¡Hufflepuff Existe!
Autor: Tastatur
Créditos: Harry
Potter es propiedad de J.K.
Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el
mundo y, cómo no, Warner Bros.
Que se queden con él: ¡yo quiero
a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo.
Y se supone que un entrenamiento.
Capítulo 3: Ahora sí que me he quedado de piedra
Hola, mi nombre es Justin Finch-Fletchley y hoy voy a hablaros de cierto grano en el culo llamado Colin Creevey.
Creevey es un hiperactivo Gryffindor de primer año, físicamente poquita cosa, fan acosador inquebrantable de Harry Potter y fotógrafo amateur.
A Creevey le encanta hacer fotos y es muy difícil verle sin su cámara. Va por los pasillos, por los terrenos de Hogwarts y por el comedor haciendo fotos a todo lo que le impresiona. También hace fotos a la gente que le llama la atención. Sobra decir que Potter ocupa continuamente el monográfico semanal. Me sorprendería que no tuviera decorada la cama con fotos suyas.
Todo el mundo conoce su anormal y exacerbada obsesión por él, hasta los Hufflepuffs, a los que nos toman por estar siempre en nuestro bello mundo campestre de flores y arco iris, osos amorosos que se abrazan, y vidas más simples que sencillas.
Lo que poca gente sabe es que se dedica a hacer fotos a los chicos y chicas más populares de Hogwarts y a sacar dinero de ellas entre los admiradores de estos. Cedric Diggory ocupa el número uno en el ranking de top ventas, porque las fotos de Potter no se venden, salvo con Ginny Weasley, la menor de esa prolífica familia pelirroja, quien ha entrado este año a Hogwarts y está en clase del aspirante a paparazzi mágico. Parece una chica muy dulce e inocente y, por lo que me ha contado Creevey, anda detrás de los huesos y músculos de Potter; de ahí que sea su única cliente. Bueno, ella y Malfoy, quien a escondidas le pide mercancía de vez en cuando "para jugar a la diana". Un galeón a que se lleva las fotos al baño.
Lo que menos gente sabe es que Justin Finch-Fletchley es su segunda víctima de acoso y derribo preferida.
No descubrí la afición de Creevey por los chicos de pelo rizado hasta que me acorraló un sábado por la tarde a la salida del comedor y me pidió que fuera a dar una vuelta con él por el lago. Después de sacarme unas 10 fotos, me empezó a contar su vida y a tocarme el pelo como quien no quiere la cosa, y a sobar luego más de la cuenta, y yo le recordé que tenía 11 tiernos añitos descarriados y que yo era mayor que él y que el calamar gigante a esas horas probablemente estaría hambriento. Después de aquella primera toma de contacto con tacto, empezamos a llevarnos bien. En cierta forma. Me habló de crear un club de hijos de muggle, y yo le dije que esa era una idea de casquero.
"Pero mi padre es lechero", me replicó.
"Lo que tú me digas, virutilla", le dije. Es tan enclenque que le cabría a Ernie en una pernera.
"Piénsatelo, ¿vale? Podríamos compartir nuestras experiencias en el mundo mágico y ayudarnos mutuamente a compensar nuestro desajuste entre ambos mundos., y además, ¡sí! ¡sí!, ¡podríamos invitar a pura sangres para que nos expliquen más cosas y así nos llevemos menos sorpresas! Tú ya te habrás acostumbrado, pero a mí se me queda cara de flipado cada día con algo".
Y yo que pensaba que era su cara natural, con esos absorbentes ojos desorbitados.
"Está bien", acepté, "lo consultaré con la almohada".
"Ahora...¿me das un beso?"
"Cuando Snape se rape al cero, Dumbledore se marque un break-dance en mitad del comedor y MacGonagall se ponga minifalda y coletas".
Aquello no le desanimó. Sigue abordándome día sí y día también, insistiéndome sobre el club y suplicándome sin tregua que le sirva de enlace para pedir a Cedric un autógrafo. Cuando Colin ve a Cedric, se queda como el resto de las chicas de nuestro colegio: literalmente embobado y salivando activamente. Debo reconocer que cada año está más guapo, si cabe, y ahora que es prefecto y está tan pendiente de nosotros, me estoy dando cuenta de lo gran tipo que es. Si tan sólo fuera un poco más abierto...Algunos le tachan de engreído, por celos; otros de Hufflepuff con pretensiones, por despecho; otros muchos de cuerpo Danone y cerebro Pettit Suisse, ¿será por envidia sana o malsana? Cedric es un buen estudiante y un buen prefecto. Sin embargo, tiene pinta de ser el tipo de persona que se lleva bien con todo el mundo y con nadie en especial.
Por otro lado, el comienzo de curso no ha podido ser más emocionante. Después del suspense sobre la ausencia de Potter y Weasley en el Expreso de Hogwarts, van y aparecen volando en un coche encantado tras recorrer toda la distancia de Londres a Hogwarts para, por último, estrellarse contra el sauce boxeador. ¡La que se armó!
Madam Sprout está ahora que echa chispas. Bastante trabajo tiene ya con la cosecha de mandrágoras que va a cultivar este año. Con ayuda de los alumnos de Herbología, por supuesto.
He estado practicando con la guitarra que tenemos en casa todo el verano. Mis años de solfeo y piano a punta de pistola paterna no han sido en vano, claro que ayuda el que tenga buen oído musical. A veces me pongo a tocar la bandurria mágica en la sala común mis canciones muggles preferidas, lo poco que he podido sacar hasta ahora con mi torpeza de principiante. ¡Es un instrumento increíble! Cada nota que tocas produce un efecto mágico distinto que, siguiendo la melodía y de acuerdo con el tono general de la canción, se combinan creando efectos especiales visuales que se despliegan por toda la sala, formando por ejemplo un arco iris en un cielo de tormenta, estrellas fugaces, pájaros de colores, destellos intermitentes o neblina. Como aún no soy muy bueno, los efectos me salen muy pobres y difusos, o se me caen directamente a los pies, no como cuando la tocan los pocos mayores que saben. Aún así, siempre acabo teniendo un pequeño corro a mi alrededor que ya se atreve hasta elegir sus favoritas. Les he dicho que esperen al año que viene, que ya lo habré dominado del todo. He comprobado que a los de primer año también les gusta toquetearme el pelo y escuchar mis historias. Ernie ya se ha resignado a que los domingos por la tarde son para ellos. Hannah y Cedric se ríen de buena gana conmigo y de mí. A veces nuestro prefecto tiene problemas para mandar a los pequeños a la cama porque están escuchando entusiasmados el desenlace de la narración de alguno de mis cómics o películas favoritos. Hasta los de último curso pegan la oreja disimuladamente.
No sé cómo lo hago pero no consigo mantenerme anónimo, ni como Hufflepuff.
La verdad es que no sé qué me ha impulsado a hacerlo. Quizá sea porque es la primera vez que nos toca juntos en clase. Quizá por tenerle tan cerca, por tener que compartir mesa de trabajo. Pero es que no he resistido la oportunidad de presentarme a Potter. Me he puesto a hablar y no he parado ni para tomar aire. ¿Qué rollo le habré soltado? ¿Por qué me he puesto tan nervioso? He aprovechado para presentarme también a Granger y a Weasley. A éste no le he caído muy bien, me da a mí. Soy consciente de que muchos Gryffindors nos toman por idiotas o retrasados. Y quizá yo la haya cagado al presentarme. Pero a lo hecho, pecho, y ahí estaba yo, hablando de Eton y de Lockhart como si ambas cosas me importaran un comino ahora mismo. Lo que pasa es que no sabía de qué hablar, y al mismo tiempo quería hablarle de todo. No soy mejor que Creevey delante de Potter. La fama impone. Y sus ojos también. Tiene unos ojos muy intensos. Ojos que han visto mucho y entienden poco. Ojos que quieren abarcar, comprender y mostrar comprensión. No quería mirar su cicatriz, pero no he podido evitarlo. He intentado hacer un chiste sobre mi madre y Lockhart y me ha salido mal. No creo que a mi madre la ataque un hombre lobo a la salida de una cabina de teléfonos. Habrá sido un lapsus freudiano, mencionar a mi madre delante de Potter. Potter, al igual que Creevey, no tiene madre. Debería haber tenido más tacto. En cualquier caso, ¿por qué me preocupo? Mejor me pongo los tapones y me dedico a replantar la mandrágora. Sí, mejor. Antes de que la cague más.
En cualquier caso, parece que a Potter le he caído bien. Desde entonces, siempre me saluda y me sonríe en Herbología.
Weasley me mira mal: ¿estará celoso?
Espero que a Creevey no se le ocurra pedirnos una foto juntos, Potter y yo. Me moriría de la vergüenza.
Mis tripas me traicionan cuando
Potter está cerca. ¿Será esto el inicio de un cuelgue? No es la
primera vez que siento en el estómago una revolución de mariposas por un chico.
La verdad es que en el colegio había uno al que siempre se me iban los ojos en
clase. Y ya en la guardería mi mejor amigo y yo éramos inseparables. Siempre
hablábamos de escapar juntos a lugares lejanos a vivir aventuras, solos los dos,
y lamenté mucho tener que separarme de él cuando pasé a primaria. Por otra
parte, aunque siempre me he llevado muy bien con todas las chicas, casi
demasiado, hasta ahora no he sentido esas mariposas por ninguna de ellas. Y,
desde luego, nunca las he sentido tan fuertes y tan claras.
Como no sé cómo se lleva en el mundo mágico que te guste alguien de tu
sexo (y en el mundo muggle no te tratan muy bien, sobre todo en el colegio) o
cuántos como yo habrá, será mejor que haga lo posible por disimularlo.
¿Me venderá Colin una foto sin que se levanten sospechas?
Al final va a resultar que en verdad soy peor que Creevey.
¡Ay!
Hace poco ha habido una gran conmoción en Hogwarts.
Alguien ha abierto una tal Cámara de los Secretos. ¿Qué será eso? La gata de Filch ha sido petrificada y Potter es el principal sospechoso. Lo pillaron en la escena del crimen junto a sus dos inseparables. Hannah me ha dicho que desde entonces Granger se pasa aún más horas que de costumbre investigando en la biblioteca. Ella no cree que Potter haya sido el culpable, pero yo no sé que pensar, la verdad. La pintada en la pared escrita con sangre nos ha proporcionado pesadillas para dos semanas como poco. Los profesores parecen muy alterados. Filch está desconsolado. Me pregunto qué clase de rollo raro tendría con su gata. Hay rumores para todos los gustos, pero gusto es lo que no tiene ninguno.
Soy idiota, idiota, idiota, IDIOTA.
Andaba yo por el pasillo pensando en mis cosas y en el libro que Ernie ha sacado de la biblioteca sobre no sé qué de la historia de Hogwarts para saber más sobre el tema del que todo el mundo habla, la dichosa Cámara y el heredero de Slytherin (hasta los profesores han tenido que ceder ante la imperiosa curiosidad de todos los alumnos y contarnos lo poco que saben), cuando de pronto me he topado de frente con Potter. Estaba sonriendo, y parecía tener la intención de decirme algo, pero me ha entrado un miedo irrefrenable y he tenido que salir por patas. No sé si tengo más miedo de él, después de lo que ha sucedido con la señora Norris, o de mí mismo. No se por qué dejo que me afecte también lo que me contó Ernie de los familiares muggles a los que tanto odia Potter, según ha oído por ahí. Quizá no debí hablarle de Eton ni de mi madre. Pero...pero su madre también era hija de muggles, ¿no? Granger es hija de muggles, ¿no?
Cada vez tengo más claro por qué el sombrero no me puso en Gryffindor. Las otras casas las tuve claras desde el principio. Ahora ya no me cabe duda.
Habríamos podido hablar a solas. ¡A solas! Potter parecía triste y contrariado por mi reacción.
Justin, ¡eres un IDIOTA!
Por fin el partido de Quidditch más emocionante de la temporada: Gryffindor contra Slytherin. Por lo pronto ya ha servido para que se hable de otra cosa que no sea la Cámara de los secretos. Como ya es costumbre, los efectos paranormales alrededor de Potter, el principal sospechoso del momento, han hecho del encuentro todo un espectáculo. El año pasado, una escoba embrujada. Este año, una bludger loca. Le ha roto un brazo tras atrapar la snitch y lo ha derribado al suelo. Lockhart ha intentado arreglárselo y todo ha sido muy confuso, pero por lo que me han contado después, en vez de repararle el hueso le ha hecho desaparecer TODOS los huesos. Uh...después de la mecánica de sus clases, sus retratos omni y multi presentes y el abuso del "yo" en cada una de sus frases, esto último me hace replantearme seriamente la eficiencia del mago escritor. Imaginación a mí me sobra. Quizá yo también podría escribir un libro sobre "Eludiendo a Mr. Creevey: técnicas de evasión y camuflaje". Sería un best-seller ya sólo en el colegio.
¡Al demonio las bromas sobre Colin! Le han petrificado la misma noche del sábado del partido maldito. ¡Petrificado! Como a la señora Norris.
La noticia me ha dejado a mí también de piedra, sin lugar a dudas. ¡Y ese estúpido hablaba de crear un club muggle! Con el heredero de Slytherin suelto. Sólo nos hubiese faltado crear una sala común y gasearnos a nosotros mismos para ahorrarle el trabajo.
Las malas lenguas dicen que fue Potter otra vez, ya que muchos le han visto siempre intentar quitarse a Creevey de encima y hasta gritarle de mala manera cuando éste se ponía especialmente pesado. Comprendo a Potter perfectamente: la verdad es que con Creevey es como para acabar hasta las narices, pero eso no es motivo para lanzar un maleficio sobre alguien. Pobre Colin. Dicen que las mandrágoras servirán para despetrificar a gata y fotógrafo. Espero que sea verdad. Por lo pronto me estoy aplicando mucho más en Herbología pensando en Colin. El domingo después de comer fui a verle y Madam Pomfrey se alegró mucho, porque después de la visita de rigor de sus compañeros de clase nada más ocurrir la desgracia, esta mañana, nadie se ha atrevido a visitarle por si se contagia. No he querido sacarle de la fantástica ilusión de que el minúsculo Creevey tiene amigos y de que nadie vive ahora aliviado por haberse librado temporalmente de un futuro colaborador de la prensa sensacionalista. Es increíble cómo hasta en coma pétrea no se despega de su cámara. Intentaré venir a verle de vez en cuando.
Por lo pronto, el domingo por la tarde está el colegio revolucionado y en un estado de pánico histérico en muchos casos que, aunque va menguando durante la semana, no se ha disipado en absoluto. Ni siquiera la voz de la razón de Susan, cuya tía al parecer está ya intentando mover hilos en el Ministerio para que investiguen más a fondo, después de haberle escrito Susan una carta urgente esa misma mañana ("No podemos hacer nada nosotros. Sólo nos queda esperar que el Ministerio tome cartas en el asunto"), consigue refrescar el ambiente. No puedo negar que, como hijo de muggles, cada vez que salgo de la sala común se me ponen de corbata, pero es que Hannah está que se sube por las paredes y no es la única. Nadie se siente a salvo. Sobre todo los "prescindibles" Hufflepuff. Los de primer año ahora van al baño en equipo y Cedric se ha comprometido a acompañarles en todo momento hasta el comedor y de clase a clase. ¡Menuda paliza! Con tanto subir y bajar escaleras trampeadas y sortear obstáculos, se va a mantener en forma.
Lo que más gracia me ha hecho de todo este asunto es la venta clandestina de amuletos que se ha organizado y extendido por todo el colegio. Pienso que lo más útil sería un escudo, por si la Medusa anda suelta por Hogwarts; he intentado explicar a algunos que las ristras de ajos se usan contra los vampiros y que, si han prestado atención en clase, no sirven para nada; una chica de primer año, también hija de muggles, se aferra constantemente a su crucifijo; otras se agarran bien fuerte a Cedric y he visto a un par de chicos más refrenándose para no hacerlo también. Hannah se ha comprado una pata de conejo asesino de cueva y me ha comprado otra a mí. Cuando le he dicho que no la quería se le han empezado a saltar las lágrimas, me ha puesto un puchero desgarrador y me ha sollozado:
"Pueden ir a por ti, Justin. Tienes que tener mucho cuidado"
Al final no he podido rechazarlo. A lo que sí me he negado es a que Ernie me acompañe siempre al baño y a la ducha.
"Ernie, lo que sea que ha atacado a Creevey no va a salir de un retrete, ¿no crees?"
Hoy he bajado al comedor acompañado, como es habitual, por Ernie y Hannah, quien se empeña en que no nos despeguemos de Cedric y los de primer año (algo que hace también la mayoría de los de nuestra casa siempre que pueden), y me he encontrado con un montón de gente arremolinada en torno al tablón de anuncios. ¡Por fin una buena noticia!: el club de duelo. Esa misma noche a las 8. ¡POR FIN, POR FIN, POR FIN! Viva Lockhart. Sabía yo que sería bueno para algo. Que era un héroe. Ahora mismo, es mi héroe.
Esa misma noche iba yo emocionado hasta que, ¡mierda!, me han emparejado con Longbottom. Qué desastre humano. Qué mago más torpe. No es que me caiga mal, es que no hago más que caerme con él. Hemos acabado hechos unos zorros los dos. Menos mal que Snape no ha dejado que Lockhart nos saque como voluntarios. ¿Por qué demonios me habrá elegido Lockhart a mí? ¿Será por las miradas extasiadas que le lanzaba a principio de curso y que han ido debilitándose y tornándose de admiración a incredulidad con cada semana que pasaba? ¿Querrá recuperar mi confianza y mi entusiasmo por él? Hummmm. Pero no, mejor Potter y Malfoy. Oooh, qué tensión se respira en el ambiente. Y no sólo por la magia. Todo el colegio sabe que entre esos dos hay una tensión sexual sin resolver que se corta con cuchillo y se puede fumar si aspiras hondo. Sólo desarmar, ¡qué iluso es Lockhart! Le he dado mis ánimos a Potter, sin poder evitarlo. Espero que le dé una buena paliza a Malfoy. Un momento, ¿qué clase de hechizos son esos? ¿Tarantela y cosquillas? Qué risa me da. ¿Y ahora? ¡Una serpiente! Lockhart no, NO, NO LO ARREGLES, TÚ NO, ARGH.
¡Maldita sea, ese bicho es enorme y viene a por MÍ! ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¡Sólo soy un Hufflepuff muggle y entusiasta! No merezco...¿qué está haciendo Potter? Alguien ha susurrado "pársel". ¿Será eso lo que está siseando? Hannah me dice, rápidamente y entre temblores, que es la lengua de las serpientes, que es la marca de los magos oscuros. No oigo más porque se aparta de mí, aterrorizada. En su lugar veo a Cedric, que es quien la ha hecho apartarse, y que se mantiene a cierta distancia con la varita preparada. Ernie, al otro lado, también varita en mano temblorosa, me susurra vacilante que tanto Salazar Slytherin como Quien-tú-sabes hablaba pársel. La serpiente mira a Potter y se sigue acercando a mí. Me lo estoy empezando a hacer en los pantalones; me castañetean los dientes; y de algún modo me siento como una dama en apuros entre Cedric y Ernie: tal es mi impotencia. ¡Qué ridículo! Potter, te odio. Desde este mismo momento, te odio. Sé que no es verdad, pero necesito creerlo. ¿Por qué me haces esto?
Potter, mientras tanto, sigue susurrando frenéticamente en pársel, todo bizco y concentrado, hasta que la serpiente retrocede (¿preparándose para su ataque final?), y entonces Potter me mira con una enorme sonrisa de satisfacción, expectante. Sin poder aguantarlo por más tiempo, le grito que a qué está jugando y me voy corriendo del comedor sin mirar a nadie, aunque aún llego a escuchar desde la entrada cómo Snape desintegra a la serpiente .
Me siento muy avergonzado, muy asustado y muy decepcionado.
Por la noche, sólo el recuerdo de Ernie y Cedric en guardia junto a mí me permite conciliar el sueño.
Al día siguiente me despierto con sentimientos confundidos. Una parte de mí, la más racional, me quiere hacer creer que Potter trataba de alejar a la serpiente de mí. Pero la parte más visceral está aterrorizada ante la perspectiva de que Potter haya sentido en mí una admiración parecida a la de Creevey (¡Nada más lejos de la realidad! ¡Yo tengo mi propia vida!) y quiera deshacerse de mí. Si Potter, como insinúa constantemente Ernie, sosteniéndolo con toda clase de argumentos tanto volátiles como de peso, es en verdad el heredero de Slytherin...Justin Finch-Fletchley tiene los días contados.
Ernie se preocupa demasiado, no hace más que soltarme rollos y advertencias, siendo especial su inquina hacia Potter, y últimamente parece mi sombra. Hannah, en cambio, últimamente parece mi madre, constantemente aprensiva y mirándome como si cada segundo conmigo fuera el último. Por su parte, los de primer año han hecho un corro a mi alrededor, con Cedric en la retaguardia, de camino al comedor a la hora del desayuno. Y pese a que los de mi curso hacen como si nada, noto que no me pierden de vista de camino a clase.
Sin embargo, la terrible ventisca ha obligado a cancelar Herbología, y Madam Sprout va a aprovechar para preparar a las mandrágoras de cara al crudo invierno, algo que sólo ella puede hacer, ha dicho, de modo que nos hemos tenido que dispersar.
Hemos regresado a nuestros dormitorios para dejar los bártulos de clase y coger material de estudio para la biblioteca. Ernie ha esperado a que todo el mundo haya salido para acercarse a mí con un fingido carraspeo. Con un leve empujón hace que me siente sobre mi cama y, apoyando sus gruesas manos sobre mis hombros, me dice todo serio:
"Justin, por favor, quiero que te quedes aquí en la sala común hasta la hora de comer"
"¿Qué hay de malo en que vaya con vosotros?"
"A estas horas todo el mundo está en clase y no hay nadie en los pasillos. Y yo...tras lo sucedido ayer no me fío de que pueda protegerte si algo te...nos ataca", confiesa avergonzado. Yo le sonrío y le palmeo ambos hombros, un gesto habitual entre nosotros. Pero él se estremece.
"No puedo quedarme en la sala común hasta final de curso, saliendo sólo para ir a clase y escoltado por la mitad de mi casa"
"Al menos por un tiempo, hasta que se calmen las cosas", me suplica a los ojos,"Intenta no llamar la atención. Y no le cuentes a nadie tu origen muggle y el rollo de Eton para impresionarle. Aunque sea el archifamoso Super-Potter". Pinchazo. Dolor. Vergüenza. ¿Ernie...lo ha notado? Si de verdad lo ha hecho no parece causarle repulsión. No sé por qué pero eso hace que me sienta un poco mejor. "Luego no me vengas con que se te ha ido de la lengua y pases semanas intranquilo, como te ha ocurrido con Potter; y ya hemos visto que con razón"
"Ernie...", estoy tan azorado que no sé qué decir, pero algo en mí se resiste a esconder la cabeza bajo tierra en la sala común de Hufflepuff.
"Hazlo por mí...y por Hannah"
"Pero Ernie, no puedo..."
"Cedric también nos lo ha sugerido esta mañana en el desayuno", se apresura a interrumpirme, "Que, puesto que somos tus amigos más cercanos, debemos impedir que merodees solo por el colegio"
"Sois todos peores que mi abuela", me río. Pero Ernie no se ríe. Decido dejar de hacerme el valiente y de intentar tomármelo a guasa. "Está bien, me quedaré aquí. Pero que no se convierta en una costumbre, o me convertiré en tal cagueta que pronto tendrás que acompañarme de la manita al baño por las noches".
"No te digo yo que no debiera hacerlo alguien estos días", sonríe aliviado.
"¿Sigues ofreciéndote voluntario, Macmillan?"
"No te muevas de aquí, ¿entendido? Luego vendremos a buscarte"
"Sí mami"
Soy una persona social. No me gusta estar solo mucho rato. Me gusta sentir el calor humano y la alegría de compartir risas, deberes y soledades. Por lo tanto, me asfixio en una sala común desierta, con sólo ventanas de fondo gris y violento. Empiezo a sentirme incómodo y desasosegado al pensar en lo que queda de curso, en la preocupación de todos a mi alrededor, y en cuánto más podré aguantar una situación de tanta incertidumbre, tanta presión y tanta atención constante no deseada. Lo cierto es que dan ganas de hacer las maletas y volver a casa. Humm...no, ¡ni pensarlo! Mi sitio está aquí, con mis compañeros.
De pronto, oigo un ruido que me sobresalta y acto seguido entran algunos alumnos de cuarto curso. Al parecer también han acabado cancelando la clase de Cuidado de criaturas mágicas, ante la realidad de un bloque de Hufflepuffs congelados. Pensando que los demás no tardarían en venir, me decido a salir hacia la biblioteca, con la esperanza de írmelos encontrando poco a poco y así sentirme más seguro. A pocos pasillos de distancia de la biblioteca, en un área de aulas cuyas antorchas, pese a todo, han sido apagadas por la gélida corriente de aire que circula, en paralelo a la ventisca que sopla en el exterior, me encuentro con Cedric, quien regresa también a los dormitorios. Su cara al verme solo no tiene precio. Lo primero que hace es agarrarme por las solapas y regañarme prefecto-maternalmente hasta que me encojo sobre mi mismo, abriendo sólo un ojo con precaución. Cuando se queda a gusto, me baja al suelo y sonríe.
"¿Vas a la biblioteca? Espera a que deje la mochila, coja unas cosas para estudiar y te acompaño. Quédate junto a la puerta de esta clase y, al menor indicio de peligro, no dudes en meterte dentro. O mejor, vente conmigo, no sea que..."
"Cedric, por favor, no te angusties por mí. La biblioteca está ahí al lado y no creo que nadie se atreva a merodear un área llena de profesores dando clase"
"Justin, no quiero correr riesgos contigo. Mira lo que ha pasado con ese Creevey..."
"No me pasará nada, yo..."
En ese momento aparece a través de la pared de un aula cercana Nick-casi-decapitado, quien nos saluda con su elegancia habitual.
Aunque ese cuello suyo abierto me sigue dando los mil males.
"No he podido evitar escuchar su conversación. He de reconocer que hasta a mí me producen cierto sopor las disertaciones del ilustre Binns. Si le complace, señor Diggory, escoltaré personalmente al señor Finch-Fletchley a la biblioteca"
Cedric parece vacilar, pero yo le miro y asiento con confianza.
"Está bien," accede al fin de evidente mala gana, "pero daos prisa, ¿de acuerdo?".
Asiento de nuevo y voy a echar a andar cuando Cedric se vuelve y me dice:
"Ah, Justin, y...¿te importaría... echarme una mano un día de estos con mis deberes de Estudios muggles. El año que viene tengo los TIMOS y no me vendría mal irme preparando. No quisiera quedarme atrás en ninguna asignatura y me...vendría muy bien tu ayuda".
"Claro, Cedric, cuando quieras", le sonrío, disipando su visible azoramiento,"Sin problema".
"Gracias, Justin", me sonríe también con sus preciosos ojos grises aún llenos de preocupación, y me revuelve los cabellos dejando que sus dedos acaricien mis rizos unos segundos más que de costumbre, lo cual me deja de piedra. Y aún le siento echar varias miradas intranquilas hacia nosotros conforme ambos nos alejamos en direcciones opuestas, antes de doblar la siguiente esquina. En todo momento soy consciente de que tengo el corazón desbocado y una sonrisa estúpida pintada en la cara. Cedric me acaba de devolver mi valor perdido. O uno que nunca tuve.
Nick me aconseja que me mantenga siempre detrás de él mientras flota a buen ritmo por el siguiente corredor, igual de oscuro e igual de gélido. Yo le argumento que si alguien nos ataca, de nada servirá tener un ente incorpóreo como escudo, pero como tampoco me impide la visibilidad, no insisto mucho.
Siempre reconforta tener a alguien dando la cara por ti ante el peligro.
Estamos a punto de doblar la siguiente esquina, cuando escuchamos un ruido deslizante que se acerca progresivamente. Nick se detiene en el aire y yo me pego aún más a él, escrutinizando las tinieblas translúcidas como un ciego. No han pasado ni cinco segundos cuando unos terribles ojos se iluminan frente a nosotros. Ojos crueles y feroces. Al instante siento que mi cuerpo se ha quedado rígido de repente, y entonces el mundo se desploma a mi alrededor. ¿O he sido yo?
Maldita sea.
Ahora sí que me he quedado de piedra.