¡Hufflepuff Existe!
Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no, Warner Bros.

Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo. Y se supone que un entrenamiento.

 

Capítulo 4: He perdido medio año de mi vida, pero…

 

Medio año en una vida parece poco, pero son 6 meses perdidos en coma. Puede que me haya librado de las clases, de los deberes, de los trabajos, de las humillaciones de Quidditch, de un San Valentín con Lockhart, del temor constante a acabar como he acabado, de la desesperación de alumnos y profesores, del injusto encarcelamiento de Hagrid y del despido provisional de Dumbledore. Sin embargo, también me he perdido meses de quién sabe cuántas emociones y aventuras con mis compañeros de Hufflepuff.
Mmm…vale, quizá eso no.
Pero sí me he perdido meses de convivencia con mis amigos, de compartir risas y angustias, aunque sean sólo sus angustias y mis risas, aunque sólo sea ver a Cedric abordado y desbordado por sus obligaciones y cargas (humanas); aunque sólo sea escuchar a Ernie monologar con sus aires de sabiondo, con sus pedanterías como único registro posible en su repertorio; aunque sólo sea tener a Hannah literalmente tirándose y tirándome del pelo por su estrés y ataques de ansiedad frecuentes; aunque sólo sea estar con todos los Hufflepuff: pequeños, mayores, compañeros de habitación.

 

No me enteraría hasta volver a casa de que Dumbledore consiguió que los padres de los petrificados nos visitaran en Navidades y en Pascuas. Mi madre acabaría contándome entusiasmada ambas visitas durante todo el tiempo que pasé en casa en verano, retomando detalles y experiencias una y otra vez. Por freudiano que parezca, lo que más mencionaría sin duda sería, aparte del feliz encuentro con Lockhart (quien le había prometido solucionar sin falta todo el embrollo y atrapar al culpable, con el argumento de que ya andaba sobre la pista) “ese chico tan educado y taaan apuesto, el prefecto de tu casa, que no hacía más que pedirnos perdón por haber fallado en el cumplimiento de sus obligaciones y haber permitido que algo así te ocurriera”. Pobre Cedric. Por lo visto no se perdonaba el haberme dejado a cargo de Nick-casi-decapitado. Eso lo corroboraría mi madre, pero ya antes me lo había mencionado Hannah.

“Venía constantemente a verte. Casi siempre que veníamos Ernie y yo estaba él aquí, ¿verdad, Ernie? Incluso se quedó alguna noche sentado en una silla junto a tu cama. Ha pasado todo este curso muy angustiado y lleno de remordimientos. Cuando se produjeron los siguientes ataques, ya no perdía ojo a nadie de la casa. Ernie ha estado echándole una mano con los de primero y los nuestros, pero aún así…”

 

Recuerdo perfectamente el día en que desperté.

 

Me despierto de golpe pero tardo en comprender qué, cómo, cuándo y por qué, puesto que el dónde está bien claro. La enfermería está llena de gente para lo que es habitual: Madam Pomfrey, Sprout, MacGonagall, Dumbledore, Snape y, por otro lado, Creevey, Granger y una chica de Ravenclaw con el pelo oscuro y rizado. Creo que es la prefecta de Ravenclaw, una tal Penélope Clearwater. Al principio me siento como M.A. Barracus después de haber sido anestesiado a traición para viajar en el avión pilotado por Murdock, y como si acabara de aterrizar desorientado y con un jet lag brutal, pero luego me  siento aliviado al ver que tan pocos hijos de muggles han sido atacados después de mí. Colin está frustrado porque al haber sido el primero en caer y el último en despertar no ha podido sacar fotos a nadie petrificado; no obstante,  parece consolarse con la idea de haber estado todo el tiempo en la camilla contigua a la mía. Qué chaval.

Dumbledore nos dedica unas palabras reveladoras sobre el tiempo que llevábamos dormidos (del que ninguno éramos conscientes, así que resulta un shock enterarnos de que el fin de curso está a la vuelta de la esquina). Snape frunce el ceño y sólo comenta que se alegra de que la poción de mandrágora haya funcionado antes de acompañar al director fuera. Por el resquicio de la puerta al abrirse para que salgan, veo dos figuras familiares. Madam Pomfrey parece acordarse entonces de ellas:
"Ah, señor Weasley, señor Diggory, ya pueden pasar. Los bellos durmientes han despertado sin su ayuda, como les aseguré. La paciencia es la madre de la ciencia, mis muchachos"
Por el tono irritado de Pomfrey deduzco que ambos han luchado con insistencia para que los dejen pasar.
A todo esto, ¿qué demonios hacen aquí?

Mi pregunta se responde sola cuando Percy Weasley, el prefecto de Gryffindor,  se acerca a la otra prefecta de Ravenclaw y la abraza con ganas. Por su parte, Cedric se acerca a mi cama y vacila un momento, tartamudea un “Justin, yo…”, antes de poner los ojos en blanco con un “qué demonios”, y abrazarme también.

“Me alegro de que estés bien. Lo siento, lo siento muchísimo. No debí..."

“Shhh. No es culpa tuya, prefecto idiota”, sonrío contra su hombro, “Además, si te digo la verdad, no me he enterado de nada. Anoche caí redondo, he dormido como un bendito y esta mañana estoy con fuerzas como para levantar a Ernie a hombros". Cedric ríe, me revuelve los cabellos, me abraza otra vez, y se sienta en la silla que hay junto a mi cama. Tiene los ojos húmedos, y casi puedo palpar su inmenso alivio. Durante unos instantes nos quedamos mirando. Entonces Creevey, emocionado,  hace que le miremos para sacarnos una foto "a mis dos Hufflepuff favoritos juntos", pero en cuanto aprieta el disparador la cámara se desmonta y suelta una breve humareda. Cedric y yo nos echamos a reír, ignorando sus desesperadas maldiciones. Entonces nuestro prefecto me resume brevemente los acontecimientos mínimos que se han producido durante mi ausencia, nos resignamos juntos a ser los últimos en la candidatura a la Copa de la casa, como es habitual, y por último le pido que me desvele quién ha sido el culpable de los ataques, quién es el heredero de Slytherin y si existe de verdad la Cámara de los secretos. Para mi frustración, Cedric no sabe mucho, sólo rumores acera de Vóldemort, Ginny Weasley  y Harry Potter, quien había sido de nuevo el héroe de la ocasión.
Es Granger quien exclama emocionada en mitad de su charla con MacGonagall:

“¡Entonces ha sido un basilisco!¡Estaba yo en lo cierto!”

Y comienza a bombardearla con preguntas a cada cual más estrambótica sobre arañas, lavabos, fantasmas, espejos, charcos y objetivos de una cámara. Poco a poco, empiezo a completar yo solo el puzzle del asunto, y menos mal, porque la jefa de Gryffindor se limita a repeler el aluvión inquisitivo con un “Señorita Granger, estoy segura de que el señor Potter y el señor Weasley estarán deseando narrarle personalmente todo lo acontecido. Ahora, espero que todos me acompañen al comedor, donde les esperan ansiosos para comenzar el festejo en honor al fin de esta pesadilla".


De modo que, como no podía ser menos, lo primero que hago al llegar al comedor tras saludar a todos mis compañeros, achuchar a Hannah, abrazar a Susan y estrechar masculinamente la mano a Ernie (quien casi me la aplasta, antes de ceder a sus impulsos y darme un abrazo de oso que casi es a sus trece años), es ir a estrechar la mano a Potter (creo que lo hice unas diez veces, no estoy seguro), con tanta efusividad que casi le arranco el brazo, y a pedirle perdón mil veces por haber dudado de él.
Parece muy feliz de verme, y yo me sorprendo al no sentir las mariposas en el estómago que antes sentía al estar a menos de un metro de él. Tampoco se me suben las tripas al pecho cuando me mira y me sonríe, y de verdad que no entiendo a qué se debe este cambio, pero me parece muy saludable. Weasley y su hermana pequeña me han mirado mal, no obstante. ¿Cómo explicarles que lo único que siento por su héroe es admiración y gratitud? No merece la pena. Es más divertido así.

 

Antes de regresar a mi mesa saludo a Nick casi-decapitado y le doy las gracias por haberme servido de escudo y con ello haberme salvado la vida. Con una reverencia, Nick responde "A su servicio, señor Finch-Fletchley. Espero que esto me sirva como mérito para entrar en la caza decapitada. Qué inconveniencia que el basilisco petrifique con la mirada y no arranque cabezas de un mordisco, ¿no le parece?", antes de flotar hacia otro lado para seguir dialogando con Percy Weasley.

 

No me pilla de sorpresa la noticia de que Lockhart se ha desmemorizado a sí mismo y ha tenido que ser internado en San Mungo. Ni tampoco el rumor de que era el fraude humano más grande desde Mili Vanilli. ¡Menudo chasco se va a llevar mi madre cuando se lo cuente! Voto por quema de libros en el jardín. Invitaré a más compañeros a la barbacoa.

 

Cuando Dumbledore ha anunciado que se suspendían los exámenes como compensación al año de pesadilla que habíamos tenido, lo primero que pienso, como casi todos,  es: "¡GENIAL!", pero luego caigo en la cuenta de que los de quinto y séptimo curso ponen cara de circunstancia: ¿qué va a pasar con los exámenes de aquellos cuyo futuro inmediato depende de sus calificaciones? ¿Permitirá el Ministerio algo semejante? ¿Hará Dumbledore una excepción con los de quinto y séptimo? Hummm...

La prefecta de Ravenclaw, Penélope Clearwater, tiene cara de querer tirarle a Dumbledore la bandeja del pudding a la cabeza (y eso que a ella aún le queda un año); por su parte a Granger, en la mesa de Gryffindor, parece que se le ha caído el mundo encima; y sin ir más lejos, en mi propia mesa, a mi vera, Ernie frunce el ceño y maldice por lo bajo, al tiempo que Hannah se agita como un fraguel entusiasmado a mi otro lado.

Colin no pierde la ocasión de acercarse a nuestra mesa con su flamante cámara recién reparada.
Cedric y yo accedemos a hacernos una juntos (exigiéndole a cambio copias de todas las que nos haga), y luego Ernie se pone a mi otro lado, después se une Hannah apoyada sobre mi cabeza, luego acude el equipo de Quidditch, después el resto de mi curso, luego las chicas solas, luego los chicos, luego el fraile y Nick, luego los dos fantasmas conmigo en medio escenificando el momento de mi petrificación, con el fraile haciendo de basilisco; y así hasta que Colin (y yo cuando me dé las copias) se hace con el mejor álbum de Hufflepuff que se haya hecho en la historia, estoy seguro de ello. Tampoco creo que nadie más que los de nuestra casa le pidan copias. Miento, dos Ravenclaw ya le han pedido todas en las que salga Cedric, sickles en mano. ¿Zabini y Bullstrode también? Oh jo jo, menuda sorpresa. Colin está exultante.  Piérdete Malfoy, no permitiré que Creevey te venda mi petrificación fingida para que la uses de diana. Y no, esta vez no quiero pensar que se la quiera llevar al baño. Creo que todo mal gusto tiene un límite, incluso en el caso de un Malfoy. O quizá no...

 

Las celebraciones duran toda la noche, primero en el comedor y después en la sala común de Hufflepuff, donde soy achuchado, agasajado, estrujado, hinchado a preguntas y luego exigido ferozmente a componer una oda a mi odisea en la bandurria. Tras arrojarles efectos especiales desafinados a los inoportunos fans musicales, me dedico el resto de la noche a charlar con todo el que se me acerca, siempre flanqueado por una  Hannah emocionada hasta la náusea y un más que pegajoso Ernie, y bajo la silenciosa, reconfortada y reconfortante mirada de nuestro prefecto.

 

Qué extraño resulta que te hayan echado tanto de menos cuando para ti sólo ha pasado una nanosiesta.

 

Al menos el resto del curso pasa también en un suspiro, libre de miedos y preocupaciones. Como hace ya buen tiempo, pasamos muchos ratos fuera vagueando sobre la hierba y hablando de cualquier cosa (pocas veces trascendental). Sin embargo, los petrificados (menos Granger, que es autodidacta) nos vemos obligados a recibir unas cuantas clases extra por las tardes con instrucciones para repasar en verano por nuestra cuenta todo lo que nos hemos perdido. Los más desafortunados somos Creevey y yo, a los que, por haber sido petrificados antes de Navidad, tenemos por así decirlo un curso entero de retraso.

 

Ernie se ha ofrecido a echarme una mano este verano, para lo cual me ha invitado a pasar agosto en su casa, tanto la de sus padres como la de veraneo en la playa. No me vendría nada mal. De hecho, estoy entusiasmado con la idea. No quiero echar de menos el mundo mágico tanto como el otro verano. No lo podría soportar. Sobre todo teniendo en cuenta que apenas han pasado 3 meses para mí desde las últimas vacaciones.

 

Además, también me apetece ir por estar con Ernie. Hannah…me ha contado lo sucedido en mi ausencia. Cómo Ernie se encaró con Potter cuando éste fue a buscarme a la biblioteca para explicarme que quería defenderme, no atacarme con la serpiente; cómo le desafió delante de todos cuando le pillaron in fraganti junto a mi cuerpo petrificado (al parecer Potter tropezó conmigo y se me cayó encima...¡y yo sin memoria de algo así!), y se puso tan fuera de sí que MacGonagall le mandó hacerse cargo de Nick para que se tranquilizara y no armara más follón; y cómo le retiró la palabra hasta que petrificaron también a Granger, y entonces Ernie le pidió perdón. Oh, Ernie...

 

A Hannah últimamente le encanta cotillear conmigo cuando Ernie está en la biblioteca, haciendo horas extras. Tanto que habla de la faceta asocial empollona de Cedric, y él no es mucho mejor. A veces me da la impresión de que, por mucho que Ernie admire y aprecie a Cedric, lo ve como un modelo a superar, más que a imitar. No entiendo por qué. Con su estructura corporal nunca tendrá a las chicas locas por él, ni mucho menos a los chicos. Cuando alguna vez le he comentado esto en broma, me ha respondido: “Cada uno destaca en lo que puede, Finch-Fletchley. Al menos yo no soy popular por sestear peligrosamente”, y al ver mi expresión contrariada, añade con una sonrisa,“Me gustaría trabajar para evitar que algo así vuelva a suceder”. Hannah tiene mucho apego a Ernie. Supongo que mi ausencia también ha ayudado a que ambos se acerquen aún más. Susan es muy simpática y tiene muchas anécdotas que contar, pero según Hannah acaba resultando aburrida, como las demás chicas de su curso. Se llevan muy bien todas, al igual que los chicos entre nosotros, pero no la comprenden como Ernie. Y Hannah es la persona que mejor sabe escuchar (salvo en caso de neura o estrés por los estudios). Creo que Hannah es la única persona que de verdad comprende a Ernie. Ernie puede ser difícil, si no se le conoce. Sobre todo difícil de soportar durante mucho tiempo, incluso para un Hufflepuff. Si con 13 años es así, me pregunto si se suavizará con el paso del tiempo o evolucionará drásticamente hasta convertirse en el próximo Percy Weasley, cuya esnobería es comidilla por todo Hogwarts.

Espero poder hablar más con él este verano. Estamos casi  siempre juntos, pero nunca hemos hablado de verdad.

 


 

Una de las mejores cosas de todo este embrollo de la Cámara y de sus consecuencias es que el padre de Draco ha sido despedido de la junta de la escuela, de modo que Draco ahora no se pavonea tanto como antes, y ha reducido sus pullas a los Hufflepuffs a mínimos históricos. Eso no quita que una vez que nos cruzamos por los pasillos (dato a anotar: yo iba sólo, él con gorilas y sin niebla) me soltase un: “Eres carne de ultratumba, Finch-Fletchley. La próxima vez ni ésta podrá ayudarte”. Sus gorilas se agitaron de risa simiesca, pero yo le ignoré, que es lo que sé que le hace más daño.

 

Cada vez que veo a Ginny Weasley y me acuerdo de los rumores que corren, me entran ganas de pedirle prestado a alguno de mi casa las ristras de ajos (ya algo podridas) que aún guardan en sus dormitorios. La verdad es que esa chica, aunque dulce,  tiene cara de psicópata. ¿De verdad partía el cuello a los pollos con sus propias manos? Mejor no pensarlo.

 


 

 

El último día de clase por la tarde Madame Sprout me hace ir a su despacho en los invernaderos para repartirme el último bloque de tareas que, como jefa de la casa Hufflepuff,  los demás profesores le han entregado para que yo estudie en verano. Está terminando de explicarme lo que tengo que hacer por su parte, cuando alguien llama a la puerta. Es Cedric.

Sprout sonríe y le hace pasar.

“Enseguida estaré contigo. Dame un minuto", dice y se vuelve de nuevo hacia mí, "Bueno, ¿entendido, Justin? Deberás administrarte bien las vacaciones para poder estar al día cuando empieces tercero. Todo esto ha sido un suceso lamentable, pero no hay vuelta atrás en el tiempo, ¿verdad? Ni nadie más que...las circunstancias tienen la culpa", al decir esto lanza una mirada significativa a nuestro prefecto, quien baja la cabeza rápidamente. Recojo mis cosas rápidamente, y mientras Sprout se aleja un instante a reorganizar sus papeles, Cedric me susurra un rápido "Espérame fuera. No tardaré" que me deja muy intrigado.

 

Efectivamente, al poco rato sale del invernadero con una sonrisa de oreja a oreja y me pide que le acompañe a dar un paseo. Me lleva a un rincón apartado del lago y allí nos sentamos bajo un cielo completamente despejado.

Ante mi mirada expectante, me empieza a contar:

“Ya sabes que nuestro buscador y capitán de Quidditch termina este año, ¿verdad?", asiento, "Durante todo este año hemos estado cavilando sobre cómo sustituirle. Los miembros del equipo han estado buscando al candidato ideal entre todos los Hufflepuffs, pero ninguno se sentía preparado para ser buscador. Un par de alumnos de mi curso y de quinto lo han  intentado, pero no se ven capaces de aguantar la presión de un partido contra otra casa. Y alguno no lo hacía nada mal. Pero era sentir la mirada de alguien, observándoles, y ya no había manera de que recuperaran la concentración."

“Entiendo”

“Luego está el problema de la capitanía. Nadie en el equipo quería hacerse cargo. Y uno de nuestra casa al que no le importaba tomar el cargo, quería ser cazador, y cazadores ya tenemos. Además, tampoco les caía muy bien al resto de los miembros del equipo, y en especial a Smith, por descontado”

Zacharías Smith es un rubiajo del equipo de Quidditch que sólo sabe hablar en quejas, un dialecto muy curioso y muy cargante.

“Cedric, dispara, que te veo venir", sonrío.

“Yo nunca pensé en jugar al Quidditch. Estudiar no me deja mucho tiempo para entrenar, y más ahora que soy prefecto. Sin embargo, ante esta situación desesperada, Sprout vino a hablar conmigo y me dijo que con “ese cuerpo” que la naturaleza me ha dado seguro que se me dan bien los deportes. Así que me hizo hacer una prueba con el equipo y, no te voy a mentir, se me da bien lo de ser buscador. Hace tiempo jugaba en verano con otros chicos del área donde vivo y, como era el más pequeño, siempre me dejaban de buscador. Siendo prefecto, con dotes de mando, y según Sprout, con el beneplácito absoluto de todos mis compañeros -¡ni siquiera Smith ha puesto pegas!-,  era el candidato idóneo para ocupar el puesto de capitán, así que..."

“Entonces…”

“Justin, el año que viene yo seré el capitán y buscador de Hufflepuff”

Cedric me mira con un rubor que delata conflictos internos entre su orgullo y su modestia natural, y yo no sé qué decir. Estoy tan contento que me levanto para darle una palmada en el hombro y protestar en broma:

“¡No es justo! ¡No he tenido ninguna posibilidad!¡Han aprovechado que estaba en coma para dejarme fuera!”

“¿Lo dices en serio?”, se ríe con dudas.

“Bah, de todos modos soy penoso. Prefiero quedarme en las gradas y chillar como una animadora: '¡Cedric! ¡Cedric! ¡Eres el mejor! ¡Queremos un hijo tuyo! ¡Aplasta a Gryffindor!’”

Y le hago una demostración tan exacta de chillidos premenstruales exaltados que de la risa acaba rodando por la  hierba. Al final acabo rodando yo también en una maniobra de agitación espasmódica, y por poco no nos caemos en el lago. Vemos asomar un tentáculo, luego otro, y luego ambos desaparecen entre burbujas. Tumbados y aún recuperando el aliento, Cedric me mira más serio.

“Esto tiene que quedar entre los Hufflepuffs, ¿eh?”

“Cierto, no podemos revelar nuestra arma secreta al enemigo antes de tiempo”

“Sobre todo Wood. A ése no se le escapa una. Te apuesto lo que quieras a que a principios del curso que viene empieza a renovar sus fichas como loco y a investigar nuestros entrenamientos. No sé de dónde voy a sacar tiempo para todo, pero se intentará", suspira.

“Ojalá pudiéramos ganar algún partido importante el año que viene", suspiro yo, y luego me estremezco al recordar mi absurda promesa conmigo mismo. Al menos Cedric no se da cuenta de que me he puesto como un tomate, porque está mirando el cielo, pensativo.

“Ojalá pudiéramos ganar a Gryffindor. Lo que daría por demostrarle a Oliver Wood de lo que soy capaz”

“Y a Potter. Será con Potter con quien tengas que enfrentarte"

“¿Sabes? A mí también me hubiese gustado ser cazador; tampoco se me da tan mal y me parece más divertido que pasar el tiempo oteando el horizonte para unos pocos segundos de acción frenética. Pero era un buscador lo que necesitaban. Y sí, Potter será un hueso duro. Como no tenga los cielos  a mi favor, dudo mucho que exista alguna oportunidad"

“No digas tonterías, Cedric. Todo Hufflepuff confía en ti. No hay presión"

Cedric ríe.

“Me entrenaré muy duro todo el verano”

“¡Claro que sí! ¡Ahí está nuestro Cedric! En serio, capitán, enhorabuena. Y también quiero pedirte perdón por no haber podido ayudarte con Estudios muggles”

“¿Qué no me has ayudado? Habría sacado sobresaliente en el tema de “los efectos de las artes oscuras sobre los hijos de muggles”. No te haces una idea de todo lo que he estado investigando al respecto. Ni Granger, petrificada también, podría haberme superado. Al menos en esfuerzo, que no en resultados”, hace un amago de compungimiento, pero se recompone en seguida al verme de brazos cruzados meneando la cabeza, y vacila un poco antes de añadir:

"¿Sabes?  Durante todo el tiempo que pasaste petrificado, me descubrí a mí mismo yendo a la enfermería a verte más veces de lo prefectamente correcto. Imagino que te lo habrán comentado, claro, sin duda", toma aire, algo nervioso, "A veces me quedaba allí un buen rato, susurrándote mis preocupaciones, contándote mis penas, descargando sobre tus orejas todo lo que me reconcomía por dentro. Creo que ya te has dado cuenta de que no soy persona de muchas palabras. Todos dan por sentado que yo...bueno, que yo lo tengo todo para triunfar. Que nunca me siento inseguro por nada. Nada más lejos de la realidad. No sé...", se ruboriza visiblemente, "...no sé si recuerdas algo de lo que te estuve diciendo todos estos meses. Se dice que la gente en coma mágica puede escuchar, por eso la gente los habla, pero...", vuelvo a menear la cabeza, mirándole fijamente con incredulidad, y él parece aliviado, "...en cualquier caso, poder hablar contigo fue un alivio para mí, y quería que lo supieras"

"Hombre, yo preferiría que hablaras conmigo cuando esté despierto, como ahora, que parece que has merendado lengua."

Cedric ríe nervioso y me revuelve los cabellos con mano temblorosa. Se le ve muy feliz por su nuevo cargo y tiene una expresión soñadora. 

“Claro que sí, pero tiene que ser mutuo, ¿entendido?", me dice con fingida seriedad, antes de recuperar su tono humilde. "En cualquier caso, ¿puedo contar contigo para los TIMOS el año que viene?”

“¿Acaso lo dudas? Aunque tenga que ir en una escoba a tu lado en los entrenamientos recitándote la lección mientras intentas atrapar la snitch.”

 

Cedric y yo hablamos poco más ese día y en el Expreso de Hogwarts, a la vuelta. Sus obligaciones de prefecto lo tienen esclavizado, física y moralmente. Eso no impide que me sonría cada vez que nos cruzamos, esto es, unas doscientas veces de media. Da igual. Con esa sonrisa, son doscientas alegrías que me regala al día.  No es justo. No quiero volver a casa. Con mucho cuidado, despego los pósters y pegatinas de Aníbal y Compañía que tengo en la cabecera de la cama y los guardo en la maleta mientras silbo algunas de las canciones que me pondré en cuanto llegue al mundo muggle.
El año que viene, muchas cosas van a cambiar. Puede que haya perdido medio año de mi vida, sí, pero me he dado cuenta de que mis compañeros se preocupan por mí, ¡Harry Potter! se ha preocupado por mí y, lo que es mejor, Cedric Diggory confía en mí. Desde luego, me siento más importante que siendo un cerebrito de medio pelo en Eton. Y me espera un verano mágico con Ernie Macmillan.

Mi primer verano mágico.