¡Hufflepuff Existe!
Autor:
Tastatur
Créditos: Harry
Potter es propiedad de J.K.
Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el
mundo y, cómo no, Warner
Brothers.
Que se queden con él: ¡yo quiero
a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo.
Y se supone que un entrenamiento.
*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.
*Spoilers*: no creo...Es el verano del tercer año de Justin, ese espacio intermedio entre el libro 3 y el libro 4, justo antes de los Mundiales de Quidditch.
Capítulo 8: Un mes en el Lago Ness
Nada más llegar al albergue, dejamos caer nuestro equipaje sobre la cama desocupada más cercana y salimos corriendo al exterior para contemplar de nuevo y con más calma ese paisaje que apenas hemos podido atisbar desde el autobús Noctámbulo. Los de primer y segundo año están como locos, venga a correr de acá para allá. Desde Drumnadrochit no se puede ver el lago en toda su extensión, pero lo compensa el magnífico paisaje que lo rodea. Esto es un paraje de ensueño.
Con la brisa veraniega de las Highlands soplando amablemente
sobre mi cara, y bañado por el sol del atardecer, cierro los ojos un momento y
recuerdo cómo hemos llegado hasta aquí.
El verano comenzó con buen pie y muy buen humor. Mis padres eran conscientes de
que apenas teníamos una semana para estar juntos y procuraron, al igual que el
año anterior, hacer que cada día fuera una fiesta. Comí en mis restaurantes
favoritos, fuimos al cine un par de veces, me harté de ver la tele y de jugar a
la consola, y practiqué un nuevo repertorio para el verano. No mucho, pero
servirá para variar. Al menos en el Lago Ness sí podré escuchar mi nuevo y
flamante discman. Y olvidarme de las canciones que mi madre no hace más que
poner cuando se siente nostálgica por sus tiempos de adolescente. ¡Qué horror de
discos! Más de una vez he tenido que encerrarme en mi cuarto y poner mi música a
tope para no tener que escucharlo. ¡Y mira que mi casa es grande! Eso no lo voy a
echar de menos.
Hoy viernes 1 de julio, mis padres me han llevado a King's Cross con mi equipaje veraniego y allí nos hemos reunido todos los participantes del primer campamento Hufflepuff. Sin embargo, esta vez no hemos tomado el tren, sino que hemos fletado el autobús Noctámbulo al completo para las cerca de cincuenta personas que éramos. Aún no tenemos ninguno la edad para aparecernos, con la excepción de la profesora Sprout, claro está. Pero no es plan de que el único adulto del grupo vaya por libre y deje la expedición a cargo de nuestros prefectos, por mucho que así vaya a ser durante este mes, según ha anunciado la jefa de nuestra casa. La misión de Sprout es meramente de supervisión: aunque vaya con la casa menos revoltosa, nunca se sabe cuándo será necesaria una dosis de autoridad con plena experiencia en magia. El viaje ha sido fugaz y muy, muy agitado. Nunca había ido en el Noctámbulo y, la verdad, no es que tenga muchas ganas de repetir (por muy divertido que haya sido el bollo Hufflepuff que se ha organizado en un frenazo: me he quedado embocadillado entre Cedric y Zacharías, quien se ha agarrado a las trenzas de Hannah antes de caer, y ésta ha pegado tal berrido que casi deja sordo a uno de quinto que tenía al lado, antes de medio estrangular al rubiales). Sólo de pensar en el viaje de vuelta, se me revuelve el sándwich que he merendado. Al llegar, varios de primero y segundo, dos de mi curso y un par de los mayores, han echado hasta la cena de Nochebuena. Qué asquito. Menos mal que Sprout puede hacer magia fuera de Hogwarts, porque sino el pestazo iba a ser inconfundible hasta para los muggles que se acerquen a menos de dos kilómetros de la barrera de invisibilidad que hay alrededor del albergue. En esta ocasión, además, a los prefectos les han concedido un permiso especial para hacer uso de la magia en caso de que sea necesario, para que así puedan cuidar mejor de nosotros. Cedric está encantado con la idea y nuestra prefecta ya ha tenido que intervenir para petrificar a dos que se han puesto a pelear en el autobús.
El albergue está en un sitio llamado Drumnadrochit, en una colina cerca de un pueblecito con el mismo nombre. Es un sitio lleno de hoteles y albergues rurales para turistas muggles (y rodeado por aldeas mágicas donde menos se lo esperaría), detrás de los cuales está oculto nuestro propio albergue: para ojos muggles parece otra colina llena de vegetación, una elevación más del terreno. Para nosotros son tres enormes construcciones de madera oscura, preciosas casitas como de chocolate, bien equipadas para todas nuestras necesidades. Es un lugar idóneo para excursiones como la nuestra, aunque se pueden adaptar a todo tipo de huéspedes. Por ejemplo, si en vez de un grupo tan grande fuéramos varias familias, podrían dividirlas fácilmente en habitáculos por dentro. Sin embargo, puesto que somos un colegio, dos de las casas están destinadas exclusivamente a los dormitorios, y la tercera consiste en las cocinas, el comedor, las duchas y los aposentos de la profesora Sprout. En una de las casas dormirán los de primero y segundo año, que han venido casi al completo. En la otra, el resto de los alumnos, y aún así seguimos siendo menos que los de los otros dos cursos juntos. Es una lástima que no todos nuestros amigos se hayan apuntado, pero creo que con los que estamos lo pasaremos bien: nuestra prefecta, Cedric, Hannah, Zacharías y casi todo el equipo de Quidditch, amigos de sexto y cuarto, dos o tres compañeros de Cedric de quinto, y uno de séptimo con complejo de Peter Pan, como él dice. ¡Comando-H!
Al menos, durante el viaje de vuelta en el Expreso de Hogwarts conseguí que Ernie me prometiera que me escribiría todas las semanas. Por ahora está cumpliendo su promesa: en su última carta, que recibí anoche, jueves, me contaba que ya estaba en la casa de la playa con sus primos, dispuesto a estudiar a tope, pero también a descansar, como le recomendó Cedric. Me mandó recuerdos para Hannah, que ella recibió con mucha alegría (ya le estaba escribiendo la respuesta en el autobús, hasta que desiste por las sacudidas), y nos deseó un feliz viaje a todos. No puedo negar que le voy a echar mucho de menos este verano.
La distribución de
las habitaciones ha sido fácil: en cada cabaña hay dos grandes habitaciones, una
para las chicas y otra para los chicos. El curso da igual. La intimidad, al
carajo. Esta noche, guerra de almohadas obligada.
Más tarde...
Zacharías es un tramposo. Y a ese de quinto se la tengo ya jurada. ¿Quién ha
dicho que las almohadas no duelen?
Ay, he comido como cinco en la cena. Viajar da hambre. Ahora estoy a punto de reventar y mareado por los almohadazos. Extraño la cama y me molesta un poco el concierto de ronquidos, pero hay algo mágico -diferente tipo de magia- en dormir junto a gente con la que no estás acostumbrado. Me relaja el canto de los grillos en el exterior, mientras pienso en la excursión en barco de mañana y en si llegaremos a ver al monstruo alguno de estos días. Y como bonus, si me doy media vuelta puedo ver la cara de Cedric dormido. Felices sueños.
Los desayunos en el campamento me recuerdan al gran comedor de Hogwarts solo que en pequeñito y con las dos largas mesas llenas de Hufflepuffs nada más. Lo bueno de los internados es que los niños se acostumbran desde pequeños a dormir fuera de casa y lejos de sus padres, por lo que nadie ha extrañado su cama. Hay un revuelo sosegado pero alegre entre los pequeños, porque hoy es nuestro primer día de excursión y la vamos a realizar en barco. Es uno de estos barcos muggles que hacen un recorrido por todo el lago y donde un guía te va explicando qué ves en cada momento. Madam Sprout ha puesto un hechizo de insonorización al guía en nuestro sector, para poder explicarnos ella anécdotas más interesantes sobre cada tramo del camino. Los muggles no son conscientes, como de costumbre, de la gran cantidad de refugios y fauna mágicos que hay por los alrededores. De lo que sí van a ser conscientes es de la presencia del Comando-H en la zona, porque con esas gorritas y camisetas amarillo canario Hufflepuff que tenemos que llevar nos van a localizar desde Groenlandia, si alguno se extravía. Pero paso de la vergüenza, porque estoy muy agustito con la brisa húmeda en la cara y contemplando los destellos del sol sobre el agua. La travesía, por otra parte, es preciosa. Atravesamos todo el lago a lo largo de la orilla hasta Fort Augustus, en el extremo. Allí, tras una pausa para comer, hacemos todas las visitas obligadas en la zona, y regresamos por la tarde a tiempo para la cena. Al día siguiente, domingo, hacemos un recorrido similar pero hacia el otro extremo, Inverness, y pasamos allí el día recorriendo calles y comprando recuerdos. Para que nadie se quede extraviado, formamos grupos muy compactos. Como aun así se nos pierden cuatro chavales, hay que hacer operación de rastreo. ¡Benditas camisetas Hufflepuff!: los encontramos comiendo helado gratis a los muy mamones. El suspiro de nuestra prefecta basta para sobresaltarles, y luego los lleva de las orejas de vuelta al barco. Cuando regresamos, estamos tan cansados que apenas intercambiamos impresiones antes de ir a las duchas, a cenar y a dormir.
La primera semana la pasamos visitando las distintas poblaciones mágicas de los alrededores, que no son más grandes que aldeas, pero que ofrecen talleres muy interesantes sobre, entre otras cosas, medicina tradicional mágica, cría de especies de granja mágica y, mi favorita, música popular celta para magos. En la población más cercana a Drumnadrochit, que es donde se encuentra este taller, a mí y a un par de compañeros mayores que también saben tocar, nos enseñan a coordinarnos para crear una aurora boreal con los acordes. El resultado es tan espectacular que deja mudos a todos los Hufflepuffs. También nos enseñan a hacer brillar estrellas de acuerdo con la música y a producir el efecto de bandada de pájaros celestes, que rodean al público en formación y realizan diversas piruetas en el aire antes de estallar en una lluvia de colores. Nos advierten que sólo podemos hacer algo así por la noche y que, si es posible, esperemos a los fines de semana para ejecutar cualquiera de esos efectos, para que los muggles no llamen corriendo a la prensa y tengamos el lago lleno de curiosos con cámaras y teleobjetivos, ni salgamos en las noticias de la tarde, que bastante tienen ya cuando alguien ve o cree ver al monstruo. Estoy muy, muy, muy emocionado.
Sin embargo, dentro del albergue, por las noches, cuando el cuerpo nos lo pide, entre los tres que sabemos tocar montamos pequeñas fiestas de luces para amenizar la sobremesa y para animar a los pequeños antes de dormir. De ahí también que el domingo siguiente, por la tarde, decidimos tomarnos un día casero de descanso y montar una pequeña fiesta Hufflepuff con provisiones especiales compradas en la aldea cercana y junto a chicos graduados mayores que viven allí y que han estado colaborando con nosotros en los talleres o son los propios monitores. Tras unos pequeños ensayos por la mañana todos juntos, por la noche nos sale un Walk of Life tan brutalmente mágico, que sin querer invocamos a los espíritus de los guerreros caídos cerca del castillo cercano, el castillo de Urquhart, quienes se acaban apuntando a la fiesta y a bailar con nosotros. Casi nos morimos nosotros de la risa cuando los esqueletos empiezan a marcarse un can-can después del tercer bis. Y lo mejor, mejor, mejor es que luego se quedan con nosotros hasta bien entrada la noche contándonos grandes batallas (y batallitas personales) que tuvieron lugar por la zona, así como la historia del castillo y de sus habitantes. ¡Alucinante! Antes de irse, nos prometen salir a recibirnos de extranjis cuando visitemos el castillo. Y, sin que lo oiga Sprout: que si cualquier noche acudimos a Urquhart pasada la medianoche nos montarán una fiesta fantasmagórica especial. Cedric rehusa amablemente, pese a la ilusión que traicionan sus ojos. Zacharías gruñe y resopla exageradamente y empieza a organizar la revuelta popular junto al resto del equipo de quidditch.. Hannah vacila. La prefecta asiente con convicción a la sentencia de Cedric. Y yo empiezo a pensar en formas de convencerles de que TENEMOS que vivir algo así.
Sobre todo después de visitar Urquhart. Qué preciosidad de castillo ruinoso y cochambroso. Qué vistas. Cuánta historia allí caída. El encanto del interior lo proporcionan más los espíritus que otra cosa: nadie mejor que los espíritus como guías: contradicen, insultan y amplían con creces al insulso guía muggle del lugar. Decidido: ¡tenemos que volver!
Después de Urquhart, todos los castillos y ruinas que hemos visto y que vemos por los alrededores del Lago Ness nos parecen sosos. Y la segunda semana termina entre más visitas y talleres. Por supuesto, también participamos en talleres de pueblos muggles. Hacemos panes y bollos con esas manitas, con nuestras manitas, cuidamos de animales de granja muggle y trabajamos en varias huertas e invernaderos tradicionales. Sobra decir que los hijos de muggles tenemos un trabajo extra como intérpretes y nos toca andar de un sitio a otro constantemente para evitar que alguno de nuestros compañeros ponga en peligro nuestra identidad, meta la pata hasta el fondo o, simplemente, se pierda colosalmente entre las explicaciones sobre elementos básicos y cotidianos de la vida muggle, pese a la ambientación tradicional de los talleres. Se supone que los mayores están allí para vigilar, pero al fin y al cabo son sólo niños grandes:
"Chssst, Justin,
Justin", me llama Zacharías, "¿Qué demonios es Bricomanía?
Se supone que debemos seguir el método estándar para hacer una casita para
pájaros, y ha dicho no sé qué que aprendió allí el monitor"
"Es un programa de la tele. Lo siento, Zach, os ha tocado el aficionado
obsesivo en vuestra mesa."
"¿Quién es Beckham, Justin?", me pregunta Cedric poco
después.
"Un futbolista que dicen que es bastante prometedor, aunque no sé, el Manchester
lo ha traspasado al North End con la excusa de que aún tiene que formarse más...ejem...¿por
qué lo preguntas? "
"Porque nuestra monitora me ha dicho...", se sonroja, y añade en un
susurro, "...que le parezco más guapo que Beckham y que no sé qué chico de
la calle de atrás"
"¡Huye, Cedric! Te ha tocado la asaltacunas", le comenta un
compañero de quinto, a su lado.
Por suerte, no coincidimos con ningún grupo escolar muggle hasta el sábado. El choque cultural es tan grande, que Sprout tiene que practicar hasta siete hechizos de desmemorización cuando a uno de primero se le va la lengua con el quidditch, dos de segundo se enzarzan en una acalorada discusión sobre las características de los kelpies que han leído en el libro sobre Criaturas fantásticas y dónde encontrarlas, y el de séptimo con complejo de Peter Pan invita a la Wendy de la monitora en practicas de los chavales a ir con él volando hasta Hogwarts para enseñárselo algún día. La jefa de nuestra casa los castiga a todos ellos sin postre para toda la semana siguiente. Al de séptimo lo hace dormir con los pequeños, para que aprenda a no comportarse como ellos. Y yo me pregunto, ¿Sprout está loca, ciega o se hace la tonta? ¡Es como meter al zorro en el corral!
Ese domingo nos lo volvemos a tomar con calma. Dormimos mucho, holgazaneamos aún más, y nos pasamos el día comentando el inminente Mundial de Quidditch que tendrá lugar en agosto. Aprovechamos para comentar la victoria de Brasil en los Mundiales de fútbol que acaban de terminar en el mundo muggle, pero a nadie parece interesarle mucho el fútbol, de modo que la minoría futbolera, airada, sacamos un par de bandurrias y empezamos a tocar el himno de la Eurocopa y a tirarles balones fantasma. Qué se fastidien.
Por la noche me salgo
un rato solo a escuchar mi discman, a disfrutar el paisaje nocturno y a soñar
despierto.
Sueño que viene alguien y me hace compañía, pero la realidad es que
casi todos
se han ido ya a dormir, y nuestro capitán está ayudando a dejar el albergue
despejado y a planificar la siguiente semana con Sprout y la prefecta. Cuando
regreso, él aún no se ha acostado. Al día siguiente me cuenta que salió a tomar
el aire solo antes de dormir. Ahogo mis maldiciones en la leche con cereales del
desayuno. .
El lunes lo pasamos
haciendo turismo. Sprout se empeña en elegir ese día porque al parecer hay
más sitios cerrados a los muggles y podemos campar a nuestras anchas (y evitar
incidentes vergonzosos). El martes y el miércoles se pone a llover de tal
manera que no podemos salir. Pasamos el día en el albergue contando historias,
cantando canciones y repasando cosas para el curso que viene (¡horror, horror y
más horror! ¡qué deje de llover!) por grupos. Al menos Sprout se porta y el
resto de la semana, pese a los ineludibles talleres mágicos o muggles, según el
día, de por la mañana, nos deja a los mayores que campemos a nuestras anchas por
la tarde. Los mayores en edad Hogsmeade, claro. Los menores de quinto,
obligadamente con uno al menos de quinto: Cedric es mi hombre. Lástima que
tantos opinen lo mismo. El sábado volvemos a Inverness para recorrer la ciudad
con mas calma y nos hinchamos a helados. Hannah y Zacharías hacen una
competición de glotonería, robándose incluso cucharadas enteras
el uno al otro. Ver para creer.
Gracias a un chico del equipo, previsor él, la escena ha quedado inmortalizada
en fotografía animada. También nos hemos hartado de mirar tiendas de recuerdos
para llevar a la familia. Qué lata, pero qué lata, ¿eh? Y es que si no lo
haces, se sienten olvidados. Además, para mí es más difícil que para casi
todos mis compañeros, puesto que no hay NADA que pueda comprar que sorprenda a
mis padres MUGGLES. No es justo.
"¿Preferirías tener que regalarle a mi padre, que nunca está realmente
satisfecho con nada? Vamos, Cedric, tú tienes mejor gusto que esto. Hay que ser
práctico en la vida", me comenta por lo bajo, imitando el tono de voz de
Amos Diggory, dejando la reproducción de Urquhart que tenía entre manos.
Desde luego, ninguna reproducción de un "supuesto monstruo" le va a
interesar tampoco a alguien que trabaja en el Departamento de Regulación de Criaturas
Mágicas del Ministerio. Cedric a menudo nos cuenta anécdotas o historias que
ha oído de boca de su padre. Las del Lago Ness y los muggles obsesionados son
de las mejorcitas.
El mismo sábado por la noche convencemos a Cedric y a la prefecta para hacer una escapada a Urquhart por la noche. Sin embargo, como parte del acuerdo tenemos que informar a Sprout, quien accede muy a regañadientes. Eso sí: ¡merece la pena! Con ayuda de gente de Drumnadrochit, crean un hechizo ilusorio alrededor del castillo para que podamos bailar a gusto alrededor de una fogata enorme. Al final, no sólo se apunta todo el campamento Hufflepuff, sino montones de niños y gente joven de todas las aldeas cercanas, que no quieren perderse el famoso baile de las calaveras (los esqueletos van lanzándoselas de uno a otro mientras vivos y muertos bailan entrelazándose alrededor de la inmensa hoguera), ni el colofón del final de la muerte, en el que la fogata se vuelve azul, los espíritus forman uno muy grande que se eleva hasta el cielo, simulando la ascensión del gran dios de la muerte a los reinos celestiales. La lluvia de ascuas heladas azules sobre nuestras cabezas mientras la música de tambores y gaitas mágicas llegan al summun del ritmo trepidante, ponen punto y final a una noche repleta de risas, bailes, zumo de calabaza y delicias culinarias de todas las aldeas con las que estamos en contacto permanente. No es de extrañar que luego ninguno de los mayores pegue ojo en su habitación. Las chicas se nos acoplan y empezamos una guerra de almohadas, cánticos apagados y risas hasta doler la tripa, que nos mantiene como búhos hasta el amanecer. Un amanecer increíble de nubes rosas que van volviéndose violetas y luego cada vez más negras, hasta ahogar el sol y la luz y dar lugar a una de las tormentas más brutales que recordaré jamás. Al menos, el domingo lo podemos pasar durmiendo, ajenos a los truenos, los relámpagos y la madera ominosa que tiembla sobre nuestras cabezas.
El lunes sigue
lloviendo mucho. Vaya un día más rollo.
El martes, algún cretino muggle cree que ha visto los cuernos del bicho gigante
que se supone que merodea las aguas tranquilas del lago, de modo que tenemos
todas las orillas repletas de cámaras, campamentos de reporteros y aficionados
entusiastas. Pasamos el día en los talleres mágicos para evitar ser
interrogados en alguno muggle.
Quizá por la tormenta, o porque el verano ya está avanzando con firmeza, las noches desde el martes se vuelven tan claras y tan llenas de estrellas, que no podemos por menos que añadir talleres de astronomía nocturnos a nuestro programa de actividades. La verdad es que los tomamos con ganas, puesto que a nadie se le escapa que nos quedan un par de días como quien dice. No me hago a la idea de abandonar este micromundo que hemos formado en tan poco tiempo.
La noche del viernes,
después de la clase magistral que nos da un voluntario de Drumnadrochit, nos
quedamos unos cuantos por ahí tirados, en la misma colina de siempre, contemplando
el cielo embobados mientras Sprout se lleva al resto a dormir. La prefecta no
tiene más remedio que acompañarla, pero Cedric se queda.
"Le he pedido como favor especial que se ocupe ella esta noche", me
explica. Estamos tumbados uno junto al otro, sin ninguna gana de mover un pie.
Cerca oímos el debate a gritos de los del equipo sobre no sé qué de la
selección Búlgara, que al parecer tiene un jugador muy joven y muy fuerte en
sus filas. Oigo a Hannah reírse cuando alguien se burla de las posibilidades de
Zacharías de imitarle algún día para la selección de nuestro país. Dos
chicas llegan aún más lejos y comentan algo que, aunque no lo oigo, imagino
que no ha sido nada agradable para el rubiales, porque sale detrás de ellas a
perseguirlas hasta el albergue corriendo como posesos. Hannah y otro de sexto
salen detrás con las cosas que se ha olvidado Smith, y vemos que el resto de la
gente se dispersa colina abajo. Me da que pretenden darse un chapuzón nocturno,
porque llevan bolsas grandes con lo que imagino que serán toallas. ¡Pues les
espera un buen paseo de ida y vuelta!
"Luego tendré que ir a buscarles para asegurarme de que no se han
ahogado, ¿qué te juegas?", suspira Cedric, quien parece seguir mi misma
corriente de pensamiento. Llevamos un buen rato sin hablar, así que me
sobresalta oír de repente su voz, aunque soy más consciente de lo que me
gustaría, de que nos hemos quedado completamente solos.
"Parece increíble que nos quede sólo un día, ¿verdad?", comento
sin dejar de mirar al cielo. Cedric no responde."Al menos a ti te quedan
los Mundiales de Quidditch. Qué suerte que tu padre haya conseguido entradas.
Deben de haberle costado un ojo de la cara." Espero un asentimiento de
Cedric que no llega,
así que continúo, "A ver qué se les ha ocurrido este año a mis padres
para agosto. A saber dónde me hacen ir. La verdad es que preferiría estar un
tiempo en casa, tranquilo. La verdad de verdad es que me gustaría quedarme
aquí otro mes con vosotros". Me está latiendo el corazón con tanta
fuerza que, o hablo, o me va a dar algo. Necesito que Cedric hable YA.
"Oye, Justin"
"¿Sí?", giro la cabeza para mirarle.
¡Qué serio está!
De pronto tengo
el corazón en la garganta.
"¿Nos vamos a Urquhart?", me dice.
"¿Ahora?"
"Esta noche. Me gustaría pasarla allí"
"Pero..."
Cedric, cuando me miras así, no puedo negarte ni mi alma en las próximas
cuatro reencarnaciones.
"¿Y Sprout? ¿Y nuestros compañeros?", sonrío con la ilusión
pintada en mayúsculas en mi cara.
"Antes de salir he dejado las camas preparadas con almohadas para que
parezca que estamos durmiendo. Si alguien es tan curioso como para abrir las
sábanas, espero que tenga la suficiente cordura como para no dar la voz de
alarma"
"Qué premeditación"
Qué nocturnidad y qué alevosía.
"También... he avisado a los demás por si quieren apuntarse luego."
"¿A quiénes?"
"Ya sabes...a los demás."
"¿Y qué han dicho?"
Que tienen un pasaje para Groenlandia y no podrán estar aquí esta noche, ¡porfavorporfavorporfavor!
"Que ya verían, que están un poco hartos del castillo ya. Que prefieren
hacer otras cosas la última noche."
"¿Has quedado con los espíritus?"
"Justin...había pensado en una velada tranquila...la noche, las estrellas,
el Lago y las ruinas"
Aquí es donde Justin se convierte en una masa informe de babas derretidas que
se expanden sobre la hierba y buscan fusionarse con el Lago. Pero no, aún
quiero salvar mi dignidad masculina un poco más, así que me yergo, me pongo
boca abajo con los codos apoyados cerca de su brazo y la barbilla sobre su codo,
y sonrío, acercando mi mochila.
"Zumo de calabaza, sandwiches y dos chocolatinas Raider Big Size, las últimas de mi
reserva", recuento orgulloso.
"¿Conque tú...?"
"Tenía una sugerencia similar, sí"
"¿A Urquhart?", apoya su mano sobre mis rizos, con cara de
pícaro.
"¡A URQUHART!", exclamo levantando los brazos en el aire. Al ser mi
único apoyo, me caigo definitivamente encima de Cedric. Él me agarra a tiempo
y me ayuda a levantarme. Charlando animadamente ya, como dos buenos amigos, nos
alejamos de Drumnadrochit colina abajo.
"Recuérdame por qué
no habíamos podido tener una charla a solas hasta ahora, capitán"
"Porque estás muy solicitado, maestro bardo"
"Habló la niñera"
"No es culpa mía", protesta.
"No saben hacer nada sin ti."
"¿Te puedes creer que anoche Sprout me llamó para que decidiera si los elfos
debían ponernos croissants o bizcochos con el desayuno de hoy?"
"Increíble", me encojo de hombros. He sido testigo de escenas aún más
tontas. Lo peor es que siempre tenemos que ir con tanta gente alrededor.
"Si intentas
escaparte, te persiguen. La dependencia de Hufflepuff contigo, Cedric, es casi
enfermiza. Esto me recuerda al curso antepasado, cuando el monstruo andaba suelto en Hogwarts"
"Hombre, da la casualidad de que por aquí cerca ronda también un monstruo,
Justin. Acuérdate el día que intentamos ir a nadar. El primero y el último."
"Al menor roce de algo en el agua, ya teníamos a uno chillando."
"De los de primero me lo esperaba, pero el numerito que montó Hannah...", Cedric
menea la cabeza con incredulidad.
"Zacharías la estuvo martirizando durante dos días con las burlas", y yo no
puedo evitar reírme al recordarlo.
"Esto nos pasa por apuntarnos a un campamento"
"Sí, habría sido mejor una posada", asiente Cedric
Casi me tropiezo con una roca.
"¿Qué?"
"Aunque sólo fuera por las noches, me habría gustado tener más libertad.
Alejarme de allí", suspira y luego sonríe, "Es una pena que no vengas a los
Mundiales"
"Costaba un ojo de la cara. ¿Y qué pintan
mis padres allí?"
"Tus padres pueden permitírselo de sobra, Justin", musita lánguidamente. Ese
comentario me toca una fibra sensible.
"Oye, que tampoco somos unos Rockefeller..."
"Lo que quiero decir es que...maldita sea, Justin, agosto es pasado mañana"
Lo miro con extrañeza.
"Va a ser un gran
acontecimiento, sí. Pero vi gran parte de los mundiales de fútbol
y con eso me quedé a gusto."
"Cuando habláis de
fútbol y de jugadores los demás no nos enteramos de nada"
"¡Venga ya, tampoco
hablamos tanto!"
"Eso me recuerda que aún me queda mucho que aprender sobre los muggles.
¿Podré contar contigo también este año?", sonríe con cierto apuro.
"Je, je, ya sabes que me
tienes a tu enteeeeera disposición", le devuelvo la sonrisa, pero elevada
al cubo.
Me gustaría decir que llegamos a Urquhart, nos tiramos en la
hierba que desciende desde el castillo al río y que pasamos la noche contando
estrellas y fabricando sueños despiertos, pero la jarra de la lechera se me
rompe exactamente siete minutos y medio después de echar a andar: Hannah, la prefecta, Zacharías y
dos compañeros del equipo vienen corriendo detrás de nosotros para informarnos
de que un grupo de primer año se ha escapado y nadie sabe dónde están.
"Algunos de sus amigos han hablado de que tenían un plan secreto para esta última
noche", explica la prefecta entre resuellos. "Nos ha costado un rato de interrogatorio y
amenazas innobles el que nos lo contaran alegremente, pero como no han
participado en los planes del grupo, no saben a dónde exactamente pensaban ir"
"Toca dividirse, chicos", comenta uno de sexto, "Me parece que escucharon a
estos hablar de la zambullida nocturna, así que la prefecta y yo iremos a echar
un vistazo a lo largo de la orilla"
"Así de paso me traigo a dichos zambullidos, porque no sé de dónde se han sacado
el permiso para practicar deportes de riesgo la víspera de nuestro regreso",
explica ella, visiblemente alterada, "Cedric, ¿no te importa echar un vistazo en
Urquhart? Tengo el presentimiento de que algunos podrían haber querido también
repetir la experiencia con los espíritus"
"Cómo no", sonríe Cedric mecánicamente. Acto seguido me mira de reojo y noto cómo ahoga un suspiro. Está
conteniendo el aire para no maldecir en alto.
"Os acompañamos", se ofrece Hannah muy alegre.
"¿OS?", salta Zacharías. "Perdona, bonita, pero yo me iba a acostar ya.
No sé ni por qué estoy aquí", farfulla, mirándola de
reojo."
"¡Es la última noche! No me digas que no quieres participar en una operación de
rescate"
"¡Claro que sí!", aplaude, y empieza a gritar; "¡Por favor, que alguien me
rescateee!"
"Siendo tú, ni Supercoco se va a molestar", musito yo, pero Hannah se ha
adelantado ya a pegarle un capón. Zacharías le tira de las trenzas y hace un
amago de ahogarla con ellas. Hannah empieza a pegarle mamporros y a buscarle
sinónimos de la familia porcina. Nada que no ocurra a diario desde que estamos
aquí.
"Entonces yo voy con la prefecta", apunta el otro compañero, "Quiero
estar ahí cuando estalle. Ella tiene permiso para usar magia. Je je".
Así pues, los cuatro retomamos la marcha colina abajo. Zacharías y Hannah siguen peleándose. La varita tiembla en la mano de Cedric. Uy qué peligro...
Durante casi media hora nos mantenemos ojo avizor, oteando en la
oscuridad a un lado y a otro en busca de movimiento. Los fugitivos han acabado
la lección de Astronomía a la misma hora que nosotros, así que no pueden
llevarnos mucha ventaja. Hannah aprovecha un tramo de descenso dificultoso para
meterse entre Cedric y yo y agarrarnos a cada uno de un brazo. No parece tener
intención de soltarse muy pronto. Sus trenzas ondean con la brisa nocturna y el
ligero trote que llevamos. Se la ve muy, muy, muy feliz. Eso me reconforta un
poco. Pero ni los ruidos nocturnos acallan las quejas de Smith. Zacharías no
hace más que quejarse y meterse con éste y aquél de primero, y no sé quién que
es cabecilla de los de segundo, que no tiene más que pájaros en la cabeza.
Cedric se mantiene en silencio todo el rato, guiándonos de vez en cuando. Por
las miradas que echa a Zacharías, creo que no soy el único que está pensando en
estrangularle y echar sus restos al lago como alimento para el monstruo. Perdón,
veneno para el monstruo.
Cuando
por fin alcanzamos una orilla, nos damos cuenta de la locura que supone bañarse
en esas aguas a estas horas. A no mucha distancia escuchamos los gritos de la
prefecta, que debe de haber dado con los bañistas. Bueno, en cualquier caso, a
nosotros nos toca inspeccionar el castillo; así que seguimos
caminando con paso resuelto, pero tranquilo, cuando, de repente, una bengala mágica
disparada con varita hace saltar la alarma. Los cuatro nos apresuramos en llegar
al lugar del que procede la luz, que se repite hasta cinco veces hasta que
llegamos.
La prefecta parece muy aliviada de ver a Cedric, y apenas balbucea una explicación coherente antes de señalar con grandes aspavientos a una formación rocosa a poca distancia de la orilla desde la cual se escuchan ahora claramente gritos de socorro. Berzotas es la palabra más suave que se me ocurre para los lechuguinos de primero a los que se les ha ocurrido la brillante idea. Y espérate porque se comenta que hay dos de cuarto con ellos. Me imagino cómo ha surgido todo, entonces. Estos estúpidos retos de hombría prematura...
"¿Qué hacemos, Cedric,
qué hacemos?", se exaspera la prefecta. ¿Cuántas veces habré oído esa misma
frase este mes?
A su lado, los demás agitan los brazos y
piden calma a gritos.
Yo no entiendo aún cuál es el problema.
"¿A qué viene todo este número? ¿Por qué no vuelven nadando al igual que han
llegado hasta allí?"
"El monstruo, Justin. Merodea esta zona a estas horas, nos lo dijeron en
la aldea", responde uno de quinto entre jadeos, que acaba de llegar a nado,
"Nos hemos acordado tarde. Cuando hemos visto asomar sus escamas por el agua,
casi nos da un infarto. Yo estaba a medio camino y me ha dado tiempo a volver,
pero he pasado un miedo terrible cuando algo me ha rozado la pierna."
Ya estamos con las paranoias.
"¿Seguro que lo habéis visto? Mira que como sea un pez nos vamos a reír hasta el
día de la graduación del último mico que está en la roca"
"Hay que actuar rápido", habla Cedric por fin, tomando el mando de la
situación con esas cuatro palabras y su aura suprema. Tras calmar a la prefecta lo
suficiente para que deje de quejarse con su soso-rap de "losabíalosabía" y le escuche, le
propone un plan combinado entre ambos y varias ramas cercanas que hacen partir a
los demás compañeros. Quieren construir un puente provisional entre las rocas y
la orilla con magia. No sé cómo van a hacer que un montón de ramas y hojas hagan
el apaño.
"¿No sería más fácil levitar a cada uno hasta aquí?"
"¿Nos ves con fuerzas como para levitar a una persona, Justin?", brama la
prefecta, y yo cierro el pico.
Entonces, sin previo
aviso, la cabeza de la serpiente marina más grande que haya visto en la tele y
en la realidad (siendo consciente, porque el basilisco no cuenta), y también la
más famosa (bautizada como Nessie) aparece
delante de nosotros con actitud amenazadora. No sé si emite algún sonido porque
todos empezamos a gritar a la vez, unos para desahogarse y otros para ordenar
diferentes tipos de acciones, la mayoría de las cuales incluyen un "AAAAAAAAH,
CEDRIC HAZ ALGOOOOOO". Armado con su mísera varita y sus conocimientos de quinto
curso, Cedric se queda sólo ante el monstruo (porque los demás le han dejado
solo, claro, ¡lo han empujado hasta dejarlos frente a frente!). En un arrebato
de determinación, salgo corriendo hacia él y luego intento arrastrarlo hasta una
distancia segura, pero Cedric se niega a moverse y sigue su duelo personal de
miradas con el abominable reptil. Las piernas le tiemblan y la varita parece
estar buscando agua en el desierto. El monstruo gira la cabeza con curiosidad,
y no se mueve. La mitad del cuerpo permanece bajo el agua y tiene dos patas
con las que se aferra al suelo. Todo su cuerpo está cubierto de escamas, pero tampoco se
puede distinguir mucho más con la débil luz de la luna. Me empiezan a entrar
reminiscencias de la peli de King Kong y me entra un instinto feroz a llevarme a
Cedric de allí en brazos. Si pudiera cargarlo en brazos, claro.
"¡Vámonos, Cedric!", le urjo.
"No podemos, Justin. Tenemos que distraerle para que ellos puedan volver. Aléjate tú."
Pero no me muevo del
sitio. No quiero dejarle solo. Por el rabillo del ojo veo a la prefecta hacerle
señales de emergencia a los varados en las rocas para que se apresuren a nadar
hacia la orilla.
Cedric se mueve poco a poco hacia el lado contrario, llevándose consigo la
mirada del monstruo. Éste, sin previo aviso, alza una de sus patas para agarrar
a Cedric, quien lo esquiva hábilmente. El monstruo protesta, pero a mí me da que
está jugando con él más que intentando cazarlo. El capitán parece haberse dado
cuenta también. La siguiente vez que el enorme bicho agacha la cabeza, Cedric se
sube sobre su lomo y se agarra bien fuerte a las escamas de su largo cuello. Noto que sigue
intentando sin éxito hechizos de estupefacción, pero no parecen conseguir ningún
resultado. Entonces el monstruo empieza a retirarse hacia el agua, agitándose
frenéticamente para quitarse a Cedric de encima, y a mí me faltan segundos para
agarrarme a la pierna de Cedric y tirar de él. El monstruo me arrastra hasta el
borde del terreno, pero no me suelto ni aunque sé que Cedric me está gritando
que lo haga. Durante un agónico
instante soy consciente de que me voy a escogorciar
inexorablemente. Sin embargo, antes de entrar en
contacto con el agua, noto cómo es Cedric el que tira de mí hasta colocarme
delante de él, gritarme un "¡AGÁRRATE FUERTE!" y cubrirme con su cuerpo y contra
la superficie escamosa, amortiguada por mi mochila, antes de sumergirnos
por completo.
Los gritos de nuestros compañeros quedan ahogados.
El mundo empieza a dar vueltas bajo el agua.
Cedric no me suelta. No me suelta.
¡Al fin emergemos! Por un momento, respirar parece tan importante que si acaso hemos salido en otro lago diferente no le vamos a dar importancia inmediatamente. "¿Estás bien, Justin, estás bien?", tose Cedric, pero mi respuesta queda ahogada por una nueva zambullida: el monstruo sigue jugando con nosotros. Hay un nuevo periodo de desconcierto, algas y mucha, mucha agua. Hasta que de pronto mi cabeza queda aislada del entorno y empiezo a apreciar las maravillas del fondo del lago con oxígeno en mis pulmones. Sin poder creérmelo todavía, levanto la mano para tocar la esfera que hay ahora alrededor de mi cabeza. Miro atrás y veo que Cedric nos ha aplicado el mismo hechizo a ambos, porque sonríe y forma palabras con los labios, ligeramente distorsionados detrás de las pantallas. Me dice que me de la vuelta y mire al frente. Y entonces noto cómo me agarra con más fuerza, apoyando su cabeza sobre mi hombro mientras ambos nos inclinamos aún más sobre el monstruo en su travesía subacuática. Durante un buen rato no vuelve a emerger, y cuando lo hace, somos incapaces de distinguir dónde demonios estamos. Las pocas luces a lo lejos, en la orilla, no son ningún indicativo. Cuando Cedric localiza por fin un punto de referencia en el cielo, empieza a emitir una luz con su varita para intentar guiar al monstruo por el agua. Siguiendo la misma dirección, logramos llegar a un tramo reconocible, y de ahí, la siguiente vez que se sumerge lo hace llevarnos a una cala cercana a un castillo muy familiar. Sin embargo, el hechizo de escafandra termina sin previo aviso a una distancia considerable de la orilla. Del sobresalto, Cedric baja la varita y el monstruo sigue el señuelo...
...al fondo del agua. La nueva zambullida es tan repentina y tan brusca, que nos vemos cegados de golpe por la fuerza del agua. Cedric intenta mantenernos agarrados al monstruo y enfocar de nuevo la varita hacia el exterior para que el monstruo cambie de rumbo, pero su brazo no puede aguantar la presión y acaba guardando la varita para no perderla. No puedo ver nada, sólo sentir la turbulencia de lo que ocurre a mi alrededor. El monstruo parece desconcertado por la pérdida de la luz tan preciada y no hace más que girar a un lado y a otro bajo el agua. Empiezo a marearme por la falta de oxígeno. Empiezo a agitarme. Me estoy poniendo muy, muy nervioso. Al fin Cedric tira de mí para que nos desprendamos de Nessie y echemos a nadar en otra dirección, si no queremos acabar en el fondo del lago. Imagino que a estas alturas ni él está en condiciones de realizar otro hechizo de escafandra. Me estoy ahogando, literalmente. Cedric sigue tirando de mí mientras nadamos. Estoy muy cansado y me siento cada vez peor. Nos cuesta nadar. El agua sigue agitada. Ah, al fin se calma un poco. ¡NO! El monstruo ha dado un coletazo brutal de frustración. Eso nos impulsa lejos de él, al menos. Me ahogo, de verdad. Necesito aire, ¡aire! Pero sólo hay oscuridad. ¡Estamos nadando a ciegas! Cedric se aferra ahora a mí con todas sus fuerzas e intenta sacarnos a ambos, porque a mí me han abandonado las fuerzas y apenas puedo mover las piernas. Me encuentro muy malito. ¡AIREEE!
Me despierto con una sensación horrible de entumecimiento, humedad y mareo. No sé ni dónde estoy. Y tengo un peso muerto a mi lado.
"¡CEDRIC!", me incorporo con rapidez y le tomo el pulso, "¡CEDRIC, CEDRIC, VAMOS, HOMBRE! ¡Si un inútil como yo ha salido a flote no te me ahogues tú, capitán!", le aprieto el pecho una y otra vez. No escupe agua. Tendré que...Vamos Justin, no es momento de puritanismos. Le sujeto la nariz con una mano, respiro hondo y...
"AAH, Justin, que estaba inconsciente, no muerto", tose Cedric, incorporándose de golpe. Se frota los ojos, se aparta el pelo empapado de la cara y mira a nuestro alrededor con igual desconcierto que yo. "Al menos hemos llegado donde queríamos. Y no me puedo creer que hayas mantenido la mochila contigo todo este tiempo".
"Pues imagínate cómo estará todo", suspiro, examinando el contenido, volcando la mochila y vertiendo el agua fuera: "Sopa de Raider"
"¿Qué ibas a hacer hace un momento? ¿Por qué me has tapado la nariz?", sonríe con curiosidad.
"Eeeeh...un método
muggle de reanimación"
"¿En qué consiste?"
"Eeeeh...es la coordinación de un movimiento pectoral, con una succión oral para expulsar el agua. Por eso te he tapado la nariz, para que el agua saliese por la boca"
"¿Succión?", las cejas de Cedric tocan techo facial.
"¿Cómo has localizado Urquhart en la distancia?"
"Con un hechizo, Justin. Lo enseñan en Hogwarts. ¿Succión?"
"¿Y cómo has conseguido que respirásemos bajo el agua?"
"Lo leí en un libro", se exaspera, "¿Succión?
"¿Qué es eso?", señalo.
"¡Deja de cambiarme de tema!"
"No, Cedric, ¿qué es eso que viene...?"
Dejando detrás de sí una
cascada inmensa, el monstruo del Lago Ness hace de nuevo su aparición estelar en
la pequeña bahía en la que hemos naufragado junto al castillo. Se
detiene a apenas
unos centímetros de nosotros, mirándonos con curiosidad y luego se deja
caer con la mitad del cuerpo fuera y la otra mitad dentro del agua.
Algo en su mirada inspira a Cedric a acariciarle la cabeza y yo decido imitarle.
El monstruo cierra los ojos de placer. Esto no me está pasando a mí. Me echo a
reír.
"Cedric, ¡te has ligado al Monstruo del Lago Ness! Nessie, éste es Cedric; Cedric,
Nessie. Ahora es cuando os dejo a solas"
Y me vuelvo a caer al
suelo, de la risa.
"No tiene gracia", se sienta Cedric a mi lado, resoplando y tiritando.
Demonios, ¡qué frío hace!
"No podemos quedarnos aquí, Cedric. Nos congelaremos"
"Tienes razón. Busquemos refugio en Urquhart. ¡Hasta la vista, Nessie!"
Con violentos escalofríos y los dientes castañeteando, nos ponemos en pie y echamos a andar hacia el castillo. Según Cedric, entre las ruinas encontraremos un lugar resguardado de la rasca de la madrugada. Aunque no sé a dónde se ha ido la madrugada ni cuánto llevábamos inconscientes, porque las primeras luces del día asoman ya en la distancia, en la otra orilla.
No tenemos que buscar mucho para encontrar un tramo de colina entre las ruinas donde sentarnos contra la pared del castillo, de cara al Lago. El cielo palidece por momentos y nosotros estamos al borde del desmayo. Mientras Cedric intenta sin éxito hacer un hechizo para calentarnos con una varita mojada y sus mermadas fuerzas, me apresuro a sacar el zumo y los Raider para recuperarnos calóricamente. Los devoramos apresuradamente y luego nos sentamos muy juntos echándonos por encima la ridícula manta que había traído en la mochila para tumbarnos sobre la hierba en la clase de Astronomía...y por si después...
"Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea", canturreo en voz baja.
"Una manta mojada no es la mejor solución sobre ropa mojada. Deberíamos quitarnos todo y hacer una fogata. Pero no estoy por la labor de quemar nada por aquí. Aah, ¿adónde se fueron nuestros planes de pasar una noche tranquila?", tirita y luego bosteza, "Aunque no me dirás que no ha sido divertido", sonríe por último. La luz del sol empieza a asomar definitivamente al otro lado del lago."Tienes los labios azules. Anda, trae.", Cedric coge una de mis manos entre las suyas por debajo de la manta y las frota. La verdad es que no siento los miembros. Es como si se me hubiera congelado hasta la lengua. Sonrío pero no le miro. No le puedo decir que esta noche compensa por las 28 anteriores. Tras un par de minutos de silencio en los que sus manos no sueltan las mías bajo la manta, Cedric habla:
"¿Sabes, Justin? Si lo
piensas, al final hemos sido tú y yo los que hemos infringido todas las normas
de este campamento: estamos fuera más tarde del toque de queda, nos hemos bañado
en el lago por la noche, hemos entablado contacto con la fauna autóctona sin
conocer su peligrosidad y hemos hecho uso de la magia sin preocuparnos por las
consecuencias de ser vistos. ¿Qué nos falta?"
Empiezo a recordar normas de conducta de películas sobre campamentos, viajes y
excursiones en grupo, y me sale casi sin pensar:
"Dejarnos llevar por las hormonas y dejar a alguien embarazada", respondo
fingidamente serio.
"Lo siento, pero Nessie no es mi tipo", ríe Cedric al tiempo que me empuja la
frente con la suya; y a mí se me escapa tal risita de colegiala que me avergüenza en el
momento mismo en que sale de mi boca. Cedric se queda aún más helado. Luego me mira de
reojo. Y casi inmediatamente suelta una carcajada. Soy lo peor. Ahora tiemblo
porque tengo una de sus manos en mi rodilla. Es verano. Estamos con pantalón
corto y una mísera sudadera que nos pusimos para ver las estrellas, no para ver
el fresco amanecer, y menos, empapados. Me consuelo pensando que nuestra profesora de Herbología sabrá qué hacer si nos ponemos malitos
de verdad.
"Habrá que pensar en ir regresando. Igual están preocupados", resoplo
sin ganas.
"Un poco más...", me dice Cedric, que ya ha parado de reírse y mira al Lago con
ojos de sueño pero a la vez brillantes. "Quiero aprovechar este campamento
hasta el último momento"
"Lo voy a echar de menos"
"Tanta gente, tanto de lo que preocuparse..."
"Hacer de intérprete es divertido pero matador"
Cedric apoya su cabeza
sobre la mía y, como quien no quiere la cosa, me pasa un brazo alrededor de los
hombros, acercándose aún más.
"Lo de agarrarte a mi pierna para que el monstruo no se me llevara..."
"El impulso del momento", me encojo de hombros.
"Un impulso algo estúpido", ahoga una risita, "Después de encontrarte con el
basilisco y vivir para contarlo, ¿pensabas que podrías ganarle en fuerza a una
serpiente marina gigante?"
"Cedric...", protesto. Él me pide perdón pero pone cara de guasa, obviamente
rememorando la escena de hace ¿horas?, "No quería que desaparecieras de mi vista
si yo podía impedirlo, eso es todo, ¿vale?", miro a otro lado.
"¿Cómo llevas el frío?"
¿Dónde? Mi cuerpo tiene ahora un gran contraste de temperaturas. Si me toca la cara, seguro que está roja y ardiendo. Pero me limito a responder:
"Ya no siento los
miembros"
"Espera..."
Cedric me frota los muslos rápidamente para hacerlos entrar en calor. En
realidad lo que consigue es que me empiecen a entrar los sudores. Unos sudores que, por una vez, se
agradecen. Por suerte Cedric sigue hablando, con lo que se amortigua el
martilleo de mi pecho.
"El curso que viene me
tiene intranquilo. Algo se está cociendo, lo noto. Mi padre no ha querido
contarme nada, pero algo he oído a hurtadillas. Algo extraordinario va a tener
lugar en Hogwarts. Y mi padre me mira raro, no sé, como con más expectativas de
las habituales. Me dice cosas raras e ininteligibles. Insiste más de lo habitual en que
deje alto
nuestro nombre y nuestra casa. Me preocupa seriamente", suspira, "Y aún están
por llegar las notas..."
"Oooh, no me puedo creer que a mister sobresaliente le preocupen sus notas. No
son ningún misterio, Cedric."
"Estoy un poco cansado de todo, Justin", me dice al fin, y noto que deja caer su peso
sobre mi hombro, su cabeza reposando completamente contra la mía.
Si me vuelvo ligeramente, puedo ver que ha cerrado los ojos.
Contemplo un instante el fabuloso amanecer, que no obstante vaticina tormenta, antes de cerrar también los míos y disfrutar de aquel cercano contacto. Oigo a Nessie resoplar y hacer largos por la orilla. Hasta hace poco no hacía más que asomar la cabeza y jugar al escondite con nosotros. Ahora parece estar buscando un sitio donde dormitar también. Ha sido una noche movida.
"Noche en Urquhart,
misión cumplida", susurro con una enorme sonrisa. Estoy rodeado por un Cedric
apaciblemente dormido. O eso creo yo, que no me espero la inmediata respuesta:
"No quiero volver al colegio. Quiero quedarme aquí mismo. Aquí y ahora."
Reacciona, corazón. ¡Pero no tan deprisa!
"Justin...puedes cantar
esa canción. Me muero por volverla a escuchar. Anda, cántamela."
"¿Romeo y...?"
"Por favor"
"¿Crees que tengo voz
ahora para?"
"Susúrrala, me da igual. Anda..."
"A lovestruck Romeo..."
No me cuesta nada ponerle vida. Y descubro que cantar, aunque sea en suaves susurros, me hace entrar aún más en calor. Sobre todo porque Cedric me aprieta cada vez más fuerte. Le estoy cantando prácticamente al oído, completamente en sus brazos. Pero cuando, temblando por la emoción, que no por el frío ya, llego al segundo "...when we made love you used to cry", el embrujo se rompe en mil pedazos:
"¡Mirad, mirad! ¡Es
Nessie, Nessie!", oímos que gritan a lo lejos. Un coro de voces empieza
a repetir el nombre en alto.
"¡Han venido!",
me sorprendo, "Al final han decidido apuntarse. Se han hecho los remolones,
pero..."
" Justin, en realidad...no se lo había propuesto a nadie más", confiesa,
escondiendo la cara en mi hombro. Me pongo muy tenso de repente
y no es
desagradable del todo, pero...
"Cedric, entonces...¿era trola lo de que estaban hartos del castillo?"
Es demasiado bonito para ser cierto.
"Siento haberte mentido, pero es que no sabía..."
Me está mirando a los ojos. Sigo estando en sus brazos. Una de sus manos ya está
sobre mis rizos mojados. A poco más y me monto a horcajadas sobre sus piernas.
Es un ahora o nunca...ahora o...
"¡JUSTIIIIN!", ésa es Hannah, a lo lejos.
"¡CEEEEDRIIIIC!", esos son los del equipo. Es el mismo cántico que usan en los entrenamientos.
No podemos seguir
escondidos por más tiempo. Cedric agacha la cabeza y luego se incorpora con gran celeridad.
Se asoma por la abertura
de las ruinas y sonríe:
"Sprout y una avanzadilla. El grueso viene detrás. Bonita
excursión de mañana". Se estira y bosteza. No puedo dejar de mirarle. No puedo
dejar de sentir que un momento mágico eterno se ha roto. De pronto me siento
muy, muy triste y vacío. El sol empieza a subir y las nubes lo quieren rodear.
Esta tarde llueve seguro.
"Ven aquí", sonríe Cedric, extendiendo el brazo. Obedezco a ciegas y sin muchas ganas. Quiero que vuelva a sentarse. Aún es cien años demasiado temprano.
"Tengo al monstruo muy visto", farfullo y bostezo, llegando a donde me espera él, señalando el lago:
"Mira las luces sobre el
agua. Mira el cielo y las nubes. Aún no han llegado...aún no..."
Es precioso. Pero mañana todo esto habrá terminado. Todo. Mañana...Tengo
ganas de llor... Sin previo aviso Cedric me rodea con un brazo por el cuello y
me acerca a él de un único y preciso tirón, juntado sus labios con los míos
torpe, impulsiva y muy dulcemente. La otra mano está sobre mi mejilla. La
primera ya se ha hecho con mi corazón. Nuestros cuerpos están perfectamente
acoplados y me tiemblan las piernas. El mundo
desaparece, y reaparece cuando el ínfimo segundo pasa, porque nos siguen
llamando a la realidad desde el otro lado del castillo.
"Ya están aquí", dice, y se separa sin mirarme.
No sé qué cara estás poniendo, Cedric.
Ni por qué lo has hecho.
"Por qué..."
Pero la pregunta queda en el aire cuando Cedric apresura el paso para reunirse
con los demás, que aguardan junto a la entrada principal para turistas.
"¡BUENOS DÍAS!", saluda la prefecta cuando nos ve aparecer. Es demasiado tarde para respuestas: me conformaré con saborear el momento y pedir explicaciones después. Ahora las preguntas nos las harán a nosotros. Justin, acuérdate de borrar esa sonrisa de bobo. Bórrala.
"¿Estáis bien?",
pregunta Hannah, quien viene corriendo a abrazarme."¡Nos teníais muertos de miedo! Hemos
estado haciendo batidas por el lago toda la noche. Hemos dado la alarma en Drumnadrochit y de no haberos encontrado habríamos tenido que avisar a las
autoridades muggles por si os habían encontrado ellos antes o...Ay, ¡pero qué
alegría!"
"Por vuestra culpa no he podido pegar ojo en toda la noche", gruñe Zacharías, y
luego añade en voz baja, "¿Y a qué imbécil se le ocurre meter una almohada como
coartada y luego desaparecer públicamente?"
"Punto en boca, Smith", le advierte Cedric.
Mientras Hannah sigue espachurrándome y monologándome (total, a estas horas sólo pueden rematarme, porque ya ni siento ni padezco), Sprout se acerca a Cedric y comienza a hacer preguntas más concretas. Todos escuchan boquiabiertos el relato descafeinado de Cedric. Luego, los más pequeños bajan corriendo a la orilla para llamar al monstruo, que empieza a agitarse para divertirles. Antes de que Sprout pueda impedirlo, al menos 12 chavales se han subido a lomos de Nessie, quien les está haciendo a la vez de tobogán y de parque de atracciones. La prefecta monta en cólera. Sprout maldice y corre varita en alto. Los chavales se lo están pasando bomba y los mayores no dejan de reírse con toda la escena, sobre todo cuando la prefecta y Sprout gritan a la vez:
"¡CEEEDRIIIIIIIC, VEN Y HAZ ALGO CON ELLOS!"
"Yo sólo quiero irme a
dormir", suspira nuestro prefecto. Pero como buen capitán, baja a la orilla a
llamar al monstruo, quien ha hecho caso omiso de todos los demás y sólo viene
cuando lo llama Cedric: suavemente trae a todos los jinetes de vuelta y se deja
caer a sus pies, en la colina. Las carcajadas que sueltan los mayores
ante el éxtasis silencioso del monstruo se deben de oír hasta Hogwarts.
No es fácil expresar el gustazo inmenso con el que caemos en la cama calentita. Habría estado bien que se hubiera organizado una última excursión al mediodía y el albergue se hubiera vaciado para poder asaltar su cama y usarlo de calentador natural, pero la noche ha sido completa para todos y no hay quién nos despierte hasta casi el atardecer. La cena de despedida y la mini fiesta tiene lugar en un claro de Drumnadrochit, organizada una vez más por nuestras aldeas vecinas. Repuestos lo suficiente, pero con el atontamiento del que ha dormido demasiado cuando no debía, bebemos y comemos e incluso intentamos cantar, pero las voces se nos han quedado un poco roncas, sobre todo a mí, que ni las hierbas de Sprout me han quitado todos los síntomas de semejante concentración de frío y humedad. Estoy tan alelado que Hannah no hace más que preguntarme si estoy bien, si no me habré dado un golpe con el fondo del lago, y si no debería ir a San Mungo o a un médico muggle en cuanto volvamos. Zacharías intenta hundirme la moral con el recuento de nuestra escapada triunfal a bordo de Nessie y cómo los rescatadores tuvimos que ser rescatados, pero mis neuronas siguen demasiado adormecidas como para darle una buena réplica o que me importe lo que diga siquiera. Ya se encarga Hannah de ponerle en su sitio, y dos compañeros, de rematarle en el suelo.
Un médico... Sprout nos ha curado los rasguños más visibles, que no eran pocos, pero aún tengo una espina clavada muy dentro, y es que no consigo que Cedric me mire. No hay manera. Ni al acostarnos: "Buenos días-noches", risita, al menos buen humor; ni al levantarnos: "Justin, creo que ahora podría jugar una final de Quidditch", me ha mirado a los ojos. Sigo deseando lo mejor, pero esperándome lo peor. Con todo y con eso, tengo mariposas en el mismo corazón, tirando con fuerza de la espinita. Si no fuera por la ronquera, se iba a enterar Cedric de lo que valen los Dire Straits en público.
Mejor no...vete a saber lo que podría salir de la bandurria. Qué vergüenza.
Bastante habíamos palidecido ambos esa mañana cuando la gente propuso que Cedric le diera un beso de despedida al monstruo, para que jamás olvidara aquel día. Y no sé el monstruo, que se quedó sin su beso, pero lo que soy yo, no lo voy a olvidar mientras viva y no tenga Alzheimer.
Como era de esperar, la monumental siesta del día impide que nos podamos acostar enseguida, pese a que la fiesta de despedida se ha prolongado hasta casi medianoche. Sprout nos ha dejado salir a contemplar el cielo nocturno por última vez, para celebrar que al final la tormenta se ha marchado y sólo ha lloviznado un poco mientras todos sobábamos, así que ahora hay un cielo estrellado espectacular. Tampoco impone mucho orden cuando iniciamos otra batalla de almohadas o contamos historias de miedo o simplemente rememoramos anécdotas. Ninguno queremos que llegue mañana.
Pero mañana llega, y el Autobús noctámbulo, puntual y acelerado, no quiere esperar ni un segundo a que los tardones terminen de cerrar su equipaje, porque esta vez hay algunos pasajeros más. Con prisas, con risas y con bastante pena, abandonamos el albergue y nos subimos al transporte diabólico. Acabamos en una melé en el suelo unas cuatro o cinco veces. En dos de ellas me toca debajo del todo; pero como en casi todas Cedric aparece milagrosamente como mi escudo personal, no me quejo mucho. El rubiales casi se lía a tortas con uno de sexto, pero la revuelta ha terminado con el de sexto empotrado en Zacharías, empotrado en uno de quinto, empotrado en un señor regordete y risueño que ha dicho que eso le recordaba al Rugby muggle.
"Ludo Bagman", nos ha explicado Cedric, "Trabaja en el Ministerio, en la sección de Deportes mágicos. Es una antigua estrella de Quidditch y será el comentarista durante los mundiales".
"Parece simpático", respondo.
"Sí, pero por lo poco que me ha contado mi padre, no es de fiar", resopla Cedric, tratando de ponerse en pie y cayendo de nuevo sobre sus nalgas en otro frenazo. Me echo a reír y, mira tú por donde, consigo que me mire, aunque enojado. Primero enojado. Luego, al ver que los demás andan a lo suyo, con la cara más ilegible de todas las que he visto a Cedric hasta ahora. Hasta se me corta la respiración. Y soy yo el que aparta la vista primero, colorado hasta las orejas. Extiendo una mano para ayudarle a levantarse y luego no la suelta fácilmente. Va a decirme algo, ¡VA A DECIRME ALGO AL OÍDO! Pero entonces llegamos a King's Cross y del nuevo frenazo me caigo en sus brazos. Tras un fugaz apretón de cuerpos, nos separamos rápidamente (nadie ha visto nada, aquí no ha pasado nada) y bajamos en tropel para ser recibidos por nuestras familias. Mi madre me secuestra en el acto, me estruja y me avergüenza mortificantemente para el resto de los días en Hogwarts. Ellos me preguntan y me cuentan a partes iguales, sin darme tiempo a responder ni a comentar. Que lo más probable es que vayamos a Mallorca o a Ibiza, cuando me estabilice. No tengo ánimos para protestar. El revuelo a mi alrededor es enorme. Mi padre va en busca de mi equipaje. Mi madre se despide de los padres de Hannah. Hannah me abraza a intervalos regulares, como si creyese que se me ha olvidado cada vez que ya se ha despedido. Zacharías, el resto del equipo y los amigos me estrechan la mano; hay demasiadas manos estrechándose a mi alrededor; muchas palabras de despedida y ojos un poco rojos, que se nota, que no se puede ocultar, que estamos todos igual, y no es por la alegría de ver a nuestras familias precisamente.
"Hasta la vista, Justin. Nos veremos en Septiembre", oigo una voz acelerada a mis espaldas, y al instante una mano me revuelve el pelo antes de estrecharme en un fugaz abrazo de amigos y luego agitarse mientras se aleja. Aún no traducimos muy bien las miradas el uno del otro, pero incluso Hannah se ha percatado y ha puesto cara rara; aunque luego no le ha dado mayor importancia porque está muy ocupada contándole a su madre todo, todo y todo.
Y yo sigo sin saber por qué. Por qué, demonios, tiene que hacer las cosas así. Proscritas, accidentales, accidentadas y fugaces.
Pero lo ha hecho.
¡Lo ha hecho!
Mi primer beso.
Ahora en mi casa, cada vez que mi madre pone un disco de los suyos de cuando era joven, ya no me quejo. Ni siquiera lo combato con mi música. Es más, según con qué canción, hasta abro la puerta. Quién me iba a decir a mí que el "Sealed with a Kiss" me iba a hacer soñar y recordar, una y otra vez, una y otra vez. Desde luego que hay segundos que duran una eternidad. Y meses que valen por toda una vida.
Quiero que llegue septiembre, ¡pero YA!
I don't wanna say
goodbye for the summer
Knowing the love we'll miss
Oh let us make a pledge to meet in September
And seal it with a kiss
Guess it's gonna be a cold lonely summer
But I'll fill the emptiness
I'll send you all my love every day in a letter
Sealed with a kiss
Bobby Vinton, "Sealed with a Kiss"
URQUHART, información sobre el castillo, con foto y también con dibujo de Nessie:
http://www.ipw.com/lochness/html/urquhart.html