Viento primero
EL DE ARRIBA
Capítulo I
Que narra cómo el supremo gobierno se
enterneció de la miseria indígena de Chiapas y tuvo a
bien dotar a la entidad de hoteles, cárceles, cuarteles y un
aeropuerto militar. Y que narra también cómo la bestia
se alimenta de la sangre de este pueblo y otros infelices y
desdichados sucesos.
Suponga que habita usted en el norte, centro y occidente del
país. Suponga que hace usted caso de la antigua frase de
Sectur de "Conozca México primero". Suponga que decide
conocer el sureste de su país y suponga que del sureste elige
usted al estado de Chiapas. Suponga que toma usted por carretera
(llegar por aire a Chiapas no sólo es caro sino improbable y
de fantasía: sólo hay dos aeropuertos "civiles" y uno
militar). Suponga que enfila usted por la carretera
Transístmica. Suponga que no hace usted caso de ese cuartel
que un regimiento de artillería del ejército federal
tiene a la altura de Matías Romero y sigue usted hasta la
Ventosa. Suponga que usted no advierte la garita que el Servicio de
Inmigración de la Secretaría de Gobernación
tiene en ese punto (y que hace pensar que uno sale de un país
y entra en otro). Suponga que usted gira a la izquierda y toma
decididamente hacia Chiapas. Kilómetros más adelante
dejará usted Oaxaca y encontrará un gran letrero que
reza "BIENVENIDO A CHIAPAS". ¿Lo encontró? Bien, suponga
que sí. Usted entró por una de las tres carreteras que
hay para llegar al estado: por el norte del estado, por la costa del
Pacífico y por esta carretera que usted supone haber tomado,
se llega a este rincón del sureste desde el resto del
país. Y la riqueza sale de estas tierras no sólo por
estas tres carreteras. Por miles de caminos se desangra Chiapas: por
oleoductos y gasoductos, por tendido eléctricos, por vagones
de ferrocarril, por cuentas bancarias, por camiones y camionetas, por
barcos y aviones, por veredas clandestinas, caminos de
terracería, brechas y picadas; esta tierra sigue pagando su
tributo a los imperios: petróleo, energía
eléctrica, ganado, dinero, café, plátano, miel,
maíz,cacao, tabaco, azúcar, soya, sorgo, melón,
mamey, mango, tamarindo y aguacate, y sangre chiapaneca fluye por los
mil y un colmillos del saqueo clavados en la garganta del sureste
mexicano. Materias primas, miles de millones de toneladas que fluyen
a los puertos mexicanos, a las centrales ferroviarias, aéreas
y camioneras, con caminos diversos: Estados Unidos, Canadá,
Holanda, Alemania, Italia, Japón; pero con el mismo destino:
el imperio. La cuota que impone el capitalismo al sureste de este
país rezuma, como desde su nacimiento, sangre y lodo.
Un puñado de mercaderes, entre los que se cuenta el Estado
mexicano, se llevan de Chiapas toda la riqueza y a cambio dejan su
huella mortal y pestilente: el colmillo financiero obtuvo, en 1989,
una captación integral de un millón 222 mil 669
millones de pesos y sólo derramó en créditos y
obras 616 mil 340 millones. Más de 600 mil millones de pesos
fueron a dar al estómago de la bestia.
En las tierras chiapanecas hay 86 colmillos de Pemex clavados en
los municipios de Estación Juarez, Reforma, Ostuacán,
Pichucalco y Ocosingo. Cada día succionan 92 mil barriles de
petróleo y 516.7 mil millones de pies cúbicos de gas.
Se llevan el gas y el petróleo y dejan, a cambio, el sello
capitalista: destrucción ecológica, despojo agrario,
hiperinflación, alcoholismo, prostitución y pobreza. La
bestia no está conforme y extiende sus tentáculos a la
Selva Lacandona: ocho yacimientos petrolíferos están en
exploración. Las brechas se abren a punta de machetes, los
empuñan los mismos campesinos que quedaron sin tierra por la
bestia insaciable. Caen los árboles, retumban las explosiones
de dinamita en terrenos donde sólo los campesinos tienen
prohibido tumbar árboles para sembrar. Cada árbol que
tumben les puede costar una multa de 10 salarios mínimos y
cárcel. El pobre no puede tumbar árboles, la bestia
petrolera, cada vez más en manos extranjeras, sí. El
campesino tumba para vivir, la bestia tumba para saquear.
También por el café se desangra Chiapas. El 35% de
la producción nacional cafetalera sale de etas tierras que
emplean a 87 mil personas. El 47% de la producción va al
mercado nacional y el 53% se comercializa en el extranjero,
principalmente el Estados Unidos y Europa. Más de 100 mil
toneladas de café salen del estado para engordar las cuentas
bancarias de la bestia: en 1988 el kilo de café pergamino se
vendió en el extranjero a un promedio de 8 mil pesos, pero al
productor chiapaneco se lo pagaron a 2 mil 500 o a menos.
El segundo saqueo en importancia, después del café,
es el ganado. Tres millones de vacas esperan a coyotes y a un
pequeño grupo de introductores para ir a llenar los
frigoríficos de Arriaga, Villahermosa y el Distrito Federal.
Las vacas son pagadas hasta en mil 400 pesos el kilo en pie a los
ejidatarios empobrecidos, y revendidos por coyotes e introductores
hasta en 10 veces multiplicado el valor que pagaron.
El tributo que cobra el capitalismo a Chiapas no tiene paralelo en
la historia. El 55 por ciento de la energía nacional de tipo
hidroeléctrico proviene de este estado, y aquí se
produce el 20 por ciento de la energía eléctrica total
de México. Sin embargo, sólo un tercio de viviendas
chiapanecas tienen luz eléctrica. ¿A dónde van los
12 mil 907 gigawatts que producen anualmente las
hidroeléctricas de Chiapas?
A pesar de la moda ecológica, el saqueo maderero sigue en
los bosques chiapanecos. De 1981 a 1989 salieron 2 millones 444 mil
700 metros cúbicos de maderas preciosas, coníferas y
corrientes tropicales con destino al Distrito Federal, Puebla,
Veracruz y Quintana Roo. En 1988 la explotación maderera
dió una ganancia de 23 mil 900 millones de pesos, 6 mil
porciento más que en 1980.
La miel que se produce en 79 mil colmenas del estado va
íntegramente a los mercados de EU y Europa. 2 mil 756
toneladas de miel y cera producidas anualmente en el campo se
convierten en dólares que los chiapanecos no verán.
Del maíz, más de la mitad producida aquí va
al mercado nacional. Chiapas está entre los primeros estados
productores a nivel nacional. El sorgo, en su mayoría, va a
Tabasco. Del tamarindo, el 90% va al DF y a otros estados. El
aguacate en dos tercios se comercializa fuera del estado; el mamey en
su totalidad. Del cacao el 69 por ciento va al mercado nacional y el
31 por ciento al exterior con destino a EU, Holanda, Japón e
Italia. La mayor parte de las 451 mil 627 toneladas anuales de
plátanos se exportan.
¿Qué deja la bestia a cambio de todo lo que se
lleva?
Chiapas posee 75 mil 634.4 kilómetros cuadrados, unos 7.5
millones de hectáreas, ocupa el octavo lugar en
extensión y tiene 111 municipios organizados para el saqueo en
nueve regiones económicas. Aquí se encuentra, del total
nacional, el 40 por ciento de las variedades de plantas, el 36 por
ciento de los mamíferos, el 34 por ciento de los anfibios y
reptiles, el 66 por ciento de las aves, el 20 por ciento de los peces
de agua dulce y el 80 por ciento de las mariposas. El 9.7 por ciento
de la lluvia de todo el país cae sobre estas tierras. Pero la
mayor riqueza de la entidad son los 3.5 millones de chiapanecos, de
los cuales las dos terceras viven y se mueren en el medio rural. La
mitad de los chiapanecos no tienen agua potable y dos tercios no
tienen drenaje. El 90 por ciento de la población en el campo
tiene ingresos mínimos o nulos.
La comunicación es una grotesca caricatura para un estado
que produce petróleo, energía eléctrica,
café, madera y ganado para la bestia hambrienta. Sólo
las dos terceras partes de las cabeceras municipales tienen acceso
pavimentado, 12 mil comunidades no tienen más
comunicación que los centenarios caminos reales. La
línea del ferrocarril no sigue las necesidades del pueblo
chiapaneco sino las del saqueo capitalista desde los tiempos del
porfirismo. La vía férrea que sigue la línea
costera (sólo hay dos líneas: la otra atraviesa parte
del norte del estado) data de principios de siglo y su tonelaje es
limitado por los viejos puentes porfiristas que cruzan las hidrovenas
del sureste. El único puerto chiapaneco, Puerto Madero, es
sólo una puerta más de salida para que la bestia saque
lo que roba.
¿Educación? La peor del país. En
primaria, de cada 100 niños 72 no terminan el primer grado.
Más de la mitad de las escuelas no ofrecen más que al
tercer grado y la mitad sólo tiene un maestro para todos los
cursos que imparten. Hay cifras muy altas, ocultas por cierto, de
deserción escolar de niños indígenas debido a la
necesidad de incorporar al niño a la explotación. En
cualquier comunidad indígena es común ver a
niños en horas de escuela cargando leña o maíz,
cocinando o lavando ropa. De 16 mil 58 aulas que había en
1989, sólo mil 96 estaban en zonas indígenas.
¿Industria? Vea usted: el 40 por ciento de la
"industria" chiapaneca es de molinos de nixtamal, de tortillas y de
muebles de madera. La gran empresa, el o.2 por ciento, es del Estado
mexicano (y pronto del extranjero) y la forman el petróleo y
la electricidad. La mediana industria, el 0.4 por ciento, está
formada por ingenios azucareros, procesadoras de pescados y mariscos,
harina, calhidra, leche y café. El 94.8 por ciento es
microindustria.
La salud de los chiapanecos es un claro ejemplo de la huella
capitalista: un millón y medio de personas no disponen de
servicio médico alguno. Hay 0.2 consultorios por cada mil
habitantes, cinco veces menos que el promedio nacional; hay 0.3 camas
de hospital por cada mil chiapanecos, tres veces menos que en el
resto de México; hay un quirófano por cada 100 mil
habitantes, dos veces menos que en el país; hay 0.5
médicos y 0.4 enfermeras por cada mil personas, dos veces
menos que el promedio nacional.
Salud y alimentación van de la mano en la pobreza. El 54
por ciento de la población chiapaneca está desnutrida y
en la región de los altos y la selva este porcentaje de hambre
supera el 80 por ciento. El alimento promedio de un campesino es:
café, pozol, tortilla y frijol.
Todo esto deja el capitalismo en pago por lo que se lleva...
Esta parte del territorio mexicano que se anexó por
voluntad propia a la joven república independiente en 1824,
apareció en la geografía nacional hasta que el boom
petrolero recordó a la nación que había un
sureste (en el sureste está el 82 por ciento de la capacidad
instalada de la planta petroquímica de Pemex); en 1990 las dos
terceras partes de la inversión pública en el sureste
fue para energéticos. Pero este estado no responde a modas
sexenales, su experiencia en saqueo y explotación se remonta
desde siglos atrás. Igual que ahora, antes fluían a las
metrópolis, por las venas del saqueo, maderas y frutas,
ganados y hombres. A semejanza de las repúblicas bananeras
pero en pleno auge del neoliberalismo y las "revoluciones
libertarias", el sureste sigue exportando materias primas y mano de
obra y, como desde hace 500 años, sigue importando lo
principal de la producción capitalista: muerte y miseria.
Un millón de indígenas habitan estas tierras y
comparten con mestizos y ladinos una desequilibrada pesadilla:
aquí su opción, después de 500 años del
"encuentro de dos mundos", es morir de miseria o de represión.
El programa de optimización de la pobreza, esa pequeña
mancha de socialdemocracia que salpica ahora al Estado mexicano y que
con Salinas de Gortari lleva el nombre de Pronasol es una caricatura
burlona que cobra lágrimas de sangre a los que, bajo estas
lluvias y soles, se desviven.
¡¡Bienvenido!!... Ha llegado usted al estado
más pobre del país: Chiapas
Suponga que sigue usted manejando y de Ocosocoautla baja usted a
Tuxtla Gutiérrez, capital del estado. No se detenga mucho;
Tuxtla Gutiérrez es sólo una gran bodega que concentra
producción de otras partes del estado. Aquí llega parte
de la riqueza que será enviada a donde los designios
capitalistas decidan. No se detenga, apenas toca usted los labios de
las fauces sangrantes de la fiera. Pase usted por Chiapa de Corzo sin
hacer caso de la fábrica que Nestlé tiene ahí, y
empiece a ascender la sierra. ¿Qué ve? Está en lo
cierto, entró a usted a otro mundo: el indígena. Otro
mundo, pero el mismo que padecen millones en el resto del
país.
Este mundo indígena está poblado por 300 mil
tzeltales, 300 mil tzotziles, 120 mil choles, 90 mil zoques y 70 mil
tojolabales. El supremo gobierno reconoce que "sólo" la mitad
de este millón de indígenas es analfabeta.
Siga por la carretera sierra adentro, llega usted a la
región llamada los altos de Chiapas. Aquí, hace 500
años el indígena era mayoritario, amo y señor de
tierras y aguas. Ahora sólo es mayoritario en número y
pobreza. Siga, lléguese hasta San Cristóbal de Las
Casas, hace 100 años era la capital del estado pero las pugnas
interburguesas le quitaron el dudoso honor de ser capital del estado
más pobre de México. No, no se detenga, si Tuxtla
Gutiérrez es una gran bodega, San Cristóbal es un gran
mercado: por miles de rutas llega el tributo indígena al
capitalismo: , tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales y zoques,
todos traen algo: madera, café, ganado, telas,
artesanías, frutas, verduras, maíz... Todos se llevan
algo: enfermedad, ignorancia, burla y muerte. Del estado más
pobre de México, ésta es la región más
pobre. Bienvenido a San Cristóbal de Las Casas "Ciudad
Colonial" dicen los coletos, pero la mayoría de la
población es indígena. Bienvenido al gran mercado que
Pronasol embellece. Aquí todo se compra y se vende, menos la
dignidad indígena. Aquí todo es caro, menos la muerte.
Pero no se detenga, siga adelante por la carretera,
enorgullézcase de la infraestructura turística: en 1988
en el estado había 6 mil 270 habitaciones de hotel, 139
restaurantes y 42 agencias de viaje; ese año entraron un
millón 58 mil 98 turistas y dejaron 250 mil millones de pesos
en manos de hoteleros y restauranteros.
¿Hizo la cuenta? ¿Si? Es correcto: hay unas siete
habitaciones por cada mil turistas, mientras que hay 0.3 camas de
hospital para cada mil chiapanecos. Bueno, deje usted las cuentas y
siga adelante, libre con cuidado esas tres hileras de policía
que, con boinas pintas, trotan por la orilla de la carretera, pase
usted por el cuartel de la Seguridad Pública y siga por entre
hoteles, restaurantes y grandes comercios, enfile a la salida para
Comitán. Saliendo de la "olla" de San Cristóbal y por
la misma carretera verá las famosas grutas de San
Cristóbal, rodeadas de frondosos bosques. ¿Ve usted ese
letrero? No, no se equivoca, este parque natural es administrado
por... ¡el ejército! Sin salir de su desconcierto siga
adelante... ¿Ve usted? Modernos edificios, buenas casas, calles
pavimentadas... ¿Una universidad? ¿Una colonia para
trabajadores? No, mire el letrero a un lado de los cañones, y
lea: "Cuartel General de la 31 Zona Militar". Todavía con la
hiriente imagen verdeolivo en la retina llegue usted al crucero y
decida no ir a Comitán, así se evitará la pena
de ver que, unos metros más adelante, en el cerro que se llama
del Extranjero, personal militar norteamericano maneja, y
enseña a manejar a sus pares mexicanos, un radar. Decida mejor
ir a Ocosingo ya que está de moda la ecología y todas
esas pamplinas. Vea usted esos árboles, respire profundo...
¿Ya se siente mejor? ¿Sí? Entonces mantenga su vista
a la izquierda porque si no, en el Km. 7, verá usted otra
magnífica construcción con el noble símbolo de
SOLIDARIDAD en la fachada. No vea, le digo que voltee para otro lado,
no se dé cuenta usted de que este edificio nuevo es... una
cárcel (dicen las malas lenguas que son ventajas que ofrece
Pronasol: ahora los campesinos no tendrán que ir hasta Cerro
Hueco, cárcel en la capital del estado). No hombre, no se
desanime, lo peor está siempre oculto: el exceso de pobreza
espanta al turismo... Siga, baje a Huixtán, ascienda a Oxchuc,
vea la hermosa cascada donde nace el río Jataté cuyas
aguas atraviesan la Selva Lacandona, pase por Cuxuljá y no
siga la desviación que lleva a Altamirano, lléguese
hasta Ocosingo: "la puerta de la Selva Lacandona"...
Está bien, deténgase un poco. Una vuelta
rápida por la ciudad... ¿Principales puntos de
interés? Bien: esas dos grandes construcciones a la entrada
son prostíbulos, aquello es una cárcel, la de
más allá la iglesia, esa otra es la Ganadera,
ése de allá es un cuartel del ejército federal,
allá los judiciales, la presidencia municipal y más
acá Pemex, lo demás son casitas amontonadas que
retumban al paso de los gigantescos camiones de Pemex y las
camionetas de los finqueros.
¿Qué le parece? ¿Una hacienda porfirista?
¡Pero eso se acabó hace 75 años! No, no siga por
esa carretera de terracería que llega hasta San
Quintín, frente a la Reserva de los Montes Azules. No, llegue
hasta donde se juntan los ríos Jataté y Perlas, no baje
ahí, no camine tres jornadas de ocho horas cada una, no llegue
a San Martín, no vea que es un ejido muy pobre y muy
pequeño, no se acerque a ese galerón que se cae a
pedazos y con láminas oxidadas y rotas. ¿Qué es?
Bueno, a ratos iglesia, a ratos escuela, a ratos salón de
reuniones. Ahorita es una escuela, son las 11 del día. No, no
se acerque, no mire dentro, no vea a esos cuatro grupos de
niños rebosando de lombrices y piojos, semidesnudos, no vea
los cuatro jóvenes indígenas que hacen de maestros por
una paga miserable que tienen que recoger después de caminar
las mismas tres jornadas que usted caminó; no vea que la
única división entre un "aula" y otra es un
pequeño pasillo. ¿Hasta qué año se cursa
aquí? Tercero. No, no vea esos carteles que es lo único
que el gobierno les mandó a esos niños, no los vea: son
carteles para prevenir el sida...
Mejor sigamos, volvamos a la carretera pavimentada. Sí, ya
sé que está en mal estado. Salgamos de Ocosingo, siga
admirando estas tierras... ¿Los propietarios? Sí,
finqueros. ¿Producción? Ganado, café,
maíz... ¿Vio el Instituto Nacional Indigenista?
Sí, a la salida. ¿Vio esos espléndidos camiones?
Son dados a crédito a los campesinos indígenas.
Sólo usan gasolina MagnaSin, por aquello de la
ecología... ¿Que no hay MagnaSin en Ocosingo? Bueno, pues
ésas son pequeñeces... Sí, usted tiene
razón, el gobierno se preocupa por los campesinos. Claro que
dicen las malas lenguas que en esa sierra hay guerrilleros y que la
ayuda monetaria del gobierno es para comprar la lealtad
indígena, pero son rumores, seguramente tratan de
desprestigiar al Pronasol... ¿Qué? ¿El Comité
de Defensa Ciudadana? ¡Ah sí! Es un grupo de "heroicos"
ganaderos, comerciantes y charros sindicales que organizan guardias
blancas para desalojos y amenazas. No, ya le dije a usted que la
hacienda porfirista acabó hace 75 años... Mejor
sigamos... en esa desviación tome usted a la izquierda. No, no
vaya usted a Palenque. Mejor sigamos, pasemos por Chilón...
bonito ¿no? Sí Yajalón... muy moderno, hasta tiene
una gasolinera... mire, ése de allá es un banco,
allá la presidencia municipal, por acá la judicial, la
ganadera, allá el ejército... ¿Otra vez con lo de
la hacienda? Vámonos y ya no vea ese otro gran y moderno
edificio en las afueras, en el camino a Tila y Sabanilla, no vea su
hermoso letrero de SOLIDARIDAD embelleciendo la entrada, no vea que
es... una cárcel.
Bueno, llegamos al cruce, ahora a Ocosingo... ¿Palenque?
¿Está usted seguro? Bueno, vamos... Sí, bonitas
tierras. Ajá, finqueros. Correcto: Ganado, café,
madera. Mire, ya llegamos a Palenque. ¿Una visita rápida
a la ciudad? Bueno: ésos son hoteles, allá
restaurantes, acá la presidencia municipal, la Judicial,
ése el el cuartel del ejército, y allá...
¿Qué? No, ya sé qué me va a decir... no lo
diga, no... ¿Cansado? Bueno, paremos un poco. ¿No quiere
ver las pirámides? ¿No? Bueno. ¿Xi'Nich? Ajá,
una marcha indígena. Sí, hasta México.
Ajá, caminando. ¿Cuánto? Mil 106
kilómetros. ¿Resultados? Recibieron sus peticiones.
Sí, sólo eso. ¿Sigue cansado? ¿Más?
Bueno, esperemos... ¿Para Bonampak? Está muy malo el
camino. Bueno, vamos. Sí, la ruta panorámica...
ése es el retén del ejército federal, este otro
es de la Armada, aquél de judiciales, el de más
allá el de Gobernación... ¿Siempre así? No,
a veces topa uno con marchas campesinas de protesta. ¿Cansado?
¿Quiere regresar? Bueno. ¿Otros lugares? ¿Distintos?
¿En qué país? ¿México? Verá
usted lo mismo, cambiarán los colores, las lenguas, el
paisaje, los nombres, pero el hambre, la explotación, la
miseria y la muerte, es la misma. Sólo busque bien. Sí,
en cualquier estado de la república. Ajá, que le vaya
bien... y si necesita un guía turístico no deje de
avisarme, estoy para servirle... ¡Ah! otra cosa. No será
siempre así. ¿Otro México? No, el mismo... yo
hablo de otra cosa, como que empiezan a soplar otros aires, como que
otro viento se levanta...
Capítulo Segundo
Que narra hechos del gobernador aprendiz de virrey, de
su heroico combate contra el clero progresista, y de sus andanzas con
los señores feudales del ganado, el café y el comercio.
Y que narra también otros hechos igualmente
fantásticos.
Érase que se era un virrey de chocolate con nariz de
cacahuate. El aprendiz de virrey, el gobernador Patrocinio
González Garrido, a la manera de los antiguos monarcas que la
corona implantó junto con la conquista, ha reorganizado la
geografía chiapaneca. La asignación de espacios urbanos
y rurales es un ejercicio del poder un tanto sofisticado, pero
manejado con la torpeza del señor González Garrido
alcanza niveles exquisitos de estupidez. El virrey ha decidido que
las ciudades con servicios y ventajas sean para los que ya todo
tienen. Y decide, el virrey, que la muchedumbre está bien
afuera, en la intemperie, y sólo merece lugar en las
cárceles, lo cual no deja de ser incómodo. Por esto, el
virrey ha decidido construir las cárceles en las afueras de
las ciudades, para que la cercanía de esa indeseable y
delincuente muchedumbre no perturbe a los señores.
Cárceles y cuarteles son las principales obras que este
gobernador ha impulsado en Chiapas. Su amistad con finqueros y
poderosos comerciantes no es un secreto para nadie, como tampoco lo
es su animadversión hacia las tres diócesis que regulan
la vida católica en el estado. La diócesis de San
Cristóbal, con el obispo Samuel Ruiz a la cabeza, es una
molestia constante para el proyecto de reordenamiento de
González Garrido. Queriendo modernizar la absurda estructura
de explotación y saqueo que impera en Chiapas, Patrocinio
González tropieza cada tanto con la terquedad de religiosos y
seglares que predican y viven la opción por los pobres del
catolicismo.
Con el aplauso fariseo del obispo tuxtleco, Aguirre Franco, y la
muda aprobación del de Tapachula, González Garrido
anima y sostiene las conspiraciones "heroicas" de ganaderos y
comerciantes en contra de los miembros de la diócesis
sancristobalense. "Los equipos de Don Samuel", como les llaman
algunos, no están formados por inexpertos creyentes: antes que
Patrocinio González Garrido soñara siquiera con
gobernar su estado, la diócesis de San Cristóbal de Las
Casas predicaba el derecho a la libertad y a la justicia. Para una de
las burguesías más retrógradas del país,
la agrícola, estas palabras sólo pueden significar una
cosa: rebelión. Y estos "patriotas" y "creyentes" finqueros y
comerciantes saben cómo detener las rebeliones: la existencia
de guardias blancas armadas con su dinero y entrenadas por miembros
del ejército federal y policías de la Seguridad
Pública y la judicial del estado, es de sobra conocida por los
campesinos que padecen sus bravatas, torturas y balas.
En meses pasados fue detenido el sacerdote Joel Padrón,
párroco de Simojovel. Acusado por los ganaderos de esa
región de incitar y participar en tomas de tierra, el padre
Joel fue detenido por autoridades estatales y recluido en el Penal de
Cerro Hueco, en la capital del estado. Las movilizaciones de miembros
de la diócesis de San Cristóbal (las de Tuxtla y
Tapachula brillaron por su ausencia) y un amparo federal lograron la
liberación del párroco Padrón.
Mientras miles de campesinos marcharon en Tuxtla Gutiérrez
para exigir la liberación del padre, los ganaderos de Ocosingo
enviaron a sus flamantes guardias blancas a desalojar a campesinos
posesionados del predio El Momonal: 400 hombres armados por los
finqueros golpearon y destruyeron, quemaron casas, chicotearon a las
mujeres indígenas y asesinaron de un tiro en el rostro al
campesino Juan. Después del desalojo, las guardias blancas, en
su mayoría compuestas por vaqueros de las fincas y
pequeños propietarios orgullosos de compartir correrías
con los mozos terratenientes, recorrieron las carreteras de la
región en las camionetas pickup facilitadas por los amos.
Mostrando sus armas ostensiblemente, borrachos y drogados, gritaban:
"¡La ganadera es la número uno!" y advertían a
todos que era sólo el comienzo. Las autoridades municipales de
Ocosingo y los soldados destacamentados en la cabecera contemplaron
impávidos el desfile triunfal de los pistoleros.
En Tuxtla Gutiérrez cerca de 10 mil campesinos desfilaban
por la libertad de Joel Padrón. En un rincón de
Ocosingo, la viuda de Juan enterraba solitaria a la víctima
del orgulloso finquero. No hubo ni una marcha, ni un rezo, ni una
firma de protesta por la muerte de Juan. Éste es Chiapas.
Recientemente, el virrey González Garrido
protagonizó un nuevo escándalo que salió a la
luz pública porque las víctimas cuentan con los medios
para denunciar las arbitrariedades. Con la anuencia del virrey, los
señores feudales de Ocosingo organizaron el Comité de
Defensa Ciudadana, el intento más acabado de institucionalizar
las guardias blancas neoporfiristas que resguardan el orden en el
campo chiapaneco. Nada hubiera pasado seguramente, si no es
descubierto un complot para asesinar a los párrocos Pablo
Iribarren y a la religiosa María del Carmen, además de
a Samuel Ruiz, obispo de la diócesis. A los párrocos y
religiosas se les daba un plazo para abandonar el municipio, pero los
más radicales del Comité clamaban por una
solución drástica que incluyera al obispo Ruiz. La
denuncia del complot corrió a cargo de la prensa chiapaneca
honesta, que la hay aún, y llegó a los foros
nacionales. Hubo retracciones y desmentidos, el virrey declaró
que sostenía buenas relaciones con la Iglesia y nombró
un fiscal especial para investigar el caso. La investigación
no arrojó resultado alguno y las aguas volvieron a su cauce.
En las mismas fechas, agencias gubernamentales daban a conocer
datos escalofriantes: en Chiapas mueren cada año 14 mil 500
personas, es el más alto índice de mortalidad en el
país. ¿Las causas? Enfermedades curables como:
infecciones respiratorias, enteritis, parasitosis, amibiasis,
paludismo, salmonelosis, escabiasis, dengue, tuberculosis pulmonar,
oncocercosis, tracoma, tifo, cólera y sarampión. Las
malas lenguas dicen que la cifra supera los 15 mil muertos al
año, porque no se lleva el registro de las defunciones en las
zonas marginadas, que son la mayoría del estado... En los
cuatro años de virreinato de Patrocinio González
Garrido han muerto más de 60 mil chiapanecos, pobres en su
mayoría. La guerra que contra el pueblo dirige el virrey y
comandan los señores feudales, reviste formas más
sutiles que los bombardeos. No hubo en la prensa local o nacional una
nota para ese complot asesino en acción que cobra vidas y
tierras como en tiempos de la conquista.
El Comité de Defensa Ciudadana sigue su labor proselitista,
realiza reuniones para convencer a ricos y pobres de la ciudad de
Ocosingo de que deben organizarse y armarse para que los campesinos
no entren a la ciudad porque lo destruirían todo, sin respetar
ni a ricos ni a pobres. El virrey sonríe con
beneplácito.
Capítulo Tercero
Que narra cómo el virrey tuvo una brillante idea
y la puso en práctica y que narra también cómo
el imperio decretó la muerte del socialismo y, entusiasmado,
se dio a la tarea de difundirlo para regocijo de los poderosos,
desconsuelo de los tibios e indiferencia de los más. Narra
también cómo Zapata no ha muerto, dicen. Y otros
desconcertantes acontecimientos.
El virrey está preocupado. Los campesinos se niegan a
aplaudir el despojo institucional que ahora está escrito en el
nuevo artículo 27 de la Carta Magna. El virrey está
rabiando. Los explotados no son felices explotados. Se niegan a
recibir con una servil caravana las limosnas que el Pronasol salpica
en el campo chiapaneco. El virrey está desesperado, consulta a
sus asesores. Ellos le repiten una vieja verdad: no bastan
cárceles y cuarteles para dominar, es necesario domar
también el pensamiento. El virrey se pasea inquieto en su
soberbio palacio. Se detiene, sonríe y redacta...
XEOCH: Rap y mentiras para los campesinos
Ocosingo y Palenque, Cancuc y Chilón, Altamirano y
Yajalón, los indígenas están de fiesta. Una
nueva dádiva del supremo gobierno alegra la vida de peones y
pequeños propietarios, de campesinos sin tierra y empobrecidos
ejidatarios. Ya tienen una estación local de radio que cubre,
ahora sí, los rincones más apartados del oriente
chiapaneco. La programación es de lo más adecuada:
música de marimba y rap proclaman la buena nueva. El campo
chiapaneco se moderniza. XEOCH transmite desde la cabecera municipal
de Ocosingo, en los 600 megahertz en amplitud modulada, desde las
4:00 hasta las 22:00 horas. Sus noticieros abundan en piedras de
molino: la "desorientación" que religiosos "subversivos"
predican entre el campesinado, la afluencia de créditos que no
llegan a las comunidades indígenas, la existencia de obras
públicas que no aparecen por ningún lado. El soberbio
virrey también se da tiempo de transmitir por XEOCH sus
amenazas para recordar al mundo que no todo es mentiras y rap,
también hay cárceles y cuarteles y un código
penal, el más represivo de la república, que sanciona
cualquier muestra de descontento popular: los delitos de asonada,
rebelión, incitación a la rebelión,
motín, etcétera, que están tipificados en los
artículos de esta ley son la muestra de que el virrey se
preocupa de hacer las cosas bien y punto.
No hay para qué luchar. El socialismo ha muerto. Viva el
conformismo y la reforma y la modernidad y el capitalismo y los
crueles etcéteras que a esto se asocian y siguen. El virrey y
los señores feudales bailan y ríen eufóricos en
sus palacios y palacetes. Su regocijo es desconcierto en algunos de
los escasos pensadores independientes que habitan en estos lares.
Incapaces de entender, se dan a la desazón y los golpes de
pecho. Es cierto, para qué luchar. La correlación de
fuerzas es desfavorable. No es tiempo... hay que esperar
más... tal vez años... alerta contra los aventureros.
Que haya sensatez. Que nada pase en el campo y en la ciudad, que todo
siga igual. El socialismo ha muerto. Viva el capital. Radio, prensa y
televisión lo proclaman, lo repiten algunos exsocialistas,
ahora sensatamente arrepentidos.
Pero no todos escuchan las voces de desesperanza y conformismo. No
todos se dejan llevar por el tobogán del desánimo. Los
más, los millones siguen sin escuchar la voz del poderoso y el
tibio, no alcanzan a oír, están ensordecidos por el
llanto y la sangre que, muerte y miseria, les gritan al oído.
Pero cuando hay un momento de reposo, que los hay todavía,
escuchan otra voz, no la que viene de arriba, sino la que trae el
viento de abajo y que nace del corazón indígena de las
montañas, la que les habla de justicia y libertad, la que les
habla de socialismo, la que les habla de esperanza... la única
esperanza de ese mundo terrenal. Y cuentan los más viejos
entre los viejos de las comunidades que hubo un tal Zapata que se
alzó por los suyos y que su voz cantaba, más que
gritar, ¡Tierra y Libertad! Y cuentan estos ancianos que no ha
muerto, que Zapata ha de volver. Y cuentan los viejos más
viejos que el viento y la lluvia y el sol le dicen al campesino
cuándo ha de preparar la tierra, cuándo ha de sembrar y
cuándo cosechar. Y cuentan que también la esperanza se
siembra y se cosecha. Y dicen los viejos que el viento, la lluvia y
el sol están hablando de otra forma a la tierra, que de tanta
pobreza no puede seguir cosechando muerte, que es la hora de cosechar
rebeldía. Así dicen los viejos. Los poderosos no
escuchan, no alcanzan a oír, están ensordecidos por el
embrutecimiento que los imperios les gritan al oído. "Zapata"
repiten quedo los pobres jóvenes; "Zapata" insiste el viento,
el de abajo, el nuestro.
Viento Segundo
EL DE ABAJO
Capítulo Cuarto
Que narra cómo la dignidad y la rebeldía
se emparentan en el sureste y de cómo los fantasmas de Jacinto
Pérez y mapaches recorren las sierras de Chiapas. Narra
también de la paciencia que se agota y otros sucesos de
ignorada presencia pero presumible consecuencia.
Este pueblo nació digno y rebelde, lo hermana al resto de
los explotados del país no el Acta de Anexión de 1824,
sino una larga cadena de ignominias y rebeldías. Desde los
tiempos en que sotana y armadura conquistaban estas tierras, la
dignidad y la rebeldía se vivían y difundían
bajo estas lluvias.
El trabajo colectivo, el pensamiento democrático, la
sujeción al acuerdo de la mayoría, son más que
una tradición en zona indígena, han sido la
única posibilidad de sobrevivencia, de resistencia, de
dignidad y rebeldía. Estas "malas ideas", a ojos
terratenientes y comerciantes, van en contra del precepto capitalista
de "mucho en manos de pocos".
Se ha dicho, equivocadamente, que la rebeldía chiapaneca
tiene otro tiempo y no responde al calendario nacional. Mentira: la
especialidad del explotado chiapaneco es la misama del de Durango, el
Bajío o Veracruz; pelear y perder. Si las voces de los que
escriben la historia hablan de descompás, es porque la voz de
los oprimidos no habla... todavía. No hay calendario
histórico, nacional o regional, que recoja todas y cada una de
las rebeliones y disconformidades contra el sistema impuesto y
mantenido a sangre y fuego en todo el territorio nacional. En Chiapas
esta voz de rebeldías se escucha sólo cuando estremece
el mundillo de terratenientes y comerciantes. Entonces sí el
fantasma de la barbarie indígena retumba en los muros de los
palacios gobernantes y pasa todo con la ayuda de plomo ardiente, el
encierro, el engaño y la amenaza. Si las rebeliones en el
sureste pierden, como pierden en el norte, centro y occidente, no es
por desacompañamiento temporal, es porque el viento es el
fruto de la tierra, tiene su tiempo y madura, no en los libros de
lamentos, sino en los pechos organizados de los que nada tienen
más que dignidad y rebeldía. Y este viento de abajo, el
de la rebeldía, el de la dignidad, no es sólo respuesta
a la imposición del viento de arriba, no es sólo brava
contestación, lleva en sí una propuesta nueva, no es
sólo la destrucción de un sistema injusto y arbitrario,
es sobre todo una esperanza, la de la conversión de dignidad y
rebeldía en libertad y dignidad.
¿Cómo habrá de hacerse oír esta voz
nueva en estas tierras y en todas las del país?
¿Cómo habrá de crecer este viento oculto, conforme
ahora con soplar en sierras y cañadas, sin bajar aún a
los valles donde manda el dinero y gobierna la mentira?
De la montaña vendrá este viento, nace ya bajo
los árboles y conspira por un nuevo mundo, tan nuevo que es
apenas una intuición en el corazón colectivo que lo
anima...
Capítulo Quinto
Que narra cómo la dignidad indígena se dió
en caminar para hacerse oír y poco duró su voz, y narra
también cómo voces de antes se repiten hoy y de que
volverán los indios a caminar pero con paso firme, y junto a
otros pasos desposeídos, para tomar lo que les pertenece y la
música de muerte que toca ahora sólo para los que nada
tienen, tocará para otros. Y narra también otros
asombrosos acontecimientos que suceden y, dicen, habrán de
suceder.
La marcha indígena Xi'Nich (hormiga), realizada por
campesinos de Palenque, Ocosingo y Salto de Agua, viene a demostrar
lo absurdo del sistema. Estos indígenas tuvieron que caminar
mil 106 kilómetros para hacerse escuchar, llegaron hasta la
capital de la república para que el poder central les
consiguiera una entrevista con el virrey. Llegaron al Distrito
Federal cuando el capitalismo pintaba una tragedia espantosa sobre
los cielos de Jalisco. Llegaron a la capital de la antigua Nueva
España, hoy México, en el año 500 después
de que la pesadilla extranjera se impuso en la noche de esta tierra.
Llegaron y los escucharon todas las gentes honestas y nobles que hay,
y las hay todavía, y también las escucharon las voces
que oprimen el sureste, norte, centro y occidente de la patria.
Regresaron otros mil 106 kilómetros llenos los bolsillos de
promesas. Nada quedó de nuevo...
En la cabecera municipal de Simojovel, los campesinos de la CIOAC
fueron atacados por gente pagada por ganaderos de la localidad. Los
campesinos de Simojovel han decidido dejar de estar callados y
responder a las amenazas cumplidas de los finqueros. Manos campesinas
cercan la cabecera municipal, nada ni nadie entra o sale sin su
consentimiento. El ejército federal se acuartela, la
policía recula y los señores feudales del estado claman
fuego para volver al orden y el respeto. Comisiones negociadoras van
y vienen. El conflicto se soluciona aparentemente, las causas
subsisten y con la misma apariencia, todo vuelve a la calma.
En el poblado Betania, en las afueras de San Cristóbal de
Las Casas, los indígenas son detenidos y extorsionados,
regularmente por agentes judiciales, por cortar leña para sus
hogares. La judicial cumple con su deber de cuidar la
ecología, dicen los agentes. Los indígenas deciden
dejar de estar callados y secuestran a tres judiciales. No conformes
con eso, toman la carretera Panamericana y cortan la
comunicación al oriente de San Cristóbal. En el crucero
de Ocosingo y Comitán, los campesinos tienen amarrados a los
judiciales y exigen hablar con el virrey antes de desbloquear la
carretera. El comercio se empantana, el turismo se derrumba. La noble
burguesía coleta se mesa sus venerables cabelleras. Comisiones
negociadoras van y vienen. El conflicto se soluciona aparentemente,
las causas subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la
calma.
En Marqués de Comillas, municipio de Ocosingo, los
campesinos sacan madera para sobrevivir. La judicial los detiene y
requisa la madera para provecho de su comandante. Los
indígenas deciden dejar de estar callados y toman los
vehículos y hacen prisioneros a los agentes, el gobierno manda
policías de seguridad pública y son tomados prisioneros
de la misma forma. Los indígenas retienen los camiones, la
madera y a los prisioneros. Sueltan a estos últimos. No hay
respuesta. Marchan a Palenque para exigir solución y el
ejército los reprime y secuestra a sus dirigentes. Siguen
reteniendo los camiones. Comisiones negociadoras van y vienen. El
gobierno suelta a los dirigentes, los campesinos sueltan los
camiones. El conflicto se soluciona aparentemente, las causas
subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
En la cabecera municipal de Ocosingo marchan, desde distintos
puntos de las fuerzas de la ciudad, 4 mil campesinos indígenas
de la ANCIEZ. Tres marchas convergen frente al Palacio Municipal. El
presidente no sabe de qué se trata y se da a la fuga, en el
suelo de su despacho queda tirado un calendario señalando la
fecha: 10 de abril de 1992. Afuera los campesinos indígenas de
Ocosingo, Oxchuc, Huixtán, Chilón, Yajalón,
Sabanilla, Salto de Agua, Palenque, Altamirano, Margaritas, San
Cristóbal, San Andrés y Cancuc, bailan frente a una
imagen gigantesca de Zapata pintada por uno de ellos, declaman
poemas, cantan y dicen su palabra. Sólo ellos se escuchan. Los
finqueros, comerciantes y judiciales se encierran en sus casas y
comercios, la guarnición federal parece desierta. Los
campesinos gritan que Zapata vive, la lucha sigue. Uno de ellos lee
una carta dirigida a Carlos Salinas de Gortari donde lo acusan de
haber acabado con los logros zapatistas en materia agraria, vender al
país con el Tratado de Libre Comercio y volver a México
a los tiempos del porfirismo, declaran contundentemente no reconocer
las reformas salinistas al artículo 27 de la
Constitución Política. A las dos de la tarde, la
manifestación se disuelve, en orden aparente, las causas
subsisten, y con la misma apariencia todo vuelve a la calma.
Abasolo, ejido del municipio de Ocosingo. Desde hace años
los campesinos tomaron tierras que les correspondían por
derecho legal y derecho real. Tres dirigentes de su comunidad han
sido tomados presos y torturados por el gobierno. Los
indígenas deciden dejar de estar callados y toman la carretera
San Cristóbal-Ocosingo. Comisiones negociadoras van y vienen.
Los dirigentes son liberados. El conflicto se soluciona
aparentemente, las causas subsisten, y con la misma apariencia todo
vuelve a la calma.
Sueña Antonio con que la tierra que trabaja le pertenece,
sueña que su sudor es pagado con justicia y verdad,
sueña que hay escuela para curar la ignorancia y medicina para
espantar la muerte, sueña que su casa se ilumina y su mesa se
llena, sueña que su tierra es libre y que es razón de
su gente gobernar y gobernarse, sueña que está en paz
consigo mismo y con el mundo. Sueña que debe luchar para tener
ese sueño, sueña que debe haber muerto para que haya
vida. Sueña Antonio y despierta... ahora sabe qué hacer
y ve a su mujer en cuclillas atizar el fogón, oye a su hijo
llorar, mira el sol saludando al oriente, y afila su machete mientras
sonríe.
Un viento se levanta y todo lo revuelve, él se levanta y
camina a encontrarse con otros. Algo le ha dicho que su deseo es
deseo de muchos y va a buscarlos.
Sueña el virrey con que su tierra se agita por un viento
terrible que todo lo levanta, sueña con que lo que robó
le es quitado, sueña que su casa es destruida y que el reino
que gobernó se derrumba. Sueña y no duerme. El virrey
va donde los señores feudales y éstos le dicen que
sueñan lo mismo. El virrey no descansa, va con sus
médicos y entre todos deciden que es brujería india y
entre todos deciden que sólo con sangre se librará de
ese hechizo y el virrey manda matar y encarcelar y construye
más cárceles y cuarteles y el sueño sigue
desvelándolo.
En este país todos sueñan. Ya llega la hora de
despertar...
LA TORMENTA...
...la que está
Nacerá del choque de estos dos vientos, llega ya su tiempo,
se atiza ya el horno de la historia. Reina ahora el viento de arriba,
ya viene el viento de abajo, ya la tormenta viene... así
será...
LA PROFECIA
...la que está
Cuando amaine la tormenta, cuando lluvia y fuego dejen en paz otra
vez la tierra, el mundo ya no será el mundo, sino algo mejor.
Selva Lacandona, agosto de 1992