¡Hufflepuff Existe!
Autor:
Tastatur
Créditos: Harry
Potter es propiedad de J.K.
Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el
mundo y, cómo no, Warner
Brothers.
Que se queden con él: ¡yo quiero
a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo.
Y se supone que un entrenamiento.
*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.
*Spoilers*: libro 3, claro está. Aunque no sé quién puede ser tan kamikaze de leer fanfics antes de haberse leído todos los libros publicados.
Capítulo 6: El partido que lo cambió todo
Casi me dejo en casa la autorización de mis padres para ir a Hogsmeade. ¡No me lo hubiese perdonado en la vida! Si no me lo llega a recordar mi madre...Aún así el 1 de septiembre llego pronto al Andén 9 y 3/4, y AÚN ASÍ Ernie ya me está esperando junto a la entrada. Nos hemos visto hace dos días, como quien dice literalmente, pero aún así ambos nos sonreímos en silencio mientras sus padres me saludan a mí y se despiden de él: "Y tened mucho cuidado con Sirius Black, sobre todo tú Justin", nos advierte la madre antes de desaparecer.
Sin saber qué decirnos, pero sin prisa por hablar, Ernie me da una palmada en el hombro y ambos echamos a andar con nuestro equipaje.
Estamos poniéndonos al día perezosamente con lo poco que ha sucedido en el breve tiempo sin vernos, cuando aparece a lo lejos Hannah, quien viene corriendo seguida a paso tranquilo por Susan y ¿Zacharías? Hannah nos da un par de achuchones a cada uno y empieza a cosernos a preguntas. Claro que antes de que podamos responder al hola, ya ha empezado ella a responder por sí misma. Saludo con la cabeza a Zacharías y miro a Susan con extrañeza, señalando con la cabeza al rubiales. Ella se acerca con disimulo y, mientras Hannah continúa entusiasmada su relato para los otros dos chicos, me susurra que le estaba contando a Hannah la última de Potter y el otro lo había oído por encima y se les había pegado cual lapa para enterarse de más cosas.
"A cambio nos ha contado lo de Cedric", sonríe con rubor, antes de añadir: "¡Va a ser nuestro capitán y buscador!"
"¡Es fantástico! ¿Verdad?", palmotea Hannah, que lo oye, y ambas chicas empiezan a dar saltos de alegría. En esto, me da por mirar hacia la entrada y veo a los Weasley, a Granger y a Potter que acaban de llegar. Qué pena, este año no armarán una de las suyas como la del coche volador. ¡Pero qué pedazo de gato horrible se ha traído Granger! Ginny Weasley sigue teniendo cara de psicópata. Brrrrrr. Mira cómo se pavonea Percy Weasley con su flamante insignia de delegado delante de su novia y... ¡Oh! ¡Ahí va Cedric! Le saludo con la mano pero no me ve. Quiero acercarme, pero ya le ha rodeado un entusiasmado grupo de Hufflepuffs que ahora han pasado a segundo. Chicas de todos los cursos y casas se lo señalan descaradamente a sus madres. De verdad que...¡Por fin! ¡Ahí viene!
"Hola Justin", me revuelve el pelo, "Hola a todos, ¿habéis pasado un buen verano?"
Empezamos a hablar en la puerta del
tren, contándonos nuestras vacaciones a grandes trazos y pequeñas anécdotas. Yo
entro en modo lengua suelta mientras noto que Ernie me mira de reojo, por si la
cago. Las chicas, en cambio, se callan y sueltan risitas esporádicas
mientras observan a nuestro prefecto semiembobadas. Y es que de nuevo está más guapo que ayer y menos que mañana.
De
pronto, el silbato del tren anuncia que o nos sentamos ya, o nos quedamos en
tierra. Zacharías, que ha estado inusitadamente callado también, maldice y entra
el primero. Cedric se va a cumplir con sus obligaciones de prefecto, y los cinco
restantes nos buscamos un compartimento. Para mi horror, Zacharías nos sigue
como si tal cosa. Cuando estamos sentados, Hannah empieza a tirar del brazo a
Susan y a apremiarla para que hable. Los cinco juntamos nuestras cabezas y nos empieza a
relatar la anécdota veraniega de Potter, quien al parecer se escapó de su casa
en el autobús noctámbulo tras inflar a su tía como un globo. El caso es que el
Ministerio de Magia, en vez de castigarlo por uso indebido de la magia, como
había hecho el año anterior, lo había perdonado y alojado en el Callejón Diagon,
pues lo más probable es que Sirius Black fuera a por él ahora que estaba libre
de nuevo. Después de todo, todo el mundo sabe, porque apareció en los periódicos
en su día, que Sirius Black estaba del lado de Voldemort y participó en la
muerte de los padres de Potter, quienes eran nada menos que sus amigos del
colegio. Increíble, ¿verdad? Eso pienso yo al oír tanta información de sopetón.
Nacer en el mundo muggle conlleva ese dichoso jet lag con la información
que es obvia para todos. Bueno, al menos ahora lo sé y me quedo más tranquilo.
Si va a por Potter, no va a por los hijos de muggles, como he llegado a oír que
podría hacer.
Tampoco es que me haga gracia que vaya a por Potter, pero es que ya lo pasamos
lo suficientemente mal el año pasado, digo yo. Bueno, y él, toda la vida...¿Y
qué? Yo solo quiero un curso tranquilo...¡y completo!
Pero ni eso vamos a tener, al parecer.
¿Se puede saber por qué se ha parado el tren? No veo nada de nada. Los cristales están empañados, fuera caen chuzos de punta y se acaba de ir la luz. Espero que eso que ha sonado por el pasillo no sea mi maleta. Ernie, creo que es él porque es algo muy grande, se ha asomado a la puerta.
"Está subiendo alguien", nos explica. El rugido del feroz viento colándose por el tren lo confirma.
De pronto, algo pasa junto a la puerta y empiezo a sentir mucho frío, que tal como viene se va conforme la cosa se aleja.
"¿Qué ha sido eso?", pregunta Hannah y la siento temblar.
"Un dementor", responde Ernie. "Están aquí, en el tren".
"¡Pero si mi tía me había dicho que Dumbledore no los quería dentro de Hogwarts, que se quedarían vigilando las puertas, nada más!", protesta Susan indignada.
En esto, oímos cierto revuelo a lo lejos.
Y poco después se hace la luz.
"¡Es Harry!", oímos a Neville Longbottom contándoselo a los del compartimento de enfrente, creo que son Finnigan y Thomas, "¡Harry se ha desmayado!"
"Ahí tenemos al héroe nacional", comenta Smith con desdén, "¡Rindiéndose ante el primer escalofrío!"
A lo lejos escucho también la risa de Malfoy, tan inconfundible como exagerada. Pero a mí no me hace ninguna gracia. ¿Qué le habrá podido pasar a Potter? Ernie frunce el ceño y se encoge de hombros cuando le miro.
"¿Qué habrá sido eso plateado que ha salido de su compartimento?", murmura al fin Ernie, "Parece haber espantado al dementor".
Ernie hace un esfuerzo por enterarse de las charlas cruzadas que hay por el pasillo. Entonces el tren se pone de nuevo en marcha y cada cual vuelve a su sitio.
"Ya falta poco para llegar", dice Ernie amablemente a Hannah, quien está muy asustada y se abraza a Susan con fuerza, la cara lívida.
Bien empezamos...
Al salir del tren se nota una tensión generalizada y un murmullo intranquilo que no se sofoca ni cuando llegan los carruajes sin caballos. Casi me da un infarto cuando un peso muerto llamado Colin Creevey se me abalanza sobre la espalda y se me sube a caballito, estrangulándome con sus ridículos brazos. Aparto la cara para que no me de un beso mientras me aturulla a preguntas sobre el verano. Le doy las gracias por las fotos e intento soltar dos palabras coherentes seguidas sin interrupciones, pero es inútil: acaba de localizar a Potter y quiere hacerle una foto de comienzo de curso, así que sale corriendo amenazando con que espera que nos veamos a menudo. Suspiro, ignoro las risas de Hannah y de Susan, y sigo a Ernie al carruaje que nos ha elegido, mientras Hagrid llama al pelotón de primer año, que se lo están haciendo en los pantalones, y observo con curiosidad cómo se suben a las barcas, recordando con nostalgia el día en que yo lo hice. Ernie señala a las puertas de los recintos cuando pasamos cerca. Malditos dementores. Aunque me molan sus pintas. Efectivamente, son tal y como me imaginaba a los Nazgul.
En las escaleras del castillo, Malfoy vuelve a meterse con Potter. Un profesor sale en su defensa. El pobre parece desastrado y enfermizo, pero tiene cara de buena persona. Además, debe de serlo si Malfoy se está burlando de él con sus gorilas a sus espaldas.
"DADA, ¿qué te apuestas?", dice Ernie.
"Estupendo. Parece el tipo de persona capaz de enfrentarse a cualquier ser oscuro, ¿verdad?", comenta Smith con desdén, "Uno, dos y ¡muerto!"
"Pues por ahí dicen que es el que ha espantado al dementor en el compartimento de Potter, y que luego ha invitado a todos a chocolate", explica Susan, cuyas orejas son de gran alcance, tanto familiar como escolarmente.
"¿Favoritismos antes de que empiece el curso?", protesta Hannah, "¿Por qué todo lo bueno les pasa a los Gryffindors?"
"Espérate, que aún podemos repetir la escena de Potter a ver si así te ganas tu chocolate", le digo, y finjo darme la vuelta, "¡Marchando una de dementor!"
Entre risas, Hannah me agarra del abrigo y tira de mí hacia la entrada del Gran comedor. Lo último que veo antes de entrar es a MacGonagall llevándose a Potter y a Granger aparte del resto.
Cada vez que escucho la canción del sombrero, me pillo un mayor cabreo. ¿Por qué no lo dicen a las claras de una vez? Somos los que sobran, ¡los que sobran! Los leales y trabajadores...El trabajo duro es nuestra alegría diaria... ¿Quién escribe las letras? Dan ganas de coger unas tijeras y...¡Oh! Ahí vuelven Potter y Granger. Una, tan feliz; el otro, tan alicaído. Creo que el pobre no ha empezado el curso con buen pie. Todo el mundo se vuelve y lo señala, entre cuchicheos. Me siento estúpido con este gorrito negro que nos ponen a todos, pero bueno, es tradición. Al menos se ha sentado corriendo en su mesa, sin mirar a nadie. Bye, bye, mariposas. Definitivamente.
Dumbledore elige justo ese momento para dar su discurso de bienvenida. No se nota ni nada que le desagrada la presencia de los Naz...dementores. Aplaudo con reservas y curiosidad cuando presenta al profesor Lupin como nuevo fichaje para DADA, efectivamente. ¿Lupin? ¿Como el famoso ladrón? Al lado de los otros profesores, parece el mendigo al que han invitado a cenar por caridad. Snape lo está mirando con el asco especial que tiene reservado sólo a Potter. Y creo que el resto del comedor está tan en éxtasis como yo, porque como mucho se oyen los aplausos de los Gryffindors. Claro, ya puedes aplaudir cuando te han invitado a chocolate por todo el morro. Enchufados...Y sí, Dumbledore confirma que nadie nos libra de Hagrid como profesor de Cuidado de criaturas mágicas. Miedo. Y otra vez los Gryffindors parecen quedarse solos aplaudiendo.
Devuelvo la atención a nuestra mesa, donde la noticia sobre Cedric ha corrido como la pólvora y todos le están felicitando. Los nuevos Hufflepuffs lo miran embelesados. Las nuevas Hufflepuffs no dejan de mirarlo. Justin, mira tu plato y come, anda.
El banquete inicial ha estado genial: me he hinchado a comer y me he reído de lo lindo con todos mis compañeros. Pero yo lo que estoy es ansioso por subir a la sala común y mostrarles a todos los pura sangres mi flamante discman nuevo. Sin embargo, después de reunir a mi alrededor a todo mi grupo de acólitos musicales, de hacer esperar a Cedric con todos los de primer año a los que estaba obligado a mandar inmediatamente a la cama, y de llamar la atención de toda la sala común con mi discurso de charlatán de feria sobre las maravillas del aparato, éste ni se digna a leer el CD. Mi frustración en aquellos momentos no conoce límites, ni siquiera a la vigésimo octava pila cargada que introduzco (pues me había llevado un arsenal de baterías, cargador y pilas alcalinas). Hasta que Ernie cae en la cuenta de algo y chasquea los dedos:
"¡Por supuesto! ¡Estaba absolutamente seguro de que lo había leído en alguna parte! ¿Recuerdas aquel libro, Hannah?"
"¡Es verdad! Con lo que nos costó sacarlo, cómo se me iba a olvidar."
"Granger parecía incapaz de devolverlo, pese a haberlo leído de arriba a abajo, del derecho y del revés. ¡Semanas tuvimos que esperar!"
"¿De qué demonios habláis?", pregunto mientras Cedric examina mi ovni portátil por arriba, por abajo, por el centro y por dentro con mucha curiosidad, rodeados ambos por los Hufflepuffs más jóvenes.
" Del libro sobre la historia de Hogwarts. Extremadamente interesante, deberías leerlo con la mayor brevedad", responde Ernie, "Considero que tendría que ser lectura obligada para todo alumno de este colegio y..."
" Pero, ¿qué puede decir ese libro sobre mi aparato?", me exaspero.
"Que los aparatos muggles elec...electr...lo que sea como ése no funcionan en los recintos de Hogwarts, para empezar. Lo siento, Justin."
Caca.
Como para consolarme, y mientras Hannah y Ernie siguen comentando acaloradamente las maravillas del libro de marras, uno de segundo me trae la bandurria mágica y yo les dedico un "Money for Nothing" antes de irnos a dormir. Tocar será la única forma de escuchar mi música preferida, me temo.
Este año no pongo los recortes de Aníbal y compañía en el cabecero de la cama. En su lugar, coloco mis fotos favoritas de entre las que sacó Colin el año pasado. Ernie me pilla babeando frente a ellas y se sienta a mi lado, vestidos ambos ya con el pijama. Un silencio embarazoso pasa entre nosotros hasta que decido abortarlo abruptamente:
"¿Cuidado de criaturas mágicas, Estudios muggles y Runas antiguas?"
"Cuidado de criaturas mágicas, Estudios muggles y Aritmancia", responde Ernie con una sonrisa.
"Vaya..."
"Sí, se hará raro no compartir todas las asignaturas."
"No me podrás ayudar con Runas."
"¿Por qué la escogiste?"
"Eeeeh...cosas mías", respondo, escondiendo el ejemplar de El señor de los anillos que me he traído para repasarlo.
"Me gustan estas fotos. Quiero pedirle yo también algunas copias a Creevey", comenta , repasándolas todas lentamente.
De pronto me doy cuenta de que su mano está rozando la mía y de que su cabeza está a escasos centímetros. En esos momentos vuelven nuestros compañeros de habitación de lavarse los dientes. Ernie se pone en pie, me da las buenas noches y en menos de un minuto estamos todos en nuestras camas y las luces se apagan. Me quedo en modo búho unos minutos, hasta que el pecho me deja de rebotar y el sueño puede con todo lo demás.
A la hora del desayuno, Malfoy y sus acólitos carentes de cualquier rasgo de personalidad propia no imitativa hacen una pantomima tras otra del desmayo de Potter de ayer. Admiro la frialdad con la que Potter hace frente a esos energúmenos. Oh, Ernie me pasa el nuevo horario de clases. Tenía ganas de empezar el curso, pero me da mucha pereza. Mmm...salchichas.
Los pocos Hufflepuffs que han elegido Adivinación, entre ellos Hannah, se sienten profundamente decepcionados con la tal Trelawney. Somos demasiado prácticos para esas tonterías. Lo bueno son los chistes que circulan por todas partes sobre "el ojo, el ojo", "me ha echado el ojo", "tengo mal de ojo" y sucedáneos.
Ernie está entusiasmado con Aritmancia y yo me estoy tomando muy en serio el estudio de las runas. Mucha gente me pregunta por el libro que llevo constantemente a todos lados. A Ernie le ha molestado que le comparara con "ese Sam, que no sé quien es pero seguro que no se parece a mí". ¿Grandote (pese a ser un hobbit), leal y experto en jardinería (herbología)? No. Es cierto. No se le parece ni en el blanco de los ojos.
Cuidado de Criaturas mágicas ha sido un fiasco. La culpa es de Malfoy, por hacerse el chulo y provocar a un hipogrifo y dejarnos a los demás cursos con las ganas de verlos. A partir de ahora sólo cuidaremos a unas criaturas fascinantes llamadas gusarajos. La que ha montado es fina. Y me da que aún traerá más cola. Por lo pronto, ya se ha pasado cuatro días en la enfermería. ¡La que armará su padre! Pobre Hagrid. No es que me caiga especialmente bien, pero no le deseo ningún mal.¿Y ahora qué hacemos con el libro? Comérnoslo no, desde luego. ¡Antes nos come él! Así que se abrían acariciándolos. Bueno saberlo.
Pociones sigue siendo igual de desagradable, pero me alegra que hubiésemos practicado en el verano algunas de las pociones de tercero. ¡Chúpate esa, Snape!
Astronomía me gusta mucho, pero sigo sin poder identificar la mayoría de las estrellas, por mucho que Ernie se empeñe en explicarme y requeteexplicármelas. Hannah está embobada con esa asignatura y no hace más que sacar conclusiones extrañas sobre todo aquél que conoce.
Herbología es nuestra clase fuerte, porque allí nos sentimos como en la sala común, pese a estar con los Gryffindors. A Granger se la nota muy cansada siempre, pero eso no impide que rinda al máximo y responda antes que Ernie. De hecho, Ernie opta por callarse y dejar que se luzca, como hacía en segundo por lo poco que recuerdo. Y es que estamos un poco moscas con Granger. Por casualidad empezamos a contrastar quiénes estaban en nuestras clases, y resulta que asiste a clases que se dan exactamente a la misma hora. Y no falta a ninguna. Sencillamente, no es posible, ¿no? ¿Existirá algún hechizo de desdoblamiento espacio-temporal? O puede desdoblarse, o aquí huele a muerto. Supongo que sólo sus amigos conocerán su secreto. Creevey no sabe nada, ya le he preguntado (y luego él me ha interrogado para saber si es que me gustaba, y me ha costado convencerle de lo contrario), pero seguro que sus amigos sí. Potter y Weasley, seguro. Vamos, no creo que les haya pasado inadvertido este hecho.
Lupin me cae bien. Es un tipo sencillo y amable que intenta que todos saquemos lo mejor que llevamos dentro. Y también lo peor, porque la experiencia con el boggart nos ha hecho descubrir cosas interesantes sobre nosotros mismos y los demás. Claro que a nadie le ha sorprendido que para mí se convirtiese en unos ojos diabólicos entre las sombras, que al decir "¡ridículo!" se han convertido en canicas y han rodado por el suelo hasta formar la ballena asesina con gafas de culo de botella que ha conjurado Ernie. Sabía yo que su obsesión por no engordar no era sana. El monstruo de Hannah era de lo más imaginativo que he visto, no obstante. Ha tenido que encargarse Lupin. No sabía que tuviese miedo de las bolas de cristal. Quizá haya tenido algún desencuentro con Trelawney. Y me ha gustado el detalle de que le diese a Hannah una segunda oportunidad. Eso sí, el monstruo convertido en peluche gigantesco contra el que ella se ha abalanzado para abrazarlo nos ha dado a todos más miedo que el propio bicho. Al final Lupin nos ha dado cinco puntos a cada uno y diez a Hannah por intentarlo dos veces. Se ha portado.
Los Gryffindors tuvieron esa misma clase por la tarde y ya es famosa por todo el colegio la historia de cómo Neville Longbottom hizo aparecer a Snape vestido con el traje de domingo de su abuela, sombrero con ave disecada incluido. Snape está que trina. Nos vamos a cagar todos los no-Slytherin. No importa: DADA compensará por todas. Nos tiene a todas las casas, menos a los favoritos de Snape, entusiasmadas. Y a mí como el que más, porque no hace más que traer bichos que los primos de Ernie nos mostraron en verano en nuestras lecciones en el bosque. ¡Voy a sacar matrícula!
Octubre llegó y con él, el Quidditch. No es que para mí suponga una gran diferencia, pero sí para otros compañeros como Cedric, a los que había empezado a dar lecciones privadas y a corregir los deberes mutuamente entre clases, desayunos, almuerzos y veladas. Apenas nos hemos puesto en serio más de cinco minutos en todo septiembre, así que Cedric me ha pedido que dediquemos un par de horas sueltas dos días a la semana para repasar materia, avanzar materia y para reforzar los TIMOS, que le tocan a nuestro prefecto este mismo año. Entre sus labores de prefecto (intensificadas por la enfermiza dependencia que muchos de primer y segundo año sienten hacia él), su labor como capitán de equipo (y la ardua tarea de revitalizar un atajo de mantas que ya de por sí contaba con cero expectativas de ganar un solo encuentro) y sus propias tareas escolares, no sé cómo no le da un síncope y empieza a destrozar muebles por toda la sala común. Yo lo hago mentalmente cada vez que intento ponerme en su lugar...
Los días se van haciendo cada vez más fríos y húmedos. Raro es el día en que no llovizna como poco. Así que un día en el que brilla un sol moribundo y apacible, y el viento no amenaza con llevarse nuestros apuntes a Irlanda, Cedric me propone ir a estudiar a las gradas de Quidditch y ya de paso observar el entrenamiento de uno de nuestros futuros rivales. No me parece casualidad que hoy le tocara entrenar a Gryffindor. Entre comentario y repaso, a Cedric no hacen más que írsele los ojillos al campo y, más concretamente, a la portería. Mis oídos, por otro lado, están hartos de los gritos histéricos de Wood, pero Cedric parece estar tomando nota mental de toda instrucción que el capitán emite a sus compañeros.
"Su primer partido es contra Slytherin, como de costumbre", me explica.
"Claro, si no no estaríamos aquí, ¿verdad?"
Cedric se sonroja.
"No, no espiaría a un rival antes de un encuentro."
"Volvamos a los múltiples usos del petróleo y el gas, anda."
"Tienes razón, Justin. Veamos, el plástico se usa para..."
"Muy bien, y también para..."
"¿De verdad tienen contenedores enormes de algo que es casi inmaterial, como la magia?"
"¡Claro! Y de sus reacciones se obtienen efectos que pueden alcanzar a un territorio del tamaño de Inglaterra", le miro, sigo a sus ojos, lo cual no es difícil, y suspiro, "Wood es un buen capitán, ¿verdad?"
"¿Bueno? Es un capitán perfecto. Se nota que es su último año y que quiere ganar la copa a toda costa. Y Potter no tiene precio como buscador", añade, algo azorado.
"Seguro que tú sabrás estar a la altura, Cedric. Por esfuerzo que no quede."
"Hay demasiadas expectativas puestas en mí, como siempre. Sólo espero no decepcionar a nad..."
"No lo harás. Con todo lo que estás haciendo por ellos, el que te reproche algo será un Slytherin de mierda."
"Por ahora sólo Smith encuentra pegas a mi entrenamiento. Tampoco insiste mucho, lo cual se agradece. Suelta la protesta y hace lo que le digo. Se le nota que quiere ganar. Ganar alguna vez."
"Ganar a uno de los grandes..."
"Ganar a Oliver Wood..."
"Señor Diggory, la bomba de hidrógeno, la bomba de hidrógeno."
"¡Ah, claro! ¡Mil perdones, profesor Finch-Fletchley!"
Tiritamos de frío cuando volvemos al calor de la sala común esa tarde. No quiero ni pensar en cómo estarán los de Gryffindor cuando terminen el entrenamiento. Por las amenazas de Wood que retumbaban por todo el campo, el muy cafre no pensaba soltarles hasta la hora de cenar. Por lo pronto nosotros nos sentamos un rato delante de la chimenea para reconfortarnos. En esto uno de segundo año grita cuando un cartel nuevo aparece en el tablón de anuncios. Cedric se acerca y empieza a leerlo en alto.
"La primera visita a Hogsmeade será a finales de octubre en Halloween. Los alumnos deberán entregar los permisos firmados al jefe de cada casa. Los alumnos de primero y de segundo deberán abstenerse de intentar infiltrarse entre los mayores. Se espera la máxima responsabilidad de todos los estudiantes y el oportuno control por parte de los prefectos."
La sala común estalla en celebraciones estilo Hufflepuff, esto es, alegría, pero descafeinada. Ernie y Hannah se sonríen: sé que estaban deseando visitar la librería y hacer algunas adquisiciones recomendadas en clase. Miro a Cedric, quien está leyendo hasta la letra pequeña del anuncio, hasta que me devuelve una mirada significativa, como preso de una idea repentina.
"Es tu primera vez, ¿verdad?"
Me quedo bloqueado hasta que tartamudeo un confuso
"Sí...claro..."
"Es que he pensado...bueno, si otros quieren también, y si vosotros queréis, que podríamos organizar un tour especial para los de tercero, para que conozcáis lo más importante y luego en las siguientes veces sepáis adónde queréis ir y adónde no. Siempre es bueno tener un guía la primera vez que se va a un sitio nuevo."
Mientras termino de sorprenderme por la propuesta, varios alumnos de cuarto, quinto y sexto aprueban la moción. Los de séptimo que hay en la sala afirman estar ya aburridos de Hogsmeade y que por tanto se abstienen. Por descontado, los alumnos de tercero y varias alumnas de todos los cursos se muestran encantados ante la perspectiva de tener a Cedric y compañía de guías durante un día.
"¡Podríamos organizar una excursión Hufflepuff completa!", propone nuestra prefecta. Las chicas palmotean. Algunos fruncen el ceño. Medio Hufflepuff en edad Hogsmeade acaba apuntándose.
Al parecer algo de lo que vaticinó Trelawney se ha hecho realidad para una Gryffindor. Mis compañeros se muestran muy escépticos, pero Hannah, que es muy supersticiosa, está muy preocupada. Creo que todavía guarda celosamente los amuletos del año anterior. El que está celoso, por cierto, es Colin Creevey. Dice que le encantaría unirse a nuestro "Comando H", como lo hemos llamado (a Cedric le impactó lo de la bomba H y las historias de guerra que le conté).
"¿Por qué no me lleváis con vosotros de infiltrado? ¡Aparento ser mayor de lo que soy!"
"Tienes razón, aparentas 10."
Colin me saca la lengua, me amenaza con su cámara, como suele hacer ahora para mosquearme, y se va.
"Al menos se quedará con su ídolo, Harry Potter", comenta Susan, quien venía de clase con nosotros cuando nos topamos con Creevey, "Hermione Granger me contó que él tampoco podrá ir. Sus tíos no le han firmado el permiso y MacGonagall también se niega a hacerlo."
"¿Desde cuándo intercambias secretitos con Granger?", bromeo yo.
"¿En una asignatura llamada Herbología, quizá?"
"Probablemente sea mejor así, con Sirius Black a la fuga", interviene Ernie, "Hogsmeade es un lugar relativamente seguro. No hay nada como Hogwarts."
La verdad es que si yo estuviera en su lugar, vería a Hogwarts como una prisión, más que un refugio. Encima con dementores a las puertas.
La ventaja de llevar a los prefectos como jefes de grupo es que pasar los controles de seguridad se hace mucho más rápido y sencillo. También influyen nuestros distintivos de casa en bufanda, abrigos y mochila. Filch apenas se molesta en revisar por encima nuestras caras mientras comprueba los nombres de la lista. Se nos nota demasiado. Un Gryffindor infiltrado llamaría muchísimo la atención. Colin igual hubiese colado.
"¿Es esa?", oigo que pregunta por lo bajo de repente Zacharías Smith a otro chico del equipo que viene con nosotros.
"Sí, esa es. No sólo es buena sino que además está muy buena, ¿verdad?"
"Nah, tiene cara de estreñida", se ríe Smith.
"Es muy bonita, sí, pero lo importante es que es muy ágil en el campo. Va a ser una dura contrincante", comenta Cedric.
"Seguro que hace trampas. Esas se las saben todas. Seducen a su rival para despistarle y hacerse ella con la snitch, ¿qué te apuestas?", contraataca Smith, "Por eso es la única chica del equipo. La necesitan estratégicamente."
"¿De quién habláis?", pregunto yo, exasperado.
"De Cho Chang", me señala prudentemente Cedric hacia atrás, hacia un corrillo de chicas que me es vagamente familiar de verlas por los pasillos y el patio, "La buscadora de Ravenclaw."
Oh, ya veo. Sí, es bastante bonita. Y lo peor: lo sabe. Y aún peor: tiene el típico corrillo de acólitas que aspiran a igualarla y a darle coba para ser como ella, algo que jamás lograrán, algo que jamás les traerá ningún beneficio, y algo que repele al instante. Míralas como se ríen. ¡Si aún no hemos salido! A veces me cuestiono la superioridad intelectual de los Ravenclaw. Sobre todo cuando babean como las que más con el prefecto de Hufflepuff.
"Pues yo sería el Hufflepuff más feliz del mundo si pudiera salir con una chica como ella", comenta otro chico de sexto.
"Demasiado joven para ti, ¿no?", le replica un compañero.
"Oh, vamos, ¡habló! Al que le gusta...", no puede terminar porque el otro le tapa la boca y le da un codazo, entre risas.
"¡Andando, chicos!", anuncia Cedric cuando nos llega el turno de salir.
Pese al frío y pese a los dementores en la puerta, nada quita al Comando-H la alegría en el cuerpo por ir al único núcleo urbano no muggle en Gran Bretaña. Se nota la ilusión en las caras de novatos y veteranos en salidas de sábado. Al principio vuelven a reprocharme que no haya querido traer la bandurria, pero es que, como les dije, yendo en un grupo tan grande, si nos sentamos a tocar y a cantar en un prado todos juntos cuales "Niños cantores de Hufflepuff", ya nos podían echar muchos sickles y knuts para compensar la vergüenza. Menos mal que se olvidan nada más llegar a la calle principal. Hannah y Susan se agarran del brazo y empiezan a pegar botes en dirección a Honeydukes. Acabamos de desayunar, pero la mayoría tiene ansias de golosinas. Únicamente Ernie no compra absolutamente nada. Después hacemos una pequeña dispersión de una hora para que cada cual pase el tiempo que quiera en cada tienda de la calle principal, previa explicación de los mayores de qué hay en cada sitio. Mientras unos van de compras a sitios concretos, otros bastantes, entre los que estamos Cedric y yo, hacemos una ruta de pasada y reconocimiento por todas las tiendas principales: Zonko (¡es fantástica! Me he dejado un buen puñado de monedas ahí, aunque no tantas como en Honeydukes), Dervish and Bangues (les he comprado un par de tonterías a Ernie y Hannah, que seguro que se lo gastan todo en libros; y he repuesto material escolar que me faltaba), la oficina de correos (llena de lechuzas), Madam Puddifoot's (la tetería donde van las parejitas o las niñas cursis, por lo que me ha dado a entender Zacharías), Las tres escobas (a donde iremos al final del día, según Cedric, para que probemos la cerveza de mantequilla) y algunas otras más pequeñas donde nadie quería comprar nada. Al cabo del rato nos hemos reunido todos delante de Honeydukes para ir juntos a ver la Casa de los gritos, la casa encantada más famosa del país. Hombre, después de haber ido a algunos parques de atracciones con mis padres, tampoco me impresiona mucho, la verdad sea dicha. Sobre todo, porque no he oído ningún grito. Los mayores nos han estado contando historias y leyendas, pero creo que son sólo eso, leyendas. Los únicos monstruos que quedan cerca son los Slytherin, que no han hecho más que reírse de la "excursión de parvulario Hufflepuff" cada vez que nos cruzábamos. La verdad es que somos más y les podemos...pero lo he propuesto y ninguno quiere. Qué pena.
Admiro la capacidad de Cedric para ignorar cualquier cosa semejante. Es que hace como si no lo oyese. Quizá tiene escucha selectiva. Aunque a Malfoy le ha dejado en el sitio con una mirada. Je, je. ¡Esa ha sido buena! Me pregunto si lo habrá asustado o lo habrá encandilado. Cedric es único. Sobre todo aguantando a las propias lapas Hufflepuff. Y el ser señalado y ser objeto de risitas y murmullos cada vez que nos cruzamos con un grupo de chicas de otras casas. A veces lamento que sólo Zacharías tenga los huevos, la necedad y la capacidad lingüística incontrolada para soltarles a las admiradoras lo que se merecen. A veces se pasa, eso sí. Otras, son las propias Hufflepuffs las que sacan el celo de gata posesiva y muestran las uñas a las rivales. Qué bonito es ir de excursión por Hogsmeade.
Lo mejor es sentarse en Las tres escobas a beber y a entrar en calor, a bromear, a reír y a hacer concursos de "verdad o trago". A algún gracioso se le ha ocurrido la feliz idea de proponer "jarra entera quien haya sido alguna vez petrificado por un basilisco". Menos mal que un compañero de su curso me ha soplado su punto débil, y con ello encima he matado cuatro moscas de un golpe. Al final acabamos cantando sin guitarra. Los Hufflepuffs prófugos que quedaban sueltos se nos han acabado uniendo, de modo que un grupo de Hufflepuffs aún más alegre y más numeroso que el que salió retoma el camino de vuelta al castillo por la tarde.
Y como si el día no hubiese sido lo suficientemente bueno, aún nos espera la suculenta cena de Halloween.
El comedor está decorado a lo grande,
como es habitual, y algunos de nosotros, los menos vergonzosos mas la mayoría de
los pocos hijos de muggles, seguimos cantando durante toda la cena, ya fuera
con la boca repleta o vacía. Ernie menea la cabeza con disgusto cuando me
atraganto con el pollo al intentar cantar una canción trabalenguas. Hasta el
fraile se une con su repertorio cuasi gregoriano, mientras nuestra prefecta,
Hannah y dos chicas de cuarto le hacen los coros. Como colofón, un hijo de
muggles de sexto empieza a dar palmadas en la mesa estilo partido de baloncesto
al ritmo de Queen, y pronto media mesa lo imitamos. Por suerte, ten las otras mesas están tan ocupados con sus cosas que no parecen
enterarse. No me importa: si para ellos no existe Hufflepuff, para
nosotros a veces sólo existe Hufflepuff y con eso nos basta.
Hoy es uno de estos días en los que me siento verdaderamente feliz de estar en esta
casa.
Veamos. Se supone que debería estar ahora mismo sobadito en mi cama; pero no, estoy durmiendo en un saco de dormir de color morado en el suelo del gran comedor, con Ernie casi roncándome en la oreja y toda la escuela a nuestro alrededor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues porque a Sirius Black no se le ha ocurrido mejor día para invadir la sala común de Gryffindor que la noche de Halloween. Han encontrado rajado (o más bien reducido a pedazos) no sé qué retrato que sirve de acceso para ellos, y a su ocupante, en un estado de agitación traumática en no sé qué mapa. ¡La que se ha armado es fina! Nos han traído a todos aquí mientras rastrean el colegio y se aseguran de que Black ya no está entre sus paredes, y han puesto de guardias (niñeras, más bien) a varios profesores y a los prefectos, con su general el delegado Percy. Pobre Cedric. Después de la paliza de hoy, no le dejan dormir. No hay galeones suficientes en el mundo para pagar a este chico como prefecto. Está bien, seré justo: ni a la prefecta tampoco, que ella también ha estado al pie del cañón todo el día (y bebiendo como la que más). Al menos tenemos un magnífico cielo estrellado ahí arriba. Hasta puedo hacerme a la idea si quiero de que hemos acabado la excursión acampando fuera. Y sin pasar frío. ¡Qué buena forma de terminar el día! No hago más que rememorarlo todo, todo, todo.
Si el año pasado era la Cámara de los Secretos, ahora nadie se quita de la boca a Sirius Black. Las más absurdas teorías se debaten acaloradamente por los pasillos y en las comidas durante toda esa semana, pero creo que se lleva la palma la de Hannah, quien se pasa toda una clase de Herbología tratando de convencer a propios y extraños de que Sirius Black es capaz de convertirse en un arbusto florido para camuflarse y entrar sin problemas en Hogwarts.
"Claro, Hannah, a nadie le parecería raro ver un arbusto moverse por los pasillos. Pasaría totalmente desapercibido", le respondo.
"¡Pero tiene que usar algún tipo de disfraz mágico! Si no, no es posible, Justin. Y en eso hasta Ernie está de acuerdo conmigo, ¿verdad?"
"Errr...absolutamente, Hannah."
"¡Y tiene que ser algo que no llame la atención dentro del recinto de Hogwarts! ¡Algo que pase por la puerta delante de las narices de los dementores!", prosigue entusiasmada, aunque la gente ya ha dejado de reírse y ni la escucha.
"¿Los dementores tienen nariz?", pregunta Seamus Finnigan, quien no deja de reírse junto a Dean Thomas.
"Burlaos, burlaos. Pero algún día se demostrará que llevo razón."
"No te preocupes, Hannah", le doy una palmada en el hombro, "Yo sí tendré cuidado con todos los arbustos extraños a partir de ahora."
"Eso, eso, que es el lugar favorito de los reptiles para esconderse", añade un compañero. No me hace gracia pero suelto una risa forzada. Me fijo en que Potter parece preocupado y no me extraña. Es su cuello el que está en juego, básicamente.
Últimamente no deja de llover y el próximo sábado es el primer partido de la temporada. Por eso los equipos no tienen más remedio que entrenar duramente bajo semejantes condiciones adversas. Los Gryffindors tienen además el bonus de la presencia de Madam Hooch para la seguridad de Potter.
Inesperadamente, sin embargo, se cancela el partido Gryffindor contra Slytherin. Con el pretexto de que su buscador aún no se ha recuperado del todo de la lesión que le produjo el hipogrifo (mentira podrida, lo que pasa es que no quieren jugar bajo la lluvia), han solicitado un aplazamiento del encuentro. ¡Así, de buenas a primeras! Cedric está un poco estresado, pero no deja que se muestre en el campo o están perdidos. La última vez que Hufflepuff jugó contra Gryffindor no duramos ni diez minutos.
"¡No hemos entrenado lo suficiente!", me dice el viernes por la noche, sentados en el sofá más alejado de la sala común, mientras la mayoría de nuestros compañeros aún están en el comedor y otros adelantan deberes en las mesas del otro lado de la sala, "¡No estamos preparados todavía para Gryffindor! ¡Quería que fuera el último partido! ¡El mejor de todos!"
"Tranquilo, capitán, sólo tenéis el equipo, el tiempo y el clima en vuestra contra."
"Para colmo los de Gryffindor no han hecho más que señalarme por el pasillo. No te hablo ya de las chicas. Aunque no dejo que me afecten, duele oír ciertos comentarios, Justin. Y encima es mi primer partido con el equipo..."
"Míralo por el lado bueno: no podéis hacerlo peor que la última vez."
"¡Eso está por ver!", susurra cuando algunos de los del equipo llegan de cenar y se acercan para sentarse con nosotros, cabizbajos y pensativos. Zacharías tiene un brillo furioso en los ojos.
"¡Maldito Malfoy! ¡Malditos Slytherins tramposos!¡Y maldita sea la lluvia!"
Fuera truena de forma sobrenatural y la que cae es tal que con suerte mañana inaugurarán el Water-Quidditch.
El resto del equipo permanece en silenciosa concentración hasta que uno a uno van cayendo y se marchan hacia sus dormitorios. Cuando Ernie termina sus deberes (no sé por qué hoy Lupin no ha podido dar clase y el malvado de Snape se ha hecho cargo y nos ha mandado una estúpida redacción para el lunes por la mañana sobre los hombres lobo, que no sé ni por dónde empezar sin mezclar la realidad mágica con la ficción cinematográfica), se acerca para preguntarme que si me voy a la cama ya. Miro a Cedric, que sigue con la cabeza y las manos apoyadas en las rodillas, en modo rezo-tapanariz y concentrado en un punto fijo en la pared.
"No, me quedaré un rato más. Buenas noches, Ernie."
Ernie se queda parado unos instantes hasta que por fin responde y se va.
Cuando el reloj de la sala común toca la medianoche, la prefecta se acerca a nosotros para llamarnos la atención sobre la hora y recordarle a Cedric que mañana tienen un partido importante y que es mejor que duerma lo suficiente. Cedric la obedece en el acto. Se levanta como un resorte, me rodea el cuello con el brazo, y me guía escaleras arriba, sin mediar ni una sola palabra más que "Buenas noches", cuando cada uno se dirige al dormitorio de su curso.
La mañana del partido el tiempo no ha mejorado ni una pizca. Zacharías no hace más que quejarse durante el desayuno sobre cómo demonios van a jugar en esas condiciones, pero Cedric le argumenta que estarán todos en las mismas. Tal es la tormenta de aire que el viento se lleva nuestros paraguas, así que decidimos pasar de ellos y dejar que la ducha natural siga su curso mientras nos buscamos una buena tribuna, y nos preparamos para gritar y animar a nuestro equipo cuando hagan la triunfal aparición en el campo desde los vestuarios. Para nuestra desazón, cuando por fin distinguimos los uniformes de color amarillo canario en la distancia, nuestras voces se ven sustancialmente ahogadas por la feroz ventisca, así que decidimos reservar nuestras gargantas para los momentos cumbre del partido.
Todos observamos con anticipación cómo los dos capitanes se acercan para el saludo habitual. Espero que Colin esté sacando buenas fotos, como ha prometido. Je, hoy somos rivales él y yo también. Con los prismáticos mágicos que me ha prestado Ernie puedo verles las caras desde aquí. Cedric sonríe a Wood mientras le estrecha la mano, sin embargo Wood permanece rígido y tenso. Oooh, ¿le tendrá miedo a nuestro capitán? ¡Y ahí está el silbato de Madam Hooch! Ha sonado un poco apagado, pero ha sonado al fin y al cabo. ¡Comienza el juego!
¿Cómo demonios pueden ver nada con esta lluvia? Hoy Potter gana dos dioptrías más como poco. Las bludgers están en su salsa: además de hacer daño, dejan como unos zorros al que alcanzan. Zacharías ha esquivado una por poco: le hemos oído refunfuñar hasta aquí. Además, deben de estarse calando hasta los huesos. Pronto doblarán su peso en agua. ¡Hey, al menos estamos durando más de diez minutos! Aún así, nos llevan 50 puntos de ventaja. Wood acaba de pedir tiempo muerto. Muerto va a acabar alguien con la amenaza de rayos que hay sobre nuestras cabezas. Un momento, ¿no es esa Granger la que corre hacia el equipo? A ver...creo que acaba de hechizar las gafas de Potter. Buena idea. ¡No, qué digo! ¡Mala, mala idea! ¡Eso que teníamos de ventaja! Bah, pronto comenzará la batalla por la snitch, lo veo venir. ¿Uh? Algo ha sobresaltado a Potter. Cudadín, cuidadín, o te la pegarás como el año pasado. ¡Ah! ¡Ahí está la snitch! ¡Cedric la ha visto primero! ¡CEDRIC LA HA VISTO PRIMERO! Maldito Wood, que le ha avisado a Potter: ¡Corre, Cedric, corre! Estamos gritando hasta quedarnos afónicos, pero merece la pena. ¡CEDRIC, GANA A POTTER, CEDRIC, POR LO QUE MÁS QUIERAS! ¡Arriba, arriba, rápido! ¡Sí, sí, SÍ! ¡LA HA COGIDO, LA HA...!
Un momento...
¿Dónde está Potter?¡Estaba ahí hace un momento! La gente empieza a gritar mientras yo busco frenéticamente con los prismáticos en el aire. Entonces me doy cuenta de que estoy mirando en la dirección equivocada. ¡Harry ha caído! ¿Por qu...? ¡Hey! ¿Qué hacen ahí todos esos dementores? No hago más que oír gritos y exclamaciones a mi alrededor bien audibles pese a la lluvia. Dumbledore sale hecho una furia para echarles. Harry está tendido en el suelo. ¡Cielos! ¿Ha caído desde esa altura? ¿Estará bien? No estará...
"Dumbledore ha ralentizado su caída. Únicamente se encuentra inconsciente, ya lo verás", me informa Ernie, y yo respiro tranquilo. Cuando Dumbledore termina de echar a los dementores y se lleva a Potter a la enfermería levitando una camilla, el público estalla en aplausos para Hufflepuff. ¡Hemos ganado al fin y al cabo! Sin poder creérnoslo todavía, comenzamos a dar saltos en las gradas.
"¡HEMOS GANADO! ¡HEMOS GANADO A GRYFFINDOR!"
Los miembros de los equipos descienden al campo y se dirigen a las duchas. Nosotros nos apresuramos en bajar para esperarlos y felicitarlos. Hay un ambiente enrarecido y se respira cierta intranquilidad por el accidente de Potter; pero todos tenemos demasiadas ganas de celebrar nuestra primera gran victoria, de modo que los ánimos están muy arriba entre los Hufflepuffs cuando marchamos de vuelta al colegio. Y aunque no dejamos de hacer conjeturas sobre las causas del accidente, como bien repite constantemente Zacharías:
"¡La victoria ha sido justa! ¡Cedric ha llegado primero! ¿Qué sentido tiene pedir que repitan el encuentro? ¡Maldito espíritu Hufflepuff!"
Aunque yo sé que Smith en el fondo admira también a Cedric por esa nobleza que le caracteriza: al parecer nuestro capitán ha ido a pedir a Wood que repitan el partido de hoy en condiciones más justas, después de consultarlo con todo nuestro equipo. Tendremos que esperar a ver qué dice Wood. La última vez que lo he visto, cuando se dirigía a sus vestuarios, tenía cara de querer suicidarse inminentemente. A ver si Cedric vuelve pronto. A ver si de verdad podemos celebrar algo o habrá que esperar aún más para cantar victoria. De repente, mi estómago se encoge al pensar en la posibilidad de que nos quiten esta dulce victoria de las manos.
"Apoyo la moción, Smith", asiento.
De regreso a la sala común a cambiarnos a ropa seca, voy caminando tranquilamente junto a Ernie y Hannah cuando noto que el cordón de un zapato se me desabrocha de golpe. Les aviso para que sigan adelante sin mí para poder atármelo, pero antes de poder agacharme siquiera, un par de brazos han tirado de mí hacia el pasillo contiguo. Cedric me indica silencio y me pide que lo acompañe. Aún tiene el pelo mojado por la ducha, y una cara más larga que la noche del 21 de diciembre. Sin rechistar, le sigo a un aula vacía, cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer a su lado en el suelo y contra la pared. Las cuatro velas encendidas de forma dispersa me muestran un aula vieja y destartalada con sillas amontonadas y un montón de calderos volcados. Cedric parece muy abatido. No hay ningún indicio de lo que debiera ser un capitán victorioso. Durante unos segundos, Cedric recupera el aliento, hasta que por fin murmura:
"Ha dicho que no"
"¿Wood?"
"Primero me ha mirado como a un insecto molesto. Luego, cuando se lo he propuesto, me ha mirado como a un bicho raro. No quiero ni pensar cómo me habría mirado si..."
"A ti te gusta Wood, ¿verdad?", tanteo echándole valor.
Cedric mira para otro lado con sonrojo. ¡Bingo! ¡Éste es de los míos!
"Y a ti te gusta Potter, ¿verdad? ¿Cómo está? ¿Sabes algo?"
"Ernie me ha dicho que Dumbledore ha logrado amortiguar su caída a tiempo. Sus amigos han ido a verle. Cuando me he encontrado con Creevey me ha dicho que al parecer ya está despierto y está bien. No se puede decir lo mismo de su fabulosa escoba, pero...no, ya no me gusta."
"¿Ernie te lo ha dicho? ¿Adónde estabas mirando tú?"
Carraspeo.
"¿Al capitán de Hufflepuff haciéndose con la snitch, quizás?"
"Al capitán de Hufflepuff robándole la snitch a un rival que había sido impedido por 100 dementores, querrás decir. Ellos lo han hecho posible, Justin. Potter me habría alcanzado antes o después."
"¿Cómo estás tan seguro? ¿Hay alguna forma de adivinar el presente que no ha sido? No, Cedric. Te la has ganado tú. Tú la viste primero. Si Wood no hubiese avisado a Potter..."
"Wood...", suspira, y a mí se me cae el alma a los pies. "Oliver Wood. Me siento como si le hubiera robado el sueño de su vida. Como si fuera la causa de todas sus miserias presentes y futuras. ¡Yo! Qué irónico. Pero no tiene sentido sentirse así. Él está enamorado del Quidditch."
"Completamente obsesionado", asiento vigorosamente.
"No piensa en otra cosa."
"Eso dicen los que le conocen. Machaca a sus jugadores porque sólo piensa en ganar."
"Éste es su último año, Justin"
"Eso ya me lo has dicho antes, Cedric."
"Y yo lo admiro desde que llegué hace 5. Es su último, el último...", vuelve a suspirar.
Apoyo una mano sobre su hombro.
"Pero no el tuyo. A ti aún te quedan muchas cosas por hacer y por celebrar."
"¿Ah sí?", me dice sin ganas.
"Claro. Para empezar, la fiesta que tendrán a estas alturas organizada en tu honor en la sala común."
Cedric levanta la vista y sonríe por fin.
" Va siendo hora de que cambien algunas cosas, ¿no crees?", me dice, ahora radiante.
"Efectivamente. Ya no somos los perdedores, Cedric. Tú no estás hecho para perder."
"Eso no es cierto, pero sí estoy hecho para afrontar la derrota con dignidad. Y aunque en lo personal haya perdido con este partido, mi casa, que es lo que cuenta, ha ganado una importante batalla. Me siento muy contento."
"¿A la fiesta?", extiendo la palma.
"¡A la fiesta!", la choca conmigo.
El recibimiento en la sala común es multitudinario. A Cedric le cae una tromba de confeti mágico mientras que yo me apresuro por apartarme. Hay abrazos, felicitaciones, cánticos de victoria, muestras de alegría discreta estilo Hufflepuff y muchos, muchos aplausos y vítores. A los miembros del equipo sólo les falta la corona de laurel allí donde se exhiben sentados en los sofás principales en círculo en el centro de la sala alrededor del brasero, mientras que los demás nos sentamos alrededor y por el suelo. Hay mucha comida y jarras de zumo de calabaza que nos han traído hasta la sala para que lo celebremos todo en la intimidad. A Cedric se le ha quedado la sonrisa permanente en la boca, y a los demás se les ha renovado al anunciarles que Gryffindor se ha negado a que les concedamos la revancha. Zacharías casi se cae del sofá del salto que ha pegado con el colectivo ¡hip hip hurra!
Entonces, ¡maldita sea!, algunos de mis compañeros recuerdan la promesa que hice hace un par de años de que si ganábamos un partido importante...argh, me miran con malicia y se callan.
"¿Qué es esa promesa?", preguntan los del equipo con visible curiosidad, concentrando sus miradas en mí.
"Dijo que si ganábamos un partido de los grandes, se comería a besos al buscador", responde un bastardotraidorvoyaecharteunamaldicióncuandoestésdurmiendoynopuedasdefenderte de mi curso.
"¡Eh, sólo dije que le besaría, no que me lo comería a besos!", miento indignado, a ver si así compenso el rubor atomatado de mi jeto.
"¿No es lo mismo?", ríe Hannah con ganas.
"¡Eso hay que verlo!", palmotea nuestra prefecta. Todas las chicas me miran con anticipación, y alternan las miradas a mi cara y a la de Cedric, quien guarda un silencio sepulcral con las cejas bien arqueadas y ( lo único que traiciona su seria compostura) una sonrisa de guasa mal disimulada. Entonces la gente se pone de acuerdo para canturrear "¡EL BESO, EL BESO, EL BESO!", y Cedric, metido de lleno en la broma, extiende los brazos desde su sillón unipersonal y pone una exagerada cara de interesante y de "Estoy esperando", mientras yo me debato entre formular un hechizo de "trágame tierra" o...
Lentamente me pongo en pie, me atuso la ropa y la túnica, sonrío, tomo carrerilla...
...y empiezo a agitarme como una loca, balanceando la cabeza de un lado a otro haciendo el paripé de que llevo coletas con las manos y luego agitando los brazos exageradamente, chillando como una animadora desbocada y tirándome en plancha sobre Cedric, antes de abrazarme a su cuello para plantarle un sonoro y prolongado beso en la mejilla entre la carcajada general y la suya propia; hasta que del impacto y del peso hacemos volcar el sillón, y él me rodea con los brazos para cubrirme antes de caer al suelo. Y allí nos quedarnos tirados cuales colillas, riéndonos como posesos, yo encima de él, y el resto de la gente retorciéndose por el suelo de la carcajada, imitándome en mi carrera triunfal, o aplaudiendo y silbando y pidiendo un bis, como hacen la prefecta y todas las chicas; Cedric no para de reír y de revolverme el pelo, y yo casi me atraganto de la risa con la cara escondida en su cuello, abrazado aún a él y con el corazón más desbocado que el Expreso de Hogwarts en hora punta el 1 de septiembre.
Sí, definitivamente presiento que este partido va a cambiar muchas cosas aquí.