Página de los Dramaturgos del Perú

El mudo de la ventana: obra teatral de Grégor Díaz, dramaturgo peruano (texto completo)
Gregor Díaz Celendín, Cajamarca, 1933; Lima 2001+

Ultimos datos registrados:
Av. San Borja Norte 865 Dpto. 201
San Borja, Lima 41 PERU
Tf. 2252012
cel. 9752211
Se inicia como dramaturgo en 1966, año en que escribe Los del 4, que en 1968 gana el 1er. Premio del Concurso de Obras de Teatro organizado por la Sociedad Judía del Perú y además es publicada en la antología "Teatro Selecto Contemporáneo Hispanoamericano" (Madrid, 1971). Fue también publicado en el Perú en 1968 por la Editorial Causachum (La huelga) y por la Editorial Homero, teatro de grillos, en 1976 (Cercados y cercadores) y en 1978 (Cuento del hombre que vendía globos).
Su obra Sitio al sitio fue publicada en Colombia en la Antología Latinoamericana de Teatro Breve Social (1999).
Antes de su muerte, en diciembre del año 2001, escribe In memoriam, una investigación sobre nuestros teatristas fallecidos desde el Siglo XIX hasta hoy.

    Obras y año de estreno (en Lima, salvo indicación):
  • Los del 4 (1968)
  • La huelga (1968)
  • Cercados y cercadores (1971)
  • Cuento del hombre que vendía globos (1975, 1er. Premio del Concurso anual del TUSM)
  • Réquiem para 7 Plagas (1979, 1er. Premio TUSM ese año y Mención Honrosa en el Concurso Hispanoamericano "Andrés Bello" del CELCIT de Venezuela en 1981)
  • Chimbote Mundo (Primer Premio CELCIT Perú ese año) (1981)
EL MUDO DE LA VENTANA

EL MUDO DE LA VENTANA*

 

 

ESCENOGRAFIA

 

               Sala–comedor–dormitorio de una pareja de clase media no acomodada.

 

               Hacia foro, en la parte central, gran ventana que da al tragaluz y queda frente a la del vecino. Esa ventana  –la del vecino–, es la principal: la del niño–mudo; por lo tanto será visible nítidamente desde la platea. Debe estar montado sobre ruedas para que, al finalizar la obra, rodando, a señal, avance hasta juntarse con la pared de foro de la sala–comedor–dormitorio, y las ventanas nos den la sensación de ser una sola.

 

               Al correrse el telón debe estar cubierta por una gran cortina transparente de nylon o seda de color blanco. Por esta ventana entra la vida, transcurre el tiempo y se manifiesta en toda su magnitud la desolación.

 

               Delante de la ventana, cama matrimonial; al lado derecho, mesa de noche con radio y reloj despertador. A los pies de la cama, mesa portátil con televisor; sobre él, una grabadora portátil, a pilas.

 

               La puerta de calle está al lado derecho; la del baño, cocina, etc. al lado izquierdo.

 

NOTA.–

               Las consideraciones de derecha e izquierda corresponden a las del actor.

 

 

PERSONAJES:

 

-         EL:

Esposo de ella. Tiene 20 años. Es sociólogo, pero nunca ejerció su profesión. Está en el Presupuesto de la República.

 

-         ELLA:

Esposa de El. Es secretaria en otra dependencia estatal. Se quedó en los primeros ciclos de Pedagogía.

 

-         EL VECINO:

Tiene exactamente la voz de El: es su voz. Y, sólo por su voz, lo conoceremos. Es padre del Niño–Mudo.

 

-         LA VECINA:

Tiene la voz de Ella; es su voz. Y, sólo por su voz, la conoceremos. Es madre del Niño–Mudo.

 

-         EL MUDO:

Varoncito de cinco años, mudo de nacimiento. El es él, y muchos… ¿o nosotros?

 

A TELÓN CERRADO, A OSCURAS, SE ESCUCHA LA CANCIÓN INFANTIL “EL GATO RON RON” QUE DESAPARACERÁ EN LA MEDIDA QUE INGRESE LA LUZ.

 

EL Y ELLA –SON COMPAÑEROS–, DUERMEN. AMANECE CON LA RESPIRACIÓN DE ELLOS. LA MADRUGADA ENTRA POR LA VENTANA; NO HAY APURO.

 

SE ESCUCHA FUNCIONAR LA LICUADORA DE LOS VECINOS DEL PRIMER PISO. ELLA DESPIERTA SOBRESALTADA Y SE SIENTA SOBRE LA CAMA.

 

>ELLA.–           (Para sí misma) ¡Carajo… hacer jugo a las cinco de la mañana…! ¡Santo Dios…! (Saca un zapato debajo de la cama y, con él, golpea el piso)

> 

EL.–                (Tapándose la cara) Duerme… es temprano todavía…

 

ELLA.–           (Enojada) ¡Ah…! (se levanta y va al baño. Viste camisón de nylon que la transparenta. Desaparece. Al poco rato se escucha que pasa el agua del baño. Despierta a él)

 

EL.–                ¡Carajo…! ¿No puedes hacer más bulla…?

 

ELLA.–           (Desde el baño) ¡Múdate a otra casa más grande, pues…! (Se escucha que ella se escobilla los dientes)

 

EL.–                (Bajo) Mejor me callo… (Prende un cigarrillo y luego, hace funcionar la radio)

 

RADIO.–         (Voz de locutor)… que son delincuentes comunes, dijo el Ministro del Interior. Por tanto, aseguró, en tono enérgico, no habrá consideración alguna con los “antisociales” que subvierten el orden en Ayacucho…; delincuentes comunes que asesinan a indefensos campesinos… (Sonido de timbre de mesa, que indica que cambian de noticia).

                        (Voz de locutora) ¡Subió la gasolina…! A partir de las cero horas la gasolina subió cuatrocientos setentaicinco soles por galón…

 

EL.–                (Que ha bajado el volumen, llamándola) ¡Oye… subió la gasolina…!

 

ELLA.–           (Regresando) Qué te preocupas tú, si ni auto tienes…

 

EL.–                (Contrariado) ¡Carajo…!

 

ELLA.–           Ahora los precios se van hasta las nubes… ¡Mierda…!

 

EL.–                (Riéndose) ¡Qué boquita…!

 

ELLA.–           ¡Cómo tú no haces las compras…!

 

EL.–                (Por no pelear, tapándose la cara con la frazada, mientras sube el volumen de la radio) Hasta mañana…

 

RADIO.–         (Voz de político de alto rango. Desistir de imitaciones)

                        …¿Quién lo hizo…? se preguntarán… Yo respondo: ¡el pueblo! ¡el pueblo! ¡Es el Nuevo Perú que despierta…! (APLAUSOS)

 

ELLA.–           ¡Apaga la radio…! (El cambia de estación. Como fondo –hasta señal– queda una sinfonía de Bach, de corte monacal, en solo de clavecín o piano) Se me escarapela el cuerpo cada vez que escucho hablar a ese señor… ¡Odio las mentiras…! Nos va a ocurrir lo mismo que al muchacho que gritaba: “¡Me ahogo, me ahogo…!” Cuando estemos con la mierda hasta el cuello, nadie nos va a dar la mano, por más que gritemos. (Burlona) “¡No hagan olas… no hagan olas…!”

 

EL.–                (Riendo) ¡Carajo!… nadie se te escapa, ¿no? (Burlón) “Más cultura, más cultura, señorita secretaria…” (la toma de la cintura y la atrae hacia él, besándola) ¿De quién es esa boquita cochina, ¡ah!?…

 

ELLA.–           (Denotando asco) ¡Ajjj…! ¡Lávate la boca, hombre! Te apesta…

 

EL.–                (Enojado) ¡Vete a la mierda…!

 

ELLA.–           Si voy contigo, sí mi amor. ¿Eres mi esposo, no…?

 

EL.–                Cuando estás arrecha no sientes ningún mal olor, ¿no?

 

ELLA.–           Huelo querido, pero por prudencia no lo digo. Y no creas que es fácil… ¡Oh… soportar ese olor toda la noche, mientras tú “haces el intento”… Oye, a propósito, ¿por qué no tomas vitaminas? Me han dicho que la “E” es buena para la “impotencia”…

 

EL.–                (Riendo picado, luego burlón) ¡Ja, ja…! (Remedándola) “Más, más papito…! ¡Más que me vuelves loca…! ¡Asíii! (Ríe) ¡Ah…!

 

ELLA.–           (Natural) ¿De quién hablas? ¿Dónde está ese hombre? (Mirando al techo) ¡Ay, San Antonio, San Antonio… mándame ese ejemplar, del que habla mi marido!

 

EL.–                (Suena el despertador, el con cólera lo detiene) ¡Carajo…!

 

ELLA.–           Con un hombre así, como el que tú describes, yo sería una mujer feliz… (Se sienta en la cama. Se baja el camisón hasta la cintura y se pone el sostén. Así queda hasta señal. Con las mangas se asegura el camisón a la cintura)

 

EL.–                (Prendiendo la radio) ¡Ya, ya, ya…! ¡Haz el desayuno y no jodas…!

 

ELLA.–           Búscate tu chola…

 

RADIO.–         (Se escucha una entrevista, ya comenzada. Periodista entrevistador) … ya desterradas del Perú…?

 

DOCTOR.–    (Sólo voz, por radio) Dice usted bien… Oiga usted, mire: estas enfermedades –infecto contagiosas– ya habían sido erradicadas del país; varicela, sarampión, paludismo, etc. Oiga, usted… la “tuberculosis” ha vuelto… La mortalidad infantil es “significativa”

 

ELLA.–           (Renegando. Apenas empieza a hablar él, para escucharla, baja el volumen) ¡Robos, crímenes, enfermedades…! ¡Qué bonito modo de animarle la mañana a uno tienen…! (él, sonriendo, sube el volumen)

 

RADIO.–         (Voz de locutora)… candidato a la alcaldía de Lima, se casó. Más de dos mil personas asistieron a la boda…

                       

ELLA.–           (Protestando) ¡Apaga la radio, por favor…!

 

RADIO.–         (Voz de locutor) En varios lustros no se vio un acontecimiento social…

 

EL.–                (Apaga la radio. El enojo de ella le ha causado risa y excitación. Silba la canción infantil “el gato ron ron”. Mientras con la vista, con clara intención, recorre su cuerpo. Resuelto, mira el reloj)… Oye… es temprano todavía… nos queda tiempo. Ven… hagamos el amor…

 

ELLA.–           (Sorprendida) ¿Qué dices…?

 

EL.–                (Muy natural) Que hagamos el amor…

 

ELLA.–           (Casi sin voz) ¡Dios mío…! (Tratando de entender y hacerle entender) Pero… ¿qué entiendes tú por “hacer el amor”…?

 

EL.–                (Disgustado, pero con tono y acento de rutina) Carajo… siempre que te pido “hacer el amor”… te pones a filosofar…

 

ELLA.–           (Deteniéndolo) ¡Pero…! ¿quién te crees que soy…? ¿Un “maniquí” al que puedes manosear, babear cada vez que se te dé la gana…?

 

EL.–                (Enojado, yendo al baño) Anda a la mierda… (Desaparece)

 

ELLA.–           (Rápidamente, como defensa, se echa abundante crema a la cara y se hace cachitos. Afeándose. Va a la ventana y descorre la cortina. Ha amanecido. La luz del día dibuja sobre el dormitorio la forma de la ventana como presencia macrocósmica y aliño plástico. Ella, bajo, hablando consigo misma) ¡Que se vaya a cachar a su madre…! ¡Qué buena raza…! ¡Para esto, mejor me meto de puta…! (Se escucha el ruido de la cadena del water. Ella se pone de espaldas al baño, en una posición muy sexy, para provocarlo)

 

EL.–                (Regresando) Hay que comprar pasta de dientes… (AL VERLA) Oye…

 

ELLA.–           (Girando hacia él) ¿Se acabó…?

 

EL.–                (Sorprendido, tratando de disimular su enojo) ¡Uyyy… carajo…! (Resignado) Así le quitas la arrechura hasta el “Campeón de los arrechos”… (Mirándola, sincero) Me jodiste… (Sonríe irónicamente) Más me anima al coito un “maniquí”, que tu… (Yendo a la cómoda a sacar su ropa) ¡Qué joder…! Mejor me voy a trabajar…

 

ELLA.–           (Rápidamente) ¡Un momento…! Antes tienes que dejar la plata para pagar el alquiler… no te hagas el loco. ¡Hace cinco días que se venció…! (El hace un gesto de indiferencia, ella se indigna) ¡Claro… cuando una no se baja el calzón, cuando no se le da gusto al “jovencito”, se hace el enojado y se va nomás, ¿no? ¡Eso se llama chantaje, mierda…! (él, burlón, silba el “gato ron ron”) ¡Ya ha venido tres veces el dueño de casa…!

 

EL.–                ¡Ah sí, ¿no?…! No te preocupes, mujer… Si viene, haz lo que ahora: sal a recibirlo como estás (Riendo) y, te aseguro que del susto, te cancela el recibo, sin que le des un centavo…

 

ELLA.–           (Ella, se sube el camisón, con gran vergüenza repentina, como si hubiera descubierto que ese hombre, su marido, es un extraño. En tono reflexivo) ¿Te das cuenta que desde que nos casamos, no has cumplido una sola de las promesas que me hiciste cuando éramos novios…?

 

EL.–                ¿Sí…? (Al ver una gillete en el suelo, se sienta a cortarse un callo) Dime tú… tú que me acusas de perjuro… ¿Dónde está la felicidad que ofreciste darme? ¿Dónde ese “hay que ayudarnos a vivir”, que me empujó al altar?

 

ELLA.–           Me has quitado la palabra de la boca…

 

EL.–                Sé que hemos fracasado… Pero, el camino mal andado también es camino, nada se detiene. Andando, quizás, algún día llegue al principio. Allí, tal vez, te diga: Hola… o, quizás, nos digamos, simplemente “adiós”, sonriendo… De algo estoy seguro: después de toda una vida, estoy a punto de encontrarme; si me hallo, habrá valido la pena vivir… y te deberé mucho…

 

ELLA.–           (Aprovechando la inesperada emoción de él) ¿Podemos hablar un par de minutos sin insultarnos…? (Suplicando) ¿Qué te cuesta…?

 

EL.–                (Sincero) No creo que sea posible ya… Demasiadas aguas negras han brotado de nuestras cloacas.

 

ELLA.–           (Animándolo) ¡Intentémoslo…! Eres sociólogo, ¿no…?

 

EL.–                (Enojado) ¡Empezaste mal…! (Dolido) Te solazas hiriéndome, ¿no? Revuelves el puñal dentro de la herida… “Gracias”. (Prende un cigarrillo) Si vuelves a nombrar mi “profesión”… (Suplicante) No lo hagas, por favor… (Empieza a hacer argollas con el humo).

 

ELLA.–           (Resignada) Bien… juguemos a tu manera… con tus cartas… (prendiendo un cigarrillo) A tu juego… (Echando humo en argollas, como queriendo ocultar algún mal pensamiento) Sé que no te he sido de gran “ayuda” –como dices tú– (Los dos hacen argollas) No has mentido (Conteniendo el llanto) Me da rabia… (ante el gesto irónico de él) ¡Lo intenté…! ¡De veras…! Nadie quiere fracasar… Eres el hombre que elegí por esposo ¿no? (angustiada) Tanto bueno me hablé de ti a mí misma ¡“Lo que no pude hacer –me dije– este hombre lo hará! ¡Será más grande que mis padres!” ¿Y por qué no? ¿Qué es lo que pido…?

                        Casi nada… Sólo sueños… sueños pobres, como los sueños pobres de las mujeres pobres de mi país…

 

EL.–                (La corta y recita a Quevedo: es como si de pronto se acordara del poema y lo recita, no como una respuesta, la respuesta es el mismo poema en toda su belleza: escrita y recitada)

 

Madre, yo al oro me humillo:

el es mi amante y mi amado,

Pues de puro enamorado,

de continuo anda amarillo;

Que pues doblón o sencillo,

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es Don Dinero.

 

ELLA.–           (Que no lo ha escuchado. Llorando) No hay palabra sucia, horrible, por desconocida que sea, que no nos la hayamos dicho con furia… por mi culpa, por tu culpa, por nuestra grandísima culpa… (Apaga el cigarro, como tratando de esconder su llanto)

 

EL.–                (Toma el reloj despertador y le da cuerda. En tono calmo, reflexivo) No has dejado piedra en pie ¿no? de golpe derrumbaste la baraja. Me has presentado como a un monstruo.  (Se sienta en una silla de primer plano, sin mirarla a ella) Alguien cambió el destino. El que fui, no soy… Alguien movió las agujas del riel, y ese tren se descarrila con pasajeros y carga…

 

ELLA.–           (Tratando de acercarse a él) Hace años que no…

 

EL.–                (Para evitar la aproximación, camina) Nunca pensé ser un asalariado de la burocracia del Perú… (Burlándose de él) ¡Estoy en el Presupuesto de la República…! (Riéndose) ¡Pobre de los sociólogos de mi país…! (Dolido, engañándose) ¡Y eso que a mí me ha ido mejor que a mis compañeros de universidad…! Muchos sociólogos se ganan la vida vendiendo gas… (Imitándolos) “¡Gas, gas, gas…!”

                        Otros como “watchimanes”… (Corta, para no ser ganado por la emoción) ¡Y, colorín colorado…! (Golpean la puerta, se escucha la voz del lechero que llama, haciendo chocar los frascos)

 

LECHERO.–  (Voz) ¡Léeecheee…!

 

EL.–                (Caminando a la puerta) ¡Este cuento se ha acabado…!

 

ELLA.–           (Atrayéndolo oralmente) Ven… (El no le hace caso) ¡Ven…!

 

EL.–                (Dando por terminada la conversación anterior, muy expresivo, sin mirarla y caminando) “¡Este cuento se ha acabado…!” (De la repisa toma el dinero reservado para el lechero. Paga y recibe los dos frascos) Gracias… (Cierra la puerta, destapa un frasco y bebe a “pico de botella”, mientras camina a la cocina).

 

ELLA.–           (Disgustada, gritando) ¡Oye… la leche es para los dos…! ¡No seas cochino…! (Impotente) ¡¿Por qué no agarras un vaso…?! (Ante la indiferencia de él) Mierda… (El silba fuerte el “gato ron ron”, desde la cocina, haciéndole burla) Mejor me voy a trabajar… (Se sienta sobre la cama y, con un espejo de mano, empieza a maquillarse) ¿Por qué me tuve que casar…?

 

EL.–                (Como si nada, aparece) He puesto a hervir la leche… si se derrama, es por tu culpa… (Ella, burlona, tararea el “gato ron ron”. Él, al reparar que se está maquillando, provocándola) ¡Uy… maquillarse sin bañarse…! (Ríe) Me salió en verso…

 

ELLA.–           No me jodas… Todas las noches –y tú lo sabes bien– me baño. No soy tan sucia como para meterme a la cama con el cuerpo cochino y apestar las sábanas… (Al ver la ropa de él en el suelo) ¡Y no dejes tirada la ropa en el suelo…! (Recoge un calzoncillo y lo levanta sobre la cabeza, mostrándoselo, indicando asco) ¡Ajjjj…! ¡Usa papel higiénico, hombre…! La lavandera no va a recibir este calzoncillo, te lo advierto…! ¡Qué cochino…!

 

EL.–                (Muy natural) Entonces… lo lavas tú. Eres mi mujer ¿no? ¿Para qué me he casado, entonces… ah…?

 

ELLA.–           (Indignada) ¡Ahhhh…! (Le tira el calzoncillo por la cabeza) ¡Mierda…! (Siente derramarse la leche) ¡Mierda… la leche…! (Corre a la cocina, mientras el ríe) ¡Mierda, mierda, mierda…!

 

EL.–                (Riéndose) Bueno, ahora… ¡a bañarse! A la calle hay que ir (Para que lo escuche ella) “Limpiecito” “afeitadito” “bañadito” y “perfumado”… (Entra al baño. La escena queda vacía. De pronto, nos llega el llanto del niño–mudo que más parece un sordo aullido. Por la ventana, en resistencia ingresa más luz, indicando el transcurso del tiempo. Pueden bajar las otras luces para que ésta destaque. La ventana se convierte en el personaje principal.

 

                        Se escucha, en grabación, discutir a los vecinos que, como se indicara en las primeras páginas son las voces de el y ella para el vecino y vecina, respectivamente).

 

VECINO.–      (Voz de él) ¡Vas a hacer lo que te de la gana ¿no?, carajo…!

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¡Pero… ¿qué te ha hecho el muchacho…? ¿Por qué lo tratas así?

 

VECINO.–      (Voz de él) Tú no te metas… La culpa es tuya por engreírlo tanto…

 

VECINA.–      (Voz de ella) Es tu hijo… ¡Suéltalo ya…! (El niño sigue aullando; alarido expresionista. Este no molestará al diálogo. La vecina llora) ¡No me tuerzas la mano, maricón!

 

VECINO.–      (Voz de él) ¡No me arañes, mierda…! Como me dejes marca, te vas a arrepentir toda la vida…

 

ELLA.–           (Regresa y mira a la ventana, como si –tal como es en verdad– se tratara de otra pareja. Toma su monedero para hacer algo y, sin quererlo, da vueltas en circulo alrededor del cuarto, cual si una fuerza extraña la hiciera girar. Ella da vueltas, indicando con sus pasos, el clímax de la discusión…) Dios…

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¡Que me sueltes he dicho…! ¡Me estás haciendo daño…! (Llora) ¡Yaaaa…!

 

VECINO.–      (Voz de él) ¡Toma, mierda… para que aprendas a respetar a tu marido…! ¡Para que nunca me levantes la mano…!

                        (La vecina sigue llorando como fondo)

 

ELLA.–           (Al darse cuenta que le falta dinero del monedero) ¡Mi plata…! (Va corriendo al baño) ¡Mi plata…! ¡Dame mi plata…! (Ingresa al baño. La escena queda vacía. Sólo se escucha el llanto de la vecina que no lesiona al diálogo, y las voces de ella y él) ¡Mi plata te he dicho…!

 

EL.–                (Sólo voz) ¡Sólo he agarrado veinte mil soles…! A la tarde te los devuelvo… No sabes que ahora pagan…

 

ELLA.–           (Sólo voz) ¡No es mía… entiéndelo bien!

 

VECINA.–      (Voz de ella) Maricón… de todo me echas la culpa a mí… ¡Pegarle a una mujer…!

 

ELLA.–           (Sólo voz) Es la plata de una compañera que me la dio para comprar medias en el centro…

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¿Por qué tienes que pegarle así al muchacho…? Lo tratas como si no fuera tu hijo… Como no habla, haces lo que te da la gana con él… (Llorando) ¡Qué desgracia que haya nacido mudo…!

 

VECINO.–      (Voz de él) ¡Tú lo pariste, tú lo pariste…!

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¡Cállate, cállate… es tu hijo…!

 

EL.–                (Sólo voz) ¡Ya me los gasté, te he dicho…! ¿Por qué insistes…? ¿Con qué imaginas que pagué el chifa anoche…!

                        ¿Aún crees en milagros…?

 

ELLA.–           (Sólo voz) ¡Maricón…! (regresa y se sienta en la cama llorando. Su llanto queda de fondo, sin molestar a la escena de los vecinos).

 

VECINO.–      (Voz de él) ¡Dime “taradita”… y desmiénteme si miento! ¿no era feliz cuando te conocí…? ¿Recuerdas…? (Remedándola) “¡Ay, José… irradias felicidad…! ¡Dichosa la mujer que se casa contigo…! ¿Es cierto lo que digo…? ¿Sí o no…? Ahora he olvidado hasta de sonreír… hablo poco… no voy a ninguna parte.

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¡Qué vergüenza… todos los días la misma historia…!

 

VECINO.–      (Voz de él) Voy a comprar pan… No porque el chico sea mudo, lo vamos a dejar morir de hambre… Por lo menos que tenga algo que mascar, cuando se quede solo…

 

VECINA.–      (Voz de ella) ¡Es tu hijo, tu hijo…!

 

VECINO.–      (Voz de él, remedándola) Ahora… “la mujer debe trabajar” ¡Cualquier cosa con tal de salir a callejear…!

 

VECINA.–      (Voz de ella, llorando) Pero si lo que ganas no alcanza para nada, hombre… lo hago por ayudarte… necesitamos tanta plata para nuestro hijo… (La calla el portazo del vecino. El llanto de ella y el de la vecina, se confunden hasta ser uno solo: presente y ausente; micro y macro).

                       

                        El sonido –el llanto– será en ésta escena el principal personaje. Lentamente decrecerá hasta hacer perceptible el ruido de la ducha que terminará sobreimponiéndolos y el llanto desaparecerá. Ella prende el televisor que está sobre una mesita portátil, delante de la cama y se puede ver con facilidad desde la ventana del vecino. La luz de las imágenes del televisor se reflejan en la pared de foro y se escucha el noticiero:

 

TELEVISOR.–(Voz de locutor)… Los universitarios bloquearon violentamente las avenidas Colonial, Argentina, Túpac Amaru y Grau, ocasionando gran congestión del tránsito… Aquí la entrevista de nuestros reporteros.

 

TELEVISOR.–(Voz de reportera y entrevistado joven) ¿Es usted universitario…?

 

JOVEN.–        (Voz) No, estudiante de la Gran Unidad Escolar… (Ella disgustada, va a apagar el televisor)

 

TELEVISOR.–(Voz de la reportera) ¿Por qué apedreas a los ómnibus…?

 

JOVEN.–        (Voz) Los choferes, cuando ven a los estudiantes en los paraderos, se pasan nomás… (Ella apaga)

 

EL.–                (Sale del baño. Al ver que ella no ha servido el desayuno) ¡Carajo… hasta el desayuno hay que servírselo…! (Burlándose de él mismo, mientras se dirige a la cocina) “¡Cásate… cásate…!” (Desaparece)

 

ELLA.–           (Bajito, palomillando, para ella misma, remedándolo) “¡Cásate… cásate…!” (Ríe)

 

EL.–                (Regresando con la taza de café) Y la muy cojuda, todavía quiere tener un hijo…

 

ELLA.–           (Que no escuchado lo que ha dicho su marido –que no ha querido– al ver que sólo ha servido una taza de café, muy molesta, sinceramente molesta) ¿Sólo para ti…? ¡Cuando yo sirvo lo hago para los dos… y para ti primero…!

 

EL.–                ¡No jodas…! Sírvete tu taza y lávate el poto…

 

ELLA.–           Esperar algo bueno de ti, es pedirle peras al olmo…

 

EL.–                Bastante hago con servirme a mi mismo… ¡y sólo café, como desayuno…! cuando era soltero…

 

ELLA.–           (Ríe y lo remeda) “¡Cásate... cásate!”

 

EL.–                (Picado) Si no es por mí, te hubieras quedado para vestir santos…

 

ELLA.–           (Dolida) ¡Y de qué me sirve si ni un hijo puedes darme…!

                        ¡Otro hombre me hubiera preñado desde la primera noche…!

 

EL.–                (Va hacia ella y le da un manazo en la cabeza) ¡Cállate mierda, o te agarro a patadas…!

 

ELLA.–           (Ella hace como si no hubiera pasado nada y se arregla el cabello, disimulando, mientras encuentra el modo de vengarse. Al hallarlo, va hacia el tocador, toma una colonia y empieza a echarse, muy sexy, por los pechos, los brazos, las piernas, al tiempo que entona “el gato ron ron”, muy sensual. El la mira de reojo mientras toma su café. Ella para provocarlo más, se aplica la colonia en las nalgas y el pubis. El va hacia ella, le quita la colonia y la tira al suelo, derramándola. Ella, inmutable, se va al baño, se encierra y, para irritarlo, canta la misma canción en voz más alta y exageradamente sensual. El, vengándose de ella, se viste rápidamente, silenciosamente, y se va, tirando la puerta de golpe. Ella al sentir el portazo, sale del baño, corre a la puerta, la abre; al ver que no está, corre hacia primer plano derecha de actor –corbata y mira por la ventana imaginaria que, naturalmente, está frente al público)

 

¡Oye…! ¡Oye… la plata…! ¡La plata para la casa…! (Bajo, sólo con el aliento, como queriendo que en la calle no la escuchen, dibujando las palabras con los labios) Con-cha de tu ma-dre.

 

VECINO.–      (Voz de él, se escucha que abre la puerta) Chau, hijito. (A su mujer, como si nada hubiera pasado) Apúrate, que se hace tarde… (Da un portazo y baja)

 

VECINA.–      (Voz de ella) Espera, espera, hombre… (Ella, termina de arreglarse, mientras escuchamos que la vecina continúa despidiéndose de su hijo mudo) Hijito… cuídate… cuando tengas hambre, saca la comida del termo, nomás y come, mi amor… chau, chau… papito. (Alejándose) Regreso temprano. (Portazo) Cuídate… (Gran pausa)

 

ELLA.–           (Habla para ella misma) Y tuviste que dejarme sin un centavo, ¿no… esposo mío…? (Termina de arreglarse. Se sienta, pone un cassette a la grabadora que está con pilas. Graba).

 

Me voy… Desayunarse todos los días con una mentada de madre, no es vida. Gracias. (Se pone de pie; luego caminará, siempre grabando) Es el final y… te juro que no siento nada, que no tengo pena. ¡Tanto ha sido ya… que se rompió la barrera del dolor! Adiós… Good Bye… Hasta siempre… o hasta nunca… (Como mirando el pasado) Alguien que no somos ni tú ni yo, nos cambió el destino… ¡Quién con tanta maldad que nuestras vidas se despeñan…! ¡Salgamos a la vía, entonces…! Quizás así, alguien logre salvarse…

                        Adiós. (Camina recordando) Antes de casarme –me acuerdo como si fuera ahora mismo– me preguntaba con miedo: ¿resultará…? ¿me acostumbraré a él? ¿se acostumbrará a mí…? Pero el “hasta cuando te mantendré” de mi padre –que en paz descanse– y el llanto de mi madre­­ –que de Dios goce–, me arrojaron a tus brazos. (Al techo, como si hablara a Dios) Tuve razón… ¿no? (Va hacia el público –cuarta pared– con la grabadora en la mano, como para increpar a alguien) “¡Cómo pueden vivir juntos!” gritas, cuando escuchas pelear a los vecinos. Ellos dirán lo mismo de nosotros. (Como si le hablara a su esposo) No das crédito ya a lo que tus ojos ven ni a lo que tus oídos oyen. Te engañas. Escuchas tu propia voz y juras que es natural que digas todas las sandeces que hablas, y que yo te insulte con el furor que lo hago. “Es racional”, dices: “somos marido y mujer, ¿no?” hablas… “Todos discuten, todos pelean”, me consuelas, te consuelas… Hemos ofendido de muerte al amor; jamás seremos felices. (Se sienta, prende un cigarrillo y continúa grabando) Todo empezó a malograrse con el “primer pago” del alquiler del “primer cuarto”… ¡A sólo treinta días de casados…! Después… tú lo sabes; empujones, bofetadas, insultos… (Le gana el llanto) etcétera, etcétera, etcétera, etcétera, etcétera… Adiós. (Detiene la grabadora y la retrocede. Todo el tiempo que dure ésta operación. Ella, llorosa machacará su: “etcétera, etcétera”. El sonido de la grabadora retrocediendo la cinta, debe escucharse en primer plano y por parlantes, sobreimpuesto al “etcétera, etcétera” de ella, como si rebuscara en el pasado. Detiene la grabadora y la pone en marcha desde: Hemos ofendido de muerte al amor: jamás seremos felices. Ella toma su cartera para irse. A dúo repite con la grabadora la frase “Jamás seremos felices”. Se arregla el cabello. En la ventana, el niño–mudo, que se ha trepado, es observado nítidamente por el público. El sólo dice: ¡Ummmm, Ummmm, Ummmm…! mirando hacia el cuarto de ella y con la mano haciendo ruido para que ella se fije en el. Ella gira, quedando de espaldas cuando en la grabadora escuchamos: “Adiós…”. Al verlo: ¡Amorcito… por Dios… cuesta mucho la corriente…! El niño sigue haciendo ruido) Está bien, está bien… (Prende el televisor, dirigiendo el mueble hacia la ventana, para que él vea bien. El público escucha que en el  canal están proyectando dibujos animados. El niño muestra su descontento) ¡Ay, papito… cómo adivinar tus gustos…! (Cambia de canal. Ahora se trata de una película de gansters. El niño–mudo, con sus guturaciones y manos hace saber que eso es lo que quiere, que le gusta. Ella más tranquila, toma su cartera y haciéndole “adiós” con la mano, se dirige a la puerta que abre y luego se persigna. Mira a su casa como queriendo grabar todos los detalles, como lo haría quien se va para no volver. Al ver que están sucias las paredes medita e, inesperadamente, exclama: Hay que pintar la casa… Cierra la puerta y desaparece).

 

Lentamente las luces bajan en resistencia para que predominen las de la ventana. Con disimulo la pared de los vecinos avanza, rodando, hasta juntarse con la de foro, haciendo coincidir las ventanas como una sola. Este avance deberá estar acompañado por el sonido del tic tac de un reloj que debe llegar por parlantes de sala.

 

El niño–mudo, detrás de los barrotes, será observado muy feliz, en medio de la terrible soledad.

 

La luz de las imágenes del televisor se reflejará en la pared en medio del atronador ruido de la balacera y la grande sonrisa del niño–mudo.

 

El telón se cerrará lentamente; aún después, y con la sala a obscuras, como si la obra continuara, se escuchará la balacera.

 

El público, al salir, (exclusivamente a la salida), en todo el paisaje verá slides proyectados del niño–mudo prendido de los barrotes de su ventana. Por parlantes, el tic tac será constante.

 

1984–diciembre

San Isidro

 

 

––––––––––

*         Primer Premio del Concurso Nacional de Obras de Teatro organizado, por Celcit–Perú, 1989. Primera edición: Instituto Nacional de Cultura, colección PERSONAE, 1990.

Si tienes comentarios o preguntas, haz clic acá y comunícate con el editor.
Lee aquí los comentarios y preguntas de los visitantes.



Página de los Dramaturgos del Perú