¡Hufflepuff Existe!

Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no, Warner Bros.

Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo. Y se supone que un entrenamiento.

*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.

*Spoilers*: Quinto libro.

*Nota*: Si alguien sabe qué les pasa a los conejos mexicanos que me lo explique, por favor. Jamás entendí esa frase de Fénix. Me quedé con la segunda parte.

Capítulo 14:    Curso nuevo, Hufflepuff nuevo

Día uno de septiembre, día uno de mi nueva vida en Hufflepuff sin Cedric.
Me siento como en mi primer día en el mundo mágico. Mi primer día en Hogwarts. Sólo que sin la ilusión de entonces.
Mis padres se han quedado al otro lado del muro. Los de Ernie nos han acompañado al andén y se han marchado en cuanto han llegado nuestros amigos.

Todos felicitan a Ernie, quien por fin es prefecto como siempre soñó. Hannah luce la misma insignia en la pechera. Está tan emocionada que nos ha dado cinco abrazos a cada uno. Susan escucha pacientemente a Zacharías murmurar sobre ellos por lo bajo. No quiero mirar alrededor esperando lo que nunca va a venir. Mi mano se va instintivamente al pelo, colocándome rizos por detrás de las orejas, intentando que no se note que es otra mano la que me gustaría que estuviera allí, aunque sólo fuera el habitual roce de un par de segundos excesivamente prolongados. Propongo entrar cuanto antes para elegir compartimento, aprovechando que, para variar, no vamos con la hora pegada al culo.

"¿Vamos, Ernie?"
"Eh...no puedo, Justin. Los prefectos tenemos que reunirnos en el vagón de prefectos delante del todo."
"Anda, es verdad. Lo había olvidado."
"Lo siento, chicos. Cuando nos den las instrucciones y Ernie y yo acabemos nuestra ronda de patrulla, os buscaremos. No creo que tardemos mucho."
Y diciendo esto, ambos se alejan por el pasillo, mientras que  Zacharías, Susan y yo nos metemos en el primer compartimento libre. Es la primera vez que viajo en el Expreso de Hogwarts sin ellos, pero menos mal que quejas-man y Miss Patronus (porque no deja de hablar de ellos) están para hacerme compañía. Zacharías va y viene un rato entre nuestro vagón y en el que está la mayoría del equipo, pero al final se queda en el nuestro. Al poco rato veo a Luna pasar delante del cristal de la puerta y salgo a saludarla. La invito a entrar y a sentarse con nosotros, pero algo debe de haber visto en la cara del rubiales, porque ha rehusado inmediatamente con la excusa de que en el último vagón estará a salvo si no sé qué monstruo del túnel decide merendarse el Expreso. Así que, como de costumbre, entre Hufflepuffs anda el juego.


Después de arrasar el carrito de los dulces, para entretenernos mientras nos los zampamos, les hago una representación de momentos estelares del Equipo A.
"Entonces, están todos preparándose para enfrentarse a los monjes fanáticos, cuando Fénix intenta contactar con Murdock: 'Me recibes, me recibes', y el otro aparece detrás de él por sorpresa: 'Te recibo perfectamente'. 'Hombre Murdock, ¿qué has traído?' 'Un montón de bonita, preciosa dinamita', y Fénix: 'Eres un encanto'. Murdock se vuelve al helicóptero a por la dinamita, y la chica, o sea, el ligue del guaperas de Fénix del capítulo, se acerca a él aparentemente celosa, a preguntarle que quién es. Y entonces Fénix suspira y responde..."
"Está más loco que un conejo mexicano. Pero le quiero", terminan por mí.
No hemos cerrado la puerta del compartimento y la llegada de Ernie me pilla por sorpresa. Al decir esto me ha rodeado el cuello con un brazo, imitando a la perfección la cara de ensoñación de Fénix, mientras los demás se ríen y les ofrecen chucherías a él y a Hannah. Yo me entretengo comiéndome cinco ranas de chocolate seguidas antes de sobreponerme y volver a levantar la vista, porque temo que mi cara delate el semi infarto que me acaba de dar.
"Veo que Justin te ha hecho tragarte su serie favorita, ¿eh?", sigue riendo Susan.
"Creo que ese capítulo lo vimos unas tres o cuatro veces, ¿no, Justin?", y su mano sigue sobre mi hombro cuando su cuerpo se sienta a mi lado. Susan hace un hueco a Hannah entre ella y Zacharías. A partir de ese momento el rubiales no dice nada durante al menos dos minutos, sólo come una golosina tras otra, y sonríe tanto y tan ampliamente que temo que se lesione por la falta de costumbre. Es Susan la primera que salta:
"Bueno, ¡contad, contad! ¿Quiénes son los otros prefectos?"
"Malfoy y Parkinson en Slytherin", responde Ernie, "Goldstein y Patil para Ravenclaw."
"Oh, ¿Terry no...?", empieza Susan, pero enseguida se interrumpe con los colores subidos.
"¿Para qué quieres que sea prefecto? Más responsabilidades, menos tiempo", comenta Zacharías, mirando de reojo a Hannah.
"Más autoridad, más respeto", responde ésta con una sonrisa burlona.
"Y agarraos", sigue Ernie, "Granger...y Weasley para Gryffindor."
"¿QUÉ?", exclamamos los tres a la vez.
"¿Y Harry?", pregunta inmediatamente Susan.
"Desconozco si tendrá que ver con el incidente de este verano, pero de momento ya lo han dejado fuera de la prefectura", dice Ernie.
"A mi me da, no sé por qué, que Dumbledore lo ha hecho para que el pobre no tenga que preocuparse por otra cosa más", añade Hannah."Que bastante tiene con el trauma del torneo, los dementores en su casa muggle y los TIMOS a final de curso. Sólo le faltaba tener que ocuparse de labores de prefecto. Pero..."
"Ya, Weasley. No sé si está hecho para el puesto", asiente Ernie.
"Este tío es un mierda. Sólo sabe ir a las faldas de Potter o de Granger. Su hermano se creía el Primer Ministro de Hogwarts, pero éste no vale ni para bufón."
"¡No digas eso! Ronald no es tan malo, es sólo...un poco quisquilloso", empieza Susan, y yo encuentro la voz para decir:
"A los Hufflepuffs nos mira mal. Tanto él como sus hermanos, es como si nos miraran por encima del hombro."
"Eso es cierto. Los Weasley se creen tan guays que piensan que nosotros no valemos nada. Pero mi familia es de sangre más pura que la suya, y al menos entre nosotros no tenemos que heredar la ropa."
"Oye, Zacharías, eso no es justo", protesta Hannah."Las limitaciones de sus padres no son culpa suya, que son muchos hermanos."
"Y Ginny es muy simpática", comenta Susan con desatino.
"Sí, es la que mejor me cae a mí", masculla Hannah con sarcasmo plomizo y voz de ultratumba.
"No me hace gracia que ese niñato me pueda dar órdenes", sigue bufando el rubiales.
"No creo que se pase, siempre ha sido un chico legal, y si le da el punto,  Hermione no le dejará pasarse de la raya", dice Hannah.
"Curiosa pareja...", murmuro yo, y creo que nadie me ha escuchado, hasta que Susan me responde por lo bajo:
"¡Y que lo digas! Esto va a ser divertido."
"Y no veas la cara de Draco Malfoy cuando ha visto que era Ronald y no Harry el que entraba en el vagón de prefectos", sigue marujeando Hannah con nosotros, "¡Qué pena no tener a Creevey a mano cuando lo necesitas!"
"Malfoy nos ha mirado a todos los prefectos con sus aires de príncipe de Escocia, como si fuera ya el líder de la manada", resopla Ernie.
"Se cree alguien y todo, porque su padre unta al Ministerio", comenta Susan con asco. Y, harto ya, estallo:
"No sé vosotros, pero ya que estamos por fin los cinco juntos, ¿qué tal si dejamos de hablar de los VIP de Hogwarts y nos centramos en cosas más mundanales como...nuestros veranos?"
"Yo no quiero volver a oír el tuyo, que pinta a muy rollo."
Todos miramos a Zacharías con guasa.
"Tú me ganas, macho", le digo con una palmada en la espalda.
"Para una vez que gano en algo...."
Y una vez más, hay que ver con qué cosas nos contentamos.
 


Nuestros peores temores se ven confirmados en el banquete inaugural. En primer lugar, el sombrero nos deja patidifusos con su nueva canción en aras de la solidaridad y cooperación entre casas en tiempos difíciles; y algo aplatanados cuando por fin confiesa, como quien no quiere la cosa, que en realidad y en sus tiempos Helga Hufflepuff dijo algo así como "a mí dadme los que sobran" (de leales y trabajadores, nada, ¡siempre supe que era la excusa para que no nos deprimiéramos desde primero!, pero ahora que somos mayores por fin nos pueden decir que Papá Noel no existe y que los Hufflepuff somos, como siempre sospechamos, los que sobramos). Después, nos enteramos de que la mayoría de los alumnos no se cree la verdad sobre la muerte de Cedric, y piensan que a Dumbledore se le ha ido del todo por hablar del regreso de Voldemort, que Harry es un mentiroso compulsivo en busca de más atención (¡cómo si la necesitara! ¿O es que hay algo superior a la primera plana y no me he enterado?), y que el Ministerio desmiente y se burla de cualquier rumor veraz al respecto. Y luego, cuando aún nos estamos preguntando dónde está Hagrid,  Susan nos señala a la nueva profesora de DADA y nos confirma que es la arpía que su tía se temía.
"Definitivamente está claro que el Ministerio va a seguir muy de cerca todo lo que se haga o se diga en el colegio", susurra Ernie con decepción, prestando toda su atención a lo que la sapo, como ya la hemos rebautizado, está contando sin venir a cuento.
"Y eso si no interviene en lo que menos nos esperemos", asiente Susan, "Esta tía es una bruja piruja, alguien con quien es mejor no tener problemas", explica.
"Qué felicidad", suspiro. Como nosotros somos Hufflepuffs, o sea, margen de desobediencia cero, no veo cómo podríamos tener problemas con ella. Aún así, nos va a dar DADA. Siempre suele ser una de las asignaturas más emocionantes, pero este año, ya sólo con tener que mirar a ese engendro humano a la cara, se me va a amargar cada clase.
"¡Y su voz!", murmura Hannah, "Me da menos grima cuando alguien raya un plato con el tenedor, ¡por favor!"
"Habrá que resignarse, chicos", concluye Ernie.

Pero ya el primer día de clase, cuando salimos al pasillo después de soportar con la sapo la sesión teórica más irritante de nuestra vida (después de las clases de Binns, eso sí) , y nos esforzamos por sacar su chirriante voz de la cabeza rememorando un par de chistes de elfos domésticos y duendes en un bar que nos contaron los mayores en el desayuno, tenemos que detenernos de sopetón cuando esa misma voz se aparece a nuestras espaldas con un sonoro "Hem, hem". Como no sabemos qué hacer, qué decir, o si como buen sapo nos va a escupir, es ella la que habla, que al fin y al cabo es lo que quiere:
"Usted es la sobrina de Amelia Bones, ¿verdad?" "Sí, soy yo", responde Susan a media voz, intentando no mirarnos de reojo.
"Bien, bien, me alegra ver que sigue los pasos de su familia como buena Hufflepuff. Su tía es una mujer respetable, no cabe duda, e imagino que no querrá hacer nada que la avergüence, ¿verdad, señorita Bones?" "No...no, profesora." "Lamentaría mucho tener que llevarle malas noticias por mal comportamiento de su sobrina. Aunque claro, no imagino que algo así se pueda esperar de una Hufflepuff, ¿me equivoco?", sonríe de una forma tan falsamente dulce que da hasta más grima que su voz.  "Pues...no", responde Susan tímidamente.  "Bien, bien. Así me gusta", sonríe aún más, mostrando sus afilados dientes antes de pasar por entre nosotros,  y en ese mismo momento sé que invadirá mis ya superpobladas pesadillas.

"Chicos, ¿sabéis una cosa?", comento en un arrebato cuando noto que a todos se nos ha pasado la grima y los escalofríos. "Jamás pensé que ser Hufflepuff tuviera tantas ventajas: sobramos, estorbamos al paso, no valemos un pimiento, si nos asesinan todo el mundo cuenta que ha sido un estúpido accidente...pero a la hora de la verdad, ¡nadie da un knut por nuestro mal comportamiento! ¡Podríamos montar la primera revolución Hufflepuff y nadie sabría de dónde les ha llovido! ¿Qué me decís?"
"¿Qué decías de un conejo mexicano, Ernie?", menea la cabeza Susan con una sonrisa.
Mejor que no lo repita...
"Vosotros reíd, pero ya os revolucionaré yo con mi bandurria, ¡vaya que sí!"
"¿Será algo violento?", pregunta Hannah, fingiendo seriedad.
"Depende de lo que le haya cambiado la voz otra vez...", se ríe Susan, "Puede ser MUY MUY violento."

Al llegar a la puerta del comedor, tenemos la segunda aparición no deseada:  Draco Malfoy, escoltado por sus inseparables  gorilas y Parkinson (quien me guiña un ojo como quien no quiere la cosa),  impide a un grupo de Ravenclaws de segundo que entren, y nos hace un gesto para que pasemos nosotros:
"Por favor, las mujeres y los Hufflepuffs primero."

Lo dicho: ¡todo son ventajas!

...maldita sea.