"Todo el mundo conviene en la utilidad de un método para escribir tan de prisa como se habla. La tiene en su utilización pública para garantirse contra la infidelidad inevitable de los extractos, en los interrogatorios, las declaraciones y las confrontaciones; para dar cuenta exacta de las discusiones interesantes, en las que nada arroja más luz que las palabras escapadas en el calor del discurso; para no perder nada de las lecciones, exhortaciones, alegatos y arengas que no habrán de imprimirse, etc.
La tiene en su utilización particular, para ahorrar tiempo a todos los que tienen muchas minutas que escribir o dictar. ¡Cuántas cosas no se olvidan por haber descuidado el escribirlas! ¡Y cuántas no dejarían de escribirse si no se temiese la pérdida de tiempo necesario para fijarlas sobre el papel! ¡Cuán retardado no se encuentra el calor de la inspiración, por la necesidad de esperar, antes de escribir el pensamiento que se ocurre de momento, a que haya quedado transcrito el pensamiento anterior! No se piensa tal vez netamente y con ilación, sino porque uno habla para sí mismo; ¿no se encontraría aun más orden y claridad si, por efecto de la costumbre, uno escribiese como para sí mismo? ¿No penetraría ello más profundamente en la memoria?".