¡Hufflepuff Existe!

Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no, Warner Brothers.

Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo. Y se supone que un entrenamiento.

*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.

*Spoilers*: Cuarto libro. Y adaptada la sala común de Hufflepuff a las notas de la web oficial de J.K. Rowling.

Capítulo 9:    No llores por mí, Justin Finch-Fletchley

En casa me esperaban las cartas que Ernie había mandado durante mi ausencia. Apenas había podido corresponderle con un par de postales desde el lago, porque quería esperar a volver para contarle nuestras aventuras con pelos y señales. Dado como acabó todo el último día, estaba claro que había cosas que omitir. Supongo que la forma furtiva y a escondidas que tuvo Cedric de hacer las cosas, me impulsa a seguir el ejemplo y guardar la mayor discreción. Ernie no cuenta nada nuevo en las primeras cartas: vida familiar, vida de estudio, las últimas trastadas de sus primos (que ya les vale, con lo mayorcitos que son - ¡y qué bien me caen!) e información prescindible sobre el Lago Ness que ha oído de fuentes cercanas. Esas cosas hay que vivirlas, Ernie, pienso yo. La última carta es la que me sorprende: sus primos han conseguido entradas para la final del Mundial de Quidditch. ¡Qué suerte! Al final seré yo el único idiota que se quedará sin verlo. Tendré que conformarme con que me lo cuenten.

 

"Querido Ernie...", comienzo a escribir. Entonces me pongo a pensar en lo mucho que me gustaría que Cedric también me escribiese. Tiene la suficiente confianza para besarme, pero no para escribirme una carta. ¡Qué tontería! Anda, céntrate, Justin. "No sabes lo que te has perdido...". Claro que el verano anterior también lo pasamos muy bien juntos. Mmmm, me gustaría que entre Cedric y yo pudiera pasar lo que ocurrió entre Ernie y yo. Y nunca llegamos a hablar de ello, ahora que lo pienso. No sé si le gustó de verdad. ¿Le gustaría a Cedric? Mmm...Justin, ¿quieres escribir la carta de una vez? "Hemos hecho un poco de todo y al final casi nos come el monstruo". FIN. Detrás del telón: un beso, un sólo beso, pero, ¡qué beso!

 

Nada, no hay manera. Dejaré la carta para otro día.

 


 

Mis padres me llevan a hacer un tour por Europa durante 10 días, y luego a Ibiza una semana, a descansar. No, no están faltos de dinero, eso lo admito. Pero mis ansias caseras no se ven satisfechas, de modo que cuando volvemos, hacia finales de agosto, me dedico a vegetar  las 24 horas del día, y sólo consiguen hacerme salir un día,  porque hay que comprar todo lo que viene en la lista del colegio, ya a cagaprisas: material escolar, libros nuevos y, ¿qué demonios? ¿Para qué quiero yo una túnica de gala? Uy qué mosqueo...

 

En su última carta antes de vernos, Ernie me cuenta lo bien que se lo ha pasado en los Mundiales y la que al parecer se armó cuando unos mortífagos se dedicaron a molestar a una familia muggle y a conjurar la marca tenebrosa en el cielo por la noche, extendiendo el terror entre la comunidad mágica internacional que acampaba por allí. Qué cosas. Ah, y dice que vio a Cedric y a su padre, que vinieron con los Weasley, Granger y Harry Potter. Su padre tuvo que pringar con el marrón de los mortífagos, como empleado del Ministerio. De verdad, si no es el hijo, es el padre: siempre teniendo que ocuparse de todo.

 


 

La víspera del 1 de septiembre  por la noche no hago más que dar vueltas en la cama. No me he podido quitar a Cedric de la cabeza en todo el verano, y ahora que sé que voy a volver a verle, me agito y me sofoco como una colegiala enamorada. No sé cómo vamos a afrontar este nuevo curso después de lo que pasó. ¿Qué espera él de mí? ¿Discreción, pasión, olvido? Menos que lo olvide, puede pedirme lo que quiera.

Algo en su forma de actuar después del beso me desanima: esa actitud de proscrito que me esfuerzo por no ver como un arrepentimiento vergonzoso, como si no hubiese querido que pasara. Pero no. No, todo fue deliberado. Calculado al milímetro, casi podría decir. Lo estuvo planeando, lo estaba deseando. Entonces, ¿por qué...?

Por otra parte, hay algo que me anima, y me anima mucho: lo que siento no es ese enamoramiento adolescente que, tenga o no esperanzas, no puede perder de vista al objeto de sus deseos; en mi caso, sé con una certeza casi abrumadora que TENGO ESPERANZAS. El muy capullo me ha dado esperanzas, se me ha puesto en bandeja, aunque sólo haya sido por una fracción de segundo. Me ha tendido la mano con la esperanza de, no que le agarre hasta el codo, sino que le sostenga entre mis brazos. Pero necesito saber qué he de hacer. Hmm...dijo que estaba cansado, que quería olvidarse de todo lo demás. Tenemos que hablar, Cedric, algún día. Porque si todo empezó y acabó con ese beso, creo que este curso voy a desear morirme. Y, de momento, quiero dejar de montarme películas. De viaje con mi familia me sorprendí a mí mismo fantaseando constantemente sobre Cedric. Pero no sólo recordando una y otra vez aquel furtivo beso, sino imaginándome lo que podría suceder este curso y, sobre todo, después de Hogwarts. En uno de los universos alternativos, llegábamos al altar. Mi madre lloraba mucho y mi padre estaba rojo como un tomate mientras el cura holandés nos daba la bendición. Una vez imaginé que adoptábamos niños y los llevábamos de excursión al lago Ness y les señalábamos Urquhart y les decíamos "Mirad, ñajos, aquí empezó todo". Al pensarlo, casi me caigo rodando por la ladera de una montaña que andaba descendiendo con mis padres. Mi madre ya me ha preguntado que quién es la chica: se lo huele. Sobre todo cuando me puse a llorar a moco tendido al final de Mi chica, una película (una de verdad, no de las mías) que vimos juntos este verano. Qué tristísima que es.

 


 

Hannah y Susan se ríen de mí cuando les cuento el argumento. Reconozco que es un poco ñoño, pero me da mucha pena que por culpa de unas avispas...el pobre tenía toda una vida por delante. Y, además, casi había conseguido a su chica, ¿no? Muy, muy injusto.

El traqueteo familiar del tren y los viejos amigos me hacen sentir mejor que en casa. Y mejor mirar dentro del tren, porque fuera no hay nada que ver. ¡Menudo día de perros! Una lluvia atroz, que ya parece una costumbre, inaugura el nuevo curso, como si los elementos se hubieran puesto de acuerdo para aguarnos el viaje. Sin embargo, estamos tan contentos de volver a vernos, que nuestro buen humor resiste al clima adverso.

 

En el Andén 9 y 3/4 nos hemos reunido los habituales, saludando a todos los amigos al pasar, y haciendo recuento de nuestro verano en el periodo que pasamos separados. Me hacen mil preguntas sobre Europa, pero eso no es nada comparado con el bombardeo que hacen a Ernie sobre el mundial y sus incidentes posteriores. Zacharías está verde Slytherin de envidia, porque él se quedó sin ir. Susan no hace más que rebatirle que él al menos fue al campamento: Hannah le ha puesto al corriente de todas nuestras actividades, y se le nota que le hubiera gustado mucho haber podido apuntarse. Ernie parece complacido con nuestros relatos y no deja tampoco de hacer preguntas concretas. En los ratos en los que sólo parece que hablan Hannah y Ernie, me entra la melancolía al mirar por la ventana y ver la gruesa capa de lluvia: en el andén, lo he estado buscando obsesivamente con la mirada hasta dar con él, inmerso en la marea maga que sube y que se despide y que lo quiere arrastrar y que lo querrían para ellos; y él sonreía a todos, callado, midiendo las palabras, suspirando a ratos; hasta que ha llegado a nosotros, y entonces me ha sonreído de oreja a oreja y mi corazón ha dado un triple salto mortal. Pero su padre le estaba dando tantas instrucciones tan aprisa y tan de golpe, que apenas ha podido detenerse un par de segundos para emitir un ahogado "qué tal" al grupo. Eso sí, la punta de mis cabellos, si se sintiesen, habrían extendido un hormigueo eléctrico por todo el cuerpo de la fracción de segundo que su mano ha estado posada sobre ellos. No importa lo acelerado que vaya nuestro capitán: es un detalle que nunca se le olvida...

"Justin, eo, Justin", Susan me da un codazo, "Vuelve con nosotros"

"Tendríais que haberle visto cuando Cedric se subió a lomos del monstruo y Justin se agarró a su pierna", ríe Hannah.

"Eso no me lo has contado", sonríe Ernie, "Describiste muy por encima la odisea con el monstruo en tu carta. Tanto leer sobre talleres muggles y talleres mágicos, fantasmas, bandurrias y canciones, y no me ha quedado claro qué pasó al final: el monstruo atacó a nuestros compañeros, Cedric y tú lo alejasteis de la zona, y después os reunisteis todos, ¿no es así?"

"¿Después?", salta Hannah, "¡Horas después!"

"Perdimos el conocimiento"

"Resulta curioso que acabarais en el castillo, de entre todos los lugares", remacha Zacharías. Voy a mandarle al cuerno de forma políticamente correcta, cuando entra en nuestro compartimento la chica más rara que he visto hasta la fecha: rubia, con un lapicero detrás de una oreja, pendientes horteras hasta decir basta, ojos desorbitados y esquizofrénicos y una revista bajo el brazo cuyo título no alcanzo a leer.
"Ravenclaw, en el compartimento de al lado, Luna", le explica Susan, antes de que ella abra la boca.
"Gracias", responde ella y se va.
"Luna Lovegood. Es carne de San Mungo, sección mental, pero por eso es tan divertida", explica Susan, "A veces coincido con ella en la biblioteca, y siempre está leyendo esa revista...el Quisquilloso. Creo que su padre es el director. No cae muy bien entre los Ravenclaws, por lo que he visto y oído. "

Sin embargo, como gracias a ella se cambia de tema radicalmente, puedo afirmar que desde hoy mismo Luna entra en la sección de "mis personas favoritas".

 

El viaje transcurre tranquilo hasta que llega la hora de cambiarnos a nuestras túnicas escolares, momento que elige Colin Creevey para entrar en nuestro compartimento a presentarnos a su hermano Dennis, un renacuajo que empieza en Hogwarts y que parece haber heredado la misma cara de asombro y curiosidad desorbitados de su hermano.

"¿Es cierto que te petrificó un basilisco en segundo curso?"
"Intento olvidarlo"

"Guau. Ojalá a mí me pasaran cosas interesantes en Hogwarts."
"Hay muchos sitios donde tentar tu suerte", responde Zacharías.
"Bueno chicos, nos veremos por el colegio", sonríe Colin y se lleva a su hermano.

"Lo que nos faltaba: dos Creevey por el precio de uno", gruñe el rubiales.

 


 

Los deseos de Dennis no tardan en hacerse realidad.

Primero McGonagall, que casi se esmorra persiguiendo a Peeves en el gran recibidor, y si no se agarra a Granger, se mata.

Después Dennis, que aparece junto a los de primer año para ser sorteados, cuando ya estamos todos los demás sentados, empapado de pies a cabeza y cubierto por el gigantesco abrigo de pieles de Hagrid. Luego nos enteramos de que se ha caído en el lago y lo ha salvado el calamar gigante. No está mal para empezar. Ahí está él , feliz y extasiado por su aventura, mientras todos los de primer año tiemblan como flanes: Gryffindor, por supuesto.

 

Y cuando Kevin Whitby se sienta en nuestra mesa, el sorteo se da por concluido y Dumbledore se levanta para hacer su discurso inaugural. Bendito sea nuestro director, que tan sólo nos dedica dos palabras magistrales: "¡A comer!", y desde luego que no le hacemos esperar para cumplir tal orden. Sin embargo, cuando terminamos de saciarnos, Dumbledore, ahora sí, anuncia algo que hace que a la mitad del comedor se le corte la digestión: no habrá copa de Quidditch este año. Cedric se ha quedado lívido, y varios compañeros del equipo han tenido que resistirse para no ponerse en pie, pero el que peor se lo ha tomado es, sin duda, Zacharías, que lleva ya más de 100 improperios seguidos contra el director y todos sus antepasados y predecesores en menos de 30 segundos. El fraile intenta sin éxito taparle la boca, que aunque susurre, alguien le va a acabar oyendo. No sé qué está anunciando el viejo barbas lila de algo grande que comenzará en octubre cuando la puerta del comedor se abre de golpe, con efectos de truenos y rayos por detrás (que ni aposta, oye)  y entra ¿Frankenstein? ¿Fusionado con el pirata patapalo y ojo de cristal giratorio a la Terminator? ¿Quién demonios es ESO? Parece amigo de Dumbledore, porque después de hacer un rastreo con el ojo mecánico por todo el comedor, se ha acercado a estrecharle la mano.

"El hueco que había en la mesa de los profesores era por algo", me susurra Ernie. Voy a preguntarle a qué se refiere, cuando Dumbledore lo presenta como nuestro nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras, el Profesor Moody. Sólo Hagrid y Dumbledore aplauden. Imagino que los alumnos, entre el shock instantáneo por la irrupción, y el latente cabreo al haberse anulado la Copa de Quidditch, no tienen ánimos para mucho. El recién llegado se venga desconfiando al instante de la bebida de la mesa: saca su petaca del abrigo y echa un trago. Ya verás la que nos ha caído encima este curso. Igual quieren romper la maldición del puesto contratando a un monstruo del averno. Pero si no funcionó con un hombre lobo, dudo que funcione con un pirata frankenstein. Dumbledore, por su parte, sigue explicándonos a qué se debe la grandísima marranada con la que inaugura el curso.

"¡El Torneo de los Tres magos!", se hace el eco por todo el comedor. El entusiasmo revive en todas las mesas. Cedric no parece muy sorprendido, pero parece que una cosa le compensa la otra.  Zacharías permanece escéptico mientras dos compañeros del equipo lo achuchan entusiasmados. Ernie comienza a explicarnos la tradición de dicho torneo y la gran trascendencia que tiene. Pero no consigo enterarme de mucho, porque uno de los gemelos Weasley ha gritado a Dumbledore que si se está quedando con nosotros, y todo el mundo se ha echado a reír. Dumbledore comienza entonces a explicarnos él mismo en qué consistirá, mientras Ernie va matizando y completando por lo bajo, ante el deleite y las preguntas de Hannah y Susan. Por lo que he entendido, tendremos invitados de otros colegios a partir de octubre. ¡Qué guay! Había oído un poco de Beauxbatons y Durmstrang, pero tenerlos aquí será toda una experiencia. ¡Magos extranjeros!

"¡Podremos presentarnos como candidatos!", exclama uno del equipo de Sexto, mientras los de mi curso y los de quinto emiten protestas sonoras por el límite de edad que acaba de anunciar Dumbledore: sexto y séptimo.

"Cedric, tú estás dentro", sonrío. No me responde, parece muy concentrado en mirar a Dumbledore y absorber cada una de sus palabras.

Pero cuando Dumbledore da el festín por concluido y los estudiantes se ponen en pie casi a la vez para dirigirse a sus dormitorios, Cedric me agarra del brazo antes de que me aleje de la mesa y me susurra:
"¿Puedes esperar a que acueste a los de primero? En los sofás alrededor del brasero. Me gustaría que habláramos"

Tardo una fracción de segundo en sustituir mi cara de sorpresa por una sonrisa inmensa y asentir. Cedric sonríe también antes de gritar con aire alegre:

"A ver, los de primer año, seguidme y no me perdáis de vista, ¿entendido?"

Al final le siguen, no sólo los de primero, sino también los de segundo y tercero, que, parece mentira, pero aún no han perdido la costumbre.

Me apresuro para alcanzar a Ernie y al resto, que ya van muy adelantados, y subo con ellos a los dormitorios.

 

La verdad es que entiendo a los de primero: no sé cómo serán las otras salas comunes, pero por lo que me ha contado Colin y lo que Ernie y Hannah han indagado con los Ravenclaws y con Granger, son muy diferentes a la nuestra. Quizás la más parecida sea la de Slytherin, que está en las mazmorras. La nuestra , sin embargo, es una especie de sótano, por lo que las escaleras que llevan a las habitaciones no suben, sino que bajan hacia el subterráneo. Aún recuerdo la impresión que me llevé en primero. Sobre todo cuando te das cuenta de que hay ventanas que reflejan a la perfección el clima que hace en el exterior, para que te hagas la ilusión de que estás al aire libre y no varios metros bajo tierra. Susan nos contó que así son las ventanas en el Ministerio de Magia también, puesto que está escondido bajo las calles de Londres,  y que además las pueden llegar a utilizar para hacer huelgas y protestas, cambiando el clima a su antojo en las ventanas para deprimir al personal. Qué cosas tiene el mundo mágico. Los de primero quizá tengan problemas para dormir la primera semana, si los tienen, pero en seguida se acostumbrarán. Por mi parte, me solía consolar pensando que estaba seguro en caso de amenaza nuclear, que es lo que me decía mi padre en sus cartas. Aún sigo dando gracias a que en Gran Bretaña no haya muchos seísmos.

 

Para hacer tiempo mientras Cedric termina de asegurar a los pequeños que no se les va a acabar el oxígeno ni se va a derrumbar el resto del castillo sobre ellos, como hace cada año, me doy una buena ducha junto a otros compañeros y aprovecho para ponerme el pijama. Cuando regreso a la sala común, apenas quedan un par de alumnos de séptimo y un grupito de sexto, que no tardan ni cinco minutos en irse a dormir. Cedric aparece momentos después y se sienta a mi lado. Aún no hace el suficiente frío para que enciendan el brasero que hace las veces de chimenea en el centro de nuestra sala, pero nos gusta sentarnos alrededor siempre que podemos. Ahora, además, estamos solos. No parece que la tormenta tenga intención de amainar ahí fuera y, sin embargo, ya podría haber un tornado o un terremoto, que nada me haría perder el buen humor. Cedric comienza de forma cordial y políticamente correcta: me pregunta por el verano y le cuento por encima todo lo que he estado haciendo, que se resume en una lista de famosos topónimos europeos. Él me cuenta que al final sacó de las mejores notas en los TIMOS, como yo me esperaba.

"¿Lo ves, lo ves? Serás mamón...", le doy una palmada amistosa en la espalda y él sonríe con algo de azoramiento y no poca satisfacción. .
Luego le pregunto por el Mundial y me rememora anécdotas que ya conozco, sólo que de una forma mucho más resumida a la de Ernie u otros compañeros. Salvo cuando me cuenta que se encontró a Harry Potter y los Weasley.

 

"No puedes hacerte a la idea de la vergüenza que pasé, Justin. Quise que se me tragara la tierra. Ahí estaba mi padre, cantando la oda a mi triunfo sobre Harry Potter delante de él y de todos los que le quieren. Me sentía un villano. Y me miraban con tal odio, Justin, los hermanos Weasley, que nada de lo que dijese podía paliar la sarta de bravuconadas que mi padre soltó. ¡Qué si era algo que contaría alguna vez a mis nietos! ¡A mis nietos! Pues la verdad, desearía tener algo mejor que contarles que el día en el que mi equipo derrotó al de Potter a causa de la lluvia y un ejército de Dementores."

Como no sé qué decir (y la imagen de nuestros hijos adoptados en el lago Ness acariciando a Nessie, mientras el monstruo lame la cara a Cedric, vuelve a invadir mi mente, dejándome en un estado ensimismado y feliz), espero a que él continúe, porque sé que lo que necesita es simplemente desahogarse.

"Al menos ahora entiendo por qué estaba tan pesado. ¿Recuerdas que te lo comenté, el día de...", Cedric se sonroja y evita mirarme, "...en Urquhart, aquella mañana? Algo tramaba. Y no era pequeño. Lleva todo el verano, todo el verano, hasta en el mismísimo andén esta mañana, repitiéndome que...que le haga sentirse orgulloso, como hasta ahora. Me lo contó todo nada más volver el viaje y me ha hecho entrenar en casa hasta esta misma mañana antes de irnos. ¿Y si no me eligen Campeón de Hogwarts? El disgusto que se llevaría es enorme, porque estoy convencido de que es con lo que lleva soñando desde que se organizó el Torneo de los Tres Magos y él era parte del proyecto."

"Y yo estoy convencido de que si hay alguien que lo merece, ése eres tú", digo, eligiendo mis palabras con cuidado, mientras mi mente sigue en Urquhart y la distancia entre ambos en el sofá me parece enorme.

"No te preocupes, Justin. Salga lo que salga, intentaré estar a la altura. Por una parte desearía no salir elegido, quedarme con la satisfacción de haberlo intentado pero, al no tener ninguna responsabilidad, disfrutar con tranquilidad del curso de los acontecimientos. Por otra parte, sé que estoy hecho para afrontar esas pruebas, sean las que sean. Sé que puedo darlo todo y salir adelante. Y me gustaría enfrentarme a ello, ponerme a prueba. Estoy hablando como un Gryffindor, ¿verdad? Pero la realidad es que hay algo que aún deseo más, y que sé que está fuera de mi alcance."

"¿Qué es?", pregunto con el corazón en la boca sufriendo violentas convulsiones.

"Ser yo mismo y que nadie me juzgue. Ser Cedric, sólo Cedric."
Jarrazo de agua fría.

"¿Es ese Cedric alguien que yo conozco?", pregunto con voz ronca y lo miro al fin.
"Eres el único que lo conoces, Justin", me dice, apoyando una mano sobre mi muslo.

"Cedric..."

"Ssssh, no digas nada", coloca un dedo sobre mis labios y sonríe, hipnotizándome, porque es lo que hace con esos ojos grises, "¿puedo contar contigo, Justin? Tu apoyo es mi salvavidas."
"...Siempre, Cedric", sonrío, con un agujero en el pecho donde mi corazón se ha quedado aplatanado.
El capitán suspira, aliviado, y luego se pone en pie.

"No sabes cuánto te lo agradezco. Buenas noches, Justin"

¡No!, un momento...yo quería hablar de...

"Espera Cedric", insisto, poniéndome también en pie. Pero cuando voy a hablar las palabras no me salen. No sé cómo planteárselo y mira que he entrenado formas de empezar, argumentos, tesis, acuerdos y negociaciones, declaraciones y hasta poesía, si me deja.

"De eso también quería hablar contigo", confiesa al fin, "pero esperaba...otro día que...", hace una pausa para organizar sus ideas, respira hondo y continúa, "No me arrepiento de lo de Urquhart", sonríe, mirando al suelo, "Sólo siento...ahora...no poder..."

Me acerco a él, intentando ayudarle. Por alguna razón, me siento más lejos que nunca.
"¿Es el colegio, Cedric? ¿Es por...?"

"Es todo, Justin. Es la bola de nieve que desemboca en avalancha. Me da rabia que...No puedo...Si tan solo..."
Pero al ver su apuro y no prever ningún avance, decido dar por terminada la conversación. Creo que me ha quedado todo perfectamente claro ya. Apoyo una mano en su hombro y lo miro a los ojos:

"No te preocupes. Ante todo somos amigos, ¿no? Buenas noches, Cedric", mi sonrisa aguanta hasta que me doy la vuelta.

Toca llorar un poquito esta noche. Se pasará, como pasará la tormenta. De una forma u otra, ya me había imaginado que algo así ocurriría. Soñar es algo bonito, pero también había tenido tiempo en agosto de montarme películas con final triste: nunca un final tan soso como éste. Y habría sido una noche bastante deprimente de no ser porque Cedric, en un arranque de valor, se acerca finalmente por la espalda y me da un buen abrazo.

"Gracias por entenderlo", me susurra al oído. Y yo quiero volverme y devolverle el abrazo, y descargar tensión y frustración contra su hombro; pero él ya ha subido la escalera a toda prisa y yo tengo una visita obligada con el baño. Necesito refrescarme las ideas y calmarme antes de regresar a mi dormitorio, donde Ernie me espera aún despierto. Siempre lo hace.

- ¿Todo bien? - susurra en la oscuridad.

- Todo bien - respondo sonriente, secándome las últimas lágrimas y agradeciendo el calentador que han puesto en la cama en esta noche tan fría.

 


 

He tomado la resolución de no pensar más en lo que no puede ser. Me quedan dos años con Cedric en el colegio. Me conformaré con ser su amigo más cercano y estar ahí para lo que necesite. Quiero disfrutar sin amargarme. Empezando por que el primer día de clase es viernes y, aunque hay nubes, la tormenta ha pasado. Me encuentro mucho, mucho mejor. Durante el desayuno, todo el mundo sigue hablando del Torneo de los Tres Magos. Hay quien no ha superado la suspensión del Quidditch por un año y sólo se dedica a comer y a bufar a todo aquél que le gasta bromas.

 

La primera clase del curso es la nuestra: Herbología. Claro que ordeñar el pus de los bubotubérculos no es una actividad apasionante recién desayunado. Por muy bueno que sea para el acné. La mayoría de nosotros se explota los granos como puede. Hannah comenta el caso de Eloise Midgen, que casi se queda sin nariz.

"No sé si lo que le pasó a Eloise Midgen es peor que lo que le pasó a un compañero de mi primo la primera vez que tuvieron clase de bubotubérculos", susurra Ernie.

"¿Qué le pasó?", pregunta Hannah.

"Que mi primo se pensó que era savia inofensiva y la exprimió en su dirección. Sus gritos despertaron a las mandrágoras del invernadero de al lado"

 


 

 

Después de Herbología, toca Transfiguración. McGonagall nos va a dar caña, como cada curso. Sólo Ernie parece preparado para lo que le echen. Hannah no deja de retorcerse las trenzas durante toda la clase. Susan tiene que darle una colleja para tranquilizarla. Después del almuerzo toca dividirse por optativas. Nada digno de mencionarse ocurre esa tarde en comparación con lo que nos espera en la cola para entrar a cenar: después de la acostumbrada trifulca entre Malfoy y el duo Weasley-Potter, en la que el Slytherin había dicho cosas muy feas de la madre del pelirrojo, ha intervenido "Ojo-loco" Moody, como mejor se le conoce al nuevo profesor de DADA, ¡y ha convertido a Malfoy en un hurón delante de todo el colegio! Creo que la suprema mortificación que debe de haber sentido no se le olvidará fácilmente mientras viva. En cambio nuestro nuevo profesor ha ganado 1000 puntos de golpe en nuestro ranking de profesores más molones. ¡Hacerle eso a un Malfoy e irse de rositas! Me pregunto cuánto tardará su padre en hacer que le despidan. Porque no sólo lo ha convertido en hurón, sino que lo ha hecho rebotar repetidas veces contra el suelo, ante la sádica mirada de placer de Weasley y el asombro desconcertado de Potter. Pena que McGonagall haya venido a aguar la fiesta. Moody parece incluso encantado de tener unas palabras con Snape y con Lucius Malfoy sobre Draco. ¿Es que los conoce? Este Moody suena como un policía implacable de película. Y la forma en la que se lleva a Malfoy a las mazmorras lo confirma.

En el comedor no se habla de otra cosa que de lo que acaba de suceder. ¡No es para menos! Susan nos entretiene toda la cena contando anécdotas de Moody de sus buenos tiempos como auror y de los incidentes que propiciaron su declive.

"Paranoico es decir poco", concluye, "Su frase favorita es..."

"¡Vigilancia constante!", corean los de quinto, que ya le han tenido. Todo el mundo parece muy contento con él, no obstante.

"Este año también vamos a aprender de lo lindo", sonríe uno del equipo.

"Sí, es una pena que sólo vaya a estar un año", comenta otro compañero de clase.

"¿Cómo es eso?", pregunta Hannah.

"Porque está aquí por hacer un favor a Dumbledore. No había encontrado a nadie para el puesto", explica Cedric.

Inmediatamente, todos miramos en dirección a Snape.

Tan agrio como siempre. Otra vez se ha quedado sin enseñar DADA.

Y sigue sin lavarse el pelo.

 


 

No tener deberes un fin de semana es un lujo que sólo se puede permitir uno a principios de curso.

Pero ni eso, oye.

Por lo menos los de cuarto, no. Los profesores quieren hacernos entender que los TIMOS se acercan a dos años de distancia y hay que estar preparado. Bueno, no he tenido aún a Moody, pero McGonagall también puede ser muy exagerada cuando quiere. Ah, la biblioteca: ¡cómo la echaba de menos! Ernie seguirá hundiendo la silla en la que se sienta siempre, más por desgaste que por peso, pues el chaval se está formando bien, pese a su gran talla. A su lado, Hannah parece a veces una pulguita saltarina y nerviosa. Lo cierto es que hacen buena pareja. Susan me dijo que pensaba lo mismo cuando se lo comenté, pero que al parecer a Hannah le gusta uno de Ravenclaw cuyo nombre no me ha querido revelar, así que lo siento por Ernie. Claro que aún no tengo muy claro quién le gusta a Ernie. Humm, a ver si este curso se lo saco. Si primero logro sacarle de la biblioteca, claro. Sólo le falta acampar en ella.

 

El domingo por la tarde, sin embargo, es día sagrado para los Hufflepuffs. Además, hay una nueva camada a la que instruir en las actividades de grupo. Como siempre, el Plantanova mágico no es del gusto de todos, pero a nadie le amargan unas cuantas canciones buenas y bien tocadas, flores aparte. Mis compañeros también han estado practicando durante el verano y, junto a los que estuvimos en el campamento, les damos una sorpresa con los efectos y los juegos de notas. Hasta Ernie parece estar disfrutando como un niño. A Susan se le caen incluso lágrimas de emoción. Detrás de Ernie y Hannah, Zacharías bosteza. Uno de sexto le da un capón. Al final, ya más calmada la cosa y resarcidos de bises y bises, me permito tocar un "Sealed with a kiss" dedicado a todas las "niñas" de la casa. Mi objetivo es, claramente, la indirecta sutil y la dulce venganza que se sirve fría: Cedric no sabe a dónde mirar y yo las miro a todas y, con el ambiente de atardecer veraniego que he creado a su alrededor, les dejo que sueñen con el héroe de su elección . A mí me basta con el mío, aunque ni siquiera pueda reclamarlo como tal. Cuando termino, veo que Cedric menea la cabeza, ocultando torpemente su sonrojo: me doy por satisfecho.

 


 

 

No han despedido a Moody y su primera clase nos deja a todos con los pelos de punta. No me gustan las arañas, pero tampoco soporto la tortura gratuita. No voy a negar, no obstante, que ha sido muy emocionante (¿para qué hemos comprado el libro si no lo vamos a usar?). A Susan no le ha hecho mucha gracia y no deja de criticar su método de enseñanza. Moody parece un experto en las Artes Oscuras, como si las hubiera estado practicando más que combatiendo toda su vida. Y aunque enseñarnos las tres maldiciones imperdonables el primer día es una práctica cuestionable, hay algo en lo que tengo que darle la razón: mejor estar preparado para lo que pueda suceder, que esperar a que te pille desprevenido. Lo sé por experiencia. ¡Vigilancia constante!

 

¡Demonios!, en la siguiente clase nos enseña la maldición Imperio en nuestras propias carnes. Como para la próxima nos haga el Cruciatus, creo que va a haber deserciones masivas.

 


 

 

Los días pasan y las tareas se acumulan . Los profesores no tienen piedad. No sé si es porque siempre dan clase a los de quinto o a los de séptimo justo antes que a nosotros o qué pasa. Snape está aún más vengativo que nunca. Sus desencuentros con Moody parecen afectarle bastante. No entiendo nada, pero creí que nadie podría caerle peor que Lupin, pero por lo que se ve, Snape bate sus propios records de odio. Y Hagrid bate su propio récord de excentricidades. Estamos todos cagados con los monstruitos que se ha sacado de la manga cual doctor Frankenstein este año. Igual los ha diseñado el propio Moody, no sé, porque desde luego deben de tener el mismo efecto que el cruciatus cuando te pican, te abrasan o te explotan. Por ahora son pequeños, pero en cuanto Hagrid o algún enteradillo sepa qué demonios comen esos experimentos salvajes, vamos listos.

 

Al menos en la biblioteca nos sentimos a salvo de maldiciones, alimañas, menopausia sexagenaria y odio efervescente. Me lo paso bomba con mis deberes de runas antiguas. Sigo llevando mi libro a todas partes. Ernie me mira mal cuando intento hablarle en élfico. Me gusta ir a la biblioteca con ellos, pero hay días en los que necesito desahogarme y salir al aire libre con los del equipo: aburridos y amargados sin poder entrenar, aunque aguardando con ansias el gran acontecimiento. "Oye, Zacharías, ¿Hannah y tú habéis discutido?", le pregunto discretamente mientras los demás debaten no sé qué amago de Wronski.

"Nada fuera de lo normal, ¿por qué?"

"Porque desde que llegamos al colegio apenas intercambiáis dos palabras en las comidas,  cuando en el campamento erais inseparables."

"¿Qué quieres que haga si está siempre ahí encerrada con nuestro futuro prefecto supremo?", se encoge de hombros, "Nah, las bibliotecas son para estar el tiempo justo cuando amenazan los exámenes. Mira que es histérica con los estudios."

"Lo son todos ellos: Ernie, Susan, Hannah", matizo yo.

"Y Cedric, sí, ¡ése también!, que últimamente casi no sale de allí. No sabía que Ernie y él hicieran tan buenas migas. Debe de ser por lo de la sucesión, ya sabes: cuando Cedric se gradúe, Ernie será su heredero. Y la verdad es que a mí tampoco me vendría mal frecuentarla más. Pero mira, paso. Paso, paso. La juventud hay que disfrutarla antes de apolillarse."

En esto, un compañero que le ha oído, responde:

"¿Qué juventud? ¡Si tú pareces un viejo gruñón y aún no tienes ni el carné de aparición!"

Los demás ríen. Zacharías menea la cabeza con resignación, mohíno pero pensativo. No parece haber empezado el curso con buen pie y hay algo que le reconcome. Mientras empieza a discutir con los otros, pienso en Cedric y en nuestras clases extra de estudios muggle. Ya no busca sitios apartados para tener más intimidad: ahora recurre casi en exclusivo a la biblioteca o a la sala común por las noches, si en la biblioteca nos regañan (que es lo habitual las veces que lo hemos intentado). No me deja opción de estar con él a solas.

 

Así pasan las semanas hasta que un buen día nos encontramos con medio colegio congregado alrededor de lo que parece un cartel al pie de las escaleras del gran recibidor. Como no podemos  avanzar todos entre la multitud, Ernie, que es el más corpulento, se hace un hueco rápidamente a modo de avanzadilla. Sin embargo, pronto encuentro otra vía y le sigo. Potter y sus acólitos ya están allí, en primera fila. A ver...la semana que viene, el viernes, a las 6...Durmstrang y Beauxbatons...¡las clases acaban media hora antes! ¡Genial! Banquete de bienvenida y todo. Mmm.

"¡Dentro de una semana!", exclama Ernie con los ojos brillantes por la emoción. No me ha visto, creo que se lo ha dicho a Potter y Weasley. Que va a avisar a Cedric de inmediato. Weasley no parece acordarse de quién es Cedric y, cuando lo hace, la sarta de estupideces e injurias que profiere contra mi capitán hace que me entren ganas de ir allí a sacudirle un guantazo. Por suerte Granger sale en defensa de nuestro prefecto, (sí, porque es prefecto, claro) y me ahorra problemas. ¿Y qué pasa por que le gustara Lockhart? A mí también me gustaba antes de descubrir que era un fraude. Cedric no es un fraude, ¡Cedric vale su peso en oro! Más que tú, Weasley. Él no necesita estar a la sombra de nadie para hacerse notar. Pero estoy tan enfurecido que prefiero no decir nada. Tampoco parecen haberme visto ellos. No sé ni por qué los he seguido escaleras arriba, si mi sala común está abajo. No tengo por qué defenderle, ¿no? Él ya no es asunto mío. Bah.

 

Salgo fuera a tomar el aire y me encuentro de frente con Luna Lovegood.

"Bonito día para sacar a pasear a los escregutos, ¿no crees?"

"¿Mande? ¿Te gustan esos bichos?"

"Me recuerdan a una mascota que tenía de pequeña. Le he dicho lo que yo le daba de comer a ver si crecen rápido y fuertes. ¿Crees que podremos montarlos algún día?"

"La verdad, aprecio demasiado mi trasero"

"Lo que yo quisiera montar de verdad es un Thestral. Tú no has visto ninguno, ¿verdad?"

"Eh...no. ¿Tú sí?", pregunto extrañado. Para ver un Thestral...

"Sí, claro. Todos los años aquí en Hogwarts. Oye, ¿por qué hay ese revuelo?"

"Ya se sabe cuándo vendrán los otros colegios: el viernes que viene."

"Me pregunto qué clase de transporte utilizarán. ¿Te imaginas un dragón balcánico o una red de hadas de los Pirineos?"

"No...", me siento estúpido respondiendo sólo con balbuceos y monosílabos, pero es que esta chica no me da cancha a una conversación más coherente por mi parte. No sé si me toma el pelo o se golpeó la cabeza cuando era pequeña, o una de esas mascotas le explotó en la cara, la dejó flipada y...

"¿Tú eres...?"

"Justin, Justin Finch-Fletchley. Hufflepuff."

"Bueno, eso ya lo veo en tu túnica, Justin. Yo soy Luna. Ahora voy a ver si puedo leer entre líneas cómo van a venir los otros colegios."

"No dice nada de..."

"Un día de estos, vente a ver los escregutos conmigo. Hagrid se alegrará. Cree que a nadie más le gustan", me dice, se despide con la mano, y entra.

Yo me quedo parado, tratando de asimilar el intento de conversación que he mantenido con la Ravenclaw.

 

El maldito cartel se ha comido con patatas todos los demás temas de conversación y ya nadie sabe hablar de otra cosa. Los candidatos de nuestra casa no hacen más que exponer teorías y sacar conclusiones precipitadas de cómo será el sistema de selección y de cómo quieren sortearlo. Aunque nadie lo dice, todos ellos son conscientes de lo poco que pueden hacer si Cedric se presenta, pero aún así siempre les queda un hilo de esperanza.

"Esa sensación de 'Y si soy yo, al final'. Ja ja, ¿te imaginas?", me comenta uno de séptimo en la mesa el miércoles, "Me gustaría tanto lograr algo grande antes de irme de Hogwarts. Pero como Hufflepuff, siempre he sido consciente de que las victorias personales están fuera de mi alcance. Bastante tendré con aprobar los exámenes finales y lograr una buena colocación. En Cedric sí confío. Él puede sacarnos del agujero del anonimato colectivo."

"No seas perdedor. Hufflepuff no es Cedric, somos todos. Yo también querría participar", gruñe Zacharías, "Si ya partimos con este carácter derrotista..."

"Yo quiero que sea un Hufflepuff, me da igual quién", dice otro de séptimo, "Tenemos que intentarlo todos. Todos los que tengamos la edad."
"Pero es peligroso", dice otra de sexto, "Yo no quiero."
"Pues yo sí", dice su amiga, "¡ojalá hicieran un examen!"

"Tonta, entonces Ravenclaw llevaría ventaja."
"Depende. Los Ravenclaw tienen buena cabeza, sí, pero apuesto a que los Hufflepuffs somos los únicos que llevamos siempre los deberes y el temario al día"

"Buena observación", asiente Ernie, "Quizá no tengamos la magia más poderosa, pero sí la más pulida"

"Menos mal que no tengo edad para participar...", suspiro yo.

Cedric, sentado al otro lado de Ernie, ríe. Las niñas de primero y segundo no atinan con la cuchara en la boca porque no dejan de mirarle.

"Lo que daría por salir elegido y daros a todos una buena patada en el culo", musita Zacharías, hincando con violencia su cuchara en el yogur.

 


 

Esa semana estoy muy contento, de muy buen humor; hasta  me da por cantar y bailar  por los pasillos. Susan me pregunta que si me han atontado con algún hechizo en clase de Flitwick, porque me pilla haciendo un baile extraño en la sala común en un momento en que pensé que no había nadie. Como "Stakka Bo” le suena a chino, se va pensando que intentaré impresionar a los invitados con imitaciones de sus costumbres. La razón de mi buen humor se debe a ellos, no cabe duda. Pero también ha mejorado mucho mi humor desde que Ernie y yo tenemos una excusa para hablar tanto como en los viejos tiempos: los otros colegios. Ernie ha leído sobre ellos y al parecer uno de sus primos pasó un trimestre en Beauxbatons cuando era pequeño por iniciativa familiar. Pero eso es irrelevante para mí. Las horas que pasamos en la biblioteca se vuelven animadas. Y al otro lado de la larga mesa, sentado con los de su curso, Cedric intercambia  miradas furtivas conmigo y nos sacamos la lengua cuando SABEMOS a ciencia cierta que nadie nos está mirando. Hannah menea la cabeza entre sus libros pero yo sé que es por lo que lee. Sí, es por eso.

Y es que mi ánimo había decaído un poco en las últimas semanas, como si la marcha del buen tiempo se hubiese llevado mis alegrías de vivir, y la perspectiva de un otoño plomizo y un invierno largo fueran demasiado lúgubres después de un verano colosal. Sin ilusiones ni perspectivas, el curso se hace muy cuesta arriba. Pero la ilusión de toda esa semana y, sobre todo, la emoción de la víspera, el sentimiento de unidad de la casa ante el desafío de poder ser representantes del colegio y la sensación de novedad, de lo inesperado, de lo que sólo ocurre una vez cada muchas décadas que se respira por todo Hogwarts, es tan contagioso como eficaz para levantar el ánimo. La limpieza integral del castillo y las broncas-al-cubo de Filch ante todo lo que altere la impecabilidad del colegio han dado su fruto. Los profesores han estado muy pendientes de que demos lo mejor de nosotros ante los invitados. Hasta el comedor se ve distinto al haber cambiado la decoración para la ocasión. A partir de hoy, no sabemos qué nos depara el curso. Esa sensación, después del vacío de ilusiones, ha conseguido revivirme. Así que, Here we go again!


 

¿Clases? ¿Qué es eso? Los profesores se han desesperado porque todo el mundo estaba soñando despierto y no prestaban la mínima atención. Creo que a la hora de la verdad, ellos se han sentido más aliviados que nosotros por que llegara el fin. Nos hemos cambiado a todo correr, hemos dejado los libros, nos hemos puesto el abrigo y hemos bajado a formar en fila con cada uno de nuestros jefes de casa. Sprout nos ha ordenado por cursos y juntos hemos salido delante del castillo. No sé si los extranjeros van a pensar que los recibe un colegio, porque más parecemos un ejército. Echando un vistazo a las filas de Hogwarts, veo que Colin y Dennis, que es tan bajito que no deja de saltar para ver si ve algo, se preparan con entusiasmo. Colin va a necesitar doscientos carretes hoy.

 

Beauxbatons llega en una ¿carroza? compuesta por un chalet y muchos caballos gigantes. La directora es más grande que toda la familia de Ernie junta. Los estudiantes están temblando, lo que me hace pensar que van a pasarlo un poco mal este invierno aquí en Escocia. ¿A quién se le ocurre llevar seda a finales de octubre? ¿De dónde vienen, de Jamaica? Por la aprensión con la que miran al castillo, yo diría que de Eurodisney: ¡bienvenidos a los castillos reales! No, no tenemos a Mickey Mouse, pero tenemos a Hagrid. ¡Y a Peeves! ¡Ya lo veréis!

"¿Ha dicho que los caballos sólo beben Whisky?", pregunta Hannah con ojos desorbitados.

"Me pregunto qué beberá la dueña", comenta Susan. Ambas se echan a reír. Ernie se aguanta la risa como puede.

"¿Has visto a esas? Tienen cabellos de plata", comenta uno de sexto.

"Son tan finas que parece que se vayan a romper si las soplas", responde Zacharías.

"Ese chico de ahí es guapísimo", dice una de quinto. Sus amigas ríen en coro, cuchicheando entre ellas.

 

Pero no hay mucho tiempo para cuchichear porque casi de inmediato llega la delegación de Durmstrang. Para no ser menos que los franchutes, estos han hecho su aparición triunfal por el lago: primero con un remolino gigante del que ha emergido un barco de proporciones inmensas con aspecto de proceder directamente del Triángulo de las Bermudas. Cuando sus ocupantes descienden por la pasarela, tengo la breve impresión de que una vez vi una procesión semejante en El planeta de los Simios o, para una referencia más aproximada, en la mesa de Slytherin.

"Ah no, que son abrigos. Llevan abrigos de la talla de Hagrid", sonríe Hannah, aliviada.

"¿Habéis oído qué voz más falsa tiene ese Kakarroz?", oigo a uno de tercero.

"Karkaroff. Su nombre me suena de algo", musita Ernie.

"Claro que sí", susurra Susan, para que sólo nosotros lo oigamos, "Era uno de los leales a Voldemort. En otras palabras, un mortífago. Fue juzgado y absuelto por delatar a otros mortífagos más importantes que él. Es un ser vergonzoso y lamentable."

No nos da tiempo ni a asentir, porque de repente la gente empieza a murmurar agitadamente:

"¡KRUM! ¡ES VICTOR KRUM!"

"¿Qué dices? ¿El famoso buscador de Bulgaria?"

"¡Víctor, Víctor!"

Mientras los prefectos empiezan a chistarnos para que tengamos un poco de respeto, yo me dejo el cuello intentando verle de cerca. Pero Karkaroff ha hecho que entre enseguida argumentando que a ver si se va a poner malo.

Bah, ya lo veremos mejor. De reojo veo que los ojos de Cedric brillan de emoción. Oh, mierda. Espero que esto no sea un segundo "efecto Wood". Entre deportistas se entienden mejor y...no, Justin. Justin malo. No debes pensar en cosas negativas. ¡Hoy es día de fiesta!

 


 

En el comedor, los de Beauxbatons se sientan en la mesa de Ravenclaw con cara de frío y, por su mueca de asco, cualquiera diría que están de visita en un país tercermundista. Los de Durmstrang se quedan en la de Slytherin y, por la forma de estudiar todo a su alrededor, cualquiera diría que están de visita en un paraíso exótico. Los de Gryffindor tienen cara de chafados y los Hufflepuffs, aquí presentes, aguardamos resignados el discurso de bienvenida.

Como de costumbre, Dumbledore se cuida de decir las palabra justas para que podamos hincar el diente a...

"¿Qué porras es eso?", exclama Smith ante la aparición de platos propios y ajenos sobre la mesa.

"French cuisine", se ríe una de quinto, unos cuantos sitios más allá.

La bouillabaise la tomé yo en Francia una vez que pasé con mis padres, pero eso de ahí es nuevo, a ver. Mmmm. Y eso de ahí, recuerdo haberlo tomado en algún sitio...montañoso, oscuro...mmm...más allá de Alemania, quizá. Nunca estuve en Bulgaria, pero creo que quedaba por allí cerca. En cualquier caso, la comida extranjera no despierta tanta  atención como las extranjeras de la mesa de al lado. Apenas puedo contener la risita cuando una chica con una melena larga y plateada se acerca primero a la mesa de Gryffindor y luego a la nuestra para hacerse con la bouillabaisse, que luego devoran sus compañeras de congregación, quienes no parecen soportar la comida autóctona y necesitan autoabastecerse con recetas caseras. Pero lo relevante y lo que de verdad me hace reír son las caras de lerdo babeante que despliega la mitad de cada mesa conforme la chica se mueve por entre los pasillos de en medio recogiendo las bandejas de todo lo que suene a francés.

"Me juego una cerveza de mantequilla a que ésa tiene sangre de Veela", comenta Ernie, paladeando con arrobo el plato que ha impedido que se llevara.

"Pues no veo que te haya afectado mucho", sonríe Hannah, con un tinte de inseguridad nada propio de ella.

"Soy inmune al resto de los estímulos cuando como", responde, encogiéndose de hombros antes de llevarse a la boca otra cucharada.

"Si Ernie fuera Harry Potter, ya sabríamos qué estaba haciendo cuando Quien-tú-sabes le lanzó el avada", ríe una de sexto a la que su amiga propina una colleja por insensible. Lo que sea que estoy a punto de decir se me corta en la boca cuando Colin pasa flanqueado por su hermanito Dennis vendiendo por las mesas un surtido exclusivo de fotos de Krum y de las chicas Beauxbatons.

"¿Tienes la del momento exacto en que se quitó el chal y agitó los cabellos al viento?", pregunta extasiado un Ravenclaw de la otra mesa en grito-susurros. Oh, cielos. Oh infiernos: ¡Es Roger Davies, el capitán del equipo de Quidditch! Chang no tiene buena cara, se la nota un poco celosa. ¿Qué? ¿A que duele no ser ya el centro de atención?

 

Hacia los postres hacen su aparición una serie de personajes públicos cuyos nombres revolotean a mi alrededor y que, por lo visto, serán los jueces del torneo. Dumbledore se encarga de anunciarlos y de explicar que el torneo consistirá en 3 pruebas repartidas a lo largo del año. Eso de que habrá que demostrar la habilidad ante el peligro ha dejado a todo el mundo mudo, pero el hecho de que el juez imparcial e incorruptible que elegirá a los campeones sea una antigualla parecida al Santo Grial con una línea de defensa contra edades inmaduras, ha devuelto las esperanzas a algunos. Tienen toda la noche para intentarlo, si quieren. A mí me preocupa más la forma tan cruel que tiene el director de Durmstrang de tratar a todo el que no se llame Victor Krum, y de cómo los ojos de Cedric no se apartan de dicho búlgaro encorvado y permanentemente mohíno.

 


 

La selección de los candidatos resulta al final tan previsible como sorprendente: a nadie le extraña encontrarse a los gemelos Weasley con barba por saltarse la línea de edad, ni a Cedric como campeón de Hogwarts, a Krum como el de Durmstrang y a esa presunta Veela de Fleur Delacour, para Beauxbatons. Lo que nadie se explica aún (y por las caras de los profesores y del mismo Dumbledore, eso incluye a los mayores) es cómo demonios ha conseguido Harry Potter salir elegido también. No sé si la cicatriz que tiene es como una VISA ORO, un pasaporte mágico o una llave maestra para acceder a donde te plazca, pero he de decir que los Hufflepuff estamos profundamente indignados. ¡Por favor! ¡Para una vez que íbamos a tener nuestro momento de gloria! Pues no, oye, no. El niñomierda que podría haber sabido recibir el avada como Merlín manda y morir, tiene que seguir siendo el centro del universo mágico.

 

Cuando Dumbledore anunció a Cedric como campeón de Hogwarts, todos en la mesa de Hufflepuff nos pusimos en pie a gritarlo y a celebrarlo como locos, ¡como auténticos locos! (lo cual fuera de la escala Hufflepuff contaría como alegría desbordada a secas).  Y la expresión radiante de Cedric mientras se dirigía hacia la sala donde aguardaban los otros campeones, mientras era palmeado en la espalda, abrazado, agitado, zarandeado, estrujado, besado por unas cuantas y pellizcado en los mofletes por una orgullosa Sprout justo antes de desaparecer por la puerta, ha quedado para siempre inmortalizada en una instantánea con cuyas copias Colin Creevey ha rehecho sus ahorros hasta el verano siguiente.

 

Pero cuando el Cáliz de Fuego expulsó la papeleta extra y Dumbledore leyó el nombre de Harry Potter, a todos se nos cayó el alma a los pies.

No es justo. ¿Por qué él? ¿Por qué SIEMPRE él?

Nadie le aplaudió, nadie vitoreó, nadie habló. Como mucho, algunos se irguieron para mirarle mejor y así, probablemente, atisbar su cara de indudable satisfacción al no haber sido dejado atrás en los honores permanentes del colegio. Yo no quise mirar: hasta ahora había sentido aprecio y admiración por él. Hasta ahora. Ni siquiera pude empezar a comentar por lo bajo, con los demás, para paliar nuestra creciente indignación compartiendo el sentimiento homicida colectivo. Sólo podía pensar en la decepción que se iba a llevar Cedric cuando lo viera aparecer al otro lado de esa puerta.

 

Decepción que sería patente esa misma noche en la sala común. Sentados alrededor del brasero, y a petición de todos los Hufflepuffs, Cedric nos cuenta con no poco desconcierto y cierto tinte de amargura, lo ocurrido una vez seleccionados los campeones: la reunión entre los profesores y los indignados directores de los otros dos colegios, en la cual casi acaban cancelando el Torneo hasta que ha llegado Moody para recordarles que la participación es obligatoria, pues es como un contrato que no puede incumplirse una vez que el nombre de los candidatos ha sido introducido en el Cáliz. Moody también ha planteado la posibilidad de que alguien haya metido el nombre de Potter con la esperanza de que muera salvaje y brutalmente durante las pruebas, pero no caerá esa breva mágica.

"Está clarísimo que un año sin Quidditch representa un año sin posibilidades de lucirse en otro terreno que no sea el de arriesgar su vida, así que la participación en el Torneo le sirve para matar dos pájaros de un tiro", argumenta Ernie, y todos los Hufflepuffs estamos de acuerdo. Cedric se muestra reacio a inculpar totalmente a Potter y, pese a todo,  quiere dejarle aún el beneficio de la duda. Sin embargo, lo que podría ser una celebración por todo lo alto se ha convertido en una mesa redonda de indignación y eso no se lo perdono al Gryffindor cuatroojos. Para aliviar un poco tensiones, entre otro hijo de muggles y yo empezamos a tocar a dúo el Paint it Black* y a desahogar la rabia con la bandurria mágica:

 

No more will my green sea go turn a deeper blue
I could not foresee this thing happening to you
If I look hard enough into the settin' sun
My love will laugh with me before the mornin' comes
 

Al final la gente se anima y empezamos a vivir la alegría del momento. Algunos empiezan a hacer proliferar los chistes contra Harry Potter y hasta inventan insultos con su nombre. Ernie menea la cabeza y explica que esa actitud infantil no nos va a llevar a ninguna parte, pero luego le susurra a Hannah uno muy bueno que hace que ésta, Susan y hasta Cedric suelten una carcajada.

"Cedric, no tienes por qué preocuparte", le dice un compañero antes de irnos todos a dormir, "Todo Hufflepuff, ¡qué me digo!, todo Hogwarts te apoya a ti."

"Y piensa en lo bueno", apunta una de quinto, "¡Te libras de los exámenes finales!"

Cedric sonríe agradecido. Sin embargo, a los últimos que quedamos, nos musita:

"Como si no fuera poco ponerme a prueba en el torneo y competir contra magos extranjeros, ahora tengo también que competir contra Harry Potter. Y ésta vez no habrá Dementores que inclinen la balanza a mi favor."

"Tampoco creo que nadie te lo reproche si así fuera el caso", replica Ernie, pensativo.

"Mi padre no me lo perdonaría", sentencia.

Con Amos Diggory hemos topado...

"Valor frente a lo desconocido", termina, "Ésa será mi primera prueba, el 24 de noviembre."

 


 

Reconozco que es infantil; que no nos lleva a ninguna parte; que no traerá ni pena ni gloria a Cedric que le hagamos el vacío a Harry en Herbología, pero esta mañana no hemos podido evitarlo. Sé que tampoco está bien que nos hayamos reído de él de esa manera cuando se le ha escapado el bulbo botador y le ha arreado un mamporro en esa cara que tiene que parece suscrita a la portada de El Profeta pero es que...es que...

 

¡SE LO MERECE, SE LO MERECE, SE LO MERECE!

¡MUERE POTTER, MUERE!

¡Tu mera presencia me resulta más desagradable que la peste del bubotubérculo! Antes prefiero compartir bandeja de trabajo con un escreguto que contigo.

Tampoco ayuda a paliar nuestro resentimiento el hecho de que la jefa de nuestra casa, la Profesora Sprout se muestre también distante y rancia con él.

Cuando salimos del invernadero, Ernie apoya una mano sobre mi hombro y suspira aliviado:

"Ya pasó, Justin, ya pasó"

"Weasley tampoco le habla", comenta Hannah.

"¿A quién le extraña?", Susan se encoge de hombros.

"Él mismo se lo ha buscado", me reafirmo yo.

Sin embargo, en algún rinconcito de mi interior, existe una llamita de remordimiento y de aprensión.

Pero es muy diminuta, y se apaga tan pronto como vuelvo la vista atrás y le veo hablando con Granger como si tal cosa.

¡POTTER AL PAREDÓN!

 


 

Entre los Hufflepuffs, que lo ignoramos; los Ravenclaws, que lo miran con desdén y desconfianza; y los Slytherin, que directamente lo insultan, si lo que Harry Potter buscaba era más fama, le ha salido el tiro por la culata. Las chapas de "Apoya a Cedric Diggory" y "Potter apesta" son una obra maestra, todo hay que reconocerlo. De momento la llevo con orgullo, aunque sea en el bolsillo. No pude resistirme cuando me la ofrecieron.

 

Por supuesto,  tampoco me hace gracia que tantas niñas de otras casas vengan siempre a pedirle autógrafos a Cedric. Pero es el precio que hay que pagar por ser, además de yogurín, estudiante modelo y buen capitán de Quidditch, famoso. La popularidad de Cedric entre las chicas jamás había sido tan insoportable, sobre todo con las de su curso, quienes literalmente lo acosan. Y es que ahora es tan popular como Krum pero, además, guapo. Muy, muy guapo. Colin se ha forrado después de ser el mensajero de la sesión en la que se comprobaron las varitas de los campeones. Se supone que sólo debía acompañar a Harry hasta la puerta, pero se quedó escondido y pudo sacar buenas instantáneas, también gracias al hecho de que los sentaron cerca de donde estaba él.  Tanto las de Fleur Delacour, como las de Krum como las de Cedric se venden a precio de Galeón, especialmente aquellas en las que están los tres juntos. No me gustan las que muestran a Fleur flirteando descaradamente con Cedric. Tiene una cara de felicidad radiante que dan ganas de hacerle tragar el pelo que no deja de tocarse. Me gusta, sin embargo, la cara de desconcierto de Cedric ante tanta floritura capilar de la francesa. Si es verdad que es medio Veela, sus artes no parecen tener ningún efecto sobre nuestro capitán.

 

La pena es que nadie sacara fotos cuando, en una trifulca entre Granger, Potter y Malfoy, a la empollona de Gryffindor le crecieron los colmillos al tamaño de morsa esta misma mañana. A quien se junta con pinochos, les crece la nariz. O, en este caso, los piños. Sin embargo, Susan y Hannah no dejan de comentar que cuando se la cruzaron al volver de la enfermería, se fijaron en que después del tratamiento de Pomfrey  los dientes le quedan incluso mejor que antes.¡No es lista ni nada! Snape fue muy cruel, no obstante. No me puedo creer que le dijera algo tan terrible como que no notaba la diferencia. Por supuesto, no estoy compadeciendo a Granger. Sólo que...me hierve un poco la sangre cuando alguien con autoridad y que se supone que debe educarnos y hacernos mejores personas, la toma irracionalmente con alguien que...no, no voy a compadecerme, no voy a compadecerme, NO VOY A COMPADECERME.

 

Por la noche Cedric nos cuenta cómo fue la sesión, lo desagradable que le pareció esa mujer de El Profeta, Rita Skeeter, y lo amable que había sido el Señor Ollivander, quien aún así se acordaba más de la varita que de Cedric. Gracias a él habían podido constatar que Fleur es, en verdad, Veela en parte, por su abuela, y que hay un pelo de esa abuela Veela en su varita. Imagino el efecto que producirá si la usa para fines amorosos. Pero Cedric no parece muy interesado ni en la varita ni en el pelo de Fleur, sino en Víctor Krum, su sobriedad y su saber estar.

"Me habría gustado hablar más con él, pero estaba en una esquina con cara de pocos amigos y no me atreví a molestarle", comenta con cierto sonrojo.

"Y la dichosa francesita te estaba monopolizando a ti", añade con celo una compañera de sexto. Más chicas asienten con fervor. Ahora nuestras charlas nocturnas incluyen al 80% de la casa a nuestro alrededor. Aunque muy a escondidas, hay pugnas y listas de espera por pillar sitio cerca del asiento que habitualmente ocupa Cedric, por hábito. Lo bueno es que siempre se guardan de dejar un sitio a los que habitualmente lo acompañan, o saben que de lo contrario Cedric se buscará otro sitio. No siempre consigo estar entre esos afortunados y, la verdad, tampoco lucho. Hasta la mesa que elige Cedric en la biblioteca se llena siempre antes que las demás. Es casi imposible hablar a solas con él y sobra decir que Cedric ya nunca me busca.

 


 

 

La furia colectiva desatada de los Hufflepuffs estalla cuando El Profeta, no sólo dedica hasta 3 páginas y la portada a la vida y milagros del mal partido por un rayo, sino que ¡ni siquiera menciona a Cedric! ¿Cómo se puede concebir semejante injusticia? No me importa si el artículo está lleno de falsedades sobre su vida y, francamente, me importa un bledo si se va morreando con Granger en armarios de escobas o a plena luz del día (claro que la versión de Colin Creevey no es muy de fiar que digamos). Pero es que el campeón de Hogwarts es Cedric, ¡CEDRIC!, ¡maldita sea! Potter es sólo un extra predestinado a ser el ombligo de Hogwarts hasta que le revienten las tripas. Y hoy, después de leer el artículo, me gustaría que fuera pronto. A ser posible, el 24 de noviembre.

 

Ya no me apetece ir a la biblioteca nunca. Potter está ahí, Granger está ahí, Krum también, y Cedric otro tanto, lo mismo que las fans acérrimas de estos últimos.

"No, Colin, no quiero fotos de nadie", gruño al salir del comedor de camino a la sala común. De clase al comedor, del comedor a la sala y buenas noches. Día tras día.

 

Una cosa buena que me ha pasado es que Ernie, quizá molesto por el bullicio que hay ahora donde antes reinaba el silencio para estudiar, se queda conmigo última e invariablemente. Esto, además de ayudarme a mejorar mis resultados en clase, me quita un gran peso de encima. Hannah viene unas veces sí, y otras...ese Ravenclaw que le gusta frecuenta mucho la biblioteca, así que no va a perderse su ración de comida para los ojos del día, según Susan. Si Hannah la oyera...¡es tan reacia a decirnos quién es!

"¿En qué crees que consistirá la primera prueba, Ernie?"

"Algo peligroso y mortal de necesidad. Ahora, Justin, los hechizos invocadores..."

 


 

 

El sábado antes de la primera prueba tenemos nuestra primera salida a Hogsmeade. Todo el mundo lleva la chapita de apoyo a Cedric, lo cual levanta la moral. En cierto punto, cerca de Zonko, nos encontramos a Cedric y a los del equipo. Toda esperanza de recorrer Hogsmeade juntos en plan Comando-H se desvanece cuando una horda de colegialas lo abordan y lo secuestran con la excusa de comprarle caramelos para darle ánimo en la primera prueba. Excusa más mala no he oído en mi vida. Pero se trata de Cedric, y con lo parado que es, ni se resiste. Se despide, apurado, y nos deja a todos con cara de haber visto una manada de grims. Con la excusa, esta sí que habitual, de ir a mirar libros, Hannah y Ernie no tardan en separarse del grupo nada más salir de Honeyduke's, así que me quedo con Smith, los del equipo y algunos compañeros suyos, Susan y un grupo de chicas de varios cursos. Cuando nos cansamos de andar sin rumbo, nos encaminamos a Las tres Escobas. Al abrir la puerta, algo en la imagen de Ernie y Hannah, sentados a solas intercambiando cartas de magos entre risas, cerca de donde Granger se sienta sola, me hace echarme atrás.

"Chicos, yo regreso al castillo. Quiero hacer algunas cosas antes de cenar. Os veo luego."

"Voy contigo", musita Zacharías con brusquedad.

Nos despedimos hasta la cena y tomamos el camino de vuelta a Hogwarts.

"Tengo la impresión de que hoy la cerveza de mantequilla habría sabido especialmente amarga", me comenta tras unos minutos de silencio.

Y no puedo hacer otra cosa que asentir.

 

El domingo hay encierro de los campeones en la biblioteca para estudiar qué sé yo que les pueda ayudar ante quién sabe qué a lo que se enfrentarán el martes. Por mi parte, disfruto una agradable tarde Hufflepuff en la sala común. Estar con los de primero y segundo siempre me pone de buen humor, sobre todo cuando tengo la posibilidad de impresionar a las niñas con trucos fáciles y de echar una mano a los chavales con sus dudas sobre el Plantanova mágico en el proyecto invernadero que hacemos todos los años por todos los rincones de la sala común. No sé qué le pasa a Zacharías que no se ha despegado del sillón de al lado del mío y ha pasado la tarde en silencio, escuchando las canciones, como melancólico. ¡Y ni siquiera ha protestado las veces que he desafinado experimentando con temas nuevos! Uaaa, ¡este hombre está enfermo!

"Gññ", me dice por toda respuesta cuando le pregunto.

"Pfff", respondo yo, y sigo a lo mío.

En esto, Zacharías me da un codazo. Se lo devuelvo. Me da otro. De vuelta. Me da otro y lo acompaña con una patadita a la espinilla. Me tiro a su cuello. Nos revolcamos por los sofás. Las niñas se alarman. Entonces, con un sonoro CATAPAF, ambos caemos al suelo, jadeando y riendo como imbéciles.

"¡Niños!", menea la cabeza Ernie, quien entra en esos momentos con Hannah y nos ve. Cedric viene detrás, escoltado por al menos 10 chicas.

"¿Qué hacéis ahí tirados?", ríe ella retorciéndose una trenza.

"Pressing Huff"

"¿Qué?",

"Lucha libre Hufflepuff", explica uno de sexto, hijo de muggles, con cara de guasa.

"¿Algún progreso con miras a la primera prueba, Cedric?", le preguntan entre varios.

"Pues...no, sólo he estado haciendo los deberes", se ruboriza ligeramente.

Algo me dice que no ha podido concentrarse mucho con tanta urraca a su alrededor.

 


 

El lunes por la mañana, de camino a los invernaderos después de desayunar, y justo antes de salir por la puerta del edificio,  veo como Harry se acerca a Cedric por la espalda y lo sigue escaleras arriba, tratando de no ser visto. No hago más que morderme las uñas en clase de Herbología, después de que Hannah tirara de mí para no retrasarnos,  hasta que Potter aparece por la puerta del Invernadero 3 al rato de sonar la campana. No sé qué excusa mala le habrá puesto a la profesora Sprout y no entiendo qué demonios querría de Cedric el niñato crápula cuatroojos éste, pero espero que no intente atentar contra él o de lo contrario...o de lo contrario...¿qué? ¿le escupo? Anda, Justin, vuelve a tus plantitas. Ay. Me ha agredido. ¿Hechizos invocadores? ¿Para qué quiere Potter...?

"Hmmm...quizá quiera invocar algo desde el castillo a dondequiera que sea la prueba. Me pregunto el qué", murmura Ernie, quien también sigue la conversación de Potter y Granger, a nuestro lado, ya que Weasley sigue marginándole.

"Igual es su preciosa escoba, para huir volando y si te he visto no me acuerdo", ríe Hannah, mimando con saña su ejemplar de arbusto nervioso, su planta ideal.

Aunque río por lo bajo con los demás, vuelvo a sentir ese pinchazo de remordimiento.

Harry se enfrentó a un basilisco en nuestro segundo año. El mismo que me había petrificado, y que habría acabado matando a alguien, quizá a él mismo si no se lo hubiera cargado, quién sabe cómo. No es justo llamarle cobarde. No es justo...y aún así...

 

El lunes antes de almorzar, veo a Cedric llegar pálido, pálido, pálido a nuestra mesa. Apenas come dos bocados y, sin haber tragado todavía el último, se levanta y se marcha a, deduzco y deduzco bien, la biblioteca. Todos nos miramos extrañados. A lo lejos veo que Krum hace lo mismo. Fleur está sentada mirando la vichysoisse como si fuera un álbum de 3-D y fuera a ver un delfín, un castillo o un dragón de concentrarse el tiempo suficiente.

 

El lunes por la tarde no veo a Cedric. Viene a cenar casi a los postres. Lo noto exhausto y aún bastante pálido.

 

El lunes por la noche, de camino a las duchas, veo salir del cuarto de baño a los chicos de nuestra casa palmeando a Cedric en la espalda y dándole los típicos puñetazos amistosos fruto de ese compañerismo que se avergüenza uno de demostrar (el mismo con el que nos pegamos tan a menudo Ernie y yo, y que estoy empezando a desarrollar con Smith en sus horas bajas). Todos confían en él para dar lo mejor mañana en la primera prueba. Cedric, sonrosadete, sonríe con apuro y yo sé, aun después de ver sus bostezos antes de irnos a dormir y dejarle con sus veinte libros en la mesa grande de estudio, que no va a aguantar mucho despierto, y tampoco le conviene estar en baja forma para mañana. Quiero decírselo, mandarle a dormir, abrazarlo con fuerza,  infundirle ánimos y darle una colleja por idiota. Pero lo único que hago es dar media vuelta hacia mi dormitorio y encerrarme en mi cama a suspirar para mis adentros.

 

El lunes de madrugada, martes ya, no puedo dormir. Me levanto como un resorte y, empujado por un impulso ciego y noctámbulo, subo a la sala común. No sé ni qué hora es, pero la corazonada es tan fuerte, que dejo que me lleven mis pies. La sala está a oscuras.

"¿Cedric?", susurro. Casi me tiembla la voz. Casi. Porque esa corazonada me dice que el capitán aún sigue aquí.

"¿Justin? ¿Eres tú?"

Oigo que musita un hechizo con el que aviva el brasero para poder vernos las caras.

"¿No podías más, verdad?", sonrío al verle envuelto en una manta con unas ojeras de impresión.

"He hecho todo lo que he podido. Ahora tendré que confiar en mi suerte...y en mis destrezas como mago."

"Sea lo que sea, saldrás adelante, Cedric. Te lo repetiré cien veces si hace falta.", me acerco, dispuesto a sentarme en el trozo de sofá junto al suyo.

"Justin...ven aquí", sonríe, palmeando su parte del sofá.

"¿Qué?"

¡No soy un perro!

"Aquí...por favor", añade, y ahí es donde le traiciona la voz, que se quiebra en el último momento.

Con paso dubitativo, me acerco a él. Voy notando cómo el calor del brasero inunda mi cuerpo, que había empezado a tiritar pese a la túnica mal puesta sobre el pijama. Cedric tira de la túnica y luego de mi mano, hasta que quedo sentado delante de él y nos cubre a ambos con la manta. Como en un acto reflejo, subo los pies y me acurruco contra él. No me avergüenzo de los latidos desbocados de mi corazón, porque tengo el suyo contra mi oreja. Sus brazos me amarran como firmes cuerdas mientras pega su cara a la mía.

"Justin, no sé si mi magia bastará para pasar al dragón...si no consigo crear una distracción...si el hechizo que he estado preparando no me sale bien..."

"¿DRAGÓN?"

"Eso es. Ésa es la primera prueba."

"¿Pero cómo...?"

"Potter me lo dijo. Todos los demás campeones lo saben."

"¿Y por qué te lo dijo? Habrías estado en desventaja sin..."

"Eso es lo que no entiendo. Y por mucho que intente desconfiar de él, Justin, no puedo...dejar de pensar que...en el fondo quizá...quizá sea verdad lo que dice."

"...Yo también he empezado a pensarlo. Sobre todo al ver cómo Weasley lo deja de autista. No creo...que Harry quisiera perder a su mejor amigo a costa...de conseguir más fama, Cedric. No me pega con él.", noto que Cedric se estremece y yo me envalentono y sigo. "Vale que mi orgullo Hufflepuff y mi lealtad a ti como campeón se duela aún de que nos hayan quitado el foco temporal de gloria y nos lo hagan compartir con el invitado habitual del show, pero..."

"Justin", susurra en mi oreja, cortándome de raíz la palabra y la respiración.

"¿Qué?", casi gimo. Sus brazos son ya como parte de mí. El calor de su cuerpo es embriagador. Quiero que me cuente un cuento antes de ir a dormir. Quiero que me siga susurrando. Se me van a saltar las lágrimas porque lo he echado tanto de...

"Te he echado de menos", susurra con voz queda.

"No me hubiese movido de tu lado, si hubiese quedado algún lado de ti libre."

"Si mañana...si mañana sobrevivo, ¿podemos...volver a ser buenos amigos?"

Suspiro profunda y largamente antes de echar la cabeza hacia atrás para recostarla sobre su hombro. Sus cabellos rozan mis mejillas y noto su aliento contra mi cuello. Estoy sumido en un éxtasis agridulce de nostalgia, esperanza y mil temores.

"Nunca hemos dejado de serlo, Cedric. Eres tú el que se aleja de mí, como si vivieras en otro mundo."

"Estoy muy asustado, Justin. No se lo digas a nadie, pero...tengo pánico a mañana. No quiero morir..."

"¿Virgen?", me río de repente al recordar ochocientas mil y una películas malas de adolescentes de las que echan por la tele en el mundo muggle.

Cedric me da una toba en la nariz, pero también ríe.

"No, no quiero morir solo."

"¿Quieres llevarte a alguien contigo cuando mueras?", vuelvo a reír, y él me da un suave coscorrón con la frente. De pronto me siento muy ligero, quizá para compensar el pánico que me está contagiando, el pánico de lo que pueda sucederle mañana.

"No...no quiero estar solo antes de morir"

"Por mí no hay problema en acompañarte al lugar de la prueba, pero estará todo tu club de fans y los jueces y los otros campeones..."

El miedo a la soledad no me vale Cedric, pues parece que a ti te vale cualquiera.

"Los demás no me importan. Al final, sigo estando solo. Y más solo estaré si caigo..."

Ah, la soledad del héroe. Mierda, se me han caído dos lágrimas cuando andaba despistado riéndome de nuestra desdicha compartida y quitando importancia a sus confesiones. Para no hacerme ilusiones. Para no llorar después, cuando me quede otra vez con la miel en los labios. Al final va a resultar que no resisto tan bien la frustración como creía.

Le acabo de mojar la cara a él también y no quiero volverme para que no vea mi puchero incontrolable. Pero eso, lejos de repelerle, parece insuflarle valor, porque me mece en sus brazos, me besa la sien, y es él quien ríe con alivio y ligereza, y es la primera vez en mucho tiempo que le oigo reír así.

"No llores por mí, Justin Finch-Fletchley. No llores por mí todavía. Quiero verte sonreír, a ti por encima de todos, cuando salga victorioso mañana"

 


 

El martes por la mañana nos despierta una pequeña explosión a los pies de la escalera. Como estamos enroscados el uno contra el otro, tumbados en el sofá, nos cuesta al menos 10 segundos desliar brazos y piernas y ponernos en pie, lo suficiente para que la niebla se disipe.

"Es una alarma que dejé preparada anoche para que nadie nos...me sorprendiese practicando mis hechizos y tuviéramos un disgusto", confiesa Cedric rápidamente mientras se frota los ojos.

"¿Y por qué no saltó cuando llegué yo?"

"Permití alguna...excepción", sonríe con cierto azoramiento. Y sigue sonriendo ante la horda de Hufflpuffs que suben, desperezándose, porque ya es la hora o porque el tumulto posterior a la explosión los ha sacado a lo bestia del dulce sueño matinal. Dejo a Cedric para que reciba los ánimos colectivos  matutinos de rigor y regreso a mi dormitorio a vestirme.

 

Las clases terminan a mediodía. La prueba tendrá lugar después del almuerzo. En el comedor, el ambiente está caldeado, los ánimos están muy altos y Cedric está...muy pálido, pero más animado. Se le ve con más confianza, lo cual a su vez refuerza la confianza de los Hufflepuffs, ignorantes aún de en qué consistirá la prueba. La Profesora Sprout viene a buscar a Cedric a los postres para que se reúna con los demás campeones. Todos en la mesa nos levantamos para infundir ánimos a nuestro campeón y yo me cuido de dedicarle una sonrisa enorme antes de verle desaparecer por la gran puerta, tenso pero guardando la compostura. Al poco veo a Potter salir también y, aunque recibe ánimos de los Gryffindors, el resto de la escuela no es tan amable como lo ha sido con Cedric. Las chapas de "Potter apesta" relucen más que nunca. Minutos después, Dumbledore nos da permiso para salir y, junto a Ernie y los demás, sigo a la masa informe de alumnos hacia una especie de redil gigante, una cerca enorme que para mí no oculta secretos, y me dirijo a la grada donde se van concentrando todos los Hufflepuffs. Estamos muy emocionados y alterados, pero se lleva la palma Hannah, quien como siga así va a arrancarse las trenzas de raíz. 

 

Sin embargo, eso no es nada en comparación al grito de la muchedumbre cuando el primer dragón hace su aparición en escena. Hannah pega tal grito que tienen que taparle la boca entre Susan y Ernie. Zacharías, lívido, no puede ni abrir la boca. Incluso los mayores parecen estar a punto de desmayarse de un momento a otro. Nadie ríe ya. Sólo aguardan el momento de ver quién será el primero en enfrentarse a esa bestia. Como Ludo Bagman, el comentarista del evento, no aparece ni a la de tres, otro de los jueces se ocupa de explicar aceleradamente en qué consiste todo el tinglado. Cientos de pares de ojos se concentran en los preciados huevos dorados que los campeones tienen que conseguir tras pasar al dragón. En esto que suena un silbato e, instantes después, Bagman aparece y toma el relevo amplificando su voz. El primer campeón será Cedric Diggory.

 

Las puertas se abren y Cedric entra con paso firme y la mirada concentrada en el dragón. Pese a estar sobre aviso, tiene una expresión cadavérica y enfermiza. Su rival es una hocicorto sueco de color azul plateado, según va informando Bagman. Me gustaría que se callase, porque me está poniendo nervioso. Cedric y la dragona se miran fijamente, calculando sus movimientos. Ernie ahoga un respingo cuando Hannah le estrangula la circulación del brazo. Varias chicas sollozan a nuestro alrededor. Tengo el corazón en la boca, a punto de caer infartado, retumbando cada latido en el estómago y en el cerebro. Cedric se acerca, Cedric esquiva una llamarada de aviso, Cedric retrocede; la dragona avanza hacia él: lo cree muy indefenso; Cedric saca la varita y...¿convierte una piedra en un perro labrador? ¿Qué demonios hace? Debe de ser la táctica de distracción que había estado practicando  y que me explicó ayer cuando yo ya estaba medio grogui en sus brazos. Oye, ¡pues funciona! La dragona se lanza a por el perro y Cedric encuentra vía libre para llegar hasta el huevo ¡y hacerse con él! Los gritos de los Hufflepuffs superan a los de las otras 3 casa juntas. Tengo a Susan abrazada al cuello y a Hannah estrujándonos las manos a Ernie y a mí. Todos saltamos y vitoreamos. Pero entonces, justo entonces, la dragona se cansa de seguir al labrador y se vuelve hacia Cedric, bautizándolo con una llamarada a traición. Cedric consigue apartarse en el último momento, pero aún así le alcanza en un lado de la cara. Los chillidos me ensordecen mientras, por dentro, el alma se me cae a los pies y empiezo a sentir un pánico que no recordaba desde la época del maldito basilisco. Pero Cedric sigue adelante y llega hasta la salida, y ahí es cuando se vuelve, y me busca con la mirada y yo, recordando mi palabra, hago un esfuerzo triunfal por ignorar el destrozo perpetrado en su inmaculado físico, y le dedico la sonrisa más sincera que puedo formar sin que se me salten las lágrimas. Entonces, la puerta vuelve a abrirse, y la mano de Madam Pomfrey agarra a Cedric por la oreja sana y lo saca de esa especie de circo romano en versión mágica, en medio de un gran aplauso y una mayor ovación.

 


 

 

Oh, sí, Cedric ha conseguido el huevo; sí, tiene una puntuación nada desdeñable (es gracioso que resultar herido descuente puntos); sí, Madame Pomfrey le ha tratado las heridas y no le quedará secuela; pero, ¿por qué demonios no podemos verle? Estamos apalancados delante de la tienda-enfermería pero no hay tu tía.

"No es momento de ser acosado por el club de fans. El señor Diggory debe descansar, ¡y es mi última palabra!"

Vieja amargada...¿por qué a Weasley y a Granger sí los ha dejado entrar a ver a Potter, quien apenas tiene un rasguño? ¡Qué maldita injusticia!

"¡Qué flagrante acto de favoritismo!", escupe Ernie por lo bajo. Ahí se fue la simpatía por Potter que había recuperado durante la prueba.

Con resignación, pues no soy el único que quiere verlo a toda costa, regreso a la sala común y espero pacientemente para felicitarlo cuando vuelva de la reunión de campeones que hay después de que den a Potter su puntuación. Poco a poco, la sala se va llenando y, al final, aparece Cedric, la mita de la cara cubierta por una pasta naranja, el huevo dorado en sus brazos.

"La segunda prueba", sonríe de oreja a oreja. Y hay una avalancha para abrazarlo y felicitarlo. Yo me quedo en la distancia, aplaudiendo con el resto. Nuestras miradas se cruzan de forma esporádica, discreta e intensa, mientras ayudo a preparar el festín con zumo de calabaza y mucha, mucha comida rica. Las de segundo me traen la bandurria mágica y yo les dedico parte de mi repertorio habitual, solo y a dúo, y alguna que otra improvisación con los demás, mientras Cedric escucha, come, ríe y ¡sigue vivo!, sentado como siempre en el sillón regio (es un sofá redondo, pero así es como llamamos ahora al rincón que siempre ocupa el capitán), con una corona de laureles que le han hecho las niñas de primer año con hojas que han pedido en la cocina a la par que la comida (¡qué majos los elfos domésticos! Las niñas descubrieron la entrada a las cocinas siguiendo a los gemelos Weasley). No pocas lágrimas caen con respecto a su cara, pero lo que más se rememora, sin duda, es el momento desconcertante en el que Cedric sacó un perro a la palestra. No faltan tampoco elogios para los otros campeones y sus hazañas, en especial Potter haciendo el famoso amago de Wronski con la escoba que había conseguido invocar desde el castillo. Cedric y todos los Hufflepuffs  estamos muy impresionados con su actuación, rencores aparte. Además...además...gracias a él Cedric iba preparado.

"Una quemadura es poco al lado de lo que me podría haber ocurrido de verdad. Quizá si hoy sigo vivo, se lo debo a él", sonríe y veo que los demás agachan la cabeza, de una forma u otra, "Así que, no más rencores, ¿vale? Os agradezco mucho vuestro apoyo, pero Harry es un digno rival y un compañero de colegio. Os pido, por favor, un respeto por él a partir de ahora. No nos pongamos al nivel de los Slytherin". Y todos asienten, también de una forma u otra, aunque sea con un gruñido airado. Zacharías, como quien con él no va la cosa, se entretiene quitando a Cedric el huevo de las manos y abriéndolo para ver qué tiene. Los espeluznantes chillidos agudos que salen de su interior nos hacen a todos taparnos las orejas hasta que es Ernie, y no Cedric, el que da una colleja a Smith, cierra el huevo y se lo devuelve a Cedric, entre la cara de pavor del desde ahora sordo rubiales y la risotada colectiva.  La fiesta se prolonga hasta pasada la medianoche y, al final de la misma, recuerdo con nostalgia la madrugada anterior, y todas las lágrimas y las preocupaciones desde que comenzó el curso me saben a risa.

 


 

 

Noviembre termina y da paso a un diciembre más propio de la era glaciar que del siglo XX. En cualquier caso, ni las ventiscas, ni las corrientes que dejan a uno con dolor de tripa toda una tarde, ni la amenaza constante de tormenta de aguanieve consigue aguarme a mí el buen humor. Ahora Cedric vuelve antes de la biblioteca para estar un rato en la sala común con nosotros antes de cenar. Y es agradable ver cómo el club de fans está más calmado, al menos en nuestra casa. La cara la tiene completamente curada y, como siempre, da gusto mirarle. Pero hay un poso en su mirada que aún me incomoda. Es un poso de miedo y de inseguridad que nada tiene que ver con el Torneo de los tres magos. Aunque, como buen campeón que es, el poso desaparece cuando un día me pilla a solas a la salida del comedor y me invita a enseñarme el baño de los prefectos cuando todos se hayan ido a dormir. Casi pego un chillido de alegría, pero me contengo y sólo me agito lo suficiente como para no perder públicamente la decencia. Esa misma noche ambos salimos a hurtadillas de la sala común y nos dirigimos al quinto piso, a la (una, dos, tres...) cuarta puerta a la izquierda de la estatua de Boris el Desconcertado, cargando con el huevo de marras, de modo que, si alguien nos pilla, tengamos la coartada del huevo dorado y experimentos compartidos. Hasta teníamos la excusa perfecta preparada:

"Es que, entiéndalo señor Filch: necesitaba a Justin para que me sostuviera el huevo mientras yo lo examinaba."

"¿Al huevo?"

"No, a él, ¡si le parece!"

"Porque todo el mundo sabe que tus huevos son de oro, Cedric", reíamos por lo bajo, destrozando nuestro sigilo por momentos.

"Frescura de pino", consigue pronunciar delante de la puerta, y luego me cede el paso.

 

AAAAAAAAAAAAAAh, qué placer de bañera. ¡Qué bien viven los prefectos! Chapoteo y buceo bajo la espuma, salgo y aspiro las fragancias de los perfumes, juego con los grifos y, por el rabillo del ojo, observo a Cedric, sentado en el borde de la inmensa bañera, haciendo rodar el huevo en su sitio, mientras me lanza, como quien no quiere la cosa, miradas más furtivas que las mías, y que las de la sirena del cuadro de atrás, que tiene corazoncitos por ojos ya sólo de ver al campeón por la espalda. Ah, por si no ha quedado lo suficientemente claro, ambos estamos como nuestras respectivas madres nos trajeron al mundo (y no quiero pensar que hay un fantasma espiándonos, como me ha parecido ver antes). Tras una sesión de chapoteo conjunto, de aguadillas, de correr el uno con el otro a caballito y de escupirnos agua de un lado a otro de la bañera, evitándonos, Cedric sale fuera y yo lo persigo. Al final le agarro de las manos y él me induce a bailar.

"¿Cómo era? Ese Walk of Life que tanto te gusta..."

Me río, me aparto los rizos empapados de la cara  y empiezo a mover mis caderas al ritmo de la letra que voy cantando. Cedric silba el ritmo de fondo y así nos tiramos un par de minutos hasta que termino un "...is the Walk, the Walk of Life", tras el cual Cedric me espeta: "¡Pues vigílalo!", y me tira al agua a traición. No he hecho más que asomar la cabeza, tosiendo y perjurando en arameo, cuando Cedric para de reírse y se queda pensativo mirando el huevo.

"¡Cógelo!", me dice de repente, lanzando el huevo en mi dirección. Consigo atraparlo al vuelo pero pesa tanto que se me resbala y se me abre sin querer. Para acallar los gemidos que resuenan monumentalmente contra las paredes del baño, decido ahogarlos rápidamente en el agua. Y es entonces cuando todo cobra sentido.

"Es el destino el que nos ha traído a este baño, Justin", sonríe Cedric, pletórico, antes de sumergirse para escuchar lo que parecen versos satánicos.

"¿Qué dice?", pregunto yo cuando emerge.

"Que me han quitado lo que más valoro y lo tienen bajo el agua, probablemente", suspira. "Moody tenía razón."
"¿Moody? ¿Nuestro profesor?"
"Fue él el que me aconsejó que probara a abrirlo bajo el agua, por si estallaba en algún momento", ríe.

"¿Y...y qué será lo que...?", pregunto yo, sin atreverme a completar la frase y sintiéndome estúpido por ello y por no poder mirarle.

"Si se trata de una posesión material, no tengo ninguna. No arriesgaría la vida por un objeto, por mucho valor que tuviera. Ahora bien, por una persona..."

"Hey, que sepas que si quieren a uno de los Hufflepuffs que tú tanto valoras, yo no pienso dejar que se me lleven a ningún sitio bajo el agua, ¿por qué han tenido que elegir una prueba submarina?"

"Serás engreído...", ríe y me echa agua a la cara antes de que me pueda proteger, "¡Toma prueba submarina!"

"De todos modos", digo yo pensativo cuando las cosas se calman y sólo me retuerce ya el cuello con el brazo, "revisa muy bien todas tus cosas, por si te falta algo."

"No creo que me falte AHORA, Justin. La segunda prueba es el 24 de febrero por la mañana. Entonces, veremos qué me quitan."

 


 

Con el frío que hace, no sé cómo no se mueren congelados los de los otros colegios. Cedric dice que Krum y los suyos se abrigan lo que pueden, pero que lo pasan mal por las noches.

"¿Desde cuándo eres tú amigo de Krum?", le espeta Smith.

"Nos hemos cruzado un par de veces y...es lo mínimo que se pregunta, que qué tal se adaptan a Hogwarts", explica con cierto sonrojo molesto e inexplicable. Sé que Cedric es fan de Krum, salta a la vista.

"Entre campeones anda el juego", sonríe la prefecta, terminando de ayudar a las de primer año a regar con una poción especial contra el frío las plantas de los rincones de la sala común. Eso me recuerda lo insoportable que es el olor a Whisky de los abrevaderos de los caballos de Beauxbatons, que nos marea cada vez que tenemos clase con Hagrid. Y hoy nos hemos perdido una buena clase porque ya la armaron antes los de gryffindor y Slytherin, como siempre. No es que me haga mucha ilusión probar a ver si los escregutos hibernan, pero las historias que cuentan de toda una clase encerrada en la cabaña de Hagrid son para vivirlas. Como las de adivinación son para olvidar: los pocos Hufflepuffs que tienen clase con Trelawney comentan asustados que últimamente no deja de decir que la muerte acecha sobre Hogwarts como un buitre.

"Pamplinas", le dice Ernie a la crédula de Hannah, "El buitre es ella, sólo hay que verla"

 


 

Pensaba volver a casa por Navidad, pero poco antes de acabar el trimestre recibimos una noticia que nos hace cambiar a casi todos de idea: el baile que es tradición cuando se celebra el Torneo de los tres magos tendrá lugar el día de Navidad a las 8 de la tarde en el Gran Comedor y terminará a medianoche. Sólo podrán asistir los de cuarto para arriba, aunque si queremos invitar a una pareja de otro curso inferior, es cosa nuestra. Lo único que se espera de nosotros es decencia y dejar al colegio en buen lugar ante los ojos de los invitados de los otros colegios, pues el objetivo es precisamente, relacionarnos más con ellos.

"Los campeones serán los que inauguren el baile junto a sus parejas", termina de contarnos la profesora Sprout en la sala común.

"¿Es obligatorio?"

"Sí, Cedric, es tradición"

"Pero yo no tengo..."

"Oh, vamos", Sprout finge exasperación maternal pero no puede ocultar su inmensa sonrisa, "¡no será por falta de candidatas!"

Gruñidos varios entre los chicos; risitas histéricas entre las chicas.

"No os olvidéis", añade Sprout,"que es obligatoria la túnica de gala. Así que, ¡hala! Ya estáis todos los de edad admisible buscando pareja y  una túnica decente para la ocasión, que ya deberíais haber comprado en septiembre, si Dumbledore hizo bien la lista. Y él no es propenso a estos olvidos."

"Qué manía con el mínimo de edad", protesta uno de tercero, ofuscado; instantes después, una chica de mi curso le guiña un ojo cuando cree que nadie la ve, y al otro se le ilumina la cara. Pero el que tiene cara de funeral es, sin duda, Cedric. Está completamente trastocado y traspapelado y yo, idiota de mí, caigo en ese momento en lo que representa para mí, para nosotros, el hecho de que Cedric tenga que abrir el baile con su pareja. Una pareja que, evidentemente, tendrá que ser una chica y que, probablemente, pase toda la velada junto a él; y que, con toda seguridad, se haga ilusiones para después. Mierda, mierda, mierda y pis de troll reconcentrado. Claro que ni en mis fantasías más atrevidas (que como mucho incluían besos furtivos en clases vacías y poco avance más) me podía imaginar siendo la pareja de baile de Cedric delante de todo el colegio. ¿Sería capaz de soportar las miradas, el bochorno y los silbidos correspondientes, con tal de evitar que Cedric caiga en manos de cualquier arpía? La respuesta me avergüenza confesarla: hasta me pondría horquillas.

Y...y lazo.

 


 

El revuelo por todo el colegio es tal que los profesores no dejan de abroncar a unos y a otras porque no paran de murmurar, cuchichear y cotillear durante las horas de clase, en los recreos, en el comedor, en el baño, en la biblioteca (Madam Pince está batiendo su propio récord expulsando a gente). En nuestra casa, la formación de parejas va lenta pero firme, ya sea endo o exogámica. Un día, poco antes de las vacaciones, vemos a Krum acercarse a Granger, intercambiar unas palabras en voz baja, y hacerla salir con él fuera de la biblioteca para no volver ninguno (Cedric me comenta que Krum le había estado haciendo preguntas sobre ella en un par de ocasiones, pero que no había podido serle de mucha ayuda; no parece haberla necesitado, en cualquier caso). Ida Granger, Ginny Weasley se queda sola en la mesa, con cara de quien no se lo cree; momento que aprovecha Neville Longbottom para sentarse junto a ella, carraspear 5 veces, atragantarse, recibir palmadas en la espalda por parte de la pelirroja, una bronca de Madam Pince y los chisteos de 3 estudiantes que se sientan cerca, antes de poder balbucear una torpe (y lo cortés no quita lo valiente) petición de que sea su pareja para el baile. A Weasley, quien al ser de tercero no tiene ninguna posibilidad de asistir si no es con uno mayor, le acaban de hacer un gran favor. Sin embargo, pronto parece recapacitar sobre quién se lo está proponiendo y lo mira durante largos segundos antes de asentir su respuesta. Por la cara de tonto que se le queda, a Longbottom parece que le han adelantado la Navidad y su cumpleaños, todo junto.

 

Al día siguiente, jueves, después de comer y antes de las clases de la tarde,  Ernie y Hannah, sentados frente a mí,  no dejan de sonreírse, y es la primera vez que los veo tan desconcentrados en su estudio. Por mucho que agudizo el oído, no logro discernir de lo que están hablando, pero al ver cómo se sonroja y se retuerce las coletas, ella, y como él se atasca en sus enrevesadas frases, algo poco habitual, me puedo imaginar el tema. A cierta distancia, y coincidiendo con que estamos casi todos reunidos en la biblioteca con miras a adelantar deberes de Navidad como buenos Hufflepuffs, Zacharías Smith no pierde detalle de la escena, con el ceño completamente fruncido y expresión de no haber hecho bien del vientre en por lo menos dos semanas.

"Pues dicen que van a venir a tocar las Brujas de Macbeth", comenta Susan, ajena a la tensión que se corta con cuchillo en la mesa y a los angelitos con flechas que andan disparando por toda la biblioteca, porque anda que no es descarada la gente: papelitos por aquí, avioncitos mágicos por allá, recaderos que te crió...

"Genial, ¿eh? Me encantará escucharlos en directo. Este verano no dejaban de poner su último tema en la radio mágica", sonríe Cedric, pero observo que está guardando rápidamente las cosas. Voy a preguntarle, cuando hace un gesto de silencio y luego me indica con la mirada que le siga. Asiento, espero a que se despida y se vaya,  y entonces me levanto yo y me despido de mis compañeros. Por el rabillo del ojo veo que Smith está destrozando la mesa con sus zarpas astilla a astilla, pero decido ignorarlo por mi propia salud mental.

"Nos vemos ahora en clase, ¿vale?"

"Muy bien, Justin", sonríe Ernie, quien de inmediato devuelve la atención a Hannah, sin acordarse de bajar el tono,  "Entonces, ¿pactado?"

"Pactado", ríe ella, agitando las trenzas entre sus dedos.

Meneando la cabeza, salgo de la sala principal de estudio y sigo a Cedric, quien me espera escondido detrás de una estantería. Logro no sobresaltarme, ni reírme como un idiota por la situación, ni pegarle una colleja por tanto misterio, y lo sigo por los pasillos llenos de libros hasta un rincón perdido donde sólo he visto a Granger merodear más de la cuenta en ciertas ocasiones (sección de libros de Historia, básicamente). Sin más preámbulo, Cedric me tira de la túnica hasta envolverme en un cálido y asfixiante abrazo que me deja sin habla y sin pensamientos coherentes. La biblioteca desaparece completamente de mi campo de visión y percepción y  durante casi medio minuto sólo siento la ropa, los huesos y el latido del chico que tengo apretado contra mí.

"Mmm...Cedric", susurro en su cuello, tal es la aún diferencia de altura.

"Justin...Justin, ¿sabes?, yo...", se separa, me mira, se muerde el labio. Frunce el ceño, lo desfrunce. Me mira a los labios, vacila. Me mira a los ojos, suplica, "Yo quiero...mira, yo...". Sus manos están dejando marca en mis hombros y yo tengo el corazón desbocado. Pero antes de que Cedric pueda articular cualquier otra palabra, se escucha un pequeño revuelo entre los estudiantes  e instantes después una lechuza aparece por encima de la estantería más cercana, portando un sobre rojo que deja caer entre Cedric y yo: un vocifeador.

Cedric palidece en el acto. A mí me cuesta unos segundos más. Ambos nos miramos.

Intentamos salir rápido de allí, pero al parecer este vocifeador es más urgente que cualquiera de los que he visto hasta ahora (que han sido bien pocos) y apenas hemos entrado en los baños anexos a la biblioteca, cuando el sobre se desata y la voz de Amos Diggory se hace eco contra los azulejos:

"CONFIAMOS EN TI PARA DEJAR ALTO TANTO EL PABELLÓN DE TU CASA COMO EL NOMBRE DE LA FAMILIA, CEDRIC", y, tras tomar aire,  añade, "PARA PRESERVARLO", y concluye en tono cortante,"Y PARA PERPETUARLO". Acto seguido el sobre se auto destruye y el silencio va invadiendo de nuevo el mundo.

 

La expresión de horror en la cara de Cedric justifica que no pueda ni mirarme: sus ojos grises, desconcertados, se han quedado estáticos donde antes hubo un malévolo sobre vocifeador.

"No creí que pudiera llegar a estos extremos, Justin", musita, cuasi agonizante, "A una alerta semejante...con tanta premeditación. Lo sospecha, Justin, lo sabe, desde este verano; lo tiene que saber de alguna manera; se me tiene que notar...quizás...pero no...¡Esto es terrible!"

Doy un paso hacia él pero Cedric evita el contacto.

"Justin, no...necesito...necesito pensar", sonríe de forma quebrada y forzada, y me deja solo.

 

Patidifuso, paso las clases de la tarde en blanco, sin poder pensar ni sentir nada. Sin querer pensar para no sentir nada.  Las clases son una excusa para jugar, en muchos de los casos, como en esta clase de Flitwick (a diferencia de Snape, que hasta nos ha puesto un examen de antídotos hoy). Hannah y Susan cuchichean felices porque las vacaciones comienzan mañana. Ernie me pregunta, pero yo no quiero que me cuente los felices planes que tiene con Hannah, así que no doy pie a conversación. Y cuando regreso a la sala común después de la cena, el mundo se me viene encima cuando me entero de que Cedric le acaba de pedir esta misma noche a Cho Chang que sea su pareja para el baile.

 

 

*Paint it Black, Rolling Stones