicios. Hasta tal extremo se llegó que, a mediados del siglo XV español, un
descnocido autor llamado Evangelista escribió una fortísima sátira sobre la
cetrería, tanto de cazadores como de sus aves. A principios del siglo siguiente
un escritor aragonés, Fernando Basurto, publicó un librito titulado Diálogo del
cazador y del pescador (Zaragoza: George Coci, 1539) en el que recriminaba a un
joven cazador de azor por su malhadada actividad, de la que no sacaría nada
bueno. Además, que castellano no recuerda cómo obtuvo la independencia el conde
Fernán González del rey de León, por el deseo de tener un azor y un caballo,
Castilla obtuvo su independencia de León, tal y como lo narra el Poema de Fernán
González.
LA CETRERÍA EN EL RENACIMIENTO
Durante el Renacimiento la cetrería siguió teniendo una gran estima y fue
enórmemente preciada por lo nobles, como lo demuestran las muchísimas
representaciones que se conocen y conservan, así como por los muchos libros que
sobre el tema se escribieron y publicaron, no sólo en España sino en toda
Europa.
Felipe el Hermoso. S. XVI Sin embargo, a lo largo del siglo XVII se
inició un lento e inexorable declive de la cetrería. En gran medida se
debió al perfeccionamiento y popularización, dentro de lo que cabe, de las
armas de fuego, así, los aficionados a la caza tuvieron una nueva
modalidad cinegética, menos engorrosa y complicada, que les colmó de
satisfacciones. También debieron de influir las corrientes puritanistas
que azotaron toda Europa, la Reforma y la Contrerreforma, con lo que ideas
que en el mundo medieval no se llegaron a plantear, como la posible
pecaminosidad que subyacía en la caza, y que ésta en la biblia sólo fue
practicada por hombres malos y perversos, recorrió las conciencias
europeas.
A pesar de ello, en toda Europa se siguió practicando la cetrería, aunque
en España estaba en franco declive. La casa real seguía teniendo su
Cetrero Mayor y una especie de departamento llamado Real Volatería,
también se seguía legislando sobre el tema, pero más por tradición legal
que por regular una práctica casi inexistente, como lo demuestra que los
grandes pintores del barroco español no nos hayan legado ninguna
representación de una partida cetrera mientras que abundan las cacerías de
jabalíes o los cuadro de reyes y nobles ataviados para la caza y
acompañados por sus perros y armas de fuego.
En esta época es cuando la cetrería se exporta, de mano de los españoles, al
Nuevo Mundo. Algunos autores, cegados por la falsa interpretación de una palabra
(volatería) en los escritos de Hernán Cortés han sostenido que los aztecas la
practiban. Otros han querido ver que fue llevada a América por Critóbal Colón en
su primer viaje, en 1492, porque en su Diario del descubrimiento se mencionan
los cascabeles. Varias veces los menciona, y en el relato del día 22 de octubre
menciona "un cascavel d'estos de pie de gavilano", pero lo hace como término de
comparación como como indicio de que llevara cetreros y gavilanes en él en ese
primer viaje. Es en el segundo viaje, acaecido en 1493, cuando tenemos noticias
fidedignas de que entre los hombres que acompañaron a Critóbal Colón iba un
cetrero, de nombre Pedro Dársena, que recibió 620 maravedíes por su trabajo.
LA CETRERÍA EN EL MUNDO MODERNO Y CONTEMPORÁNEO
En el siglo XVIII hay un cierto interés academicista y la cetrería aparece en
las páginas de algunos reputados literatos españoles como Jovellanos, quien
estableció que la cetrería debió de llegar a España de la mano de los godos, o
las páginas del padre Sarmiento dedicadas a la etimología de la palabra
cetrería.
A decir verdad, la cetrería casi se extinguió en toda Europa a lo largo del
siglo XVIII, aunque quedó algún reducto en las islas británicas y en los Países
Bajos, en la comarca conocida como Valkenswaard, donde se mantuvo una
interesante saga de halconeros holandeses que entroncaba con los halconeros
bramanzones de los que hablaba Pero López de Ayala en 1385, y que hubieron de
emigrar a las islas británicas para poder ejercer su arte. Así, en 1775 el
Coronel Thornton fundó, con la ayuda de Lord Oxford, un Hawking Club que
desapareció en 1838. Sin embargo, ese fue el origen del resurgimiento de la
cetrería en Europa, pues con algunos de los miembros del desaparecido Hawking
Club y bajo el patrocinio de la casa real holandesa se fundaría el Royal Loo
Hawking Club, que desapareció años después, en 1853.
Portada del primer número de Der Ordensfalke A pesar de ello, la cetrería
fue ganando adeptos e incluso se llegó a utilizar como arma bélica durante
el sitio al que sometió Bismark a la ciudad de París en 1871, pues se
utilizaron algunos halcones peregrinos para abatir las palomas mensajeras
que los parisinos utilizaron para comunicarse con el gobierno que se
encontraba en Tours.
El renacimiento total de la cetrería se dio en el período de entreguerras.
En 1923 H. Goering impulsó la Deutscher Falkenorden fundada poco antes.
Esta asociación sigue existiendo, con lo que es el club cetrero de mayor
solera, además ha publicado desde entonces una revista que ha merecido un
trabajo recopilatorio del cetrero alemán Peter N. Klüh (Bibliotheca
Falconaria: 75 Jahre "Deutscher Falkenorden" im Spiegel seiner Schriften
(Darmstadt, 1998)).
En 1946 se fundó el British Falconers Club con los restos del Old Hawking Club
y, así, poco a poco, se fueron fundado clubes cetreros por toda Europa y
Norteamérica con una poderosísima North American Falconers Association (NAFA)
que publica una de las más interesantes revistas sobre el tema. También está
resurgiendo la cetrería Hispanoamérica, una de sus últimas incorporaciones han
sido los Cetreros del Valle de México que editan la revista Rapaz.
Más recientemente se han ido creando escuelas de cetrería, sobre todo en Gran
Bretaña (The British School of Falconry) y espectáculos cetreros como Le Aigles
de Provins. Asímismo se han creado grupos conservacionistas entre los cetreros
con interesantes proyectos como el The Peregrine Fund norteamericano o The Hawk
Conservancy británico.
En España hubo un cierto interés academicista, erudito y caballeresco a lo
largo del último cuarto del siglo XIX. Es la época en la que se publican
las primeras ediciones de los clásicos medievales de cetrería, como el
Libro de la caza Juan Manuel (1879), el Libro de la caza de las aves de
Pero López de Ayala (1869 y 1879) o el Libro de cetrería de Juan de
Sahagún (1885) y se dan cuantiosas noticias de la práctica cetrera en el
periódico quincenal La Ilustración Venatoria (1878-1885), que dirigió el
político y erudito José Gutiérrez de la Vega, cuya la labor se vio
arropada por la de otros eruditos como Francisco de Uhagón o Enrique de
Leguina. En esta época se inicia el coleccionismo y la catalogación de
todas las obras de caza españolas, una de las literaturas mejor conocidas.
José Gutiérrez de la Vega
Félix Rodríguez de la Fuente Sin embargo, el resurgimiento de la práctica
cetrera en España vino de la mano del doctor Félix Rodríguez de la Fuente,
magistral maestro que desenterró una vieja práctica casi totalmente
desconocida en España y se la mostró al mundó, legándonos unas
inolvidables secuencias televisivas y un magnífico manual -El arte de
cetrería (1965 1º edic., y 1970 2ª edic.)- con el que se ha formado la
gran mayoría de los cetreros españoles e hispanoamericanos de la
actualidad.
Pero este renacer de la cetrería ha pasado por momentos oscuros y amargos, como
cuando se estableció la prohibición de la cetrería (ley 4/1989) ya que se
consideraba la cetrería como un método cinegético no selectivo y masivo. Gracias
a una sentencia del Tribunal Contitucional la práctica legal ha sido restaurada
en unas cuantas comunidades y cada día atrae a más gentes. Sin embargo, hay un
amplio debate en contra de la práctica de la cetrería por parte de los
conservacionistas y los ecologistas (CODA), que pretenden y reclaman la
prohibición total de la cetrería ya que perjudica a la población de aves
rapaces, aunque sus argumentos son por lo general exagerados, cuando no falsos
(véase la constestación al manisfiesto de la CODA recogido en la revista
electrónica Plumas para la caza). Aunque a veces los mismos cetreros, o algunos
mal llamados cetreros, han dado alas a las iras de los proteccionistas ya que
han expoliado nidos de rapaces y han traficado ilegalmente con algunos pájaros.
A pesar de estos pseudo-cetreros y de los conservacionistas a ultranza, la
cetrería goza de una excelente salud y perspectiva, como lo demuestran algunos
centros de cría en cuatividad o de recuperación de aves de presa o los programas
de control de fauna en los aeropuertos, pues los mismos cetreros, los auténticos
cetreros, son los primeros interesados en la conservación y protección de las
aves de presa, pues son su pasión y su devoción. Ya desde la Edad Media hubo
reyes cetreros, como Alfonso X, que establecieron la protección de los nidos de
las rapaces, de sus huevos, crías y cómo y cuándo se debían hacer los desnides:
Que non tomen los huevos a los açores.- Otrossi mando en razon de los
açores, que non tomen los huevos a los açores, nin a los gavilanes, nin a
los falcones. Et que non saquen nin tomen açor nin gavilan del nido fata
que sea de dos negras. Et los falcones que non los tomen fata mediado el
mes de abril. Et que nenguno non sea osado de sacar açor nin falcon nin
gavillan de mios regnos si non fuere con mio mandado. Et el que sacare
qual ave quiere destas de los regnos, que peche el ave doblada. Et peche
demas en coto por cada ave .C. maravedis. Et el que tomare açor o falcon o
gavilan, o huevos contra este mio coto sobredicho, quel corten la mano
diestra. Et si otra vegada gelo fallaren quel enforquen. Et si non oviere
el coto sobredicho que yaga en mi prision quanto fuere mi merçet.
Que non tomen açor nin falcon nin gavilan yaziendo sobre los huevos nin
faziendo su nido.- Otrossi mando que a açor nin ha falcon nin ha gavilan,
quel non tomen yaziendo sobre los huevos, nin faziendo su nido, nin
mientra que toviere fijos ho huevos. Et açor mudado nin gavilan nin falcon
borni nin bahari quel non tomen de una muda adelante. Et los falcones
neblis que los tomen mudados o como mejor pudieren. Et qual quiere que
nenguna cosa destas fiziere, quel corten la mano, et si otra vegada lo
fiziere quel enforquen por ello (Cortes de Sevilla de 1252).