¡Hufflepuff Existe!

Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no, Warner Bros.

Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo. Y se supone que un entrenamiento.

*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.

*Spoilers*: Cuarto libro. Y empezamos con el quinto...

Capítulo 13:    London Calling

Las primeras semanas de julio las pasé en un limbo. Pensé que estando en mi casa, lejos de cualquier cosa que me recordara el mundo mágico, sería más fácil no pensar. Me esforcé por que la pena que se me había instalado en el ánimo se notara cada vez con menos esfuerzo. Y me propuse que, por mucho que aún viera con ojos vacíos la televisión; por mucho que mi comida muggle predilecta ya no supiera a gloria bendita; y por más que a finales de julio aún seguía llorando noche sí y noche también...

"¿Ya estás viendo otra vez Mi chica, Justin?"
"¡Es que es muy triste, mamá!"
"¡Anda y límpiate, que se te cae el moquillo!"
Malditas abejas. Y maldito Voldemort.

...nada de aquello haría flaquear mi propósito: hay que seguir adelante.

Gracias a que mi casa era un terreno neutral y casi un universo paralelo respecto a Hogwarts, podía apartar de mi mente todo pensamiento fúnebre al menos durante el día. Sentarme frente a la tele comiendo patatas y helado mientras veía la decimotrescientascuarenta y cinco reposición del Equipo A y de algunas de mis películas favoritas me ayudaba a evadirme. Droga dura, como se suele decir, sobre todo teniendo en cuenta que a mis quince años debería estar fuera, saliendo con amigos y con chicas. Pero estar lejos de aquellos que compartían mi congoja me hacía sentir pequeño y estúpido: en el mundo muggle todo seguía como si nada hubiera pasado. Y por lo que me contaban los demás en las cartas que me enviaron (disimuladamente preguntando descaradamente por mi evolución emocional), tampoco en el mundo mágico se había producido cambio alguno.

Por la noche, contra la almohada, al principio fue inevitable descargarme a diario. A veces mi mente intentaba comprender que ya nunca volvería a estar entre sus brazos, pero el mero esfuerzo era suficiente para arrancarme la piel del corazón a tiras. Mis padres, que sólo sabían que se había muerto uno de mis mejores amigos (ese chico tan guapo y tan responsable que tanto se preocupó por mí cuando me petrificaron en segundo),  en un torneo mágico histórico y muy peligroso, hicieron lo posible por consolarme y por hacer mi estancia en casa lo más animada posible. Pero yo no podía ni quería olvidar tan rápido.

Porque olvidar lo que nos aflige impide superar la aflicción, nada más llegar me encargué de rodear mi cama con fotos de Cedric y de mis amigos por toda la pared, como en mi dormitorio de Hogwarts. Sólo que aquí, en mi casa, aquellas fotos cobraban auténtica vida, y las sonrisas eternas (o los mohínes perennes) endulzaban en cierta medida las lágrimas. Además, necesitaba ver a Cedric, mirarle a los ojos, a sus preciosos ojos, para recordar que hubo un tiempo en el que hasta parecía que existía algo semejante a la dicha más absoluta. No cambiaría un solo minuto de aquel tiempo.

Y también me gustaba mirar a Ernie, siempre sereno y algo austero en las fotos, para contagiarme de su sensatez en tiempos difíciles. Ahora mismo necesitaba esa sensatez a mi lado más que cualquier otra cosa, así que aguardé con ganas a que pasara julio y llegara agosto, y con ello el día en que fuimos a recoger a Ernie al Caldero Chorreante.


Mis padres iban a irse de vacaciones todo agosto, como siempre, pero yo me había negado en redondo a acompañarles. En casa podría estar melancólico, pero fuera me iba a hundir en la miseria. La condición para dejarme solo fue que Ernie se quedara todo el mes. Ellos también sabían de la sensatez de mi compañero por mis cartas, y querían asegurarse de que no dejaban a un adolescente deprimido y solo entre cuatro paredes.
"No quiero que cualquier día te de la tontería y empieces a comer comida caducada y a devorar telebasura por desesperación. Eres demasiado joven para pensar en el suicidio, Justin. Necesitas amigos que te disuadan y te distraigan."
"Y encima ese chico es muy buen estudiante, ¿verdad? Hay que agradecerle que se ocupara tan bien de ti hace dos años."
No, si ocuparse se ocupó muy bien. Demasiado bien. Pero, ¿de dónde se sacan todas esas ideas descabelladas? ¡Nadie muere en el Equipo A, no voy a ser yo el primero!

Lo que está claro es que mi madre quiere que alguien se ocupe de apretarme las tuercas para que estudie en verano. Al principio era sólo una sospecha, pero se ve totalmente confirmada cuando el último domingo de julio  nos encontramos con los padres de Ernie en el Caldero Chorreante. Mientras que Ernie y yo sólo podemos estrecharnos la mano con ganas y aguardar el momento de hablar a solas, nuestros padres establecen diferencias clave entre la vida laboral muggle y la mágica, y nuestras madres debaten largo y tendido la importancia de empezar quinto curso con los TIMOS casi preparados, para sólo tener que repasar durante el curso. La madre de Ernie hace bastante hincapié en las horas que su hijo invierte en estudiar al día, y me expresa abiertamente su deseo de que la estancia de Ernie en mi casa no entorpezca un ritmo de estudio tan adecuado. Mi madre, por supuesto, le promete y me hace prometer que estudiaremos todas y cada una de esas horas, y que nos comportaremos como chicos responsables mientras estemos solos.

Tras las dos horas y dos cervezas de mantequilla más agobiantes de mi vida, nos despedimos de los Macmillan, a los que no veremos hasta el día uno de septiembre en King's Cross, cuando vengan a despedirle de nuevo antes de que volvamos a Hogwarts,  y subimos el equipaje de Ernie al coche. Éste a duras penas puede contener la emoción de viajar por primera vez en un vehículo muggle.
"No es muy distinto del tren, ¿verdad?", le comento mientras la brisa veraniega nos da de lleno en la cara desde las ventanillas abiertas. En la radio suena una música animada. Mis padres no hacen muchas preguntas. La vida empieza a tener un tono más alegre. Ernie sonríe al verme sonreír.

Al llegar, lo instalo en el cuarto de invitados, una habitación bien provista con televisión y un estéreo jubilado del salón hace un año. Ernie parece un poco sorprendido de tener su propio dormitorio, pero al mirar por la ventana al jardín trasero exclama: "
Justin, ¡en esa piscina cabe el calamar gigante y aún queda sitio para Crabbe y Goyle!".  "Sí, pero es un latazo limpiarla. Si me ayudas, nos podemos dar buenos baños todo este mes".
Pero de momento sólo hay tiempo para una ducha rápida antes de que mis padres nos lleven a cenar a uno de mis restaurantes favoritos como despedida, pues salen de viaje al día siguiente por la mañana. Ernie nunca antes había probado la comida china y le encant
a. Por la noche, antes de dormir, nos dan los últimos consejos:

"Estudiad un poco cada día."
"Justin, no hables con basiliscos extraños."
"No comáis sólo congelados."
"Si salís al centro de Londres, volved antes de que anochezca."
"Nada de ver la tele hasta las tantas."
"Si por cualquier razón os sentís amenazados o en peligro, no dudéis en usar la varita, que para eso la tenéis."
"Cariño, los pueden expulsar del colegio si hacen magia."
"Una vez muertos no los pueden expulsar, ¿cierto? ¿O quieres que tu hijo corra la misma suerte que su amigo?"
"...Sed prudentes, ¿de acuerdo?", dice al fin mi madre muy seria.

Ambos asentimos, lo prometemos y nos despedimos. Y por fin solos en el cuarto de Ernie podemos hablar con un poco de tranquilidad.
"¿Cómo te encuentras, Justin? No, no me digas lo que nos has contado en tus cartas. ¿Cómo estás de verdad?"
"Bien jodido, Ernie. ¿Qué esperabas? Pero lo superaré."
"No digas tacos, no es propio de ti. Y tampoco es propio de ti tener esas ojeras tristes, así que ya estamos levantando el ánimo este mes, ¿eh? Que el curso que se avecina va a ser duro."
"¿Y tú qué? ¿Machacándote antes de tiempo?"
"Oh, no es ningún suplicio. He diseñado un plan de estudio bastante eficaz que me deja hasta un poco de tiempo libre cada día para...", se interrumpe y sonríe, "Pero espero que también podamos hacer hueco para ir al centro. Tengo muchas ganas de conocer el Londres muggle."
"Eso ya lo sé, Macmillan", le guiño un ojo, "He estado diseñando con mi padre rutas que podemos seguir para ver un poco de todo mientras estés aquí. Eso quizá suponga que te saltes
ese maravilloso plan tuyo algún que otro día, pero si no hay pegas por tu parte, podemos empezar cuando quieras."
"¡Estupendo! Mañana lo dedicaremos a marcarte objetivos de estudio, y a partir de ahí ya veremos."
"Incluso podemos llevarnos los libros y sentarnos a estudiar en algún parque. ¡Se está de miedo en verano! Así saldré un poco de estas cuatro paredes."
"¡Maravilloso!", aplaude él. Y tras unos segundos de vacilante silencio, sentados ambos al borde de su cama, habiendo ya hablado de Hannah, Susan, el colegio, los TIMOS, el verano y las expectativas de futuro cercano, decido que es momento de ir a dormir. Las buenas noches de Ernie suenan algo suspensivas, como si hubiera algo que quisiera decirme pero que no acaba de echarle el empuje para hacerlo. En cualquier caso, cuando por fin logro conciliar el sueño, esa noche duermo mejor que en todas las anteriores juntas.


Cuando Ernie baja a desayunar, yo ya lo tengo todo preparado. Dice que ha dormido bien, pero sigue habiendo algo que me escama en sus respuestas y en su mirada evasiva. En cualquier caso, mientras mordisqueamos las tostadas con la radio puesta en volumen bajo, Ernie me va explicando sobre un papel la idea que tiene para organizar nuestras mañanas. Calcula que con una semana de trabajo duro podré ponerme al día con él, pero yo no estoy nada convencido.

"Mira, mejor lo dejamos en cada uno a su ritmo, y las dudas a ti, ¿te parece?
"Dos se motivan más yendo a la par."
"Sí, cuando ambos pueden ir a la par. Pero yo no haré más que quedarme atrás y retrasarte a ti. Tú das más que yo, Ernie."
"Que eso no te sirva de excusa para holgazanear, ¿estamos?"
"Dame un respiro, anda, que acabas de llegar y ¡es verano, demonios!"
"Y el curso que viene es quinto, lo que significa..." Sin previo aviso subo el volumen de la radio. En estos momentos suena In the Summertime, y me pongo a seguir la letra en alto. Ernie menea la cabeza, recoge el papel con el planning y se marcha a su cuarto. Sin dejar de cantar, me pongo a recoger los platos. A los cinco minutos aparece de nuevo cargado con los libros de texto.
"Radio apagada a la de....¡YA!"
Pero en vez de dar al botón de la radio, Ernie pone en marcha la cafetera.
"Bueno...voy a necesitar café. Mucho, mucho café", sonrío, y me siento de nuevo frente a él.


Esos primeros días, por descontado, Ernie se queda fascinado con cada artefacto muggle del que sólo había leído en sus libros de texto y otros volúmenes de la biblioteca. Pero como el tío aprende rápido, en nada es capaz de manejarse él solito con todos los electrodomésticos. Ignoraremos el hecho de que un par de veces me encuentro sus calzoncillos en el microondas.

Al final consigue que durante toda la primera semana no salgamos más lejos que al parque del barrio a correr de vez en cuando por las mañanas, y al supermercado. Lo bueno de pasar tanto tiempo fuera de casa es que los vecinos se creen la versión de los hechos que les dieron mis padres hace años: que estoy en un internado normal en Escocia; alguna que otra vez me preguntan por mis estudios, y de Ernie dan por sentado que es un compañero muggle más. ¡Si supieran! Muggle o mago, el plan de estudio de Ernie es demoledor, sobre todo porque tengo la capacidad de concentración descabalada y las ganas totalmente ausentes. Pero hay algo en estar sentado en la mesa de la cocina frente a Ernie que me trae dulces recuerdos de Hogwarts, al tiempo que saboreo una exótica sensación de estar en casa, y me proporciona una distracción eficaz de pensamientos lúgubres.

Eso sí, nadie me quita a mí de ver mi capítulo del día, ya sea la última reposición en la tele, o los que tengo grabados en cintas; y mucho menos Ernie, quien ansiaba conocer a esos personajes que durante un tiempo llenaban en exclusiva la pared de mi cama. Luego, soy yo el que tiene que despegarle a él de la pantalla.
"Es una pena que no den noticias del mundo mágico por televisión", suspira Ernie cuando la apago en un arrebato después de tres horas seguidas sin levantarnos siquiera para ir a mear. "Aunque tal y como está el servicio de información estos días, nos quedaríamos igual. Me resulta increíble que no haya saltado la alarma."
Estoy de acuerdo. Y es cierto que más vale prevenir que curar; pero hasta cierto punto entiendo la decisión política de acallar cualquier rumor: ¿quién querría despertar un pánico no confirmado? Eso no quita que me duela en el alma que la muerte de Cedric no se tome como más que un accidente. ¡Un accidente! Maldito Voldemort cabrón hijo de...
"¿Nos vamos a correr un rato por el parque? Sería una pena no salir con la tarde tan buena que hace", sugiere de improviso Ernie, sacándome de mi ensimismamiento y evitando que siga agasajando verbalmente al Señor Oscuro.

Me gusta hacer ejercicio con él: intentar seguir su ritmo y su aguante al correr (ay, mi flato), y luego echar competiciones de largos en la piscina (ay, mis pulmones). Y me gusta cuando nos sentamos a cenar después de una buena ducha y hablamos con la radio puesta de fondo, muy bajita.

Estos últimos días hemos estado hablando mucho de la última carta que nos llegó de Susan, informándonos de la vista a la que van a someter a Harry Potter el día 12. Por lo visto utilizó magia ilegalmente delante de un muggle, su primo. Nos dejó muy extrañados, porque Harry no sería tan lerdo como para hacer magia accidentalmente o por fardar, sino que sólo la usaría como último recurso al verse acorralado. O si le hubieran sacado mucho de sus casillas, como tengo entendido que hizo en tercero, cuando infló a su tía. Ernie no está preocupado, dice que cuenta con el apoyo de Dumbledore, que aunque Susan nos haya dicho que ya no está al frente del Wizengamot, el tribunal mágico, seguro que aún le queda la influencia suficiente para sacarle las castañas del fuego. Pero a mí sí me tiene en vilo. Después de lo que pasó en junio, ¿quién nos asegura que esto  no ha sido cosa de Voldemort y sus secuaces, que lo atacaron? Si es cierto que ha regresado, claro. Lo que nadie puede negar es que  Harry escapó por muy poco de la trampa en la que cayeron los dos campeones, llegó herido y hecho polvo, y aún así tuvo el grandísimo detalle de traer de vuelta el cuerpo de Cedric. Con eso Harry ganó muchos puntos de nuevo para mí. No creo que haya sido casualidad. ¡Maldito Ministerio y sus normas cerriles!


Cuatro noches tienen que pasar antes de que Ernie suelte por esa boquita qué es lo que le incomoda de los arreglos para dormir.
"Es una pena y un desperdicio que no podamos hablar más por la noche por estar tan separados. La verdad, me sorprendió encontrarme un cuarto individual para mí."
"Pensamos que estarías más a gusto así, con un lugar donde disfrutar de intimidad si la necesitabas."
"No me interpretes mal, lo aprecio enormemente. Es sólo que...bueno, en mi casa ya disfruto de toda la intimidad que quiero y más. No he venido aquí para estar solo, ¿entiendes?"
Sentados al borde de su cama, dejo que pasen unos segundos de cortesía antes de proponerle lo que no me atreví a proponer a mi madre.
"Bueno, nada más fácil: llevaremos la cama a mi cuarto y dormiremos allí los dos. ¡Como en los viejos tiempos!", río, dos microsegundos antes de caer en la cuenta de lo que he dicho.
"Ja, ja, como en los viejos tiempos..."
Ernie finge bien la risa, pero no puede ocultar cierto sonrojo.

Entre los dos logramos trasladar colchón y somier sin cargarnos ninguna puerta (¡milagro!), y en menos de lo que tarda un Smith en picarse estamos tirados sobre las camas en pijama uno junto al otro y con la luz apagada.
"¿Crees que Zacharías tiene alguna posibilidad?", le pregunto a traición. Hannah es una materia que él domina mejor que nadie en Hogwarts. Y también me sirve a mí de tanteo propio.
"Ni idea. Le gustaba bastante ese Ravenclaw, Corner."
"Pero ése está saliendo con Ginny Weasley."
"Hannah dice que no durarán ni medio curso juntos."
"Bah, mejor que se olvide de él."
"¿Tú crees que es tan fácil olvidarse del chico que te gusta?", me pregunta a bocajarro, y algo en mí se congela. Ha dicho "chico" y no "persona" aposta.
"No", respondo a media voz.
"Si lo fuera...", se interrumpe más tiempo de lo que mi paciencia soporta.
"¿Qué sabes tú de eso, Macmillan?"
"...nos ahorraríamos muchos disgustos, ¿verdad?"
"Pero no hay que perder la esperanza hasta morir, ¿verdad? Salvo la muerte, todo tiene solución", suspiro y me quedo melancólico, hasta que él vuelve a tirar de mí.
"¿Cómo hemos podido llegar otra vez a punto muerto?"
"¡Eso digo yo!"
"Si te portas bien, el fin de semana iremos a Londres."
"¡Lo dices como si fuera a mí a quien le hace ilusión!"
"¿Y qué hay de tu espíritu Hufflepuff? ¡Si tú no te esfuerzas yo me quedaré sin excursiones!"
"¡A esto se le llama chantaje emocional!"


Tanto sufrir con libros de texto antes de tiempo acaba teniendo su premio el sábado de la segunda semana, cuando por fin hacemos la primera salida a lo grande. Como queremos aprovechar bien el día, tomamos el tren temprano y logramos plantarnos a las nueve en Piccadilly. Nada, y digo NADA, podría pagar la cara de éxtasis de Ernie al encontrarse en mitad de la concurrida plaza.
"Es...un sitio interesante", intenta fingir, pero no lo logra.
Como quiero que saboree un poco de todo, lo llevo a comprar un tentempié de sushi y un refresco a una tienda oriental cercana, y nos sentamos a comerlo en medio de la calle en unas escalinatas frente a los famosos letreros luminosos, mientras contemplamos distraídamente el continuo tráfico de coches y autobuses de dos plantas.
"Esta noche te llevaré a comer curry. ¿Te gustan los platos fuertes?"
"Puedo soportarlos", responde sin mucha convicción.
"Eso lo veremos", le guiño el ojo.

El resto de la mañana transcurre de forma turística por los lugares habituales: Big Ben, el Parlamento, Trafalgar Square, Buckingham (¡qué grandísima potra, llegamos al cambio de la guardia!), Saint Paul,  la Torre de Londres y Tower Bridge, y algunos sitios en los que acabamos por error al coger el autobús equivocado. A la 1 nos metemos en un MacDonald's. Ernie se hace adicto a las patatas en el acto y por un día manda al cuerno su dieta equilibrada para pedir tres raciones de las grandes. Durante el almuerzo nos acordamos de Harry, cuya vista era hoy, y quien a estas horas ya sabrá si lo expulsan o no. Y luego, como estamos algo cansados de andar y llenos de comer, callejeamos de nuevo por la zona de Piccadilly y Leicester Square. Me recorro todas las tiendas de discos buscando ofertas interesantes y rarezas,  y a cambio acompaño a Ernie a todas las grandes librerías de varias plantas, y luego a las de segunda mano de Charing Cross Road, donde pasa más de una hora entera rebuscando entre tantos libros que compraría si pudiera usar magia para llevárselos a casa.

 Ernie quiere conocer un cine muggle a toda costa, así que decidimos ir a la sesión de las cuatro. Después de mucho pensar, nos decantamos por una de estas comedias fantásticas ligeras para toda la familia que acaban de estrenar este verano y que nos pilla cerca, en el famoso Odeon Cinema de Leicester Square. Pero Casper resulta ser una elección pésima, no sólo porque el tema de los fantasmas a los magos nos resulta algo banal y cotidiano, sino porque la historia en sí me toca tan hondo, que antes de que salgan los créditos del final me tengo que salir corriendo porque estoy llorando más de lo que es públicamente decente para un chico de mi edad con una peli como ésa. Aunque no veo ni por dónde voy con los ojos empañados de lágrimas, logro llegar a un parque cercano algo escondido, donde me desahogo sentado en el suelo y apoyado contra una pared. Cuando por fin me alcanza, Ernie se sienta a mi lado y aguarda en silencio. A los pocos minutos, me rodea los hombros con un brazo y me acerca para que me apoye en él si quiero. Y sí, quiero.
"Anda que menudo acierto hemos tenido", comenta con aire relajado mientras me empieza a acariciar el pelo. Como si me quemara, le aparto la mano y la deposito sobre mi espalda. No puedo...estando como estoy...porque me trae demasiados recuerdos.
"No puedo, Ernie, no puedo. No puedo soportar sentirme así. Es superior a mí. Me tiene destrozado. Es duro hacer como si nada un día tras otro. Más duro de lo que pensé", le digo entre sollozos. Es como si hubiera estado embotellando el dolor durante días y días sin ser consciente de que había alcanzado el tope, hasta que el tapón no ha aguantado más y todo ha salido del golpe. Ernie me abraza con más fuerza y me agita un poco, acercando su cara para mirarme a los ojos.
"¿Y quién te pide que te lo tragues? Si de verdad pudieras hacer como si nada hubiera pasado, serías bastante despreciable. Es natural que te sientas así. Os habíais hecho tan dependientes el uno del otro, que ahora es como si te hubiesen dejado cojo. Sin embargo, para eso estamos los amigos, ¿no?, para hacer de muleta."

Al oír eso entierro la cabeza bajo su ala y lloro hasta quedarme a gusto.

Después, una vez más calmado, entramos en cualquier cafetería para poder ir al lavabo a lavarme la cara. Un paseo a orillas del Támesis sirve para terminar de tranquilizarme. Es ya noche cerrada cuando salimos de cenar del restaurante hindú, uno de mis favoritos, y nos dirigimos a King's Cross. A Ernie le ha encantado todo, como buen gourmet; y durante el viaje de vuelta no hacemos más que rememorar las cosas buenas que ha tenido el día, obviando la película. Una sensación reconfortante me invade mientras escucho a Ernie hablar sin parar, con ese aire resabido y pomposo que le caracteriza, de todas las cosas que le han sorprendido o llamado la atención, como el Metro de Londres.
"...sin embargo, el ambiente claustrofóbico producido por la desmedida, cuanto inevitable, profundidad a la que se encuentran los andenes, me produce una ligera inquietud hacia las posibles consecuencias en un nada desdeñable caso de catástrofe de cualquier envergadura"
"Ahí hay un incendio y no sobrevive nadie", asiento.
"Un muggle desde luego que no"

Al poco de volver a casa llega una lechuza de Susan sacándonos de dudas sobre los resultados de la vista. Su tía no le ha contado mucho, sólo que Harry se enfrentó él sólo a varios dementores para proteger a él mismo y a su primo, y que los repelió con un hechizo patronus, que es muy complicado,  y eso fue la causa de que saltara la alarma en el Ministerio. Aunque no se creen mucho la historia de Potter y los dementores, porque qué demonios iban a estar haciendo en el mundo muggle en vez de en Azkabán, donde tienen que estar, le han absuelto. Dumbledore lo defendió, y la tía de Susan, Madam Bones, votó a su favor.
"Pero también dice Susan que nos preparemos", siguió leyendo Ernie, interrumpiendo mis gritos de júbilo, "porque una de las brujas más desagradables y odiosas del Ministerio podría ser nuestra profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras el año que viene. Según su tía, mostró mucho interés en el colegio después de la vista con Potter. Y como Dumbledore parece incapaz de encontrar un sustituto este año, el Ministerio está pensando en intervenir directamente."
"Estupendo, lo que nos faltaba."
"Esto es malo, muy malo, Justin. El Ministerio seguramente busca meter la cabeza en Hogwarts. Dumbledore ha disfrutado siempre de una libertad tan adecuada como excesiva, pero ahora que el Ministerio ha emprendido una campaña de desacreditación hacia el director, si empiezan a introducir personal en el colegio, todo lo que ocurra allí estará más estrechamente vigilado."
"¿No se supone que así estaremos más seguros también?"
"Eso depende de a quién metan y para qué. Pero bueno, a mí lo que de verdad me preocupa son los exámenes finales. Lo demás es francamente secundario ahora mismo"
No le noto convencido.
"Pero Harry vuelve...", sonrío.
"¿Tanto te alegra?", me mira de reojo con las cejas arqueadas y una media sonrisa.
"Pues sí, habría sido una injusticia."
"Yo también me alegro, pero me temo que el Ministerio esté pendiente de cada uno de sus movimientos, así que más le vale andarse con mucho cuidado, porque este año se la juega. Y, si queremos seguir adelante, no podemos jugárnosla ninguno."


En mitad de la noche me despierto de golpe empapado en sudor. Mejor no cuento lo que he soñado. No era nada bonito.
Ernie sigue roncando plácidamente a mi lado en su cama. Lo agito un poco mientras chasqueo la lengua para que se dé la vuelta y respire mejor, pero sólo consigo que me agarre el brazo y no lo suelte. Con la cabeza en el extremo de su almohada y el cuerpo atravesado en mi cama, el sueño vuelve en pocos instantes.


El domingo nos lo tomamos con calma. Por la mañana yo escribo a Susan y Ernie a Hannah  para comentar sobre el asunto de Harry, y también para contarles nuestra aventura en Londres. A mediodía nos llega respuesta de Hannah, para Ernie, y carta de Zacharías, para mí. Me escribe todo indignado porque Hannah le había escrito ayer --"toda eufórica SÓLO para contarme lo del maldito niño Potter. ¿Y a mí qué diablos me importa si vuelve al colegio o no? ¡Por mí que le parta un rayo de nuevo, hombre! Estoy aquí muerto del aburrimiento porque todos se han ido de vacaciones menos mi familia; porque nadie se acuerda de mí, nadie me manda una maldita carta, y cuando por fin recibo una, y encima de ella, sólo es para esto. Estoy de una mala leche que no te quiero ni contar, que ya tienes lo tuyo. Siento mucho descargarlo contigo, tío, pero es que de verdad, esto es un puñetero rollo." --

Para consolarlo, le cuento someramente en qué consisten mis vacaciones de agosto, con plan de estudio incluido. Y su desesperación social se hace patente cuando recibo respuesta poco después de comer, con un escueto --"Jo, tío, no sabes lo mucho que me ha levantado la moral saber que hay alguien que está aburriéndose AÚN más que yo."-- Y yo me abstengo de desmentirlo. Pero en realidad quisiera decirle que gracias a eso mantengo la moral alta. Que gracias a eso cada día tengo un motivo para levantarme y moverme. Y también quisiera apuntarle que aunque el mensaje de Hannah fuera intrascendente para él, al menos se lo mandó ayer mismo, nada más enterarse de los hechos por Susan. A Ernie no le ha escrito sobre ello hasta hoy, y sólo como respuesta. Y eso también dice algo de Hannah.

El resto de la tarde transcurre como cualquier tarde de domingo en la sala común de Hufflepuff, salvo la película de la tele que nos tragamos entera. Desempolvo por fin la guitarra de casa para tocar un par de canciones y ensayo una nueva, con Ernie a mi lado en el sofá leyendo uno de los libros que compró ayer.


El martes por la mañana hacemos la segunda excursión grande, ésta vez a Oxford. Ernie tenía muchas ganas de conocer la prestigiosa universidad muggle. Lo malo es que, después de Hogwarts, Oxford no resulta tan impresionante. Aun así, él se siente en su salsa. Tras un par de horas recorriendo edificios y la calle comercial, tomamos el autobús de vuelta.


El sábado volvemos a Londres para asistir al musical del Fantasma de la Ópera. Me hacía muchísima ilusión ir a verlo, por eso me alegré cuando Ernie accedió, pese al precio. Acabamos los dos impresionados. En el tren de vuelta, Ernie me saca de la media modorra  apacible que me ha entrado tras contar hasta el arbolito 63 y la casita 124, para hacerme una de esas preguntas que me dejan totalmente descolocado:

"Oye, Justin, si tú fueras Christine... y tuvieras que elegir entre el inocente primer amor del joven noble y apuesto, y el genio desfigurado pero apasionado que vive inspirado por ti, ¿con cuál te quedarías?"
Me lo quedo mirando un buen rato antes de poder articular:
"¿Es una pregunta retórica?"
"No."
"¿Es una pregunta con trampa?"
"No, te lo estoy preguntando directamente y sin rodeos."
"Pues no lo sé", respondo muy incómodo de repente, "lo he estado pensando durante la representación y, la verdad, entiendo el apuro de la heroína. Pero claro, a mí me gusta mucho la música, así que supongo que me quedaría con el fantasma. Él compone, yo toco. Un dúo perfecto."
Evasión en la estación: antes de que Ernie pueda decir nada más, hemos llegado a nuestra parada.

Pero Ernie no lo va a dejar ahí. Por la noche, mientras nos lavamos los dientes, casi me atraganto con la pasta cuando me dice.
"Quizá debería empezar a estudiar música. Qué pena que no la contemplen como asignatura optativa en Hogwarts."
"Tú deja en paz las partituras, que ya tienes bastante con la Aritmancia", escupo al lavabo.


El domingo me levanto preocupado. Anoche volví a pillar a Ernie con los ojos bien abiertos, mirándome,  a una hora indecente de la madrugada, y no, esta vez sus manos estaban arriba las dos, con los brazos cruzados bajo la almohada. "¿No puedes dormir?", le pregunté, antes de que esquivara la vista. "Se ve que no", me respondió, con una sonrisa quebrada. Una sonrisa que me inquieta mucho. Ahora Ernie sigue durmiendo, claro, lo que no durmió anoche. Y yo muerdo y remuerdo mi tostada, con las ojeras colgando y el corazón en vilo. Mira, a estas alturas yo tampoco puedo andarme con rodeos:  tengo la ligera sospecha, sostenida por unos cuantos tejos con los que ya podría hacerme, si no un tejado, al menos sí el porche, de que yo a Ernie le gusto. De qué forma y hasta qué punto, no lo sé. Pero me temo que bastante, porque ya son demasiadas directas, demasiados detalles y demasiado lo que está haciendo por mí, lo que siempre ha estado haciendo por mí, como para seguir pensando que sólo soy su mejor amigo. No, estos sacrificios y esta dedicación con los que me obsequia siempre no son sólo los de un amigo. Son los que yo sólo habría hecho hasta ahora por Cedric. Ya no puedo ni intentar engañarme a mí mismo, por mucho que sólo usara la sospecha para subirme el ego cuando estaba caído, pensando que al menos Ernie sí se preocupa por mí, que al menos a Ernie le importo y siempre se va a ocupar de mí si lo necesito. Pero cuando los acontecimientos te obligan a madurar un poco y a pensar mucho,  sobre todo a mirar en retrospectiva,  no sube el ego darse cuenta que hay alguien dispuesto a dar tanto por ti, mientras que tú no puedes corresponder justamente porque no sabes de dónde procede ni a dónde llevará; no sabes si lo ocurrido hace un par de años fue un incidente aislado o un punto que retomar el día menos pensado; y no quieres siquiera pensar en lo que podría suceder si eso ocurriera. En vez de sentirte bien y querido, te sientes angustiado, endeudado y perdido.

Al menos Ernie no ha hecho ningún avance. El día que me puso la mano en el pelo mi cuerpo entero se sobrecogió. No estoy preparado aún para otro contacto. Pero a veces, contadas veces, por ser Ernie y no otro, mi cuerpo agradece ese contacto. Como en esas veces también contadas que me ha abrazado, o cuando apoya su mano en mi hombro para explicarme algo. O cuando nos sentamos a ver la tele, y yo me tumbo y le pongo mis piernas encima y él las agarra con sus manos, sus grandes manos.

"Buenos días", saluda desde la puerta de la cocina, sobresaltándome sobremanera de mi meditación encima de la encimera. En décimas de segundo, recojo rápidamente mis pensamientos, como quien recoge borradores de cartas comprometedoras de encima del escritorio, y fuerzo una sonrisa ligera.
"¿Huevos, salchicha, yogur?"
"Todo, si puede ser. Tengo hambre."
Se sienta frente a mí. Como un resorte, me levanto a prepararle el desayuno. Sus ojos son como dos puñales en mi espalda, escaneando, procesando, sacando conclusiones.
"¿Has dormido bien, al final?", pregunto mientras pongo la sartén en el fuego. Ernie empieza a reírse.
"¿Qué pasa?",
"Nada. Sólo pensaba... que te queda muy bien el delantal rosa de tu madre"
"Mira Ernie, mira Ernie... ", abro la nevera, y con uno en cada mano, le digo"...no me toques los huevos."


-----"... y de verdad, a ver si empieza el colegio de una maldita vez, porque me voy a acabar comiendo los muñones de la desesperación. ¡Con lo a gusto que estuvimos el verano pasado en el Lago Ness, y lo petardo que está siendo este verano! He acabado por pensar que hasta sería mejor estar como tú, estudiando con Ernie, que al menos hacéis algo útil, que estar aquí solo pensando en tonterías y deprimiéndome por todo y por todos. Qué puñetero asco. Tío, ¿no me acogerías en tu casa, aunque sólo sea esta última semana? Ya sé que tres son multitud, y todo eso, pero es que como siga así voy a empezar hasta a mirarme los libros de texto por mi cuenta. Bueno, si es que llega de una vez esa endemoniada lista, que ya está tardando. No sé qué demonios estarán haciendo este año, si es que tienen a los autores  aún terminándolos a  latigazos o qué, porque no es normal. ¿Ernie no se sube por las paredes? Hannah está que trina. Pues no me escribe el otro día y me dice que va a empezar a leer otros libros avanzados, porque no puede esperar más a saber los que nos entran. Que sí, que vale que este curso es importante para vosotros y todo eso, pero hay un límite para todo, ¿no? Bueno, no me enrollo más, que a este paso el pergamino va a ser más largo que un día sin Quidditch."

"Sólo nos faltaría tener a Mister Quejas bufando cada cinco minutos e impidiendo que avancemos con el programa", me dice Ernie todo airado cuando le resumo la carta en sólo dos o tres quejas de las cien que hay, mientras en mi mente suena, como una cantinela, "tres son multitud, tres son multitud". Ya le preguntaré al rubiales qué quería decir con eso. "Bastante tenemos ya con la falta de libros. Que para él no es nada, claro, ¡como ya pasó los TIMOS, puede olvidarse! Pero necesitamos saber cuál hay que comprar para Transfiguración y  para Defensa contra las Artes Oscuras."
"El de McGonagall será el de siempre, ¿no? El correspondiente a quinto."
"Pero no podemos ir al Callejón Diagón hasta que no tengamos la lista completa de lo que hay que comprar, ése es el problema. Menos mal que aún hay mucho por repasar, pero me habría gustado dedicar la última semana a aprender materia nueva, y ya se aproxima el final del mes y nada."
"Si además de repasar tuvieras cosas nuevas, Ernie, tu horario de ocho horas como mucho se iría al traste, y necesitarías al menos 14."
"Pues mira, empecé con pocas y he llegado a ocho. Algún día, hacia mayo del año que viene, seguro que podré llegar a nueve o diez antes de los exámenes."
"Espero que no", le digo muy serio, "porque no me gustaría acabar otro curso yendo de funeral"
Ernie se queda callado. Reorganiza los libros con cierto despropósito. Mira la hora.  Y por último suspira.
"¿Nos vamos a cenar fuera? Te invito yo, que siempre estoy aquí gorroneando." A Ernie le gusta aprovechar cualquier excusa para utilizar dinero muggle.
"No hace falta. Pero luego sí te dejo que me compres un helado, como premio por haberme portado bien y aguantar que se me quede el culo plano durante ocho horas seguidas estudiando. ¿Vale?"
"El culo plano... ", menea la cabeza y sonríe. "Me parece bien."
 

Es miércoles y hace una tarde estupenda. La comida china ha estado excelente y el helado sabe aún mejor porque estamos sentados en la hierba de un parque en una colina que da a unas vistas estupendas del  atardecer sobre las casas, donde la luz anaranjada del sol se refleja en el agua de las inmensas piscinas. Lo sé y lo reconozco: vivo en una zona pija. Por eso también me alegro de tener un amigo como Ernie, que puede presumir de tener 9 generaciones de sangre pura a sus espaldas, y cuya casa y modo de vida, aunque a lo mágico, se parecen a los míos. Cedric era más modesto y a veces me llamaba niño rico cuando le contaba todo lo que hacía con mis padres y las cosas que teníamos en casa, muggladas aparte. Pero con Ernie a veces hago competiciones verbales de "pues nosotros tenemos...", "pues nosotros vamos...", "pues en mi familia, más". Sin embargo, creo que Ernie es la única persona que aún le da relevancia, sin conocer a fondo su trascendencia, al hecho de que yo podría haber estudiado en un colegio de la categoría de Eton. Pero como siempre acaba diciendo, de una forma u otra, que menos mal que Hogwarts y Hufflepuff ganaron el pulso, el tema se cambia con más rapidez de la que tardan en írseme los colores. La verdad es que el Justin que pasó la difícil selección a los 11 para poder ir a la prestigiosa Eton a los 13 ya no existe, se ha relajado demasiado, está algo más con los pies en la tierra. No sé hasta dónde podría haber llegado de haber ido allí, pero no me arrepiento ni un segundo de mi decisión. Supongo que una vez que descubres que eres mago tampoco te queda mucha opción. No sé cómo se puede embotellar la magia dentro de uno para no aprender a usarla jamás. La magia, como los sentimientos, hay que fortalecerla. Y algún día podré usarla a todas horas, libremente; y quizá, cuando me gradúe de Hogwarts, podré irme a vivir al mundo mágico definitivamente. ¡Estaría genial!
"¿En qué piensas, que estás tan callado?"
"En el futuro", respondo con una amplia sonrisa, que Ernie me devuelve de inmediato.
"Eso está muy, pero que muy bien."
"Pero, ¿sabes qué?"
"¿Qué?", me sigue mirando fijamente.
"Que me apetece echar un vistazo al futuro que no pudo ser. ¿Nos vamos el sábado de excursión a Eton?"
Ernie arquea las cejas.
"¿Permiten visitas?"
"¡Claro que sí! Y hasta las hay con guía. ¿Te hace?"
"¿Visitar un colegio de esa categoría histórica? ¿Acaso lo dudas?"
"¡Yupiiii!", ruedo por la hierba.

Una llamada de teléfono a la mañana siguiente nos informa de horarios, precios y restricciones.
"Vale, el horario de verano es de 10:30 a 16:30, el tour guiado es de 14:15 a 15:15, y cuesta unas 5 libras por cabeza. Como aún no nos consideran adultos, sólo podemos hacer el recorrido corto, pero imagino que será suficiente para hacerse una idea. ¡Estoy tan emocionado como si fuera a ir a estudiar de verdad!"
"A ver si al final te me vas a volver inscribir en un descuido..."
"Quita, quita. ¡Donde esté mi bandurria mágica y el calamar gigante, que se quite el club de remo y el de cítara medieval!"


Sábado al mediodía. Eton. Hemos aprovechado las primeras horas de la mañana para visitar el castillo de Windsor, que está al lado, y ahora, poco antes de la visita guiada al colegio, Ernie Macmillan se encuentra traumatizado. ¿Por qué se ha traumatizado Ernie Macmillan? Aún no lo sé muy bien. De momento, la única pista es una exclamación susurrada nada más llegar y ver el percal:
"Justin...¡esto es un internado exclusivamente MASCULINO!"
"Sí, aquí sólo admiten chicos."
"Pero...", y ahí se ha cortado, dispuesto a mascarlo un buen rato antes de explicar nada más. No deja de asombrarse y comentar en susurros sobre cada cosa que vemos, y luego, durante la visita guiada, con cada explicación que nos van dando (a nosotros y a los seis japoneses que entraron en los ocho permitidos por grupo)  sobre la historia y el funcionamiento del colegio. Pero no retoma el tema hasta que, yendo ya por nuestra cuenta otra vez, salimos de nuevo al exterior a través de la capilla:
"Hombre, yo entiendo que, pese a la tradición histórica, queda un poco anticuado someter a la gente de nuestras edades a la limitación del propio sexo, y sé de muchos que no lo soportarían. Personalmente prefiero la variedad, y creo que es lo más sano para una educación positiva de cara a la futura vida en sociedad, pero entiendo que a ti te diera igual que sólo hubiera chicos, y te confieso que, bueno, realmente, a mí también me habría dado lo mismo"
Lo miro con ojos cuadrados, pero él sólo aparta la vista, finge tos, y luego me mira de reojo, disimulando mal,  pero que muy mal.
*CLONG* *CLONG* *CLONG* *CLONG*
En ese mismo momento las campanas de la escuela tocan las cuatro. Fin de la visita. Fin del suspense. Cuatro horas pateando la escuela a la que no fui y jamás iré. Cuatro años pensando que a Ernie Macmillan le gustaban también las chicas.  Sin darnos cuenta, hemos llegado de nuevo a la entrada, al principio de todo, y de pronto me entra la risa floja.
"Ernie...¡no me puedo creer que esta haya sido tu forma de salir del armario!"

Me sigo riendo a ratos durante todo el camino a casa, y sólo paro cuando Ernie amenaza con enfadarse de verdad, que estas cosas no son ni fáciles de confesar, ni tan difíciles de sospechar, y que lo deje ya, que aquí no es él quien se pone delantales rosa.


Los acontecimientos del sábado hacen que baje la guardia, y el domingo por la tarde cometo un error. No es un error muy grave, pero sí algo doloroso. Y tendría que ser dulce, pero me amarga por dentro.

El domingo por la tarde nos bañamos durante horas en la piscina. Quizá porque somos conscientes de que el verano tiene los días contados, y hay que aprovechar cualquier coletazo de sol para remojarse a lo grande. Echamos carreras de largos, hacemos peleas de aguadillas, nos escupimos agua (él no quería oiga, no quería, pero lo convenzo tras un par de ataques a traición) y, en cierto momento, acabo subido a caballito, arengándole como un vaquero para que galope por la zona que menos cubre. Vamos, lo que hace cualquier payaso cuando va a la piscina con sus amigos, como aquella vez que nos bañamos en el mar con sus primos. Sin embargo,  cuando llega la hora de salir, porque empieza a refrescar y Ernie dice que tiene hambre, yo me resisto. Al principio consigo retenerlo en el agua agarrándolo por la cintura y pegándome como una lapa, pero acaba arrastrándome a grandes zancadas hacia la orilla inevitablemente; y está a punto de subir las escalerillas cuando, en un último intento desesperado, tiro de él con todas mis fuerzas... y tan mala suerte, que mis manos resbalan de la cintura al cinto del bañador, y del esfuerzo contrario éste acaba bajando conmigo la distancia hasta el agua, mientras que Ernie casi pierde el equilibrio antes de acabar en zona seca, perfectamente mojado, y completamente desnudo.
Contemplo con horror la prenda en mis manos unos segundos, hasta que un tinte de malicia se apodera de mi cara. Ernie tirita y se tapa las vergüenzas. Los dientes le castañetean cuando dice: "Vamos, Justin, devuélvemelo, anda." No hemos traído las toallas. Un absurdo despiste que ahora juega a mi favor. Empiezo a nadar hacia el centro de la piscina.
"¡Si lo quieres, ven por él!", grito. No quiero que se acabe el domingo. Lo estoy pasando demasiado bien, como hacía tiempo que no disfrutaba. Y no quiero que se acabe. Todavía no. Luego sólo habrá estudio y más estudio.
Ernie maldice un poco, se echa el pelo hacia atrás y salta al agua. En menos de cinco segundos me ha dado alcance.
"Jajajajajajaja Macmillan, ¿has perdido algo?", río con ganas mientras que esquivo sus intentos por quitármelo de las manos. Pero como siempre pasa en estos juegos cuando las dos partes tienen las hormonas activas, el juego no dura mucho como tal. En medio del forcejeo y con una rapidísima maniobra de las suyas (porque mira que es hábil el tío) Ernie me da la vuelta y me deja atrapado de espaldas a él con la cabeza bajo su barbilla, mientras que con un sólo brazo me inmoviliza los dos. Si mi respiración está agitada, la suya está desbocada. No hay mucho que ocultar cuando sólo se lleva un bañador, pero aún menos cuando no se lleva nada. Y en ambos casos se puede sentir hasta el último rincón del cuerpo del otro.
"Ernie... ", jadeo, soltando el bañador en el agua. "¿Qué haces?" Su barbilla está en mi hombro, sus labios cerca de mi oreja. Aunque me tiene embocadillado y me aprieta, no se mueve. No se atreve.
"Tú te lo buscas...siempre te lo buscas...sabes muy bien cómo buscarme las cosquillas. Y todos tenemos un límite de aguante, Justin. ¡Todos!"
"Suéltame, Ernie."
"No quiero. Tú te lo has buscado."
Estoy ardiendo por dentro y temblando por fuera. Mi cuerpo no quiere perder ese contacto, pero mi mente no puede soportarlo.
La mano de Ernie que no me sujeta se cuela por mi bañador.
Lo demás, es historia.

La historia que se repite.


No hemos intercambiado una sola palabra durante la cena. Apenas alguna antes para decidir el menú.  Ni siquiera nos miramos. Al acabar, echo los platos en la pila, me siento de un salto en el sillón y enciendo la tele con el mando. Como si la voz viniera de lejos, aunque sé que sigue sentado a la mesa, oigo a Ernie preguntar algo sobre la cama.  "Haz lo que quieras", le digo sin girarme. Ernie se levanta poco después y sube a la habitación. Intento no pensar en nada mientras cambio compulsivamente de canal, pero cuando oigo correr muebles en el piso de arriba, me levanto como un resorte y subo los peldaños de dos en dos.

"¿Qué haces?", jadeo malamente al entrar.
"Intentar hacer las cosas bien."
"¿A dónde quieres llevar el colchón?"
"A mi cuarto. Hiciste bien en darme uno. Lo necesitamos."
"No. No es cierto."
"Oh, sí que lo es."
"Ernie... "
"Aparta de la puerta, Justin."
"No, Ernie. No lo hagas así."
"¿Te gusta más del otro modo, Justin?¿Eh?", me mira por fin, descubriendo su enfado mal contenido. Con él, conmigo. Me empiezo a sentir mal, físicamente mal.
"No lo hagas así... "
"Apártate, Justin."
"No... ", sollozo. Ernie suspira. Deja el colchón que estaba sosteniendo a modo de ariete de nuevo sobre el somier y se lleva las manos a la cara, frotándose los ojos con fuerza. Quizá para no hacer lo que yo ya no puedo evitar: rompiendo a llorar, me tiro a su cuello y lo derribo sobre la cama que ya no va a moverse de su sitio. Ernie me rodea con sus brazos férreamente mientras yo, para variar, me descargo contra él. Y lloro, y lloro un poco más, mientras que Ernie me acaricia la espalda de arriba abajo, me susurra cosas y evita, muy conscientemente, tocar cualquier parte de mi cabeza.

Al cabo de un buen rato, cuando se me ha calmado la respiración, Ernie me separa un poco para limpiarme la cara con su pañuelo. Sí, lleva pañuelo en el bolsillo. De tela. En los tiempos que corren. Está hecho un carca, pero...
"Ernie, eres lo más importante que me queda, ¿entiendes? ¡No quiero perderte por hacer el tonto!"
"Lo que pasa es que eres tonto", me dice mientras me seca los lagrimones de los ojos en la oscuridad, "porque no sabes... porque te crees... porque desde... bueno, porque eso no es posible."
Vuelvo a enterrar la cara en su cuello.
"No sé qué voy a hacer, Ernie, no sé qué voy a hacer", sigo sollozando.
"¿Y qué ha cambiado desde el año pasado, Justin? Sigues teniendo amigos que te quieren. Pronto podrás volver a recordarle con una sonrisa. Yo ya casi lo consigo."
"No es lo mismo, Ernie", protesto con amargura, aunque sé que él lo sabe. Lo sabe perfectamente bien.
"No, pero es lo que hay. Y nada va a cambiar lo sucedido."
"Eso está claro."
"Como ya te dije en su día, sólo podemos decidir la forma en la que lo aceptamos, nos resistimos, pataleamos o nos volvemos desdichados de por vida. Y la vida de Cedric acabó en junio, pero la tuya, y la mía, siguen. Y si Cedric te quiere tanto como... estoy seguro de que te quería, no creo que se alegre de ver que tu vida se desperdicia por su culpa. ¿O crees que al capitán le haría feliz eso?"
"El capitán... ", sollozo, "el capitán siempre se preocupa por su equipo. Por todos los miembros. Hasta por el bardo."
"¿Verdad?", asiente. "Mira Justin, no te digo que nunca haya sentido celos de él,  porque soy humano y porque Cedric siempre ha sido todo lo que yo quiero ser, menos en el Quidditch, que no es lo mío, y ha tenido todo lo que yo querría tener; pero aún así lo admiro, lo respeto y, en cierta medida, lo quiero, y notaré su ausencia con pesar."
"Bueno, pero ahora más o menos vas siguiendo sus pasos. Aunque sólo seguir lo que hizo otro me parece triste. Es mejor improvisar de vez en cuando, ¿no?", sorbo.
"Totalmente de acuerdo. Sólo siento...Justin, siento mucho lo de hoy. No debí hacerlo", ahora suena realmente arrepentido, como si hubiera cometido un crimen.
"La culpa fue mía. Todos somos humanos, Ernie, todos podemos perder el control de una forma o de otra"
"Quizá tengas razón, pero no me gusta perder el control de esa manera, como un...como un animal, ni mucho menos ser la causa de tus lágrimas. Todo menos eso"  Y me besa en la sien, agitándome entre sus brazos. Se me ocurre que Ernie me trata como tratan a las chicas en las películas. De repente me hace gracia. "¿De qué te ríes?"
"De ti."
"Ah, ¡ésa es buena!", me agita ahora con fingida indignación, "Aquí estoy yo intentando levantarle la moral al mequetrefe para que me venga con..."
Pero su discurso se interrumpe cuando me yergo levemente para plantarle sendos besos en cada una de sus mejillas, ¿mojadas?
"Ernie... ¿y tú por qué lloras?"
"Porque... en el fondo soy más blando que tú, que ya es decir."
Ambos nos reímos. Y después bromeamos y nos burlamos el uno del otro, olvidando por completo lo sucedido esa tarde, hasta que el sueño nos vence y caemos rendidos uno junto al otro en la cama de Ernie. Porque, ¡qué demonios!, he decidido que estoy a gusto ahí. Estoy acostumbrado a sus ronquidos: llevo oyéndolos desde las primeras noches en Hogwarts, cuando se metió en mi cama porque me oyó llorar de nostalgia por mi casa. No ha cambiado nada.


Y nada es lo que rindo la última semana. No soy como Ernie, que puede concentrarse durante horas y motivarse con la cuenta atrás hasta el viernes.
"¡Apenas cuatro días y tanto por repasar todavía!"
Pero yo no puedo. Me levanto continuamente, enciendo la tele y me pongo a cambiar de canal. O la apago y me pongo a tocar la guitarra. Todo, salvo estar más de media hora sentado. ¡Al cuerno! Ya estudiaré cuando haga falta. El verano desaparece ante mis ojos: el lunes hace fresco, el martes llueve, el miércoles vuelve a hacer calor pero la piscina está tan sucia que no me apetece limpiarla.
Esa noche Ernie está desesperado. Más aún, si cabe.
"Bueno, ¡esto es indignante! ¿Dónde se ha visto que la víspera de regresar a Hogwarts aún no haya llegado la lista de los libros y el material para el curso?"
"La víspera es mañana, aún hay tiempo. No creo que a Dumbledore se le haya ido hasta tal punto de que deje a todos sin carta." Hannah, Susan y Zacharías, el trío matarile,  nos han escrito para preguntarnos si ya teníamos las nuestras, que qué pasaba, que qué podíamos hacer, que si le iba a decir un par de cosas al director por negligente, y si no, su padre lo haría. Éste Zacharías...Nunca ha sido muy fan de Dumbledore, pero imagino que no llegará hasta el punto de desconfiar de él de esa forma.

Por fin el jueves, justo antes de comer, llegan los dichosos sobres.
Ernie es el primero que lo abre, con tanta ansia que lo raja por cinco sitios. Yo me tomo mi tiempo, leo las escasas novedades y lo dejo tirado a mi lado en el sofá. Sigo tocando la nueva pieza principal de mi repertorio para el año que viene. Es otro tema de los Dire Straits que creo que viene que ni pintado para el humor de los Hufflepuffs después de junio, y...

"¡¡¡SÍ, SÍ, SÍ, LO SABÍA!!! ¡¡LO SABÍA, JUSTIN, LO SABÍA!!!!!"
"¿Qué paaaasa?", me levanto a toda prisa, porque no es normal ver a Ernie dando saltos en la silla de esa forma.
"¡¡Que soy prefecto!! ¡¡Soy el nuevo prefecto de Hufflepuff!!"
"Lo supe desde que te conocí. Sabía que llegaría este día."
¡Es verdad, que los eligen en 5º! Aunque en nuestra casa no hacía falta uno nuevo mientras que estuviera...El pensamiento se interrumpe cuando Ernie me enseña la resplandeciente insignia con orgullo y con "P" de "pomposo".
"¡Enhorabuena, señor Prefecto!", le palmeo el hombro con ganas. Como está fuerte, ni lo nota.
"Va a ser duro llenar el vacío que ha quedado, pero me esforzaré al máximo."
"Cuento con ello", sonrío. No, no va a ser fácil. Pero Ernie ya demostró con creces que merecía tal puesto cuando se ocupó de recoger los pedazos de Hufflepuff y juntarlos en la Sala Común. No creo que esto se le escapara al director. Y no creo que haya nadie mejor que Ernie para ser nuestro nuevo prefecto.
Prefecto.
Ernie el prefecto...
"Eso quiere decir que tus obligaciones también aumentarán, ¿no?"
"Oh... sí... bueno, sí, es cierto. Pero no creo que note mucha diferencia. Además, también habrá una prefecta para ayudarme. ¿Quién será, Susan o Hannah? O quizá alguna de sexto..."
"Difícil saberlo. En cualquier caso saldremos de dudas mañana mismo en el andén, así que... "
Aleteo. Carta. Lechuza que vuelve a irse por donde ha venido.
"... no creo que haya que esperar tanto", sonríe Ernie, abriéndola con desesperación, pues va dirigida a él. Es de Hannah. Ernie se echa a reír. "¡Lo sabía! ¡La prefecta es Hannah! Y dice que está segura de que me han escogido a mí."
"Pues vaya par de sorpresas sin suspense."
"No las tenía todas conmigo, Justin. Podría haber elegido a, no sé... a alguien mejor preparado o con mejor historial, aunque no sea de quinto."
"Ahórrate la modestia. ¡Esto hay que celebrarlo!", lo abrazo por detrás.
"Pero primero, ¡al Callejón Diagón!", responde exultante, agitando la lista de material en el aire.


No tardamos ni media hora en terminar las compras en el Callejón. Apenas nos cruzamos con algunos compañeros, quizá porque hemos ido más temprano que nadie. También, por lo que se ve, muchos han delegado las compras de última hora en sus padres, como los Weasley. ¿Para quién será esa escoba que acaba de comprar la madre?
"Por cierto, ¿cuándo volvían tus padres?", me pregunta Ernie de repente.
"Esta noche. Por eso no conviene que regresemos muy tarde."

Pero lo hacemos. Porque nos ponemos a andar y a andar, a hablar y a hablar, desde Tower Bridge al Big Ben por toda la orilla del Támesis. Y cuando llegamos a casa ya es de noche y  mis padres nos esperan viendo la tele y algo preocupados.
"¿Y bien?", pregunta mi madre con los brazos en jarras.
"Yo también me alegro de verte, mamá. Mira, los libros de texto. Han mandado la lista HOY."
"¿Os ha cundido el estudio? ¿Lleváis el cerebro bien fritito para el  gran reestreno de mañana?"
"Más o menos", sonrío a mi padre. "¿Y vosotros qué tal?"

Una hora después de ver fotos y escuchar anécdotas prescindibles sobre viajes maritales, Ernie y yo nos despedimos y subimos a la habitación.
"Me parece muy bien que hayáis juntado las camas para hablar, pero mañana hay que levantarse pronto, así que nada de trasnochar, ¿eh?", oigo a mi madre desde el pie de la escalera.

Cómo si eso fuera posible.
Ernie vuelve de lavarse los dientes y me encuentra sentado en mi cama frente a las fotos en la pared acariciando una de ellas con la yema del dedo índice. He empezado a quitarlas para llevármelas a Hogwarts, pero cuando he ido a coger aquella en la que estamos todos en el comedor, con Cedric en el centro, sonrientes (¡hasta Zacharías!) y felices, se me ha caído el alma a los pies. Mañana tendré que volver a un Hogwarts sin Cedric. No sé cómo podré enfrentarme a todos aquellos lugares de nuevo. Frente a esa perspectiva, el verano ha resultado ligeramente fácil de sobrellevar.
"Al principio nos va a costar a todos, Justin."
"Lo sé."
"Pronto podremos sacar fotos nuevas. Fotos alegres. Aunque", se ríe, sentándose como quien no quiere la cosa justo detrás de mí, pegado a mí, rodeándome con un brazo para señalar la foto, "no creo que pillemos a Smith en otra así de contento."
"Creo que es porque estaba haciendo de rabiar a Hannah. Le quitó el lazo de una trenza. Claro que ella tampoco estaba muy molesta."
"Siempre he querido preguntártelo: ¿dónde está la mano de Cedric?"
"Ummm..."
"Sí, tu cara lo dice todo. Aquí y en la foto. Deberíamos poner fotos como esta en el tablón de la sala común."
"¿Estás loco?"
"No, creo que sería terapéutico para todos. No hay que olvidar a Cedric, ¿recuerdas? Tenemos que seguir recordándolo de ahora en adelante, cada día de nuestros días, como un ejemplo a seguir, como, probablemente, uno de los mejores Hufflepuffs y una de las mejores personas que haya pisado Hogwarts jamás. Y será tarea de los estudiantes que lo hemos conocido traspasar ese ideal y ese respeto a los que vengan después. Guardar y preservar su memoria."
"Lo siento, pero la memoria que guardo de él es sólo para mí", sonrío sin quitar los ojos de Cedric, quien me mira desde la foto con ese aire inocente que siempre ha desprendido, y que lo acompaña aun cuando tiene una mano posada en mi retaguardia, apretando con fruición para que a mí se me quede esa cara agónica de sonrisa estúpida y exagerada con ojos flotantes. Qué recuerdos. Ahora tengo a Ernie cubriéndome la retaguardia, pero le lleva todo el cuerpo, y lo tiene bien cerca. Vuelvo a mirar a Cedric. Sigue sonriendo. Me pregunto qué pensaría ahora y si sonríe desde arriba. Una parte grande de mí sabe que sí. Cedric apreciaba mucho a Ernie. Otra parte pequeña me dice que necesito tiempo. Pero es ese pinchazo que, aunque no molesta, sí previene. Y basta que esté presente para que cualquier otra idea parezca descabellada. Aún así...
"Soy consciente de que el colegio estará lleno de recuerdos que amenazarán con hundirte, pero tienes que seguir, Justin. Y para ello, espero que no olvides que siempre tendrás a alguien detrás si necesitas apoyarte. Siempre."
Cuando los brazos de Ernie se cierran en banda a mi alrededor, yo me reclino hacia atrás, apoyando todo mi peso en él, sentados los dos al borde de mi cama, mientras que seguimos mirando las fotos y recordando tantos episodios memorables del comedor en los últimos cuatro años, tantos buenos tiempos. Tiempos que recordaremos mañana en Hogwarts con nuestros amigos. Y sólo recordaremos lo bueno, y lo bueno que era nuestro capitán. Como quien no quiere la cosa, Ernie acaba por comentarme que siempre sospechó que entre Cedric y yo había algo más que mera amistad.
"Era demasiado evidente. No venía al caso preguntar, de todos modos, porque era sólo asunto vuestro. No obstante, yo lo sabía, otros se lo olían, y algunos murmuraban más de lo que os...te puedes hacer una idea. No es algo tan extraño en Hogwarts, ni en nuestra casa, pero dada la situación especial de Cedric, el asunto daba aún más de que hablar. Poca gente hablaba mal, eso sí. De los comentarios que escuché, sólo uno fue ofensivo, pero sus propios amigos se encargaron de callarlo, así que no me tocó intervenir."
"¿Lo habrías hecho, Ernie?"
"¿Estás de broma? ¡Pues claro que sí!". Se pone en pie, apartándome con cuidado, y se dirige a su cama mientras continúa: "Si fuera un Slytherin me lo pensaría dos veces, porque los de esa calaña lo llevan en la sangre, y es más natural que nos insulten a que nos den los buenos días. A un Ravenclaw le rebatiría y le razonaría, a menos que se pusiera como los Slytherin; entonces lo dejaría por imposible. Los Gryffindor tienen sus propios asuntos de los que ocuparse, así que no creo ni que prestaran mucha atención a lo que pasaba en nuestra casa. Pero si alguien de Hufflepuff descalificara a un compañero por razones tan obtusas y absurdas como esta... se las tendría que ver conmigo. Ahora además tengo una insignia, ¡y estoy dispuesto a usarla!"

Oh, Ernie. 

Justo antes de dormir, y al poco de apagar la luz, cuando creo que ya no queda nada más por hablar hasta que no veamos a Hannah y los otros, Ernie se vuelve hacia mí en la oscuridad.
"Justin, dime la verdad: ¿hasta dónde llegasteis Cedric y tú?"
A estas alturas, ya no merece la pena ocultarlo, así que emito un suspiro y respondo con voz grave:
"Hasta el final."