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Cercados: obra teatral de Grégor Díaz, dramaturgo peruano (texto completo)
Gregor Díaz Celendín, Cajamarca, 1933; Lima 2001+

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Se inicia como dramaturgo en 1966, año en que escribe Los del 4, que en 1968 gana el 1er. Premio del Concurso de Obras de Teatro organizado por la Sociedad Judía del Perú y además es publicada en la antología "Teatro Selecto Contemporáneo Hispanoamericano" (Madrid, 1971). Fue también publicado en el Perú en 1968 por la Editorial Causachum (La huelga) y por la Editorial Homero, teatro de grillos, en 1976 (Cercados y cercadores) y en 1978 (Cuento del hombre que vendía globos).
Su obra Sitio al sitio fue publicada en Colombia en la Antología Latinoamericana de Teatro Breve Social (1999).
Antes de su muerte, en diciembre del año 2001, escribe In memoriam, una investigación sobre nuestros teatristas fallecidos desde el Siglo XIX hasta hoy.

    Obras y año de estreno (en Lima, salvo indicación):
  • Los del 4 (1968)
  • La huelga (1968)
  • Cercados y cercadores (1971)
  • Cuento del hombre que vendía globos (1975, 1er. Premio del Concurso anual del TUSM)
  • Réquiem para 7 Plagas (1979, 1er. Premio TUSM ese año y Mención Honrosa en el Concurso Hispanoamericano "Andrés Bello" del CELCIT de Venezuela en 1981)
  • Chimbote Mundo (Primer Premio CELCIT Perú ese año) (1981)
CERCADOS

CERCADOS

 

 

PERSONAJES

 

            María

        (cercada, ella–víctima y cercador): joven de 18 años, embarazada de 8 meses.

 

            Rosa

        (cercada, ella–víctima y cercador): joven de 18 años, embarazada de 8 meses.

 

Nuestros días

Lima – Perú

 

 

Los cercadores

 

ES DE NOCHE.

ALREDEDOR DE LA MESA, MARÍA (ELLA), JOVEN DE 18 AÑOS EMBARAZADA DE 8 MESES, DA VUELTAS HABLANDO PARA ELLA MISMA, COMO SI ESCUCHARA EL LLANTO DEL BEBÉ QUE LE NACERÁ AL MES SIGUIENTE. SE ESTÁ ENSAYANDO PARA SER MADRE.

 

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Ya, ya… no debes llorar más, Manuelito! ¡Si sigues gritando así, vas a despertar a todos los vecinos! ¡Manuelito… te voy a castigar! ¡Tienes que dormirte, Manuelito, para que pueda lavar tus pañales! ¡Vamos, no seas caprichoso, por el amor de Dios! ¡Tengo que levantarme temprano para ir a trabajar! ¡Duérmete, Manuelito, que me muero de sueño! ¡Pero es que no te vas a dormir, criatura de Dios!

 

Llaman a la puerta. Ella se sobrepara, luego va y hace entrar a su amiga Rosa, joven de 18 años, embarazada de 8 meses. Al verla, haciendo seriamente teatro, se transforma en “cercador”, en el gerente que la embarazó, tomando sus gestos y ademanes y modulación de voz.

(Cercador) ¡Adelante, Rosita! Pase usted…

 

ROSA.–              (Ella) Hola… no pude venir antes.

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Sin vuelta de hoja, Rosita, Dios se ha acordado de mí! ¡No hay nada que hacer… me he levantado con el pie derecho esta mañana!

 

ROSA.–              (Ella, extrañada) María…

 

MARÍA.–             (Cercador) No pensaba que fuera puntual… Barrientos International Sociedad Anónima de Lima, Perú, le da la bienvenida.

 

ROSA.–              (Que ha comprendido el juego de María, retrocede en el tiempo un año, convirtiéndose en cercada)

Buenas tardes, señor gerente… y gracias.

 

MARÍA.–             (Cercador)

¡Pero quién lo iba a imaginar…! ¡Rosita en mi oficina! Este día debería ser feriado… Pero tome asiento.

 

ROSA.–              (Cercada) Sí, señor gerente… (Toma asiento y queda frente al público)

 

MARÍA.–             (Cercador) No me llames más señor gerente, por favor, de hoy en adelante… (Ríe) Me haces viejo… y no lo soy.

 

ROSA.–              (Cercada) Me dijeron que podía pasar… así que yo…

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Sí, ésa fue mi orden: que pasara inmediatamente! Te han dicho bien… Pero poca importancia tiene lo que te digan ellos. Lo único que debe interesarte, Rosita, es lo que te diga yo. Es cierto… di esa orden… pero lo que no te han dicho, Rosita, es que lo dije con desesperación.

 

ROSA.–              (Cercada) ¿Quizás tiene usted mucho que hacer…?

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Pero cómo se te ocurre decir eso, Rosita… por favor! Te lo voy a volver a repetir: para mí, este es un día feriado… ¡Rojo en el calendario!

 

ROSA.–              (Cercada) Ya no trabajo más para el doctor Lezama…

 

MARÍA.–             (Cercador) Te voy a pagar cuatro mil soles…

 

ROSA.–              (Cercada) Y como al medio día llegó una nota suya a mi casa.

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Cuatro mil soles! Esto es, mil ochocientos más de lo que te pagaba Lezama.

 

ROSA.–              (Cercada) Muchas gracias, señor Orrego, muchas gracias. Cuando mi hermana se entere, no sabe usted la alegría que le va a dar… ¡Si mi madre viviera…!

 

MARÍA.–             (Cercador, tomándole la barbilla) Si te portas bien conmigo –como lo espero– después de los “tres meses de prueba”, lo tengo decidido, te voy a aumentar cincuenta libras…

 

ROSA.–              (Cercada) Gracias, señor Orrego… es usted muy generoso conmigo.

 

MARÍA.–             (Cercador, pasándole la mano por el cuello) Nada de señor Orrego, Rosita… para ti soy: Jesús… Sí, Jesús a secas. Claro que delante de gente, como es natural, me tienes que decir señor Orrego.

 

ROSA.–              (Cercada) Sí, señor Orrego…

 

MARÍA.–             (Cercador) Hoy mismo empiezas a trabajar… ¡Pero quién lo diría… casi un año he tenido que esperar para que vengas a mi oficina!

 

ROSA.–              (Cercada) Estaba trabajando para otra firma… es por eso, nada más.

 

MARÍA.–             (Cercador) Para celebrarlo cenaremos juntos… los dos… ¡sólo los dos!

 

ROSA.–              (Cercada) No sé si deba… mi hermana está enferma y no tiene quién cuide sus hijos… mi cuñado sale tarde del trabajo… se molesta cuando no llego temprano.

 

MARÍA.–             (Cercador) En esta organización, Rosita, lo importante es pasar los primeros “tres meses de prueba”, después ya puedes considerarte de la casa…

 

ROSA.–              (Cercada) Le estoy muy agradecida por todo lo que hace por mí…

 

MARÍA.–             (Cercador) Todo va a cambiar para ti de hoy en adelante, Rosita… te podría decir que es como… como si hubieras nacido de nuevo…

 

ROSA.–              (Cercada) Sé escribir a máquina y lo hago muy bien… soy rápida.

 

MARÍA.–             (Cercador) En las noches te puedo llevar a tu casa en mi auto… ¡Ah, soy terrible egoísta! No permito que nadie ponga sus cochinos ojos en mi secretaria…

 

ROSA.–              (Cercada) Sé taquigrafía… Sistema Gregg… cien palabras por minuto.

 

MARÍA.–             (Cercador) No debes hablar con los empleados, sino lo indispensable…

 

ROSA.–              (Cercada) Redacto bien… Me dan la idea y yo…

 

MARÍA.–             (Cercador) Tienes que ir, por lo menos, dos veces a la semana a la peluquería…

 

ROSA.–              (Cercada) Me he especializado en kardex… estudié en la “Academia Futuro”; el doctor Lezama siempre alabó mi trabajo.

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡No me hables más de ese inútil…!

¡Tanto tiempo trabajando a su lado… y el sueldo que te pagaba! Eso significa que está mal de la vista, que no tiene visión para los negocios…

 

ROSA.–              (Cercada) En cuanto al ingles, sé poco… pero si el trabajo lo requiere… puedo tomar un curso acelerado en las noches.

 

MARÍA.–             (Cercador) Además, tienes que comprarte ropa nueva, pues debes estar a la altura de la organización. Eres hermosa, ¡sí, ya lo sé!… (Le hace cariño) pero una joya como tú debe estar presentada en el mejor estuche. El hábito, Rosita, no hace al monje… ¡pero lo distingue! ¡Ah, y no te preocupes, Rosita… sonríe…, todos estos gastos corren por la organización! ¡El trabajo lo requiere… por lo tanto, se facturan a nuestra cuenta! Además, si precisas un adelanto, para otros gastos personales, también te lo podemos dar… es por el bien de la Empresa.

 

ROSA.–              (Cercada) Estudié Relaciones Públicas… trato muy bien a la gente… tengo tino, nunca me enojo, siempre sonrío…

 

MARÍA.–             (Cercador) Mientras yo sea gerente de esta organización, todo lo que quieras lo tendrás, Rosita. Pero siempre has de estar a mi lado… no sólo en la oficina, sino también en la calle. Tengo que hacer muchas entrevistas de orden social, y en estos casos, la presencia de una “dama” se hace indispensable…

 

ROSA.–              (Cercada) Soy puntual y nunca falto al trabajo –me lo enseñó mi madre– y, a Dios gracias, tengo buena salud…

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Pero tus trajes, Rosita…! Vas a tener que disculparme, vistes a la antigua… ¡Muy bajos! Así está bien para las viejas… pero no para ti… ¡Hay que subirlos!

 

ROSA.–              (Cercada) A mi hermana no le gusta, señor Orrego… ella es mayor… y como estoy en su casa…

 

MARÍA.–             (Cercador, abrazándola nuevamente) Después de los “tres meses de prueba”, te lo vuelvo a repetir, te voy a aumentar cincuenta libras…

 

ROSA.–              (Cercada) Mis brazos… por favor, don Jesús…

 

MARÍA.–             (Cercador) ¡Qué hermosas piernas tienes, Rosita!

 

ROSA.–              (Cercada) Don Jesús…

 

MARÍA.–             (Cercador, acariciándole las rodillas) Eres la secretaria que siempre he esperado tener en mi oficina… y estoy dispuesto a darte lo que pidas…

 

ROSA.–              (Cercada) Por favor… se lo suplico, no haga eso…

 

MARÍA.–             (Cercador, subiéndole el vestido) ¡Muy bajos son tus vestidos, Rosita…!

 

ROSA.–              (Cercada) ¡Mi traje, por favor…!

 

MARÍA.–             (Cercador) Si supieras lo que he tenido que hacer para que trabajes en esta oficina… Primero, obligar a Lezama que te despidiera del otro trabajo… ¡por tu bien!… Después, descartar a más de cuarenta “señoritas” con más experiencia que tú, que vinieron por el aviso del periódico, y que estuvieron haciendo cola para que las recibiera…

 

ROSA.–              (Cercada) Mi vestido… se lo ruego… No me suba el vestido, por favor, don Jesús…

 

MARÍA.–             (Cercador) Sabes que es cierto lo que te digo. Y para que te enteres… la firma donde estabas trabajando es mía también… y Lezama es mi empleado… y si me da la gana, mañana mismo lo despido a él…

 

ROSA.–              (Cercada) ¡Se lo suplico… por favor!

 

MARÍA.–             (Cercador, le toma las piernas) Si aprendes a manejar automóvil te puedes llevar la camioneta a tu casa en las noches.

 

ROSA.–              (Cercada) ¡Mi vestido…!

 

MARÍA.–             (Vuelve en ella, empieza a dar vueltas alrededor de la mesa y de Rosa que está sentada, hablando para ella misma, ensayándose para ser madre)

 

(Ella) ¡Duérmete, por favor, Manuelito!

 

ROSA.–              (Cercada) Respéteme, por favor, don Jesús…

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Duérmete, hijito!

 

ROSA.–              (Cercada) ¡Mi falda…!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Tienes que portarte bien, Manuelito, tienes que dormir!

 

ROSA.–              (Cercada) ¡No… no, don Jesús! ¡Voy a gritar!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Manuelito! ¡Manuelito!… ¡Duérmete, por Dios!

 

ROSA.–              (Cercada) ¡Mi sostén! ¡Don Jesús, se lo ruego!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Duérmete, niño!

 

ROSA.–              (Cercada, gritando)  ¡Nooooooo!

 

MARÍA.–             (Ella, toma la madeja de lana que está sobre la mesa y la tira. Pausa. María se sienta. Las dos, mirando a la sala, tratan de tranquilizarse. María, con los dedos, como si tuviera palitos de tejer y lana, hace como si tejiera).

 

(Ella) Tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás…

 

Rosa, fijamente mirando al público, empieza a transformarse en cercador .

 

ROSA.–              (Cercador) ¿Sientes el ruido del mar?

 

MARÍA.–             (Deja de tejer y se convierte en cercada) Sí…

 

ROSA.–              (Cercador) Respira profundamente, te hará bien… Baja mejor la luna del auto.

 

MARÍA.–             (Cercada) Sí… (Hace como si, dando vuelta a la manija, bajara la luna del auto) Ya.

 

ROSA.–              (Cercador) ¿Pido otro trago para ti…?

 

MARÍA.–             (Cercada) No quiero beber más… no me siento bien… no tengo costumbre de beber licor… es suficiente… gracias… además ya es muy tarde…

 

ROSA.–              (Cercador) Quería estar a solas contigo para informarte de algo muy desagradable…

 

MARÍA.–             (Cercada) ¿Desagradable? Diga, don Renato… le escucho…

 

ROSA.–              (Cercador) Van a despedir personal de la firma.

 

MARÍA.–             (Cercada) No sabía nada, es una novedad para mí.

 

ROSA.–              (Cercador) Ahora estás enterada…

 

MARÍA.–             (Cercada) Esto quiere decir que entonces yo… ¡Oh, Dios mío!

 

ROSA.–              (Cercador, le pasa la mano por sobre el hombro, abrazándola) Naturalmente van a empezar por los empleados que ganan mayor sueldo, como podrás imaginarte…

 

MARÍA.–             (Cercada) ¡En estos momentos quisiera ser la persona que gane menos sueldo en la oficina!

 

ROSA.–              (Cercador, acariciándola) Discutiste con el administrador y éste te indispuso con el gerente general. Estás en la lista… entre los primeros…

 

MARÍA.–             (Cercada) ¡Pero es que él quiso sobrepasarse , don Renato!

 

ROSA.–              (Cercador) Y yo soy sólo uno de los gerentes… (Le acaricia el cabello)

 

MARÍA.–             (Cercada) Tengo a mi madre enferma y somos cuatro hermanos.

 

ROSA.–              (Cercador) Pero no tienes por qué preocuparte… si te despiden, como lo han acordado, con la indemnización podrás bandeártelas bien mientras consigues otro trabajo…

 

MARÍA.–             (Cercada) ¡No es posible, don Renato, usted no lo sabe! Me adelantaron tres sueldos… usted mismo firmó la autorización, ¿ya no lo recuerda? Además, las vacaciones recién me las acaban de pagar.

 

ROSA.–              (Cercador, siempre haciéndole cariño) ¡Es verdad, ahora caigo! (Le besa en la mejilla) Caramba… ¡qué contrariedad…!

 

MARÍA.–             (Cercada) Tengo que enviar dinero a mi madre que está en Arequipa, todos los meses… ya sé lo conté… ¡Y estamos a fin de mes…!

 

ROSA.–              (Cercador, tomándole las piernas, subiendo algo la falda) ¿Qué podríamos hacer? ¿Qué podríamos hacer?

 

MARÍA.–             (Cercada) Usted es un alto ejecutivo de la Empresa…, uno de los gerentes…

 

ROSA.–              (Cercador, abriéndole el cuello de la blusa) Sí, es verdad… claro… así es… dices bien…

 

MARÍA.–             (Cercada) Además, a usted el gerente general le tiene mucha estimación… es usted la persona de su confianza.

 

ROSA.–              (Cercador, tomándole los pechos) Tendré que hablarle… aunque no es fácil como tú crees. En los negocios…

 

MARÍA.–             (Cercada) Usted lo puede conseguir, se lo aseguro, don Renato… yo lo sé… nada le niega a usted… ¡son amigos!

 

ROSA.–              (Cercador, la atrae a ella entre sus brazos) Es verdad, pero si le pido un favor para ti… cuando quiera que me sirva a mí, ya no va a querer hacerlo… ¿Te das cuenta?

 

MARÍA.–             (Cercada) ¡Tiene que hablarle, don Renato! (Se miran fijamente a los ojos, María, vencida, sin fuerza en la voz, casi en un susurro)

Por favor… se lo suplico… ayúdeme… (Rosa se acerca como para besarle en la boca, cuando está cerca de los labios de María se pone de pie rápidamente quedando de espaldas al público y gritando)

 

ROSA.–              (Ella) ¡Tengo que enviar dinero a mi madre que está en Arequipa todos los meses!

 

MARÍA.–             (Ella) Sé escribir a máquina y tengo buena ortografía…

 

ROSA.–              (Ella) ¡Me han adelantado tres meses y estamos a fin de mes!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Soy excelente taquígrafa…!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Redacto bien…!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡He estudiado Media Comercial!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Soy kardista!

 

MARÍA.–             (Ella, da vuelta y se sienta. Las dos, ahora sentadas, juntas, hablando para el público)

Tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás…

 

ROSA.–              (Ella) Sé Relaciones Públicas. Me gradué en la “Academia Perú Nuevo”.

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Duérmete, Manuelito, duérmete!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Tres para adelante, dos para atrás; tres para adelante, dos para atrás…!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Tengo experiencia como secretaria!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Duérmete, que tengo que lavar tus pañales!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Háblele, don Renato, háblele!

 

ROSA.–              (Ella) ¡No sé manejar automóvil y no quiero aprender!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Quería sobrepasarse, don Renato… quería sobrepasarse!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Mi sostén!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Mi blusa!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Duérmete, Manuelito, duérmete!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Tengo que enviar dinero a Arequipa!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Mi vestido, se lo ruego… no me suba, don Jesús!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡No, no es posible, me han adelantado tres sueldos y las vacaciones recién las he cobrado!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Se lo ruego, don Jesús… me hace daño!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Ayúdeme, don Renato, ayúdeme!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Tengo que lavar tus pañales, Manuelito!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Tres para adelante, dos para atrás! ¡Tres para adelante, dos para atrás! ¡Tres para adelante, dos para atrás!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Mi blusa!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Mi sostén!

 

ROSA.–              (Ella) ¡No, don Renato!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡No, don Jesús!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Por favor…!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Se lo suplico!

 

ROSA.–              (Ella) ¡Noooooo!

 

MARÍA.–             (Ella) ¡Noooooo!

 

Las dos al mismo tiempo, juntan rápidamente las piernas. Quedan estáticas. El gesto es de terror.

Fuera, como al inicio de la vivencia, se escucha cantar a las niñas “matatiro tirulán”, y al final risas, mientras el telón, lentamente, se cierra.

 

 

 

1971 – mayo

Lima/Perú

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