¡Hufflepuff Existe!
Autor:
Tastatur
Créditos: Harry
Potter es propiedad de J.K.
Rowling, un buen puñado de editoriales por todo el
mundo y, cómo no, Warner
Bros.
Que se queden con él: ¡yo quiero
a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo.
Y se supone que un entrenamiento.
*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.
*Spoilers*: Quinto libro.
*Nota*: Este capítulo sirve para celebrar mi cumpleaños, al igual que el
anterior celebró el del fic. ¡Espero que os guste! Ya va faltando menos...Dos
más y acaba, me temo :D
Capítulo 16: El retorno de las hadas
No me lo esperaba, la verdad es que no me esperaba que saliera adelante. Pero aquí estamos, en el Hog's Head, cerca de 30 personas de todas las casas, todos los prefectos, y ningún Slytherin. Esto último era lo único de esperar.
El sábado por la mañana, después de desayunar, de perder de vista a Zacharías, quien
se ha marchado con algunos de su curso, y de hacer cola para salir de los
terrenos de Hogwarts, nos encontramos en la misma entrada de Hogsmeade a
los hermanos Creevey, que campean felices cogidos de la mano y riendo por
alguna razón que no tardamos en averiguar.
"¡Hey Justin!"
"¿Qué hay, Colin? Hola Dennis...uh...¿Dennis?",
de pronto caigo en la cuenta de algo. "Oye Colin, ¿tu hermano no es aún menor para salir?"
Se miran y siguen
riendo.
"¡Ese tonto de Filch!", exclama Colin sin parar de reír. "¡Nos ha dejado salir a
los dos sin poner ninguna pega!"
"¡Como somos casi igual de pequeños, habrá pensado que somos mellizos! ¡Jajaja!"
Ernie está a punto de decir algo, con la cara muy seria, pero me adelanto y le
susurro:
"No los reportes, anda. Déjales. Total, viendo a Colin, el canijo no va a crecer mucho en
un año"
"¿Vosotros también vais al Hog's Head?", pregunta Dennis con entusiasmo.
"¿Cómo que también? No me digáis que Hermione se lo ha contado a un par de
pulguillas como vosotros"
En vez de ofenderse, sacan pecho orgullosos:
"¡Pues claro que sí! ¡Nosotros somos los más leales fans de Harry que hay en
Gryffindor! ¿Verdad, Colin?"
"La verdad es que sólo me lo dijo a mí", me confiesa por lo bajo, mientras Hannah le
sigue la bola al enano con paciencia, "pero no iba a dejarle fuera de esto. En realidad hoy
sólo me había acompañado hasta la puerta para despedirme, pero luego Filch nos
ha dejado pasar a los dos inesperadamente, y hemos aprovechado. Qué suerte, ¿verdad?"
No puedo evitar reírme con él. Ernie no parece muy convencido, pero aún así los
seis reemprendemos la marcha hacia la recóndita taberna.
"¿Por qué no habrán elegido Las tres escobas?", pregunta Colin.
"Porque es un sitio demasiado concurrido", responde Ernie."Ése fue el
argumento de Hermione. Aunque en mi opinión, cuanto más concurrido, más desapercibidos
pasaríamos . Pero mi opinión no contó."
Pasamos Zonko, de donde vemos salir a los gemelos Weasley con su amigo, a
quienes luego veo seguirnos de lejos, y llegamos por fin a la puerta de la
taberna. Las tres cazadoras de gryffindor están a punto de entrar, y las
seguimos hacia el interior.
Lo primero que nos llama la atención del Hog's Head es la tremenda suciedad y el ambiente lúgubre que se respira en una habitación que huele a corral, a esa parte del zoo en la que guardan a los animales de granja para que los niños de ciudad como yo entren en contacto con la vida del campo. Pero aquí me da que sólo vamos a entrar en contacto con un montón de bacterias. El trapo que acaba de dejar caer el barman, que me recuerda a Dumbledore, por las largas barbas, solo que a lo guarro, lleva acumulada la inmundicia de décadas. Además de una bruja nariguda de luto junto a la chimenea, una momia gris bebiendo junto al mostrador, y dos encapuchados en un rincón, el grupo más numeroso lo constituyen nuestros compañeros. Sentados ya están el Trío maravillas de Hogwarts y sus amigos Gryffindors, así como las Patil, la innombrable y su acólita más asidua, y Luna, que me saluda con la mano antes de volver a su estudio intensivo del techo del bar (a saber qué bichos estará buscando...o lo que es peor, encontrando directamente). Detrás de nosotros acaban de llegar Ginny Weasley con su novio Corner y sus dos amigotes Ravenclaw; y detras de Ginny aparece Zacharías, quien ni siquiera nos mira. Después de los gemelos Weasley y ese tal Lee Jordan no parece que vaya a venir nadie más. Mientras vamos buscando sitio donde sentarnos, uno de los gemelos pide bebidas para todos, que van pasando de mano en mano, al igual que las monedas, que yo le paso a Hannah, quien se las pasa a Ernie, quien se las pasa a Anthony Goldstein. Ernie y Goldstein se saludan brevemente con cara de tremenda satisfacción. Se les ve que el prefecto de Ranvenclaw esperaba este día con tanta anticipación como el nuestro. Por el rabillo del ojo veo a Cho Chang sentarse lo más cerca posible de Harry y sonreírle, mientras que su amiga lo mira con cara de fastidio y desconfianza. Ahí se cuece algo raro. Cuando todos nos hemos buscado un sitio y nadie se ha ido de moroso con la bebida, nos quedamos callados y expectantes. Todos miramos a Harry, claro.
Aquí estamos, pues, oh maestro, esperando escuchar tus palabras llenas de sabiduría y conocimiento. Háblanos. Te escuchamos. Llévanos a la revolución.
Sin embargo, es Hermione Granger la que empieza a hablar. Su discurso se parece mucho a uno de los de Ernie, solo que con menos parafernalia. Efectivamente, nadie puede llamar a lo que estamos haciendo en clase ahora mismo Defensa contra las artes oscuras. Ernie y Goldstein asienten efusivamente, éste último en alto. Corner menciona los TIMOS. Hermione responde que lo que se proponen va más allá de un examen. Lo que se proponen va destinado a defendernos. De Voldemort.
Porque Voldemort ha vuelto.
La gente reacciona de distinta forma ante semejantes palabras. No sé, es algo que Dumbledore ya soltó en su día, pero como nadie se lo ha podido creer aún del todo, sigue chocando. Algunos se estremecen al oír el nombre, otros fingen más o menos bien, pero todos, incluso los ajenos, estamos tan pendientes de sus palabras y a la vez de Harry, que no nos desconcentraría ahora mismo ni el barman si se pusiera a bailar sobre el mostrador vestido con un corsé rojo. Por supuesto, alguien tenía que dar la nota y romper el hechizo y de entre todos los presentes, ese alguien sólo podía ser...Zacharías Smith. Zacharías pide pruebas. Así, a bocajarro. Con la misma agresividad con la que rebatió a Ernie la otra noche, y por la cual no nos ha dirigido la palabra estos días. Hermione responde que se sabe que es verdad que Voldemort ha vuelto porque Dumbledore así lo cree. Zacharías, con su nulo tacto, pone en duda a su fuente, directamente. Pone en duda a Harry. Weasley, su amigo del alma, le pregunta su nombre de muy malos modos. Zacharías responde sin dudarlo un momento, y reclama nuestro derecho a saber cómo puede afirmar que Quien-tú-sabes ha vuelto. Ernie lo mira con reprobación, pero noto que, como casi todos los demás, tiene demasiadas ganas de que Harry hable como para reprender al rubiales. Sin embargo, Hermione trata de desviar la cuestión al tema principal, y es cuando Harry interviene. Imagino que se esperaba que alguien le preguntara, si no todos. Era inevitable. Harry responde que Quien-tú-sabes ha vuelto porque lo vio, y lo que teníamos que saber ya nos lo contó Dumbledore en junio; si no queremos creerlo, allá nosotros. Zacharías insiste en que aún no sabemos cómo murió Cedric, sólo sabemos que Harry trajo su cuerpo de vuelta después de ser asesinado, nada más. Y entonces descubro que quiero apoyarle; que no me importa lo que sienta Harry. En estos momentos, no me parece tan grave que nos lo cuente, no creo que le cueste tanto. A diferencia de Zacharías, no creo posible que fuera Harry quien lo matara, o la causa de su muerte, pero sé que es el único que lo sabe. Yo también quiero saber. ¡Siento que tengo todo el derecho del mundo a saber! No puede ser tan egoísta de guardarse pare él una información tan fácil de dar como valiosa. ¿Hablará? ¿Nos contará por fin cómo murió Cedric? Mi corazón en un puño, mi bandurria por saber la verdad.
Pero Harry no nos cuenta nada. Sólo responde que no va a describir cómo mata Quien-tú-sabes y que no quiere hablar de Cedric, así que si eso es todo lo que queremos saber, ahí tenemos la puerta. Bueno, esto lo ha dicho mirando a Zacharías, pero sé que va por todos, porque luego lanza una mirada furibunda a Hermione, como echándole la culpa por reunir a tanta gente para esto. Hombre, Harry, si quieres que la gente te crea, tienes que darles un margen de confianza, ¿no? Pese a todo, ninguno de nosotros se mueve, ni siquiera el rubiales, que lo mira con su fría determinación. No está satisfecho, pero no piensa abandonar. ¿Lo hará por Cedric o por él mismo? La verdad es que nadie más del equipo se ha molestado tanto por nuestro capitán. Han aceptado los hechos y han seguido adelante, con mayor o menor nostalgia y pesar. Quizá lo que pasa es que ningún otro tiene huevos para preguntar, o ningún otro es tan estúpido. ¿Por qué ese ridículo empeño, Zach? ¿No será por...? Hannah lo mira ahora con curiosidad, probablemente haciéndose las mismas preguntas que yo. Ernie sigue callado; su expresión es poco convencida, pero más suave. Me pregunto qué pensarán los demás. Hermione saca de nuevo el tema de las reuniones. Sin embargo esta vez es Susan, para mi sorpresa, la que la interrumpe para preguntarle a Harry que si es verdad que puede conjurar un Patronus, uno perfectamente corpóreo. Hannah se lleva las manos a la cabeza un segundo, pero enseguida vuelve a guardar la compostura. La gente murmura, Harry asiente, y los demás murmuran aún más, impresionados. Harry enseguida se imagina de dónde ha sacado Susan la información, y ella se lo confirma. Uno de los gemelos confiesa que su madre no les deja contar más cosas de Harry para que éste no llame aún más la atención, y Harry le da la razón. Algunos ríen. Entonces Terry Boot le pregunta que si es verdad que mató un basilisco con la espada que hay en el despacho de Dumbledore, como le contó uno de los retratos. Harry vuelve a asentir, y a mí se me escapa un silbido. No puedo olvidar que los hijos de muggle le debemos la vida por ello. ¿Llegó entonces a matar al basilisco? ¡Qué fuerte! Los Creevey están en éxtasis con su ídolo. A alguna chica se le ha escapado un "Wow!". La innombrable lo mira con ojos llenos de admiración exacerbada. Por si fuera poco, Neville Longbottom añade que en nuestro primer curso salvó la Piedra Filosofal de Quien-tú-sabes. A Hannah están a punto de salírsele los ojos de las cuencas. Hombre, algo oímos en su día sobre su enfrentamiento con Quirrell, pero esto supera todas nuestras expectativas
Y entonces interviene Cho Chang, con su sonrisa edulcorada, para mencionar las peligrosas pruebas a las que se sometió en el Torneo de los Tres Magos con los dragones, y las criaturas del lago, y la Acromántula, y todo lo que le pusieron por delante. Todos vuelven a emitir murmullos de admiración, pero a mí se me revuelven las tripas y empiezo a sentirme algo aturdido y alterado, quizá porque una furia caliente me acaba de invadir el estómago: ¿que Harry se sometió a duras pruebas durante el torneo? ¡Claro que sí! ¡Y hasta salió victorioso! Y Cedric, al que ella había creído y querido llamar su Cedric, se había sometido a las mismas pruebas, con igual o mayor valor, y había salido victorioso de todas...menos del bonus final. Probablemente haya una razón por la cual mataron a Cedric y no a Harry, y lo más seguro es que jamás la lleguemos a conocer unos vulgares mortales anónimos como nosotros, pero de ahí a que la valía de Cedric quede manchada por su muerte, eso no se lo perdono. Eso es traición, asquerosa Ravenclaw de mierda, ¡traición a su memoria! ¿Qué haces ahora admirando a Hary Potter con la sonrisa a punto? ¿Acaso lo has olvidado ya? No me extrañaría nada.
Cuando devuelvo la atención a la mesa y me fuerzo a no mirarla más, porque si el odio no emite calor, mi cara se lee fácilmente, escucho a Harry quitarse mérito y hacerse el modesto, diciendo que siempre contó con ayuda. Corner vuelve a alabar cómo se libró del dragón, Susan vuelve al tema de los dementores, y Harry va cediendo, va cediendo, pero sigue echando la Quaffle para fuera, hasta que Zacharías le pregunta a bocajarro que si lo que pretende con sus excusas es no enseñarnos nada de lo que sabe. Weasley le dice que cierre la boca y Zacharías, rojo de ira, le responde que a qué hemos venido, si dice que no puede hacer nada de lo que se supone que sabe hacer. Los gemelos Weasley le amenazan con un objeto metálico alargado y preocupante que han comprado en Zonko's, que no les importaría usar para limpiarle las orejas o aquello que le haga falta. No lo mencionan pero sé por dónde piensan metérselo, y creo que no le gustaría nada. El rubiales se calla como un muerto. Ya se sabe que perro ladrador...Hermione interviene para pedir nuestra confirmación de que queremos aprender de Harry. Todos asentimos (¿acaso lo dudaba?) y yo aguanto la risa al ver a Zacharías, de brazos cruzados, mirando de reojo a esos peligrosos gemelos, quienes agitan el arma de forma amenazadora con una sonrisa burlona. No les creo capaces, pero son dos, mas uno, y aunque Zacharías es más alto, ellos son más fuertes. En la mesa empiezan a debatirse las fechas para reunirnos. Nadie quiere que entorpezcan los entrenamientos de Quidditch, Zacharías se hace portavoz por nuestra casa. Hermione insiste en la importancia de lo que vamos a hacer, que es aprender a defendernos de Voldemort y los Mortífagos, y es cuando Ernie, que llevaba un rato agitando la pierna bajo la mesa y ya no puede aguantar más, salta efusivamente con un "¡Bien dicho!", y suelta una de sus peroratas, en las que, para sorpresa de los que le conocemos, afirma que esto es más importante que cualquier otra cosa este año, más importante incluso que los exámenes. ¡No puede ser!, ¿qué lo ha poseído? Luego sigue desacreditando a la sapo, hasta que Hermione cuenta que creen que la razón por la que no quieren que aprendamos DADA es porque el Ministerio teme que Dumbledore quiera utilizar a los alumnos para formar su propio ejército contra el Ministerio. Sólo una persona no se queda a cuadros escoceses: Luna. Según Luna, Fudge tiene su propio ejército de no sé qué espíritus de fuego que resultan letales de necesidad. Hermione reniega de la existencia de tales seres, pero Luna insiste, y ambas se enzarzan en una discusión de fe tuerta contra lógica clarividente, que sólo acaba cuando Ginny Weasley, en una perfecta imitación de la sapo, tose para llamar su atención. Qué susto nos pega. Su novio y sus amigos se ríen. Qué bobos son los pobres. Corner, límpiate la baba, anda. Al final se decide que nos reuniremos una vez por semana, siempre y cuando no interfiera con los entrenamientos de Quidditch, y que ya se pondrán en contacto con nosotros para decirnos dónde y cuándo será la primera clase, porque de momento no parece haber ningún sitio seguro disponible. Por último, la prefecta de Gryffindor saca un pergamino y una pluma, y nos pide que, como medida de seguridad, firmemos para asegurar que no le contaremos ni a Umbridge ni a nadie lo que nos disponemos a hacer. Llegados a este punto, hasta los más entusiastas como Ernie se echan un poco atrás: Zacharías dice que ya se enterará por Ernie de cuándo es la reunión, y éste argumenta que siendo prefectos como son es muy arriesgado, porque si Umbridge se entera...Harry le recuerda sus propias palabras y Hermione le asegura que no va a dejar esa lista en cualquier parte. Sólo entonces deja de tartamudear excusas vagas y se decide a poner su firma. Después de Ernie, no sólo los Hufflepuffs, sino muchos de los demás que parecían vacilar se acercan a firmar. Vamos, que si un prefecto hiperresponsable se moja, los demás se tiran de cabeza al río. El último es, cómo no, Zacharías. Sólo yo, que estoy cerca, escucho la maldición que suelta por lo bajo. Cuando Hermione guarda de nuevo el pergamino, me siento, y estoy seguro de que otros lo comparten, como si los que nos hemos congregado allí hoy estamos juntos en algo muy serio, y que lo que acabamos de firmar nos ata de alguna manera, para bien o para mal. Es una sensación curiosa no exenta de magia, que me mosquea un poco. Sin embargo, también me siento optimista. Excepcionalmente optimista. Tengo muchas ganas de empezar las lecciones. ¡Por fin he encontrado algo que me motive este curso!
De vuelta hacia el colegio me acerco a
Zacharías, que ha salido solo y escopetado cuando la reunión se ha
disuelto, y le rodeo los hombros con un brazo.
"Al final has firmado, ¿eh?", sonrío. Él se pone colorado.
"Esos Weasley...no parecían hablar en broma"
"Yo me andaría con ojo. Con los tres", aguanto la risa.
"¿Has visto a Chang?", me comenta entonces. "No ha dejado de mirar a
Potter durante toda la reunión, la muy zorrona"
"Sí, lo he visto", suspiro, notando de nuevo mi estómago encendido.
"Y esos estúpidos Ravenclaws sólo han venido porque esa Weasley los ha traído.
Sólo Goldstein tenía verdadero interés, y además es amiguito de Ernie, ya sabes,
entre prefectos se entienden", señaló hacia atrás. Entonces caigo en Hannah, y
en cómo se habrá sentido al tenerlos ahí, delante de sus narices, en plan
parejita feliz. Aunque tampoco es que se les note mucho.
"A ver si se le olvida ya ese imbécil"
"A ver si dejas tú de hacer el imbécil para llamar su atención", le replico en
voz baja. Zacharías se pone aún más colorado. "Que me he dado cuenta, ¿qué te
crees?"
"No lo he hecho sólo por..."
"Sí, ya, ya"
"No voy a dejarlo estar tan fácilmente, Justin, si es lo que piensas. Le sacaré la verdad a Potter,
cueste lo que cueste. Entre tanto, ¿qué hay de malo en aprender algo útil?", se
encoge de hombros.
"¿Verdad?", retiro mi brazo y miro hacia atrás. Los otros tres nos siguen de
cerca, charlando animadamente. Ernie levanta entonces la voz en dirección al rubiales.
"¿Qué es eso de que 'ya me enteraré por Ernie'? ¿Desde cuándo acepta el
soberbio señorito
Smith la ayuda de sus repelentes compañeros?"
Zacharías no responde, sólo lo mira de reojo con el ceño fruncido. Cuando ve que
Ernie esconde una media sonrisa, su expresión se relaja, y es Hannah la que
interviene:
"Permite que te felicite por quedar como un completo idiota. Pero gracias",
sonríe, "por insistir en algo en que ningún otro idiota se habría atrevido a
insistir"
"No ha servido de nada, pero ha merecido la pena intentarlo", asiente Ernie. "Se
ve que Harry lamenta sinceramente la pérdida de Cedric, así que desiste de
atosigarlo, ¿quieres?"
"¡Nos va a enseñar un montón de cosas!", palmotea Susan, quien lleva un buen
rato cavilando en alto sobre qué forma podría tener su Patronus.
"Así que me habéis usado como cabeza de turco, ¿eh?"
"Que yo sepa te has lanzado al vacío tú solo", ríe Hannah, acercándose a él. Zacharías le tira de una coleta y
ella le da un manotazo.
Me alegro de que hayan hecho las paces. Si a eso se le puede llamar
paces.
"Espero que ninguno de los que había en la taberna nos delate", me comenta
entonces Ernie, muy serio, caminando a mi lado.
"Sí, todos parecían demasiado sospechosos, pero seguro que no tienen nada que ver con
el colegio", responde Hannah.
"Eso lo veremos", suspira él con esos aires de sabiondo que a ratos
nos crispan .
Hacía mucho tiempo que no teníamos
una tarde de domingo como en los buenos tiempos. Hoy la sala común de Hufflepuff
bulle con las distintas actividades de los alumnos de todos los años. Los del
club de Herbología
cuidan de sus plantas, aleccionados por los más
expertos (no, yo no soy uno de ellos, yo sólo soy el padrino de
ciertos bulbos); otros se entretienen con algún que otro juego de mesa; el equipo de Quidditch entrena fuera; para algunos los deberes no pueden esperar ni un día
más; y los hay que prefieren sólo hablar, sentados en los sofás. Hoy estoy de
muy buen humor, y sé bien por qué. Estoy ilusionado por lo que tenemos entre
manos. Por lo que vamos a empezar. Por la revolución silenciosa. Pero ahora no
es momento de silencio. Con mi
bandurria y los pocos bardos que quedan de otros cursos, practicamos temas
nuevos y ponemos en común el repertorio que hemos desarrollado cada uno por
nuestra cuenta. En cierto momento un
grupo de niñas de segundo y primero se me acercan, y las más mayores me piden que toque
Romeo & Juliet, que las peques quieren conocer, y porque "Jo, Justin,
antes nos dedicabas canciones. ¡No pierdas las buenas costumbres!" Es que he
perdido nada menos que a mi musa, quiero responder, pero por un instante me
he quedado congelado, como si me hubieran
punzado el pecho. Ernie, sentado con un libro de texto en su regazo debatiendo sus ideas con chicos de cursos superiores,
desvía la mirada un instante. Noto que otros amigos tampoco me quitan ojo de encima. Hannah no puede ocultar su
consternación. Eso me hace sentir aún peor. No es lo que necesito. Lo que
necesito es...
"Ésa ya la tengo muy gastada, chicas. Pero a ver qué os parece ésta que he
llevo practicando desde el verano"
Y sin más, me pongo a tocarles el
Telegraph Road.
A long time ago came a man on a track
Walking thirty miles with a pack on his back
And he put down his load where he thought it was the best
Made a home in the wilderness
He built a cabin and a winter store
And he ploughed up the ground by the cold lake shore
And the other travellers came riding down the track
And they never went further, no, they never went back
Then came the churches then came the schools
Then came the lawyers then came the rules
Then came the trains and the trucks with their loads
And the dirty old track was the telegraph road
A las niñas parece gustarles la historia, aunque cuando
termino no hacen más que preguntarme por el significado de la letra. Sin mojarme
demasiado, les hago una sencilla interpretación de cómo a mi ver concuerda con la
situación de nuestra casa este año. Ésta es una época de cambios, y nuevos tiempos requieren
nuevas canciones. No puedo cantar Romeo & Juliet sin mirar a Cedric a los
ojos, aunque sea a escondidas, sentado en el sillón que ahora ocupan unas niñas
de cuarto, que se ríen entre ellas y hablan de mí y de los otros chicos detrás
de sus manos, para que no escuchemos lo que dicen. Pero la verdad, ni me
interesa ni quiero saberlo. La ignorancia puede ser una bendición.
O no. El otro día una chica se me declaró en el patio. Me pilló por sorpresa. He oído rumores de otras dos, de las cuales ya
sabía desde el año pasado que se habían fijado en mí, pero entonces lo tomé como algo
pasajero, algo que se les olvidaría en unos días o después del verano. ¿En mí? ¿Por qué? ¿Porque canto? ¿Tanto les gustan mis rizos? Siguen
acercándose y bromeando y tocando y diciéndome cosas bonitas. Pequeñas y
mayores. No sé a cuáles tomar en serio. La que se me declaró desde luego iba muy en serio.
Pero le dije que no. No, no voy a hacerlo ni "por probar", como han hecho
algunos compañeros en mi misma situación, y como me animan a hacerlo en cuanto
se enteran (no por mí) de lo que ha pasado. Y si oyen campanas, me las repiten
las veces que haga falta, hasta que de ignorarlos los aburro. No me importa lo
que puedan decir de mí, lo que deduzcan de mi actitud de ahora, si el año pasado de verdad
no se enteraron de lo
que estaba pasando delante de sus narices. A veces quisiera que lo supieran,
para que me dejaran en paz. Porque no hay chica en Hogwarts que me
interese, y la que lo hace, como Luna, o como Hannah, o incluso Susan, y alguna
chica más que me resulta muy simpática, y mis peques de primero y segundo, que
son adorables, es en un modo puramente platónico asexual sin perspectiva alguna
de progreso hacia cualquier dirección que no sea amiga, sin derecho a roce. Vamos, que soy unidireccional y monoacera. Me pone más
Zacharías que Luna, hablando en plata, pero a él tampoco le pondría la mano encima, ni
siquiera de broma. Con Colin mejor no bromeo, que le das la mano y te
coge...esto...se pasa de la raya. Con la única persona con la que puedo bromear, aun en serio,
es con Ernie. Y de un tiempo a esta parte me cuesta más, porque la broma ya no
es broma, nosotros no somos niños, y mi experiencia me dice que la tenue línea
se cruza o no se cruza, no se queda uno en medio. Y a Ernie lo
necesito demasiado ahora mismo como para cagarla pensando y haciendo tonterías.
Además...
...además es quinto. Ernie ahora mismo sólo piensa en
estudiar.
Por mucho que se preocupe por mí.
Por mucho que me guste meterme en sus sábanas.
De hecho me gusta tanto, que si por mí fuera lo haría todas las noches. Y eso no puede ser sano. Ni decente. Es el camino fácil.
Quizá debiera dejar de hacerlo, por muy mal que me siente a veces.
Sí.
You know I’d sooner forget but I remember those nights
When life was just a bet on a race between the lights
You had your head on my shoulder you had your hand in my hair
Now you act a little colder like you don’t seem to care
Pero a Ernie sí le importa. Será mejor para los dos que yo no lo haga. Ernie es un chico de 15 años necesitado, como yo. Me temo que aún no ha superado sus complejos. Después de su confesión en Eton, ya sé con seguridad que tampoco a él le interesan las chicas, pero seguro que entre los mayores hay alguien que también le gusta. Tiene que haberlo. A todos nos gustan a veces los mayores. A mí me gustaba muchísimo uno. Ya no está y no quiero otro. Pero seguro que a él entre todos esos con los que se codea a diario, casi de igual a igual, alguno le hace tilín. Quiero preguntarle, lo que pasa es que me da apuro sacar el tema, porque una parte de mí, la inmodesta, aún recuerda todas sus palabras del verano, y lo que quedó en el aire por su parte, que hoy por hoy todavía no puedo afrontar. Pero hoy también, hoy mismo, ese pensamiento me hace un poco más feliz.
Felices también vuelven los del equipo de Quidditch de su
entrenamiento.
"¿Qué ha pasado, que traéis esas caras?", pregunto dejando a un lado la
bandurria. Zacharías viene de los últimos, hablando con el nuevo capitán. Uno de
ellos, golpeador, al que conozco bien porque era buen amigo de Cedric, se me acerca y me
susurra: "Quejas-man ha estado como un bálsamo de aceite esta tarde. Increíble
pero cierto. Hasta hemos logrado hacer un par de jugadas completas sin ningún
fallo"
Me da que al rubiales también le hace ilusión el nuevo proyecto con Potter,
aunque se resista a admitirlo.
El rey de Roma llega a nosotros y sonríe levemente, como si le costara.
"¿Ya estás torturando a las nuevas?"
"No vayas de listo, que la voz se me está asentando"
"Hannah, ¿tú qué dices?", le pregunta.
"Apenas dos gallos en media hora. Va mejorando. Y ha cambiado el repertorio, lo
cual se agradece"
"¿Ves?", hago la señal de la victoria con los dedos.
"Bueno chicos", empieza uno de los bardos mayores, "¿le cantamos la oda al
equipo que teníamos preparada?"
"¡¡SÍIIIIIIIIIII!!", alzamos todos una mano, con la bandurria mágica en la otra.
"Pónganse cómodos, caballeros", les digo señalando con una reverencia a los huecos que les han
abierto en los sofás, "que ésta va por ustedes".
El buen humor del domingo se disipa como una cerilla
apagada con un jarrazo de agua gélida en forma de nuevo decreto en el corcho de
la Sala Común el mismo lunes por la mañana. Lo sabe, esa arpía cebollona lo
sabe. ¿Cómo si no ha prohibido de repente todas las asociaciones y clubes de
estudiantes?
"¡Lo sabía, sabía que esa taberna no era un sitio seguro!", se exaspera Ernie en grito susurros hacia los implicados,
que lo rodeamos. "¡Qué vamos hacer!"
"¡Qué va a pasar con el equipo de Quidditch!", se exaspera doblemente Zacharías,
rodeado por la mitad del equipo.
"Bueno, habrá que pedirle permiso, digo yo", y dice bien el capitán. Seguro que
eso no llevará más que el desagradable e injusto trámite de ir a hablar con
ella. Nosotros no tenemos nada que hacer, la gracia de nuestras
reuniones secretas era precisamente su secretismo. Obviamente, ya no es tan
secreta, y al preguntarnos quién habrá dado el chivatazo, nuestra
mente divaga hacia los sospechosos del bar. "¡Como nos descubra estamos
listos!", sigue exasperándose Ernie, lo cual no ayuda a Hannah a superar el
tembleque que le ha entrado. Al fin y al cabo, como prefectos se juegan
más que ninguno.
A la hora del desayuno, Ernie y Hannah se dirigen sin
pensarlo a la mesa de Gryffindor. Los de Ravenclaw parecen tener las mismas
intenciones. Hermione, frenética, les hace gestos disuasorios y explica con el
movimiento de sus labios que ya hablarán luego. Ginny Weasley sale para hablar
con su novio.
"Hermione tiene razón, ¿en qué estaría pensando?", comenta Ernie, más calmado.
Hannah está pálida. Susan es la que mejor lo lleva. Zacharías sigue comentando
por lo bajo con los del equipo sobre cuándo y cómo van a afrontar la petición
que tienen que hacer. No sé por qué se apuran, para ellos es pan comido. Miro a
la mesa de Ravenclaw: los tres percebes están transmitiendo lo que sea que les
ha dicho Ginny a la innombrable y su acólita. Supongo que ya nos enteraremos
nosotros. Los últimos, claro. Por la noche, lo único que sabemos es que el plan
va a seguir adelante. Eso nos tranquiliza un poco. Ernie nos pide paciencia.
El martes la situación
no ha cambiado. El equipo de Quidditch consigue el permiso para entrenar, pero
una lluvia tremebunda se lo impide. A los de Gryffindor, como es propio de
ellos, eso no los detiene. Que aprovechen el entrenamiento es otra cosa.
"Sólo lo hacen para fardar", me dice Zacharías en un momento en el que ambos
miramos por la ventana de vuelta de la biblioteca."¿Qué loco puede jugar bajo
semejante aguacero? Por cierto, he oído que hoy Flitwick os ha enseñado el
hechizo silenciador"
"Sí, ¿por qué? ¿Temes que lo usemos contra ti?"
"No sería la primera vez. Ni la primera que le partiría la cara a alguien por
gracioso", me mira de soslayo, "o me inmovilizas después, o el que no pueda
hablar no significa que no pueda..."
"Vale, vale. Pero, ¿por qué lo preguntas?"
"No sé, a mí me pareció un hechizo muy útil. Como dormimos rodeados de
gente...ya sabes...a veces es difícil relajarse a gusto", mira a otro lado con
aires de sabiondo, escondiendo su sonrojo. Se me escapa una carcajada.
"Sé a lo que te refieres. No
oírse a uno mismo es la mejor garantía de que los demás no te oyen tampoco.
Aunque eso sólo sirve cuando lo haces solo."
"No sé, aún no he tenido ocasión de probarlo con otra persona...ya me
entiendes..."
"Sí. Pero no tiene sentido callar a la otra persona, ¿no crees? Se pierde la
gracia. Mejor aislar el entorno"
"¡No lo había pensado!"
"Tienes mucho que aprender aún, joven Hufflepuff..."
"Cuidado, Justin, que soy mayor que tú. Y además, ¿tú qué experiencia tie...?",
se calla de golpe. Se para en seco. Intento silbar, pero la melodía que me sale
no es la adecuada. Me delata. O eso pienso, porque Zacharías resulta ir más allá
de lo esperado: "Justin...¿hasta dónde habéis llegado Ernie y tú?"
Me vuelvo y
lo miro sin pestañear.
"Venga, tío, que no me chupo el dedo. Habéis pasado el verano en tu casa,
solos, sin padres. Del prefecto aún me caben dudas, pero de ti...quiero decir,
eres mi colega y no me importa que te guste morder almohadas o soplar nucas,
pero vamos, que sé que no colaborarás en la repoblación mundial". Me vuelvo a
reír sin poder evitarlo. Él se acerca y me pone la mano en el hombro. "Venga,
va, cuéntamelo. Que te prometo que no me escandalizo"
"¿Te basta con una
explicación verbal o prefieres una demostración?", me pego a él, lo miro con
intención y sin más impulso que un arrebato loco, le pongo una mano en la cadera, el pulgar acariciando a la altura de
la ingle. Zacharías se aparta bruscamente. "¡Tío, que hay gente en el pasillo!"
"¿Quieres ir al baño?" "¿Estás de coña? ¡Tío, que a mí no me van esas...mariconadas!"
"¿Entonces para qué preguntas?" "Pues...por curiosidad..." "Se empieza siendo
curioso, y se acaba de rodillas en el suel--" "¡Que no te me pegues, maldita
sea!", se ríe, porque se ve que le estoy poniendo nervioso. Vaya, ¡esto sí que es interesante! Una
de dos, o éste entiende algo, o anda MUY necesitado. Si no, ya me habría dado un
puñetazo. No me creo que sea sólo porque respeta mi cara. "Mira Justin, no te digo
que no hay días en los que no agradecería que alguien me hiciera una paja, pero
hoy no es ese día, y de momento me basto a mí mismo, así que quita esa mano de
mi pier--" "Si tanta falta te hace, ¿por qué no te das más prisa con ella?" "Las
cosas...no se hacen así...hay que esperar el momento oportuno...aún está muy
pendiente de ese...imbécil de Ravenclaw. Cuando se le pase...Justin, ya vale"
"Está bien", le doy un codazo amistoso, y él se apoya en la pared, recuperando
el aliento. "No hemos llegado a ningún sitio", le digo al fin, "sólo somos amigos, Zacharías, como tú y yo" "Y una mierda", se ríe,
atusándose el pelo y recolocándose la ropa, que se le ha arrugado con el forcejeo."Y no te hagas el tonto
conmigo. Ernie lleva jugando a lo seguro desde que lo conozco. Se disfraza muy
bien de amigo, pero sólo ha estado aguardando el momento, como yo. Y me juego tu
bandurria a que lo sabes" "¡Ey! ¿Por qué te juegas algo mío? Pues no, no sé de qué me hablas" "Vale, entonces
reformularé la pregunta inicial", me mira con una sonrisa intrigante, "¿hasta
dónde llegasteis Cedric y tú?" "¿Y eso a qué viene ahora?" "Responde, Justin"
"No tengo por qué hacerlo" "No, pero hazlo por mí. Venga, hombre. ¿Hasta
dónde? ¿Follasteis en los baños?" "¿QUÉ?", me ahogo. "¿Usasteis siempre el hechizo silenciador? ¿No
os cruzasteis nunca con nadie en el camino? ¿No pillasteis jamás a otros?", y
sonríe aún más, "¿Os
pensabais que todos en nuestra casa estábamos ciegos o aún creíamos en la magia
sin varita y en las abejas polinizadoras? Vamos, no recuerdo antes, pero sí que
después del baile a Cedric se le caía la baba contigo, y a ti se te
llevaba cayendo desde, por lo menos, que te lo tiraste encima cuando ganamos a
Gryffindor. Ahí empecé a olerme algo raro. Luego ya es que
atufabais toda la sala
común". Yo no puedo parar de reír, ignorando la opresión en la boca del
estómago. Hay algo en esta forma de recordar a Cedric que da más calor que frío.
Y en el fondo le agradezco al rubiales que haya sacado el tema. "Habría tenido
sus hijos. Zach, si me lo hubiera pedido y la ciencia, o la magia, lo hubiera
permitido", le respondo al fin, mirándolo a los ojos con cierta guasa. "Qué
imagen mental más turbadora", hace una mueca, "Menos mal que tomabais
precauciones, espero", sigue la coña. "Oh sí. Madame Pomfrey estaba encantada de
proporcionarme la píldora mágica. Una vez hasta me preguntó por qué Cho Chang
nunca iba a por ella, qué raro, con lo íntima que parecía del Señor Diggory. Qué
cosas, ¿eh? ¿Por qué sería?", termino de reírme. Esta vez es Zacharías el que
pone su mano en mi hombro. "Lo siento mucho, tío. De verdad" "No importa", le
respondo, mirando al suelo. Me tiemblan un poco las piernas. Zacharías me da un medio
abrazo masculino, y reanudamos el camino a la sala común.
Al pasar junto a los
mencionados baños, me comenta: "De verdad que me lo he llegado a plantear, ¿eh? Pero no...no
me va nada. Y ella me
gusta demasiado, no te quepa la menor duda" "Lo sé", le sonrío, "y me encantaría que acabarais juntos"
"¡Toma! ¡Y a mí! Y ya siendo sinceros, Justin, y también siendo egoísta..."
"¿Egoísta? ¿Tú? Noooo", me burlo, pero él apenas me dirige una mirada de soslayo
y continúa:"...me
gustaría que tú quitaras de en medio a don prefecto" "¡Esa sí que es buena!" "No, ése
es bueno para ti, te lo digo yo. Hazme caso" "Si al final él prefiere a Hannah,
no me eches a mí la culpa", bromeo, pero a quién voy a engañar. "Ernie no prefiere a Hannah. Sólo se iría con ella
para seguir jugando a lo seguro, como en el baile. Y no quiero que se vuelvan a
utilizar teniendo a dos tíos tan estupendos como nosotros para quitarles las
penas, ¿eh, Justin?" "Y yo que me tenía a mí mismo como el alma en pena..."
"¡Qué gilipuertez! Las penas de amor, con otro amor se curan, o eso dicen, ¿no?"
"¿Ah sí? ¿Y tú con quién curarías las tuyas si ella te falla?" Zacharías me mira
unos instantes, arquea la ceja izquierda y levanta un dedo en alto: "No fallaré.
Pero si lo hago, te dejo que me consueles un rato" "Espera, que lo asimilo" "No,
en serio. A lo mejor me entraría una desesperación tal, que ya me daría igual todo" "Ahora soy el
pozo del desconsuelo" "No, eres mi amigo, ¿o no?" "No me tires de la lengua..." Hemos llegado a la Sala Común. "Oye, entonces...¿ Cedric y tú os
los dabais con lengua?" "¡Zacharías, déjame en paz!", me llevo las manos a la
cabeza y huyo escaleras abajo de camino a los dormitorios,
ignorando sus otras preguntas insistentes. De repente tengo un
calentón encima...Quizá sea un buen momento para volver a practicar hechizos
silenciadores en la cama. Sobre todo, porque no quiero que nadie
me oiga llorar cuando termine, que es lo que suelo hacer.
El miécoles por la mañana sigue lloviendo a cántaros, y en la hora doble de Herbología no hay quien oiga a Sprout con el violento repiqueteo contra el invernadero. Al menos eso proporciona la privacidad suficiente para que Hermione se acerque a nosotros a informarnos de que la primera lección secreta de DADA será ¡esta misma tarde! ¡YUPIIII! No sé los otros, pero yo paso el resto del día histérico hasta que llegan las 8 y nos plantamos...
...delante de la habitación secreta que Cedric y yo...que
Cedric y yo...oh, mierda.
"¿Qué pasa Justin? ¿Conoces este sitio?", me pregunta Susan.
"No...no, pero ese tapiz es algo grotesco, ¿no creéis? Los trolls son horribles
y la escena es desagradable"
La última vez que pasamos junto al tapiz estuvimos burlándonos de cada troll.
Llevábamos un par de bolsas llenas de chucherías que nos comimos en la cama. Nos
reímos mucho. Nos quisimos mucho.
"¿A quién demonios le importa el tapiz?", dice Zacharías, "¡Entremos ya! ¿Cómo eran las
instrucciones, Ernie?"
No pienses en cosas sucias, no pienses en cosas sucias, que como entres en el
sitio equivocado...
Pero la concentración colectiva funciona y tras varios
intentos aparece la puerta y al entrar llegamos a una habitación inmensa llena
de cojines, de artilugios extraños y de estanterías de libros, donde aún
faltan unos cuantos por llegar y me
sobra al menos una. Todos parecen impresionados, pero nadie lo demuestra tan
ostentosamente como ella. Sentados cómodamente en los cojines, que parecen haber
estado contados con exactitud, los gemelos comentan que una vez se escondieron
aquí de Filch, pero entonces era sólo un armario. Yo mejor me callo. Harry
intenta empezar a explicarnos cosas interesantes, pero esa pesada de Hermione lo
interrumpe hasta dos veces por cosas nimias como que quién es el líder (a lo que
el escarabajo Ravenclaw pelotero responde que Harry, quién si no, y todos
votamos que sí, hasta Zacharías, quien lo hace un segundo después que el resto y
con su mejor cara de plato roto), o qué nombre tenemos que ponerle a nuestro
grupo. Supongo que "Revolución Hufflepuff" queda fuera de discusión. Tras un par
de nombres ridículos, Ginny Weasley propone que lo llamemos "Ejército de
Dumbledore", ED para los amigos, y sale elegido por mayoría. Una vez que
Hermione ha colgado la hoja con nuestras firmas y el nombre del grupo en la
pared, Harry vuelve a intentar pasar a cosas serias. Propone empezar con lo más
básico, el Expelliarmus. Zacharías no está contento. Dice que eso no nos
ayudará frente a Quien-tú-sabes, a lo que Harry responde que con ese hechizo
precisamente salvó su vida frente a él el pasado junio. Para que vuelvas, Zach,
para que vuelvas. ¿Se notará demasiado si le cierro la boca? No, mejor lo dejo
así, que de vez en cuando le sienta bien esa cara de estúpido que pone cuando
sabe que ha hecho el estúpido. Harry le vuelve a instar a coger la puerta e irse
por donde ha venido, pero me da que no va a ser tan completamente estúpido de
dejarlo ahora por una estupidez semejante. En fin, toca dividirse por parejas
para practicar. Veo que Luna está sola, como siempre.
"¿Quieres practicar conmigo?", le digo, sin saber que acabo de firmar mi
sentencia de muerte. O al menos, de dolor prolongado. Como la chica está
medio en las nubes, a veces se le va la mano y me arrea unas descargas que me
aturullan. "No lo entiendo, tío, no lo entiendo", veo que Zacharías mira
perplejo la mano donde se supone que tendría que estar su varita. Me los quedo
mirando y me doy cuenta de que aunque su pareja, Goldstein, no mueva ni un dedo,
él se queda sin
arma. Unas risitas a pocos metros confirman que los gemelos lo están atacando por turnos. Mientras sólo lo desarmen...Y ahí están mis dos prefectos,
bailando juntos de nuevo. ¿Qué demonios está haciendo Ernie? ¿Dirigir una
orquesta? No me extraña que Hannah lo esté desarmando con tanta facilidad. Me
gustaría que Colin y Dennis dejaran de destrozar las librerías. Aunque mejor los
libros que yo...¡ARGH! "Luna, ¡atina por una vez!" Y, oye, espera un momento,
¿no es esa Susan con Terry Boot? ¿Cómo...? Mmmm, ya veo. Corner con Ginny,
Goldstein con Zacharías, y Terry se queda sólo. Zacharías, qué majo puedes ser a
veces. Sacrificándote por tu amiga. "Claro, tú enseguida te vas con la lunática
y me dejas solo", me ha dicho al ver que me apartaba con Luna. Y Hannah:
"Platónico, sí, sí"; Ernie sólo ha arqueado las cejas, sin comprender, y Zacharías
ha remachado: "Mírale cuando quiere cómo aprovecha..." ¡En qué hora!
"¡¡ARGH! ¡Toma ésta!", contraataco. "Ay, ajajajaja. ¡Otra vez!",
no será por falta de masoquismo mutuo. "¡Hey, esta vez lo has
conseguido! Expelli...pelli...¡¡mi pelo!!" ¡Justin, me encanta tu peinado!
¡Déjame probar otra vez a ver si lo devuelvo a su estado natural!" "No, Luna,
mejor intenta desarmarme de nuev...¡ARGH!"
De pronto suena un silbato y todos nos volvemos hacia Harry, quien alaba
nuestros progresos. .
¿Que no vamos mal, dice? No me extraña que Zacharías lo fulmine con la mirada.
Bueno, allá vamos otra vez.
Sin poder evitarlo, mis ojos siguen todos sus movimientos cuando se acerca a la
innombrable. Ésta, faltaría más, se pone nerviosa e incendia la manga de su
amiga, la de la cara de mugre permanente. Harry le dice que ha estado viendo
cómo lo hacía bien antes, lo que hace reír a la muy..."¡ARGH!" ¡Eso me pasa por
distraerme! ¿Quién ha apagado la luz? ¿Dónde está el Norte? De pronto estoy en
el suelo con la túnica hecha un burullo a mi alrededor. Lo único que alcanzo a
escuchar es la voz de Luna interrumpiendo la buena atmósfera de ligoteo que se
traen la viuda negra y el presunto implicado habitual. Creo que hablan de
rebelarse contra el Ministerio, y algo ha dicho Luna de unos bichos de los suyos
que ha hecho reír a Chang. Luna no parece compartir su risa. Estoy terminando de recomponerme cuando escucho la
voz de Hermione recordándole a Harry la hora que es. Vaya, ¡qué lástima! Bueno,
no ha ido tan mal, he conseguido desarmar a Luna unas cinco veces. "Siento no
tener mejor puntería", me dice ella, atusándome el pelo un poco. "No te
preocupes, en cuanto me lo lave volverá a estar como siempre" La siguiente
reunión será el miércoles que viene. Todo el mundo parece ansioso por continuar.
"Ha sido divertido, ¿verdad?", me dice Luna acompañando a nuestro grupo a la
salida. Tenemos que salir de pocos en pocos: yo voy con Luna; Ernie con Hannah y
Zach; Susan...ummm...parece estarse despidiendo de alguien. Supongo que ya nos
alcanzará. De momento ya nos hemos reunido junto a la escalera con Ernie y los
demás.
"Ojalá hiciéramos esto todos los
días. Me parece mucho más útil que algunas de las clases que tenemos..."
"Ese es el objetivo", masculla Zacharías.
"No te gusta Harry, ¿verdad?", le dice ella.
"No, no tengo ningún interés en pertenecer a su club de fans", le responde con
acidez.
"Pero reconoce que ha tenido una idea estupenda", le rebato.
Él sólo gruñe.
Pero sé que está de acuerdo, quizá contra su voluntad.
No hemos hecho más que separarnos de Luna ("¡Hasta la
próxima, Justin! ¡Siento lo de tu pelo!" "Olvídalo. Buenas noches")
de camino a nuestro sótano,
cuando llega Susan, quien me agarra por banda, con las mejillas muy rojas y la mirada
perturbada, y me lleva del brazo todo el camino hasta un rincón apartado de la sala común.
"¡Ay, Justin, es que tengo que contárselo a alguien o exploto!", se ríe, como se
ríen las chicas cuando están felices de la vida y con un pie en una nube, y el
otro en lo que sea que han dejado atrás que les ha hecho tan felices. En este
caso, deduzco fácilmente, en la sala de DADA con Terry Boot. "¡Me lo ha
propuesto él! ¡Él! Me ha dicho: 'Me han dejado sólo ¿quieres ser mi pareja?'
Pero se le veía apurado, vamos, que le he visto darle el codazo a Anthony para
que se fuera con Zacharias, y ha cedido muy a desgana. Seguro que lo tenían
hablado...ay madre mía, ¡que no me lo esperaba! ¿Qué crees que puede significar,
Justin? ¿Crees que le gusto? ¿Crees que sabe que me gusta? ¡¿Tú qué opinas,
Justin?!"
"¿La verdad? Que el hecho de que su amigo se haya sacrificado por él, igual que Zacharías
por ti, indica que ahí hay algo. ¡Enhorabuena, Susan!" Imagino que el
sacrificio ha resultado más grande para Goldstein.
"Hannah me ha dicho que aún es pronto para alegrarse, pero claro, ella no se fía
de los Ravenclaw. Lo que pasa es que está resentida, ¿verdad? Y como encima los
tiene ahí delante de sus narices todo el rato...Pero yo... ¡Ay Justin! ¿Qué
voy a hacer en la próxima reunión? ¡Voy a estar tan nerviosa! Me ha alabado mi
forma de desarmarle, ¿sabes? Ha estado todo majo él dándome ánimos y consejos
y...una vez me ha cogido la mano para enseñarme cómo tenía que agitar la varita
y...de verdad que pensé que me iba a dar algo, ¿eh?" Está tan agitada que me
entra la risa floja. "¡No te rías de mí! ¿O es que nunca has tenido estas
mariposas en el estómago?" "No, si me gusta verte tan feliz", y ya más serio:
"Pero opino lo mismo que Hannah, que no vendas aún la piel del Ravenclaw: ¡Cázalo
del todo!" "¡Eso haré!" "Pero una cosa, ¿no te habías olvidado de
él, supuestamente?" "Bueno yo..." "Ya, ya", me río. "De momento las reuniones del ED os darán una excusa
para veros más" "¡Y vaya si pienso aprovecharlo!" "¡Pero no te precipites!" "¿Querrá ser
mi pareja el próximo día?" "Hombre, yo creo que deberías empezar por hacerte un
poco más la dura, ya sabes, nada de agitarte como lo estás haciendo ahora
delante de él" "No, no, hombre, ¡qué dices!", se ríe y me empuja. Y sé que no
tiene remedio. Pero me siento muy contento por ella. Y por mi parte, estoy
pletórico.
Ernie también está contentísimo. Mientras nos lavamos los dientes, me cuenta que
al final logró desarmar infaliblemente a Hannah cada vez que lo intentaba. Me
dice que el problema estaba en que movía demasiado la mano. Yo le respondo que
"demasiado" es poco, que qué sinfonía estaba dirigiendo. Él se ríe de mi pelo.
¡Lo había olvidado! Como Susan estaba cegada con su propio pavo, seguro que ni
lo ha notado. Bueno, no pienso darme una ducha antes de dormir. Lo haré
por la mañana. "Si quieres yo te lo arreglo", me propone. Y con dos florituras
bien apañadas y un hechizo, mi pelo deja de estar de punta. Ernie termina de
recolocármelo con sus propias manos. La gente a veces utiliza cualquier excusa
para sobarlo...aunque en este caso me gusta. Hasta cierro los ojos. "No, sí
encima querrás que te dé un masaje capilar", me dice, con voz suave. "No estaba pensando precisamente en
eso...", respondo sin pensar, y abro los ojos de golpe. Ernie me está mirando. Ernie aparta la mirada.
Ernie retira las manos y se va...se va por la puerta, lo sigo, lo sigo, lo sigo;
dobla la esquina y baja hacia el dormitorio. Lo sigo de cerca, lo sigo de cerca
yyyyy (¡casi resbalo con la pila de calcetines que alguien ha dejado cerca de la
puerta de nuestro cuarto! ¡Cabrones!), Ernie está llegando a su cama, está llegando, pero yo
lo empujo antes de que se siente y lo derribo, entre risas. Los otros me miran y
menean la cabeza, porque están acostumbrados. "Masaje capilar...", repito yo de
camino a mi cama, a ponerme el pijama. "Idiota", responde él, a medio vestir,
sin mirarme. Pero sé que está sonriendo.
La ilusión nos dura toda la semana, y la siguiente, hasta la siguiente clase. El ED hace que todo sea más llevadero, y encima lo puedo compartir con mis mejores amigos. Varios en nuestra casa saben de qué va la cosa por encima, o se lo huelen, e incluso los hay que nos preguntan qué aprendemos cada vez. Nuestros progresos no son espectaculares, pero vamos saliendo adelante, que no es poco. Jamás pensé que lograría hacer funcionar decentemente ciertos hechizos. Para poder comunicarnos la fecha de cada siguiente reunión, Hermione nos da un galeón falso a cada uno que ha manipulado para que muestre el día y la hora donde normalmente saldría el número de serie del goblin que la acuñó, y para que se calienten cuando la fecha cambie, gracias a no sé qué hechizo proteriano que por lo visto es dificilísimo. Al menos Terry Boot está que no se lo cree, y la mira como si fuera su nueva diosa de la magia. Esto mosquea no poco a Susan. Sobre todo cuando le dice que cómo es que no esta en Ravenclaw con ese cerebro privilegiado que tiene. Vamos, que el chaval no está echando flores hacia su casa, no. Hermione confiesa que el sombrero se lo pensó. Hoy debe de ser el día del falso galeón y la falsa modestia.
Otra cosa que me ha sorprendido hoy ha sido cuando Boot y Goldstein están
practicando con nuestro grupito, y Luna, por una vez, me deja respirar, y me
entero por su conversación con las chicas de que a la innombrable no parecen
irle muy bien las cosas. Oh, durante las lecciones se la ve contenta, y se
esfuerza por que Harry le haga algún halago, como quien no quiere la cosa, con
cada nuevo hechizo que practicamos:"¿Así voy bien, Harry?" "¿Qué te parece esto,
Harry?", de modo que su amiga parece tener dudas sobre a quién quiere
estrangular primero. Pero de acuerdo con el prefecto de su casa, Cho no está
bien. Dicen que sigue llorando mucho, que se la ve muy decaída, que ya no es la
misma de antes, y que hasta está teniendo problemas en su equipo por la falta de
concentración. Je. Como el año pasado no hubo campeonato de Quidditch, casi se
me había olvidado que mi capitán y ella compartían afición y posición. Si al
final va a ser verdad que soy yo más femenino que ella.
"No sé por qué va tanto
a llorar al cubículo de Myrtle", interviene Luna, devolviéndome al presente,
"porque ese fantasma es muy insensible, y una vez le oí decirle que ojalá el
fantasma de Cedric viniera a hacerle compañía ahora, porque aún se acordaba de
él en el baño y..." "No hace falta que des más detalles, Luna", la detengo, por
precaución. Aún recuerdo cuando la encerramos en su cubículo el día de la última
prueba. Espero que no oyera nada. Cedric se aseguró de ello, al menos.
"A mí me da mucha pena, qué queréis que os diga", confiesa Hannah, "si yo lo
echo de menos, que era sólo una compañera más, no quiero ni pensar cómo se
sentirá ella"
"Se le pasará cuando tenga a otro con quien olvidar", comenta Zacharías con
indiferencia, y señala atrás. "¿Queréis apostar cuánto tarda?"
"Dale un respiro, ¿quieres?", responde Terry Boot, algo molesto.
"Sí, tiene derecho como cualquiera a rehacer su vida, ¿no? Eso sería mejor que
seguir llorando por las esquinas", la defiende también Susan. Y Hannah asiente
enérgicamente: "Y ya sabemos que a Harry ella le gusta desde el año pasado. ¿No
le pidió que fuera su pareja para el baile?" "No estamos juzgando a Potter
aquí...todavía", masculla Zacharías. En esto que oímos de lejos a éste preguntar
que qué tal vamos por nuestra zona. Ernie le responde con optimismo, y luego
murmura por lo bajo hacia nosostros: "No estamos aquí para juzgar a nadie. Que
hagan lo que quieran. Cada cual tiene lo suyo, así que si son felices juntos, ¿a
nosotros qué nos importa?" Hannah aplaude:"¡Eso es!". Zacharías suelta un "Bah".
Hannah empieza a rebatirle, Zacharías se va colorando, no sé si por los humos o
por lo cerca que se quedan cuando discuten, y Goldstein los mira un
momento antes de decirle a Ernie: "Oye, ¿seguimos practicando tú y yo?" "Con
muchísimo gusto", responde él entusiasmado. Entonces Terry reta a Susan a que
intente bloquearle, y ambos se quedan un buen rato apartados del resto.
"¿Qué? ¿Ya no te gusta?", le pregunto a Susan con
un codazo cuando
regresamos por la noche, en referencia a su mosqueo inicial.
"Bueno, luego ha venido a practicar conmigo, o sea, con nosotros, Hannah y Zach
también, así que...bah, da igual", sonríe, roja como un tomate.
Con qué poco nos conformamooooooos. Si es que lo llevamos en la casa.
Como lo bueno no puede durar mucho sin que
algo se tuerza, noviembre llega para amargarme por dos frentes.
Por un lado el frío
mortal de necesidad que nos tiene a todos durmiendo casi con guantes y bufanda y
peleándonos por un lugar junto al brasero, o superpoblando los sofás a la hora
de las tertulias (lo cual tiene su lado incómodo y su lado tierno). Además, el cielo se vuelve gris hasta en el techo del gran
comedor, y el gris me recuerda inevitablemente a los ojos de Cedric. Un día de
camino al baño después de desayunar me cruzo con Cho por el pasillo. Tiene los
ojos rojos. Me mira un instante y luego acelera el paso, rompiendo a llorar de
nuevo antes de perderse de vista. ¿La verdad? Preferiría volver a encontrarme
con el basilisco antes que con ella.
...ydespertar junto a Cedric, y que me diga que ya pasó
todo y que va a ser el capitán del equipo, porque no se ha opuesto ni Zacharías.
Ahora soy yo el que se
siente mal.
"¡Hey, Justin! ¿Vienes a clase o qué?", me llama Hannah, que acaba de salir del
baño. "¿Y esa cara?"
"¿Qué cara?", hago una mueca rápidamente. Y ella se ríe, pero...
"Justin...", empieza, mirando al suelo. Oh no. Ahora no.
"¡Vamos, anda, que si no Ernie nos soltará una de las suyas!", la agarro de la
mano y me la llevo hacia Pociones. Igual Snape hoy nos enseña alguna droga dura.
No caerá.
Por otro lado, la proximidad del primer partido de Quidditch de la temporada, el Gryffindor contra Slytherin, hace que se cancelen las reuniones del ED por tiempo indefinido. Es increíble cómo ha aumentado la rivalidad de los dos en un año sin jugar, como si hubiesen estado acumulando inquina para soltarla ahora a la menor oportunidad. Los Slytherin, además de reorganizar sus filas a lo bestia en el sentido más literal de la palabra, con Crabbe y Goyle como nuevos fichajes estrelladores, están llevando una campaña de acoso y derribo contra los jugadores de Gryffindor que roza lo criminal y punible por ley. Pero como en estos casos los profesores no son imparciales, aquí nadie hace nada por evitarlo. Por supuesto, al frente de esta campaña está Draco Malfoy. Me he dado cuenta que desde que Ronald Weasley está en el equipo de Gryffindor, los Slytherin la han tomado con él tanto o más que con Harry, e imagino que todo es iniciativa de Draco, que por mucho que diga, haga e instigue contra Harry y los suyos, tiene una fijación con ellos que no es normal. Y lo que yo me pregunto es, ¿por qué a Weasley parece afectarle tanto Draco? ¿Y por qué me parece que Draco tiene demasiado tiempo libre? Si no, que alguien me explique cómo se las ha arreglado para preparar otra vez una colección de chapitas, esta vez dedicadas al pelirrojo, al que le ha compuesto hasta una oda: "Weasley es nuestro rey". Al principio suena a sospechoso halago, hasta que escuchas la letra completa. Los he oído practicarla hoy en el patio, y me temo que Gryffindor lo va a pasar un poquito mal como su portero se deje influir por la atmósfera. En contrapartida, el día del encuentro, a la hora del desayuno, veo a Luna acercarse a Weasley, quien tiene cara de haber estado vomitando toda la noche después de haber sido vapuleado, llevando en la cabeza una especie sombrero de confección propia con forma de león cuyos rugidos retumban por todo el comedor. Mis compañeros, como los demás, se parten el pecho. Zacharías la mira con cierto desdén. Esta chica tiene unas ideas...Me pregunto por qué se habrá molestado. Pero oye, igual ahoga y todo los cánticos de los Slytherin.
No, el león no ha podido rugir mucho. Y el partido Gryffindor contra Slytherin termina de forma agridulce para los de Harry. Ronald Weasley se ha estrellado en el estreno y nos hemos enterado de que ni los gemelos Weasley ni Harry podrán volver a jugar con el equipo. Umbridge les ha confiscado hasta las escobas por responder a las provocaciones de Malfoy al final. Después de todo lo que habían aguantado antes y durante el partido...Aunque reconozco que ha sido muy estúpido por su parte, sabiendo que el Slytherin estaba sólo escocido por haber perdido, si me pongo en su lugar, digamos, con cierta persona sacándome un tema doloroso, yo también saltaría a su yugular, y al diablo con las consecuencias.
De lo que me he enterado también es de que a Luna le gusta Ronald Weasley. Me lo confiesa esa noche
después de la cena cuando me acerco a preguntarle que desde cuándo es fan de
Gryffindor, señalando el gorro que aún lleva puesto.
"Me gusta su sentido del humor", sonríe, recordándolo con la mirada
perdida en el espacio exterior.
"Pues, no es por desanimarte, qué conste, pero no veo yo que te haga mucho caso"
"Es que no necesito que lo haga"
"¿Entonces?"
"Sólo me gusta mirarle y escucharle, es interesante. No como su amiga Hermione.
Se cree muy lista, pero no entiende nada de nada. Al fin y al cabo sólo tiene
15 años. Mi padre lleva escribiendo toda su vida sobre muchas experiencias del mundo
que no se pueden explicar"
Una vez me dejaron un número del Quisquilloso. Estuve riéndome con él al menos
tres días.
"A mí me gusta la revista de tu padre"
Luna me mira y me sonríe.
"Que conste que tú también me gustas, ¿eh? Pero contigo no me late así el
corazón cuando te veo"
Una parte de mi ego se resiente, la otra lo agradece.
"No te preocupes, que me parece estupendo. Pero, ¿no deberías hablar más con él?"
"Por ahora está bien así", sonríe con cierta timidez ajena a ella.
"Otra que se conforma con poco..."
"¿Qué quieres decir?"
"Nada, nada. Cosas de casa"
"¿Y tú qué? Ya no tienes hadas en los ojos. ¿Puedes ver ya a los thestral?"
"¿Por qué iba a verlos?"
"Harry puede verlos desde este año. Se sorprendió
mucho el primer día de curso. Supongo que si ahora los ve es porque él vio morir
a Cedric Diggory"
Un escalofrío hace de mi cuerpo su circuito de carreras por un momento.
"Claro que sólo los pueden ver aquellos que han visto la muerte de cerca",
añade, a modo de explicación por mi falta de progresos funestos. Entonces me doy
cuenta de que no sé...
"¿A quién has visto morir tú, Luna?", le pregunto con un nudo en la garganta.
"A mi madre, cuando tenía 9 años. Fue un accidente, ¿sabes?"
Y me lo suelta como
quien da el parte meteorológico. ¿No es algo como para dejar a una niña
traumatizada de por vida?
"Lo siento mucho, Luna"
"¿Por qué? No es culpa tuya. Lo de Diggory tampoco. Sólo siento que te hayan
desaparecido las hadas de los ojos. Me gustaba mucho verlas. Ahora tengo que
irme, necesito un libro para la clase de esta tarde y no sé a dónde habrá ido a
parar"
"¿Ya te lo han vuelto a esconder?"
"No te preocupes, ya volverá"
"Si te desesperas, pídele a Harry que te enseñe ese hechizo con el que invocó su
escoba el año pasado para vencer al dragón, el hechizo invocador."
Aunque ahora que lo pienso, Flitwick nos enseñó los hechizos invocadores en
cuarto, así que a Luna le queda poco para aprenderlo en Encantamientos. De todos
modos...
"Estaría bien que nos lo enseñara en la próxima clase, ¿no crees? Tengo muchas ganas de que
llegue. A ver si nos avisan pronto. ¡Nos vemos, Justin!"
Sí, yo también tengo ganas de que llegue.
Además, ahora que Harry no puede jugar al Quidditch...no, qué pensamiento más
egoísta. Entonces, al mirar hacia el exterior por la ventana cerca de la
entrada, veo que la cabaña de Hagrid está iluminada. Qué raro. ¿Habrá vuelto
para quedarse? No es que lo prefiera a Grubby-Plank, pero es que los bichos que
nos saca cada curso tienen siempre la habilidad de sorprenderme.
Cuando el
lunes siguiente vemos a Hagrid en el desayuno, está hecho un cromo. No sé cuál será la
idea de unas vacaciones que tiene nuestro profesor de Cuidado de Criaturas
Mágicas, pero desde luego no es la misma que la mía. Prefiero las batallas
de nieve que nos pegamos el domingo, ¡eso sí que fue brutal! Nunca había visto
el lago tan helado que la gente pudiera patinar sobre él. Acabé con el trasero
destrozado de resbalar. Al final hicimos carreras a empujones sobre trozos de
alfombra. ¡Qué divertido! Hasta logramos sacar a Ernie de la biblioteca, después
de mucho insistir. Cuando por la noche se quedó a recuperar las horas perdidas
de su programa, me sentí un poco culpable, así que me senté junto a él a
terminar algunos deberes y a repasar lecciones. No sé si aproveché mucho el
tiempo. No recuerdo cómo llegué a la cama. "No había quien te despertara", me
comenta el lunes por la mañana, en una mano una tostada, en
la otra la lección que nos va a tocar ahora. Me pregunto si lo intentó siguiera.
El martes Hagrid nos enseña los thestrals. Primero nos acojona metiéndonos en el
Bosque Prohibido, y luego nos vacila enseñándonos algo que pocos pueden ver. Si
no llega a ser por Luna, de verdad me creo que nos está tomando el pelo. En cualquier
caso escucho con atención las explicaciones breves e inconexas que va
soltando Hagrid sobre ellos. Parece muy abatido por algo. "Ha tenido inspección
esta mañana", nos explica Ernie por lo bajo. "Hermione me ha dicho que Umbridge se lo ha
hecho pasar mal", añade Hannah. "¿Y sabéis qué?", sigue Ernie, "De
acuerdo a un nuevo decreto que se sacó de la manga el sábado después del
incidente en el partido, Umbridge tiene ahora autoridad por encima de cualquier
otro profesor para castigar o quitar privilegios" "¿Por cuál vamos ya?",
pregunta Anthony Goldstein. "Por el 25", responde Ernie con acritud. Umbridge
despierta el rebelde que hay en él. "Cómo la detesto", oigo que dice la
innombrable. Sí, por desgracia nos toca compartir Cuidado de Criaturas Mágicas
y Pociones con ellos. Normalmente cada uno va a lo suyo, pero hoy con esto de
adentrarnos en el bosque nos hemos mantenido un poco más juntos todos. "¿Sabéis
cuándo será la próxima clase?", susurra Michael Corner hacia Hannah, que es la
que está más cerca de él, pero ella se pone tensa y no responde, tiene que ser
Ernie: "Hermione dice que probablemente la próxima semana" "Ya hay ganas, ¿eh?",
comenta Boot. Susan asiente varias veces, sin dejar de sonreír. "Me pregunto
cuánto durará Hagrid en su puesto", interviene Goldstein. "¿Quién caerá antes,
él o Trelawney?", sigue Corner. "La sapo se los va a merendar como a
moscas", asiente Ernie. "Pobre Hagrid", musita Hannah. "Pero la verdad, podría
haber elegido otra cosa para enseñarnos, ¿no creéis?", comenta Cho."Me parece a
la vez cruel y absurdo" Me callo. Me callo. Me callo. "Hagrid nunca ha sido un
buen profesor, pero nadie se merece el trato que les da la sapo", le
replica Ernie. "A mí me gustaba más la otra", se encoge ella de hombros. Los
otros Ravenclaw asienten. "Los unicornios estuvieron bien, ¿verdad?", comenta
Hannah. Y por alguna curiosa razón, ésta vez Hagrid parece haberla oído. "¿Unicornios?",
repite en alto, y parece murmurar para sí algo que me ha sonado a "ya os daré yo
unicornios."
Cuando llega diciembre, a los prefectos les hacen colaborar
en las tareas de decoración del castillo. A Cedric me era difícil seguirle
la pista, sobre todo por aquellas fechas cuando todavía no estábamos del todo
juntos, pero con Hannah y Ernie me es
imposible no notar cuándo tienen que ausentarse por cualquier cosa. Susan está
estos días muy dispersa, y alguna vez la he visto dispersarse con Terry Boot por
el patio. Me da que estos están a punto de caramelo. Zacharías con quien se encuentra
muy liado estos días
es con el equipo, pese al frío. El próximo partido será el de los
nuestros. A veces me siento a solas en la biblioteca, otras me siento junto a los
mayores, según estén. Otras veces paso de estudiar y me junto con algún otro bardo
para aprender de él alguna
canción más moderna.
"Que estás pasado de moda, Justin"
"Hay cosas que
nunca pasarán de moda"
"Si no te digo que toques algo más actual, pero por lo
menos algo de no más de cinco años, diez, no sería mucho pedir..."
A veces tocamos temas de películas.
Eso no podemos hacerlo con otros, que sólo saben canciones mágicas. Pero como
todas tienen su encanto, alternamos a petición del público. Es lo bueno que
tiene, que nos podemos adaptar. Y me gusta que haya más participación. El grupo
de estudios muggles este año está menos activo, con eso de que algunos se han
ido, y otros, como yo, están en quinto. No es que los exámenes me afecten demasiado, lo
confieso, pero el caso es que se apiadan de mí y preguntan a otros, o sólo vienen cuando nadie
más les puede resolver las dudas. O lo que tienen no es una duda, sino ganas de
hablar conmigo. Hay niñas que no se rinden. Una ha bautizado a su planta en mi
honor. Horror y pavor.
Sigo echando mucho de menos a Cedric, creo que a estas alturas
huelga decirlo. Pero ahora que estamos en diciembre y recuerdo los acontecimientos del
año anterior con el dichoso baile y la cantidad de inquietudes y frustraciones
que trajo, me doy cuenta de lo libre que estoy de ellas. Ahora sé que Cedric me
quería de verdad, que me valoraba por encima de muchas cosas (jamás me atrevería
a decir que de todas, aunque el cáliz así lo estimó), y que estaba dispuesto a
sacrificar mucho por mí. Pero a estas alturas también estoy ya lo bastante sobrio y
despierto de ilusiones como para entender que la vida juntos habría estado llena
de trabas. Si habríamos sido capaces de superarlas y seguir juntos es algo que
nunca sabremos. Pero trabas, ¡incontables! Cuando todo lo demás me falla, pienso
que dentro de mí siempre podremos seguir juntos como en los mejores tiempos que,
por haberse interrumpido tan bruscamente, jamás se acabaron. Eso no impide que
siga llorando de vez en cuando en la cama, o cuando cedo a mis impulsos y toco
un Romeo & Juliet antes de dormir, antes de que vengan los demás al
cuarto. Hasta ahora he conseguido que Ernie no me pille ni una sola vez. Pero es
que Ernie está ahora mismo con el agua al cuello, empeñado en llevar el programa
al día, cumplir con sus labores de prefecto con los más pequeños, hacer todas sus tareas y adelantar encima deberes para Navidades. Una
noche soy yo el que se preocupa porque no viene a dormir. Aguanto como un búho
durante toda una hora, contando los minutos al derecho y al revés, hasta que ya
no puedo más y tengo que salir a buscarlo. Me lo encuentro
sentado a la mesa en la
Sala Común, envuelto en una manta y haciendo resúmenes de un libro.
"¿Sabes qué hora es?"
"Hora de estudiar. No te preocupes, lo tengo calculado. A las 2 me acuesto. Con
6 horas de sueño me basta."
"No, no te basta. Vas a acabar hecho polvo."
"A la cama, Finch-Fletchley, no me hagas quitarte puntos", me sonríe, sin mirar.
Me siento frente a él y levanto el dedo en alto.
"¡Eso es abuso de autoridad!", y una autoridad bastante hipócrita, me sonrío. "¿Cómo puedes concentrarte en Historia de la Magia a estas horas?"
"Porque prefiero emplear las horas de mayor rendimiento en otras asignaturas más
relevantes y que requieren más concentración, como Aritmancia o Pociones, por
eso."
"Estás empeñado en hacer Pociones el año que viene, ¿verdad?"
"Cueste lo que cueste, Justin. Y Snape no nos lo va a poner fácil, como si lo
estuviera viendo. Tengo entendido que sólo acepta a los alumnos con nota máxima."
"Por eso yo ya he desistido. Ni aunque me quedara sin dormir de aquí a junio lo
sacaría"
"No está bien rendirse antes de tiempo. Perseverar en algo que uno se propone
proporciona muchas veces resultados altamente gratificantes. Deberías probarlo
alguna vez."
Creo que se me acaba de levantar sola una ceja y está palpitando.
"No me seas pedante, Ernie."
"Y tú no te rindas tan fácilmente."
"¿Yo me rindo? ¿En qué me rindo? Sólo acepto dónde están mis limitaciones, nada
más."
"A veces es prudente aceptarlas, otras hay que intentar superarlas. ¿Cómo puedes
afirmar que has llegado al límite si no sabes dónde está? Yo estoy seguro de que
podré llegar a las 15 horas"
"¿Las ganas cuentan?"
"Sí, claro. Si uno no quiere avanzar, no hay nada que hacer"
"Efectivamente"
"Y si uno no quiere dejar de llorar, nadie más le puede consolar"
La pereza y la modorra con la que seguía la conversación desaparecen. De pronto
me noto despierto y a la defensiva.
"¿A qué viene eso ahora?"
"A que tu cama está demasiadas noches sumida en el silencio más absoluto, pese a
que sé que estás ahí"
"No todos roncamos tanto como tú, Macmillan"
"Pero todo el mundo respira, Justin. Si no, habría que preocuparse. Y de
hecho...una noche me preocupé. Tanto o más que aquella vez en junio. Y desde
entonces he procurado no preocuparme, si no tienes la suficiente confianza como
para hablar conmigo cuando te sientes mal. Veo que por lo menos dominas a
la perfección el hechizo silenciador que te enseñó Cedric."
"¿Para qué amargarte con lo que ya sabes?"
"Porque hablar, muchas veces, ayuda. Y porque sé que puedo ayudarte, por
eso"
"Llevo amargándote con lo mío desde el verano, y tú no me hablas a mí de tus penas"
"¿Cómo que no? Pero no te voy a agobiar con todo lo que me queda por
estudiar, ¿o prefieres que te cuente cada día lo que he hecho o dejado de hacer ?"
"No, eso no, pero...pero Ernie...¿de verdad que no te preocupan otras cosas?"
Ernie parpadea varias veces.
"¿Umbridge? ¿El Ministerio? ¿El ED? Elige. ¿De qué quieres que te hable que no
hable a diario?"
Tiene razón. Pero suele estar siempre hablando hacia alguien más: Hannah, los
mayores, los otros prefectos, los amigos, los pequeños.
Ernie pocas veces habla a solas conmigo.
Sólo cuando quiere ser mi enfermera, o mi psiquiatra. Y no necesito a ninguno de
los dos.
"Son las 2 y cinco, Ernie"
"Lo sé, me falta sólo un poco...vete tú a dormir, anda"
"No, te espero"
"No me hagas sentir responsable por los dos"
"Cierra la boca y termina", le ordeno con una gran sonrisa. Con la barbilla entre las manos y los
codos apoyados en la mesa, observo la cara de concentración de Ernie mientras
pasa las últimas notas combinadas de un mamotreto de libro y de clase a toda velocidad. El
cansancio es patente en las veces que pestañea para aclararse la vista. Su boca
hace juegos extraños frunciéndose y desfrunciéndose, al tiempo que su ceño,
cuando encuentra trozos que le suponen dificultad. Ahogo una risita. Ernie
levanta la vista un instante, termina un par de párrafos y cierra el libro
"Está bien, Justin. Ya he terminado por hoy. Ahora, ¿hay algo que quieras
decirme?"
"No, nada en particular"
"¿Entonces por qué te has quedado ahí sentado?"
"Para acompañarte al dormitorio"
"¿Es que no podías conciliar el sueño?"
"Me extrañaba que no vinieras, eso es todo"
"Esa es buena. ¡Llevas pendoneando años y para una vez que soy yo el que no
aparece...!"
"¡Cómo que pendoneando!", me indigno, subiéndome de rodillas a la silla.
"No, no hace falta que me expliques dónde te metías, porque me hago una
buena idea"
"¿Y tú por qué me esperabas despierto, si sabías dónde estaba?"
"¿Por qué te has quedado tú esta noche?"
"Porque...estaba preocupado"
Ernie se me queda mirando; yo alterno los ojos entre su cara y sus libros, y me
muerdo un poco el labio.
Al final es él el que da la vuelta a la mesa y con los libros en los brazos me
da un codazo para que lo siga escaleras abajo, en silencio los dos. No hemos
llegado ni a la mitad, cuando se vuelve hacia mí, iluminado por la llama de la
vela que hay en la pared.
"Justin, ¿qué esp-", empieza con ganas, pero basta con mirarme para que se le vaya
el fuelle. Resopla. Mira al techo. Menea la cabeza. Se da la vuelta otra vez. Y lo deja
ahí. "Nada. Vámonos a dormir, anda"
Y lo malo es que lo necesito. De pronto estoy muy cansado. Tanto, que no me
molesto en insistir. Además, tengo un pinchazo
en el pecho. Es de madrugada y nadie va a darme un fantástico beso de buenas
noches. Lo malo, lo realmente malo, es que no tengo ninguna gana de besos. Lo
que necesito es que alguien me estruje y me agite y me diga que este dolor se
pasará. Que se pasará de verdad. Y así quizá dejaré de ver fantasmas en la Sala Común,
tumbados sobre el sillón, a altas horas de la noche, aguardando un nuevo día
lleno de desafíos y quién sabe que nuevos problemas. Entonces sí me apetecía
hacerles frente. ¿Será verdad que he perdido toda gana de superarme? Tengo que
superarlo. De verdad. No quiero acabar como esa desgraciada. Pero es que desde
que me negué a quedarme en su cama una noche, después de estar hablando de no
recuerdo qué ahora, Ernie se ha cuidado de guardar las
distancias. Creo que fue poco antes de empezar a usar el hechizo silenciador
sobre mí, como me recomendó Zacharías. Supongo que es mejor así. Que no, no
quiero ser un blandengue.
"Qué descanses, Justin", me susurra Ernie. Y no cierra las cortinas.
Yo tampoco las cierro.
Y
caigo en la cama como un bendito.
El día antes de las vacaciones de
Navidad tenemos la última clase de DADA con Harry. Casi todos vamos a volver a
casa por Navidad, así que hoy constituye una especie de despedida. No nos
veremos en tres semanas. Cuando llegamos, enseguida me pregunto quién se habrá
dedicado a decorar la habitación. Luna me ha dicho que ha sido un elfo
doméstico, y que tenga cuidado con el muérdago que hay en el centro de la
habitación, porque el muérdago a menudo está infestado de nargles. No sé
qué son los nargles, pero intentaré recordar que es peligroso pasar por
debajo en cualquier caso. Algunos lo están usando como excusa para tontear, como
Ginny y Corner. Por favor, que hay gente con estómagos sensibles delante. Y
Hufflepuffs con corazones que sentirán, si los ojos se vuelven hacia...Bien
hecho, Zach, distráela criticando las decoraciones, así no los tendrá que ver.
Cuando la reunión empieza de verdad y Harry nos informa que hoy sólo vamos a
repasar lo aprendido, a Zacharías le falta tiempo para quejarse. Uno de los
gemelos se la devuelve con queso y todo el mundo se ríe a su costa. Empiezo a
ver un patrón aquí. Pero es que este Zach...
"¡Mira que eres BOCAZAS!", le susurro con determinación, remarcando
cada sílaba.
"Se me ocurren mejores formas de pasar la última tarde antes de las vacaciones
que repasando"
Después de una hora de practicar hechizos inmovilizadores y obstaculizadores, de
marujonear por las esquinas cuando tenemos que repartirnos en turnos por la
falta de espacio para derribarnos sobre cojines (¡pero qué divertido!, dos veces
hasta me tiro aposta, porque veo a tiempo que Luna ha errado el hechizo y me va
a hacer pupa si no), y de pasar un buen rato a costa
de los pequeños accidentes de cada cual, Harry nos anuncia con gran satisfacción
que hemos mejorado mucho y que después de Navidades igual nos enseña hasta el
hechizo Patronus. Susan mira a Terry con chiribitas en los ojos y éste exclama
un "¡Sí!" , apretando el puño en alto, antes de marcharse ambos hacia la salida, sin esperarnos. Ohohooo.
"Feliz Navidad, Harry", le digo antes de salir junto a Luna y Neville Longbottom,
seguidos por los Creevey, por Ernie y por Hannah. Como veo que Zacharías se retrasa,
me despido ahí mismo de Luna y me vuelvo atrás a ver qué ha pasado con
el rubiales, no sea que haya tenido un accidente con ciertos pelirrojos;
efectivamente, me lo encuentro bufando porque alguien le ha atado los cordones de las
zapatillas al salir, para que se diera un buen morrón, pero por suerte se ha
dado cuenta a tiempo. Esos Weasley...Estoy a punto de salir otra vez, cuando me
fijo en que Cho Chang le está diciendo a su amiga Marietta que ya la alcanzará.
En el aula sólo quedan Harry, ella y el muérdago sobre sus cabezas. Me huelo lo
que se escuece por aquí. Mejor me voy rapidito e intento no pensar en ellos.
Porque ahora mismo lo que también se escuecen son mis tripas. .
No sé qué pasaría ayer con Harry y la zorravenclaw, pero
esta mañana no están ni él ni ningún Weasley en el desayuno. Como la que si está
es Hermione, Hannah se acerca un momento para preguntarle qué ha pasado. Al
parecer se tuvieron que ir anoche por asuntos familiares, y como Harry es
uno más de la familia, e iba a pasar las vacaciones con los Weasley, él también
se marchó.
"Sospechoso, cuanto menos", murmura Ernie.
"Espero que no haya sido nada grave", concluye Hannah con verdadera
preocupación. A Hermione se la ve muy nerviosa, mucho más que de costumbre.
"Me han dicho que Ginny Weasley es la nueva buscadora de Gryffindor", comenta
entonces Zacharías.
"Ah, qué bien", responde Hannah sin ningún interés.
"Abbot, mujer, no seas así, que el chico te lo dice por si quieres que le
hagamos pupita durante el part...", un codazo del rubiales a tiempo le impide
terminar la frase a uno de los golpeadores.
"¿Desde cuándo ha sido ésa la forma de jugar de nuestro equipo?", comenta
desde su asiento el
capitán, el otro golpeador, sin poder ocultar su sonrisa.
"Además, a Smith le compensa más que viva muchos años y muy saludable", se ríe
uno de los cazadores.
"No sabía que te gustara Ginny", se sorprende, y lo que es peor, sinceramente
Hannah. Zacharías, quien no hace más que mover la cabeza para fulminar con la
mirada a unos y otros, se vuelve hacia ella, le da un par de palmadas suaves en
el hombro y le suelta: "Espesita, así es como te prefiero". No oigo lo que sea
que le responde ella, porque Ernie se pone en pie como un resorte, como cuando
están listas las tostadas y tú estás distraído con el periódico o con la tele y
del susto que te pega la tostadora tu corazón salta junto a ellas. Dice que
tiene que irse ya a terminar de preparar las bolsas, porque luego como de
costumbre tiene que encargarse de los pequeños, y me invita a ir con él. Me
sorprende un poco, pero le sigo sin pensármelo. Por el camino no hablamos de mucho más que
sobre qué pensamos hacer
estas semanas, lo cual se resume a estudiar, él, y vaguear frente a la tele y el
vídeo, yo. Me insta a que me tome más en serio los exámenes, me pide que no deje
de practicar temas nuevos para la bandurria (¿de verdad resulto tan repetitivo?)
y, una vez empaquetado todo, sentados frente a frente en nuestras respectivas camas, me dice que...
"Creo que este año, por alguna razón, voy a echar de menos más que nunca el
colegio en Navidades"
"Sí, las Navidades pasadas fueron tan buenas, que no me importaría revivirlas
otra vez, de principio a fin", suspiro.
"Salvo el baile. Hasta el baile todo iba bien. Después..."
Cedric y yo nos liamos definitivamente.
"Empezamos a alejarnos un poco, ¿verdad?"
"¿Un poco, Justin?", me mira con una mezcla entre sorna y tristeza.
"Vale, vale. Sé por dónde vas", refunfuño algo azorado.
"No quiero...Justin, mira, de verdad, no quiero que eso vuelva a pasar."
"¿Por qué iba a pasar ahora?", respondo en un tímido hilo de voz, sin mirarle.
"No lo sé, a lo mejor es que me estoy volviendo paranoico, o que he estado muy
liado estas últimas semanas. Tengo la ligera impresión de que la culpa es mía. No me hagas mucho caso",
menea la cabeza al fin, con una sonrisa falsa. Ahora entiendo por qué me ha
traído al cuarto antes de que vengan los otros. Me está pidiendo a gritos...
...un abrazo.
"¿Qué haces, Justin?", se ríe cuando me tiro a su cuello y le estrujo lo poco
que abarco hasta su espalda.
"¡Feliz Navidad, Ernie!", me río yo también. Sus brazos no tardan en rodearme.
En apretarme contra él.
"Que no me entere yo que te desmoronas durante estas semanas, ¿eh?"
"Que no me entere yo de que te han llevado a San Mungo por cortocircuito
neuronal, ¿eh?"
"¿Qué es eso?"
"Lo que ocurre cuando alguien estudia más de 10 horas al día hasta en
vacaciones"
"Te prometo que no estudiaré más de 10."
"Ojalá pudiéramos volver a estudiar juntos. Sin ti no me motivaré",
bromeo. Pero él me mira muy serio.
"¿Quieres venirte a mi casa un tiempo? Digamos, ¿la última semana después de Año
Nuevo?"
Lo considero unos instantes mientras mis dedos se ponen a acariciarle
la nuca por cuenta propia.
"No lo sé...creo que debería pasar todas las Navidades con mis padres"
Mis piernas ceden un poco, inclinadas como están de mala manera, y Ernie,
que lo nota,
tira de mi cuerpo para que quede sentado sobre sus rodillas.
"Así está mucho mejor", me dice al oído."A mí me gustaría que vinieras.
Piénsatelo, vale"
Algo no va bien. De repente se me ha vaciado el estómago. Y el pecho. Algo raro
lo está llenando. Algo familiar. Es como una nube rara que se expande
rápidamente.
No puedo ni empezar a creérmelo.
"Ummm..."
"Mmmm nada", susurra, y su aliento acaricia mi mejilla.
¿Desde cuándo nos hemos quedado TAN cerca? ¿Por qué estoy sentado aquí
exactamente? ¿Ya la he vuelto a liar? ¡¿Ya la he vuelto a liar?! Ah...¡Al
cuerno! Sentadito me quedé. Feliz.
De pronto me doy cuenta que llevamos casi un minuto sin decir nada, ahí
abrazados. Y lo peor es que ninguno tenemos intención de levantarnos. Yo, desde
luego, no quiero. Ernie, desde luego, no afloja. Hasta que sucede lo inevitable, y la puerta se abre de golpe,
y a mí me da el tiempo justo a dar un salto y fingir que me estoy
poniendo un calcetín, mientras Ernie repasa las hojas de un libro que tenía a
mano, en busca de alguna página de referencia imaginaria. Menos mal que ninguno
de nuestros compañeros se acerca para descubrir que está hojeándolo al revés.
"Hannah me ha pedido que te avise de que quieren a todos los prefectos
en el recibidor ya para
organizar la salida de los más pequeños", le avisa uno desde los pies de su
propia cama, donde está terminando de meter las últimas ropas en el baúl.
"Ah, bien, entonces me subo ya. Nos vemos luego en el tren, ¿eh, Justin?"
"Vale", respondo, apenas volviéndome desde donde me ato los zapatos de calle
sentado en mi cama de nuevo. Sé que tengo la cara como un tomate y el corazón
dándome tumbos por el sobresalto. Pero también sé que no es sólo por el
sobresalto, y eso es lo que hace que la rojez no desaparezca. Ernie y yo nos
hemos abrazado a plena luz del día. A plena luz del día y sin estado alterado ni
lacrimógeno de por medio, me repito por el pasillo, de camino al patio a reunirme con los demás,
quienes me esperan para salir
juntos hacia los carruajes. No ha habido excusa que valga, el camuflaje lo hemos
puesto después. Y lo peor de todo no es eso, lo peor es que no
quería soltarle, y ahora no puedo dejar de pensar en que me gustaría abrazarle
otra vez, sin motivo alguno, porque sí; y que probablemente no pueda hacerlo hasta, por lo menos, después de
Navidades, y de pronto tres semanas me parecen una eternidad. Quizá debí aceptar
su propuesta. No, Justin, no, cálmate,
que esta ansiedad no es buena. Lo que me siento es también un
poco culpable, pero sobre todo, sobre todo me siento genial. También vuelvo a sentir una
sonrisa boba que hacía mucho tiempo que no se me ponía; una sonrisa con la que
despido a los hermanos Creevey, revolviéndoles a ambos los pelánganos a la vez; y
que no puedo ocultar cuando me cruzo con Luna justo antes de llegar al patio.
Nada más verme, arquea las cejas hasta el infinito y más allá, se echa un mechón
por detrás de su oreja y de su pendiente de rábano, y me suelta:
"Las hadas han
vuelto. ¿Estás bien?¿Te ha dolido?" "Solo un poco, mi reina, pero sobreviviré"
"¿Reina? ¿Yo?" "Claro que sí. Tú dirigirás a mis ejércitos de hadas, ¿qué te
parece?" "No digas tonterías", se sonríe, bajando la vista hacia la revista que
lleva en los brazos, el especial de Navidad del Quisquilloso, "las hadas
tienen su propia reina". "Y está claro que te han elegido a ti, Finch-Fletchley",
comenta Malfoy de pasada con sus amigotes, quienes se ríen preventiva y
estúpidamente, "porque aquí no hay más reina de las hadas que tú".
"¡Yabadabadú! ¡Bibidibabidibú!", me da el pronto y le suelto,
con las manos abiertas hacia delante, haciendo aspavientos en el aire, haciendo
que retroceda, precavido, desenfundando a la vez la varita en un acto reflejo.
"¡No os acerquéis!,", les dice a sus acólitos, "¡que la locura se pega!"; yo por
mi parte chasqueo la lengua, meneo la cabeza, me doy media vuelta, le deseo
Feliz Navidad a
Luna, y salgo por fin al patio, sin saber a quién de todos he dejado más perplejo y
recomponiendo sus ideas, si a la Ravenclaw o a los Slytherin.
Pena de ignorancia colectiva de la cultura muggle, oye.
Lo mejor de todo es que he descubierto que los Slytherin se atreven con los
débiles, pero no con los enajenados.
Si lo aprovecho bien, podré respirar tranquilo hasta el fin de mis días en Hogwarts.