EL MUDO DE
LA VENTANA*
ESCENOGRAFIA
Sala–comedor–dormitorio
de una pareja de clase media no acomodada.
Hacia
foro, en la parte central, gran ventana que da al tragaluz y queda frente a la
del vecino. Esa ventana –la del
vecino–, es la principal: la del niño–mudo; por lo tanto será
visible nítidamente desde la platea. Debe estar montado sobre ruedas para que,
al finalizar la obra, rodando, a señal, avance hasta juntarse con la pared de
foro de la sala–comedor–dormitorio, y las ventanas nos den la sensación de ser
una sola.
Al
correrse el telón debe estar cubierta por una gran cortina transparente de
nylon o seda de color blanco. Por esta ventana entra la vida, transcurre el
tiempo y se manifiesta en toda su magnitud la desolación.
Delante
de la ventana, cama matrimonial; al lado derecho, mesa de noche con radio y
reloj despertador. A los pies de la cama, mesa portátil con televisor; sobre
él, una grabadora portátil, a pilas.
La
puerta de calle está al lado derecho; la del baño, cocina, etc. al lado
izquierdo.
NOTA.–
Las
consideraciones de derecha e izquierda corresponden a las del actor.
PERSONAJES:
-
EL:
Esposo de ella. Tiene 20 años. Es sociólogo, pero
nunca ejerció su profesión. Está en el Presupuesto de la República.
-
ELLA:
Esposa de El. Es secretaria en otra dependencia
estatal. Se quedó en los primeros ciclos de Pedagogía.
-
EL VECINO:
Tiene exactamente la voz de El: es su voz. Y, sólo
por su voz, lo conoceremos. Es padre del Niño–Mudo.
-
LA VECINA:
Tiene la voz de Ella; es su voz. Y, sólo por su voz,
la conoceremos. Es madre del Niño–Mudo.
-
EL MUDO:
Varoncito de cinco años, mudo de nacimiento. El es
él, y muchos… ¿o nosotros?
A TELÓN CERRADO, A
OSCURAS, SE ESCUCHA LA CANCIÓN INFANTIL “EL GATO RON RON” QUE DESAPARACERÁ EN
LA MEDIDA QUE INGRESE LA LUZ.
EL
Y ELLA –SON COMPAÑEROS–, DUERMEN. AMANECE CON LA RESPIRACIÓN DE ELLOS. LA
MADRUGADA ENTRA POR LA VENTANA; NO HAY APURO.
SE
ESCUCHA FUNCIONAR LA LICUADORA DE LOS VECINOS DEL PRIMER PISO. ELLA DESPIERTA
SOBRESALTADA Y SE SIENTA SOBRE LA CAMA.
>ELLA.– (Para sí misma) ¡Carajo… hacer
jugo a las cinco de la mañana…! ¡Santo Dios…! (Saca un zapato debajo de la
cama y, con él, golpea el piso)
>
EL.– (Tapándose la cara)
Duerme… es temprano todavía…
ELLA.– (Enojada) ¡Ah…! (se levanta
y va al baño. Viste camisón de nylon que la transparenta. Desaparece. Al poco
rato se escucha que pasa el agua del baño. Despierta a él)
EL.– ¡Carajo…! ¿No puedes hacer más
bulla…?
ELLA.– (Desde el baño) ¡Múdate a otra
casa más grande, pues…! (Se escucha que ella se escobilla los dientes)
EL.– (Bajo) Mejor me callo… (Prende
un cigarrillo y luego, hace funcionar la radio)
RADIO.– (Voz de locutor)… que son
delincuentes comunes, dijo el Ministro del Interior. Por tanto, aseguró, en
tono enérgico, no habrá consideración alguna con los “antisociales” que
subvierten el orden en Ayacucho…; delincuentes comunes que asesinan a
indefensos campesinos… (Sonido de timbre de mesa, que indica que cambian de
noticia).
(Voz de locutora)
¡Subió la gasolina…! A partir de las cero horas la gasolina subió cuatrocientos
setentaicinco soles por galón…
EL.– (Que ha bajado el volumen,
llamándola) ¡Oye… subió la gasolina…!
ELLA.– (Regresando) Qué te preocupas
tú, si ni auto tienes…
EL.– (Contrariado) ¡Carajo…!
ELLA.– Ahora los precios se van hasta las
nubes… ¡Mierda…!
EL.– (Riéndose) ¡Qué boquita…!
ELLA.– ¡Cómo tú no haces las compras…!
EL.– (Por no pelear, tapándose la
cara con la frazada, mientras sube el volumen de la radio) Hasta mañana…
RADIO.– (Voz de político de alto rango.
Desistir de imitaciones)
…¿Quién lo hizo…? se
preguntarán… Yo respondo: ¡el pueblo! ¡el pueblo! ¡Es el Nuevo Perú que
despierta…! (APLAUSOS)
ELLA.– ¡Apaga la radio…! (El cambia de
estación. Como fondo –hasta señal– queda una sinfonía de Bach, de corte
monacal, en solo de clavecín o piano) Se me escarapela el cuerpo cada vez
que escucho hablar a ese señor… ¡Odio las mentiras…! Nos va a ocurrir lo mismo
que al muchacho que gritaba: “¡Me ahogo, me ahogo…!” Cuando estemos con la
mierda hasta el cuello, nadie nos va a dar la mano, por más que gritemos. (Burlona)
“¡No hagan olas… no hagan olas…!”
EL.– (Riendo) ¡Carajo!… nadie
se te escapa, ¿no? (Burlón) “Más cultura, más cultura, señorita
secretaria…” (la toma de la cintura y la atrae hacia él, besándola) ¿De
quién es esa boquita cochina, ¡ah!?…
ELLA.– (Denotando asco) ¡Ajjj…!
¡Lávate la boca, hombre! Te apesta…
EL.– (Enojado) ¡Vete a la
mierda…!
ELLA.– Si voy contigo, sí mi amor. ¿Eres mi
esposo, no…?
EL.– Cuando estás arrecha no sientes
ningún mal olor, ¿no?
ELLA.– Huelo querido, pero por prudencia no
lo digo. Y no creas que es fácil… ¡Oh… soportar ese olor toda la noche,
mientras tú “haces el intento”… Oye, a propósito, ¿por qué no tomas vitaminas?
Me han dicho que la “E” es buena para la “impotencia”…
EL.– (Riendo picado, luego burlón)
¡Ja, ja…! (Remedándola) “Más, más papito…! ¡Más que me vuelves loca…!
¡Asíii! (Ríe) ¡Ah…!
ELLA.– (Natural) ¿De quién hablas?
¿Dónde está ese hombre? (Mirando al techo) ¡Ay, San Antonio, San
Antonio… mándame ese ejemplar, del que habla mi marido!
EL.– (Suena el despertador, el con
cólera lo detiene) ¡Carajo…!
ELLA.– Con un hombre así, como el que tú
describes, yo sería una mujer feliz… (Se sienta en la cama. Se baja el
camisón hasta la cintura y se pone el sostén. Así queda hasta señal. Con las
mangas se asegura el camisón a la cintura)
EL.– (Prendiendo la radio)
¡Ya, ya, ya…! ¡Haz el desayuno y no jodas…!
ELLA.– Búscate tu chola…
RADIO.– (Se escucha una entrevista, ya
comenzada. Periodista entrevistador) … ya desterradas del Perú…?
DOCTOR.– (Sólo voz, por radio) Dice usted
bien… Oiga usted, mire: estas enfermedades –infecto contagiosas– ya habían sido
erradicadas del país; varicela, sarampión, paludismo, etc. Oiga, usted… la
“tuberculosis” ha vuelto… La mortalidad infantil es “significativa”
ELLA.– (Renegando. Apenas empieza a
hablar él, para escucharla, baja el volumen) ¡Robos, crímenes,
enfermedades…! ¡Qué bonito modo de animarle la mañana a uno tienen…! (él,
sonriendo, sube el volumen)
RADIO.– (Voz de locutora)… candidato a
la alcaldía de Lima, se casó. Más de dos mil personas asistieron a la boda…
ELLA.– (Protestando) ¡Apaga la radio,
por favor…!
RADIO.– (Voz de locutor) En varios
lustros no se vio un acontecimiento social…
EL.– (Apaga la radio. El enojo de
ella le ha causado risa y excitación. Silba la canción infantil “el gato ron
ron”. Mientras con la vista, con clara intención, recorre su cuerpo. Resuelto,
mira el reloj)… Oye… es temprano todavía… nos queda tiempo. Ven… hagamos el
amor…
ELLA.– (Sorprendida) ¿Qué dices…?
EL.– (Muy natural) Que hagamos
el amor…
ELLA.– (Casi sin voz) ¡Dios mío…! (Tratando
de entender y hacerle entender) Pero… ¿qué entiendes tú por “hacer el
amor”…?
EL.– (Disgustado, pero con tono y
acento de rutina) Carajo… siempre que te pido “hacer el amor”… te pones a
filosofar…
ELLA.– (Deteniéndolo) ¡Pero…! ¿quién
te crees que soy…? ¿Un “maniquí” al que puedes manosear, babear cada vez que se
te dé la gana…?
EL.– (Enojado, yendo al baño)
Anda a la mierda… (Desaparece)
ELLA.– (Rápidamente, como defensa, se
echa abundante crema a la cara y se hace cachitos. Afeándose. Va a la ventana y
descorre la cortina. Ha amanecido. La luz del día dibuja sobre el dormitorio la
forma de la ventana como presencia macrocósmica y aliño plástico. Ella, bajo,
hablando consigo misma) ¡Que se vaya a cachar a su madre…! ¡Qué buena
raza…! ¡Para esto, mejor me meto de puta…! (Se escucha el ruido de la cadena
del water. Ella se pone de espaldas al baño, en una posición muy sexy, para
provocarlo)
EL.– (Regresando) Hay que
comprar pasta de dientes… (AL VERLA) Oye…
ELLA.– (Girando hacia él) ¿Se acabó…?
EL.– (Sorprendido, tratando de
disimular su enojo) ¡Uyyy… carajo…! (Resignado) Así le quitas la
arrechura hasta el “Campeón de los arrechos”… (Mirándola, sincero) Me
jodiste… (Sonríe irónicamente) Más me anima al coito un “maniquí”, que
tu… (Yendo a la cómoda a sacar su ropa) ¡Qué joder…! Mejor me voy a
trabajar…
ELLA.– (Rápidamente) ¡Un momento…!
Antes tienes que dejar la plata para pagar el alquiler… no te hagas el loco.
¡Hace cinco días que se venció…! (El hace un gesto de indiferencia, ella se
indigna) ¡Claro… cuando una no se baja el calzón, cuando no se le da gusto
al “jovencito”, se hace el enojado y se va nomás, ¿no? ¡Eso se llama chantaje,
mierda…! (él, burlón, silba el “gato ron ron”) ¡Ya ha venido tres veces
el dueño de casa…!
EL.– ¡Ah sí, ¿no?…! No te preocupes,
mujer… Si viene, haz lo que ahora: sal a recibirlo como estás (Riendo)
y, te aseguro que del susto, te cancela el recibo, sin que le des un centavo…
ELLA.– (Ella, se sube el camisón, con
gran vergüenza repentina, como si hubiera descubierto que ese hombre, su
marido, es un extraño. En tono reflexivo) ¿Te das cuenta que desde que nos
casamos, no has cumplido una sola de las promesas que me hiciste cuando éramos
novios…?
EL.– ¿Sí…? (Al ver una gillete en
el suelo, se sienta a cortarse un callo) Dime tú… tú que me acusas de
perjuro… ¿Dónde está la felicidad que ofreciste darme? ¿Dónde ese “hay que
ayudarnos a vivir”, que me empujó al altar?
ELLA.– Me has quitado la palabra de la boca…
EL.– Sé que hemos fracasado… Pero, el
camino mal andado también es camino, nada se detiene. Andando, quizás, algún
día llegue al principio. Allí, tal vez, te diga: Hola… o, quizás, nos digamos,
simplemente “adiós”, sonriendo… De algo estoy seguro: después de toda una vida,
estoy a punto de encontrarme; si me hallo, habrá valido la pena vivir… y te
deberé mucho…
ELLA.– (Aprovechando la inesperada
emoción de él) ¿Podemos hablar un par de minutos sin insultarnos…? (Suplicando)
¿Qué te cuesta…?
EL.– (Sincero) No creo que sea
posible ya… Demasiadas aguas negras han brotado de nuestras cloacas.
ELLA.– (Animándolo) ¡Intentémoslo…!
Eres sociólogo, ¿no…?
EL.– (Enojado) ¡Empezaste mal…!
(Dolido) Te solazas hiriéndome, ¿no? Revuelves el puñal dentro de la
herida… “Gracias”. (Prende un cigarrillo) Si vuelves a nombrar mi
“profesión”… (Suplicante) No lo hagas, por favor… (Empieza a hacer
argollas con el humo).
ELLA.– (Resignada) Bien… juguemos a
tu manera… con tus cartas… (prendiendo un cigarrillo) A tu juego… (Echando
humo en argollas, como queriendo ocultar algún mal pensamiento) Sé que no
te he sido de gran “ayuda” –como dices tú– (Los dos hacen argollas) No
has mentido (Conteniendo el llanto) Me da rabia… (ante el gesto
irónico de él) ¡Lo intenté…! ¡De veras…! Nadie quiere fracasar… Eres el hombre que elegí por esposo ¿no? (angustiada)
Tanto bueno me hablé de ti a mí misma… ¡“Lo que no pude
hacer –me dije– este hombre lo hará! ¡Será más grande que mis padres!” ¿Y por qué no? ¿Qué
es lo que pido…?
Casi nada… Sólo sueños…
sueños pobres, como los sueños pobres de las mujeres pobres de mi país…
EL.– (La corta y recita a Quevedo:
es como si de pronto se acordara del poema y lo recita, no como una respuesta,
la respuesta es el mismo poema en toda su belleza: escrita y recitada)
Madre, yo al oro me humillo:
el es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
Que pues doblón o sencillo,
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es Don Dinero.
ELLA.– (Que no lo ha escuchado. Llorando)
No hay palabra sucia, horrible, por desconocida que sea, que no nos la hayamos
dicho con furia… por mi culpa, por tu culpa, por nuestra grandísima culpa… (Apaga
el cigarro, como tratando de esconder su llanto)
EL.– (Toma el reloj despertador y
le da cuerda. En tono calmo, reflexivo) No has dejado piedra en pie ¿no? de
golpe derrumbaste la baraja. Me has presentado como a un monstruo. (Se sienta en una silla de primer plano,
sin mirarla a ella) Alguien cambió el destino. El que fui, no soy… Alguien
movió las agujas del riel, y ese tren se descarrila con pasajeros y carga…
ELLA.– (Tratando de acercarse a él)
Hace años que no…
EL.– (Para evitar la aproximación,
camina) Nunca pensé ser un asalariado de la burocracia del Perú… (Burlándose
de él) ¡Estoy en el Presupuesto de la República…! (Riéndose) ¡Pobre
de los sociólogos de mi país…! (Dolido, engañándose) ¡Y eso que a mí me
ha ido mejor que a mis compañeros de universidad…! Muchos sociólogos se ganan
la vida vendiendo gas… (Imitándolos) “¡Gas, gas, gas…!”
Otros como
“watchimanes”… (Corta, para no ser ganado por la emoción) ¡Y, colorín
colorado…! (Golpean la puerta, se escucha la voz del lechero que llama, haciendo
chocar los frascos)
LECHERO.– (Voz) ¡Léeecheee…!
EL.– (Caminando a la puerta)
¡Este cuento se ha acabado…!
ELLA.– (Atrayéndolo oralmente) Ven… (El
no le hace caso) ¡Ven…!
EL.– (Dando por terminada la
conversación anterior, muy expresivo, sin mirarla y caminando) “¡Este
cuento se ha acabado…!” (De la repisa toma el dinero reservado para el
lechero. Paga y recibe los dos frascos) Gracias… (Cierra la puerta,
destapa un frasco y bebe a “pico de botella”, mientras camina a la cocina).
ELLA.– (Disgustada, gritando) ¡Oye…
la leche es para los dos…! ¡No seas cochino…! (Impotente) ¡¿Por qué no
agarras un vaso…?! (Ante la indiferencia de él) Mierda… (El silba
fuerte el “gato ron ron”, desde la cocina, haciéndole burla) Mejor me voy a
trabajar… (Se sienta sobre la cama y, con un espejo de mano, empieza a
maquillarse) ¿Por qué me tuve que casar…?
EL.– (Como si nada, aparece)
He puesto a hervir la leche… si se derrama, es por tu culpa… (Ella, burlona,
tararea el “gato ron ron”. Él, al reparar que se está maquillando, provocándola)
¡Uy… maquillarse sin bañarse…! (Ríe) Me salió en verso…
ELLA.– No me jodas… Todas las noches –y tú
lo sabes bien– me baño. No soy tan sucia como para meterme a la cama con el
cuerpo cochino y apestar las sábanas… (Al ver la ropa de él en el suelo)
¡Y no dejes tirada la ropa en el suelo…! (Recoge un calzoncillo y lo levanta
sobre la cabeza, mostrándoselo, indicando asco) ¡Ajjjj…! ¡Usa papel
higiénico, hombre…! La lavandera no va a recibir este calzoncillo, te lo
advierto…! ¡Qué cochino…!
EL.– (Muy natural) Entonces…
lo lavas tú. Eres mi mujer ¿no? ¿Para qué me he casado, entonces… ah…?
ELLA.– (Indignada) ¡Ahhhh…! (Le
tira el calzoncillo por la cabeza) ¡Mierda…! (Siente derramarse la leche)
¡Mierda… la leche…! (Corre a la cocina, mientras el ríe) ¡Mierda,
mierda, mierda…!
EL.– (Riéndose) Bueno, ahora…
¡a bañarse! A la calle hay que ir (Para que lo escuche ella)
“Limpiecito” “afeitadito” “bañadito” y “perfumado”… (Entra al baño. La
escena queda vacía. De pronto, nos llega el llanto del niño–mudo que más parece
un sordo aullido. Por la ventana, en resistencia ingresa más luz, indicando el
transcurso del tiempo. Pueden bajar las otras luces para que ésta destaque. La
ventana se convierte en el personaje principal.
Se escucha, en
grabación, discutir a los vecinos que, como se indicara en las primeras páginas
son las voces de el y ella para el vecino y vecina, respectivamente).
VECINO.– (Voz de él) ¡Vas a hacer lo que te
de la gana ¿no?, carajo…!
VECINA.– (Voz de ella) ¡Pero… ¿qué te ha
hecho el muchacho…? ¿Por qué lo tratas así?
VECINO.– (Voz de él) Tú no te metas… La
culpa es tuya por engreírlo tanto…
VECINA.– (Voz de ella) Es tu hijo… ¡Suéltalo
ya…! (El niño sigue aullando; alarido expresionista. Este no molestará al
diálogo. La vecina llora) ¡No me tuerzas la mano, maricón!
VECINO.– (Voz de él) ¡No me arañes, mierda…!
Como me dejes marca, te vas a arrepentir toda la vida…
ELLA.– (Regresa y mira a la ventana, como
si –tal como es en verdad– se tratara de otra pareja. Toma su monedero para
hacer algo y, sin quererlo, da vueltas en circulo alrededor del cuarto, cual si
una fuerza extraña la hiciera girar. Ella da vueltas, indicando con sus pasos,
el clímax de la discusión…) Dios…
VECINA.– (Voz de ella) ¡Que me sueltes he
dicho…! ¡Me estás haciendo daño…! (Llora) ¡Yaaaa…!
VECINO.– (Voz de él) ¡Toma, mierda… para que
aprendas a respetar a tu marido…! ¡Para que nunca me levantes la mano…!
(La vecina sigue
llorando como fondo)
ELLA.– (Al darse cuenta que le falta
dinero del monedero) ¡Mi plata…! (Va corriendo al baño) ¡Mi plata…!
¡Dame mi plata…! (Ingresa al baño. La escena queda vacía. Sólo se escucha el
llanto de la vecina que no lesiona al diálogo, y las voces de ella y él)
¡Mi plata te he dicho…!
EL.– (Sólo voz) ¡Sólo he
agarrado veinte mil soles…! A la tarde te los devuelvo… No sabes que ahora
pagan…
ELLA.– (Sólo voz) ¡No es mía…
entiéndelo bien!
VECINA.– (Voz de ella) Maricón… de todo me
echas la culpa a mí… ¡Pegarle a una mujer…!
ELLA.– (Sólo voz) Es la plata de una
compañera que me la dio para comprar medias en el centro…
VECINA.– (Voz de ella) ¿Por qué tienes que
pegarle así al muchacho…? Lo tratas como si no fuera tu hijo… Como no habla,
haces lo que te da la gana con él… (Llorando) ¡Qué desgracia que haya
nacido mudo…!
VECINO.– (Voz de él) ¡Tú lo pariste, tú lo
pariste…!
VECINA.– (Voz de ella) ¡Cállate, cállate… es
tu hijo…!
EL.– (Sólo voz) ¡Ya me los
gasté, te he dicho…! ¿Por qué insistes…? ¿Con qué imaginas que pagué el chifa
anoche…!
¿Aún crees en milagros…?
ELLA.– (Sólo voz) ¡Maricón…! (regresa
y se sienta en la cama llorando. Su llanto queda de fondo, sin molestar a la
escena de los vecinos).
VECINO.– (Voz de él) ¡Dime “taradita”… y
desmiénteme si miento! ¿no era feliz cuando te
conocí…? ¿Recuerdas…? (Remedándola) “¡Ay, José… irradias felicidad…!
¡Dichosa la mujer que se casa contigo…! ¿Es cierto lo que digo…? ¿Sí o no…?
Ahora he olvidado hasta de sonreír… hablo poco… no voy a ninguna parte.
VECINA.– (Voz de ella) ¡Qué vergüenza… todos
los días la misma historia…!
VECINO.– (Voz de él) Voy a comprar pan… No
porque el chico sea mudo, lo vamos a dejar morir de hambre… Por lo menos que
tenga algo que mascar, cuando se quede solo…
VECINA.– (Voz de ella) ¡Es tu hijo, tu
hijo…!
VECINO.– (Voz de él, remedándola) Ahora… “la
mujer debe trabajar” ¡Cualquier cosa con tal de salir a callejear…!
VECINA.– (Voz de ella, llorando) Pero si lo
que ganas no alcanza para nada, hombre… lo hago por ayudarte… necesitamos tanta
plata para nuestro hijo… (La calla el portazo del vecino. El llanto de ella
y el de la vecina, se confunden hasta ser uno solo: presente y ausente; micro y
macro).
El sonido –el llanto–
será en ésta escena el principal personaje. Lentamente decrecerá hasta hacer
perceptible el ruido de la ducha que terminará sobreimponiéndolos y el llanto
desaparecerá. Ella prende el televisor que está sobre una mesita portátil,
delante de la cama y se puede ver con facilidad desde la ventana del vecino. La
luz de las imágenes del televisor se reflejan en la pared de foro y se escucha
el noticiero:
TELEVISOR.–(Voz
de locutor)… Los universitarios bloquearon violentamente las avenidas
Colonial, Argentina, Túpac Amaru y Grau, ocasionando gran congestión del
tránsito… Aquí la entrevista de nuestros reporteros.
TELEVISOR.–(Voz
de reportera y entrevistado joven) ¿Es usted universitario…?
JOVEN.– (Voz) No, estudiante de la Gran
Unidad Escolar… (Ella disgustada, va a apagar el televisor)
TELEVISOR.–(Voz
de la reportera) ¿Por qué apedreas a los ómnibus…?
JOVEN.– (Voz) Los choferes, cuando ven a
los estudiantes en los paraderos, se pasan nomás… (Ella apaga)
EL.– (Sale del baño. Al ver que
ella no ha servido el desayuno) ¡Carajo… hasta el desayuno hay que
servírselo…! (Burlándose de él mismo, mientras se dirige a la cocina)
“¡Cásate… cásate…!” (Desaparece)
ELLA.– (Bajito, palomillando, para ella
misma, remedándolo) “¡Cásate… cásate…!” (Ríe)
EL.– (Regresando con la taza de
café) Y la muy cojuda, todavía quiere tener un hijo…
ELLA.– (Que no escuchado lo que ha dicho
su marido –que no ha querido– al ver que sólo ha servido una taza de café, muy
molesta, sinceramente molesta) ¿Sólo para ti…? ¡Cuando yo sirvo lo hago
para los dos… y para ti primero…!
EL.– ¡No jodas…! Sírvete tu taza y
lávate el poto…
ELLA.– Esperar algo bueno de ti, es pedirle
peras al olmo…
EL.– Bastante hago con servirme a mi
mismo… ¡y sólo café, como desayuno…! cuando
era soltero…
ELLA.– (Ríe y lo remeda) “¡Cásate...
cásate!”
EL.– (Picado) Si no es por mí,
te hubieras quedado para vestir santos…
ELLA.– (Dolida) ¡Y de qué me sirve si
ni un hijo puedes darme…!
¡Otro hombre me hubiera
preñado desde la primera noche…!
EL.– (Va hacia ella y le da un
manazo en la cabeza) ¡Cállate mierda, o te agarro a patadas…!
ELLA.– (Ella hace como si no hubiera
pasado nada y se arregla el cabello, disimulando, mientras encuentra el modo de
vengarse. Al hallarlo, va hacia el tocador, toma una colonia y empieza a
echarse, muy sexy, por los pechos, los brazos, las piernas, al tiempo que
entona “el gato ron ron”, muy sensual. El la mira de reojo mientras toma su
café. Ella para provocarlo más, se aplica la colonia en las nalgas y el pubis.
El va hacia ella, le quita la colonia y la tira al suelo, derramándola. Ella,
inmutable, se va al baño, se encierra y, para irritarlo, canta la misma canción
en voz más alta y exageradamente sensual. El, vengándose de ella, se viste
rápidamente, silenciosamente, y se va, tirando la puerta de golpe. Ella al
sentir el portazo, sale del baño, corre a la puerta, la abre; al ver que no
está, corre hacia primer plano derecha de actor –corbata y mira por la ventana
imaginaria que, naturalmente, está frente al público)
¡Oye…! ¡Oye… la plata…! ¡La plata para la casa…! (Bajo,
sólo con el aliento, como queriendo que en la calle no la escuchen, dibujando
las palabras con los labios) Con-cha de tu ma-dre.
VECINO.– (Voz de él, se escucha que abre la
puerta) Chau, hijito. (A su mujer, como si nada hubiera pasado)
Apúrate, que se hace tarde… (Da un portazo y baja)
VECINA.– (Voz de ella) Espera, espera,
hombre… (Ella, termina de arreglarse, mientras escuchamos que la vecina
continúa despidiéndose de su hijo mudo) Hijito… cuídate… cuando tengas
hambre, saca la comida del termo, nomás y come, mi amor… chau, chau… papito. (Alejándose)
Regreso temprano. (Portazo) Cuídate… (Gran pausa)
ELLA.– (Habla para ella misma) Y
tuviste que dejarme sin un centavo, ¿no… esposo mío…? (Termina de
arreglarse. Se sienta, pone un cassette a la grabadora que está con pilas.
Graba).
Me voy… Desayunarse todos los días con una mentada de
madre, no es vida. Gracias. (Se pone de pie; luego caminará, siempre
grabando) Es el final y… te juro que no siento nada, que no tengo pena.
¡Tanto ha sido ya… que se rompió la barrera del dolor! Adiós… Good Bye… Hasta siempre… o hasta nunca… (Como mirando el
pasado) Alguien que no somos ni tú ni yo, nos cambió el destino… ¡Quién con
tanta maldad que nuestras vidas se despeñan…! ¡Salgamos a la vía, entonces…!
Quizás así, alguien logre salvarse…
Adiós. (Camina
recordando) Antes de casarme –me acuerdo como si fuera ahora mismo– me
preguntaba con miedo: ¿resultará…? ¿me acostumbraré a él? ¿se acostumbrará a
mí…? Pero el “hasta cuando te mantendré” de mi padre –que en paz descanse– y el
llanto de mi madre –que de Dios goce–, me arrojaron a tus brazos. (Al
techo, como si hablara a Dios) Tuve razón… ¿no? (Va hacia el público
–cuarta pared– con la grabadora en la mano, como para increpar a alguien)
“¡Cómo pueden vivir juntos!” gritas, cuando escuchas pelear a los vecinos.
Ellos dirán lo mismo de nosotros. (Como si le hablara a su esposo) No
das crédito ya a lo que tus ojos ven ni a lo que tus oídos oyen. Te engañas.
Escuchas tu propia voz y juras que es natural que digas todas las sandeces que
hablas, y que yo te insulte con el furor que lo hago. “Es racional”, dices:
“somos marido y mujer, ¿no?” hablas… “Todos discuten, todos pelean”, me
consuelas, te consuelas… Hemos ofendido de muerte al amor; jamás seremos
felices. (Se sienta, prende un cigarrillo y continúa grabando) Todo
empezó a malograrse con el “primer pago” del alquiler del “primer cuarto”… ¡A
sólo treinta días de casados…! Después… tú lo sabes; empujones, bofetadas,
insultos… (Le gana el llanto) etcétera, etcétera, etcétera, etcétera,
etcétera… Adiós. (Detiene
la grabadora y la retrocede. Todo el tiempo que dure ésta operación. Ella,
llorosa machacará su: “etcétera, etcétera”. El sonido de la grabadora
retrocediendo la cinta, debe escucharse en primer plano y por parlantes, sobreimpuesto
al “etcétera, etcétera” de ella, como si rebuscara en el pasado. Detiene
la grabadora y la pone en marcha desde: Hemos ofendido de muerte al amor:
jamás seremos felices. Ella toma su cartera para irse. A dúo repite con la
grabadora la frase “Jamás seremos felices”. Se arregla el cabello. En la
ventana, el niño–mudo, que se ha trepado, es observado nítidamente por el
público. El sólo dice: ¡Ummmm, Ummmm, Ummmm…! mirando hacia el cuarto de
ella y con la mano haciendo ruido para que ella se fije en el. Ella gira,
quedando de espaldas cuando en la grabadora escuchamos: “Adiós…”. Al
verlo: ¡Amorcito… por Dios… cuesta mucho la corriente…! El niño sigue
haciendo ruido) Está bien, está bien… (Prende el televisor, dirigiendo
el mueble hacia la ventana, para que él vea bien. El público escucha que en
el canal están proyectando dibujos
animados. El niño muestra su descontento) ¡Ay, papito… cómo adivinar tus
gustos…! (Cambia de canal. Ahora se trata de una película de gansters. El
niño–mudo, con sus guturaciones y manos hace saber que eso es lo que quiere,
que le gusta. Ella más tranquila, toma su cartera y haciéndole “adiós” con la
mano, se dirige a la puerta que abre y luego se persigna. Mira a su casa como
queriendo grabar todos los detalles, como lo haría quien se va para no volver.
Al ver que están sucias las paredes medita e, inesperadamente, exclama: Hay
que pintar la casa… Cierra la puerta y desaparece).
Lentamente las luces bajan en resistencia para que
predominen las de la ventana. Con disimulo la pared de los vecinos avanza,
rodando, hasta juntarse con la de foro, haciendo coincidir las ventanas como
una sola. Este avance deberá estar acompañado por el sonido del tic tac de un
reloj que debe llegar por parlantes de sala.
El niño–mudo,
detrás de los barrotes, será observado muy feliz, en medio de la terrible
soledad.
La luz de las imágenes del televisor se reflejará en
la pared en medio del atronador ruido de la balacera y la grande sonrisa del
niño–mudo.
El telón se cerrará lentamente; aún después, y con la
sala a obscuras, como si la obra continuara, se escuchará la balacera.
El público, al salir, (exclusivamente a la salida),
en todo el paisaje verá slides proyectados del niño–mudo prendido de los
barrotes de su ventana. Por parlantes, el tic tac será constante.
1984–diciembre
San Isidro
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* Primer Premio
del Concurso Nacional de Obras de Teatro organizado, por Celcit–Perú, 1989.
Primera edición: Instituto Nacional de Cultura, colección PERSONAE, 1990.