¡Hufflepuff Existe!
Autor: Tastatur
Créditos: Harry Potter
es propiedad de J.K. Rowling,
un buen puñado de editoriales por todo el mundo y, cómo no,
Warner Bros.
Que se queden con él: ¡yo quiero a Justin! Pero por desgracia también él es suyo.
Esta historia no tiene ningún fin lucrativo, es meramente un desahogo creativo.
Y se supone que un entrenamiento.
*Advertencia*: Esta historia es SLASH en general: esto es, hay mucho mariconeo entre los chicos. Si los temas homosexuales te ofenden, por favor, no sigas leyendo. Si por el contrario esperas SEXO en abundancia, el fanfic entero y este capítulo en particular te van a decepcionar. Avisado queda. Y el que avisa no es Slytherin.
*Nota:* El título está basado en un sketch de los Monty Python, grupo de
humoristas británicos cuyas películas y series se retransmitieron por cine y
televisión, y están ahora a la venta.
Siento mucho la tardanza, y quiero agradecer de corazón a todas las personas que
han estado dejando comentarios durante todos estos meses. Espero haberlos
respondido todos, pero si por casualidad me he dejado a alguien, ¡no me lo
toméis en cuenta, por favor! Ya sabéis que tanto mi email como mi journal están
abiertos a comentarios en cualquier momento.
Éste es el penúltimo capítulo, pero abarca hasta el final del libro 5º y la historia que quería contar. El capítulo 18 será un epílogo que resumirá el libro 6º, a la espera de ver qué ocurrirá en el 7º, por lo que éste capítulo se puede leer como si fuera en realidad el último.
*Spoilers*: Quinto libro.
Capítulo 17: ¡Nadie se espera a la Inquisición Española!
"¿Estás seguro, Justin?"
"Sí, Ernie. Creo que lo necesito. Y también es por mis padres"
Hace rato que se han ido los demás, y mientras los últimos alumnos se
desperdigan por la estación, los padres de Ernie charlan con los míos a poca
distancia al otro lado de la barrera. Como no nos queda más que hablar, nos
quedamos callados un momento, jugando al esquiva la mirada el mayor tiempo
posible. Gano yo.
"Como quieras. Nos veremos aquí a la vuelta en enero. Cuídate, ¿eh?"
"Tú también. "
Ernie coloca una mano sobre mi hombro, lo sacude
amistosamente me sonríe y se reúne con su familia. Sólo cuando mi padre se hace
cargo del baúl y mi madre me revuelve el pelo mientras me comenta lo delgado que
me estoy quedando, que si como bien en Hogwarts o me ha dado alguna tontería, me
doy cuenta de que, por primera vez, no he echado en falta otra mano que me lo
revuelva en el andén.
En casa, la sucesión de acontecimientos felices me mantiene distraído unos días. Salgo con mis padres a hacer todo lo que me gusta, veo a parientes de distinta cercanía, los vecinos me preguntan que qué tal me va en la escuela, mis padres son tan generosos con los regalos como de costumbre, y no hay en verdad tiempo para aburrirse. Pero cuando la novedad se pasa, empiezo a notar que en mi casa falta algo, y sólo es por la noche que me doy cuenta que lo que me falta es una cama junto a la mía, y Ernie ocupándola con sus ronquidos.
Hasta el verano pasado, mi casa era territorio sagrado y dimensión alternativa a Hogwarts. Un santuario, por así decirlo, donde todo lo que ocurría al otro lado era como si no existiera, como si perteneciera al mundo de los sueños. Cedric fue siempre un sueño, antes y después, mientras yo estuviera en mi casa. No era real. Ernie, en cambio, estuvo en mi casa. Y ahora es como si las dos dimensiones se hubieran fundido sin remedio.
Poco antes de fin de año mi padre me descubre frente al
televisor con la mirada perdida y se sienta a mi lado en el sofá.
"Justin, creo que va siendo hora de que hablemos"
Me lo quedo mirando con vaga sorpresa.
"Papá, si vienes a hablarme de sexo..."
Él se ríe.
"Tienes casi 16 años. No sé cómo lo hará la gente en el mundo mágico, pero
imagino que algo te habrán enseñado."
Pienso en Cedric. Sonrío. Y luego suspiro.
"Algo. No te ofendas, pero no es algo de lo que quiera hablar contigo."
"No, hijo, de lo que quería hablar es de tu cara."
"¿Mi cara?"
"Sí, la cara que se te queda cuando estás en casa solo. Ya nos preocupaste el verano
pasado, pero como cuando vino tu amigo te vimos más contento, dejamos el asunto
correr. Y en el colegio, por tus cartas, siempre pareces muy animado. Pero ha
sido volver y darnos cuenta de que tampoco ha mejorado mucho la cosa, y sigues dedicando demasiadas horas al televisor. Si al menos disfrutaras, lo
entendería, pero no creo que los debates sobre la economía nacional sean lo que
más te apasione en el mundo."
"¿Han llegado ya a los debates?"
"Sí, la película de la tarde se acabó hace rato. No pensé que te gustara tanto
Lo que el viento se llevó. Yo me he quedado frito en la cama y hasta tu
madre se ha ido de compras después del tercer anuncio."
"...no sé ni cómo ha acabado."
"Ha puesto a Dios por testigo de que jamás volverá a pasar hambre."
"Ah, ¿por eso agitaba la tierra en el aire?"
"Justin, ¿qué te pasa? Venga, hombre, cuéntamelo."
"No lo sé, papá, sólo estoy un poco desganado."
"¿No será que lo que estás es enamorado?"
Giro la cabeza de golpe y me lo quedo mirando. De pronto me arde la cara, pero
intento ignorarlo.
"¿Por qué dices eso?"
"Porque los síntomas coinciden. Dime, ¿hay alguna chica? A mí puedes contármelo,
chaval, que no se lo voy a contar ni a las vecinas, ni al carnicero, ni al
frutero, ni a tu abuela de Yorkshire."
Basta con que se lo diga a mi madre para que el resto de la cadena se entere.
"No la hay, papá, lo siento"
Mi padre se me queda mirando, nada convencido.
"Ya tienes edad de sobra para que te gusten las chicas. ¿O es que te gustaba una
y te ha rechazado? ¿Está con otro? ¿Le gusta otro?"
"No me gusta ninguna. Bueno, alguna un poco sí, pero no tanto como para
desvelarme. Ni siquiera como para preocuparme."
"Pero te gustan las chicas, ¿no?"
Su pregunta se me clava como una punzada al estómago. Mi padre no me mira con
segunda intención, ni siquiera con convicción. Me mira como si lo que estuviera
diciendo fuera lo más natural del mundo. Imagino que mi padre no podría
sospechar, ni siquiera imaginar...¿o sí? No, no creo que sea algo que pueda
esperarse de su hijo, en cualquier caso. Tampoco sé cómo reaccionaría. No sé si
quiero comprobarlo. La tentación es muy fuerte, pero... Hay mucho que tengo que
aclararme yo mismo antes de dar explicaciones. La ignorancia de los demás
también puede ser una bendición.
"Papá, las chicas no me quitan el sueño", y esto es lo más cerca de la verdad
que quiero llegar con mi padre ahora mismo.
"Bueno, todo a su tiempo", sonríe de nuevo. "¿Y qué te lo quita?"
"¿La Inquisición en Hogwarts?", me encojo de hombros. "La bruja que
tenemos por profesora de DADA, y que amarga a alumnos y profesores. Me preocupa
más que los TIMOS, pero la verdad, ni ella ni los exámenes finales me desvelan."
"Entonces, ¿por qué esta apatía? No has tocado tu guitarra estos días más que
cuando abriste el nuevo libro de partituras. Una hora, que lo cronometré. Eso sí
que no es normal, admítelo."
"Es que...últimamente...me siento un poco solo", confieso al fin.
"¿Por qué? ¿Aquí en casa o en el colegio?"
"En todas partes", respondo sin mirarle. De pronto, el contar la verdad me está
dejando un poco débil, y no quiero que me lo vea en la cara. "Echo de menos...no
sé...tener a alguien para mí, para compartir buenos momentos."
"¿No tienes a ese amigo tuyo, Ernie?"
"Ernie sólo piensa en estudiar", miento. A conciencia. Y tampoco es una mentira
del todo.
"Eso es lo normal, ¿no? Estáis en un curso difícil y él es uno de los mejores
estudiantes. Y un prefecto, además. Me temo que es él el que está en situación
de necesitar más de ti que tú de él."
"¿A qué te refieres?"
"Bueno, si es tu amigo, habrá ratos en los que se sienta sobrecargado por sus
obligaciones y hastiado de tanto estudiar, digo yo. A menos que sea una máquina,
y no he conocido aún a ningún ser humano que sea verdaderamente una máquina.
Bueno, conozco a un tipo del que aún me caben dudas. Pero Ernie es muy joven..."
"Ernie es más fuerte que yo."
"Probablemente."
"¡Ey, no asientas tan rápido!"
"Me pregunto si habrá tenido esta conversación con su padre."
"No lo creo, los suyos son muy estrictos."
"Por eso lo digo, porque los conozco."
"Oh, papá, qué majo y qué bueno eres", le suelto con las manos apretadas y la
voz edulcorada.
"Menos lobos, Caperucita. ¿No tenías otro amigo también, un tal Smith?"
"Pero él es mayor. Y le gusta más hablar que escuchar."
"Hijo mío, ¿qué quieres exactamente? ¿un paje? ¿un vasallo leal? ¿o un amigo?"
"Papá, no te comas el coco, el problema es mío, ¿vale?"
"Creí que no tenías ninguno."
Ahí me ha pillado.
"No tengo ninguno que contarte. No me apetece hablar de problemas."
"Ahora bien, eso que me has estado contando...lo de la Alta Inquisidora de
Hogwarts"
"¿La sapo?"
"Sí. Me tiene bastante sorprendido y algo preocupado. ¿Sabes? Inquisición es una
palabra muy dura para un colegio."
"Díselo al Ministerio, que cree que vamos a organizar una rebelión de
estudiantes", y tampoco andan muy descaminados. Claro que la han provocado ellos
mismos.
"Justin, eso me recuerda que tienes que escuchar más Pink Floyd y dejar
un rato a tus Dire Straits."
"Tengo las partituras, ya practicaré con ellas."
"A ver si encuentro los discos y te martirizo un poco el sábado por la mañana.
Pero antes, quiero buscar otra cosa. Tengo la solución perfecta para esa cara de
muermo que vistes en estas fechas diseñadas para la felicidad familiar y el
consumismo. Mientras tu madre está fundiendo las tarjetas por Harrod's,
tú y yo podríamos entretenernos de una forma más...asequible."
Se levanta del sillón, va hacia el armario de la tele, y se pone a sacar cintas
y cintas de vídeo, rebuscando hasta el fondo de la cuarta o quinta hilera.
"Se me ocurrió nada más hablarme de esa Inquisidora y hacía tiempo que quería
volver a verlas. Tienen más años que tú. ¡Lo que me costó grabarlas cuando las
repusieron hace unos años por la tele! Eras muy pequeño para entenderlas, pero
luego viste un par de películas de ellos y sé que te gustaron. ¿Te acuerdas del
conejo asesino de cueva? La bestia"
Me empiezo a reír al recordarlo. Y a Hannah con sus amuletos.
"¡Ésa era buena!"
"Pues esto es de los mismos...a ver si las encuentro...Ah, aquí está la segunda
temporada...la tercera...sí...están todas. Mira, también tenemos El sentido
de la vida, pero ésa resérvala para cuando estés verdaderamente depre."
Mi padre saca un puñado de cintas y las deja sobre la mesa.
"¿Te parece que empecemos ahora?"
Durante el resto de esa semana, la noche de Fin de año y todo el día festivo
siguiente; si es día laboral, cuando vuelve del trabajo, si es fin de semana, en
cualquier hora libre, mi padre y yo nos ventilamos una tras otra las cuatro
temporadas del Flying Circus de los Monty Python, la Vida de Brian,
los Caballeros de la Mesa Cuadrada y El sentido de la vida. Con
ese humor tan nuestro y
esa despreocupación por lo absurdo, lo grotesco y hasta lo grosero, consigo de
verdad olvidarme un poco de todo lo demás. Ernie me hace notar que mis cartas
son más animadas, pero que no entiende nada de mis bromas, y otro tanto me pasa
con los otros, en el único mensaje navideño que les mando, cuando por fin se
dignan a responder. Al final acabo desempolvando la guitarra y practicando mis
dos horitas diarias. Y de la nostalgia acabo hasta desempolvando la consola y
echándome unos vicios. Así, cuando me acuesto, beso las fotos con más cariño que
pena. Y aunque sigo echando de menos la compañía de Ernie, sus palabras
rebuscadas y sus peroratas de prefecto; aunque sigo temiendo que se deje el
cerebro frito estudiando más horas de las saludables; y aunque no veo el
momento de volver a Hogwarts para darle otro abrazo, que en cierta medida me da
miedo dar, y que probablemente ni me atreva, después de estas semanas de
separación, me alegro de estar pasando tanto tiempo con mi padre, con el que me
río de buena gana recopilando las mejores jugadas para repetírselas a mi madre
durante la cena. A ella no le entusiasman los Monty Python, pero al menos
se sonríe y ya no me dice que estoy tan delgado o tan palidurrio, lo cual ha
mejorado las perspectivas de conversación.
Cuando llega el día de volver, tengo sentimientos contrapuestos. Por primera vez en mucho tiempo, me da verdadera pena separarme de mis padres. Es curioso como, al hacernos mayores, cambia tanto la perspectiva sobre nuestra familia, y a la vez seguimos siendo los mismos niños de siempre. Yo, por lo menos, sigo siendo el mismo niño de siempre. Aunque se sorprendan de que les dé un abrazo voluntario (lo cual no impide que mi madre me estruje después, como es su costumbre ancestral).
Ya en el Expreso de Hogwarts, no veo a Ernie y a Hannah hasta la hora del almuerzo en el tren, y aunque durante un buen rato Hannah monopoliza la conversación, apoyada por las preguntas de Susan y los comentarios dentro y fuera de contexto de Zacharías cuando se pasa por nuestro vagón, consigo intercambiar algunas palabras con Ernie sobre las vacaciones. Tampoco hay mucho nuevo que contarnos que no nos hayamos dicho por carta, y él no ha hecho nada salvo estudiar. Se le nota en la cara tan mustia que trae. Para ojos neutrales, es sólo el lado serio de Ernie. Pero yo se lo noto en la mirada y en la apatía que demuestra ante cualquier cosa que no sea la mención de los deberes de Navidad. Deberes que, por otra parte, logré terminar en el último minuto anoche. Mi padre se tronchaba con el temario, siempre le ha hecho mucha gracia lo que aprendo en el colegio. Mi madre sólo espera que en el mundo mágico haya trabajos adaptados a lo que nos enseñan. Yo les tengo dicho que de oficinista no me ven, está muy claro. Aunque el destino preferido de los Hufflepuffs suela ser el de curritos ministeriales.
Las clases se reanudan con normalidad al día siguiente.
Entre todos los miembros del ED acosamos sin piedad a Harry para que nos diga
cuándo será la próxima reunión, que estamos impacientes, pero no sacamos nada en
claro. Al final nos enteramos de que le han castigado a dar clases de
recuperación de Pociones con Snape, algo que no me cabe en la cabeza. ¿Snape?
¿Dando clases particulares a Harry? ¿No se odiaban? O el mundo
se ha vuelto loco o...Ernie está de acuerdo
conmigo en que ahí hay gato encerrado, pero no cree que tenga ninguna
connotación romántica, como sugiero yo.
"Justin, Snape es nuestro profesor. Igual al que han castigado es a él, por lo
mal que lo trata siempre."
"Sí, pero a veces se muestra odio cuando en realidad..."
"Por esa regla de tres, tú estás enamorado de Cho Chang."
"AAAAAAAAAAAAAAAJJJ. ¡No menciones ese nombre!"
"¿Que a Justin le gusta Cho?", repite Hannah con picardía, sentándose a mi lado
en la mesa de la sala común."Eso es nuevo, Justin. Tienes que contarme los
detalles, cómo fue, ¿ha sido algo que has comido estas Navidades, o un golpe en
la cabeza? ¡Cuenta!", se ríe, "Por cierto, Ernie, Anthony me ha dicho que te
espera en la biblioteca para resolver esos ejercicios preparatorios de
Aritmancia, ya sabes, el cuaderno nuevo que le encargaste."
"¡Ah, qué bien, llevo aguardándolo todas las Navidades! A ver si podemos avanzar
un par de temas hoy. Perdona, ¿eh, Justin? Nos vemos en la cena."
"Claro."
Cuando Ernie se ha ido y la figura Hufflepuff más cercana está al menos a tres
metros de distancia, Hannah se pega a mí y, con una expresión que nada tiene que
ver con la risueña que traía, me suelta:
"Justin, tú y yo tenemos que hablar. De Hufflepuff a Hufflepuff, ¿entiendes?"
"Claro..."
"Necesito que me confirmes una cosa, porque no he dejado de darle vueltas estas
Navidades, y por mucho que lo debata con Susan, no saco nada en claro. Ella está
además tonta perdida con su Terry, su Terry, que si le ha dicho esto, que
si le ha mandado no sé qué por Navidad, que si la va a llevar a Hogsmeade por
San Valentín...¡No se puede hablar con ella de temas serios, Justin!"
"Venga, mujer, dispara."
"¿Que dispare el qué? Bueno, verás, sé que Zacharías es tu amigo, y por eso
quizás tú mejor que nadie puede saberlo."
"¿Desde cuándo es mi mejor amigo?"
"El caso es que, bueno, últimamente le
veo que mira mucho a cierta...persona, y a veces hace unos comentarios
que...bueno, imagino que te acuerdas de lo ilusionado que parecía por que la
hubieran elegido buscadora de Gryffindor. Vamos, ni que ello fuera a significar
que por tenerla en el campo..."
"Hannah..."
"...va a hacerle más caso, si siempre se esfuerza por quedar como un idiota
delante de ella y de sus hermanos, con los que un buen día va a tener un
disgusto. Y si piensa salir con ella, lo lleva claro. Primero, porque tiene
novio, y segundo, porque..."
"Hannaaaaah..."
"...sus hermanos le harían la vida imposible. Y además, ¿qué demonios le ven
todos? ¿Es por el pelo? ¿Les gustan las pecas? ¿Es por su descaro, porque no se
calla ante nadie?"
"¡HANNAH!"
"¿Qué?"
"¿Me dejas hablar?"
"Perdona, Justin, es que cuando me embalo con estos temas...es que no lo
entiendo, de verdad..."
"Espero que no estés insinuando que a Zacharías le gusta Ginny Weasley."
"Creo que está bastante claro, ¿no?"
"Para mí, no."
"¿Y si no es así, por qué la mira tanto?"
"Pues no sé...quizá porque será su rival en el campo de Quidditch...quizá porque
sale con su rival."
"¿Su rival?"
"¿A ti no te gustaba ese Corner?"
"Sí...bueno, eso era antes. Ahora...ahora me da bastante igual, la verdad. Por
mí que se lo quede Weasley. Pero Zacharías es mi amigo, no quiero que se lo
quede también, Justin. ¡Es tan injusto! Ya podría hacerle más caso Harry, y así
dejaba a los otros chicos en paz."
Tengo que aguantarme la risa. Esta chica es más espesa
que el buen chocolate a la taza.
"Me temo que cada cual se guía por sus gustos, Hannah, y contra eso no se puede
luchar. Además, ya sabes lo que dicen de Harry y...cierta viuda negra."
Hannah me mira un momento y luego, sin previo aviso, me abraza.
"¡Tú si que me comprendes, Justin!"
"¿Ah sí?"
"Sí, a ti también te molesta que Cho salga con Harry, ¿verdad? Aunque ya no
sientas nada por él. Pero que Cho sólo se junte con la superestrella de turno..."
"La verdad es que ya paso mucho de ella. Pero entonces, ¿es oficial que están
saliendo?"
"Sí, oyeron a Harry pedirle salir para ir juntos a Hogsmeade el día de San
Valentín ."
"Ese día va a ser el festival de las parejas."
"Madame Pudiffoot se va a forrar."
"Y que lo digas. ¿Tú con quién irás?"
"Justin, no seas idiota, sabes que no tengo pareja. Iré con el grupo de los
solteros solitarios solemnes."
"O sea, con Ermie."
"Espero que Zach y tú también vengáis con nosotros, ¿eh? No hace falta que nos
dejéis solos, como siempre."
"Creí que te gustaba estar a solas con Ernie."
"Oh, sí, está muy bien cuando tenemos que discutir asuntos de prefectos o
adelantar deberes juntos. Pero los días que salimos para disfrutar, quiero estar
con gente con la que se pueda disfrutar. Y cuantos más, mejor, ¿no es así?"
"¿Pero es importante que venga Zacharías, o puedo invitar a Luna, o a Colin, o a
los solteros del equipo?"
"¿Qué estás insinuando?"
"¿Yo? Yo nada. ¿Qué me has insinuado tú, que tengamos un dos a dos? ¿O que
simplemente lleve a más gente?", sonrío con todos los dientes.
Hannah se pone como un tomate.
"Bueno...bueno lo que tengo que oír..."
"Aquí no soy yo al que le preocupa que nuestro Zach le eche el ojo a cierta
pelirroja."
"Es una cuestión de orgullo de casa...de CASA."
"Hombre, aún es pronto para que tengáis vuestra propia casa, pero en unos pocos
años, cuando salgáis de Hogwarts..."
"¡Me rindo! ¡Definitivamente, no se puede hablar contigo!", finge enfado, pero
se está riendo.
"¡Creí que yo te comprendía mejor que nadie!", le grito mientras se aleja. Y
oigo que le dice a los otros, que miran, que "Ni caso le hagáis".
Mejor no le comento nada de esta conversación a Zacharías.
Dejaré que las cosas sigan su curso.
Me conformaré, por el momento, con la satisfacción personal de saber que a
Hannah, definitivamente, no le interesa Ernie.
O McGonagall odia secretamente a los Hufflepuffs, o no hay razón en el mundo mágico ni en el muggle para justificar la cantidad inmensa de deberes de Transfiguración que nos ha encasquetado nada más volver de nuestros cálidos hogares y nuestra vida indolente. O quizá sea sólo yo el indolente. Hannah se esfuerza tanto, que a ratos la he visto aplicarse un hechizo helador en la cabeza para contrarrestar el sobrecalentamiento. Otra que seguramente no habrá descansado en Navidades. Aunque quizá lo que pasa es que le ha dado demasiado al coco con otro tema ajeno a los estudios. Susan tiene apoyo múltiple por vía Ravenclaw, vía tía en el Ministerio y vía mayores, aunque yo no me quedo corto: cuando tengo serios problemas y estoy en la sala común charlando con los deberes en el regazo, abandonados, de vez en cuando alguien los mira y me sopla las respuestas. Alguna que otra vez se ha iniciado un debate sobre revoluciones de duendes y teorías de la propagación mágica y los genes hereditarios. En cierta ocasión antes de Navidades, Ernie estuvo pegándose de cabezazos contra las paredes durante una hora en el baño cuando le conté el acalorado debate que había surgido a partir de una redacción de Astronomía que tenía que entregar esa misma noche, y que él se había perdido por estar adelantando temas para vacaciones en la biblioteca.
Lo cierto es que mi interés por los estudios se limita a ir aprobando los cursos con las mejores notas posibles, sin matarme. Posiblemente la influencia de Ernie me haga llevar los deberes al día sin falta, pero quizá también si no estudio más es culpa de su mala imagen de empollón reconcentrado y maniático del cronómetro y la planificación exhaustiva. Muchas veces me paro a pensar que, si me lo propusiera, podría sacar mejores notas que él y con menor esfuerzo. No en vano fui preseleccionado para Eton, ¿eh? Es solo que el colegio y nuestra casa me tienen más absorbido que los libros, y en cierto punto de mi carrera como mago infantil decidí inconscientemente que más valía sacar peores notas que Ernie, si podía disfrutar de la vida el doble que él. Sé que soy injusto y algo engreído cuando pienso así, porque Ernie no tiene la culpa de ser como es. Pero a veces me gustaría que fuera capaz de disfrutar más de lo que le rodea, y no estar siempre pendiente de lo que debe hacer. Como Cedric. Pero Cedric es Cedric, y Ernie es Ernie. Y cuando Cedric desapareció, fue Ernie el que se encargó de recoger los pedazos de Hufflepuff y los míos propios. Que sí, que viene muy bien tener a alguien así en tiempos de necesidad. Pero, ¿qué hay de sus necesidades? Alguien tendría que preocuparse más por ellas, y mucho me temo que si Ernie no empieza por hacerlo él mismo, nadie más lo hará. Quisiera hacer algo, de verdad. Siento que no basta con sentarme a su lado en clase, a su lado en la biblioteca, frente a él en el comedor. Ayer incluso volví a tumbarme junto a él antes de dormir, y estuvimos hablando de lo que nos gustaría aprender próximamente en clase de Defensa, y cómo podríamos hacer para convencerle a Harry de que nos dé más lecciones a la semana, que al fin y al cabo el Quidditch no es tan importante como esto. Luego nos reímos de nuestra propia ocurrencia, porque si decimos eso delante de del ED probablemente la mitad nos lincharía y usaría para practicar maldiciones en grupo durante el resto de la sesión. Y mientras Ernie empieza a comentar las mejoras que ha estado observando en los miembros del equipo, en cuanto a determinación por no echar a perder lo que Cedric consiguió hace dos años, me doy cuenta una vez más de que este Ernie sólo se parece a don prefecto mañanero en el aire resabidillo con el que enuncia siempre sus teorías sobre la Huffle-actividad. Y ésta, a menudo, debo reconocer que resulta un poco sosa. Como soso me siento yo, que no soy capaz de darle un abrazo de buenas noches antes de volver a mi cama, aunque sus ojos y mi cuerpo lo estén pidiendo a gritos. Creí que había superado esa barrera antes de Navidades, pero aún guardo un minipunto de pánico en la boca del estómago por las noches. Aún me cuesta decidir si es por él o por mí mismo.
Las plantitas (algunas no se merecen el diminutivo, sino la exterminación con lanzallamas) crecen bien saludables, gracias a todo el amor que le dan los pequeños, pero hay varios de ellos que pasan demasiado tiempo con ellas, y me preocupan. Estos días se nota mucho la depresión pos-vacacional, la nueva separación de la familia, el prospecto de varios meses más en el ambiente frío y duro del Hogwarts inquisitorial, con el ambiente de inseguridad que se respira en el mundo mágico. ¡Demonios! Hasta yo lo estoy notando, cuando antes era un descastado de tomo y lomo. Así que decido que esto no puede seguir así, y las canciones no bastan: hay que recurrir a estrategias de choque.
Mi actuación estelar comienza durante la cena el domingo por la noche, cuando le pido a Zacharías que me ataque con un plátano. Zacharías se niega, pero Susan acepta tomar el testigo, así que la venzo soltándole el tigre de bengala. A uno de primero que se atreve a esgrimir una naranja contra mí, le suelto la plancha de 5 toneladas. Y a Ernie, a Ernie que me tira un par de uvas a la cabeza, le pego un tiro al corazón. La ventaja de ser mago es que puedes añadir efectos especiales con la varita a tus reposiciones de las mejores escenas de "Defensa personal contra frutas", mi escena favorita del Flying Circus (en casa, a falta de permiso para usar la magia, no podía). La desventaja, que nadie más ha oído hablar de los Monty Python. Pero eso no quita que, aunque mis amigos den ya mi cordura por perdida, los pequeños no se lo pasen bomba cuando nos ponemos jugar a la Inquisición Española en la sala común. Es una forma de sobrellevar la tensión que se respira en Hogwarts. No sé aún cómo he convencido a dos niños de tercero para que sean mis acólitos, pero enfundados en nuestras túnicas a la altura de la nariz, nos dedicamos durante media hora a dar sustos a los que vuelven de la biblioteca, saltando desde detrás de la puerta al grito de: "¡¡NADIE SE ESPERA A LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA!! TA-CHAAAAN"
"¿Que no?", dice Ernie, que regresa uno de los últimos, a
tiempo para mandar a los pequeños a la cama."Ya debe de haber llegado aquí
también. Mira el tablón"
Todos nos acercamos corriendo al tablón de anuncios, incluido Zacharías, quien iba
detrás de nosotros con un gorro cobrando entrada a los que miraban cómo asaltábamos a la
gente. En efecto, hay un nuevo decreto de Umbridge. Esta vez, prohibiendo a los
profesores que den más información a los alumnos de lo que les corresponde.
Y todo por la fuga masiva de los mortífagos de Azkabán. Llevamos unos días en
los que no se habla de otra cosa. Susan está que se sube por las paredes, ya que
uno de ellos mató a la familia de sus tíos, y ahora que se ha removido la tierra
enterrada, no dejan de hacerle preguntas morbosas.
"¡Estoy harta! ¡No sé cómo Harry lo aguanta, año tras año, de verdad", dijo
después de un par de días Incluso la oí confesándoselo en Herbología. Yo
prefiero no pensar mucho en ello, porque da bastante cague. Cedric es la prueba
más evidente de que no estamos seguros ni en Hogwarts. Y en Hogwarts encima
tenemos a esa...arpía.
"Tampoco es que los profesores estuvieran muy dispuestos a hablar del tema",
comenta Ernie, "pero esto demuestra que el Ministerio está tenso."
"El Ministerio tendrá que acabar aceptando la verdad", comenta el nuevo capitán
del equipo.
"El Ministerio sabe la verdad. Otra cosa es que no quiera admitirlo
públicamente", responde una de séptimo.
"Oh, vamos, ¿pensáis que van a lamerle de nuevo el culo al niño Potter?", se ríe
Zacharías con desdén.
Y entre unos y otros empiezan a discutir que si el Ministerio, que si Dumbledore,
que si Potter, que si patatín. Y como veo que Ernie se aleja hacia los sillones,
lo sigo y lo empujo, como quien no quiere la cosa.
"¡A usted le teníamos reservada la peor de las torturas, caballero! ¡A él con el
sillón confortable!"
"¿Qué haces Justin?", se ríe, cayendo de culo al sofá que mis acólitos
acercan. Luego, nos dejan a solas y se van a asustar a la gente por su cuenta,
hasta que oigo que una niña le da una torta a uno de ellos, poniendo punto y
final a la función. Pero como la función debe continuar, yo sigo
a lo mío. Me planto delante de Ernie, colándome entre sus piernas abiertas,
y le acuso con el dedo .
"¡Confieeeeeeeese!"
"¿Qué tengo que confesar?"
"¿Dónde ha estado hasta ahora?"
"¿En la biblioteca?", responde con aburrimiento.
"¡Ajá!"
"¿Qué?"
"¿Cómo es posible que hasta en domingo pase tantas horas quemándose los ojos?"
"Justin..."
"Confieeeeeeese."
"¿La verdad? No hay nada mejor que hacer."
"¿Cómo puede decir eso, si tenía aquí a la Inquisición Española, esperándole."
"¿No habíamos quedado en que nadie se espera a la Inquisición Española?"
"Pero ella sí puede esperar. Y tiene muuuuucha paciencia."
"Paciencia la mía, y la que hay que tener contigo. ¿Me vas a quemar en la
hoguera o puede esperar hasta mañana? Tengo sueño, Justin."
"¿No va a confesar, entonces?"
"¿Qué quieres que confiese?"
Me aseguro de que nadie nos oye, y entonces me acerco aún más para decirle:
"Sabes cuando las mujeres, ya sabes,
empiezan a preocuparse demasiado, tú me entiendes, por
lo que hagan o dejen de hacer los hombres", me siento en el reposabrazos, le
empiezo a dar codazos y le guiño un ojo, " ya sabes, ya
sabes, tú me entiendes. "
"Pues no, no te sigo, Justin."
"Si hombre, cuando empiezan a hacerte preguntas, ya
sabes, sospechosamente interesadas sobre alguien que pensabas
que no le interesaba, ya sabes, o que hasta
le caía un poco mal, tú me entiendes."
Ernie arquea una ceja.
"¿Me estás hablando de Hannah?"
"Ahí le has dado, AHÍ le has dado. Y es que yo pienso que cuando alguien se
empieza a mosquear porque una persona mire mucho a otra, es que algo hay,
¿verdad?"
Ernie arquea las dos.
"Ya sabes, tú me entiendes. No me digas más. NO me digas más", sonrío.
"¿Ha hablado de esto contigo Hannah?¿Te ha dicho algo?"
"No explícitamente, ya sabes, pero ha dejado caer cosas, tú ya me entiendes. No
digas más."
"¿Qué quieres que te diga? Si me parece que sabes de esto más que yo.
Ahora, Justin, en serio, necesito dormir. Estoy que no me tengo en pie. Y aún tengo
que acostar a los pequeños."
"Está bien", le tiendo la mano, para ayudarle a levantarse. "Entonces, ¿contigo
no ha hablado nada?"
Menea la cabeza, con una extraña sonrisa. No está torcida del todo, pero tampoco
es alegre.
"¿De qué te ríes?"
"De nada. Me hace gracia que a ti te vaya a pedir consejo...y a mí me los dé."
"No vino a pedirme...¿de qué te da consejos a ti?"
"Ya sabes, tú ya me entiendes, no me hagas decir nada más."
Cuando las clases con Harry se
reanudan, todos nos lo tomamos muy en serio. Con tanto mortífago suelto
de nuevo por el mundo mágico, defenderse no es un logro, es una
necesidad vital. Aunque a mí lo que más me gusta de estas clases son las charlas
que se organizan en los descansos y la cantidad de información interesante que nos
intercambiamos entre las casas. No sabía, por ejemplo, que si Umbridge asistía
ahora a todas las clases de Hagrid, y por lo que parece también a las de
Trelawney, es porque los tiene a prueba. ¿Quiere eso decir que puede llegar a
despedirlos si considera que no cumplen su papel? A nadie le importa mucho el
destino de ninguno, pero resulta bastante molesto tenerla en clase poniendo
nervioso al profesor, todos estamos de acuerdo. La verdad es que más de uno
pensamos en ella cada vez que practicamos un ataque. Yo pienso más en
Quien-tú-sabes, lo malo es que no sé qué aspecto tiene, así que me imagino a Umbridge con una capa negra que casi oculte su cara,
en plan villano de las pelis, y sirve para concentrarme.
Al menos lo justo para no oír la estupidez de no-conversación, porque no
llega a tanto nivel, que suelen mantener Harry y Cho cuando éste viene a
alabarle lo bien que mueve...la varita la niña.
"Pues yo creo que Neville está mejorando muchísimo", me dice Luna, con
la vista perdida esta vez hacia
el aludido."Llevo mirándole un rato, y apenas falla."
Lo observo unos instantes y compruebo que es cierto.
"¡No podemos quedarnos atrás, entonces! ¡A por ellos, Luna!"
"¡Ayeeeeeeeee!"
"¡Auuuuuuuuuu!"
"Lo siento, Justin....um...¿estás bien?"
Me levanto del suelo, recojo mi dignidad perdida por vez doscientas treinta y
cinco mil, y reúno fuerzas para responder:
"¿Se puede saber a quién ves tú cuando me lanzas tus ataques?"
"Eso, como los buenos secretos, no se dice."
Sin embargo, la mañana de San
Valentín, Luna me regala una chocolatina ("Porque hay que dársela al chico que
mejor se porta contigo y más caso te hace, no al que quieres que te lo haga. La
gente no sabe nada.") y
me cuenta un secreto al oído. Me lo cuenta rápidamente y sin muchas
explicaciones, del mismo modo que habla de monstruos de dudosa existencia, como
si fueran algo lógico y natural. Pero la repercusión de sus palabras puede
significar mucho para mí. Aún las estoy meditando mientras me pongo el abrigo y
los guantes en la sala común, cuando sube Zacharías, ya dispuesto, y retoma sus
despotriques sobre la traición infame de Susan, que cada vez nos hace menos
caso, que ya ni viene con nosotros a Hogsmeade. Tampoco es que antes estuviera
siempre pegada a nuestras faldas, digo yo. Siempre ha sido bastante
independiente. A Hannah, en cambio le sigue costando más socializar fuera del círculo. Zacharías es
un fracaso social, directamente. Pero eso no se lo digo.
"¡Pero qué tienen esos endemoniados Ravenclaw que todo el mundo quiere uno!",
protesta al fin.
"Eso me pregunto yo de los Gryffindors", replica Hannah, con una
mirada cargada de intención, calzándose el gorro.
"¿Los Gryffindors? Los Gyffindors tienen un buen equipo de Quidditch, eso es lo
que pasa", responde Zacharías, quien recibe la inmediata aprobación desganada de
dos del equipo. Otro, en cambio, responde:
"Más bien, lo tenían. Desde que han dejado a los gemelos Weasley y a Potter
fuera de juego, el camino hacia la copa se ve más despejado. Sólo habrá que
preocuparse de las mujeres, en realidad."
"¡Quién nos lo iba a decir, chicos!", se ríe el
rubiales, terminando de ajustarse el abrigo.
"Sí, imagino que hay una en particular que no te deja dormir por las noches, ¿me
equivoco? A este paso, te dejará fuera de combate antes de que empiece el
partido siquiera", le espeta Hannah, y acto seguido me agarra del brazo y
tira de mí hacia
la entrada. "Anda Justin, vámonos, que nos va a dar el mediodía aquí a este
paso."
"¡En qué quedó lo de salir en comando!", protesta una de tercero, a la que le
encantan las historias de días Hufflepuff felices.
"El Comando-H no tiene por qué ir junto a todas partes, ¿no? Nos veremos en
Las tres escobas, como siempre", responde Hannah la prefecta. Los demás
murmuran un asentimiento. Y los demás, la verdad se ha dicha, son pocos. Hay
demasiadas parejitas entre los mayores, incluyendo los nuestros.
"¿Y Ernie?", pregunto yo, mirando alrededor. No le he visto subir de las
habitaciones. De hecho, no le he visto bajar del desayuno siquiera.
"Ernie nos espera arriba. Tenía que terminar no sé qué ejercicios con
Anthony antes de salir. O si no se le altera el plan de estudios."
"...y entonces un temblor infernal anuncia el fin del mundo, mientras que la
tierra se abre y se traga el castillo, a sus ocupantes, y hasta a los
fantasmas", termina Zacharías, alcanzándonos y poniendo los ojos en blanco,
antes de preguntar a Hannah qué ha querido decir con eso de "dejarle fuera de
combate", que se explique; y que ésta se haga la misteriosa hasta que nos
reunimos con Ernie, que es cuando finge, de forma clara y cristalina, que pasa
olímpicamente del tema y de Zacharías.
Jamás entenderé el mensaje de San Valentín, ni por
qué la gente le da tanta importancia. Imagino que estar desparejado es una buena
razón para no intentar siquiera comprenderlo (el año pasado bien que cantaba por
estas fechas). Pero incluso forzándome a imaginar
un doloroso aunque precioso futuro alternativo en el que Cedric aún siguiera
vivo y pudiéramos pasar este día juntos, mi idea de un San Valentín perfecto
seguiría siendo una fiesta con amigos en Las tres escobas, y una velada
de madrugada a solas con Cedric. Como cualquier otro día feliz. Y mejor no
recordar, pero recuerdo, que Cedric solía pasar los sábados de Hogsmeade en
compañía de cierta arpía que se ganó su beso con tretas baratas de mujer.
Apenas hemos comprado unos caramelos y hemos dado un paseo, por andar, y
porque a algunos de tercero que se nos han pegado aún se emocionan cuando ven de
cerca la Casa de los Gritos, cuando empieza a llover a cántaros. Alguien comenta
que viva el entrenamiento aguado de Gryffindor.
"¡Y a mí qué!", dice otro, "Por mucho que entrenen no van a hacerse buenos en
una semana, pero a nosotros se nos acaba de aguar la excursión."
Alguien propone que corramos, y casi todos le siguen sin pensarlo. Hannah dice
que quiere ir a Dervish & Bange's, y Zacharías replica que va a donde ella
quiera, pero que sea rápido, que no le gusta mojarse la cabeza. Luego va
despotricando a cada charco. Ernie se echa a reír, y yo tampoco me puedo
aguantar.
La risa, sin embargo, se me seca en la garganta cuando
pasamos por delante de la cafetería de Madam Puddifoot justo cuando la puerta se abre. Vagamente
soy consciente de que los otros también se han parado en seco siguiendo mi
involuntario ejemplo.
"Chicos, tengo una extraña sensación de deja vù. ¿No es esa Cho Chang?",
pregunta Hannah.
"¿Y llorando?", completa Ernie, comentando lo obvio.
" ¡Hala!¡Qué leche ha estado a punto de meterse! ¿Pero a dónde va con esas
prisas?", Zacharías la sigue con la mirada.
"¡Mira, ahí sale Harry!", exclama Hannah, y todos nos volvemos.
"Demasiado tarde, Cho se ha metido en Honeydukes", observa Ernie. Esto
parece un partido de tenis.
"Que no Harry, que no busques, que se te ha ido", se ríe Zacharías. "Para los
reflejos que tiene de buscador, Cedric le ganó también en esa."
"¡Ay pobre, mírale qué chafado está!", dice Hannah.
"¿Qué chafado? Lo que está es de mala leche, y con razón. ¿Es que nunca va
a cerrar el grifo esa pava? A saber qué
numerito le ha montado ahí dentro la muy..."
"Justin, no seas así. Igual Harry le ha dado algún disgusto. Y además, pienso
que ni Cho se merece que la traten mal." Hannah siempre comprensiva.
"Lo que esa chica se merece es un premio, después de todo. No es fácil
protagonizar la misma escena dos años seguidos", comenta el rubiales, divertido.
"Los que nos lo merecemos somos nosotros, por estar siempre aquí cuando pasa",
dice Ernie. "Pero Justin no necesita torturarse más, ¿verdad, Justin? Está lloviendo a cántaros,
anda vamos a..."
"Harry está mejor sin ella...", digo sin pensar mucho, mientras me hacen andar
deprisa hacia Dervish & Bange's.
"¿Harry? ¿Desde cuándo te vuelve a importar lo que...?", comienza Ernie.
"¿Sabéis que Luna va a conseguir una entrevista para la revista de su padre, el
Quisquilloso? Una entrevista de Harry Potter, contando toda la verdad sobre lo
sucedido la noche que mataron a Cedric."
Ahora la lluvia torrencial ya no importa tanto, ¿verdad?
"¿Cómo lo sabes?" Ernie se ha quedado tan helado como los otros.
"Me lo ha contado Luna esta mañana. Hermione Granger lo ha organizado todo."
No sé cuándo se publicará, pero no puedo esperar a leerlo. Y por la cara de mis amigos, me temo que ellos tampoco.
El domingo por la noche, después de un entrenamiento feroz
bajo la lluvia, el equipo se reúne alrededor del brasero central para entrar en
calor, por dentro y por fuera. El nuevo capitán llegó tarde a su cita ayer y
todo por echar un vistazo al entrenamiento de los Gryffindors. Algunos a eso lo
llamarían espiar, pero él insiste en que es una mera "supervisión de rivales".
Más de la mitad de la casa está sentada a su alrededor, en sillas o en el suelo.
Hasta los de quinto y séptimo. Estamos todos muy pendientes de este partido. Y
de las palabras del capitán quien, no, no es Cedric, pero se esfuerza por llenar
el vacío (lo cual le causa bastante ansiedad, todo hay que decirlo). .
"...así que el sábado que viene, tenemos que salir a ganar. Sin miedo, sin
tregua, sin duda", concluye con decisión.
"No podemos perder contra esa panda de paquetes", añade Smith, mirándolos a
todos con fiereza.
"Podemos caer bajo, pero no tan bajo", asiente otro de los cazadores.
"Les ganaremos por goleada", promete la tercera cazadora.
"Y Summerby atrapará la snitch, sin importarle lo buena que esté la buscadora
del equipo contrario, ¿verdad, Summerby?"
"¡Atchús!", asiente con vigor el jugador revelación de la temporada, nuestro
flamante nuevo buscador.
"¿QUÉ TE PASA, SUMMERBY!¿QUÉ TIENES! NO TE ME IRÁS A PONER MALO AHORA,
¿verdad?", lo agarra el capitán por los hombros, sentado como está a su lado.
"No", coge un pañuelo y se suena los mocos, "debe de ser el
tiempo....como paso tanto aburrido ahí arriba mientras los demás os
movéis de un lado para otro...pero es sólo un enfriamiento, nada más. Mañana se me pasará.
Qué sí, hombre, pierde
cuidado, capitán. "
Pero la lluvia nos martiriza durante unos cuantos días, y el miércoles Summerby
acaba postrado en la cama con 39 de fiebre. El capitán llora en una esquina
después de la hora de cenar, abrigado por la cazadora y el otro golpeador, que por
cierto son pareja desde esta misma tarde, así que más se abrigan entre ellos dos cuando el
capitán esconde la cabeza entre las manos y se desespera. Los rumores cuentan
que el golpeador se ha declarado aprovechando que han coincidido en la visita de
las 5 a Summerby. Por lo visto, como éste estaba dormido, o al menos lo parecía,
se han quedado cada uno a un lado de la cama, hablando y hablando un poco de
todo,
hasta que él se lo ha soltado a bocajarro, agarrándola de las manos por encima
del bulto febril inconsciente para decirle "¿Quieres salir conmigo?". Creo que han
consumado la aceptación con un buen morreo. O eso le ha dicho Summerby a
Zacharías cuando ha ido a verle poco después con el capitán. Como el capitán se
ha limitado a decirle que deje de delirar y que POR FAVOR haga todo lo posible
por ponerse bueno antes del sábado, y luego se ha marchado enseguida para no
ofuscarse más, el pobre Summerby se ha desahogado con el rubiales, porque lo ha
pasado bastante mal todo ese rato, fingiendo que su cuerpo estaba ahí, pero no
su espíritu, que combinados en el esfuerzo han aguantado las ganas de toser
durante al menos diez minutos. En cambio, el comprobar que no eran delirios, sino que Summerby decía la verdad al encontrarse a los dos enrollándose en el sofá grande
nada más llegar a casa, ha levantado un poco la moral al capitán. Sólo un
poquito.
"Capitán, tú no te preocupes, que si hace falta busco yo", le dice todo
dispuesto Zacharías. A lo cual Hannah le espeta que lo que está buscando es una excusa
para atosigar a la Weasley de cerca.
"¿O es que tienes miedo de fallar ante su hermano?"
Estas insultantes palabras, que ni yo le habría dicho en broma en un momento de
relax total, digamos, con tres litros de firewhisky encima, inician una
bronca de dimensiones absurdas en la que Zacharías acaba dejando a Hannah contra
la espada y la pared, preguntándole a las claras y exigiendo una respuesta,
sobre qué demonios le importa a ella si practica maldiciones o se la *PIIIIIIIIIIIIIIIIIIII*
pensando en Ginny Weasley. Que está harto de escuchar estupideces. Llevan así
desde el sábado, pero esta vez el tono de Zach la pilla por sorpresa; y la debe
de haber dolido, porque sin más se va a llorar a otra esquina, sola y
desconsolada. Ernie está estudiando en la biblioteca, y Susan también (pero
estudiando a Boot, probablemente); y a mí me aparta de su lado. Como el
rubiales se ha ido con el mohín a otra esquina, mordiendo a todo el que se
acerca, y ya sólo queda una libre, animo
a un par de aspirantes a bardos a que toquen un rato conmigo, a ver si con la
música conseguimos amansar a las fieras.
Alguien me tira un cojín a la cabeza cuando entono el primer verso de "Love
is in the air..."
Cabrones desagradecidos.
Los rumores de la entrevista que Harry a concedido van pasando un poco de mesa en mesa, aunque nadie le da mucha importancia hasta que no lo vean por escrito. En cambio, en nuestra mesa hay una tensión creciente a medida que el viernes se acerca y Summerby sigue postrado en la cama, con el capitán a su lado dándole una cucharada de sopa y otra de remordimientos de conciencia, por el apuro en el que pone al equipo si al final no puede jugar.
El viernes a mediodía Madam Pomfrey lo suelta con la
condición de que no le hagan entrenar y que se ponga el termómetro cada dos
horas. Si por la noche no ha bajado de 38, que es lo que suele tener después de
cenar, nada de jugar mañana.
"No hay presión, no hay presión", murmura Summerby, con unas ojeras tan largas
que podría caminar con ellas. Pero parece aliviado de salir un poco de la cama.
El capitán se lo lleva envuelto en una manta por los pasillos, como si
fuera una posesión preciosa, rodeándole los hombros con un brazo. Tiene tal cara
de psicópata que hasta un grupo de pequeñajos de Gryffindor se apartan a
su paso. Zacharías y yo seguimos al resto del equipo de cerca.
Por la noche, antes de irnos a acostar, el capitán nos
mandá a buscar a los que siguen aún desperdigados por el colegio.
"Es la hora", nos dice.
"Es la hora", le digo a Ernie y a Hannah en la biblioteca.
"Es la hora", voy oyendo por el pasillo de camino de vuelta a la sala común.
Hufflepuffs que salen de los baños y de los dormitorios.
Cuando por fin estamos reunidos alrededor del brasero, la tensión que se respira en el aire se
puede cortar con cuchillo. Durante unos segundos, no se oye ni una mosca. El
silencio termina cuando Summerby estornuda.
"Capitán, ya han pasado los 5 minutos", anuncia Zacharías, mirando su reloj.
Todos lo miramos, expectantes.
"Vamos allá", anuncia, remangándose.. Con cierto tembleque, mete la mano por debajo de
la manta y de la túnica, hasta llegar al sobaco de Summerby. Instantes después,
la vuelve a sacar, mira el objeto en su palma, y sonríe:
"37.5".
"¡BIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN!", comenzamos a aplaudir con exclamaciones
triunfales, vítores y gritos de guerra.
"¡SÍ, MAÑANA TENDREMOS BUSCADOR!"
"¡Un hurra por Summerby! Summerby SÍ que es NUESTRO rey!"
"Pero yo aún me encuentro muy malito..."
"Tonterías, chaval, tú estás sano como una roca", le palmea la espalda el
capitán, conteniéndose a tiempo, justo a tiempo, para no abrazarlo.
"Cuando acabes el partido puedes volver a la cama, hombre. Piensa en ella cuando
quieras animarte", le dice Zacharías con una enorme sonrisa.
Sin embargo, nuestro buscador debía de tener más ansias que
ganas por agarrar la cama el sábado, ya que en el último momento, en el momento
clave y crítico del partido, cuando tiene que disputar la snitch con la menor de
los Weasley, cuando está a punto puntísimo de cogerla, cuando pensamos que en
verdad vamos a derrotar a Gryffindor por goleada (el marcador va 240 a 80),
cuando está virtualmente en su mano...
"¡Atchús!"
...Summerby estornuda. Y Ginny Weasley atrapa la snitch.
Pero una victoria es una victoria, aún sin las estrellas
del equipo rival, y ese factor le salva
del linchamiento. Ese factor y Madam Pomfrey, que ha venido corriendo al campo
para llevárselo con ella de nuevo a la enfermería a pasar el resto del fin de semana.
Espero que le dé alguna droga que le impida acordarse de lo que ha pasado. Qué
demonios, tendría que dársela a todo el equipo para que funcionara. Es igual.
"¡Casi los machacamos!", comenta uno de los cazadores, de camino a los
vestuarios. Hemos bajado en tromba a darles la enhorabuena, que se lo merecen.
"¡Casi aplastamos a Gryffindor!"
"Elimina el casi, ¿quieres? La snitch era nuestra. Ha sido mala suerte",
responde Zacharías.
"Hemos ganado", comenta el capitán, quien aún lo está asimilando.
"¿Habéis visto a ese Weasley intentando parar la Quaffle?", se ríe una de sexto.
"Creo que en el próximo baile voy a adoptar esa coreografía", y lo
imita...demasiado a la perfección. Sus amigas se ríen. Zacharías y los demás se
carcajean, y pronto hay una oleada de imitaciones, que degeneran luego ya en la
sala común en un concurso a ver
quién representa el "pilla el punto a Weasley" más sonado:
"Y este fue el 80 a 0", dice la cazadora, antes de
agitarse hacia atrás con un brazo nadando hacia delante.
"¡El mejor ha sido el 140!"
"¿Y habéis visto el definitivo, el 240?", cuenta uno de cuarto, quien hace un gesto de
incredulidad con la cara y con los ojos que nos tiene a todos por el suelo medio
minuto.
"Yo creo que nada supera la cara que puso cuando su hermana atrapó la snitch",
dice Ernie."Es como si estuviera condenado a muerte y le hubieran salvado la
vida en el último minuto."
"Ginny es buena", comenta Susan. "Terry dice que lleva entrenando años en
secreto cuando sus hermanos no miraban. Se lo ha contado Michael."
"Vamos, que no es generación espontánea"
"Los gemelos también son bastante buenos", añade uno de los golpeadores.
"Sí, sin ellos en el campo ha sido todo mucho más fácil", admite el cazador.
"Pero al final hemos ganado por nuestros propios méritos, muchachos. Igual que
la otra vez", sentencia Zacharías, con un tono que no admite réplica, a menos
que quieras discutir con él, y yo me abstengo de comentar que Cedric no lo vio
así en su día, pero acabó aceptándolo para no aguar la fiesta. Y es que sí, la otra vez también ganamos justamente, pero...
"Hemos ganado", insiste el capitán, que vuelve a llevarse las manos a la cabeza.
"De verdad que no me lo creo"
Todo se hace más creíble cuando llega la cena especial de campeones que nos hacen llegar a casa
y empezamos a celebrarlo a lo grande.
Con canciones y efectos especiales, el "Weasley dance" y un par de parejitas dando
la nota por los sofás, tenemos el casi-desbarre Hufflepuff garantizado. Hannah
está aún un poco resentida por las palabras de Zach, pero éste está tan contento
por la victoria, que en cierto momento le ofrece su botella de cerveza de
mantequilla, y ella la acepta sin pensar.
"¡Un beso indirecto!", exclama una de séptimo. Otros se ríen. Y luego pasan del
tema enseguida. Pero Hannah le devuelve la botella sin mirarle, y Zach está como
un tomate. Lo último que oigo es a él diciendo "Oye mira, que lo del otro
día...", al tiempo que se sienta a su lado en el sofá, antes de que algo enorme
me tape la visión en el mío. Miro hacia arriba y me encuentro a Ernie, algo más
serio incluso de lo habitual, que me dice: "Yo me voy a la cama ya", y luego en
voz apenas audible: "¿Te vienes?"
"No, creo que me quedaré un poco más. Quiero ver en qué acaba la noche", y
señalo con la cabeza detrás de él.
Ernie los observa unos instantes, se vuelve de nuevo hacia mí, y dice:
"Cuando te canses de mirar a los demás, y quieras empezar de nuevo a tener
vida propia,
me avisas."
Eso me deja un poco helado y pensativo. Y eso que estoy rodeado por
gente que no deja de hacer bromas y de cantar desafinando ya y con temas...nada
recomendables para menores de quinto, por lo menos. Pero no han pasado ni quince
minutos, cuando me pongo en pie, me despido y me voy al cuarto.
Los demás están todos arriba. La luz está apagada. Ernie ni
siquiera está leyendo hoy. En el último momento, me doy cuenta de que no me he
lavado los dientes. Bueno, por un día...
"¿Ernie?"
"¿Qué quieres?", responde una voz de ultratumba. Bien, no está dormido aún.
"Eres un mamón."
"¿Y eso a qué viene?"
"Primero me haces proposiciones indecentes, y luego te vas a dormir antes
siquiera de que pueda aceptarlas."
"Tú no aceptas ni las buenas noches, Justin."
"¿Oh?", respondo, con una rodilla en su cama. Hoy me siento atrevido. Y eso que
sólo bebo cerveza de mantequilla...
"¿Qué haces, Justin?"
"Hacerte sufrir."
"Eso se te da bien."
"¿De verdad?"
"Hoy has cantado doce canciones, Justin. Doce. Que las he contado. Sólo tres
eran nuevas. Si a eso no lo llamas tortura..."
"¡Ja! Nadie más se ha quejado."
"Eso es porque te ignoran, bardo pardillo."
"¿Y tú, por qué no lo haces, si tanto te duelen los oídos?", murmuro, al tiempo
que mi rodilla choca con la suya. Ya no puede huir más sobre el colchón.
"Porque soy el único imbécil que te escucha, cuando los demás ya se han ido a
otro lado."
"¡Ataque de la manta humana!", exclamo, mientras que caigo todo lo largo que
soy, encima de su tripa. Ernie protesta, pero como está atrapado bajo mi peso,
no hay mucho que pueda hacer.
"Justin, que pesas."
"Tú pesas más", le digo, levantando el pijama y restregando mi cara contra su tripa, "Y cómo se nota
que últimamente no haces mucho ejercicio". Ernie no responde. Sigo
restregándome, al tiempo que voy bajando, voy bajando, hasta que llego al
pantalón del pijama. Ahí es cuando yo empiezo a lamer, y Ernie, a gemir. Sigo el
rastro con mi nariz, mientras que mis manos van apartando el gran obstáculo, y
cuando encuentro lo que busco, me deshago en lametones, hasta que decido hacer
las cosas a conciencia. A estas alturas Ernie está intentando ahogar en vano los
gemidos, mientras con sus manos en mi cabeza alienta mis acciones. Al final hace
lo más sencillo: me agarra las piernas, me baja los pantalones, y me devuelve el
favor. Creo que esto tenía un nombre científico. Qué más da. No es la primera
vez, ni será la última.
Cuando los dos nos hemos quedado a gusto, y mientras recobramos el aliento, se
me ocurre que no es una postura digna para que nos encuentren nuestros
compañeros de habitación. Estoy pensando en cómo moverme, cuando es Ernie el que
se incorpora, me hace a un lado suavemente, se sienta en la cama, y sé que está a punto de
decirme algo, de hacerme algo, de agarrarme los brazos...pero la puerta se abre y
de un salto me meto en mi cama antes de que la luz de una varita intente dar
cuenta de nuestro estado.
"¡Apaga eso, que hay quien quiere dormir!", chillo con medio fuelle, que es más
del doble de lo que en realidad me queda, con el corazón aporreándome el
esternón y haciendo eco-eco en mis oídos.
"Bueno, bueno, ni que fuéramos a seguir la fiesta. Para eso ya se bastan los de
sexto, que tienen montada una en su dormitorio... Hasta algunas de las chicas se
han metido."
"Adivina quiénes no se despegan hoy."
"Pues a mi también me gustaría que me dedicaran 50 puntos, oye. Y más si luego
me dan un beso por cada bludger que he desviado por ella."
"¿Estás celoso?"
"¿Yo? Estoy hasta las pelotas de ellos, las tres."
"¿Y Zach, qué? ¿Algún avance?", les pregunto.
"Nah, han hecho las paces y se han ido a dormir como niños buenos. Bueno, en el
dormitorio de él no creo que se duerma mucho esta noche."
"Pues para compensar, a ver si nosotros podemos dormir por todos ellos. O, al
menos, DORMIR."
"Yaaaaa vino el prefecto a joderla."
"Ernie, tío, relájate."
"Ya estoy relajado."
"Cómo no, sí me puedo imaginar para qué propósito deshonesto te has venido
al cuarto tú solo antes que nadie..."
Ahí lo han pillado. Y a mí se me suben aún más los colores.
En la oscuridad no puedo ver la cara de Ernie, pero su tono indicaba fastidio
profundo. Al menos no se ha dignado a responder a la última pulla. Total,
sabemos que los otros lo han hecho más de una vez porque yo pillé a uno y Ernie
al otro hace un año o dos. Es fácil creerte que estás solo en el cuarto, feliz
en la intimidad de tu cama, y que de repente alguien se haya dejado un libro o
el rollo de pergamino o los calzoncillos y, como no te enteres de que la puerta
se ha abierto, te arriesgas a que ese momento sea inmortalizado en el
anecdotario del curso para la posteridad. Peor lo deben de llevar los compañeros
de curso de Colin, no obstante. No quiero pensar lo que tiene ese chaval en su
colección fotográfica privada. En mi casa estoy a salvo, creo. Anda que no ha
llovido, y lo tranquila que sigue siendo mi vida, cuando no me provoco estos
sobresaltos por...necesidad irresistible de alterarla. Hasta qué punto quiero
hacerlo, no lo sé. Pero ya no tengo tantas dudas idiotas ni remordimientos
duraderos antes y después respectivamente de seguir impulsos como el de esta
noche. Además, hay que reconocer que Ernie me lo había dejado en bandeja. ¿Se habrá
dormido? ¿En qué estará pensando ahora mismo? Oigo a los otros comentar un par de jugadas más, de antes y durante la
fiesta, y caer como troncos al poco rato. Es entonces cuando me doy cuenta de
que aún tengo los pantalones hechos un burullo alrededor de los tobillos por
debajo de la colcha. Demonios, ni siquiera me he puesto el
pijama. Me levanto para solucionarlo, y no he hecho más que tirar la túnica y
los pantalones al suelo, cuando oigo que Ernie se levanta de un salto y se queda
de pie justo detrás de mí, con la respiración desbocada. Él se ha quedado
parado, y yo me he quedado rígido, esperando su siguiente movimiento. Cuando no
lo hay, comprendo: está esperando mi reacción. Date la vuelta,
Justin, vamos, date la vuelta..., me digo, me repito, me insisto. Pero mi
cuerpo no se puede mover, no hay más impulsos. No hay más atrevimiento por esta
noche. Lo noto, lo sé, lo...siento.
Al final es Ernie el que se da media vuelta y vuelve a su cama, desistiendo.
El domingo Ernie pasa todo el día en la biblioteca. Ni
siquiera le veo a la hora del desayuno, debe de haber madrugado más que nadie.
Me siento un poco mal. Quiero hablar con él, de cualquier tema menos de anoche,
claro, pero no me atrevo a molestarle mientras estudia sin una buena razón.
Ernie se toma muy en serio sus horas de rigor, y es algo que quiero respetar,
como buen amigo que soy. Las veces que paso por detrás y le soplo la nuca o le
escribo "cerebro frito" en la mano o le garabateo tonterías en los apuntes, para
seguir luego mi camino como si nada, no cuentan.
Después de comer me paso con Zach a ver a Summerby, quien parece encontrarse un
poco mejor, y de quien el capitán no se separa ni un minuto, no sé si porque se
siente culpable de haberle hecho jugar con fiebre, o porque quiere hacerle
sentir culpable a él por haber perdido la snitch delante de sus narices. No me apetece estudiar, pero decido
que es mejor que termine los deberes antes de la hora de la cena, y vuelvo a la
sala común a por mis cosas. Zach dice que necesita recuperar un poco de sueño de
la noche anterior, así que me subo solo a la biblioteca. Al entrar veo a Ernie en su sitio de
siempre, concentrado al máximo. Con mucho sigilo, me acerco por detrás, apoyo la
barbilla en su cocorota, y le masajeo los mofletes.
"Te estás acorchando, señor prefecto", le susurro, y me deleito con su
sobresalto.
"¿Has venido a estudiar o a tocarme los...", susurra con poca
paciencia.
"A estudiar, a estudiar. Tengo que terminar una traducción de runas."
Me siento rápidamente a su lado, pero al retirarme dejo que mi mano se pasee por
su nuca como quien no quiere la cosa. A Ernie le da un escalofrío, pero sigue a
lo suyo. Estudiamos en silencio, uno junto al otro, durante varias horas, hasta
que llega el momento de las lecciones de apoyo de Estudios muggles que sigo
dando los domingos junto a los otros compañeros de familia anormal. Antes de
irme, garabateo un "Siento lo de anoche, lo de después" en un papel que le
suelto con la varita encima de la línea que estaba subrayando en ese momento, y
que queda como la espalda de un camello. No me llega respuesta después, pero le
noto algo más sonriente en la cena.
El lunes sale por fin el ejemplar del Quisquilloso,
que la sapo no tarda ni dos minutos en prohibir con un nuevo decreto educativo.
Bueno, si nos hemos enterado de que ha salido ha sido gracias precisamente al
decreto de marras. Ernie ha conseguido una copia camuflada de la entrevista de
Harry, que por suerte estaba ya en su poder cuando Umbridge ha registrado al
dueño original, y todos la leemos a escondidas después de cenar y la comentamos
en las duchas. No sé en las otras casas, pero en la nuestra quedan ya pocos que
duden que lo que le pasó a Cedric fue un accidente. Muy pocos. Y la mayoría es o
porque son demasiado pequeños y por tanto no conocieron a Cedric, o porque no
saben aún que pensar.
Esa noche me da la vena y me quedo estudiando en un sofá aún después de que
todos se hayan ido a dormir, algo que no creo que pueda hacer yo, después de lo
que he leído, y me lo he leído tantas veces que me lo sé de memoria. En cierto momento el sillón se hunde a mi lado, donde Ernie ha
vuelto para sentarse con un mamotreto de libro del que no despega los ojos ni
siquiera cuando recuesto mi cabeza contra su hombro mientras me leo el artículo
una vez más, sólo una vez más.
Parece ser que más gente está apoyando ahora a Harry, y que
incluso Cho y él han hecho las paces gracias a la entrevista. La gente sigue
hablando de los fugitivos, del retorno de Quien-tú-sabes, y de quién será el
primero en ser despedido de los profesores, hasta que un buen día, a la hora de
cenar, Umbridge intenta dar la patada completa a Trelawney y echarla de Hogwarts.
Por alguna razón, quizá para demostrar el apoyo a sus profesores y desafiar a
Umbridge, Dumbledore impide que se vaya del colegio, y trae a un centauro para
que dé clases en su lugar. Muchos lamentamos ahora no haber cogido Adivinación
en tercero. Ese centauro es impresionante. Hannah está que babea con él,
mientras que Zacharías ha logrado sacarle ya al menos 200 pegas.
"¡Si lo único que sabe decir es que los humanos no sabemos nada ni lo
entenderemos jamás!"
"Pues yo si sé una cosa, y es que es una criatura preciosa. Mucho mejor que la
histérica de Trelawney."
"¿Histérica? Le dijo la sartén al cazo..."
"¿Qué has dicho?"
"Que esa asignatura me sigue pareciendo un latazo."
"Ya te gustaría a ti montarlo, ¿eh Justin?", me pregunta un compañero
de Zacharías a
traición cuando me pilla mirándolo antes de que entre en la clase once, donde
acaba de entrar Hannah. Quizá se
esté vengando de todas las veces que lo pillé el año pasado en la ducha, acompañado
por uno de último curso que se ya se marchó.
"Pues no...la verdad es que no me va la zoofilia, ni siquiera la mágica."
"Lo olvidaba, a ti lo que te van son los prefectos."
Estoy a punto de arrearle, cuando me doy cuenta de que hacia nosotros
viene Ernie que acaba de salir de su clase de Aritmancia, y para cuando miro
atrás, el de sexto se ha escaqueado detrás de una columna y se dirige a donde
Zacharías lo espera para salir juntos a clase de Hagrid.
"¿Vas a casa? ¿Puedes dejar estos dos libros en mi cama, Justin?"
"Claro."
Han cancelado Estudios muggles porque el profesor se ha ido a investigar no sé
qué evento muggle importante que ocurría hoy, así que tenemos la última hora libre. Supongo
que aprovecharé que la sala común está vacía para adelantar...
...la sala común estará vacía.
"Toma, gracias." Ernie me entrega los libros, que pesan como el demonio, y hace
ademán de irse.
"Espera, Ernie."
...que la sala común estará vacía.
"¿Qué?"
...como mi mente en estos momentos.
"Que...nos vemos en la cena."
Ernie sonríe, desconcertado.
"Sí, Justin, nos veremos como cada día desde primer curso."
"Bueno, en segundo hubo un tiempo que..."
Ernie se queda aún más perplejo, hasta que al fin sonríe de oreja a oreja:
"Oh, ya comprendo. Te da miedo volver a casa solo porque recuerdas aquella vez
en circunstancias semejantes que te encontraste un basilisco por el pasillo, y
quieres que te acompañe. ¿Es eso?"
"¿Qué?", ahora soy yo el que se queda perplejo, "Nononono, sólo quería decir
que...bueno, que nos vemos luego."
"Claro. Pero, oye, a ver si algún día me dices lo que piensas sin más rodeos,
porque se está volviendo complicado contigo. Casi más que con Hannah."
"¿Y a Hannah qué le pasa?"
"Oh, nada, que está muy nerviosa por los exámenes. Dice."
"Dice", asiento, y sabemos que en gran parte es verdad...
"Ahora mismo el que de verdad está preocupado por los exámenes, soy yo. Y
si a ti también te preocupan, más te vale aprovechar cada hora libre que
tengamos, como ahora. A menos que estés pensando en dar ahora Adivinación con
los de cuarto."
"¡Qué dices!"
"Anda, deja de perder el tiempo, coge tus cosas, y bájate a estudiar conmigo,
que si te pierdo un momento de vista, te evades y abandonas el buen camino hacia
los TIMOS."
Pues lo habría hecho, y le habría dado en los morros al señor prefecto, si no
fuera porque los de sexto salen antes de Cuidado de criaturas mágicas por no sé
qué asuntos personales de Hagrid, que ha aprovechado que Umbridge estaba hoy de
visita informativa mensual al Ministerio para escaquearse media hora de su
clase. Zacharías empieza a hablarme de Quidditch, de "Potter y sus teorías del
fin del mundo" y de cómo va a darle su merecido a esos gemelos Weasley la
próxima vez que intenten algo. Yo le pregunto que si antes o después de caer en
su trampa. Pero Zach me ignora y pasa a comentarme que ve muy nerviosa a Hannah
últimamente, más de lo normal. La nota muy irascible, dice.
"Zach, es que tú tienes matrícula de honor en irritar a la gente."
"Ja, ja, muy gracioso. Pero cuando es a Susan a la que grita, por una tontería
de la ropa en su dormitorio, y a Neville Longbottom, por hacer mal la tarea que
les ha tocado juntos en Herbología, como me contaste, o a Ernie, porque dice que
ella se preocupa más como prefecta que él algunas veces, que ojalá la ayudara
más, creo que alguien está perdiendo la perspectiva, y a este paso, el juicio."
Lo de Neville fue algo bochornoso. Pobre. Qué cara se le quedó. Fue como si la
hubieran poseído. Casi abofetea a Dean Thomas cuando éste le dijo a Neville que
no se preocupara, que probablemente ella sólo estaba en uno de esos días del
mes. De verdad que la vi sacar los colmillos. Con lo dulce que ha sido
siempre Hannah...Hombre, ya cuando la conocimos era algo nerviosilla, con
tendencias histéricas. Pero es que como siga así, va a acabar necesitando
terapia.
De momento, Madam Pomfrey ya la ha puesto en tratamiento
serio.
Resulta que hoy le ha vuelto a dar un pronto, la madre de todos los prontos,
y se ha echado a llorar en Herbología delante de toda la clase en un fastuoso
despliegue de autoflagelación verbal. Sprout nos ha hecho a Ernie y a mí
acompañarla corriendo a la enfermería y, por lo bajo, nos ha pedido que la
observemos de cerca de ahora en adelante. Ernie ha ido todo el camino
criticando a los profesores por sorbernos los sesos con los TIMOS, cuando bien
sabemos que están a la vuelta de la esquina. Hannah se ha ido abrazando por
turnos a Ernie y a mí, repitiendo una y otra vez que quiere irse a casa, que no
aguanta más, que se siente muy sola, que está harta de no tener amigas, que no
sirve para nada, que no logra concentrarse, que va a suspender todas, y que se lo
merece, por zopenca. Después de la poción calmante que le ha dado Pomfrey y la
buena siesta que la hemos obligado a darse, está un poco más tranquila. No ha
querido subir a cenar, porque le da vergüenza salir de nuestra casa después del
número que ha montado en clase, así que le bajamos un plato con cositas ricas y
una jarra de zumo y se lo toma con ganas mientras que le dedico un Tunnel of
Love que le hace sonreír de oreja a oreja. Esa canción nos trae tan buenos
recuerdos...Cuando el equipo regresa del entrenamiento, alguien suelta una
pregunta, que es rápidamente acallada. El rumor se ha extendido como la pólvora
por el colegio, pero es mejor que hoy nadie le recuerde a la pobre el bochorno,
les dice Ernie. Sin embargo, los mayores empiezan a contarle episodios similares
de crisis durante sus respectivos quintos cursos, de mayor y menor envergadura,
incluida una hospitalización en San Mungo, por "...estudiar más de 14 horas al
día, así que ya te vas aplicando el cuento tú también, Macmillan", que Ernie
está en ese momento demasiado ocupado discutiendo unos deberes de Aritmancia con
otros dos mayores como para oír. El caso es que Hannah sonríe ya con verdaderas
ganas, y unas niñas de segundo le regalan un par de gorros diminutos que se
han encontrado por el pasillo junto a la puerta de las cocinas y que
transfiguran delante de ella en un par de guantes para el frío. Aunque resultan
demasiado pequeños para Hannah, ella los guarda con gratitud. Cuando el grupo se
ha dispersado lo suficiente como para que no le oigan, yo sí que oigo a
Zacharías decirle en voz baja a Hannah:
"Y no se te ocurra volver a decir estupideces como que te
quieres ir del colegio, porque el día que tú te vayas de Hogwarts iré yo detrás
a traerte a rastras por las coletas. Palabrita de Smith."
Hannah le da un abrazo, Zach se siente satisfecho, y a mí, no sé por qué, la
imagen mental me da la risa, así que hago mutis por el foro y me voy a molestar
a Ernie, fingiendo interés en sus cálculos y luego, mientras él sigue
escribiendo operaciones, dibujándole a él en una esquina con la cabeza
reventando por arriba y dejando una estela de humo por todo el margen de la
página, que sólo termina cuando una monstruosidad amorfa de ojos rasgados y
melena morena la apaga con su llanto a modo de fuente-aspersor.
"Ya salió el artista que llevas dentro", suspira, borrando mi obra maestra con
un gesto de su varita, ocultando su sonrisa. Sigo apoyado con todo mi peso sobre
su brazo izquierdo, y voy a dibujar otra cosa, cuando tira de mi brazo con
fuerza, haciéndome caer sobre el cuaderno en su regazo. Empiezo a reírme.
"¿Vas a azotarme, Ernie? ¿Os dan permiso ahora a los prefectos para hacerlo?"
Varios de primero nos miran, asustados. Ernie pone los ojos en blanco y suspira.
"El azote eres tú."
Y me estampa el cojín más cercano encima de la cabeza, saca el cuaderno de
debajo de mi tripa, y lo coloca encima de mi espalda. Y el tío sigue haciendo
sus deberes. Me quejo un poco, gimoteo, remoloneo, hasta que al final el
guardián del equipo le pregunta que si ése es el nuevo sistema infalible para
callar al bardo, y yo acabo irguiéndome lo suficiente para tirarle el
cojín a la cara.
Susan está hoy extática porque Harry ha empezado a
enseñarnos el conjuro patronus. De momento no nos sale más que humo de la
varita, así que aprovecho un momento de distracción de Ernie para invocarlo
fallidamente detrás de él y gritar:
"¡TE LO DIJE, ERNIE, TE LO DIJE!¡TANTO ESTUDIAR TE IBA A SOBRECALENTAR EL
CEREBRO!"
Pero no le hace gracia. O a lo mejor es sólo que está frustrado porque a él no le
sale ni humo, por más que lo intenta.
"Pensamientos felices...", murmura Zacharías. "Todos mis pensamientos felices
implican venganza contra alguien por algo que me han hecho recientemente."
"Pues entonces mejor déjalo, porque si sólo tienes eso es que eres un pobre
infeliz, y no te va a salir el bicho en la vida", le dice Hannah.
"¿Qué bicho?", pregunta Michael Corner.
"Uno como la nutria que le sale a Hermione, por ejemplo", dice Terry. "O creo
que es una nutria. Aún le dura poco tiempo, pero con lo que es ella, en un par
de clases más la saca a pasear si quiere."
"¡Yo quiero uno así! Vamos, Terry, asústame para que me concentre", exclama Susan.
"El mío seguro que es un Snorkak", sugiere Luna con los ojos perdidos en el
techo, lleno del humo de todos los fallos de la clase. Colin comenta que toda
esa humareda le recuerda a la de un festival fotográfico mágico.
Me pregunto qué bicho será el mío, si alguna vez lo consigo.
Como me salga Nessie me muero.
La siguiente clase es algo mejor. La mayoría seguimos sin
conjurar un patronus decente, pero al repasar el resto de hechizos que Harry nos
ha enseñado, apenas cometemos errores. A este paso vamos a ir sobrados para los
TIMOS. Le estoy diciendo esto mismo a Ernie, cuando me fijo en que no está
escuchando una palabra de lo que digo, tiene la mirada clavada en el suelo,
pensando inequívocamente en otra cosa.
"¿Qué te pasa?"
"Que cada vez queda menos. Cada vez hay menos tiempo. Hoy necesito hacer que me
cunda. DEBO hacer que me cunda."
"Ernie, aunque lo hagas un poco peor en alguna asignatura, vas a sacar matrícula
en Defensa contra las artes oscuras. Deberías estar animado."
¿Cómo lo hago para tener siempre un agonías a mi lado? A veces pienso que igual
es misión en la vida aliviar a estas almas atormentadas, pero el tormento que me
dan a mí a cambio es de órdago. Como hoy hemos tenido la clase extra antes de la
hora de la cena, Ernie traga deprisa y se va directo a la biblioteca. Hannah se
lo toma con un poco más de calma, pero se marcha poco después. En el fondo les
comprendo, ellos dos tienen acumuladas a los estudios las tareas de prefectos.
Otros se abstraen con el Quidditch, empeñados en seguir la buena racha. No va a
durar, lo sé, pero no se lo digo, que soy la mascota y se supone que tengo que
animarles. Susan está absorta en Terry. Y aquí el único que no tiene dirección
decidida soy yo. He logrado llegar de nuevo a un punto de estabilidad aceptable,
y más que buena, pero no logro hacer que nada me motive para superarme. Es como
si siguiera huyendo un poco de la realidad que dejó tras de sí la muerte de
Cedric. Que me dé cuenta es un paso. Quisiera poder hablarlo con alguien, pero
como no me entiendo ni yo, no puedo someter la mente de por sí afectada de mis
amigos a mis comeduras de coco. Sobre todo Ernie.
Con Ernie estoy siendo especialmente injusto. Mantengo un tira y afloja revoloteador que no sé cómo soporta, la verdad. Diría que porque está acostumbrado, porque si no hace tiempo que me habría retirado la palabra. Hay una línea entre nosotros que llevo saltando de un lado a otro como quien salta a la comba. Que sí pero que no, que le toco aquí, le agarro de los mofletes, me tiro en plancha sobre su tripa, sobre su espalda, contra su brazo; le agarro la cabeza, finjo que le estrangulo, me agarro a su pierna desde la alfombra delante del sofá, me arrodillo para recitarle una oda al pollo asado con ensalada delante de media casa, y hasta me tumbo con él ciertas noches y le hablo a los ojos, sin esquivar la mirada, aun a sabiendas del riesgo. Aunque hablemos de tonterías, aunque nuestras manos mantengan las distancias, aunque mi corazón me esté martilleando locamente y mi cabeza empiece a nublarse y mi cuerpo a moverse solo, pasivo, aguanto. Aguanto hasta que ya no puedo más, y un día, sin más, en mitad de la clase de Transfiguración, mientras escucho de fondo a McGonagall, decido que ha llegado la hora de que Justin Finch-Fletchley se ponga en activo y en acción.
Ese pensamiento, claro como nunca en mi vida desde que a los 12 años le bajé los pantalones del pijama por primera vez a Ernie Macmillan y me lo comí con patatas, me acompaña a la hora del almuerzo, durante las clases de la tarde, y durante la cena. Eso hace que estar junto a Ernie en todos y cada uno de esos momentos (diantre, ¡que hasta para mear vamos juntos!), hace que el día pase como en una nube, como si Hogwarts no fuera Hogwarts y yo no fuera yo, sino otra persona, renacida y despierta, que sabe lo que tiene que hacer para ser feliz, pero que todavía tiene que hacer un último gran esfuerzo antes de alcanzar el estadio final.
De hecho, voy tan recargado de motivación, de propósitos y
de energías positivas, que hasta casi como que medio conjuro el dichoso patronus.
"¿Qué es? ¿Qué es?", me preguntan a mi alrededor.
"¿Era algo alargado, verdad?"
"Sí, parecía una serpiente."
"Ahora va a resultar que el que invoca basiliscos es él", comenta Ernie, picado
porque su oso es amorfísimo y se evapora en dos segundos.
"Pero tenía patas."
"Parecía un Snorkak."
"Ja...ja ja...", me río yo, extático. Sabía que mi pensamiento feliz ayudaría.
Harry nos dice que aquí es fácil, pero que cuando nos enfrentemos a un
dementor de verdad, nos vamos a enterar de lo que vale un peine. A mí hoy no me
detiene ni un dementor. Miro a Ernie, que sigue peleándose por invocar su oso.
Me encanta su cara de concentración, pero disfruto más cuando se frustra. Con lo
digno que es él, y el mohín que se le pone. Hasta Zacharías va mejor que él.
Ernie nota que le miro y se da la vuelta. No, no me perdona que yo lo esté
consiguiendo con más facilidad. Miro el reloj. Ya falta menos, ya falta menos
para el final de la clase. Sólo tengo que esperar un poco más. Tener valor. Es
fácil, es muy fácil, sé que no tengo nada que perder. Pasan dos minutos más y Ernie me pregunta que cómo lo hago yo con la varita, que haga el favor de
ayudarle. Dejo un momento a Luna, a la que tampoco le estaba siendo de mucha
utilidad, y me
acerco para enseñarle al prefectísimo cómo NO debe mover la varita con esas florituras
(¡qué manía tiene!). Le
agarro la muñeca, que es bien maciza, pero mis dedos por suerte son largos y
sujetan bien, y le guío en el aire desde detrás, susurrándole en la oreja con
intención:
"Ahora, Ernie, piensa en algo feliz. Un pensamiento, un recuerdo, una
ilusión....lo que sea."
Ernie está a punto de dar media vuelta, para mirarme, pero en esto que se abre
la puerta y entra un elfo doméstico girando la cabeza a diestro y siniestro con cara de
puro terror. De repente todo el mundo se calla, los patronus se evaporan, y el
elfo empieza a hablar con Harry. Mi mano, que sigue sujetando la muñeca de Ernie,
baja su varita hasta quedar apuntando el suelo, pero no suelto. Ernie tampoco se
mueve. Por un momento nadie puede moverse, es como si se hubiera producido una
petrificación masiva. Umbridge lo sabe y viene hacia aquí,
mi mente registra de la conversación entre ambos. Pero hoy estoy demasiado
temerario, y sólo puedo pensar en lo que estoy a punto de hacer, y cómo
aprovechar esta situación para mi ventaja. Por suerte, porque me había quedado
absorto, Harry nos llama al sentido común y nos grita que nos
vayamos cagando leches. En un microsegundo, la gente empieza a apelotonarse en la puerta. Ernie
grita a Hannah para que se dé prisa y no se quede atrás, y yo hago lo mismo con
Luna, que está como siempre en su mundo feliz; pero sobre todo, soy yo el que
tira de Ernie hacia la puerta y con esa envergadura que tiene, lo utilizo como escudo humano para pasar más
rápido el embudo. De pasada, porque lo tengo detrás, oigo a Seamus Finnigan
quejarse de que para cuando por fin se decide a venir, van y nos cazan; y a Dean
Thomas responderle que la culpa es suya, que es gafe.
"¡No!", les digo yo, "¡Aún no nos han cazado!". Y no permitiremos que lo
hagan. Una vez fuera, empezamos a correr en distintas direcciones. "¡A la
lechucería, id a la lechucería, que está más cerca!", les indica Ernie a Hannah y los otros.
Zacharías tira de ella y otros tres o cuatro van en esa dirección. Ernie parece
querer esconderse en el baño de chicos que hay un poco más adelante en el pasillo, pero
como aún lo tengo agarrado, una vez en la puerta tiro de él con decisión hacia
delante. No para de lamentarse mientras corremos:
"¿Dónde demonios quieres que nos metamos? ¡Esto es terrible, Justin! ¡Nos expulsarán! ¡Nos suspenderán a todos, y
luego nos expulsarán! Llamarán a nuestros padres...caeremos en desgracia...".
Ernie está más pálido y aterrado de lo que le he visto en la
vida. Por el rabillo del ojo me parece haber visto a Malfoy escondido detrás de
una columna un poco más atrás, y si es así, seguro que nos ha visto, pero ahora
mismo me da igual. Sólo espero que Harry tenga el buen sentido de ir en otra
dirección cuando salga, porque algo me dice que lo está esperando a él. ¡Al
diablo Malfoy!, yo necesito...sí...esto servirá.
"Justin, ¿estás seguro? Si registran la zona seguro que abrirán este cuarto",
dice él cuando le hago ademán de que entre.
"No si lo sellamos por fuera. No sabrán que aquí había una puerta, a menos que
se conozcan bien el colegio, y con lo poco que lleva Umbridge aquí, como para
acordarse."
"Pero está oscuro...y lleno de...¿qué hay en esos sacos?"
"Esqueletos humanos de la Cámara de los secretos."
Ernie pone cara de espanto y da un paso hacia atrás, al tiempo que mira a todos
lados con frenesí.
"¡Es broma! Vamos, Ernie", lo empujo y cierro la puerta, no sin antes poner en
práctica un conjuro que me enseñó Cedric, en una situación parecida pero menos
dramática. "Ya está. No te preocupes, Ernie, somos Hufflepuffs, ¿recuerdas?
Estamos libres de toda sospecha." Por si acaso, añado también un conjuro
silenciador de entorno, que no durará mucho, siendo mío, pero que de momento
servirá.
Ernie no deja de susurrar que estamos perdidos, perdidos; que ya verás cuando
nos encuentren, que qué van a decir. Que por qué está todo tan oscuro. No me
molesto en responderle con palabras. La carrera me ha dejado sin aliento. La
carrera y la emoción. Este cuarto es tan pequeño y hay tanta basura acumulada,
que apenas cabemos en él. Y porque sé que no ve, lo tengo además contra la
pared. Mi mano deja por fin su muñeca y se va a su hombro, y lo mismo hace mi
otra mano. No sé quién de los dos tiene la respiración más atropellada, pero eso
poco importa una vez que lo embocadillo del todo, me cuelgo vilmente de su
cuello y acerco mi cara sin previo aviso. Para cuando me quiero dar cuenta, los
dos hemos dejado de respirar y yo le estoy haciendo un repaso bucal a Ernie
Macmillan de los que dejan los labios hinchados. Un año sin besos es mucho
tiempo, y un beso robado salvajemente es el más dulce de todos, digan lo que
digan los románticos del acercamiento progresivo, de la tensión expectante. El
pobre no se lo esperaba ni de lejos, así que tarda un poco en reaccionar, lo
poco que
le dejo para que recupere el aire antes de asaltarle de nuevo, deseando ser lo
suficientemente bueno como para quitarle de la cabeza toda preocupación, todo
temor, todo lo que no sea yo, por una vez. Entonces, ya sí,
pone las manos en mi cintura, y las baja aún más para acercarme a él lo máximo que
la piel y la ropa permiten. Ernie no ha besado a nadie en su vida, eso está
claro, pero por falta de ganas no me puedo quejar. La siguiente vez que
respiramos, Ernie decide seguir otra ruta por mi cara y por mi cuello, y yo
aprovecho la libertad de expresión para decirle lo que llevo esperando todo el
día a decirle. Cuando lo oye, suelta tal gemido desgarrador, que por poco me creo que se
va a echar a llorar, y me estruja de tal manera que estoy seguro de que me ha
reventado alguna costilla. Yo soy un romántico, sí, pero también soy un chico con
necesidades, como él, y sé que no por mucho ir despacio amaneceremos más
satisfechos, y más compartiendo cuarto con esos energúmenos cotillas. Ahora es
el mejor momento, me digo. Y si no lo fuera me daría igual, porque a estas
alturas ya sólo puedo pensar en una cosa, que no requiere además mucho pensar,
así que sin vacilación le bajo los pantalones por debajo de la túnica. Ernie es
lento para algunas cosas, pero con esto siempre ha demostrado estar bien
dispuesto, incluso más que yo. Mis pantalones están en el suelo antes que los
suyos. Sin embargo, cuando empieza a acariciarme por el interior de los muslos
con ambas manos, sin dirigir ninguna en la dirección adecuada, me doy cuenta una
vez más que voy a tener que tomar las riendas de este asunto. Me corresponde.
Tras un par de minutos de rodillas en el suelo, con Ernie temblando, alternando las manos
entre su boca y mi cabeza, incapaz, por supuesto, de abandonar toda prudencia,
pero superado por la avalancha de emociones, me vuelvo a agarrar a
su cuello, no sin antes colocar sus manos en mi cintura y en mi muslo derecho, a
ver si pilla la idea, mientras me restriego contra su cuerpo todo lo necesario antes de
guiarlo dentro de mí, hasta el mismo fondo. Imagino que si la nueva sensación no
es suficiente, mis gemidos incontenidos en su oído le están motivando, porque
enseguida me ayuda a encontrar un buen ritmo para una postura tan complicada
como la que tenemos. Ah, una vez más compruebo las ventajas de que Ernie tenga unos brazos tan
fuertes que me puede levantar con ellos. Como ninguno de los dos está para mucho
aguante, la agitación termina rápido; las piernas de Ernie ceden y los dos nos
deslizamos al suelo, sin dejar de besarnos. Ernie sigue temblando. Vuelvo a
susurrarle al oído, vuelve a estrujarme, me devuelve mis palabras, me besa
varias veces, restriega su cara, está totalmente superado por la situación, pero radiante.
Me estruja otra vez. Y luego me dice: "Cinco años, Justin, cinco años. Pero
de verdad que ha merecido
la pena."
Como tardamos en salir del cuarto al menos una media hora y un par de veces más, el pasillo está desierto y la puerta de la habitación de entrenamiento, al pasar junto a ella, abierta de par en par. Al principio, con mucha cautela, caminamos de la mano. Si nos pillan, prefiero que piensen que somos gays que acabamos de salir del armario, a que somos miembros del ED fugados. Ambas cosas son ciertas, de una forma u otra, pero los otros no tienen por qué saberlo. Sólo nos separamos al descender por fin a una zona de tránsito estudiantil donde podemos mezclarnos con la gente que vuelve de la biblioteca hacia sus casas. Y aunque nos sentimos un poco más seguros ya, seguimos preocupados por los demás, muy preocupados.
Por eso nos quitamos varios pesos de encima al llegar a la sala común, echar un rápido vistazo y encontrar a Hannah
sollozando, sentada en un sillón rodeada por delante y por detrás con el cuerpo
y las extremidades del rubiales, meciéndola, diciendo que "todo irá bien, seguro
que ellos también han escapado y enseguida vendrán, ya verás como no nos pasará
nada a ninguno, tú tranquila".
"¿Y Susan?", pregunto enseguida, haciendo como que no veo lo que estoy viendo, y
sentándome en otro sofá cercano. Como no nos han visto llegar, los pillamos por
sorpresa.
"¡Justin! ¡Ernie! ¡Menos mal! No os han pillado, ¿verdad?", exclama Hannah,
ostentosamente aliviada. Probablemente, si Zacharías no la tuviera tan bien
enganchada, se habría tirado a abrazarnos.
"Intentamos ir a la lechucería, pero los Creevey y Luna llegaron allí primero,
así que Susan y Terry se quedaron escondidos en un rellano, dándose el lote para
que, si alguien los viera, pensara que simplemente pasaban por allí y querían un
poco de intimidad. Buena estrategia, ¿eh? A Crabbe y Goyle les convenció.
Aunque eso no era difícil."
"¿Debo entender que vosotros también la habéis adoptado?", sonríe Ernie,
del que
cualquiera que se fijara un poco en cómo es normalmente y cómo está ahora,
intuiría perfectamente de dónde viene y qué ha estado haciendo.
O quizá sea sólo yo, que al fin y al cabo soy el culpable de que esté en
ese estado...estooo...exultante. Ernie nunca está exultante. Hasta cuando se
emociona parece serio y simplemente determinado en lo que sea que despierte su
entusiasmo.
"Nosotros...hemos bajado todo lo rápido que hemos podido y hemos salido a dar un paseo al lago", responde Hannah sin mirarnos,
recostándose hacia atrás, contra él, con las mejillas rooooooojas como dos
tomates maduros. Zach apoya su cabeza en la suya y le da un beso en la sien. No
sé por qué, verlos en actitud tan tierna me da la risa, como siempre me pasa con
estos dos. Quizá es por el alivio
definitivo de esa tensión acumulada que salía ya como el vapor de una olla.
¡Menuda fiesta de día!
"Al principio hemos fingido que hacíamos jogging nocturno, ya sabes, sonriendo mucho",
dice él, "pero después de dar esquinazo a Bulstrode y a Parkinson nos hemos cansado de tanto correr para nada, y más
de sonreír sin motivo, encima a oscuras, doble despilfarro de energías, y como
nadie más venía detrás de nosotros...Oye, ¿y vosotros dónde habéis estado, que
habéis tardado tanto?"
"Camuflados", dice Ernie.
"De incógnito", digo yo al mismo tiempo.
"Pues tenéis pinta de haber estado corriendo aún más que nosotros", Zach arquea
las cejas. "¿Os ha costado mucho encontrar un escondite? ¿Habéis visto a
alguien
más?"
"No sabemos nada de nadie", confieso.
"Susan ha visto a Parkinson sacar a las Patil del baño y llevárselas junto a
Malfoy, quien tenía con él a los Creevey. Ni el baño ni la lechucería han
resultado buenos escondites, menos mal que no nos metimos ninguno allí."
"A los demás los hemos ido encontrando de paso que os buscábamos a vosotros",
explica Hannah, "pero el único al que no hemos encontrado, claro, es a Harry."
"Evidentemente, si alguien ha dado el chivatazo sobre nuestro grupo secreto,
a nadie le cabrá duda de quién es el
cabecilla. Los demás, a menos que el chivato haya dado uno a uno los nombres,
podemos estar tranquilos. Y más nosotros", razona tranquilamente Zacharías.
"¡La lista!", recuerda de repente Ernie, quedándose pálido, "la lista que
hizo Hermione. Que nos obligó a firmar Hermione. Estaba en la clase. ¿La habrán
cogido?"
Todos nos miramos con el terror pintado a brochazos en nuestras caras. ¡Nos habíamos
olvidado todos de la maldita lista! ¿Qué importa ya que no nos hayan pillado esta
tarde? Si alguien la ha encontrado, hemos
firmado nuestra sentencia de expulsión. Ernie se ha apagado por completo. El buen humor de Zach ha
quedado más que remojado. Hannah está temblando malamente. Ninguno decimos nada,
hasta que todos empezamos a maldecir a la vez. Al vernos tan hechos polvo, otros
de nuestra casa se acercan a ver. La voz se va corriendo, se va corriendo, y
pronto estamos más que rodeados. Algunos nos dicen que se lo veían venir, que
era demasiado arriesgado. Otros nos dan muestras de apoyo y nos piden que no
dejemos la casa aunque nos echen, que nos atrincheremos en la sala común, que si Trelawney se ha podido quedar en Hogwarts, nosotros también. Susan vuelve en
cierto momento y se nos abraza a todos, antes de informarnos de que los
Ravenclaw están todos a salvo, algo que tampoco me importa demasiado...pero sí
la revelación del presunto chivato.
"Ha sido Marietta Edgecombe, la amiga de Cho Chang. ¿Os acordáis? Hoy no estaba en clase."
"Hija de la grand...."
"¡Oh, Zach, no digas tacos en mi oreja!", y acto seguido, "¡Será zorra!"
"¿Pero sabes qué le ha dicho, qué le ha contado?", le pregunta Ernie, frenético.
"No sabemos nada, sólo que la han visto ir al despacho de Umbridge y nadie la ha
vuelto a ver desde entonces", responde Susan, quien también da muestras de
cierta ansiedad.
"¿Y la lista?", insiste Ernie, "¿Se sabe algo de la lista? ¿A alguien se le
ocurrió cogerla?"
"Los últimos en salir fueron Harry y Hermione. Si mantuvieron la calma lo
suficiente, dadas las circunstancias, quizá la tengan ellos. Quizá Hermione ha
hecho algún conjuro para ocultar los nombres, como la gente ha estado haciendo
con El quisquilloso. No lo sé. Sólo sé...que no quiero que me
expulseeeeeen", y se echa a llorar sobre mi hombro. Ernie está pasando del
pálido al azul. Zacharías tiene la mirada fija hacia delante, concentrado en su
rabia interior. Hannah le tiene agarradas las manos tan fuerte que le va a dejar
marca. Intento reconfortar a Susan, pero ahora mismo la angustia me impide
pensar con claridad. La gente sigue yendo y viniendo, diciéndonos cosas. Hasta
que al final es la jefa de nuestra casa, Madam Sprout, quien entra en casa,
sofocada, pregunta por Ernie y llega hasta nosotros.
"Los prefectos, venid conmigo, por favor. Necesito unas palabras con vosotros
dos."
Ernie y Hannah se echan una rápida mirada antes de seguirla en silencio. Susan
anuncia que va a ver si Terry tiene más noticias. Últimamente esta chica está
abonada a Ravenclaw.
"Si vuelve Marietta, pídeles que la linchen también por mí, ¿quieres?", le grita
el rubiales antes de que se pierda de vista.
Y cuando nos quedamos solos, o me creo que lo estamos, porque nadie parece
hacernos caso ya, le pregunto, más por ocupar la mente con otro tema, porque a
estas alturas siento que me va dar un colapso de nervios, que porque de verdad
esté ansioso por saberlo, de verdad, palabra:
"Bueno Zach, ya me lo estás contando."
Zacharías tiene la decencia de 1. no andarse con rodeos 2. sonrojarse.
"Pues nada, tío, que al final me he decidido."
"¿Y tenía que ser precisamente esta noche?", me río.
"¿Qué quieres? Llevaba un tiempo ya que si sí, que si no, que si tengo que hacer
algo porque como me vuelva a sugerir que me gusta Ginny Weasley, una de dos, o
le arreo una maldición, o la beso allí mismo. Pero nada, que no encontraba el
momento, que no me atrevía. En esto que hoy estamos corriendo como posesos
escaleras abajo, los dos solos ya, con los demás en sus escondites, cuando se me
ocurre que si nos expulsaran, además de que mi padre me reventaría los huevos a cruciatus,
nos separarían a todos y quizás no podría ya ver a Hannah, quizá nunca más. Y estaba tan
nervioso y tan asustado por lo que pudiera pasar, que de pronto me dio por
pensar que, tal y como estaban las cosas, tampoco quedaba mucho por perder. Vamos, que era un ahora o nunca, de perdidos, al
río. Estamos llegando ya al final de la escalera cuando le suelto algo así como
"Hannahmegustassalconmigo", y como si le hubiera lanzado un conjuro paralizante,
se ha quedado ahí parada, mirándome fíjamente, roja, roja, roja; y de verdad, no
he visto a nadie más rojo que a ella hoy."
"¿Y entonces?"
"Hemos oído a Crabbe y Goyle bajando las escaleras con jadeos descomunales y
hemos seguido corriendo hasta el gran recibidor. Ahí ya no podía más y la he
agarrado para llevarla a donde las estatuas, que además nadie miraba, y...bueno,
pensé que me daría una galleta, pero me dio algo mejor. Creí que nos quedaríamos
ahí toda la noche, y no me habría importado. Hasta que ese imbécil amigo
tuyo nos ha sacado una foto por sorpresa, que casi nos escupimos el corazón
mutuamente, ¡qué susto nos ha dado el cabrón! ¡Y encima me quería hacer pagar
por la foto! Yo le he dicho que la foto o su cámara, que la tengo ganas, y de paso, su cara,
que la tengo aún más ganas. Al
final Hannah me ha convencido para que coja la foto y le deje en paz, pero estoy
ahora mismo que me dan ganas de buscarle y descargar estrés con él, y no de la
misma forma que tú y Ernie, claro. Pero en cualquier caso, y a lo que voy,
es tu
turno."
"¿Mi turno?", finjo inocencia, algo de lo que carezco de una forma tan evidente
que hasta yo me avergüenzo de intentarlo.
"¿No tienes nada que contarme? Porque Ernie tenía un mordisco en el cuello,
justo debajo de la oreja."
Maldita sea, sabía que nos quedaba alguno por cubrir. Espero que Sprout no se de
cuenta. Si no, igual Hannah puede ayudarle a salir del paso, y así los dos
tendrían una coartada...
"Estábamos haciendo el tonto, nada más."
"Justin, tú puedes disimularlo mejor, pero alguien como Ernie Macmillan,
no. Ernie llevaba
pintado en la cara un 'he mojado' que cegaba."
No puedo evitar reírme.
En esto aparecen dos del equipo (el guardián y el cazador desparejado, los
únicos que quedan ya, porque el capitán y Summerby pasan tanto tiempo juntos
hablando de estrategias y entrenando intensivamente, que más parecen una pareja
de hecho, y de hecho, al capitán la novia le ha amenazado con dejarle), y lo felicitan, por mojar.
"No estábamos hablando de mí, listos."
"Todavía", dice uno.
"Sí, todavía", dice el otro.
Ambos se sonríen, se sientan, y luego el cazador me mira a mí.
"Justin, tenías que haberlos visto hace un rato. Qué espectáculo."
"Una llorando, el otro despotricando, y entre sollozo y maldición, un morreo."
"Y cuando se separaban para respirar, volvían a maldecir y a sollozar
respectivamente. Alguna
vez hasta blasfemaban juntos."
"Qué lata de gente. Ni que nunca hubierais visto a dos personas besarse. Ya
podríais vosotros buscaros pareja y dejarnos a los demás en paz."
"Oh, habló el afortunado. No todos conocemos el secreto para ligarnos a la
prefecta. Aunque si le digo a cierta persona que de repente, no sé, Katie Bell
me parece la chica más dulce del colegio, igual empieza a hacerme más caso."
"Es verdad, a Zach le ha funcionado. Pero a ti Katie
te gusta de verdad. "
"Por eso. Así no miento, igual que Zach", y se marchan a las duchas.
"¡Ey!¡Yo nunca dije nada semejante de Weasley!", protesta Zacharías a
sus espaldas.
"Pero alguna que otra vez te la comías con los ojos, confiesa", se vuelven
con una media sonrisa burlona.
"¡¡CONFIEEEEEEEEEEEEEESAAAAAAA!!", grito yo sin poder contenerme, señalándolo con el dedo, de rodillas
en el sofá.
"No bromees con esas cosas, Justin, que podría suceder que mañana la verdadera
Inquisición nos haga confesar para sellar nuestra expulsión. ¿Y qué vas a hacer
entonces? ¿Soltarle el tigre de bengala, sobornarla a cambio de tus órganos, o
arrojarle un pomelo?"
"No lo sé. De momento me voy a dar una buena ducha, que la necesito."
"Permite que NO te acompañe."
"Oh, vamos, no me vas a decir que ahora te va a dar cosa ducharte conmigo,
cuando siempre has sabido de qué pie cojeaba. Además, ahora más que nunca es
improbable que te deje abordarme."
"Cierto, que ahora que los dos tenemos pareja dejarás por fin de hacerme esas
insinuaciones sobre consolarme en caso de que las cosas nos fueran mal..."
"¿QUIÉN HACÍA ESAS INSINUACIONES, QUIÉN?", casi grito, con incredulidad, pero
divertido.
"Quizás me falle un poco la memoria, con todo el trajín de la noche, pero no me
veo haciéndote insinuaciones, Finch-Fletchley. Siento que te lo tomaras en
serio."
"Bueno tío, me da igual que quieras salvar tu dignidad de hetero, pero yo me voy
al baño, ¿te vienes o no?"
"Pues sí, que con tanta carrera huelo a tigre, y quizá para cuando salgamos ya
habrá vuelto Hannah...ya habrán vuelto Hannah y Ernie, quiero decir."
Efectivamente, al regresar de los baños estaban Ernie y
Hannah rodeados por la mitad de nuestra casa, y más que iban llegando, que los
bombardeaban a preguntas.
"¿Que Dumbledore ha huido?"
"¿Cómo que Umbridge será la nueva directora?"
"¿Qué va a pasar ahora?"
Hannah nos ve y huye valientemente del centro del círculo, dejando a Ernie
lidiar con todos los demás. Después de empotrarse contra Zacharías unos instantes,
en lo que el diccionario pese a todo se empeñaría en llamar abrazo, nos resume
brevemente su conversación con Sprout.
"No nos va a pasar nada, Dumbledore ha asumido toda la responsabilidad. El
Ministro lo iba a arrestar, pero ha huido."
"Nos hemos quedado con Umbridge asumiendo todos los poderes en Hogwarts", dice
Ernie, que se ha librado de alguna manera del acoso popular y se ha acercado
también a nosotros. Me mira unos instantes, en los que me hago consciente de que
tengo el pelo mojado y estoy acalorado por la ducha, y suspira con gran alivio.
"De la que nos hemos librado. Habían encontrado la lista, después de todo."
"Vamos a sentarnos, anda, y nos lo contáis todo bien."
"Hemos tardado más porque Sprout nos ha hecho buscar a todo rezagado de nuestra
casa para que volviera enseguida. No está la noche hoy como para quedarse por
los pasillos", cuenta Ernie. La sala común está ahora mismo a rebosar.
¿Quién puede irse a dormir después de estas nuevas? Todo el mundo está
angustiado, todo el mundo comenta, todo
el mundo debate y discute, y quiere más información, y no hay mucha más.
"¿Susan no ha vuelto?", pregunta Hannah, mirando alrededor. "Pues no es buena
noche para rondar otras casas. Esos estúpidos Slytherin aún siguen de patrulla,
junto a Filch. "
Son casi las 11 de la noche cuando regresa Susan, toda sofocada. Para entonces
muchos se han ido a sus dormitorios, aunque probablemente sigan hablando del
tema en la cama.
"Filch casi nos pilla", jadea, y no hace falta preguntar a quiénes, "Pero me he
enterado de que Marietta está en la enfermería", jadea otra vez, "Anthony y
Padma han ido a verla. Me he quedado a esperar que volvieran, para saber. Está
como atontada por algún conjuro, y en la cara le han salido granos pustulentos
formando la palabra "chivata" o algo así. Por lo visto Hermione hechizó la lista
para que si alguien se chivara, supiéramos enseguida quién había sido."
"¡¡¿QUÉ?!!", exclamamos todos a la vez.
"Ya, ¿verdad? Podría habérnoslo dicho. Pero mira, le está bien merecido a esa
idiota. Dicen que llevaba un tiempo preocupada, porque su madre trabaja en el
Ministerio y todo eso, pero oye, mi tía también trabaja allí, y yo me he estado
arriesgando a..."
"Susan, tu tía es abierta y públicamente simpatizante de Dumbledore, como mis padres. No
sabemos de qué parte está la de Marietta, probablemente del Ministerio",
resuelve Ernie.
"Si es por eso, a los míos no les haría ninguna gracia enterarse de que he
colaborado en un plan de apoyo a Dumbledore, créeme", dice el rubiales muy
serio.
"Mira, me da igual, Ernie, es una cobarde y una chivata de mierda, y se lo tiene
merecido", afirma Susan.
"Imagino que Anthony y Padma, como prefectos, también estarán al
tanto y habrán contado en Ravenclaw lo sucedido,
¿no?"
"Sí, se han quedado todos muy conmocionados. Ahora empiezan a correr rumores de todo tipo
sobre la fuga de Dumbledore .
Pero lo peor es tener a la sapo de directora. Y encima sabe quiénes estábamos en
la lista. Nos va a hacer la vida imposible..."
"Eso no lo sabremos hasta mañana. Hoy es mejor que durmamos, porque me temo que
lo peor está aún por llegar", dice Ernie,"Sería bonito pensar que nos hemos
librado tan fácilmente de castigo, pero algo me dice que nos caerá cuando menos
lo esperemos."
"No quiero creerme que Dumbledore nos haya abandonado a nuestra suerte",
intervengo yo, "Seguro que la sapo no dura mucho en el puesto."
"¿Que no? Lleva todo el año cagándola en Hogwarts y aún no han podido echarla,
sólo ha estado aumentando progresivamente su poder y su influencia. Lo próximo
que saldrá en El Profeta es que el Ministro ha sufrido una indisposición de por
vida y ahora ella es la nueva Ministra", profetiza el rubiales.
"¡No quiero oír más sobre sapos y culebras!", decide Hannah. "Yo me voy a
tomar mi poción relajante y a dormir. Buenas noches", besito a Zach. Éste protesta que es
poco, se levanta, la sigue, y no quiero saber lo que hacen después. Nosotros nos
quedamos charlando un rato más con los mayores, que nos recuerdan cómo se han
llevado las cosas en otros momentos de crisis, como cuando yo estuve petrificado
y se hablaba de cerrar el colegio y todo, o cuando Sirius Black andaba suelto y
peligroso. No hay que desesperar todavía.
Al final nos vamos a dormir pasada la medianoche. Estoy
ajustándome las sábanas en la oscuridad, tumbado y preparado para caer en los
brazos de Morfeo, cuando Ernie se levanta, se acerca a mí y, sin
previo aviso, me agarra la cara, me regala un largo beso, me estruja, me susurra
alguna que otra tontería al oído que me deja tonto, y se vuelve a su cama.
Oh, Ernie.
Demasiadas emociones en un solo día. Y aún así duermo como un tronco.
Por la mañana ya está el cartel en el tablón de anuncios.
Es oficial: Umbridge es nuestra nueva directora.
A la hora del desayuno todo el mundo comenta los acontecimientos del día
anterior. Todo el colegio está al tanto de la fuga de Dumbledore, y aunque
algunos datos sobre la causa aún permanecen algo oscuros, como el ED y sus
miembros, la historia parece bastante completa. Ernie está deseando que sea la
hora de Herbología para preguntarle a Harry. Ahora mismo está demasiado
solicitado. Entretanto, algo le está contando el Fraile sobre la sapo, que al
parecer no pudo entrar en el despacho de Dumbledore anoche, porque la gárgola a
poco más y le había dicho que nones, que no se movía por ella. A Ernie le ha
hecho gracia. Yo estoy más pendiente de comprobar que esta vez no le he dejado
marca por ningún sitio, porque esta mañana he sido yo el que ha ido a darle los
buenos días, de forma un tanto agresiva. El día que nuestros compañeros abran un
ojo a destiempo, les marcamos de por vida. O igual ya lo saben y se hacen los
locos. Me importa un comino, la verdad. Tengo una sensación rara hoy, como si
nada fuera conmigo. Me siento tan bien y tan relajado, por una vez en mi vida,
que ya podrían estar demoliendo el colegio a mis espaldas y ardiendo el bosque y
el campo de Quidditch, que yo seguiría en mi nube. De hecho, cuando me quiero
dar cuenta, he llegado a clase antes que los demás. Si es que nuestros prefectos
no paran de hablar con éste y aquél, que si actualización de última hora con
Anthony, que si a ver qué se cuenta Padma, qué saben de la zorravenclaw de
Marietta (esa casa está repleta), que si Susan y Terry no pueden despegarse
antes de entrar a clase. Total, que me voy a mi sitio, y me dispongo a comenzar
el día tarareando Raindrops keep falling on my head...
El chaparrón llega a la hora del almuerzo, justo después de
Herbología.
Con la excusa de terminar ciertos deberes de Transfiguración que le quedaron
pendientes ayer con tanta agitación, Ernie se adelanta para ir un rato a la
biblioteca antes de comer, y de paso se acerca por fin a Harry para preguntarle por su
versión de los hechos, ya que todo el mundo sabe que los únicos alumnos
presentes en el momento de la fuga del director fueron Marietta y él. Así que lo
veo desaparecer hacia la entrada al castillo caminando junto al trío maravillas.
Como hace un día tan bueno, me apetece dar un paseo por el lago antes de comer.
Hannah dice que ella también quiere ir a terminar los deberes, y se va. Susan
dice que ha quedado con Terry, y se va. Total, que al final me voy a dar el
paseo yo solo. Pero como a los cinco minutos me entra el hambre, me vuelvo al
comedor. Ni Hannah ni Ernie están allí cuando llego. Zacharías está hablando con
los del equipo, quienes están preocupados por si suspenderán el Quidditch, y de
vez en cuando noto que el rubiales, igual que yo, lanza una mirada furtiva
a la entrada. Nada. Que no vuelven.
En esto que se oye una explosión como si hubieran reventado
todos los retretes del colegio a la vez, y acto seguido empiezan a escucharse
una sucesión de pequeñas explosiones, silbidos y gritos histéricos que hacen que
salgamos todos corriendo en tropel del comedor, desoyendo las advertencias de
los profesores, a ver qué demonios está pasando. Fuegos artificiales y diversos
mecanismos pirotécnicos están causando estragos en uno de los pisos superiores.
Allí unos están pasando de piso en piso, y otros están dejando palabrotas en el
aire para que todos las leamos. ¡Qué bueno! ¿Quién habrá sido?
"Esto es cosa de esos dos", comenta uno de séptimo. "Me juego mi varita y no la
pierdo."
Pues no me extrañaría nada que hubieran sido los gemelos Weasley. Más gente lo
comenta, pero enseguida otros los chistan, que Umbridge no tiene por qué
sospechar tan rápidamente como haría Filch.
Cuando la novedad ha pasado un poco, volvemos a terminarnos el postre. Pero no
hemos hecho más que sentarnos, cuando veo a Hannah pasar corriendo junto a
nuestra mesa en dirección a la mesa de profesores, que se encuentra medio vacía,
aunque la mayoría haya salido más a contemplar el espectáculo que ha detenerlo.
El rubiales se ha puesto en pie como un resorte, y otros en nuestra mesa miran
hacia allí y comentan con curiosidad. Algo debe de haber pasado, porque Sprout
se ha limpiado rápidamente con la servilleta, ha tragado lo que fuera que estaba
masticando de un golpe, y se ha levantado corriendo para acompañarla de vuelta a
la salida. De pronto tengo un presentimiento.
"Algo ha pasado con Ernie", digo yo con un nudo en el estómago. Quiero
seguirlas, pero mis piernas no se mueven. ¿Le habrá alcanzado alguna explosión?
¿Por qué Hannah no nos ha dicho nada a nosotros primero?
"Vamos, Justin", me dice Zach, y tira de mí. Pero los pasillos son un caos y no
sabemos bien hacia dónde han ido. Al final optamos por preguntar, y alguien nos
dice que sí, que ha visto a Sprout subiendo las escaleras con una chica rubia
con coletas. Volvemos a preguntar, pero la gente está más pendiente de los
fuegos que de lo que hacen los demás. El camino está bloqueado por un letrero de
humo que reza "Comemierda el que lo lea". "¡Comemierda el subnormal que lo haya
escrito!" "Zacharías, hombre, no hay que tomárselo como algo personal. Echemos
un vistazo en la biblioteca". Pero en la biblioteca no queda casi nadie. Empiezo
a ponerme muy nervioso. Miramos de nuevo en el comedor, en los baños. Ernie no
está por ninguna parte. En la sala común. No, tampoco. Al final volvemos hacia
el gran recibidor, y es cuando vemos a Ernie bajar junto a Hannah y Sprout.
Suelto todo el aire que había estado conteniendo en un profundo suspiro de
alivio, y corro hacia ellos.
"¿Qué ha pasado?", preguntamos casi a la vez el rubiales y yo.
"Chicos, tened mucho cuidado a partir de hoy, ¿está claro?", nos dice Sprout a
todos, "No siempre voy a poder estar ahí para sacaros del apuro si esa pandilla
se pone tonta. Por favor, no les deis motivos."
"Sí, profesora" , responde Ernie, tan serio que vuelvo a sentir cierta
aprensión. ¿Qué demonios ha pasado aquí?
Sprout vuelve al comedor y nosotros la seguimos a cierta distancia, mientras
Hannah y Ernie nos cuentan atropelladamente (ella) y matizando brevemente (él)
la fundación de la nueva Brigada Inquisitorial, que se caracteriza por tener una
insignia con una "I" y estar compuesta por la peor escoria de Slytherin: Malfoy
y compañía.
"Primero le quita puntos a Ernie por contradecirle y luego lo arresta para
interrogarlo", solloza Hannah, quien ha presenciado la detención y gracias a eso
ha podido avisar. "Dicen que están interrogando a todos los principales
cabecillas, y que a Harry le estaba interrogando la propia Umbridge cuando se
han desatado los fuegos artificiales, los petardos y los cohetes, pero no he
visto a los de Ravenclaw siendo interrogados, todo sea dicho. ¿Habéis visto a
Anthony o a Padma en el comedor?"
"Sí, estaban todos. Pero ¿qué más da? A Padma la pillaron ayer junto a su
hermana", responde Zacharías."¿Crees que nos interrogarán también a los demás,
eh, Ernie?"
"No lo sé, pero ya has oído a Sprout: ándate con mucho ojo cerca de Malfoy y sus
esbirros. Tú también, Justin. Mantente lo más lejos posible. Especialmente de
ese despreciable de Malfoy."
"¿A dónde vas, Ernie? El comedor está...", le dice Hannah.
"No tengo hambre. Ve tú, que aún no has comido, y pon sobre aviso a los demás,
por favor."
Y sin más, se va en dirección a nuestra casa.
Voy a seguirle cuando Hannah me dice rápidamente: "Justin, no sé qué habrá
pasado en el despacho de Umbridge, pero todo era muy raro. Malfoy se ha
encerrado con él a solas y a dejado a los demás, a cuatro, vigilando la puerta.
Umbridge no estaba con él, ha llegado después, cuando ha visto a Sprout abriendo
a la fuerza la puerta, y se ha puesto a gritar que no estaban utilizando métodos fuera de lo
normal para interrogar a un prefecto sobre sus obligaciones. Pero estoy segura
de que sí que lo estaban haciendo. Por favor, asegúrate de que Ernie está bien,
¿vale?"
"No digas tonterías Hannah, a eso mismo iba", le guiño un ojo. Pero ahora sí que
estoy seriamente angustiado. ¿Qué le ha hecho esa sabandija de Malfoy a MI Ernie?
"Te estaba esperando", me sonríe, cuando llego a la habitación. Deja los deberes
a un lado y abre los brazos para que me acerque a él. Aún lo estoy apretando
fuerte, fuerte, cuando le pregunto:
"¿Qué te ha hecho ese indeseable?"
"Nada, lo normal, amenazarme", responde tranquilamente.
"¿Amenazarte con qué? ¿Con quitarte puntos? ¡Como si eso importara!"
"Bueno, ha estado tanteando mi fibra sensible, como si fueran las cuerdas de tu
bandurria, hasta que la nota adecuada ha sonado."
"¿Qué nota?"
"Primero ha amenazado con perjudicar las de Hannah. No sé cómo, y seguro que él
tampoco. Ha sido sólo un farol para tantearme. Todo el mundo sabe lo afectada
que está Hannah por los TIMOS."
"¿Y luego?"
"Me ha dicho que las serpientes se comen a las arañas, y que sabe que Cho no es
la única viuda negra de Hogwarts."
"¿Qué? Ah...", comprendo. "¿Y?"
"Ha amenazado con hacerte daño a ti, Justin. A ti. Porque sabe...bueno, porque
intuye que a mí..."
"Ernie, nos vio huir ayer casi de la mano por el pasillo. Si no nos detuvo
entonces es porque esperaba cazar una presa más jugosa. Posiblemente una con
gafas y cicatriz."
"¿Ah sí? Pues con más razón."
"¿Y por qué tendría que amenazarte? Y, ya que estamos, ¿para qué detenerte
y meterte en una habitación con cuatro gorilas en la puerta? Quizá seas
prefecto, y uno de los cabecillas del ED, pero ¡eres un Hufflepuff! ¿Qué va a
sacar de ti?"
Ernie parece vacilar y no me mira cuando responde:
"¿Qué más da? ¿Acaso necesita Draco Malfoy un motivo para ser tan repelente y
desagradable como es? No, lo hace por puro vicio."
No me quedo muy convencido, pero lo dejo estar.
"Justin, por favor", me besa la sien, antes de mirarme a los ojos, "prométeme
que te mantendrás lejos de él. Que tal y como están las cosas, con su estúpida
brigada rondando los pasillos ansiosa por desplegar su nueva autoridad, puede ser peor que
un basilisco."
"Lo tendré en cuenta", me río y le beso, "Sí además es él el que me evita,
porque dice que la locura se contagia", sonrío. "No me será difícil hacer lo
mismo."
Ernie sonríe de nuevo y se queda más tranquilo, mirándome de esa forma que a mí
me pone muy, muy nervioso. Así que hundo la cara en su cuello y nos quedamos
así, a gusto, un rato hasta la hora de ir a la siguiente clase. Y para entonces Ernie tiene tanta hambre que tenemos que asomarnos a las cocinas para pedir por
favor un plato de algo, un sándwich, lo que sea. Los elfos domésticos están tan
encantados con nuestra visita que empiezan a sacarnos de todo, y me cuesta
convencerles de que ya he comido y sólo me entra si acaso un postre. Me
recuerdan a Pumky, el elfo de Ernie. Al final
tenemos que correr a clase, pero como esa tarde está el colegio sumido aún en el
revuelo, no avanzamos mucho en ninguna materia. Y como los profesores están en huelga de
brazos caídos en lo que a los fuegos y petardos se refiere, la sapo se pasa el
día de una clase a otra. Es muy divertido. Eso sí, tenemos todos mucho cuidado
de no dejárselo notar.
Por la noche estamos todos muy alterados de nuevo. El
espectáculo de luces, colores y explosiones sigue ahí fuera. Algunos no se
apartan de las ventanas encantadas. Hay explosiones tan fuertes que nos levantan
del sillón. Los temas de conversación siguen siendo los mismos de todo el día:
¿dónde está Dumbledore?, ¿cuándo volverá?, ¿es verdad que mató a tres antes de
huir o sólo los dejó estupefactos?, ¿nadie va a intentar un golpe de estado
contra la sapo?, ¿han sido de verdad los Weasley los causantes de este fabuloso
desaguisado?, ¿y quién hizo que Montague, el capitán de los Slythein, apareciera
atascado en un retrete? (ya podría haber aparecido en las Kimbambas, decían los
del equipo); y lo que es más importante, ¿qué vamos a hacer contra la
Brigada Inquisitorial?
Por fortuna el viernes nos darán las vacaciones de
Pascua, así que podremos tomarnos un respiro de clases y centrarnos en estudiar.
Los de quinto y séptimo no volvemos a casa por vacaciones, hay que dar el todo
por el todo hacia la recta final. Y además, no soportaría ahora mismo separarme
de Ernie ni por una semana. Qué le voy a hacer, soy así.
Bandurria en mano, saco mis carpeta de partituras temáticas y voy pasando
separadores: para depresiones, para celebraciones, para camelarme a las
chicas, para camelarme a los chicos, proscritas por los recuerdos, novedades
inclasificadas...mmm...¡Ésta!
No llevo tocando ni 30 segundos cuando un hijo de muggles de sexto exclama:
"Oh, ¿ahora te ha dado por Pink Floyd en serio?"
"Por prescripción paterna, nada más."
Desde el Wish You Were Here que le dedicamos a Cedric, no había vuelto a
tocarlos en público.
"¿Tu padre también estaba hasta los cojones de que tocaras siempre las mismas
canciones?", pregunta Summerby, pero Zacharías se adelanta a responder:
"Anda, majete, no hablemos de cantadas."
"Tranquilo, Summerby, que a la próxima lo lograrás, ya lo verás, por mis huevos
y los tuyos", le dice el capitán, siempre a su lado, siempre motivándole.
"Sólo cuando lo hago por la noche", respondo yo al fin, aguantándome la risa,
"Por eso me regalan partituras nuevas en cuanto tienen ocasión, y yo no me
quejo."
"Nosotros también estamos profundamente agradecidos", asevera un amigo
bardo de sexto, "díselo en tu próxima carta, por favor."
"¿Y qué vamos a tocar esta noche?", pregunta otro, que por fin ha terminado de
afinar la suya. "¿Nos marcamos un murete?"
"¡Sí, sí, que viene que ni pintado!", comenta el otro.
"Pero sin cantar, ¿no? Porque como la sapo os oiga...", comenta otro de séptimo.
"Los demás podéis tararearla y pensar las letras en vuestra cabeza", sugiere el
se sexto, "Así, en protesta colectiva."
"¡Pero si no nos las sabemos!", protesta uno de cuarto.
"Mejor así", asiente él, satisfecho.
"No, hombre, ¿qué gracia tiene, si no saben el significado de la canción?", saco
la partitura, "A ver, Hufflepuffs, venid todos aquí, vamos a hacer una coral de
murmullos. Ernie, Hannah, ¿podéis traer a los demás?"
"¿Qué os proponéis?"
"Una pequeña revolución Hufflepuff, que hacía ya tiempo", respondo
tranquilamente, "Los que estáis aquí, id leyendo estas letras. Si, ya sé que las
palabras andan sueltas por la partitura, pero todos sabéis leer y juntarlas en
frases, ¿no? ¡Venga, que no se diga! ¡Que somos la casa de los trabajadores! Tú
y tú, no huyáis." Risas. Gente que llama a gente. De pronto tenemos a más de media casa concentrada,
pasando las letras de mano en mano, tres bandurrias practicando ciertas partes,
y los dos prefectos reuniendo activamente al resto. Una vez reunidos todos los
que voluntariamente han acudido, repetimos el plan.
"La idea es cantar sin letra, pero sabiendo lo que se canta, ¿está claro? Por
Dumbledore, por el colegio y contra la sapo y la Brigada Inquisitorial que nos
quita puntos por el mero hecho de ser Hufflepuffs, ¿estamos
de acuerdo?", arenga Ernie.
"¡¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!", coreamos todos como buenas ovejas,
unos
con más ardor que otros. Fuera siguen oyéndose explosiones. ¿No es evidente que
hay un ambiente de fiesta enrarecida? Hay que canalizar de algún modo toda esa
tensión e incertidumbre, toda esa emoción y esperanza, todo lo que está
sucediendo a nuestro alrededor y que no entendemos ni cómo ni hasta cuándo ni
por qué.
Comenzamos las bandurrias. Tardamos un par de minutos en
ponernos de acuerdo. Alguno tose. Todos miramos a Summerby. No ha sido él.
Expectación. Empezamos de nuevo. La tocamos una vez. A la segunda, algunos van
tarareando "mmmmm". A la tercera, ya hay voces que nos siguen claramente
al son del "lalala". A la cuarta,
medio coro se va emocionando y sigue la melodía con
fuertes "NANANANA". A la quinta, uno de segundo grita espontáneamente:
"Hey! Teachers, leave the kids alone!", y Zacharías, que está
cerca, le da una colleja por
bocazas. Para cuando llegamos a la octava, el tarareo es tan potente que no
necesita de letra. Me emociono y todo. Ni siquiera hacen falta efectos
especiales, porque las luces de las ventanas artificiales con los fuegos
que se pierden en la noche, con las explosiones, y todo ello combinado con la media luz que hemos dejado
en la sala, basta para dar el ambiente. Cuando terminamos, todos aplaudimos con
fuerza.
"Muy bien chicos y chicas, y ahora todos a dormir. Los de primero, ¡a la cama!
Los de segundo, ¡a la cama! Los de tercero...ya sabéis cómo sigue."
"¿Nos vas a arropar a los mayores también, Macmillan?", le dice uno de séptimo,
dándole un codazo al pasar.
"¡Los de sexto nos pedimos primer!"
"Deja, que ya tiene a quién arropar en su propio dormitorio", susurra Zacharías
para que sólo él y yo lo oigamos. "Buenas noches, tíos, ha estado bien esto."
"Podríamos juntar a todo el colegio la próxima vez", comenta Hannah
entusiasmada.
"Y después te despiertas...en el despacho de Umbridge, claro", le dice el
rubiales.
"Pues yo también creo que estaría genial", la defiende Susan. Y se
marchan los tres discutiendo.
Por mi parte, en medio de la desbandada general, me acerco a felicitar a mis
compañeros de bandurria mientras las limpiamos y guardamos bien. Algunas niñas
se nos acercan. Yo intento cedérselas todas a ellos, pero alguna es persistente,
y quieren favores personales de los músicos, esto es, canciones
dedicadas. Yo digo que "Claro, claro", con una enorme sonrisa, y huyo
valientemente a mi dormitorio, con una reverencia que les hace reír. Esta
vez soy yo el que da el beso de buenas noches a Ernie cuando se apaga la última
luz. Lo que pasa es que antes de que me de la vuelta para volver a mi cama, Ernie me agarra de los
brazos y me tira a la cama con él, que luego no digan que no arropa a los suyos.
Oh, Ernie. Aquí me quiero quedar yo. Ernie coge la varita de la mesilla, cierra
mis cortinas y las suyas, y prepara una alarma por si los demás se levantan
antes que nosotros. No es la primera vez que nos dormimos así, por supuesto,
pero sí la primera en la que lo hacemos completamente embocadillados. Y si no
estuviéramos tan cansados, la cosa no se quedaría en un...mmmm...en un...."Justin,
que como sigas, no respondo de mí y mañana me he propuesto estudiar 10 horas.
Ten compasión de un pobre prefecto, ¿quieres?" "Sí, quiero." "En qué hora..."
"Mañana que sean 9 y no se hable más." Y no se habla más.
Las vacaciones de Pascua pasan en un respiro, pero nadie de nuestro curso se ha tomado uno con los exámenes tan cerca. Entre estudiar, ver alguna vez los entrenamientos del equipo, tocar la bandurria por las tardes y tener una ración de Ernie cada noche, aunque muchas veces no podamos más que dormir juntos, si los demás deciden acostarse pronto, cuando queremos darnos cuenta han empezado de nuevo las clases. Se acabaron los días tranquilos y los huevos de chocolate. Entre todos los que han recibido en nuestra casa, nos hemos puesto ciegos a comer. Ernie hasta ha vuelto a hacer gimnasia: "Al menos un par de semanas, hasta que baje un poco de peso". Me he ofrecido a ayudarle, pero me hadicho que "esa gimnasia no es suficiente, Justin. Aunue tampoco le haré ascos". Ernie siempre tiene que hacer todo lo que se propone. No obstante, procura hacer ejercicio cerca de donde Hannah repasa lecciones en alto, para no perder ni un minuto de su programa diario. Ernie lo lleva aparentemente bien, pero Hannah está recayendo un poco en ese agobio feroz que casi la destroza hace unas semanas. Yo creo que Zacharías es un buen apoyo, aunque a veces discutan y eso no ayude mucho a los nervios de Hannah. Pero al menos la distrae, y además al saberse querida de esa manera hace que ya no piense en que sería mejor irse del colegio porque no vale para nada.
Y es que Zach está de verdad pillado. Llevan ya dos semanas juntos, cuando me dice, sentados él y yo junto al lago tras un entrenamiento del equipo:
"Tío, estoy enamorado."
"Yo también."
"Pero a mí es la primera vez que me pasa."
"Yo sólo espero que me dure."
"Me tiene como atontado, es como si no fuera yo."
"¿Quizá porque por fin te preocupas de verdad por alguien que no eres tú?"
"Quizá. Espero que apruebe. Con todo lo que estudia, espero de verdad que saque
muy buenas notas. Se lo merece. Aunque a veces quisiera que me hiciera un poco
más caso, y menos a los libros..."
"No creo que por estudiarse 5 libros extra de cada materia vaya a sacar mejores
notas."
"Es que dice que no se siente segura."
"¿Cuándo se ha sentido Hannah segura?"
Zacharías parece pensárselo.
"¿Cuándo crees que será seguro...ya sabes...?"
"¿El qué?"
"YA SABES tío. Avanzar. Aún es pronto, lo sé, lo sé. Pero, no sé, poco a
poco...¿quizá en sexto? ¿O será demasiado pronto?"
"Me hacen a mí esperar hasta sexto y me muero."
"Ya, pero para vosotros es más fácil. Compartís ducha, dormitorio, constitución
hormonal. Con las chicas es distinto. Hay que ser más..."
"Paciente."
"Considerado."
"Pues yo creo que un polvo ahora mismo ayudaría mucho a Hannah a tomarse las
cosas con más calma, fíjate lo que te digo."
"Justin, no seas burro, que estamos hablando de mi novia."
"Precisamente. Lo digo como amigo de ella. Un polvo a la semana la ayudaría
mejor que las pociones de Pomfrey. Pero sé que es pronto aún, acabáis de
empezar. Ernie y yo jugábamos con ventaja."
"¿Eh? ¿A qué te refieres concretamente?"
"Es igual. Tú sigue ahí, apoyándola. Que no se ponga muy nerviosa. No la irrites
mucho. No hables de las buscadoras de otros equipos delante de ella. Si es
posible, al final del día no le digas que tal libro de consulta que ha estado
mirando y resumiéndose con ahínco, no sirve para nada."
"¿Y si hay una buena razón para decírselo?"
"Con mayor motivo. Se sentirá peor si se da cuenta de que tienes razón."
"Me estás dejando sin temas de conversación."
"Pues ya era pobre vuestra conversación..."
"Mira, estoy de vuestros TIMOS hasta... tengo unas ganas de que lleguéis a
sexto..."
"¿Para hablar mejor con ella o para tirártela?"
"Justin, tío, serás maricón, pero eres más burro..."
"Lo siento, yo también tengo un poco de ansiedad últimamente. Por si no lo
sabías, yo también me examino."
"Hombre, ya iba siendo hora de que te dieras cuenta de que de este curso depende
tu carrera futura. ¡Enhorabuena! Aún estamos en mayo, tienes...veamos...¿un
mes?. Suficiente."
"¿Por qué te crees que me está entrando la ansiedad? Porque ya le estoy viendo
las orejas al lobo. Y me temo que viene para merendárseme y no dejar ni los
huesos."
"Tú tranquilo, tío, que yo me puse a estudiar en serio dos semanas antes, y los
saqué bien."
"¿Cuál es tu secreto?"
"Renunciar a las que sabía de sobra que no iba a sacar ni aunque hubiera
estudiado desde primero todos los días con la materia de quinto."
"No es mala idea...pero, ¿cómo puedo saber cuáles necesito y cuáles no?"
"Oh, pronto os lo dirán. Dentro de poco toca que os den las sesiones esas sobre
las salidas después de Hogwarts. No te entusiasmes mucho cuando veas las
opciones. Recuerda, ante todo recuerda, de qué casa vienes. Y luego ya puedes
soñar, si te dejan."
Efectivamente, una semana después de las vacaciones, Sprout,
como jefa de nuestra casa, nos va llamando uno a uno a su despacho para
hablarnos de las salidas profesionales después del colegio. Esperaba que me
dijera que mi futuro está en la botánica, o en la psicología mágica, o que ya
tenían un asiento reservado para mí de sella-pergaminos en el Ministerio. Pero
en realidad sólo me suelta una explicación sucinta acerca de las carreras más
extendidas y las asignaturas y notas que se necesitan.
"¿Qué hace exactamente un auror?", le pregunto. Nunca me quedó claro a
qué se dedicaba Ojoloco Moody, el auténtico. Ella me explica que son los que se dedican a
detener a los magos oscuros, a los mortífagos. Algo así como las fuerzas
especiales de seguridad del mundo mágico.
"No creo que valga para eso", sonrío yo, que no puedo ni imaginarme delante de
uno de esos fugitivos peligrosos con mi varita. Quizá si tuviera mi bandurria,
podría afectarles de algún modo desagradable. Pero con la magia no tengo nada
que hacer.
"Oh, no te preocupes, Justin. Pocos en nuestra casa tienen el carácter necesario
para convertirse en auror. Los ha habido, por supuesto. Y yo tenía las
esperanzas puestas en Cedric. Ese chico podría haber sido lo que quisiera. Es
una pena que lo matara el peor de los magos oscuros antes siquiera de que se
decidiera a cazarlos. Después de él, no he vuelto a ver potencial aún en
ninguno de los nuestros. Ernie parecía ilusionado con la idea, hasta que le he
dicho que los aurores, o sus familias, no suelen tener una vida muy longeva si
hay mortífagos sueltos por el mundo mágico. Y me temo que no sólo ellos, en los
tiempos en los que vivimos...Pero, en fin, Justin. ¿Has visto más o menos por
dónde quieres encauzar tus pasos el año que viene?"
"La verdad, aún no lo sé muy bien."
Sprout empieza darme consejos, como que si se me ha pasado por la cabeza ser
músico profesional, que no tiene mucha salida, que lo olvide; y me pregunta que
si he pensado en la docencia, porque me ve madera de profesor, tengo mucha
paciencia con los más jóvenes que yo. Mira, esa idea sí me gusta. Pero no
sé...pasar el resto de mi vida en Hogwarts, sin mis amigos...
"...no, no podría", les digo a ellos en la sala común.
Estamos los cuatro: Susan, Hannah, Ernie y yo.
"Yo tampoco podría ser auror. El reto parece emocionante, pero supondría
demasiado sacrificio. "
"Yo quiero trabajar en el Ministerio, como mi tía. Parece un trabajo muy
interesante."
"Yo quiero aprobar con buena nota todas las de quinto y los TIMOS. Después,
aprobar todas las de séptimo y los ÉXTASIS. Después...ya me lo pensaré."
"Pero querréis casaros y tener hijos, ¿no?"
"¿Quién?", preguntan a la vez los tres, y casi fulmino con la mirada a Ernie,
pero me puede la risa.
"Tú y Terry no, Susan. Pasáis demasiado tiempo juntos. Si no rompéis antes del
verano, lo haréis nada más volver, por el shock del agradable respiro veraniego.
Y tú, Hannah...", miro alrededor, veo que el rubiales no está, "...como sigas
ignorándole así por culpa de los estudios, no te va a durar mucho."
"No digas tonterías, Justin. Queda un mes para los exámenes. El año que viene no
será tan estresante."
"Y en séptimo ya no estará", comenta Susan de pasada. "Qué pena, ¿no? Tendrías
que haberte buscado a uno de nuestro curso."
"Prefiero a uno mayor. Tiene más experiencia."
"Ooooh, ¿en qué, en qué?", pregunta toda emocionada.
"Ya ha pasado los TIMOS y puede darme muchos consejos."
Susan menea la cabeza, exasperada.
"¿Es que no piensas en otra cosa?"
"Bueno, chicas, no discutáis, que al fin y al cabo las dos estáis obsesionadas
con algo que empieza por 'T'", intervengo yo, y al menos consigo que las dos se
pongan de acuerdo para atizarme. Las tengo a las dos agarradas por los brazos de
mala manera, cuando un grupito de niñas de primero y segundo se lo toma como
excusa para atacarme también, en defensa de sus compañeras "oprimidas" (en
especial su prefecta, que es su ídola por los cortes que le pega al rubiales en
sus discusiones públicas, que son casi todas), y de pronto me encuentro embocadillado, asediado,
amordazado y bastante indefenso.
"Efniiii....ayu...pffffff...ayuuuuu..."
"Sí, yo también creo que hay una pega a la recomendación de Sprout", dice él,
sin levantar ni la vista ni un dedo de su libro de Pociones, "Creo sinceramente
que tienes madera de profesor, pero enseguida dejas que se te suban a la chepa."
Ernie espera unos minutos a que empiecen a venir también niños, atraídos por el
revuelo de gente cayéndose y saltando del sofá, porque la cosa se ha extendido
ya a otras ofensivas particulares, y ni la autoridad de Hannah la prefecta y sus
gritos basta para que se me quiten de encima. Sólo cuando llegan los niños, ya
sí, se pone en pie, empieza a agarrarlos con una sola mano a cada uno, y a
apartarlos poco a poco de la masa humana, hasta que me saca, sofocado y
enrojecido. Con un par de órdenes bien dadas, pero con suavidad, eso sí,
dispersa a los alborotadores, me sienta en el sofá, me atusa los pelos, y se
sienta junto a mí a seguir leyendo su libro.
"Sexto, sexto, sexto, quiero que llegue sexto."
"¿Para qué?"
"Lee entre letras", lo miro de soslayo, sonriendo con todos los dientes al
tiempo que recupero el aliento.
Ernie ve mi sonrisa, frunce el ceño, lo piensa un momento, y luego pone
los ojos en blanco.
"Justin, aún me quedan dos horas de repaso de pociones."
"Sí, ya lo sé. Tengo paciencia."
No sé otras, pero Pociones es una de las que seguro segurísimo, me voy a dejar.
Antes de que pueda dejar Pociones o cualquier otra asignatura, los que dejan el colegio directamente, son los gemelos Weasley. Con una salida triunfal en la que anuncian la apertura de su nueva tienda de bromas en el Callejón Diagón, y animan a Peeves a que siga haciendo la vida imposible a la sapo por ellos, abandonan Hogwarts justo antes de los ÉXTASIS. Esos si que se lo montan bien. Qué caretos se les ha quedado a la Brigada de los Imbéciles, como los llamamos en nuestra casa, cuando y donde no nos oyen. Para colmo, los Weasley han dejado el colegio extraña y literalmente empantanado, lo que tiene a la sapo y a Filch fuera de sí, porque los profesores han vuelto a hacer huelga de brazos caídos. El que está que se sale de alegría es Zacharías, a quien nos hemos encontrado dando saltos en uno de los sofás gritando "¡VIVA, VIVA!", feliz por la marcha de sus peores enemigos en el colegio. Le tenían más acojonado que los Slytherin.
Y hablando de las serpientes, Hufflepuff gana a Slytherin y el capitán casi se come a Summerby delante de todo el equipo. Menos mal que se contiene a tiempo. Por lo menos nuestro buscador puede disfrutar esta vez de la gran fiesta que montamos. Hasta le dedico una canción, que el muy ingrato no aprecia porque se está dejando mimar por varias chicas de nuestra casa y no me hace ni caso. Me consuelo pensando que el capitán está peor que yo, que ni sé de quién tiene celos, si de ellas, o de él. Su novia le dejó después de que no la viera en dos semanas por entrenar antes de este partido. Zorravenclaw tenía que ser. Aunque en este caso...creo que la chica tiene razón. Ahora sólo nos queda esperar el resultado del siguiente partido. De la diferencia de puntos depende que aspiremos al primer o al segundo puesto. Lo que quiere decir que, aunque pocas, ¡hay esperanzas!
Esas esperanzas terminan cuando Gryffindor gana a Ravenclaw
con buena puntuación. Y aunque me siento también un poco mal
por Luna y su sombrero de águila (que casi me muerde cuando la iba acariciar),
me hace ilusión que a la innombrable la haya dejado Ginny Weasley con un
palmo en las narices. ¡Ja, chúpate esa! Sé que no debería alegrarme, lo sé. Pero
soy humano, yo también tengo mi lado oscuro, y no soporto a la viuda negra
lacrimosa. De hecho, ya está llorando otra vez, para que vayan a consolarla. Qué
asco la tengo, qué asco. De camino al castillo de vuelta del partido,
acompañado por un nutrido grupo de casa, de
pronto me doy cuenta de que justo detrás de nuestro grupito van Harry y Hermione,
hechos unos zorros. ¿Qué hacen ahí que no están con su equipo, celebrando?
Bueno, da igual. Por ahí viene la procesión, llevando a Weasley en brazos y
cantando la nueva versión de la canción. Qué bonita es la Copa de Quidditch. No
creo que la vea en nuestra sala común antes de que me gradúe. Pero al menos me
queda la satisfacción de que nuestro equipo ganó al campeón. Dos veces. Y en una
lo tendría que haber barrido por goleada.
Por la noche, el equipo se reúne alrededor de la foto ampliada de Cedric,
que sigue colgada del tablón de anuncios junto con tantas otras fotos. El
capitán es el que habla primero:
"Lo siento, Cedric, hemos llegado más lejos de lo que hicimos hace dos años,
Cedric, hemos ganado a los dos grandes. Y si no fuera por la diferencia de
puntos...ejem...por la mala suerte, habríamos podido ganar la Copa de Quidditch.
Espero que, estés donde estés, te sientas orgulloso de nosotros." "Lo siento,
Cedric, la culpa fue mía, debí haber contenido aquel estornudo", añade Summerby,
acongojado. Los demás le azuzan y le dan palmadas amistosas en el hombro, y lo
desmienten con vehemencia delante de la foto. Cedric sonríe desde su pose eterna
de nervios ante la cámara, mirando a un lado y a otro. Pero yo sé que habría
estado orgulloso de su equipo.
Una tarde Susan llega toda emocionada para contarnos que
Michael y Ginny han roto por culpa del Quidditch, y que Michael está ahora con
Cho Chang.
"Sabía que tenía mal gusto, pero no hasta ese punto. Vaya un imbécil", comenta
Hannah con desdén, desde la mesa de estudio.
"¿Sí, verdad? ¿Quién quiere amargarse la vida con esa?", asiente Zacharías,
sentado en la silla de al lado, pegado, desde donde la ayuda a revisar historia
diciendo "este párrafo es una gilipollez" "esta fecha no es importante" "¿A
quién le importan estos dos duendes? El que mola es éste, fue el que inició la
tercera revuelta y se lo cargaron cuando..."
"Pues Terry me ha dicho que Cho está mucho más feliz ahora. Al menos Michael le
hace caso, lo cual es un gran cambio. Harry estaba muy pendiente de sus
amiguitos y pasaba de ella."
"Harry no necesita una novia ahora mismo, ya tiene demasiado con que
preocuparse. Ni siquiera pudo participar de la victoria de Gryffindor porque a
él, a diferencia de ella, le prohibieron jugar al Quidditch. Chang debería
entenderlo", opina Ernie.
"Yo creo que no tenían muy buena comunicación", sigue Susan. Pero es Hannah la
que dice lo que todos estamos pensando.
"Susan, anda, dale un poco a la Historia, y deja los cotilleos, que la vida
de infames Ravenclaws es una asignatura en la que tú ya tienes matrícula, no
necesitas recitarla más."
En junio no hay más materia nueva, no hay más deberes,
toca hincar los codos a base de bien. No puedo estar tanto tiempo en la
biblioteca como nuestros prefectos, así que sigo prefiriendo el aire libre, el
lago y a los que ya están ahí donde quiero llegar, Zacharías y los suyos, que
además de avisarme de que ni se me ocurra aceptar ninguno de esos productos
milagrosos que estudiantes mayores de otras casas están vendiendo, porque 1. es
hacer trampas, y eso es una deshonra para nosotros, 2. son todos falsos, uno
picó el año pasado y se puso muy, muy malito, me dicen que no hace falta que me angustie,
porque no hay que ser un Cedric ni un Ernie para sacar los TIMOS decentemente. Y
como a Ernie de todos modos lo espero antes de ir a dormir, aprovecho también
para estudiar por las noches.
"Deberías dejar de comparar con todo el mundo las horas que dedicas a repasar ,
Ernie. Te estás volviendo un histérico", le digo una de ellas. Los de sexto y
séptimo de nuestra casa están hasta las pelotas también, porque lleva así desde
principios de curso, y ahora todavía con más ahínco.
"Necesito saberlo, Justin. Necesito dejar mi conciencia tranquila."
"Sí, pero ¿cómo puedes tener tu conciencia tranquila cuando mientes?"
"¿Que miento?"
"Sí, hoy a la entrada de Herbología les has dicho a Harry y a Ron que estudias
una media de 8 horas diarias, pero eso no es cierto, estudias una media de 10."
"Les he dicho que hago 10 en mis mejores días, y es verdad."
"Entonces tus mejores días son todos."
"Cuando te pones pesado, pierdo la hora de antes del desayuno. Y luego, como el
martes, que no pude estudiar después de cenar porque se te ocurrió decirme
que..."
Le tapo la boca y sonrío con picardía.
"Qué pesado con lo del martes. Si en el fondo te encantó que te forzara a
dejar de estudiar. Te dejé libre de culpa y remordimientos...o eso quiero creer.
Y luego ¿qué? ¿Te cundió luego más al día siguiente o no?"
Ernie gruñe por toda respuesta, pero está rojo como un tomate.
Un día antes de que los TIMOS se nos echen encima, llegan los examinadores a Hogwarts, un grupo de ancianos magos de aspecto muy serio. Los mayores, de nuevo, nos tranquilizan diciendo que los hay muy amables. Otros, son más duros de roer, pero es como siempre, que los más duros al final son los más impresionables. Dos semanas para la libertad, pienso yo la noche antes, en mi cama. Dos semanas, prácticos por la tarde, teóricos por la mañana. Ernie me ha pedido que, por mucho que nos cueste, y más a él, aunque no me lo crea (y no me lo creo, sé que los exámenes son mi peor rival con él), estas dos semanas no le provoque, no le haga perder horas de sueño, y no durmamos juntos para evitar tentaciones. La verdad es que hemos tenido una pequeña bronca, pero como no ha entendido el insulto cuando le he dicho que "por mí como si te metes a cura cuando acabes los ÉXTASIS", no se ha producido siquiera una bronca. Si al final me tocará repasar la víspera, a falta de algo mejor que hacer, como si lo viera. Con lo que odio repasar mucho el día antes de un examen, que me pone más nervioso. Pero ahora están los de sexto y séptimo muy metidos también en lo suyo, así que no hay escapatoria posible. Comienza la cuenta atrás. Y a mí más me vale contar ovejitas estos días...
...nah, Ernie vuelve a mi cama tras el primer día, y me
confiesa que no aguantaría dos semanas sin abrazarme bajo las sábanas. Ya, ya.
Ha debido de salirle especialmente bien el examen práctico de Encantamientos,
porque él sí que parece encantado consigo mismo. Tanto, que acabo convenciéndome
de que en realidad ha vuelto a mi lado sólo para revivir el examen de hoy y
descargar sus preocupaciones sobre el de mañana. Eso sí, la terapia resulta,
porque me duermo enseguida. Al día siguiente, Hannah logra atascar 10 minutos el
examen práctico de Transfiguración al transfigurar un hurón en una bandada de
flamencos. Así se hace, Hannah, con estilo. Zacharías ha intentado consolarla,
pero le resultaba difícil contener la risa ante las numerosas anécdotas que
corrían sobre
las dificultades para desalojar el zoo espontáneo del aula para que se pudiera
seguir examinando a la gente. El miércoles todos bordamos nuestro examen
de Herbología, por supuesto, nadie va a confesarle algo distinto a Sprout cuando
nos pregunta con tanta ilusión y orgullo de maestra. Pero ahí estoy exultante
hasta yo, que soy de los pocos que no miento (¡tanto tiempo haciendo de padrino
de plantas ajenas y teniendo que empollarme sus cuidados especiales!). Sólo
espero no sacar más nota que Ernie, o me odiará. No mucho, pero sé que lo hará.
El jueves, los cuatro miembros del ED nos confesamos la satisfacción de haber
podido poner en práctica lo aprendido con Harry, y le mentamos varias veces
durante la cena, agradecidos de verdad. Habríamos hecho un brindis de no ser
porque habría resultado demasiado cantoso. Runas antiguas no me va nada mal el
viernes. El sábado Hannah aún no ha superado lo del martes, y se
echa a llorar al menos tres veces durante todo el día (una en el desayuno; otra
cuando no le salía recitar una lección en particular del libro ni a la de seis;
y la última, que es la más gorda, porque de ahí se fue directa a llorar a los
baños, cuando alguien me pregunta que si cuando fui a las islas españolas en
verano con mis padres aprendí a bailar flamenco), de modo que al final me
uno a Zacharías para echarle un cable y animarla, algo que no se logra hasta el
domingo por la tarde, cuando terminamos de repasar Pociones y tanto ella como
Ernie se unen a las actividades de la casa (incluso a un bis de canción con
tarareos), porque reconocen que necesitan despejarse un poco.
"Ya haré un último repaso antes de dormir."
"¿Otro último repaso?"
"Justin, la mayoría de la gente de nuestra casa da siempre Pociones por perdida,
pero yo quiero estudiar Pociones el año que viene, y Snape sólo acepta en su
clase a aquellos que saquen la máxima puntuación. Cedric lo logró, así que yo
también lo voy a conseguir."
El lunes por la noche, Ernie no las tiene todas consigo de haberlo hecho bien,
pero aún mantiene un hilillo de esperanza, que se multiplica al día siguiente
con una, de nuevo, actuación estelar en el examen de Aritmancia. Cuidado de
Criaturas Mágicas nos va medianamente bien, sobre todo a mí, que nunca se me han
dado del todo bien los bichos que nos saca Hagrid para "cuidar" o "cuidarnos
de". La Astronomía nunca ha sido mi fuerte, y casi me duermo en el examen, hasta
que Umbridge y otros 4 energúmenos asaltan la cabaña de Hagrid y atacan a
McGonagall sin previo aviso, lo que hace que todos, incluídos los profesores,
dejemos de prestar atención al examen durante varios minutos. Cuando el examen
acaba, Ernie se acerca al trío maravillas unos instantes, y luego se reúne con
nosotros para regresar al dormitorio y comentar tanto el examen como la jugada
del Ministerio.
"Terrible lo de McGonagall, ¿eh? Pero creo que este examen no ha
presentado especial dificultad, pese a los obstáculos."
Lo miro con incredulidad y no respondo.
"¿Qué está pasando en Hogwarts?", comenta Susan espantada.
"Que están despidiendo a los profesores incompetentes, eso es lo que pasa",
responde Ernie. "Claro que la que juzga que son incompetentes, es la más
incompetente de todos."
En casa todo el mundo habla de lo ocurrido, claro, y hasta Ernie se olvida de
repasar para expresar sus opiniones con éste y aquél y juzgar los porqués y las
causas de esta situación, y cómo todo se solucionaría si Dumbledore iniciara una
reconquista de Hogwarts antes de que termine el curso. No sé los demás, pero yo
me voy a la cama antes de que dé la una. Mañana es el examen de Historia de la
magia, y los exámenes de teoría tocha necesito tenerlos bien reposados, más que
repasados. Ernie vuelve a las tantas de la madrugada, pero noto que sigue
estudiando en la cama, porque hay una tenue luz que emana de detrás de las
cortinas.
El examen en sí, el último de todos, por cierto, pasa sin
mayor novedad. Porque Harry gritando y desmayándose en medio del examen sin
venir a cuento no resulta ninguna novedad para los Gryffindor, por lo que nos
cuentan después Seamus Finnigan y Dean Thomas. No sé lo que le habrá pasado,
el examen no era tan difícil, aunque sí tostón, como era de esperar; pero como dice Ernie: "¡Qué más da, Justin! ¡Hemos terminado!"
Salimos un rato los cuatro a dar un paseo al lago y cuando volvemos alguien a
arrojado no sé qué gas en las inmediaciones del despacho de Umbridge. Ya están
los bromistas otra vez.
"¡Qué más da, Justin! ¡Hoy es día de fiesta! ¡Tenemos que celebrarlo con los de
séptimo, que imagino que estarán acabando ya los suyos!"
"¿Y qué vas a hacer ahora que no tienes que estudiar ocho...diez horas al día."
Ernie me mira, arquea una ceja y sonríe.
Por la tarde salimos los dos solos, ya que se ha declarado día oficial de "cada
oveja con su pareja", antes de que nos den las vacaciones. En cierto rincón
junto al lago nos encontramos a los Creevey, intentando sacar instantáneas del
calamar gigante. Dennis posa abrazado a un tentáculo, haciendo el gesto de la
victoria. Flash. Dos tentáculos, un extremo en cada mano. Flash. El calamar sale
a la superficie y Dennis se le abraza. Flash.
"¡Ey, Colin! ¿Nos sacas una foto?", le pido, y una vez hecha, añado en voz baja, "¿es cierto que
tienes una foto comprometedora de Hannah y Zacharías?"
"¿Por qué, quieres copia?"
Asiento con la cabeza.
"Vale, esta noche durante la cena te llevo las dos a la mesa."
"¡Gracias Colin, eres un amor!"
"No me hables de amor..."
"¿Por qué?"
"Porque estoy a ver si me echo novia antes del verano, que quiero tener algo que
contarle a mi padre cuando vuelva."
"¿A tu padre?"
"Sí. No entiende que con 14 años tenga mi pared forrada de fotos de chicos del
colegio. Un día en Navidades nos sentó a Dennis y a mí en la cocina y nos dijo
algo que jamás olvidaré, pero que a día de hoy tampoco entiendo muy bien."
"¿El qué?"
"Tú sabes que mi padre es lechero, ¿verdad?"
"Sí..."
"Pues nos dijo que el futuro de la humanidad depende en buena medida de que no
se malgaste ni una sola gota de leche."
"Para leche, la de tu padre, y muy mala además."
"¿Tú lo entiendes, Justin?"
"Eso sí. Lo que no acabo de entender es por qué tu hermano está dando besitos al
calamar."
Ernie está contemplándolos estupefacto a pocos metros, mirándolos a ellos,
mirándome a mí, y señalándolos con vigor y pavor.
Colin suspira.
"Le he dicho muchas veces que su amor no tiene futuro, pero Dennis dice que aún
le quedan muchos años en Hogwarts para saber si están hechos el uno para el otro
o no, antes de dar el paso."
Qué fauna me rodea, de verdad. Ernie parece opinar lo mismo, cuando volvemos al
castillo.
"Ahora sólo nos falta encontrarnos a Luna Lovegood, y tenemos ya la ronda de
lunáticos completa."
"Mira, por ahí va", señalo yo al verla dirigirse hacia el Bosque Prohibido
acompañada por Neville Longbottom, Ginny y Ronald Weasley.
"¿A dónde van? ¿Es que han montado los Gryffindor una fiesta en el Bosque esta
noche?", pregunta Ernie.
"Quién sabe. Igual saben dónde está Hagrid y van a reunirse con él", respondo
yo.
Pero como ni Hermione ni Harry ni los otros tres aparecen a la hora de cenar, y sí los demás Gryffindors, mi teoría resulta
la más plausible. En cualquier caso, esa
cena nos sabe mejor a todos que nunca, y después cantamos canciones y contamos
historias y anécdotas del curso, debatiendo por qué habrá visto la gente a Umbridge volver histérica perdida del Bosque, qué hacía la Brigada Inquisitorial
atrapada en su despacho hechos un cromo, y dónde estará el grupito que
desapareció esta tarde.
Con todo y con eso, el momento más emotivo del día, para mí, tiene lugar, cómo no, en la cama, mi sitio favorito últimamente, donde estamos solos Ernie y yo, con la mitad de nuestra casa aún celebrando (hasta el amanecer, han prometido) el final de los exámenes, mientras que nosotros lo celebramos a nuestro modo, por supuesto. Y no somos los únicos, que el golpeador se ha llevado a la cazadora a su dormitorio, no sin antes porfiar con Zacharías que no, que hoy le tocaba a él, que al fin y al cabo Hannah y él no necesitaban aún tanta intimidad. A lo que Zacharías ha respondido que no puede saberlo, porque nunca la tienen. La verdad es...que es cierto. Pero yo le he dicho que siempre puedes encontrarla si la buscas. No le he revelado todos mis secretos, porque si no, dejarían de ser mis escondites, y correría el riesgo de encontrármelos un día cuando los necesitara. Sí, soy así de egoísta con algunas cosas. Pero es que necesito de esta intimidad con Ernie como el comer. Me gusta recorrer cada uno de los rincones de su recio y bien dimensionado cuerpo, no me importa en qué forma; me encanta besarle durante minutos, largos minutos, e impedir que haga cualquier otra cosa, porque yo sólo quiero besarle, así se acabe el mundo; y me destroza, porque me destroza, y me rehace, y me vuelve a destrozar, cuando al final de una larga sesión de actividad placentera, cuando ya estamos tan baldados que apenas podemos mover los músculos de las pestañas, pero aún así empezamos a hablar del verano y de qué pasara con Hogwarts, y cómo seguiremos nosotros el año que viene, en séptimo, cuando todo acabe, y si el mundo será un lugar mejor o peor, si Quien-tú-sabes no arruinará el futuro para todos, Ernie me acaricia el pelo mientras me susurra en el oído, abrazado a mi por la espalda, que no importa lo negro que se ponga todo en el futuro, porque, y esto termina recitándome en el oído, de memoria, como si hubiera estado guardándolo sólo para este momento:
"...believe in me baby and I’ll take you away
From out of this darkness and into the day"
Y como ahí se queda atascado, sigo yo:
"From these rivers of headlights these rivers of rain
From the anger that lives on the streets with these names
’cos I’ve run every red light on memory lane"
Y termina él, con verdadera emoción en su voz:
"I’ve seen desperation explode into flames
And I don’t want to see it again. . ."
Oh, Ernie.
No dejaré que la vuelvas a ver. En mí no.
¿Te vienes conmigo?, es lo primero que recuerdo de Ernie, en el andén de
King's Cross en primer curso. Y aún le veo, con su nariz respingona y su cara
seria, acompañándome hasta el tren que me llevaba a mi nueva vida en Hogwarts,
mi primer día en el mundo mágico. Y con Ernie sí que me bajaría en casi
cualquier parada. ¿Quién dijo que el amor verdadero es el primer amor? Vale,
quizá pueda serlo. Pero no es el único, ni el más grande.
Y para grande, Ernie.
"Pase lo que pase, llévame contigo", le digo.
"Muy bien. Empezamos este verano. Tu eliges el mes."
Me río, y le respondo con un beso y un:
"Como desees."
Aún hay varios acontecimientos extraños a
final de curso, hasta que el Ministerio de la Magia a anuncia por fin
públicamente que, es cierto, Quien-tú-sabes ha vuelto. Además, varios mortífagos
fueron detenidos en el Ministerio, entre ellos el padre de Draco Malfoy. Sin
embargo, el último recuerdo feliz del quinto curso es el delicioso momento
en el que todos los que estamos en nuestro compartimento en el Expreso de
Hogwarts de regreso a Londres (Hannah, Ernie, Susan, Terry y Anthony, porque
Zacharías está con los del equipo, que a algunos no los verá ya más) salimos en
defensa de Harry cuando Malfoy y sus gorilas lo acorralan a la vuelta del baño.
No sé ni lo que les soltamos entre todos por las varitas, sólo que estoy seguro
de que fueron las maldiciones de Ernie las que más daño hicieron. Una vez que
Ernie y yo hemos ayudado al niño que lo volvió a contar a meter en el
portaequipajes las babosas amorfas que han quedado de semejante conjunción de
hechizos, hasta que se les pase el efecto, Ernie comenta que está deseando ver
la cara de la madre de Malfoy cuando lo vea en la estación. Entonces llega
Ronald Weasley y se lleva a Harry, no sin que antes éste nos de las gracias.
Ernie, quien le tenía ganas a Malfoy, está radiante: "Ni siquiera recordarán de
donde les llovió, ja ja".
Sí, mejor que no se acuerden el año que viene.
Aún nos quedan dos años en el colegio. Luego, ya se verá.
Porque si es por mí, yo deseo pasar con Ernie todos los meses, de aquí a que me
muera, algo que ya no tengo ningún deseo de que suceda pronto, Vóldemort
mediante. Espero que a él los planes NO le salgan bien. Y, pase lo que pase,
como bien decían mis adorados Dire Straits:
It takes love over gold
And mind over matter
To do what you do that you must
When the things that you hold
Can fall and be shattered
Or run through your fingers like dust
[Créditos:]
Sketchs de los Monty Python: Defensa personal contra
frutas (del capítulo "Owl-stretching Time"), La Inquisición española (del
capítulo, "The Spanish Inquisition"), Hint-hint-nudge-nudge (visto por primera
vez en "Monty Python in Hollywood").
Letras de canciones: Another brick in the Wall, de Pink Floyd;
Telegraph Road, y Love over Gold de los Dire Straits.
Raindrops keep falling on my head es de Bacharach/Davies (no, Roger no).