Resumen: Dos
enrevesadas historias se cruzan en el camino de Lucas Corso, mercenario
bibliófilo dedicado a la investigación y compraventa de libros antiguos.
Un encargo le lleva tras la pista de El vino de Anjou, capítulo
desaparecido de Los tres mosqueteros, mientras otro le pondrá en
relación con tres libros satánicos, un "ángel de la guardia"
muy particular y unas bizarras y desconcertantes muertes...
Opinión: No soy el único que piensa que el mejor Reverte no es
el de sus novelas sino el de sus artículos de opinión, como las columnas
que cada domingo publica en El Semanal (que se han convertido para
mí en un ritual comparable al de ir a misa de mis padres y abuelos).
Allí, a pesar de inevitables y periódicos bajones, Reverte se suele
mostrar ácido, incisivo, frecuentemente maleducado y siempre muy
divertido. (Contrastando con el generalmente más comedido pero siempre
interesantísimo vecino de página Marías). Como novelista, en
cambio, en mi humilde opinión alterna libros absolutamente geniales (El
maestro de esgrima, La tabla de Flandes, La sombra del
águila) con otros fallidos o más bien mediocres (La piel del
tambor, La carta esférica). Eso sí, es justo comentar que
incluso en estos libros no demasiado bien conseguidos cuela un par de
detalles brillantísimos (un trío de "malvados" fracasados en
el primero, una defensa de la fantasía y la "tintinología" en
el segundo). Pero en fin, a pesar de ésto el cruel e injusto etiquetador
que vive en mi cerebro le ha clasificado como "irregular",
y me hace dudar sobre si comprarme su próximo libro sobre una narco
mexicana o no. Pero centrémonos un poco. Si habéis visto la puntuación
de más arriba (un 8) veréis que El club Dumas es uno de los libros
revertianos que realmente me gusta. El protagonista está bien dibujado y
resulta bastante humano a pesar de su aire de mercenario duro e
insensible: Reverte le pinta tanto en sus grandes momentos (el cobro de
sus servicios hacia el final de la obra o la impagable escena con Milady)
como en sus bajones (cierto inoportuno gatillazo, por ejemplo). Muy buena
idea es su afición a reconstruir mediante maquetas y dioramas batallas
perdidas del pasado (si no recuerdo mal, hace ya tiempo que leí el
libro), al estilo: "Napoleón perdió porque hizo esto y esto",
con el paralelismo obvio "Yo perdí hace años porque hice esto y
esto"... La sombra de una tal Nikon es alargada. Y en cuento al
argumento... Mejor sería decir argumentos, porque las dos narraciones, la
relativa a los mosqueteros y la satánica, no se mezclan demasiado durante
la novela. Resulta esto a veces algo irregular (de nuevo): la historia satánica
es seguramente bastante más interesante que la otra, a no ser que se
tenga un gran aprecio por los folletines de Dumas (como el propio
Reverte). Aún así, el entusiasmo que pone en los capítulos
"mosqueteriles" compensa esta diferencia de interés,
generalmente. Aunque es significativo que en la adaptación al cine de
esta novela se prescindiera de la subtrama folletinesca para centrarse en
la demoníaca... Ay, ahora que estamos en ello: la película de Roman
Polanski (La Novena Puerta) fue para mí algo decepcionante, a pesar de
tener como prota a un Johnny Depp que estaba, como casi siempre,
perfecto en su papel de Corso (que por otra parte le venía como anillo al
dedo). La peli respetaba bastante al original, pero no me pregunten por
qué (no estoy muy seguro) resultaba francamente aburrida y previsible. Lo
de Reverte con las adaptaciones es kafkiano: igual salen pelis buenas (El
maestro de esgrima), anodinas pero respetables (La novena puerta) o
bodrios que podría haber firmado Ed Wood (La tabla de Flandes). Sí, lo
sé, me repito: irregular...
Fragmento:
"Corso era un mercenario de la bibliofilia; un cazador de libros
por cuenta ajena. Eso incluye los dedos sucios y el verbo fácil, buenos
reflejos, paciencia y mucha suerte. También una memoria prodigiosa, capaz
de recordar en qué rincón polvoriento de una tienda de viejo duerme ese
ejemplar por el que pagan una fortuna. Su clientela era selecta y
reducida: una veintena de libreros de Milán, París, Londres, Barcelona o
Lausana, de los que sólo venden por catálogo, invierten sobre seguro y
nunca manejan más de medio centenar de títulos a la vez".