¡Hufflepuff Existe!

Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no, Warner Bros.

Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo. Y se supone que un entrenamiento.

*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.

*Spoilers*: Quinto libro.
*Nota*: Este capítulo conmemora el segundo aniversario de ¡Hufflepuff Existe! Dos años de fanfic, que se dice rápido. Y qué mejor día que el 26 de noviembre, cuando la película del Cáliz de Fuego se ha estrenado en Japón, donde vivo ahora. Por descontado, acabo de venir de verla y, una vez pulido, es el momento de actualizar. Espero que lo leáis con ganas. Pronto volverá lo bueno...

Capítulo 15:    La revolución Hufflepuff

Cuando llegué en septiembre, la sala común estaba tal y como la dejé en junio. Aún olía a verano, a tranquilidad y a tristeza. Los sofás me traían mil y un recuerdos. Algunos mentaban los suyos en alto ("¿Os acordáis de cuando ganamos a Gryffindor? Aquél si que fue un día memorable, ¿eh, Justin?" "No picaré el anzuelo..."). Dumbledore vino a vernos la segunda noche después de cenar y nos regaló una ampliación a tamaño real de una foto oficial de Cedric posando como Campeón de Hogwarts. Nos explicó que, efectivamente, así sería más fácil que tanto nosotros como las generaciones venideras de Hufflepuffs recordáramos a Cedric Diggory. Algunos todavía opinan que es hurgar en la herida, pero a la mayoría le reconforta ver allí cada día a nuestro capitán. Para compensar la seriedad de la foto, Dumbledore nos animó a colgar alrededor otras fotos que tuviéramos de él, así que pronto el panel central se llenó de fotos del equipo, del comedor, de chicas rodeándole, de sus amigos. Se ve que Colin ha hecho más negocio en nuestra casa de lo que yo imaginaba.

Un par de noches me he quedado dormido en un sillón estratégicamente colocado frente a las fotos. Por suerte Ernie, quién si no, ha venido a buscarme antes de que los otros se levanten.

Hablando de Ernie, el segundo día de clase hace algo que me deja bastante sorprendido. Vamos de camino a los invernaderos, cuando nos encontramos un corrillo de gente, en el centro del cual están Harry Potter y Luna Lovegood. No sé a cuento de qué viene, pero Luna afirma, con la firmeza que le caracteriza aun cuando defiende lo más absurdo, que ella sí que le cree. La gente se ríe de ella, Hermione Granger se pone a discutir con ella sobre no sé qué bichos de dudosa existencia,  y Harry parece algo apurado. Sin embargo, momentos después, cuando los de cuarto terminan de irse, y Harry está increpando a Hermione por meterse con la poca gente que le cree,  Ernie se acerca  a Harry para decirle, en voz alta y solemne (como que le conozco, para que le oigan todos), que no sólo los raritos lo apoyan. Que él personalmente cree en él 100%. Y que su familia siempre ha permanecido fiel a Dumbledore, y él también. Harry, pillado por sorpresa, le da las gracias con cierto rubor, mientras que los demás que estaban escuchando, incluso algunos de sus compañeros de Gryffindor, parecen algo desconcertados.
"¿A qué ha venido eso?", le sonrío cuando vuelve con nosotros.
"Estoy harto de escuchar tonterías allá donde voy, Justin. ¡Harto! Negar que fue asesinado es mancillar la memoria de Cedric, además de un insulto para Harry. Y si yo me siento así, ¿cómo se sentirá él, que tuvo que vivirlo para que ahora pongan en duda su valor? A veces me avergüenzo de los estudiantes de este colegio", menea la cabeza, con la barbilla bien alta. Hannah lo mira con admiración. Mejor no recordarles que el año pasado  todos nosotros lo despreciamos durante un tiempo por encapotar la gloria de Cedric como único campeón.
"A mí me da pena Luna", comento por fin mientras nos colocamos alrededor de las mesas de trabajo. Nadie la espera a la salida de clase. Probablemente, nadie quiere trabajar con ella por regla general. A veces la veo hablar con Ginny Weasley, y ésta siempre la escucha con aparente amabilidad y atención; pero otras veces he escuchado de pasada a la Gryffindor hablando con sus amigas, o con ese Corner y sus amigos, sobre lo rara que es Luna. Por tanto, no creo que cuente como amiga válida. Y las chicas de su casa no se portan nada bien. Según me contó, la gente le esconde a Luna las cosas para burlarse de ella. Dice que siempre acaban apareciendo, antes o después, pero debe de ser bastante fastidioso. Si cuando yo digo que Ravenclaw está llena de malas pécoras, lo digo con argumento.
"Me da que en el fondo esa chica te gusta", sonríe Hannah con picardía.
"Pues claro que me gusta. Pero de una forma...muy platónica", asiento con osadía.
"¿Platónica? ¿Qué es eso?"
"Se platica pero no se toca"
Hannah y Ernie se miran, se encogen de hombros, y acto seguido se funden en uno para analizar la tarea del día. La miro por encima, veo lo que hacen los demás, y espero para aplicar sus conclusiones, que siempre da mejor resultado. Antes me esforzaba más por resolver las cosas yo mismo, pero ahora, como que se me han quitado las ganas. Dejarte llevar por la marea resulta agradable.


Las clases se sobrellevan como buenamente se puede. DADA este año es soporífera, pero a ninguno se nos ocurre replicar a la sapo si intenta provocarnos con el tema de la muerte de Cedric, como ya es sabido que hizo con los Gryffindors. Asumimos que la tipa, además de estúpida e insoportable, trabaja para el Ministerio, donde, según Ernie, saben perfectamente lo que ha pasado, y aún así quieren negarlo. ¿Para qué rebatir a las paredes? Salir de su clase y olvidarse de ella hasta la próxima es suficiente recompensa.

Pero ni eso nos van a conceder, por lo que se ve: a comienzos de la segunda semana, algún tarado del Ministerio, probablemente el propio Ministro de la magia, la nombra Alta Inqusidora de Hogwarts, con poderes y órdenes de evaluar a los profesores, a quienes, según El Profeta, Dumbledore siempre les deja demasiada manga ancha. Esa noche Ernie está furioso como pocas veces lo he visto. Se pone a debatir con varios de los mayores sobre la injusticia de una decisión así, que si el Ministerio pretende dominar el mundo mágico por completo, que si hay que tomar medidas, que si no se puede tolerar, bla bla bla. Intento escucharles en silencio, pero aquello es al fin y al cabo una reunión Hufflepuff: se debaten planteamientos hasta aburrir, pero no se toma ninguna decisión firme. Otros Hufflepuffs más serenos alertan de los peligros de debatir algo así en el colegio y que es mejor dejarlo correr, porque al fin y al cabo, de momento a nosotros no nos afecta. Pero Ernie, quien naturalmente se encuentra tan incapacitado como los demás para cambiar el curso de las cosas, se muestra aún más indignado si cabe, y suelta una retahíla tras otra sobre los efectos de la cobardía paulatina llegado el momento de levantarse finalmente contra el opresor: "Vosotros esperad aquí, sentados cómodamente, haciendo como que nada sucede, mientras que esa mujer va ganando poder, poco a poco, ardid tras ardid, con el Ministerio por detrás y su insufrible cara por delante, hasta el día en el que, como es de esperar, porque ya no cabe duda de que es su objetivo, logre destituir a nuestro director de su cargo. Y una vez Dumbledore quede fuera del control de Hogwarts, ni siquiera los Hufflepuffs podremos respirar tranquilos. ¡El veneno de la sapo nos salpicará a todos!"

De momento ese sapo ya ha visitado nuestra clase de Runas, y no se la ve con mucha intención de volver. Parece esperar el momento de que les toque dar clase a los Gryffindors y, en especial, a Harry, para elegir la clase donde inspeccionar a cada profesor. Harry, o no aprende, o verdaderamente le gusta jugársela, porque ya nos hemos enterado de que  se ha ganado una segunda semana de castigo con ella por decir alguna otra burrada sobre Voldemort en su clase. Al menos no se podrá decir que su amigo Weasley entró en el equipo por enchufe, puesto que a causa del primer castigo Harry no pudo estar en el proceso de selección de portero, y los de séptimo de nuestra casa dicen que sus hermanos reniegan de él. Eso sí, el escándalo que arma en el comedor esa tal Angelina Johson, la nueva capitana de Gryffindor, cuando se entera del segundo castigo, hace que hasta McGonagall se levante de la mesa de profesores para, ¡no me lo puedo creer!: ¡quitarles puntos!, y echarles una bronca de aúpa. Sobre todo a Harry, por dejarse provocar por la sapo otra vez. Claro que más tarde llega también a nuestros oídos cómo puso firme a la sapo el día que fue a inspeccionar su clase...¡eso sí que debió ser para estar allí y verlo! Cht, ¿por qué con los Gryffindors sólo nos toca Herbología ?

Menos mal que Ernie y Hannah, por ser prefectos, se relacionan más con Weasley y Granger este año. Bueno, seré sincero: con Granger. Porque Weasley siempre anda metiéndole prisa cuando se detienen a hablar un poco más de la cuenta con los nuestros. Como si le diera repelús juntarse con ellos, vamos. O no quisiera perder su precioso tiempo con seres inferiores.
"Por eso siempre le digo a Ernie que espere a las horas de biblioteca, donde Hermione suele estar sola la mayoría del tiempo, y dispuesta a hablar de lo que se tercie, sobre todo en lo que se refiere a esa...Umbridge"
"Ya, Hannah, pero la conversación no siempre puede esperar, como bien sabes. Hoy mismo nos ha planteado una idea que resulta...bueno, interesante es decir poco. ¡Es sublime! Sólo espero que la propuesta se confirme, y entonces, sólo entonces, Justin, no insistas", mi cara de desilusión es patente,"te la contaremos" Y mirando su reloj, añade: "Hm, hora de hincar los codos. Tengo que terminar el tema 7 de Historia y el 5 de Aritmancia antes de la hora de la cena"
"¡Pero si no hemos llegado al tema dos de ninguna!"

Ernie está demasiado obsesionado con las horas que estudia. Hasta ahora las ha comparado ya con todos los de nuestra casa y algunos Ravenclaw,  y sé que por lo menos tiene anotadas cuántas estudiaban los que ahora están en 6º y 7º de nuestra casa, no sé si también de otras. Un día descubro que tiene una sección especial para los datos sobre el programa de estudios de Cedric de todos los cursos desde que entramos nosotros en Hogwarts. Cuando pensé que Ernie quería seguir los pasos de Cedric a toda costa, jamás imaginé que lo haría tan a fondo y metódicamente. Yo ya le he dicho que no es sano, y que con tanta sobrepreparación, se le va a olvidar lo que es la improvisación, como ya le sugerí en verano, pero él como quien oye llover:
"Antes de que acabe el curso tengo que lograr el ritmo óptimo."


A la luz del día es imposible sentirme solo. Si quiero estudiar, en la biblioteca tengo siempre a Ernie y a Hannah, cuando no andan ocupados con sus labores de prefectos. Aunque estudiar con ellos sea un agobio, no puedo negar que motiva. Nadie más aguanta estudiar junto a Mister Cronómetro y Miss Agobios (cada día les ponemos un mote nuevo); yo soy la excepción que confirma la regla, y porque estoy medio sedado espiritualmente. Susan, como siempre, suele juntarse con otras chicas, tanto en clase como en la biblioteca, pero cuando nos vemos por los pasillos de camino al comedor solemos hablar un rato. Zacharías está liado este curso con los entrenamientos de Quidditch. No ha sido fácil encontrar un sustituto para Cedric. Aún así, el equipo quiere esforzarse por hacer el mejor papel posible y, ¿quién sabe?, quizá ganar a alguno de los grandes de nuevo. De vez en cuando me gusta recuperar mi costumbre de ir a verlos entrenar. No siempre resulta buena idea, porque ver las discusiones internas del equipo (casi siempre centradas en la misma persona), escuchar los lamentos y ver su aparente desunión no sirve para levantarle a uno la moral. En todo caso sirve para conocer el contexto de primera mano cuando Zacharías se desahoga conmigo por la noche.  Unas veces lleva razón, y el otro 99% de las veces, no.

"¡Pero tío, es que no dan pie con bola! Que si hay que avanzar, se quedan atrás, asustados como conejos. Que si hay que defender, se quedan embobados frente a los palos, pensando en las musarañas o en cuántos son dos mas dos bateadores que no pueden, es que no pueden acertar a quien apuntan. O es que todos me apuntan a mí, una de dos, y me juego algo a que lo hacen aposta, porque les caigo mal. Pero, ¿sabes qué te digo? Que ahí les den todas a ellos cuando juguemos, porque Cedric dejó un equipo que, aunque no ganaba una mierda, era un buen equipo, y ahora tenemos un saco de mantas y lloricas que se van a echar a temblar ante los Slytherin, a suspirar frente a los Ravenclaws y a llorar de emoción ante los Gryffindors por tener el inmenso placer de que nos pateen el culo y se lleven la copa un año más. ¡Y no me da la gana, hombre!"
"La última vez ganamos a Gryffindor"
"Porque teníamos un buscador que no se amedrentaba ante Potter. El que tenemos ahora es fan suyo, Justin"
"Al menos ellos tampoco tienen a Wood", no puedo evitar que se me escape la risa: todavía me acuerdo de cuando yo también lo era.
"Tú ríe, ríe, pero ya verás el ridículo más espantoso que vamos a hacer, aun sin Wood. Ya lo verás. Y entonces te sentirás como yo, un perdedor por denominación, que no por vocación"
"¿Pero el espíritu del juego no es esforzarse y pasarlo bien?"
"¡Si yo me esfuerzo, son ellos los que...!"
"Ssssh, sssh, no está bien echar la culpa a otros. ¿Qué es ese comportamiento anti-Hufflepuff, Señor Smith?"
Quien así ha hablado no es ningún profesor, sino Hannah, que ha terminado su ronda de antes de dormir y ha aparecido por detrás del sofá en el que estamos sentados.
"No, si encima ahora resulta que el que lo hace todo al revés soy yo..."
Hannah me mira y sonríe:
"¿Un mal día en el entrenamiento?"
Ya estamos tan acostumbrados...
"¿Y tú que tal, doña Prefecta? Anda, siéntate un rato, que últimamente no se te ven las coletas más que por encima de los libros o por delante de los enanos", la invita el rubiales, palmeando el asiento a su lado con expresión más relajada. Hannah este año ha dejado de lado las trenzas y favorece más las coletas, que le permiten retorcerse el pelo cuando está nerviosa con más facilidad.
"¡Qué remedio!", suspira, obedeciendo, "Pero aún estoy tranquila, ¿eh? No te vayas a pensar. Todavía no llego a las horas de Ernie, pero avanzo a buen ritmo y llevo los temas de clase a dos por delante, excepto en DADA, pero es que ese libro es insufrible y..."
"¡Hannah, por Merlín! ¡Ya hablas como Mister Prefecto Horario", protesta Zacharías. Yo es que estoy tan acostumbrado que les sigo la corriente y hasta me río de ellos en su cara, a ver si se dan cuenta de que van a acabar el curso con los nervios y las neuronas hechos un guiñapo.
"A lo mejor a Macmillan le parece muy saludable dejarse los ojos cada día, pero los tuyos son demasiado bo...quiero decir, que sería una pena que te diera un emborronamiento y no pudieras..."
En ese momento finjo que me llaman de lejos para dejarles solos, porque estoy a punto de que me de un ataque de risa, y la escena se plantea demasiado tierna (y bochornosa) para un tercero. Y todo el mundo sabe que tres son multitud. El propio Zacharías lo sabe bien. ¡Por cierto! Aún no le he preguntado qué quiso decir en aquella carta. Mañana le preguntaré, de paso que le interrogo por lo que hablen hoy. Sí, eso haré. Ahora voy a lavarme los dientes, procurando no mirar a las duchas, ni siquiera en el reflejo de los espejos, porque eso siempre me deja un sabor amargo antes de dormir.


Las noches que estoy cansado por las clases y los deberes no lo noto, porque caigo rendido en la cama, cierro los ojos y no queda tiempo para pensar cuando me vence el sueño de inmediato. Pero cuando no lo hace, y al cerrar los ojos veo a Cedric y siento el vacío a mi alrededor, de verdad, aunque suene tópico me siento morir, y de hecho me quiero morir. Se que prometí no ser un blandengue. Pero es que la rutina del colegio, de alguna forma, está pudiendo conmigo. Siento que la vida, más que nunca, es un largo camino que habré de recorrer solo; un tramo largo de tren sin paisaje bonito, sólo cemento, y carteles anunciando cosas que no me interesan, y estaciones donde no quiero bajarme, y gente a la que no quiero conocer, y viejos amigos que se bajarán en una estación distinta a la mía. El Expreso de Hogwarts impidió hace años que entrara en la vida muggle. Ahora no hay tren que me saque de esta soledad.

Lo que sí que hay es un ronquido inconmensurable que me saca de mis tribulaciones depresivas. Menos mal. No hay luz al final del túnel, pero al menos sí hay vida al otro lado de la cortina. ¿Por qué las habré cerrado? Ernie nunca cierra las suyas. Al menos no las que dan a mi lado. Esta noche no quiero estar solo.
Avergonzándome por mis estúpidos pensamientos derrotistas, esto es, por las mariconadas absurdas que puedo llegar a pensar cuando estoy depre, me doy cuenta de que entre su cama y la mía apenas hay un metro de distancia. Con un impulso aún más estúpido, pies descalzos, ojos hinchados y churretones en las mejillas, me acerco al borde de su cama y tanteo cuánto espacio queda en el colchón que no esté ocupado por el ballenato roncador. Suficiente. Levanto la colcha, me meto dentro, cierro la cortina y, tras un segundo de vacilación, me recuesto contra su cuerpo, apoyo la cabeza sobre su hombro, y dejo caer un brazo y una pierna sobre él, enganchado como una lapa. Ernie regurgita algo en sueños y me coge la mano que está sobre él. Dejo que me caigan unas cuántas lágrimas más antes de perder la noción del tiempo.


Cuando Ernie me trae de vuelta al mundo consciente, aún no ha amanecido. Es curioso, porque él sí que no parece consciente de que yo ya estoy despierto, y sigue acariciándome distraídamente la nuca, el cuello, los hombros y los rizos, como si tuviéramos todo el tiempo por delante. Como me consta que salir de la cama de Ernie no va a causar muy buena impresión entre nuestros compañeros, muy a mi pesar, levanto la cabeza y afronto la realidad de la mañana.

"Buenos días, Ernie. Siento haber invadido tu cama, pero es que en la mía había dementores anoche."
"¿Eso me convierte en tu Patronus?" Del sobresalto, su mano se escapa a su propio pelo revuelto por la almohada y yo lamento la pérdida enseguida.
"Sí...si te molesta no lo vuelvo a hacer."
"Sabes muy bien que nada es mejor recibido que tú."
"¿Ni siquiera el mejor sueño en el que apruebas todos los exámenes con Matrícula, superando a Granger, Malfoy y al mejor de los Ravenclaws?"
Ernie hace como que se lo piensa, rascándose la barbilla con interés, pero al final sólo dice:
"Anda, será mejor que hagas como que has dormido en tu sitio cuando estos se levanten, y me temo que es un suceso inminente"
"Gracias Ernie", le sonrío antes de abrir las cortinas.
"Cuando quieras", le oigo musitar a mis espaldas.
"Sólo una cosa..."
"¿Qué?"
"¿De qué se trata esa idea fantabulosa de Hermione Granger que seguís discutiendo Hannah y tú cuando creéis que nadie os oye?"
"De la revolución, Justin", y satisfecho por mi cara de sorpresa, anticipando mi pregunta, añade, "Pero aún no puedo darte más detalles"


Por fortuna, no pasa mucho tiempo antes de que me entere. La última semana de septiembre, Hermione Granger se acerca un buen día a nuestra mesa y se pone a hablar con Hannah y Ernie, lo cual no se saldría de la rutina si no fuera por la forma disimulada con la que los tres se apartan de oídos curiosos y se comunican en apenas susurros. Zacharías, que es el que más cerca está de Hannah, que está junto a Granger, consigue meter la cabeza y entrar de alguna forma en la conversación. Al principio veo a Hermione sorprendida, luego algo desconfiada, pero al final parece que accede y los cinco agachan aún más la cabeza para terminar de discutir lo que sea que se traen entre manos. Intento concentrarme en mi desayuno, pero no me lo ponen fácil, y lo único que consigo escuchar, antes de que vuelva a su mesa, es un "El próximo sábado, no me falléis. Y decídselo a todo el que creáis que le pueda interesar"
"A mí me interesa", le digo a Ernie de inmediato, "¿Me vais a decir de una vez de qué se trata?"
"Ahora no, Justin. Esta noche. Se lo diremos también a Susan. Entonces, decidiremos si hacemos partícipe a alguien más", mira de reojo a Zacharías con desconfianza.
"De acuerdo, de acuerdo, no diré nada", sonríe satisfecho y con ciertos aires de importancia.

Esa mismas noche, cuando todos se han ido a dormir y en la sala común sólo quedamos los cinco, Ernie comienza a explicarnos:
"Tal y como están las cosas en Hogwarts últimamente, lo que me ha propuesto Hermione Granger conlleva un alto riesgo. Es por eso que hemos decidido reducir esta primera reunión al menor número de personas posible", y vuelve a mirar de reojo a Zacharías, como indicando que si fuera por él no estaría allí, "a aquellos en los que de verdad confiamos. Y aquellos, que es lo más importante, que sabemos que creen en Harry", nueva mirada de reojo a Zacharías, quien frunce el ceño y levanta aún más su nariz respingona.
"A lo mejor en algún remoto rincón de tu apabullada cabeza quedan reminiscencias, pero por si acaso, permite que te recuerde que se supone que también somos tus amigos", replico algo molesto.
"No seas tonto, Justin. Eso se da por supuesto", le defiende Hannah. Faltaría más.
"Me refiero, amigo mío, a que no podemos divulgar esta información que os vamos a dar ni siquiera a otros amigos, ¿está claro? Las consecuencias de un reclutamiento negligente podrían ser nefastas, no sólo para el proyecto en sí, sino para nuestra propia carrera académica en Hogwarts, ¡qué digo!, para nuestro futuro personal y profesional"
"Macmillan, te estás yendo por las ramas", protesta el rubiales. Yo me limito a bostezar.
"No le diremos nada a naaaaadie. Por muy bien que nos caiga", matizo.
"Bien. Una vez zanjado ese punto, pasamos al tema en cuestión", carraspea, nos mira a todos, decide que es suficiente pausa de efecto, recibe un codazo de Hannah, y continúa: "Lo que me ha propuesto Hermione Granger podría considerarse una de las acciones colectivas más audaces y osadas que hayan llevado a cabo jamás estudiantes de este colegio, probablemente con la única excepción de los fundadores. Constituye una rebelión ordenada y pacífica que busca contestar a un sistema represivo que amenaza con destruir progresivamente los derechos y libertades de profesores y alumnos, e impedir que recibamos una educación como corresponde en tiempos que..."
"Ernie, ¿podrías saltárte el prólogo e ir directamente a la historia? Pasa a la pista 2, anda, que la 1 ya la hemos oído antes"
Ernie resopla y gruñe pero accede.
"Harry Potter se ha ofrecido a darnos lecciones de Defensa contra las artes oscuras. Lecciones de verdad, lecciones prácticas. El único requisito es la voluntad de aprender, y por supuesto, la máxima discreción. Por lo demás, Harry echará el resto. No en vano es probablemente el mejor de nuestro curso en DADA, partiendo de la base de que es el único que se sabe que haya sobrevivido alguna vez a la imperdonable letal, el Avada Kedavra. Bueno, ¿qué? ¿qué me decís?"
Estoy tan aturdido que no sé qué decir. Por dentro me da brincos el corazón. Susan se me adelanta:
"¡Estupendo! ¡Yo quiero que me enseñe a conjurar un Patronus!"
"¡Y dale con el Patronus!", Hannah se lleva las manos a la cabeza.
"La reunión preliminar será este sábado, aprovechando que tenemos la primera visita a Hogsmeade. Hermione quiere evitar los lugares públicos, por lo que se ha escogido la taberna del Hog's Head. Allí nos reuniremos todos los interesados y a partir de ahí decidiremos cómo actuar. Todavía nos tienen que explicar qué planes tienen para las lecciones, cómo las van a organizar, dónde..."
"¡Seguro que Harry tiene un montón de anécdotas para ilustrar los conjuros! ¡Como siempre anda metido en entuertos!", interrumpe Susan entusiasmada. "Me pregunto qué se sentirá al derrotar a un dementor...Cómo resolvió el enigma de la Cámara de los Secretos y..."
"Sí, yo también estoy deseando que nos explique por fin algunas cosas", sonríe Zacharías con cierta malicia. "Será una ocasión estupenda para que nos diga de una maldita vez qué pasó en aquel cementerio y por qué él está aquí, y nuestro capitán, no"
"Todos queremos saber la verdad, Zacharías. Pero Harry necesita tiempo para superarlo, ¿no crees? Hay que pensar un poco en sus sentimientos. ¡Encima de que se ofrece a ayudarnos a mejorar, no vamos a usarlo para interrogarle!"
Sin embargo, las palabras de Hannah no parecen hacerle entrar en razón:
"¡Tonterías! ¿Quién os asegura que lo que quiere es reunir adeptos que crean todo lo que dice y convenzan a los demás? ¿Eh? ¿No os parece demasiado generoso que regale su tiempo así como así a cualquiera, cuando podría emplearlo en sí mismo o en sus amiguitos Gryffindor? ¡Está en el año de los TIMOS, por Merlín! No tiene sentido. Una de dos, o quiere fardar más, o quiere montar su club de fans de una vez por todas. Al fin y al cabo es sólo un estudiante como cualquier otro, y tengo entendido que  tampoco muy brillante. Las posibilidades de que de verdad vaya a enseñarnos algo útil son de cero a menos..."
"Dumbledore confía en él, y yo también", sentencia Ernie."Estoy seguro de que lo hace con la mejor intención, y por mi parte pienso aprovechar sus lecciones lo máximo posible. Si de verdad tienes tanto interés como le has hecho creer muy hábilmente a Hermione, bienvenido seas. Pero si sólo quieres ir para fastidiarle, será mejor que no vengas. Por lo que a mi respecta, no tengo la menor intención de asociarme con gente que sólo va a causar problemas, así que si ese es tu plan, tú por un lado, nosotros por otro. Buenas noches",  Ernie se pone en pie y se marcha escaleras abajo con pasos decididos.
"Pues me parece estupendo, porque yo tampoco quiero asociarme con repelentes pomposos", le grita Zacharías muy airado, poniéndose en pie también.
"Si vas a ir para avergonzarnos, yo tampoco quiero ir contigo", Hannah se levanta y se lleva a Susan. Zacharías está que echa humo por las orejas. Pega una patada al sillón y se vuelve hacia mí, el único que aún no ha dicho nada. Intento explicarle las posturas de nuestros prefectos, que todos tenemos la misma curiosidad que él o más, y que, personalmente, moriría por saber qué pasó en aquel laberinto, pero a menos que Harry hable por su propia voluntad, yo tampoco pienso sacar el tema, y él, que ni es amigo suyo, ni ha intercambiado dos palabras con Harry, no puede forzarle a hablar. Es más, no debe siquiera mencionarlo, a ver si Harry se va a arrepentir y no nos va a dar clases. Claro que una parte de mí también desea preguntar, desde saber, desea que alguien pregunte, ¡sí!, eso sería genial. Pero Zacharías no. Porque no tiene tacto, porque es de a los que la historia que Dumbledore contó en junio no convenció del todo, y porque, por encima de todo, desprecia a Harry Potter considerablemente. Después de oírle quejarse un poco de todos y demasiado de Ernie, y al percibir que ya ha llegado al nivel de los insultos personales, decido romper mi autopacto de confesor silencioso, le cojo por las solapas, lo levanto unos centímetros del sillón, y le suelto, con todas las ganas acumuladas en mi cuerpo por su continua tonadilla de quejidos: "Mira, Zacharías, yo creo que Ernie tiene razón y Dumbledore también, y si no te gusta, ¡te fastidias!" Lo suelto y me voy a dormir, sintiendo que, por primera vez, me he quitado un peso latoso de encima.


El viernes por la noche, cuando vuelvo de lavarme los dientes,  Ernie me espera sentado en su cama. Me cuenta que está tan emocionado que no cree que pueda dormir. Me siento junto a él y le digo que a mí también me pasa.

"Es el momento que estábamos esperando, Ernie. Como tú dijiste, será la revolución"
"Y esto es sólo el principio. Si sale adelante, podremos aplicarlo a toda nuestra casa. Sería bonito..."
"Y si no, siempre podremos defenderlos nosotros cuando llegue el momento, ¿te imaginas?"
Pero me doy cuenta de que Ernie ya está soñando despierto delante de mis narices.
"...un prefecto debe estar preparado para defender a los alumnos a su cargo, sí."
"¡Los cinco guiaremos a los nuestros hacia..."
"No te dejes llevar por el entusiasmo, que lo mismo se queda todo en la reunión de mañana..."
"¿Lo dices por Zacharías?"
"Y por otros como él. No me extrañaría nada que muchos acudieran saboreando la idea de escuchar de primera mano la versión de Harry. Si eso ocurre, y Harry se enfada..."
"He oído que este curso está de muy mal genio, lo cual también es comprensible, claro,  pero vamos, que no conviene, digamos, hacerle enfadar"
"Me temo que va a ser una reunión muy corta, entonces"
"No seas pesimista, Ernie", le doy un codazo. Estamos los dos tumbados con las piernas fuera de las cortinas. Ernie se da cuenta y sonríe.
"Anda, ¿por qué no te metes dentro de las sábanas? Vas a coger frío así"
"¿Y tú qué?", porque el balleno no tiene ya tanta grasa como para protegerle.
"Yo lo haré en cuanto tú te levantes. Te recuerdo que ésta es mi cama"
"Ah, ¿te referías a mis sábanas?"
"¿A cuáles si no?", se burla. Se está burlando. O eso, o se está quitando el muerto de encima. O a la verdadera viuda del muerto. Pero es mejor así.
"Muy bien", me incorporo, y le doy una palmada en el muslo antes de cruzarme hacia mi cama, "Buenas noches, Ernie"
El mundo da un giro inesperado cuando me agarra de un brazo y tira hacia él, para estrechar mi mano entre las dos suyas con fuerza, mirándome a los ojos con una enorme sonrisa:

"Por la revolución", susurra ardientemente.
"¡Por la revolución Hufflepuff!", respondo con igual fervor.