EL GOBIERNO DE MANUEL

Texto completo con la intercalación de las entrevistas logradas por el autor

 

Ficción

 

 

 

Por Ariel Norberto Santanera

(Buenos Aires, diciembre de 2001 / mayo de 2002)

 

A María Inés.

12 de mayo de 2002

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

 

 

 

 

Cuando recibí el encargo de escribir la biografía de este gran hombre (en verdad uno de los pocos en nuestro país que podrían recibir la adjetivación de "prócer"), mi primera sensación fue de entusiasmo. Realmente era un tema apasionante, y un personaje atrapante. Pero poco a poco, el entusiasmo fue transformándose en desesperación. Es que en todas las fuentes consultadas, en todos los archivos, en todas las colecciones de documentos podía nutrirme de información sobre el gobierno de Manuel. Pero muy poco, casi nada, desesperantemente nada, sobre Manuel como hombre.

Hasta que encontré a Horacio.

Fue en un café.

Cualquier porteño de ley entenderá que un café es un lugar clave (sí, en el sentido propio de "llave"). El lugar más adecuado para encontrar puertas que se abren, para encontrar soluciones que parecen evasivas. Un café es el lugar más adecuado, en nuestra ciudad, para los milagros.

Tomaba un largo cortado con un amigo, en medio de una aburrida conversación, o mejor, en un aburrido saltar de un tema a otro, cuando en uno de esos saltos, mi amigo me dijo: "¿Sabés quién es ése que está allí junto a la ventana?" "No" "Fue un ministro de Manuel".

Sus palabras, dichas con toda inocencia, fueron decisivas para que me decidiese a terminar con el tenue hilo que mantenía todavía activa nuestra charla. Quedé atrapado por esas palabras, y perdí, lo confieso, todo el poco interés que en esa charla de café tenía hasta entonces. Mi amigo habrá percibido sin dudas ese corte, pues a los pocos minutos, lánguidos minutos, decidió retirarse, previo pago de los cafés, y yo me pasé a la mesa del ex ministro.

No fue difícil el abordaje. Comencé muy respetuosamente, tratándolo de Usted, pero él enseguida pasó a un tono confidencial:

-Sabés, no es raro que te cueste tanto encontrar esos detalles de la vida de Manuel que te interesan. Lo que pasa es que Manuel fue muy cuidadoso de su vida privada, que no quiso exhibir ni perturbar, ni mezclar con su actividad política. Tampoco nos permitía hablar sobre su persona con nadie, más allá de lo estrictamente necesario y protocolar. La idea era que el gobierno de Manuel no era su gobierno. Él siempre se definió como un servidor del gobierno, que solamente debía administrar y dirigir adecuadamente.

Y esa charla de café dio origen a una larguísima, prolongada relación, en una serie de conversaciones que me brindaron claves para interpretar el abundante material que yo había reunido. Y así, pude finalmente dar forma a esta versión, quizás algo novelada, pero sincera, de un período histórico inigualado hasta el momento, por la audacia de las decisiones adoptadas, y por la integridad muchos de los principales actores.

 

 

 

-Vos viviste de cerca la campaña de Manuel…

-Sí. Y no. Estuve junto a él desde el principio, y hasta el final. Pero lo suyo no fue una campaña. No fue una campaña política en el sentido que se le da habitualmente a la palabra. Lo suyo, muchas veces me recordaba lo que fue la campaña presidencial de Macedonio Fernández, una campaña que se difundía en los cafés de Buenos Aires, y con papelitos manuscritos. También me recordaba la campaña de Jesús ¿Podés decir que Jesús hizo una campaña? Lo suyo fue espontáneo, fue una larga peregrinación, un vagabundeo, ¿no? Bueno, algo parecido era lo de Manuel. Caminaba. Y lo seguíamos. Generalmente iba charlando con alguno de nosotros. De pronto alguna idea le parecía especialmente interesante, y entonces se paraba en una esquina, o en una plaza, y comenzaba a hablar en voz alta, para todos. Así, a fuerza de repentinos tumultos o aglomeraciones comenzó a hacerse famoso. Famoso para nuestra cultura significa ser noticia para los medios. Cada vez la columna que lo seguía se fue haciendo más numerosa, y para evitar desórdenes, o la intervención policial, empezamos a caminar por zonas más desoladas. Suburbios. Quintas. Campiñas. Sin planes, sin previsiones, sin rumbo. Y sin propósito fijo tampoco, hasta que casi naturalmente surgió la idea de que podía ser un buen presidente. Cuando se lo propusimos, pareció desconcertado durante unos segundos. Luego, alzó los hombros y dijo: "-Bueno, si les parece…". Como si lo estuviésemos invitando a ir al cine. Fue una aceptación rápida, no meditada. Algo así como lo fue la de Monseñor Nevares cuando le propusieron ser Convencional.

Manuel, aclarémoslo, no se sentía un enviado de Dios, ni mucho menos. Solamente quería cumplir su tarea como un instrumento que pescase en la realidad la voluntad del Señor, y la pusiese en práctica. Se ofrecía en oración y pedía luz para interpretar los signos de esa realidad.

 

 

CAPITULO 1 (¡Vamos, Manuel!)

Manuel Aráoz Quintana. Ni siquiera el nombre le ayudaba. Era poco adecuado para ser voceado y vitoreado por las multitudes. Y tenía además un cierto aire aristocrático, un algo que imponía cierta distancia afectiva, cierta prevención intelectual.

Era difícil explicarse cómo un hombre como él había podido llegar a la Presidencia. Muchos se afanaban por descubrir el procedimiento por el cual había alcanzado la meta que se propuso... Pero ¿se la había propuesto realmente? A él mismo le costaba recordar cuándo había decidido que debía lanzarse a esa increíble, cansadora, a veces absurda campaña.

Toda esa campaña había acabado. Ahora, él había llegado. Solo en su despacho. Después de tanto tiempo, ahora realmente solo. Se recostó contra el blando respaldo de su sillón.

Su espalda no estaba acostumbrada a esas suavidades. ¡Tantas veces se había sentado en bancos sin respaldo, en cocinas de campo! Y cuando encontró respaldos, en nada se parecían a este cuero mullido. ¿Sería una trampa, esa blandura? Como un reflejo, algo en su interior lo sobresaltó, y lo obligó a reincorporarse:

-¿Llegué?

Su conciencia le recordaba lo que una vez había jurado: no consideraría la Presidencia como una meta, sino como un punto de largada. Ahora comenzaba realmente la acción.

¿Y por qué dejarlo para mañana? En verdad, ya era tiempo de dormir. Pero antes, hoy mismo, podía iniciar su tarea, o prepararla. Aunque solo fuese un símbolo, no debía desperdiciar un solo día. ¿Aunque solo fuese un símbolo? ¿Pero es que había algo más importante que los símbolos?

¿Pedro estaría durmiendo? Aún así: que empezara a acostumbrarse.

Dio unas instrucciones por el intercomunicador. Breve espera. Zumbido.

- Su comunicación con el Sr. Pedro Sánchez, Señor Presidente.

- Gracias… ¿Pedro? Sí, sí, ya sé … Esta llamada es simbólica. Habíamos decidido trabajar juntos todos los días, aunque fuese solo un poco cada día de gobierno... y no quería que el primero de estos días pasase sin cumplir lo prometido. Aún cuando éste fue un día dedicado al protocolo. Pero será una conversación breve.

Realmente fue breve. Sólo algunos comentarios divertidos sobre las peripecias de esa jornada de la investidura de Manuel, y luego convinieron un horario provisorio de trabajo a partir del día siguiente, por las noches.

La idea era simple. Manuel quería aprovechar todas las ventajas tecnológicas disponibles, y eso no podía quedar en mejores manos que las de Pedro. Tendría rango (y cargo rentado) de asesor presidencial y se ocuparía de lo que habían definido como plan estadístico y estratégico.

Pedro tenía ideas claras en cuanto a cómo se podía elaborar un modelo computarizado del país. Un escenario. Pedro y su equipo mantendrían actualizada la evolución de todas las variables, con una proyección previsible hacia el futuro. La clave estaba en el acierto con que se vinculasen las variables entre sí. Habría que fijar límites peligrosos para cada variable y valores óptimos o deseables. Con un cuadro de situación actualizado, se estudiarían las medidas de gobierno más aconsejables, previéndose su influencia sobre la marcha del conjunto Un intento de no trabajar a ciegas.

Manuel y Pedro sabían que ese trabajo sólo era una herramienta. Pero era una herramienta poderosa, y ningún gobierno moderno podía dejarla de lado.

Otra discreta chicharra. Ahora indicando que era la recepcionista quien deseaba comunicarse con Manuel. Leve sorpresa de Manuel ¿quizás porque no estaba todavía acostumbrado al zumbido? Poco a poco, corriendo los días, la respuesta del Presidente se haría automática, como la de un perro bien entrenado. ¿O quizás porque, avanzada la noche, había decidido dar por terminada la actividad de ese día? También en ese aspecto, poco a poco, se iría entrenando como un perro, hasta entender que no es el Presidente el dueño de sus horarios.

-¿Sí, Felisa..?

-El Dr. Pascua desea verlo.

-¡Que pase, por supuesto!

Íscaro abrió la puerta y entró diciendo alegremente:

-¡Vamos, Manuel..!

-¡Vamos, Íscaro, y venga un abrazo sin protocolos!

El vicepresidente, expansivo, extrovertido, disfrutaba el triunfo. Había buscado el triunfo, y ahora lo disfrutaba. Se había incorporado estratégicamente a la campaña de Manuel cuando vio que su propio partido no lo llevaría al poder. Y había acertado, ¿cómo no disfrutarlo? Pero algo había siempre en el modo de Manuel, casi diríamos en la atmósfera que lo rodeaba ¿en el aura?, que llamaba a Íscaro a una cierta seriedad, a actuar con responsabilidad:

-En qué nos metimos, ¿no?- dijo Íscaro.

-Ya lo sabíamos…

Manuel usó el plural en forma inocente, pero un análisis más fino podría advertirnos de que había una sutil diferencia de actitudes entre ambos personajes. ¿Era Íscaro realmente consciente de la responsabilidad asumida? ¿O simplemente había vivido "en campaña" la campaña, en busca de una meta? Para él sí, para él éste era quizás el punto de llegada. Manuel se encargaba ya de mostrarle que la tarea comenzaba ahora:

-Tendremos que planificar nuestra tarea juntos, pero por ahora cada uno tiene muchas cosas que resolver por su cuenta. Ya habrá tiempo para ponernos de acuerdo en todo lo que disintamos…

-No va a ser difícil, che…

-Ya veremos. Pero lo primero para vos es tomar posesión del Senado. Yo no pienso intervenir allí para nada. Vos serás la única vinculación del Ejecutivo con los legisladores. Hay que mantener su independencia.

-No será para tanto…

-Yo pienso ser muy puntilloso en eso. Pero tu caso es diferente, porque la Constitución te pone al frente del Senado… Esto implica también cierta vinculación con los gobernadores, que tendrás que armonizar con el Ministro de Interior…

-Sí, ya lo hablamos tantas veces; será una tarea complicada, pero espero que no sea imposible.

-Seguramente, más que complicada. Conducir un cuerpo como el Senado, lleno de vicios, y lograr que sea respetable y digno, puede estar más cerca de lo imposible que de lo complicado. Pero todos confiamos en vos. Por mi parte, solo quiero hacerte una sugerencia; -le pasó una grabación de video con una etiqueta que decía: "sesión del SENADO"- cada tanto, mirá este video con detención. Es una sesión del último período del Senado. Por allí debe estar la fecha, pero no importa, es una sesión tomada al azar.

Íscaro se mostraba ligeramente intrigado. Siguió Manuel:

-Yo la pasé una docena de veces, y te aseguro que me da vergüenza verla. Y miedo, terror te diría, pensar que los destinos de nuestra gente están en parte ligados a ese trabajo en las Cámaras. Vas a ver allí que mientras algún senador habla, casi nadie lo escucha. Apenas los taquígrafos y, a veces, el Presidente. Más de la mitad de las bancas están vacías. De los presentes, la mayoría están conversando entre sí, y casi todo el resto lee y toma café. ¡No se respetan entre ellos! Pero tampoco se respetan a sí mismos, porque si no, algún orador se quejaría alguna vez por no ser escuchado. El tema del debate parece no interesarles, y probablemente no sea interesante. En verdad, no hace falta dar volumen al audio para interpretar la situación. Pero si le prestás atención escucharás frases grandilocuentes y huecas. No se trata de un debate verdadero, donde cada orador esté genuinamente intentando convencer a sus pares con sus argumentos. Se sospecha que todo el resultado ya ha sido arreglado fuera del recinto, o que lo están arreglando los que se levantaron y se fueron. ¡Me aterraría contar con un Poder Legislativo así! Te agradecería que toques el tema de entrada en tus próximos contactos con los "Jefes de Bloque". ¡Que no hablen si no tienen nada que decir! Y que aprendan a escuchar y a pensar.

-¿Querés que veamos la grabación juntos?

-No, dejálo por ahora. No es el momento adecuado para aumentar amarguras. Actuá como te parezca en lo inmediato, y volvamos a reunirnos dentro de tres semanas. ¿Te parece bien?

-Sí, claro…

-Por supuesto, en cualquier momento que quieras hablar conmigo, aparecé nomás.

-Te agradezco…

Manuel llamó a la recepcionista por el interno.

-Por favor tome nota para arreglar una reunión con el Dr. Pascua para dentro de veinte días. Que no sea una reunión apretada de tiempo. Y recuérdenos cinco días antes tanto a Pascua como a mí. Gracias.

Colgó lentamente el auricular. Se volvió a Pascua y le dijo:

-Ya es hora de dar por terminado el día. Nos veremos dentro de tres semanas… quizás antes, porque seguramente habrá una reunión con Pedro para presentar su "modelo".

Se despidieron con un nuevo abrazo.

 

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-Siempre me pareció curioso que un hombre como Manuel le diese tanta importancia a la computación como herramienta de gobierno. No daba la figura de un tecnócrata…

-No lo era. Era un intuitivo y, si puede decirse, era más espiritual que técnico. En algún momento trascendió que todas las acciones de gobierno de Manuel eran "pasadas" previamente por las computadoras. Eso dio origen a chistes fáciles, y se hablaba del "gobierno punto com", o se decía que Manuel daba "enter" a una medida, cuando la aprobaba. A Manuel no le molestaba. Él sabía hasta dónde confiar en las decisiones de la computadora, y cuándo aplicar criterios de otra especie. Lo sabía por intuición, lo meditaba en horas de oración.

Pedro era en cambio un técnico. Pero un técnico que no pretendía que su técnica podría dar las respuestas más convenientes siempre. No se molestaba si en un caso particular la acción de gobierno se apartaba de lo aconsejado por la computación. Siempre decía que gobernar no era una rama de las matemáticas. Era algo más difícil, o por lo menos más complejo.

Pedro y Manuel eran amigos. Realmente amigos. Y estaban de acuerdo en que cada uno haría su trabajo lo mejor que pudiera, pero sin concesiones a esa amistad. O mejor aún, era esa amistad lo que les exigía actuar con total sinceridad y limpieza, sin subordinar la verdad a la opinión del otro.

 

 

 

CAPÍTULO 2 ("Ver, juzgar y obrar")

 

-Ver, juzgar y obrar…

Las palabras de Manuel sonaban claras en la hermosa sala revestida de roble, su silueta sencilla pero imponente contra el cortinado del gran ventanal.

"Ver, juzgar y obrar…" Una vieja norma, que todos comprendían, que casi todos habían oído formular así alguna vez, que la mayoría había usado conscientemente en su vida y que algunos tenían incorporada, casi como un reflejo, en su proceder habitual. Manuel continuó:

-Es una vieja norma de conducta, sabia norma a la que desearía que todos nos adhiriésemos en nuestra acción de gobierno: seremos eficientes si partimos de una visión correcta de la realidad, si sabemos evaluar lo que ella nos diga, y si tenemos la decisión, y a veces la valentía, de actuar en consecuencia.

A algunos de los ministros y funcionarios presentes les pareció que estaban soportando una lección demasiado elemental. Pero no podían estar en desacuerdo con ella. El nuevo presidente lo advertía, pero no se molestaba con la molestia de los demás. Durante esa primera reunión explicativa les esperaban muchas lecciones elementales más. No se cansaría nunca de insistir en lo aparentemente obvio.

-Aún cuando parezca que esta reunión es demasiado básica, creo que no es perder el tiempo asegurarnos que todos estamos de acuerdo, si es posible, o que por lo menos conozcamos las reglas básicas que hemos de respetar y los métodos de ayuda que hemos de aprovechar de ahora en adelante. Hoy no entraremos en ningún tema concreto. Hoy simplemente conoceremos una herramienta que será importante para nuestro trabajo: un modelo informatizado de nuestro país.

Y a continuación dejó el lugar a Pedro. No necesitaba presentarlo. Todos se conocían sobradamente.

-Manuel me encargó como misión en este gobierno, ayudar todo lo posible a que ustedes dispongan de la mayor y mejor información sobre la realidad de nuestro país. Es decir, que a partir de ahora me constituiré en un servicio para todos ustedes, un servicio de ayuda para atender al primer término del método mencionado por Manuel al comienzo de la reunión: VER. "Ver" hoy significa aprovechar al máximo las ventajas que nos ofrece la informática aplicada a las estadísticas. Claro que la informática se nutrirá de los datos de la realidad, y deberemos ocuparnos también de que esos datos sean verdaderos y estén actualizados.

Con ellos construiremos un modelo matemático que presente esa realidad en forma activa, dinámica, y que nos permita prever los cambios que nuestras diferentes acciones puedan provocar. Es decir que "VER" se puede transformar en "PREVER". O, en otras palabras, no solo hemos de "ver" el presente, sino que podremos "ver" varias realidades potenciales antes de que se presenten. El valor que esto tiene al pasar a "JUZGAR" es innegable...

Pedro comenzó a pasar datos al gran pizarrón blanco que actuaba como borrador, un elemento que de ninguna manera se despreciaría a pesar de toda la apoyatura electrónica disponible. Casi todos se acomodaron mejor en sus asientos. Íscaro Pascua hacía pequeños dibujos sobre su anotador.

-Comencemos con lo que tenemos con más evidencia: un país con gente. Demos valores a estas dos variables: el país y la gente.

Y escribió sobre el pizarrón:

SUP = SUPERFICIE GEOGRÁFICA DEL PAÍS.

-¿Es una constante? Casi. Las posibilidades de variación son muy pocas, casi nulas. Hay algunas demarcaciones fronterizas por resolver, y existe siempre la posibilidad teórica, aunque extremadamente remota, de una secesión, o de una invasión por terceros países. Así que SUP será la superficie inicial, más la superficie anexada, menos la superficie perdida:

SUP = SUPINI + SUPANE - SUPPER

La población será:

POB = POBINI + INM (inmigración) - EMI (emigración) + DEM

DEM, obviamente es el crecimiento demográfico, será:

DEM = NAC - MUE

No será difícil habituarnos a estas siglas, y les aseguro que tendremos muchas. Un valor interesante es el DPO, densidad de población:

DPO = POB / SUP

 

Todo esto parece extremadamente sencillo, quizás. Es que son ejemplos sencillos, que ya se irán complicando. Veamos un valor interesante: el caso de la densidad de población.

Aquí se nos hace obligado hilar más fino. Ninguno de estos valores es homogéneo en su distribución geográfica o en otros atributos.

SUP no es toda igual, cada región geográfica es de características diferentes, y debe ser tratada de diferente forma. La densidad de población no es la misma en cada región, ni es evidente que eso fuese conveniente. El análisis, pues, nos exige una minuciosa regionalización. Y sin olvidar que la realidad de las Islas Malvinas escapa momentáneamente a nuestra acción directa.

Pero veamos otros ejemplos: ¿Qué tamaño conviene que tenga una ciudad? ¿Qué DPO es conveniente para ella? ¿Cuántas ciudades conviene tener?

O ¿cuánto hace que no se fundan ciudades? ¿En qué quedó el empuje fundacional que sembró de colonias nuestro territorio? ¿Qué nos conviene hacer ahora al respecto?

Por supuesto, estas respuestas no pueden darlas la matemática ni la informática. Incluyen decisiones políticas. El programa que estamos elaborando puede ayudar a fijar caminos, sobre todo simulando las consecuencias de cada decisión. Pero difícilmente, ayudar a fijar objetivos. Los objetivos a alcanzar, son los datos que debemos suministrarle al programa.

Por el momento, hemos definido algunas variables sencillas: DOP, POB, DPO. Calcularemos sus valores por cada zona geográfica. Conocemos, además, algunos factores que pueden hacerlas variar: INM, EMI, DEM. Pondremos a trabajar un equipo sociopolítico para fijar los valores deseables para las variables, y veremos como evoluciona el sistema con los datos de las tendencias actuales.

Esto era solo el comienzo. Hora tras hora, reunión tras reunión, Pedro explicaría a todo el equipo de gobierno el avance de la elaboración del modelo informatizado, que en verdad avanzaba firmemente y ya comenzaba a ser útil para tener una idea de la situación real del país, de los peligros que acechaban y de los mejores caminos para la acción de gobierno.

Más interesante aún, iría creando una forma de pensamiento que alertaba acerca de las interrelaciones de los diversos factores y de los complejos efectos de cada medida que se planeaba tomar.

 

 

-Manuel no tenía una buena formación matemática, ¿verdad, Horacio?

-Sabés, en verdad Manuel no tenía ninguna preparación para la tarea política. Me refiero a ninguna preparación intelectual específica. Jamás se preparó para "ser un político". Era un hombre que amaba la verdad. Y que cuando encontraba la verdad, lejos de sentirse intelectualmente satisfecho, se sentía movido, empujado, aguijoneado por esa verdad. Debía entonces actuar. Y se convertía en servidor de la verdad.

-Pero en verdad dio mucha importancia al trabajo de su amigo Pedro…

Horacio pareció dudar un instante. Luego siguió:

-Sí, era muy importante para él. Pero el trabajo de computación, sin embargo, no era la base más firme de la tarea de gobierno. En alguna entrevista había señalado Manuel que todo su programa social y económico (en verdad, su vocación política), podía estar resumido en tres documentos: el Salmo 101, el trabajo de Vivianne Forrester, "El Horror Económico", y la encíclica "Laboren Exercens". Allí encontraría los caminos para atacar los más peligrosos males que amenazaban al país: la corrupción, y la falta de trabajo producida por la nueva revolución económica. Estaba seguro de que su primer tarea importante, la importante en forma inmediata, sería lograr que en el país no hubiese más excluidos. Alguna vez había explicado también cual podría ser su método de trabajo, de profundo contacto con el pueblo y sus problemas reales, inspirado en Jesús y Gandhi.

-La encíclica y el libro de Forrester los recuerdo. Claro, no ubico el salmo…

-Es el Salmo 100 en las versiones griegas y latinas, 101 en la hebrea. Te lo puedo dictar de memoria, porque lo leíamos en voz alta al final de cada reunión privada que teníamos con Manuel o con Pedro:

"Celebraré con un canto la bondad y la justicia:

a ti, Señor te cantaré;

expondré con sensatez el camino perfecto:

¿cuándo vendrás en mi ayuda?

Yo procedo con rectitud de corazón

en los asuntos de mi casa;

nunca pongo mis ojos

en cosas infames.

Detesto la conducta de los descarriados

y no los cuento entre mis amigos;

la gente falsa se aparta de mí

y nunca apruebo al malvado.

Al que difama en secreto a su prójimo

lo hago desaparecer;

al de mirada altiva y corazón soberbio

no lo puedo soportar.

Pongo mis ojos en las personas leales

para que estén cerca de mí;

el que va por el camino perfecto

es mi servidor.

No habita dentro de mi casa

el hombre traicionero;

la gente mentirosa no puede permanecer

delante de mi vista.

Hago desaparecer día tras día

a los malvados del país,

para extirpar de la Ciudad del Señor

a todos los que hacen el mal."

 

 

Íscaro Pascua había cambiado varias veces de asiento. Estaba junto a Matías Gordon, un amigo partidario, ahora enlace suyo con la Cámara de Diputados. Alejados del grupo principal, podían mantener una disimulada conversación sin molestar.

-No lo puedo creer. Nunca entendí cómo hay gente que soporta estas charlas técnicas y de programación. Para mí gobernar es otra cosa…

-¿"El arte de lo posible"?

-Si quieres, el arte de lo posible. El arte de lograr acuerdos. El arte de crear vínculos, y de aprovecharlos después. No creo que sea tan fácil hacer proyectos, y menos cumplirlos, hacerlos realidad. Ya hay una realidad, hay una Historia que va jugando con los hombres, y los hombres sabios la aceptan y se amoldan del modo que mejor rinda…

-Y en eso somos expertos, ¿no? -dijo Gordon- Para algo sirvieron tantos años de Comité…

 

 

CAPÍTULO 3 ("¿Le parecía a él..?")

En una habitación pequeña, contigua a la sala de reuniones estratégicas, trabajaba, solo, Ricardo. Ricardo tenía por misión seleccionar (pero antes ¡leer, leer, leer…!) la abrumadora cantidad de material que llegaba a la Secretaría de Planificación vía mail. Misión delicada la suya, porque debía decidir sobre la importancia de cada mensaje recibido, y tomar acciones sobre su destino. No era una tarea fácil, porque requería, además de paciencia y esfuerzo, un conocimiento muy abarcativo de todos los temas que estaban en proceso o en las mentes de sus superiores. Y una atención que no flaquease cuando el cansancio lo agobiaba.

Era engañosamente joven. Engañosamente, porque su juventud podía hacerlo aparecer como falto de experiencia, y falto de capacidad para desempeñar una tarea tan delicada. Pero Ricardo era un joven brillante.

Había desarrollado algunas técnicas para facilitar su tarea y hacerla eficiente. Por ejemplo, cada 45 minutos, indefectiblemente, suspendía su tarea y descansaba diez. Descansar significaba que hasta podía quedarse dormido, y para el caso disponía de despertadores adecuados.

Otra norma que se había impuesto, y de acuerdo con sus jefes, era que si ante algún mensaje dudaba de su importancia, o no veía claro de qué se trataba, la decisión era pasarlo como de "interés positivo". Ahora tendría ocasión de aplicar esta norma. Llegaba, ¡otra vez!, la estadística de Phillip Harter:

 

100 personas

Si pudiéramos reducir la población total del planeta a una aldea de solo 100
personas y mantuviéramos los correspondientes porcentajes existentes,
tendríamos los sorprendentes siguientes resultados:

57 asiáticos
21 europeos
14 del continente americano
8 africanos
52 serian mujeres
48 serian varones
30 serian de raza blanca
70 serian de otra raza
30 serian cristianos
70 serian de otras religiones
89 serian heterosexuales
11 serian homosexuales
6 personas poseerían el 59% de toda la riqueza del mundo y las 6 serian de
los EE.UU.
80 vivirían en viviendas inadecuadas
70 no podrían leer ni escribir
50 serian mal nutridos
1 estaría por morir y 1 por nacer
1 (solamente 1) tendría educación universitaria
1 poseería una computadora

Cuando uno analiza nuestro mundo desde esta perspectiva comprimida, la
necesidad de aceptar, de ser tolerantes, para entender y para educar a la
gente llega a ser estupefactamente impresionante.

Phillip M. Harter
MD, FACEP, Stanford University, School of Medicine

La había recibido en diversas versiones. Y siempre la había dejado de lado. Porque ¿era realmente sorprendente? ¿no se trataba de datos ya conocidos por cualquiera dedicado a temas políticos o sociológicos? Pero recordó esta vez una conversación entre Manuel y Pedro sobre la importancia de tener los números en forma clara e impactante. Había que reconocer que para el público en general era más importante presentar así las cifras que con aburridos porcentajes. Recordó también, con tristeza, que al terminar la secundaria, no todos sus compañeros tenían una idea clara de lo que significaba un valor expresado en "porciento". ¿Cómo se vería nuestro país si lo representásemos en la escueta forma que proponía Harter?

¿Estaba dudando? Advertía que encontraba algunas cosas de interés en el mensaje, que otras veces había dejado rápidamente de lado. Ahora estaba deteniéndose en él. Y ante la duda, ya lo sabía, debía tomar decisión "positiva". Decidió colocar el mail en la carpeta cuatro.

La carpeta electrónica número "1" era para los temas dirigidos personalmente a algún miembro del gobierno y que contenían mensaje, no publicidad. A la "2", iban los urgentes no personales. La "3", era para los que se referían a algún tema particular que estuviese en curso. La "4" era para que la consultase quien tuviese tiempo de leerlos alguna vez. El resto de los mensajes se guardaban en una carpeta de residuos (la "5"): ninguno se eliminaba definitivamente.

Así se lo había explicado durante el almuerzo a Susana, esa chica tan simpática… ¿Le parecía a él, o de algún modo especial le caía bien a Susana? ¿No sería que era él quien se sentía atraído? Ella mostraba mucho interés en el trabajo que hacía Ricardo. ¿O estaría fingiendo para acercársele?

No estaba prestando atención a su tarea. Cuarenta y cinco minutos. Hora de descansar.

Mientras Ricardo descansa sus diez minutos, atendamos a la figurita que había atrapado su atención.

Susana era bonita. No solo le parecía así a Ricardo: era realmente bonita. Inteligente, alegre, simpática. Todo esto explicaba que volviese una y otra vez al pensamiento de Ricardo.

Pero Susana era también ambiciosa y aspiraba a progresar más allá de lograr la jefatura de una dependencia ministerial. Y esto, su ambición, explicaba también, como veremos, que se acercase a Ricardo. Es que alguien había hecho contacto con ella para pedirle información confidencial del área presidencial, información que no estaba a su alcance. Información que podía estar almacenada en las carpetas de Ricardo, si bien protegida por algunas claves… no del todo inaccesibles.

La relación con Ricardo era, pues, no solo agradable, sino muy conveniente. Y estar cerca suyo, e interesarse por su tarea, le permitía entender algo más de computación y sus secretos, de los mecanismos usados en el área de poder. Sospechaba que de allí podría obtener algún rédito más que importante.

 

 

 

CAPÍTULO 4 ("El hombre no puede tratarse estadísticamente")

 

Manuel había compuesto un gabinete desde antes de ganar las elecciones. Un gabinete sin sorpresas, formado con funcionarios de carrera en cada ministerio. Todos ellos lo sabían, y el público también: se trataba de un gabinete provisorio nombrado antes de conocer a fondo los vericuetos del gobierno, y en momentos en que la campaña no le daba tiempo para una meditación más profunda. Estos ministros tenían la ventaja de que eran conocedores a fondo de la burocracia de cada ministerio, y de que no tenían oposición en sus áreas de trabajo.

Pero Manuel iba a necesitar pronto hombres de ideas, hombres que formulasen las políticas de cambios profundos y audaces que hacían falta en el país. Una cosa estaba clara desde el mismo momento en que Manuel aceptó la candidatura: nadie podía esperar que en la elección de su gabinete, como en cualquier otra decisión, Manuel tuviese en cuenta "compromisos" políticos o de cualquier otro tipo. La elección de sus colaboradores sería un problema de eficiencia.

Así que Manuel fue seleccionando a los candidatos posibles, a más de uno en cada área, a los que pidió que colaborasen con él ad honorem, en reuniones casi informales, para discutir planes de gobierno, en forma paralela a las verdaderas reuniones de gabinete.

Estas reuniones iban a causarle un esfuerzo que no había imaginado. Sobre todo por que eran muy extensas.

Se trataba de reuniones "a la japonesa", con "tormentas de ideas". Propuesto el tema, todos iban opinando hasta que en reuniones sucesivas alguna de las posiciones ganaba adeptos y se lograba, sino un consenso, algo muy parecido.

En ese momento, Manuel anunciaba que había decidido adoptar él también esa posición, que pasaba a ser posición del gobierno. Casi naturalmente, el personaje que había defendido desde el comienzo la idea, era nombrado Ministro del área. Por lo general, el "Ministro de carrera" era mantenido a su lado como hombre de confianza y conocedor del área. Manuel era reacio a desperdiciar talentos.

Por su parte, Pedro era una locomotora, trabajando. Y su equipo, era un equipo de locomotoras. Cada reunión de gabinete recibía una andanada de temas planteados por Pedro. De preguntas, de pedidos, de normas y de temas para su trabajo.

-Los hombres de confianza de Manuel… ese fue uno de sus puntos débiles. Quizás no supo aplicar adecuadamente su famoso Salmo 101. Para él todos eran hombres de confianza, mientras no diesen muestras de su falsía. Por eso, cuando los poderosos se dieron cuenta de su modo de actuar, poco a poco fueron infiltrando en sus filas gente adicta que actuaría fácilmente de acuerdo con sus sugerencias.

 

Los temas económicos, y muchos socioeconómicos, problemas fundamentalmente asociados al cálculo matemático, eran los que mejor manejaba la máquina, o las máquinas. O, en verdad, el programa de simulación que desarrollaba Pedro.

Se conocía cuántos eran los habitantes, y cuáles eran sus necesidades básicas: en primerísimo lugar, había que mantenerlos vivos. Entonces la computación calculaba cuánto alimento necesitaban, por ejemplo, y cuánto se estaba produciendo, y, quizás, cuánto habría que importar. En ese caso, y proyectando a futuro, se podría promover una mayor producción de alimentos para evitar esa importación.

Segunda necesidad, atención médica. Tercera, techo para todos…

La máquina calculaba, y ligaba unos factores con otros: la mayor producción de alimentos y la mayor construcción, reclamaría más mano de obra, y aumentaría la población por inmigración. Este aumento inesperado de población obligaba a recalcular todas las necesidades. Las iteraciones eran rápidamente detectadas y llevadas a sus límites.

Pero...

Pero, tal como en verdad ya se había previsto, resultaba un trabajo que a falta de mejor definición, se calificó como crudo. El frío cálculo matemático nada decía de calidades tales como conveniente o inconveniente, bueno o malo, deseable o indeseable. No era más que una refinación de las leyes económicas que el liberalismo había explotado ya con resultados funestos. Era imprescindible incluir de algún modo el matiz ideológico, la decisión política... era necesario gobernar. No era una sorpresa, y estaban preparados para ello. El respaldo matemático, informático, era una herramienta invalorable. Pero nada más que eso.

Este tema surgió una tarde cualquiera, con una pregunta crucial:

"En una curva de Gauss que muestre la cantidad de habitantes con respecto al nivel de riqueza, ¿cuál es la "cola" de pobres que admitiremos?"

Manuel fue


categórico:

- El hombre, la población, no puede tratarse estadísticamente si no es por una ficción. NINGÚN conjunto de personas puede despreciarse. No podemos desentendernos de la "cola de Gauss" de pobres, por pequeña que sea. Aún constituida por una persona, para nosotros es inadmisible."

Si la discusión era, entonces, ideológica, política, de principios, y si los principios se fijaban así, sin medias tintas, había que buscar tales soluciones a los problemas, que los principios no resultasen contradichos.

 

-No transigir en algunos principios era lo que hacía a Manuel más respetable en comparación con los políticos tradicionales, pero a la vez (y nadie lo advertía entonces) era lo que más lo debilitaba potencialmente. Porque la tarea política está necesariamente lejos de ser pulcra e intachable. En algunos de sus aspectos es, sí, la tarea de lo posible. Y reconocerlo requiere de mucha fortaleza. ¿Leíste alguna vez sobre el "método de los zapatos" de De Bono? En la tarea de gobierno hay que estar recurriendo a cada rato a los zapatos marrones. Visto en perspectiva, es curioso en qué diversas formas reaccionaba cada uno de los colaboradores, y cómo todo ayudaba a preparar el fracaso: algunos se entusiasmaban con la utopía de un manejo gubernamental sin concesiones de ningún tipo, y no aceptaban ninguna solución intermedia. Perdían así oportunidades y nuevos puntos de vista. Otros, en vez de plantear los hechos con realismo, aceptaban la posición y aguardaban el momento del fracaso para dar un zarpazo cínico.

Una alternativa, en el caso concreto de la pobreza, era la asistencia. Tapar los baches que no se podían evitar. Otra, buscar las causas de la pobreza y atacarlas para darle solución. Julio Vieytes, del equipo económico, lo veía con claridad:

-Por este camino, en la búsqueda de soluciones, chocaremos con causas estructurales, tales como la falta de trabajo, irreversible mientras continúe el desarrollo tecnológico que hace a la mano de obra cada vez más innecesaria. Acá estamos de acuerdo con Viviane Forrester. Hay que ser realistas. Pero hay que dar saltos imaginativos, habrá que correr riesgos tomando medidas hasta hoy desconocidas, pero que, alguna vez, alguien debe proponer.

En principio, podríamos tolerar una cierta desigualdad social, siempre que el menos favorecido tuviese satisfechas ciertas necesidades, cierto nivel de vida que, claro, deberemos definir. ¿Podríamos tolerar desigualdades? Sí, pero dentro de ciertos límites. Si un solo hombre resultaba pobre, ¿toda la estructura social resulta injusta? Yo opino que sí, del mismo modo que es injusto y opresivo un régimen en el cual un solo hombre haya sido privado injustamente de su libertad. Pero difícilmente logremos una situación ideal así ¿estamos dispuestos a convivir con esa carga sobre nuestras conciencias?

No todos compartían una posición tan "sin matices". Pero todos advertían que esa posición era un calco del pensamiento de Manuel. Todos se volvieron instintivamente hacia el Presidente, y lo vieron ponerse de pié, inquieto, y pasearse por el fondo de la sala.

 

-No estoy dispuesto -dijo lentamente- Por mi parte no estoy dispuesto a renunciar a ninguno de los principios humanistas que hemos proclamado. Como máximo, los mantendremos como un ideal hacia el cual nos debemos dirigir, y un modelo contra el cual medir los logros que vayamos obteniendo.

¿Qué trabajaba en la mente de cada uno de los presentes? ¿Aprobaban la posición estricta de Manuel? ¿Disentían? ¿O la medían, la sopesaban? El resultado fue un largo silencio, mientras Manuel continuaba pensativo su paseo inquieto e inquietante.

-Suspendamos, -dijo de pronto- suspendamos por ahora. Pero por favor, meditemos todo esto desde ahora hasta la próxima reunión. Muchas gracias a todos, y buenas noches.

El saludo pareció una ironía, porque la noche casi había acabado. A las cinco de la mañana de ese día de verano, los zorzales anunciaban furiosamente que ya amanecía sobre Buenos Aires.

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 5 (¡Para todos!)

Las fiestas de fin de año habían sido tristes para gran parte de la población. Alguien se lo comentó así a Manuel, y era evidente que ya se trataba de una idea fija para él, casi una obsesión, porque contestó así:

-¿Para gran parte de la población? ¡¡Para todos!! Mientras haya en nuestra patria alguna persona con dificultades y sin esperanza, ningún argentino debiera sentirse totalmente feliz. Yo, por lo menos, no puedo. Puedo imaginar hermanos muriendo, hermanos enfermos sin remedio, hermanos que añoran a seres queridos. Nada puedo hacer por ellos, salvo encomendarlos a Dios. Pero que haya penurias en los hogares de esta tierra bendita, penurias que debamos y podamos resolver con un poco de solidaridad, me duele en el pecho y me duele en la mente. Carencias de comida, de techo, de acceso a la de educación, de acceso a la atención médica… ese es nuestro trabajo, solucionarlos. Y me duele en todo el cuerpo y en toda el alma, saber que nunca lograré solucionarlos totalmente. ¡Para qué quiero el poder que me han otorgado!

Cruzaba caminando la plaza de Mayo, como era su costumbre, para presidir una nueva reunión de su equipo de trabajo.

En el salón esperaban todos ya hacía rato. Rápidamente trataron los cuatro puntos que requerían una decisión inmediata, y sobre los cuales ya había acuerdo suficiente.

Manuel se puso de pié y propuso:

-Volvamos, si les parece, al caso de la pobreza, y la falta de trabajo. Yo creo que en este punto es de lectura obligada la encíclica Laborem Exercens.

Los presentes se revolvieron, molestos, en sus asientos: ya sabían lo que les esperaba. Una nueva larga, ardua, sesión de comentarios sobre la lectura hecha por Manuel. Y así arrancó:

-Esta encíclica de Juan Pablo II es una encíclica revolucionaria, casi en cualquier sentido que quiera dársele a la palabra revolucionaria. Pero el "establishment", tanto dentro cuanto fuera de la Iglesia, ha aprendido ya hace tiempo a lidiar con las revoluciones. Y en este caso aplicó la táctica del aplauso. Aplaudida, muy aplaudida, la encíclica ya no necesitó ser aplicada. Recuerdo algún artículo inquietante aparecido en "Criterio", y después, nada más. ¿Es todo lo que debíamos hacer los cristianos? ¿Hubo algún cristiano que intentó iniciativas acordes con la enseñanza de esta encíclica?

Y ahora, ¿estamos a tiempo de hacer algo? ¿mantiene actualidad este material?

Mis respuestas para estas dos últimas preguntas son: "Sí" y "Sí". Veamos:

Ya desde el prefacio queda claro que para Juan Pablo II lo importante es la persona, y no el trabajo en sí:

"El trabajo lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y constituye en cierto sentido su misma naturaleza".

"El trabajo es uno de los aspectos de la existencia del hombre sobre la tierra. De esta dimensión fundamental de la vida del hombre se deriva su dignidad específica, pero también es fuente de dolores y sudores. A través de esta dignidad y de estos sudores, el hombre alcanza pan, ciencia, progreso, civilización y cultura".

Y sigue más adelante:

"La solución de la cuestión social debe buscarse en hacer la vida humana más humana, y la llave para ello es el trabajo humano".

"Si en el pasado, como centro de la cuestión social se ponía de relieve ante todo el problema de la clase, en época más reciente se coloca en primer plano el problema del mundo".

"Pero el clamor sigue siendo el mismo: ¡justicia!"

-El trabajo no vale por lo que realiza, -continuaba empecinadamente Manuel- sino por quién lo realiza: el hombre. Su valor es un valor subjetivo, es un valor ético.

El trabajo vale porque lo realiza el hombre, pero el hombre conserva su dignidad independientemente del trabajo.

Juan Pablo II alerta contra el economismo materialista, que considera al trabajo una "mercancía sui generis" o como una anónima "fuerza" necesaria para la producción. Tanto el marxismo como el capitalismo entrañan el mismo peligro.

No puede aceptarse que el trabajo humano se considere solamente un instrumento de producción, y que el capital sea el fundamento, el factor eficiente y el fin de la producción.

Alerta sobre la caída en las oportunidades de trabajo para los trabajadores intelectuales, o de mayor nivel de preparación intelectual, cuando esta preparación no está orientada hacia los tipos de empleo de servicios requeridos por las verdaderas necesidades de la sociedad.

El número 9 de la encíclica es un canto al trabajo. Recibido de Dios el encargo de dominar la tierra a través del trabajo, con el sudor de su rostro, se refieren estas palabras a la fatiga a veces pesada que desde entonces (después de la caída) acompaña al trabajo humano. Lo pesada que a veces es esta tarea lo saben todos los hombres. Pero no obstante, el trabajo es un bien del hombre. Pero es posible, sin embargo, que el hombre mismo utilice el trabajo en contra del hombre. Todo esto da testimonio de la necesidad de forjar un orden social del trabajo.

Propongo que todos releamos una vez más esta encíclica pero no pensándola como "algo que debemos cumplir", sino como una herramienta de trabajo, una fuente de ideas que pueden sernos de utilidad. Buscar en ella ideas, ideas, ideas.

 

 

 

 

 

 

-Manuel se conocía bastante bien. Conocía algunas de sus limitaciones, por lo menos, y sabía que la gestación de sus ideas más profundas, más fundamentales, no se le daban sino en cierta soledad. Y para él soledad evocaba la inmensa, increíble pampa argentina. La pampa que lo había formado, que lo había modelado. Recordó los comentarios de Havel cuando era presidente de la República Checa: en una entrevista había señalado que lo que más extrañaba de su vida anterior a la presidencia era la posibilidad de lograr una verdadera soledad: "El único lugar en que me dejan solo es en el baño." Los fines de semana en la quinta de Olivos eran también para Manuel cualquier cosa menos días de soledad. Y le faltaba siempre el campo, el campo de su juventud. Por eso solía escaparse con Pedro hasta el "campito" de Tapalqué.

 

 

CAPÍTULO 6 ("Estaba pensando…")

Los fines de semana en la Quinta de Olivos eran cualquier cosa menos días de soledad. Y el poco de pasto verde, bien cuidado y prolijo, nada tenían que ver con el campo que añoraba. Por eso le había propuesto a Pedro que lo invitase a pasar unos días en su campito de Tapalqué. Y allí estaba, perdida la mirada en el vuelo de los teros y en los alambrados lejanos. Y la mente masticando dos lecturas: "El Horror Económico" y "Laborem Exercens".

Y masticando también los datos con que las computadoras pintaban la realidad de la Argentina.

Pedro se acercó en silencio, casi con miedo de perturbar esa hermosa puesta de sol, para ir recordando a su amigo que se acercaba el momento de la temprana cena que allí se acostumbraba. Manuel advirtió su presencia sin necesidad de darse vuelta:

-Estaba pensando, Pedro…

Pedro sonrió ante la ingenuidad de la frase.

-Hay una solución. Pero no sé cómo implementarla. Me gustaría discutirla con reserva, y tenerla como una meta posible, si es que realmente es posible.

El sol reclamaba que lo observasen en silencio. El sol se escapó entregando fugazmente a las nubes, nieblas y humos cercanos al horizonte, esos coloridos indescriptibles y únicos que siempre, siempre nos asombrarán.

Poco a poco recuperaron la conversación. El pasto se diluía en la oscuridad, ya. Lentamente se encaminaron hacia las casas, insistiendo Manuel en sus ideas:

-Si para algo sirve que vivamos en comunidad, debiera ser para que nuestra solidaridad mejorase las probabilidades de que todos viviésemos felices. Más felices que lo que podríamos lograr cada uno por su cuenta, aisladamente. Juntos, podemos producir más bienes, y más eficientemente. El problema es que estos bienes resulten bien distribuidos... distribuidos con justicia…

Caminaron un trecho más, en silencio, y luego Manuel se lanzó:

-La solución que propongo, consiste en otorgar una suma, idéntica para todos los habitantes del suelo patrio, por el solo hecho de ser seres humanos y habitarlo. No habría excepciones, y correspondería desde el momento en que se demostrase su concepción hasta el momento en que se certificase la muerte, o su presunción legal. Quizás con la única limitación de que el beneficiario esté físicamente presente en el país. Es una idea delicada y sumamente difícil, pero me parece posible Se trataría de una suma que permitiese vivir decorosamente al beneficiario. Debería cubrir su alojamiento, su alimento, su educación, su atención médica. El Estado brindaría servicios económicos en esos rubros, usando los cuales el poblador no tendría que pasar penurias.

Pedro comenzaba a sentirse angustiado. Rápidamente iba comprendiendo que la idea era revolucionaria, y quizás por eso, peligrosa. Difícil (¿o imposible?) de implementar. Y conociendo a Manuel como lo conocía, sabía que estaba convencido de que era lo mejor. Y que se estaba decidiendo a poner manos a la obra. Siguió escuchando con ansiedad creciente.

-Cierto número de personas tendrían oportunidad de trabajar, negociar, ejercer actividades artísticas, sociales, religiosas, o lo que fuese, recompensadas o no económicamente, pero el Estado no aseguraría esa oportunidad a nadie en particular. Respetaría y haría respetar contratos si fuese necesario, y aseguraría la libertad de cada uno para trabajar o no.

Pedro intervino:

-Te acusarán de impulsar la vagancia. Te dirán que serían medidas recesivas, que quitarían impulsos para el trabajo, que quitarían incentivos…

-¡Claro que sí! Esas serían, serán, -Pedro se estremeció al oír "serán"- las objeciones clásicas que debemos esperar. Nos dirán que, satisfechas las necesidades mínimas, muy pocos desearían trabajar. Eso es desconocer la naturaleza humana. El hombre siempre querrá trabajar, hacer algo, crear. Pero es cierto que el hombre se siente castigado porque se ve obligado a trabajar.

Para lograr que alguien realice una tarea, habrá que motivarlo adecuadamente. Y bueno, que funcione acá la famosa oferta-demanda, que funcione el mercado: si alguien necesitase mano de obra, habrá de pagarla a un precio que resulte suficientemente tentador.

Y la gente trabajaría. O estamos totalmente equivocados en cuanto al concepto del hombre y del trabajo. El principal valor del trabajo es la plenificación del hombre. Es la oportunidad de realizar y realizarse.

Toda la cena fue un continuo intercambio sobre el tema. Cuanto más volvía sobre él, más se convencía Manuel de que este esquema de reformas sería clave para las soluciones que soñaba. Y por su parte, Pedro, cada vez que lo escuchaba divagar sobre el punto, se convencía más de que Manuel se acercaba peligrosamente a una hoguera. Pero no encontraba argumentos para evitarlo.

-Claro que también habría que admitir la existencia de la ambición humana, y aún de la ambición desmedida. No soñemos con hacerla desaparecer. Después de todo, los liberales fijan en ella grandes esperanzas para lograr el aumento de la riqueza. Se les daría la oportunidad: el que desee hacerse rico, el que desee poseer más, que lo intente, pero ajustándose a las leyes.

Ninguno de los dos durmió fácilmente esa noche: Manuel, porque redondeaba la idea de poner en marcha el proyecto. Pedro porque presentía que al proyecto, y al gobierno de Manuel, les esperaba un rotundo fracaso.

 

-¿Y vos creés que el plan tenía alguna posibilidad de ejecución, y en último caso, de triunfar?

-¡Amigo, acepte mis limitaciones! El plan parecía interesante. Más, era un plan que entusiasmaba. Principalmente por su justicia. Pero además porque parecía una salida hacia el crecimiento. Coincidía con otras opiniones (Geller, por ejemplo) en que debía lograrse volcar dinero a la circulación, en vez de sacarlo del país como pago de la deuda. Pero las dificultades aparecían cuando se buscaban los recursos para financiar un estado de este tipo.

 

 

 

 

-Decime, Horacio: ¿es cierto que Manuel durmió una noche en la cárcel? ¿O es un cuento?

-Es cierto, totalmente cierto. Manuel tenía la costumbre de dedicar una tarde cada dos semanas a visitar de improviso alguna dependencia del Estado. Nadie sabía a dónde iría hasta último momento. Y una vez decidió visitar la cárcel de Villa Devoto. Claro, como siempre, todos se empeñaron en que se llevase de allí una buena impresión. Pero te imaginarás el susto cuando al final de la visita pidió que le asignasen una celda para pasar la noche. No sabían qué hacer ni cómo convencerlo de que era una locura. Manuel respondió: "Si es un lugar digno para un ciudadano, lo será para mí". "Pero es que se trata de malos ciudadanos, de delincuentes". "¿Malos? Se trata de ciudadanos que, según la Constitución deben reformarse aquí". Y no hubo nada que hacer, pasó la noche allí, nomás.

 

 

CAPÍITULO 7 ("¿Qué se puede hacer?")

 

El aniversario de la explosión en la Amia dio pie a Manuel para hablar al pueblo cara a cara, una de las pocas oportunidades que tuvo desde su asunción como Presidente.

-Sé que todos ustedes están esperando alguna definición de mi parte sobre la actitud que tomará mi gobierno con respecto a este atentado, y no solo con respecto al atentado en sí, sino a la investigación, ya escandalosa por larga e inútil, que hasta ahora se ha realizado. Pues bien: esta misma noche firmaré un decreto por el cual, en primer lugar, propondré a la Legislatura una comisión de tres miembros para que revisen todo lo actuado, en un plazo perentorio. Sin esperar a confeccionar un informe final, esta comisión pasará a la justicia todos los casos en que detecte irregularidades o delitos ocurridos durante la investigación hasta ahora realizada. Y hará un listado de pruebas y pistas que irá pasando a la Suprema Corte para que realice una investigación definitiva. Sugeriré a la Suprema Corte la conveniencia de que sus investigaciones se realicen en sesiones públicas, con fechas fijas. El Poder Legislativo será responsable de suministrarle los recursos legales que así lo permitan.

Tengo la firme esperanza de que esta nueva investigación será definitiva. Yo me constituiré como demandante, si eso es necesario para dar más agilidad al avance de la investigación.

Y ahora, ya que estamos todos con la mente y el espíritu puestos en el tema de la Justicia, que es el tema que nos ha congregado, permítanme aprovechar esta ocasión para dirigir algunas palabras a mis conciudadanos "fuera de la ley". En nuestra patria no todos tenemos un comportamiento honesto. Una gran porción de la población ha decidido, no importa por el momento sus razones, elegir un camino que se aparta de la convivencia social, de la aceptación de las normas legales para esa convivencia. Dicho en criollo, entre nosotros hay ladrones, corruptos, extorsionadores, estafadores, evasores, mafiosos, gente dispuesta a llegar hasta el asesinato para lograr sus propósitos. Gente que no confía en el trabajo honesto como medio para vivir y convivir.

A ellos me dirijo especialmente ahora. Ustedes son parte de éste, mi país. Ustedes son compatriotas. Para ustedes tengo que gobernar también. Para ustedes, quiero dejarles tres ideas en este mensaje inicial:

---No voy iniciar una guerra contra ustedes. Yo no seré un enemigo, si ustedes no lo quieren así. Y, por supuesto, vigilaré que sus derechos sean meticulosamente respetados.

---Pero no voy a admitir como buenas o inevitables sus actitudes. No voy a admitir ninguna forma de crimen. Voy a exigir que las leyes se apliquen firmemente, y que se defiendan los derechos de todos los demás ciudadanos también.

---Voy a trabajar duro para que todos ustedes, si fuese posible, todos, cambien de actitud y se incorporen al esfuerzo en que todos nos hemos empeñado.

Terminado el acto recordatorio, Manuel aprovechó que tenía a mano a varios de los principales dirigentes religiosos de los diferentes credos .

-Espero que estén todos ustedes de acuerdo con los lineamientos que he formulado hoy. Realmente este no fue un discurso de ocasión, sino que es un firme compromiso, una toma de posición mía por supuesto, pero que será una tónica que impondré a todo el equipo de gobierno, en cuanto esté a mi alcance. Respeto para todos los hombres, pero firmeza y limpieza en la aplicación de la ley.

Pero ya sabemos que la ley no es garantía para hacernos buenos a los hombres. La ley, lo dice la Biblia, solo sirve para hacer evidente el pecado. Si queremos una sociedad mejor, deberemos transformar corazones. Y esa es, lo recuerdo con respeto, la principal misión de ustedes. Y con humildad, les pido que me ayuden, trabajando intensamente. No ya entre los fieles en sus diferentes comunidades: ellos deben ser, seguramente, razonablemente buenos. ¡Por favor! Vayan a buscar los corazones de los que están más lejos de ustedes. Vayan a los bolsones de excluidos por un lado, y por otro, también a los bolsones de corrupción en las clases más "altas" y en las clases políticas. En fin, les pido que vayan a buscar "las ovejas perdidas". Que no pongan su esfuerzo en "los buenos", sino que hagan el trabajo que les está pidiendo la sociedad: incorporar a todos, a todos, a la familia. A una sociedad que sea más habitable que la que estamos soportando ahora.

Estamos paseando, y alguien pone hábilmente su mano en nuestro bolsillo, vaciándolo. Dejamos nuestro coche estacionado frente a la casa, y a la mañana siguiente ha desaparecido. Nuestra hija nos cuenta que la "apretaron" en el colectivo e intentaron robarle en su mochila. Leemos entonces el diario, y nos sentimos felices, por todo lo que pudo pasarnos y no nos pasó.

Y nos ponemos a pensar: ¿Por qué todo esto? ¿Cómo hemos llegado a este nivel de delitos? ¿Qué se puede hacer?

¿Qué me corresponde a mí, Presidente, hacer en esta área? ¿A mí y a todos los que tienen función de gobierno?

¿Mano dura o mano blanda? ¿Ley dura o ley blanda? ¿Justicia dura o blanda?

Me parece que la estamos "chingando". Pareciera que estamos jugando al poliladron, y que el que es ladrón es ladrón y ya está. ¿Seguirá ladrón por siempre? ¿Nació ladrón o se hizo? ¿Por qué se hizo? ¿Dónde se hizo?

Las respuestas no son difíciles. Casi diría que son más que conocidas. Nuestra acción frente a esas respuestas es lo que falla. Habrá que tomar medidas de seguridad, es evidente. Pero eso solo es defendernos, no solucionar. Debemos, la sociedad debe, la comunidad debe, invertir esfuerzos y dineros en la dirección correcta.

Por supuesto, luchar contra la miseria y el hambre. Eso va de suyo, como medida de buen gobierno, haya o no delito. Pero específicamente hay otras cosas que debemos hacer.

Debemos reformar, transformar, las cárceles en institutos que ayuden a la superación del delincuente. Hay experiencias en diversos países (recuerdo Brasil) exitosas. Debemos lograr que el que delinca tenga oportunidad de reformarse.

Y conocemos también muchos de los sitios de donde provienen los delincuentes. (Muchos, pero no todos, claro). Conocemos esos bolsones de miseria, más que material, miseria moral. Allí tampoco tiene el hombre muchas oportunidades: ¡démoselas! ¿Es difícil? Claro. Pero hay que hacerlo. Eso es también gobierno. Pongamos policías allí, sí. Pero pongamos también, y sobre todo, escuelas. Aunque las quemen una y otra vez. Demos preferencia a esas zonas para dotarlas de electricidad, agua y cloacas. Empedremos las calles de las villas. Demos créditos a los pobladores para que pinten y reparen sus casas. Un hombre que vive en un lugar digno y es tratado dignamente, es más fácil que sea un hombre digno y no un delincuente.

 

 

 

 

-Quisiera insistir un poco en los detalles de aquél "proyecto maestro" de reforma del sistema económico. Imagino que, a pesar de las grandes diferencias de opinión que las ideas de Manuel habrán ocasionado entre sus colaboradores y el equipo de gobierno, el proyecto habrá sido estudiado con sinceridad y a fondo. Me llama la atención que hasta donde se sabe, el proceso llegó rápidamente a un estado de estancamiento que se asemejaba a un abandono de idea.

-Sí, realmente hubo mucho revuelo, y muchas reuniones de trabajo. En verdad, muchos grupos de trabajo. Conceptualmente, los más cercanos a Manuel estabamos de acuerdo con esas ideas, pero enseguida surgieron las dificultades de implementación. Poco a poco se fue armando un posible entramado legal que parecía hacerlas practicables, pero había un punto al cual nadie lograba dar una solución posible y realista. Era curioso, pero nadie lograba dar con un método adecuado para cobrar el impuesto único. Se necesitaba un método de recaudación que, si no fuese a prueba de fallas, por lo menos hiciera difícil el fraude. Manuel quería confiar en el apoyo del pueblo, del último consumidor en la cadena, seguro de que sería un buen fiscalizador de que el impuesto se pagase. Pero la mayoría de los expertos encontraban fisuras demasiado grandes en cada método propuesto.

Probablemente, así lo veo ahora, un camino para lograr poner en marcha el tema hubiese sido otra medida revolucionaria: eliminar el dinero. Eliminar el dinero, es decir, eliminar el papel moneda, no es una propuesta novedosa, por supuesto. Pero nunca ha tenido apoyo del "establishmet". Existen proyectos para la abolición del dinero, como forma de evitar el delito. Los robos, por lo menos. Todo pago debería hacerse por medios electrónicos. De esto se habló también alguna vez en los niveles de gobierno. "Bancarizar" era el neologismo de moda. Una bancarización absoluta. Si alguien hubiese unido a tiempo las dos ideas, quizás el proyecto hubiese sido viable, porque el pago del impuesto se lograría automáticamente. Asombroso, arriesgado, terriblemente debatido, pero el proyecto resultaría así posible. A un costo quizás elevado, para poder hacer llegar el banco electrónico a todos los rincones el país.

-¿Veía Manuel las dificultades que se presentaban? Parecería un hombre terriblemente obcecado o un hombre terriblemente valiente si se analiza cuánto tiempo impulsó todo hacia delante y cuánto esfuerzo puso en ello.

-Ni obcecado, ni especialmente valiente. Para mí, era una mezcla de lírico, de extremada lógica, y de falta de realismo. Era su actitud típica: si una idea lo convencía, la daba vueltas y vueltas, llevando nota mental de todas las consecuencias lógicas que le sugería. Y si decidía que había un camino correcto, lo emprendía sin flexibilizarlo, y aparentemente sin pensar más en el tema. Iba adelante. Muchos entonces comenzamos a pensar que llevarlo a la presidencia había sido un error.

 

CAPÍTULO 8 ("¿Muy difícil todo, verdad?")

Hubo un frío silencio. Manuel había expuesto su idea, su plan para un nuevo sistema económico, para un nuevo tipo de Estado paternal, y la respuesta del gabinete informal había sido esa: un frío silencio.

-Reconozco -siguió Manuel- que es una propuesta muy arriesgada, que parece una utopía no alcanzable. Pero yo, por el momento la mantendré como una utopía deseable.

Y esto, claro, significaba que el tema sería discutido en el "gabinete informal" desde ese momento en adelante. El frío silencio se fue transformando en un nerviosismo incómodo. Íscaro, el vicepresidente, cambió por tercera vez de ubicación, situándose junto a la puerta de salida.

-No les pido adhesión en este momento. No les pido ni siquiera una opinión inmediata. Les propongo que volvamos a conversar sobre este tema dentro de un mes. Les recordaré la fecha con tiempo, pero pueden ir tomando nota ya. Les agradecería que cada uno de ustedes relea en este mes la encíclica de Juan Pablo II y madure una opinión. Quisiera tener un listado de las reformas que vayan pareciendo necesarias para adecuar nuestra realidad a esas directivas. Y más adelante, habría que ir elaborando un plan de caminos posibles para su concreción. Soy consciente de que los cambios demandarán años, pero habrá que planificar a largo plazo. Quisiera dos cosas más: un listado de los "intereses creados" que se verían involucrados, y un listado de los grupos, del interior y del exterior de nuestro país, que actuarían en contra de un plan así, cuando lo pongamos en marcha.

Otro silencio. Algunos esperaban que se corrigiese: "…si lo ponemos en marcha.." Pero no. Había dicho "cuando lo pongamos en marcha", y así quedó.

Pedro intervino:

-Sos muy abierto, Manuel, y te agradecemos la confianza que depositás en nosotros al explicarnos estas ideas. Y te digo que no esperaba que fuese así. Pensaba que se trataba de un tema para madurarlo casi a solas, sin la menor difusión previa. Vos mismo mencionaste que debemos esperar una oposición importante. Te imaginarás que si esta idea se difunde antes de que esté lo suficientemente madura, y que se hayan tomado algunas decisiones, damos oportunidad a esos intereses para que actúen rápidamente y hagan fracasar no solo el proyecto… -iba a decir "fracasar también tu gobierno", pero se rectificó a tiempo- digo, no solo que hagan fracasar tu proyecto, sino que adelanten la promoción de ideas contrarias. Así que quiero recalcar que todo lo dicho hoy acá debe ser manejado como estrictamente confidencial.

Manuel asintió, un poco a disgusto, porque lo irritaba todo lo que se tratase en secreto. Pero reconocía que Pedro hablaba con prudencia, y que esa prudencia era necesaria.

Pedro paseaba su mirada por todos los presentes mientras hablaba, y no podía evitar una sensación de desconfianza en cuanto a la buena voluntad de algunos de ellos.

 

Terminada la reunión, dos de los asistentes se detuvieron un momento en la barra del pequeño barcito del edificio, a reponer fuerzas con un café con crema. A calmarse, a serenarse.

-¡Qué bárbaro!, ¿no? dijo Íscaro.

-Muy duro. Porque, sabés, no es ni una propuesta ni un simple ensayo teórico.

-No, está claro que Manuel está decidido a llevar adelante cambios muy importantes. Ya está lanzado, y no vamos a poder moderarlo.

-¡Manuel moderado! Imposible. Manuel o reconoce que algo no corresponde, o se lanza con todo. Ojo que dije no corresponde, no que no funcionará. No le importa que funcione o no. No le importan las oposiciones que levante su idea. Seguirá delante. Y si cae, caeremos todos… Me tengo que ir. Anóteme esto, mozo... Te veo mañana..

-Yo me quedaré un rato más…estoy molido.

Íscaro Pascua Se quedó solo, abatido, mirando el café y su espuma como hipnotizado. No podía ser. Esto era todo una locura…

Desde un sillón junto a la ventana y una mesa ratona, un hombre delgado, bien vestido, se le acercó:

-Doctor, lo veo un poco caído. Venga para mi mesita, que va a estar más cómodo que acá…

Le hizo una seña al mozo y, con una mano en el hombro del vicepresidente lo acompañó hacia la ventana.

-Comprendo su preocupación, Doctor. ¿Muy difícil todo, verdad?

-Hay muchas dificultades, si, pero ese es nuestro trabajo, manejarlas.

-Y estas reuniones tan largas… ¿llegan a conclusiones por lo menos?

-No siempre, no lo crea. No todos nos ponemos de acuerdo.

-Y hoy, ya se ve, usted no está para nada de acuerdo.

La conversación se prolongó un par de horas. Uno necesitado de desahogo. El otro buscando información y, de ser posible, colaboración para sus planes.

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 9 ("…quisiera expresar una preocupación…")

 

No pasó mucho tiempo. Ni un mes pasó. Fue una tarde, cuando Manuel recibió un llamado del subsecretario del Tesoro, entusiasmado:

-¡Hemos colocado letras a 4,1 %! ¡Seguro que con esto vamos a bajar los intereses de los créditos, y habrá más ganancias…!

Un silencio de un segundo, y una respuesta calma y desalentadora:

-¿Para quiénes serán esas ganancias? ¿Qué porcentaje de esas ganancias irán al exterior? ¿Qué porcentaje irá a las arcas de los poderosos? ¿El resultado final será aumentar o disminuir la brecha entre ricos y desposeídos? ¿Estamos seguros de que podemos alegrarnos?.

No obtuvo respuesta desde el otro lado de la a línea.

-¿Dónde estás? ¿En el edificio? Veníte si podés ahora mismo, que me gustaría planear algo con vos y con Pedro.

Cuando el Secretario del Tesoro entró al despacho presidencial, encontró a Manuel paseándose nervioso, con un fajo de papeles en las manos.

-Estamos contentos porque los grandes números parecen favorecer a la economía, y no nos damos cuenta de que los verdaderos motores de la riqueza van desapareciendo... No es la gran finanza la que salvará al país, sino la producción y el trabajo.

Mirá estos informes. Hice hacer unas visitas a firmas medianas y pequeñas, hice recorrer toda una zona de Ciudadela, una zona industrial, y justo ahora me traen los resultados. Mirá.

Pedro tomó la primera de las hojas que le ofrecía Manuel. Decía:

 

 

Caso 1:

Manuco

Ramallo 4050 – Caseros

Gerente Sr. Jorge Rogal

Teléfono y Fax: 4654-3390

La firma se dedica a la fabricación de redes plásticas para pesca. Tiene una sucursal en Mar del Plata, donde está el mayor consumo de sus productos. Llegó a tener 99 empleados.

En el momento de nuestra primera visita, el 13 del agosto, había reducido su personal a aproximadamente 50 empleados. Se quejaba por la caída de las ventas, causadas en primer lugar por la baja actividad pesquera, pero además por la competencia de redes plásticas fabricadas en Japón, de muy baja calidad, pero también de muy bajo precio.

Lo visité un mes y medio después, y había echado a 30 operarios más. Se trataba de personas sordomudas, que trabajaban muy bien en una sección con mucho ruido. Es decir, se trataba de discapacitados, algunos con cargas de familia, que difícilmente encontrasen trabajo en otro lugar.

El informe seguía con más detalles. Y todos los demás informes eran similares: un taller con 30 tornos parados, en el que solo trabajaban ahora el dueño y su hijo, una fábrica de tornillos a punto de desaparecer, y otro, y otro, y otro.

El panorama que este trabajo le pintaba era trágico. Manuel había recibido un país casi deshecho. No fue una sorpresa para él, porque siempre había estado junto a la realidad de ese país, había estado siempre caminando sus calles, palpando los problemas y las angustias, también los deseos e ilusiones del pueblo.

Pero este informe no era una impresión subjetiva, era una realidad pintada con letras y números.

-Las industrias de mayor capital han pasado a manos extranjeras y, no hay que olvidarlo, su objetivo es acumular riquezas… para sus matrices, para sus accionistas. De esos capitales no tenemos que esperar ayuda. No se trata de empresarios, sino de inversores, de especuladores. A ellos habrá que tratarlos con sagacidad y, llegado el caso, con dureza. Siempre con astucia. La verdadera riqueza del país está en estas industrias en proceso de desaparición. Porque atrás de cada una de ellas, hay alguien enamorado de su trabajo, de su empresa, de su equipo. Alguien que tiene nombre, que habita un hogar, que conversa en la sobremesa con su esposa. Alguien que mira a sus hijos y sabe que por ellos vale la pena hacer un esfuerzo.

De pronto Manuel se había embalado y no podía esperar más. No podía esperar a la ya próxima reunión del Comité. La pequeña anécdota había actuado como un disparador, y quería acelerar el estudio del plan.

Con Pedro y el subsecretario trabajaron hasta la madrugada, reuniendo cifras, poniendo objeciones, intentando esquemas. Y a partir del día siguiente, día por medio, se reuniría el Comité en reuniones interminables.

¿Cuál era el producto bruto esperable?

¿Cuál era el mínimo que permitiría vivir a una persona?

¿Cuál era el monto total que se requerirá para asegurar ese monto a todos?

¿Qué porcentaje del PBI representaría?

¡¡Ese sería el valor del impuesto!!

¿Y los demás gastos del estado? Había que sumarlos.

Entonces el total a recaudar será…

Se sumará al impuesto... Tendremos un solo impuesto, y no ha e ser recesivo. El impuesto más justo será a la acumulación de dinero.

Un impuesto inverso al IVA.

¿Cómo lo cobraremos?

El esfuerzo de Pedro durante esas semanas fue increíble. A cada reunión aportaba un escenario computarizado que intentaba adecuarse a lo que se iba discutiendo. No era suficiente. Manuel insistía en la idea de ese único impuesto:

-¿Por qué gravar innúmeras actividades humanas? Si toda la tarea del hombre estuviese dirigida hacia el bienestar del grupo ¿por qué gravarla? Para sostener los gastos de tareas comunes, los gastos administrativos, los gastos de gobierno, a primera vista parece lógico que todos contribuyan por igual. Eso es correcto si todos los ciudadanos estuviesen en igualdad de condiciones. Pero esto no será así. No lo fue nunca ni lo será en nuestro proyecto. Si vamos a asegurar un mínimo a cada ciudadano para que viva, no podemos gravar ese peculio. Por el contrario, necesitamos dinero para financiarlo. Así que el dinero del presupuesto gubernamental debe provenir del trabajo de la comunidad. Todo el trabajo que el hombre realice le producirá alguna ganancia, salvo trabajos comunitarios destinados al bien común. ¿Qué hará ese trabajador con lo que gane? Lo usará para proveerse los bienes y beneficios que desee. Y tiene derecho a ello. Tiene derecho a gastar lo que gane.

Pero es más discutible el derecho que tiene a acumular lo que no gaste. Han existido comunidades donde trabajar más allá de lo necesario, para acumular, estaba visto como pecaminoso. Nosotros podemos ver que esa fracción de sus ganancias debiera ser compartida, por solidaridad. Así que allí debiéramos aplicar la acción impositiva.

Sueño con un único impuesto, a las ganancias acumuladas. Sería un IVA al revés: todo el que recibiese dinero sería objeto de un débito fiscal, y cuando lo gastase, se obtendría un crédito fiscal, es decir el débito pasaría a quien recibiera su dinero. Sería un impuesto totalmente progresivo, no recesivo como el IVA. Sería un impuesto a la plusvalía, quizás.

 

Todas las demás reuniones se iban opacando a medida que el tema de la reestructuración socioeconómica del país tomaba más y más impulso. Diez miembros tenía el comité que lo desarrollaba, y ya estaba llamando la atención de los medios informativos.

-Manuel -dijo un día el secretario del grupo- Antes de comenzar con el temario, quisiera expresar una preocupación. Las medidas que estamos estudiando son revolucionarias (uso la palabra que vos aplicaste a tu querida Laborem Exercens). Muchas veces hemos hablado de los grupos cuyos intereses se verían alcanzados, tocados de algún modo por las resoluciones que se prevé tomar. Fuertes intereses, y a mi juicio desprejuiciados, cuyas reacciones representarían un peligro serio para el país…

-Si sus intereses son legítimos, tendríamos que escucharlos…

El Secretario se ponía nervioso:

-Sin duda, habrá que escucharlos a su debido tiempo, pero mi opinión es que no es este el momento para un debate público de algo que ni siquiera tiene forma de proyecto concreto…

-De acuerdo, no intentaremos un debate ahora…

-No solo no debemos intentarlo, sino que debiéramos evitarlo. Y ya el periodismo está prestando atención a nuestras reuniones..

-¿Qué propones, concretamente? -Manuel no manejaba sutilezas.

-Algo tenemos que decir sobre estas reuniones al periodismo.

-¿Podemos decirles que se trata de temas socioeconómicos reservados?

-Quizás eso provoque más curiosidad todavía.

-Pero se ajusta a la verdad.

-Sin dudas. Pero de todos modos propongo que pensemos en otra salida.

-Propongan lo que se les ocurra y lo trataremos.

Ya uno de los presentes había puesto su mente en la habitual reunión, café de por medio, que tendría con cierto personaje al terminar el debate.

 

 

 

 

 

 

-Manuel era irresistiblemente propenso a forjar amistades duraderas. Algunas me resultan curiosas, como su relación con Elías Janshon. Parecería una relación de conveniencia política, pero tenía rasgos de una verdadera amistad.

Manuel se topó con Elías Janshon en la época de la "campaña presidencial" en forma inesperada. Exactamente, "se topó", pues tropezaron uno con el otro cuando Janshon salía de su casa hacia una reunión de su Partido. Se disculparon, y a continuación Janshon se quedo mirando al grupo que seguía a Manuel, sin terminar de entender de qué se trataba: "-¿Toda esa gente viene con usted?" "-Me siguen… Insisten en hacerme Presidente." "¿Presidente? ¿Usted es…? "Manuel. Pero muchos me llaman Aráoz Quintana" "Mucho gusto, yo soy Elías Janshon. Hace tiempo que quería conocerlo." Manuel suspendió la caminata y Elías pospuso la reunión que le esperaba. Se reunieron en un café y estuvieron intercambiando opiniones durante tres horas. Fue el comienzo de una profunda amistad. En las elecciones, ya sabés, Manuel fue electo presidente y Elías Jefe de Gobierno de la Ciudad, por partidos diferentes.

 

 

CAPÍTULO 10 ("¿Por qué no les preguntamos?")

 

Desde el tiempo de sus respectivas campañas políticas Manuel y Elías habían forjado una sincera amistad. Y desinteresada. Cada cual siguió su campaña en su respectivo partido y ambos resultaron electos. Elías, como Jefe de Gobierno de Buenos Aires. La cercanía geográfica de sus despachos facilitaba frecuentes visitas del uno al otro. Consecuentes con su estilo de vida, solían invitarse por teléfono "a tomar un café", y entonces uno de ellos cruzaba, a pié, la Plaza de Mayo para el encuentro.

Esta vez, aprovecharon para discutir el tema del estacionamiento en la ciudad, tema que estaba a punto de debatir la legislatura porteña. Fue Elías quien lo planteó:

-¿Para qué se ha mantenido el pago de estacionamiento en las calles? No cumplen con el objetivo, porque sigue congestionado el tránsito. Los que lo usan como guardería lo siguen usando, porque en los horarios nocturnos el estacionamiento es libre. La comuna no gana dinero, o gana apenas una ínfima parte de lo que pagan los usuarios. El resto queda para las empresas concesionarias, o en los bolsillos de los "cuidadores", si es por tarjeta. Otra parte va a los revendedores de cospeles.

-Si quieres una sugerencia, y ojo, que no me corresponde a mí fijar políticas en estos temas, habría que reformar desde la base el sistema. Con algunas normas directoras: primero, que los ciudadanos tienen derecho al estacionamiento, y que si se supone que deben abonar algo por ocupar espacios comunales, ya lo hacen con el derecho de patente. Lo mínimo que esa patente les debe otorgar es el derecho a ocupar un lugar, ya estén detenidos o en movimiento. Luego, es claro que un cierto orden en el estacionamiento es imprescindible, para comodidad y seguridad de todos. Probablemente, sea sano permitir solo el estacionamiento sobre la mano derecha, ya que la otra vía extrema, la izquierda, es de máxima velocidad y necesaria para el sobrepaso. Luego, habrá algunas prohibiciones lógicas: estacionar frente a las entradas de garajes, en las paradas de transporte público, frente a los cuarteles de bomberos, cerca de los pasos a nivel, y pocos más. Nada que signifique un privilegio, como son los espacios reservados para "el poder judicial", etc. Eso sí, un vehículo mal estacionado debiera indefectiblemente ser retirado del lugar. No es cuestión de multas, sino de seguridad.

-Estás bien encaminado, Manuel. Vale la pena estudiar un proyecto así. Veremos. Pero lo veremos en otro momento ¿No te parece que ahora en vez de pedir un café deberíamos almorzar?

Elías sugirió almorzar en la cantina de la vieja "intendencia", hoy sede gubernamental. Casi enseguida de su asunción había suprimido los servicios especiales para los funcionarios y había dispuesto que todo el personal, sin distinciones, utilizase el mismo salón comedor, remodelado para cumplir adecuadamente sus funciones. Allí recibían también a las visitas especiales, y el menú era uno solo para todos, salvo problemas de salud que debieran atenderse con regímenes de comida especial.

Ocuparon una mesa para dos, cercana a otra larga, donde ya estaban casi de sobremesa un alegre grupo de jóvenes empleados. Su conversación, en voz alta, parecía ocupar todo el salón.

-Y vos, ¿A dónde te mudaste?

-A Flores.

-¿Cerca de la plaza?

-¿Qué plaza?

-Plaza Flores.

-No existe, no es Plaza Flores sino Plaza Pueyrredón.

-¿Ah, sí? Mirá vos.. Pero yo creía que habías alquilado por plaza Once…

-Plaza Miserere, querrás decir…

-Miserere si vas en subte, Once si vas en tren.

-La verdad es que los porteños no nos entendemos. El otro día, después de la mudanza, fui hasta Edesur para que me conectasen el medidor, y la computadora no encontraba la calle Ramón Falcón. Falcón en el barrio es más conocida que la ruda. Pero parece que la compu solo admitía nombres oficiales. Y se llama Coronel Ramón L. Falcón. ¿No sería mejor que los nombres oficiales fuesen los que realmente usa la gente?

-Claro, eso sería además civilizado. Fijate y vas a ver que cruzando la Juan B. Justo hay una serie de calles con nombre de escritores: Virgilio, Lope de Vega, Moliere, Víctor Hugo, Cervantes. Pero a alguien se le ocurrió que Calderón de la Barca, que también está, serviría para homenajear a algún milico, y le pusieron Coronel Calderón de la Barca. Calderón fue soldado, no sé si Coronel, también fue cura. Pero ponerle Coronel es tan ridículo como llamarlo Monseñor. Su gloria fue literaria, y no vale otra cosa.

-¿Y los puentes del Riachuelo? El "Puente de la Boca" se llama Nicolás Avellaneda. El "Puente de Avellaneda" se llama Pueyrredón, el "Puente Vélez Sarsfield" se llama Victorino de la Plaza, el "Puente de Pompeya", se llama Uriburu. Se salva el "Puente de la Noria". Y el Bosch, que no lo conoce nadie.

- Para mí lo peor son las calles a las que les cambian el nombre por tramos. Así nadie sabe dónde vive. Todo sea por los homenajes: Soler hasta la placita, después, Borges. Añasco hasta la vía, después Repetto. La cuestión es quedar bien con todos: hacemos una calle peronista, otra radical, y otra socialista. Y a la gente ni le preguntamos.

-¿Oíste eso, Manuel?

-Tienen toda la razón. Los políticos somos locos y, peor, nos creemos dueños del país.

-¿Oíste lo último que dijeron? "A la gente no le preguntamos". Está bárbaro ¿Y por qué no les preguntamos?

-Se podría hacer. Que los vecinos voten los nombres. Pero es tu ámbito.

-Y ya le estoy viendo la punta…

Diez días después, nada más que para estar seguro de que no podía mejorarlo más, el proyecto pasó a la legislatura:

1- A cada frentista se le enviaría un listado con todas las denominaciones que históricamente tuvo su calle.

2 - Los frentistas eligirían el que les gustase más. Podrían proponer nombres nuevos. Una familia, un voto, en el caso de los consorcios de propietarios.

3 - En caso de empate, se usaría el más reciente entre los elegidos.

4 - En caso de que dos calles eligiesen el mismo nombre, lo obtendría el que lo usó más antiguamente

5 - Los nombres usuales serían los oficiales: "Oro". "Rivadavia", "Salas", "Pueyredón". Se pondría cuidado en evitar confusiones, por ejemplo, se respetaría "Honorio Pueyrredón".

6 - Los nombres así fijados no podrían ser cambiados bajo ningún concepto. Los homenajes se limitarían a placas que dieran nombre a esquinas.

7 - Cada cinco cuadras se colocarían placas explicativas del origen de las denominaciones.

 

 

 

-Te voy a contar en detalle lo que hicimos con la cuenca del Riachuelo, pues es un ejemplo de cómo encaraba Manuel los temas de ecología y, en verdad, casi cualquier tema.

(Horacio, en efecto, me contó el caso con todo detalle. La mayor parte de su relato lo utilicé textualmente, en lo que sigue).

En otra de esas "reuniones de café" de Manuel y Elías, surgió el tema de la descontaminación del Riachuelo. Estaba como invitado Jorge Patrón, un secretario de asuntos ecológicos del gobierno de la ciudad. El Congreso se disponía a tratar varias iniciativas sobre el tema, y había que tener en cuenta que las decisiones podían afectar a la ciudad, ya que a ella pertenecía parte de su ribera.

Era evidente que descontaminar el Riachuelo era difícil. Ya habían pasado sin pena ni gloria, o con mucha pena, varios planes fracasados. Casi todos ellos tomaban dos rumbos paralelos: a) prohibir tirar cosas al río y b) sacar cosas del río.

-Prohibir es fácil -dijo Manuel- Pero si no se está seguro de hacer cumplir la prohibición, es inútil. Y sacar cosas, es tarea larga, cansadora, que siempre empieza con entusiasmo y termina en el olvido. Pero ambas cosas deben hacerse. Eso sí, sabiendo de antemano que esas dos medidas no serán suficientes. Así que, en primer lugar, dejen que el Congreso dicte todas las medidas prohibitorias que quieran, siempre que se eviten los inspectores y sus coimas. No estará mal, si se logra un buen respaldo legal para cuando llegue el caso. También dejen que se estudie y se lleve adelante cualquier proyecto de retiro de contaminantes del río, siempre que sea por casos acotados y fácilmente verificables. Que se cumplan los plazos. Pero para todo lo que se haga, exijo que se tenga en cuenta el poder de veto del "Grupo Riachuelo".

-¿Qué grupo Riachuelo? -preguntó Patrón.

-Se acaba de crear. En este instante lo creamos con Elías. Lo componen siete personas, una de ellas usted.

Patrón era un enloquecido por la ecología, y además tenía una larga experiencia en la industria privada. Era enemigo de la burocracia, y nunca había tenido cargos públicos. Solo era consejero de Elías, como dijimos con cargo de Secretario.

-Elías, tendrás que desprenderte de Patrón y derivarlo a esta tarea.

-Sé que allí hará un gran trabajo, y siempre lo tendré a mano si lo necesito. Así que no tengo inconvenientes. Eso sí, no te lo regalo. El hombre fue un descubrimiento mío.

En menos de una semana el "Grupo Riachuelo" estaba en marcha, y se citó a una reunión conjunta de los gabinetes de Manuel, de Elías y del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.

Manuel hizo una exposición introductoria, dando la bienvenida a todos los presentes, y a la prensa que había sido citada, ya que se quería dar gran publicidad al tema. Luego pasó rápidamente la palabra a los especialistas:

-Ya hemos conversado largamente con Jorge. ¿Porqué no explicás brevemente qué pensás hacer?.

Jorge se puso de pié, y se dirigió al pizarrón.

-No hay un plan estrictamente fijo. Se irá adaptando a medida que veamos los adelantos y los problemas. La clave es la flexibilidad…

Y empezó a garabatear con su marcador:

-Lo primero, será editar un Boletín. Humilde boletín que se repartirá gratuitamente entre todos los que sean directamente afectados por el problema. Será un órgano de comunicación y docencia, para formar conciencia y mantener el interés constante, principalmente.

Luego se convocará a todos los linyeras que estén trabajando en la zona.

Jorge dijo trabajando con toda naturalidad, sin dar lugar a que nadie imaginase que ponía la palabra entre comillas. Así es como pensaba también Manuel: el linyera trabajaba, no era un vago, porque realizaba un esfuerzo productivo que le permitía mantenerse. Si se mantenía en malas condiciones, el problema era de los dirigentes, del gobierno.

-Les propondremos un cargo de "controlador", para el cual se le asignará a cada uno un trozo de costa, y una casa sencilla, tipo cabaña, para que pueda vivir dignamente. Podrán explotar esos terrenos a su cargo con trabajos que los embellezcan. En principio, pensamos sugerirles una cooperativa que explote los ricinos que crecen espontáneamente a todo lo largo del río. Será su deber denunciar cualquier acción contaminante que observen, al grupo Riachuelo. Ante cualquier coima, perderán indefectiblemente todo derecho a este cargo, aunque habrá pocas oportunidades de coimas, ya que toda la acción se basará principalmente en la docencia, y no en las sanciones. Por último, remontándonos bien alto en la cuenca para comenzar por allí, conversaremos con las industrias y municipios, y también pobladores, para convencerlos de que deben mejorar sus efluentes.

Estas ideas fueron objeto de chistes y bromas de todo tipo, pero hay que reconocer que la tarea que se emprendió dio resultados más rápidamente que lo que se esperaba, y hoy las riberas del Riachuelo son visitadas por el turismo, aún cuando su descontaminación no esté terminada.

 

 

 

 

 

 

 

 

-Hoy le traje estos apuntes de Manuel que yo tenía guardados. Son una reflexión sobre los conceptos de trabajo y capital de "Laborem Exercens". Manuel iba tomando apuntes cada vez que leía algo, libros, diarios, revistas, y al terminarlos solía ampliar esos apuntes dándole la forma de comentarios, de pequeños artículos, que pocas veces publicaba, en verdad. Y me parece que tampoco volvía a releerlos. Pero todo ese trabajo de anotación y redacción le servía para fijar ideas. Y fijar ideas significaba para él que en verdad las convertía en obsesiones.

Horacio me pasó por encima de la mesa un desprolijo mazo de papeles, anotados con letra menuda y con tintas y lápices de diversos colores. Descifrarlos y ordenarlos me llevaría luego casi una semana entera de trabajo. En la siguiente reunión de café discutí con Horacio este breve resumen:

 

 

El contrato de trabajo.

Laborem Exercens, en su número 17 introduce dos conceptos novedosos: el de empresario directo y empresario indirecto, este último referido al Estado. Y a partir de allí, fija con severidad las normas a que han de ajustarse los contratos de trabajo, poniendo límites claros al liberalismo. La política laboral es correcta "cuando los derechos objetivos del hombre de trabajo son plenamente respetados".

Plantea luego claramente la injusticia de la situación internacional actual, donde las llamadas sociedades "multinacionales" manejan hegemónicamente la situación socioeconómica. La clave, una vez más, está en armar todo el andamiaje económico sobre la base de los derechos objetivos del hombre.

Capital y trabajo.

"Laborem Exercens", en su número 12, señala un concepto que podemos llamar "revolucionario". Describe al capital como la apropiación que el hombre ha hecho mediante su trabajo, de pequeñas partes de la naturaleza que se le brinda: "…el conjunto de los medios de producción, que son considerados en un cierto sentido, como sinónimo de capital, ha nacido del trabajo y lleva consigo las señales del trabajo humano."

Lo menos que podemos decir es que se trata de una curiosa reflexión. El actor económico es el trabajo. Pero el capital, los medios, son una herramienta necesaria. Resulta espantoso que algunos hombres se apoderen del capital para enriquecerse sin trabajo. Inhiben así al hermano para producir, al carecer de los medios. Lo esclavizan, pues se adueñan de su libertad, al estar en condiciones de imponer normas o modos de trabajo. Los recursos de la naturaleza que se ofrecen gratuitamente al hombre, no debieran ser "confiscados" tampoco por el poseedor de los medios.

En el número 13, dice: "No se ve otra posibilidad de superación radical de ese error" (se refiere al olvido la primacía del hombre como fin de la actividad económica) "si no intervienen cambios adecuados tanto en el campo de la teoría, como en el de la práctica, cambios que van en la línea de la decisiva convicción de la primacía de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital como conjunto de los medios de producción". Hay solo una forma de entenderlo: es revolucionario.

-Esta frase última me impresionó.

-Es que sin duda era así. Sin duda, la encíclica era revolucionaria. Intentar implementar esas ideas en casos concretos, era además, arriesgado. Pero Manuel estaba seguro de que su obligación era encabezar esa revolución si llegaba el caso, costare lo que costase.

 

 

 

CAPÍTULO 11 ("¿Beneficio para quien?")

Primero de mayo. Inauguración del período de sesiones de las Cámaras. Manuel debía iniciarlas con una exposición de la acción de gobierno durante ese, su primer año en las funciones. Presidía, como corresponde, el Dr. Íscaro Pascua.

- Tiene la palabra el Sr. Presidente de la República, Manuel Aráoz Quintana.

Agradeciendo apenas los aplausos, Manuel pasó rápidamente por la serie de estadísticas que explicaban los avances, retrocesos y estancamientos en cada área. También esbozó los proyectos que estaban en curso. Todo esto no alcanzó a llevarle más de media hora.

Luego puso todos los papeles en el cartapacio verde, lo cerró y, aparatosamente, lo puso a un lado. Fueron unos pocos segundos de silencio, de un silencio que se contagió profundamente a toda la sala. Matías Gordon admiraba pensativo la escena: ¿Era un artista? ¿O era increíblemente espontáneo y sincero? Gestos como éstos eran los que habían magnetizado a las multitudes hasta llevarlo al sitial que ahora ocupaba. Era un milagro. ¿Duraría ese magnetismo hasta el final de su mandato? Un escalofrío repentino lo inquietó.

Manuel levantó lentamente la cabeza y su serena mirada pareció detenerse sobre cada uno de los presentes. Tarea imposible, ante esa multitud. Parecía conmovido de un modo extraño cuando continuó:

-¿Para qué está todo el trabajo de gobierno? ¿Para qué está toda la actividad económica? ¿Cuál es la finalidad de toda la organización, de toda la legislación, de toda la burocracia?

Ya estamos lejos de los años cincuenta. Ya no nos dicen nada, por lo menos nada bueno, conceptos tales como "la grandeza de la Patria". Para algunos, la finalidad de su esfuerzo es claro: obtener el mayor beneficio con el mínimo costo. ¿Beneficio para quien? Para quien lo logre, claro. Es la competencia, libre competencia, que obligará a cada uno a aguzar su ingenio y sus esfuerzos. ¿Es un motor de progreso, realmente? Es sin duda el motor que provocó esta explosiva abundancia de adelantos técnicos… ¿Abundancia para quién…?

Para nosotros, la finalidad es otra. La finalidad de nuestro esfuerzo no puede ser otra que el bienestar del hombre. Los hombres se reúnen, se ponen de acuerdo, trabajan juntos, aceptan organizarse, para que la vida sobre la tierra les resulte más fácil y mejor.

Los Romanos consideraron que ese destino de felicidad les estaba reservado a los que lo merecían, los ciudadanos romanos. Y si lograrlo requería del trabajo esclavo de otros pueblos, a ello se recurriría.

Los habitantes primitivos de Hawai, donde la naturaleza parecía brindarles con facilidad todo lo que necesitaban, consideraban que trabajar más allá de lo estrictamente necesario, y la acumulación consiguiente, eran pecaminosos.

¿Dónde se ubica la sociedad liberal actual, en cuanto al trabajo y a la producción? La sociedad liberal actual propugna el trabajo y el sacrificio de muchos, para lograr la mayor concentración posible de bienes, que disfrutan los menos.

Nosotros debemos movernos con otros valores: estamos acá, hemos llegado al gobierno para lograr que todos, todos los habitantes de éste, nuestro país, que ha sido confiado a éstas, nuestras manos, tengan la mayor felicidad que sea posible lograr en esta, nuestra tierra.

Era teatral. ¿Era teatral, realmente? Cada palabra, cada frase era acompañada del gesto preciso. Pero de algún modo se advertía que ese gesto no había sido estudiado, que era espontáneo. Y por eso, mucho, mucho más eficaz.

Las palabras de Manuel comenzaban a alertar a algunos de los presentes. Alguna inquietud, algún murmullo, alguna tos, algún movimiento en los sillones. ¿Todo esto sería simplemente un ensayo retórico? ¿No se estaba gestando algo más serio? Manuel no era un hombre de palabras fáciles. Íscaro comprendió rápidamente. Como había temido, Manuel se lanzaba públicamente a su proyecto. Y comprendía también que era tan atrevido el proyecto que lanzaría por el aire toda la armazón de fidelidades e intereses compartidos que había armado y sobre el cual sostenía sus propios proyectos de actividad política. Y mientras tanto, Manuel seguía echando sombras sobre su futuro:

-…habremos fracasado si no logramos brindarles a cada uno de los habitantes lo mínimo que necesita y que le corresponde…

Íscaro ya sabía qué vendría. Y no había forma de evitarlo. Ya Manuel daba las cifras que tantas veces habían calculado, del presupuesto del proyecto.

-¿Cómo lograr su financiación? Con un impuesto único y variable. Este impuesto debiera recaer sobre las ganancias. Mejor dicho, sobre la acumulación de ganancias…

La sensación de desconcierto que las palabras de Manuel estaba produciendo, se hacía evidente como una sensación pegajosa en la sala. Pero cuando mencionó la idea del nuevo impuesto se produjo un pesado silencio y una especie de repentina parálisis. Fueron unos segundos. Los rumores recrudecieron, los periodistas se movilizaron, los "jefes de bancada" llamaban por señas a sus secretarios.

Fue una conmoción. Pero nadie quería reaccionar impensadamente y sin consultas. De todos modos, solo era una idea, y no había una propuesta concreta.

Manuel terminó su discurso sin mayores incidentes, y sin recoger más que aplausos de circunstancias.

Ni los más íntimos, ni aún Pedro se sentían entusiasmados. En todo caso estaban preocupados, muy preocupados…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Pero había grandes urgencias. Manuel estaba seguro de que el país podía sostenerse con sus propios recursos, pero estaba atado con cadenas a una deuda que lo devoraba. Descreía de los negociadores profesionales, de grandes vinculaciones, que terminaban aumentando los intereses que el país debía abonar.

Manuel no era un inocentón, aunque a veces lo pareciese. Sabía actuar con astucia, si se hacía necesario. En aquel caso concreto de las finanzas internacionales, por ejemplo, cuando se enfrentó con la necesidad de gestionar nuevas condiciones para el pago de los bonos de la deuda externa.

Me consta que tramó una solución en un fin de semana de soledad, porque él mismo me lo dijo, y me pidió que seleccionase dos personajes para llevarlo a cabo. Fue la famosa "operación del Once". Una operación basada en las mejores tradiciones de regateo, embustes y sagacidad de la famosa zona comercial porteña.

 

 

CAPÍTULO 12 ("Una idea se estaba formando.")

 

Las primeras horas de oficina eran para Susana pura rutina. Nunca podía concentrarse en trabajo creativo hasta media mañana, después de un buen café con algunas galletitas.

Susana saboreaba la última galletita chocolatada del paquete, y se quedó mirando el celofán vacío ("Celofán", qué antigüedad! Pero ella lo llamaba así, copiando la costumbre de su madre).

Repasaba sus propósitos y necesidades. Estaba en un punto estratégico del aparato de gobierno, y podía tener acceso a casi toda la información que se le pidiese. Eso tenía un valor alto, y por lo tanto era alto el precio que había puesto a su tarea de infidente. Solo faltaba idear un modo de comunicación que no levantase sospechas. Nadie debía verla, nunca, junto a su mandante. No debía tampoco haber contacto telefónico. Pero debía idear alguna forma de contacto confiable, difícil de ser detectada.

Algo hervía en su mente. Una idea se estaba formando. Se le escapaba, pero sabía que en algún momento había entrevisto algo… ¿qué era…?

Fue cuando Ricardo le explicaba su tarea… ¡El basurero! Si, era el basurero del sistema computarizado. Allí iba a parar todo el "spam" que llegaba a la casa. Ricardo enviaba allí todo lo que consideraba sin interés… y cualquiera podía revisarlo. El basurero era el único archivo al que podía cualquiera acceder sin dejar huellas. No se requería ninguna clave de acceso, no pertenecía a nadie ni a ninguna PC en particular, no se registraba quien lo consultaba…

Así que si lograba disfrazar un mensaje de modo que Ricardo lo enviase al basurero… el destinatario podría consultarlo allí sin peligro…

Solo hacía falta elaborar un sistema de cifrado que resultase práctico y poco notorio. Manos a la obra… Susana era suficientemente inteligente para lograrlo.

 

 

 

Mientras tanto, otra figura contaba también con planes acabados para realizar una tarea cercana al espionaje. Pero en este caso, los planes habían sido elaborados por figuras del gobierno, a instancias del mismo Manuel.

Iván Mahler era maduro, de anteojos, de barba corta, casi desprolija. De acuerdo con el plan, había pasado una temporada una temporada actuando en Buenos Aires en reuniones, conferencias, etc, hasta lograr que su fotografía apareciese acompañada de líderes políticos, gremiales, etc. La idea era dejar tendidas sospechas de que trabajaba de algún modo oculto para los que organizaban aquí el futuro del país.

Luego visitó USA, Berlín, Italia, Inglaterra, e hizo allí un trabajo muy disimulado, nada abierto, buscando conexiones bancarias, financieras, etc. Aparentemente muy disimuladas, averiguando qué caminos había para comprar bonos de la deuda argentina. Abiertamente figuraría como lo que era: un moderado industrial textil de su país. Emitiría informes "secretos" de sus progresos, dirigidos a su propia oficina, que dejaría suficientemente desprotegidos como para que cualquiera que lo investigase pudiera acceder a ellos.

La vaguedad con que explicaba sus viajes, logró el objetivo. Los banqueros y especuladores "se enteraron" de que era un emisario secreto de dirigentes argentinos interesados en comprar deuda. Rápidamente eso permitía suponer que se estaban planeando medidas que harían valiosas a esas deudas. Sería un negocio adquirirlas.

El otro personaje era un negociador nato, que iría a conversar abiertamente con los acreedores, sobre una base dura:

-Solo pagaremos cada mes ochocientos millones, y de esos, cincuenta serán forzosamente de amortización.

Era una proposición de base, y todos conocían que habría que negociar intensamente para bajar las pretensiones del Gobierno argentino.

Pero en reuniones de banqueros e inversionistas la actividad de Mahler se hacía más y más popular, y menudeaban diálogos como éste (en Inglaterra, en Alemania, en Italia):

-Decididamente no entiendo a Mahler: ¿Realmente está intentando comprar deuda argentina? ¿Para quién trabaja? No vas a decirme que busca su propio negocio…

-Estamos investigando, pero no sabemos quién es el que busca comprar. Parecería que fuese todo el equipo de gobierno, todos, quienes reciben los informes de Mahler.

-Si ellos traman algo, será para obtener beneficios propios. Será sabio seguir sus ideas. Y apropiarse de toda la deuda que sea posible.

La actividad compradora paralela de bonos de la deuda por parte de los grandes financistas de Europa, dispuestos a seguir los pasos de Mahler, contagió rápidamente a los mercados de USA y Asia. El resultado fue que los bonos eran un bocado apetecible, y sus poseedores fueron menos firmes en las negociaciones con el gobierno Argentino. Y que finalmente se accediera a aceptar nuevas condiciones de pago: novecientos millones, treinta de ellos de capitalización: mucho mejores que las condiciones que Manuel y su gente esperaban conseguir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 13 ("…hasta ahora hemos tenido suerte…")

 

Discreto, el maitre del elegante y caro restaurante de la Recoleta, sirvió una copa de Oporto y dispuso algunos platitos, para acortar de algún modo la espera de los seis comensales. No preguntó nada, porque sabía que eran ocho los que asistirían a esa cena.

Cena también discreta, habían reservado una pequeña sala privada, evidentemente para poder conversar sin tener que bajar la voz.

-No vamos a adelantar nada en cuanto a decisiones mientras no lleguen los que faltan, pero quisiera decirles que los comentarios que les adelanté, los he confirmado. Es un plan que camina rápidamente a una decisión final. No hay plazos, pero todos conocemos a Manuel y sabemos que en cualquier momento puede acelerar los pasos y todo se tornará más difícil de revertir. Mi opinión es que debemos actuar ahora… ¡Oh! Acá llegan….

Rápidamente los recién llegados se ubicaron en los sitios que tenían reservados. Un simple intercambio de miradas entre el maitre y el canoso ocupante de la cabecera fue suficiente para que se retirase a dar las indicaciones para el servicio. La presencia de los mozos sería fugaz, y dejarían despejado el recinto para que los comensales pudiesen hablar sin indiscreciones. El que presidía dirigía la palabra y todos lo escuchaban atentamente, mientras terminaban sus copas para que uno de los mozos pudiese retirarlas. Servido el primer plato, y retirados los mozos, el hombre volvió al tema:

-Nunca soñé siquiera que Manuel pudiese desarrollar un gobierno liberal, eso era evidente, pero calculé una situación "manejable". Pensé que Manuel podría mantener ideales, sus ideales, "pour la galerie", tratando de adaptar las acciones de gobierno a lo que la realidad fuese dictando. Pero ahora me parece que está yendo demasiado lejos…

-No busquemos explicaciones ni demos vueltas a la realidad: Es evidente que Manuel intenta, o intentará, presentar un proyecto de "estado benefactor", o cualquier antigualla similar. Y el pueblo está sin duda dispuesto a aceptarlo.

.Nosotros podemos admitir un gobierno de casi cualquier ideología, siempre que se avenga a garantizar las libertades mínimas de empresa y de tráfico. Pero debemos dejar bien sentado que hay leyes económicas contra las cuales no es posible luchar.

-Que el gobierno haga lo que quiera, si quiere tomar los riesgos. Ya la historia se encargará de darle la lección debida. Pero que admita que quienes no pensamos como él también tenemos derechos, y, más aún, estamos acompañados por la lógica de las ciencias económicas y sociales.

-Manuel depende de nosotros, aunque no lo sepa. Para cualquier proyecto requerirá apoyo económico, que no obtendrá sin nuestro visto bueno más o manos oculto. Y necesitará apoyo político, sobre todo el de las Cámaras. Y allí nada podrá hacerse por vía del convencimiento puramente dialéctico. Las Cámaras son instituciones específicamente manejables. Un legislador intentará su lucimiento retórico, pero finalmente votará por lo más conveniente. O por lo más convincente. Sabemos cómo manejar esto…

-No obstante, yo creo que Manuel puede ser convencido. No es un hombre obcecado, y será fácil demostrarle que hay tres caminos diferentes: el más atractivo, el más conveniente y el posible. Y que al posible solo hay que revestirlo suficientemente de conveniencia para que sea atractivo…

El planteo sutil arrancó algunas sonrisas, de las mentes más ágiles.

-Yo creo también que es un camino que debe intentarse, por lo menos: hablar con Manuel y tantearlo o tentarlo, para ver hasta que punto puede amoldársele a nuestras ideas. Que son nuestros intereses también, no lo olvidemos.

-Será difícil hacerle una propuesta frontal. Debemos tenerlo desprevenido ante nuestras propuestas. Si pedimos una audiencia, por ejemplo, tendremos que adelantar nuestros propósitos, y le damos oportunidad de preparase o de hacer averiguaciones…

-Tendremos que armar un encuentro a partir de algún acontecimiento que nada tenga que ver con estos temas. Ponerlo en nuestras manos libre de sus asesores.

-Repasemos cuáles serán sus movimientos en las próximas semanas, y en cuál de sus actividades estaremos, o algunos de nosotros estarán, involucrados…

 

 

 

 

 

 

 

-Manuel no viajaba al exterior. Mejor dicho, una sola vez viajó, siendo presidente, hasta Uruguay. Y decidió que sería la última, porque se dio cuenta que perdía contacto con la realidad. Durante el viaje, todo fueron alabanzas para su gobierno y su tarea. Y su persona. Sintió que corría el riesgo de llegar a pensar que todo lo que hacía estaba bien. Prefería permanecer en su país, y recibir además de elogios, la crítica de sus conciudadanos y opositores.

 

CAPÍTULO 14 ("¿Por qué me molesta tanto la posición de los liberales?")

Abrir nuevamente el ferrocarril hacia el sur, con un mínimo de un servicio semanal, era un acontecimiento más que interesante para Manuel. Y hacer el viaje inaugural a bordo, completar el recorrido desde Buenos Aires hasta Usuahia en un tren de alta tecnología, una propuesta que lo entusiasmó desde el primer momento. El viaje, con cortas paradas de celebración en algunos pueblos, iba a durar tres días. Manuel no había tomado vacaciones desde su asunción, ni descansos más allá de algunos fines de semana. Pero este viaje era algo diferente, e Íscaro no tuvo que hacer un esfuerzo excesivo para convencerlo.

-Sí, tenés razón, estar ausente tres días de mi despacho no es grave, para eso está el vicepresidente, ¿no? Y además me hace falta alejarme un poco de esta rutina y de ver siempre las mismas caras. Un tiempo para reflexionar sobre todo lo que estamos haciendo.

No serían enteramente de descanso, claro, porque estaría constantemente en contacto con la Casa Rosada, y además de los discursos en cada parada, debería hacer de anfitrión para con los demás invitados al viaje: los presidentes de los partidos de oposición, los presidentes de las cámaras, algunos gremialistas, algunos presidentes de cámaras industriales, comerciales, y agrícolo ganaderas.

El primer día fue simplemente una sucesión de paradas por la Provincia de Buenos Aires, un discurso tras otro. Agradecimiento en los discursos de bienvenida, lágrimas en pobladores que veían concretado un sueño: el ferrocarril sería nuevamente el motor de la grandeza del país.

Dejaron atrás Bahía Blanca muy tarde esa noche, de modo que el segundo día amaneció todavía en Choele Choel y tendrían todos un largo desayuno y la posibilidad de conversar distendidamente antes de prepararse para la parada en Madryn.

Esteban Nach, presidente de la Cámara de Entidades Financieras, propuso a Manuel que desayunasen todos juntos. El gran vagón comedor permitía modificar la posición de los asientos y mesas para lograr una especie de "tabla redonda". Y fue él quien comenzó la conversación:

-No es apropiado que en un desayuno se proponga un brindis, y menos aún con una taza de café, pero si me permiten, voy a decir unas palabras de agradecimiento a Manuel por este logro y por la invitación que extendió a todos nosotros. A pesar de que ideológicamente estemos algo separados, estoy seguro de que todos somos lo suficientemente pragmáticos como para llegar, si hace falta, a acuerdos que aseguren los intereses que a cada uno les corresponde defender. Sabemos que Perera, por ejemplo, al frente de su sindicato, deberá mantenerse alerta y vigilante para que las bases obreras confíen en él. Protestará cada vez que sea necesario, promoverá quizás algún paro, pero siempre tendrá cuidado de no poner en peligro la estabilidad del gobierno, y tampoco de no crear miedo en los mercados internacionales, que siguen mirando con preocupación, pero con interés, a nuestro país.

Por nuestra parte, como agentes de los grandes inversores solo nos preocuparemos de que se respeten los ideales liberales que, no cabe duda, han sido los motores del crecimiento mundial en los últimos siglos.

Manuel dejó que se hiciese molesto el silencio que siguió a las palabras de Nach, mirándole sostenidamente a la cara. Luego levantó un vaso de jugo de naranja, como para responder al brindis, y dijo:

-Le agradezco sus elogios y felicitaciones por este logro, en nombre de todos quienes lo hicieron posible.

Bebió el jugo, dejó el vaso sobre la mensa y continuó:

-Pero en cuanto al resto de sus comentarios, con todo respeto, debo decirle que discrepo profundamente con ellos. Y sospecho que usted lo sabe. Y sospecho también que su opinión tampoco es compartida por algunos otros de los presentes. Por ejemplo el señor Requena tendrá algo que decir, probablememte.

Requena era jefe del bloque de la primera minoría en Diputados. Se dio vuelta, en un instintivo movimiento de huida ante la inesperada invitación, pero se dominó rápidamente y dijo:

-Así es, amigo Manuel. Nuestro rol es la oposición, y hemos de cumplirla a conciencia. Solo pedimos que el partido gobernante no ataque nuestros ideales, y que se nos permita llegar a las elecciones cada vez que las haya, sin campañas tendenciosas. No pediremos un gobierno de coalición, pero sí que se nos tenga en cuenta cuando haya que asignar cargos….

- Habla usted como si estuviésemos ante un inminente cambio de gobierno…

-Que será innecesario si logramos ponernos todos de acuerdo. Por supuesto puede suceder que alguno tenga que declinar alguna posición. Pero actuar con realismo y apego al sistema, a un sistema que ha mantenido en marcha al país tantos años, sin duda nos beneficiará a todos. Usted, está claro, tiene por objetivo completar su gobierno con la menor cantidad de turbulencia posible. Nosotros, como acaba de decir muy bien Esteban Nach, solo queremos que se nos deje actuar, como siempre, en un marco de libertad donde puedan jugar las leyes económicas hacia un porvenir más venturoso.

-Requena me ha sugerido realismo. En mi opinión el mejor homenaje que puedo hacerle al realismo es la franqueza. Y con toda franqueza, entonces, debo decir que esta reunión, ¿casual? se ha convertido, o tiende a convertirse, en un planteo. Con una escondida amenaza que no aparece en la superficie todavía. Si me equivoco, por favor aclárenmelo. Entiendo que se me está pidiendo un viraje en mi acción de gobierno. En algunos artículos de la prensa se ha comenzado a calificarlo de gobierno populista. No sé cuál sentido se le quiere dar al mote. Lo que yo les aseguro es que mi gobierno no es ni será un gobierno liberal, por lo menos en el sentido económico del término. Pretendo que sea un gobierno centrado en el hombre. Y ni siquiera centrado en el hombre como individuo, sino en el hombre gregario, que es responsable de su hermano, que debe responder por él.

¿Por qué me molesta tanto la posición de los liberales? Quizás porque encuentro cierta hipocresía en sus actitudes. Por favor, no lo tomen como una acusación personal, sino como una duda ideológica.

No había caso. Con Manuel sería, realmente difícil, o imposible, negociar.. Varios de los presentes comenzaron a pensar que todo esto era tiempo perdido.

Manuel continuó:

-La hipocresía de los liberales se pone de manifiesto en pequeñas anécdotas, casi domésticas. Tomemos el ejemplo de los programas codificados en los sistemas de televisión por cable. reclaman las empresas su derecho a poner en vigencia codificaciones para cobrar diferencialmente algunos programas. Argumento: el mercado los acepta, y el gobierno no debe intervenir. Pero aparecen los fabricantes de decodificadores "truchos" o falsos, y entonces las empresas de cable claman por la intervención del Estado, de la Policía, de la Justicia, para que se evite lo que consideran robo, competencia desleal, etc. O en otro momento encontramos a liberales de nota explicando claramente que en el ámbito de los bancos y las finanzas, no es posible hablar de buenos y malos, sino de conveniencias y oportunidades. Lo que no hace un banco, lo hará otro, y eso "justifica" cualquier acción.

Uno de los presentes pasó durante la perorata de Manuel un papelito a un amigo: "No se podrá convencerlo" Éste pensó para sus adentros. "Con simples palabras y amenazas, ni ahora ni nunca".

Con una serie de intercambios de miradas, todos se pusieron de acuerdo en suavizar la situación, y la conversación tomó otros rumbos, hasta que poco a poco la reunión se disolvió en una serie de grupos que conversaban independientemente, y festejaban humoradas.

Manuel mostró afabilidad, pero un profundo desagrado le había arruinado el día y el viaje por completo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 15 ("Yo creo que se imponen grandes cambios")

 

 

Manuel recordaba constantemente la desagradable impresión que recibió cuando aquel primer día como Presidente se sentó, solitario, en la penumbra de su despacho, en el cómodo e histórico sillón. Demasiado cómodo, lo había advertido enseguida. Y había huido de él rápidamente. Fue una advertencia interesante de su instinto, y salvadora. Porque durante todo este par de años había evitado actuar "desde la presidencia", ni físicamente, ni psicológicamente. Fue quizás uno de los Presientes más movedizos de la historia. Su costumbre no era citar a nadie a su despacho, sino ir él al lugar de los hechos. Siempre decía: "Si el Gerente de un Banco dedicase una hora diaria a conversar con los clientes que están demorados en las colas de su institución, los bancos serían más ágiles y funcionarían mejor".

Esa mañana, después de ver la agenda que su secretaria le tenía preparada, y de disponer los detalles que más urgencia tenían, para que pudiese organizar adecuadamente su trabajo, se despidió de ella y a pié, como era su costumbre, recorrió las pocas cuadras hacia el Congreso. Un par de custodios lo seguían en un auto a pocos metros, pero a él ya no le molestaba esa precaución a la que se había resignado.

En la Recepción, pidió que avisasen al Vicepresidente que ya había llegado, para la reunión mensual prevista.

No tuvo tiempo la recepcionista de llamar por el interno, porque ya Íscaro había salido de su despacho, y avanzaba hacia Manuel con los brazos abiertos. Un abrazo, y subieron hasta la presidencia del Senado.

-Hoy te traigo un regalo, sobre el que quisiera que hablásemos un poco -metió la mano en su bolsillo y desplegó sobre el escritorio de Íscaro un recorte de periódico algo ajado- Lo encontré hace un par de días. Fue un artículo que publicó un diarito de provincia hace años, antes de que yo entrase en la campaña presidencial. Eran tiempos de gran corrupción en la Legislatura, y lo escribieron en ocasión de que se aprobase apresuradamente aquella escandalosa legislación laboral… ¿recordás?

Íscaro asintió, ya estaba absorto en la lectura del breve e irónico artículo:

 

Un "mouse" para la democracia.

¡Qué invento hermoso el "mouse" de las computadoras! Uno simplemente hace un "click" con el dedo, y pasan las cosas más maravillosas en la pantalla.

Algo así está pasando en la vida política de nuestra querida y atormentada Patria: alguien hizo un "clic" en el botón adecuado, y de pronto hemos visto a nuestros legisladores, padres de la Patria, ponerse a trabajar horas y horas, frenéticamente, dispuestos a salvarnos aún a costa de daños graves a sus neuronas o a sus sistemas circulatorios. Dando un ejemplo de civismo que no nos esperábamos.

Pero es una lástima. La democracia, el profundo sentir democrático, no se logra con un "click". Ni siquiera con un "doble click". Menos aún usando el botón de la derecha del "mouse".

Estamos en la era de la computación. Ya sin dudas en el siglo XXI. Aprovechemos las enseñanzas que esta técnica nos aporta, además de un montón de palabras inglesas que yo insisto en usar entre comillas. ¿No hemos aprendido que todas esas fosforescencias multicolores que nos dejan con la boca abierta no tienen más que una existencia virtual? ¿Qué detrás de esos malabarismos sólo encontraremos aburridos "bits", "bytes", y electrones danzantes?

Lo mismo en las escenas de esta democracia súbitamente puesta en marcha: si escarbamos un poco detrás de tanta deslumbrante actividad, encontraremos las mismas componendas, los mismos intereses creados, y quiera Dios que no los mismos latrocinios.

Puede ser que todo esto dé resultado. Puede ser que la situación mejore. Puede ser que el país arranque. Pero no nos engañemos: ésta no es la verdadera Democracia. Es un espejismo. Un "virtualismo", si me permiten. Un fogonazo.

Y yo ansío que alguna vez lo logremos: pueblos que sepan elegir. Y gobernantes que entiendan su misión como un servicio, sublime, serio, laborioso, esforzado, probo, en contacto constante con su pueblo. Con los ojos, con los oídos, y con la piel en contacto con ellos (sus hermanos), y sus necesidades. Y que no necesiten oír un "click" para ponerse a trabajar.

- Fueron tiempos duros -argumentó el vicepresidente.

-Tiempos que quisiera que no volviesen. Es verdad que en estos dos años no han ocurrido casos de corrupción tan escandalosos en la legislatura, y tu vigilancia ha tenido gran mérito en ello, pero convengamos que todo sigue preparado para que en cuanto alguien se distraiga, vuelvan las viejas mañas. Pero aunque evitemos las grandes corrupciones, hay mucho que podemos y debemos corregir todavía.

La estructura del Gobierno, y muy especialmente la Legislatura, es, sino un reflejo, una dolorosa consecuencia de las estructuras partidarias políticas. Son estructuras exageradas en tamaño, para dar oportunidades a los amigos del partido, e ineficientes por su mismo tamaño y por la ineptitud de muchos de sus miembros.

-¿Y qué ideas proponés para mejorar estas circunstancias?

-Yo creo que se imponen grandes cambios. En primer lugar, reducir el número de representantes. Reducir el número de comisiones, también. Reducir el número de empleados. Reducir los gastos de transporte. Achicar los gastos innecesarios…

-Pero habría que reformar no solo los reglamentos internos, sino quizás también algunas disposiciones constitucionales…

-Sí, es probable. Y me gustaría que discutiésemos todo esto más detalladamente, con vos que tenés la formación jurídica que a mí me falta. Pero habrá que discutirlo muy reservadamente, hasta que sepamos qué vamos a hacer, porque no me gustaría dar pasos en falso y que se encontrasen argumentos fuertes para desbaratar la idea. ¡Pucha, ya me estoy acostumbrando a todo esto de tomar precauciones!

Íscaro estaba asombrado. Y asustado. Había pactado con los diferentes bloques un sistema de no agresión, por el cual cada uno disfrutaba de los beneficios holgados que el cargo les daba, con el lucimiento necesario para futuras elecciones, y sin incomodar demasiado a la acción de gobierno. Pero ahora se encontraba con un Presidente decidido a golpear el tablero con demasiada energía. Conocía los modos de Manuel, y sabía que estaba obsesionado por estas ideas. Volvió a prestar atención al cada vez más acelerado discurso de Manuel:

-… y, digan lo que digan los partidos, habrá que eliminar la "carrera política". Yo diría que cualquiera que llegue a un cargo público electivo, una vez cumplido, debería pasar a la vida "civil" durante, digamos, tres años, antes de poder postularse nuevamente en elecciones. ¡Debemos transformar el disfrute del cargo político en una carga pública, en un servicio..!

"Se está pasando", pensaba Íscaro, "¿Te imaginás yo volviendo a buscar trabajo en un estudio..?"

-… Y otra: hay que eliminar los bloques dentro de las cámaras. Y los funcionarios de cierto nivel, el Presidente antes que nadie, deberían renunciar a sus partidos políticos. Pero ya sabemos que la Constitución va en sentido contrario, porque admite la existencia de los partidos como sustento necesario de los candidatos.

Íscaro no estaba dispuesto a colaborar con esta descabellada propuesta, pero no sabía cómo proceder.

-¿…no te parece? -terminaba Manuel.

-Te diré… En muchas cosas tenés razón, pero en general me sorprendés con este aluvión de ideas. Tendremos que pensarlo.

-Pensarlo, escribirlo, y actuar. Tenemos que hacer un plan.

-Si, sí. Dejáme madurar el tema, y te propondré (¿qué le puedo proponer a este "sacado"?) te propondré algo en la próxima vez que nos reunamos. Por ahora, tengo algo que quiero plantearte, un pedido de la oposición…

Con habilidad, consiguió frenar la embestida de Manuel, y desviar el tema de conversación. Pero ya estaba planeando con quién y cómo armaría un contraataque eficaz…

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 16 ("Debo decidir qué hacer")

Manuel se sentía realmente agotado, y se había acostado temprano. A pesar de todo, no podía dormirse. Probó con una almohada más, con tres. No cesaba el dolor del cuello, esa tensión que se agravaba mes a mes. Probó ahora con una sola almohada, luego sin ninguna. Ensayó abrigarse, y luego se destapó acalorado. No era eso, lo sabía bien. Estaba pasando una mala temporada, llena de angustias y con una sensación constante de que había cosas que hacía mal, o cosas que no alanzaba a hacer.

Había comenzado a hacer listas y listas de temas pendientes, había modificado una y otra vez su agenda personal. Cada día tachaba y tachaba, pasando temas para las próximas semanas. Todo se iba convirtiendo en una dura obsesión. ¿Sería capaz de reaccionar solo, o tendría que pedir ayuda?

Sobraban temas para preocuparse, claro. Por ejemplo esa bendita negociación con Sudáfrica para capacitar a sus médicos en Pediatría e instalar hospitales. Obtener esa licitación sería una valiosísima entrada de fondos para la Universidad. Nuestra oferta era inmejorable, estaba seguro. Pero casi sobre la apertura algunos oferentes privados habían logrado una postergación para rehacer sus propuestas.

No era la primera vez que sus pensamientos se convertían en presagios. Sobre su mesita, sonó el interno:

-Manuel, tiene una llamada del Señor Pedro Sánchez. Dice que es urgente.

-Bien, páselo.

-¿Manuel?

-Urgentes noticias, pero no parecen buenas, por tu tono.

-Nada buenas. Heraclio Gómez me informó que vamos a perder el contrato de Sudáfrica.

-¿Tu amigo el Profesor? ¿Y cómo sabe…?

-Por infidencias. Sabés que está muy vinculado con gente de casi todas las universidades. Una tarde de copas, o de un inocente capuchino, dio lugar a que un colega se pavonease diciendo que su Universidad ganaría la licitación. El tipo no sabía que Heraclio era mi amigo.

-¿Y cómo estaba tan seguro de ganar, el hombre..?

-Allí está lo malo. Le aseguró que habían conseguido copia de nuestra oferta. Le dio nuestra cifra final, y es tal cual.

-Pero si todavía están los sobres cerrados.

-Eso es lo peor. Significa que la información salió de nuestras filas, a pesar de todas las precauciones que tomamos. El mismo susodicho profesor se pavoneó diciendo que "tenía llegada" a las fuentes del Gobierno.

Un silencio en la línea, penoso. Retomó Pedro:

-Nada podemos hacer en este mismo momento, pero no podía guardármelo para mañana. Disculpáme.

-Hiciste bien, hiciste bien. A lo mejor este mazazo me hace dormir. Mañana a las diez puedo hacer un hueco, para reunirnos. Pensá a quién vale la pena invitar. El tema más preocupante ahora es la filtración de información, ¿no?

-Sí, claro. Y te diré que empiezo a atar cabos, y me parece que hay materia para sospechar de otras fugas… Pero está bien, mañana veremos.

-Gracias por todo, hasta mañana.

A la mañana siguiente, Ricardo avanzaba con su paso atlético, firme, por el luminoso corredor que todos los días recorría. Al final de ese pasillo, antes de tomar hacia la derecha, se enfrentaba siempre con una pequeña puerta vidriada, un segundo acceso al despacho presidencial, disimuladamente custodiado siempre por un soldado de consigna. Le llamó la atención encontrar apagada la luz interior. Generalmente se enteraba, cuando Manuel no iba a presentarse en la Casa Rosada.

-Se habrá quedado dormido, nomás . No se lo ve bien últimamente, debería descansar un poco… (¿murmuraba estas cosas, o simplemente las pensaba?) Yo también tendría que relajarme un poco. Quizás me esté tomando demasiado en serio este tema de la clasificación de correspondencia. ¿Será realmente un trabajo útil? ¿Revisarán con la frecuencia debida las carpetas de cada uno? ¡Vaya a saber!… Bueno, se podría averiguar, a lo mejor sirve para mejorar mi autoestima, ¿no? ¿Y si les pongo un contador de visitas a cada uno? No estaría mal.

En pocos minutos estaba armado el plan.

-A ver.. A éste también… ¿qué me queda? La "papelera de reciclaje", el basurero… Ya que estamos… sí, dále.

Permítaseme decir que se trató de una buena idea, como veremos enseguida.

Diez días después, el meticuloso Ricardo leyó en su pequeña agenda de escritorio: "Revisar los contadores". Ya tendría algunos resultados. Sí, los tenía. Muy pocos habían revisado sus carpetas todos los días. Pero, y era una satisfacción, casi todos habían abierto la correspondencia seis veces o más. ¡Pero esto sí que no lo esperaba, ni lograba entenderlo: la carpeta más visitada era el basurero! Había sido abierta tres veces por día, incluso una vez el sábado.

¿Qué significaba esto? ¿Un error de programación? No lo encontró. Tampoco encontró ninguna otra explicación satisfactoria, y aunque pudo concentrarse en su tarea, el problema lo mantuvo molesto todo el día.

"Spam", "spam". Publicidad no pedida. Sin embargo, se negaba a ponerles filtros. Para eso estaba él. Otra vez, publicidad de artículos de escritorio.

-Siempre plagado de errores. Y errores tontos ¿Cómo pueden largarlo sin revisar?

Instintivamente empezó a corregir:

-"Tengos" es tengo. Seguro que el corrector automático me propondría también "tangos". ¿A ver? Sí, acerté. Siguió leyendo. Era una tontería. Pero su obligación era leer todo, todo. ¡Otra!: "notircias". Es noticias. Casi enseguida encontró "improtantes" ¿Tengo, noticias, importantes? ¡Qué casualidad! ¿Casualidad? Siguió leyendo, algo inquieto. No podía concentrarse en el texto. Suspendió y pasó el texto por el corrector automático. Los errores aparecieron sucesivamente: minirtro, renglo, ax, purto, dex, renuciar, ampliari, estra, nochis. Palideció. El ministro "rengo" era sin duda el Dr. Castro, de industrias. Buscó otros mails viejos del mismos tipo: todos contenían mensajes así cifrados. Bastaba pasarlos por el corrector, y el texto aparecía.

No era tonto Ricardo. Se daba cuenta de lo complicado e importante del asunto. ¿Qué haría? Alertar a alguien? No sabiendo quién era el infidente, no podía correr riesgos. Lo único seguro hubiese sido comentarlo con el mismísimo Manuel.

Otra alternativa: Introducir en el mensaje que había recibido un "coockie", un gusano, o lo que quieran, que permitiese detectar por lo menos desde que máquina se leían los mensajes.

Quiso anotar algo, sus primeras ideas en un "block de notas" y, pasmado, leyó que en la pantalla aparecía: " ddeebbo deccdcidif qu´´í és ahacer. Orimddra ideeeeeeeeeee pppprim ers idea" Miró el teclado. Miró sus manos: no lo podía creer, temblaban, se movían espasmódicamente. Comprendió que estaba aterrado. Lo que había descubierto era terrible. Cerró los ojos un rato tratando de serenarse. No lo logró. ¿Tendría que conducir en ese estado hasta su casa? Una extraña asociación de ideas lo llevó a recordar que en el cajón de su escritorio guardaba una tirita del ansiolítico que su médico le había indicado para casos de intenso nerviosismo, o ansiedad. Casi nunca recurría a ese "tranquilín" como él lo llamaba, pero ésta era una ocasión ineludible. Buscó un poco. "¿Tomaré media?", pensó. Tomó una entera. Total, ya estaba decidido, volvería en el subte.

"Debo decidir qué hacer", era la frase que seguía golpeando su cerebro. "¿Hablaría con Manuel? ¿Generaría un "gusano? ¡Las dos cosas!" Hoy no estaba en condiciones de escribir una línea de programa coherente. Tendría que ser mañana. Pero sí podría pedir una reunión con Manuel. Descolgó el interno, pero antes de marcar el número de la recepcionista de la Presidencia, dudó ¿Y si ella…? Así que cerró todos los programas y su PC, cerró el cajón de su escritorio, se levantó, y recorrió el largo pasillo hacia el despacho presidencial ¿Podría verlo hoy? A mitad de camino, se detuvo en el dispensador de agua, para beber un vaso: la pastilla parecía haberse pegado a su garganta reseca.

Mientras bebía, en el extremo del pasillo oscuro veía la silueta de la Secretaria, de pié, revisando aparentemente una agenda. De pronto, le pareció que… sí, no era la Secretaria, era Susana… Se acercó.

-Cómo te vá Susana.

Susana dio un brinco.

-Me asustaste- tartamudeó..

-Disculpáme.. Venía a ver a Felisa ¿Cómo no está?..

-Fue hasta el baño, y yo me quedé por si había algo…por si llamaba alguien…

Regresó Felisa, y Susana se despidió rápidamente.

-¿Me buscabas Ricardo? -Ricardo estaba absorto mirando alejarse a Susana.

-¡Ah, sí! Tenía algo para Manuel, si es que está libre ahora….

-Dejámelo a mí, si querés..

-No, es algo que él me pidió que discutiésemos juntos, pero si ahora no se puede…

-Está desocupado, bueno, está sin gente, a esta hora. Esperá que le pregunto -y ya pulsaba el intercomunicador.

-¿Sí? -se escuchó la voz de Manuel, algo distraída.

-Manuel, ¿podría verlo Ricardo?

Un segundo de silencio.

-Sí, que pase…

 

 

-Sentáte…

Manuel miraba extrañado al joven, evidentemente nervioso y preocupado. No sabía qué tendría que decirle, pero no podría decirlo de pie, seguramente.

-Sentáte…

Ricardo explicó con la mayor claridad que pudo lo que había descubierto, y el plan que había imaginado para averiguar quién era el responsable… Para Manuel fue desolador: de pronto las sospechas de infidencias comenzaban a ser certezas. Comprendió que todos esos días había estado deseando que todo fuese un gran equívoco.

-¿Funcionará eso, digo la búsqueda de los intrusos aunque pudo concentrarse en su tarea?

-Seguro que sí. Pero podemos consultar con Pedro…

-No. Hasta ahora lo sabemos vos y yo. Y no sabemos hasta dónde crecerá esto. Tengo plena confianza en Pedro, pero no debo introducir a nadie más, y no quiero cargarlo a él con una confidencia mientras no resulte estrictamente necesario. ¿Quién está enterado de esta visita que me haces?

-Nadie. Bueno, la Secretaria, y Susana, que estaba afuera…

Manuel pensó un poco.

-¿Qué le dijiste a la Secretaria

-Que usted me había pedido algo y quería conversarlo conmigo

-Ajá. Y a Susana.

-En verdad, no le dije nada. Se fue enseguida que llegó la Secre.

Manuel pensó unos pocos segundos.

-Agregar un disco duro a tu PC ¿te ayudaría algo en tu tarea?

-Sí, claro… -Ricardo estaba sorprendido.

-Bueno, anotá en este papel las características del mejor disco que se te ocurra.

Ricardo lo hizo. Luego Manuel llamó a la secretaria

-¿Sí, Señor…Manuel? (nunca iba a acostumbrarse a omitir el "Señor")

-Por favor, haga un pedido para que compren este disco y lo instalen de inmediato en la PC de Ricardo. Recuérdeme el tema dentro de una semana, y para dentro de diez días cítelo nuevamente a Ricardo. Veremos si las cosas comienzan a marchar mejor.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 17 ("Disculpá nena")

 

 

 

Mucho trabajó esas semanas Ricardo. Además de su trabajo ordinario, pasaba horas y horas revisando el material de la "papelera de reciclaje". A todos los pasaba por el corrector, en busca de mensajes ocultos Y era verdad: cada vez más información confidencial se escapaba por esa vía.

No tuvo tanta suerte con los "gusanos" que ideó para identificar a los usuarios de la artimaña. No había dudas, era Susana quien conseguía la información y la pasaba al sistema de claves. Su PC estaba vinculada a todos los mensajes. Pero ¿quién los recibía? Quien fuese, actuaba con suma prudencia, y no usaba su propia PC para entrar al papelero. Las consultas las hacía desde cibercafés, y cada vez desde uno diferente.

De pronto, comenzó un intercambio especialmente intenso. Susana avisaba que disponía de un material muy voluminoso, que obviamente no podía suministrarse por la vía cifrada, y quería entregarla en propia mano. Era el borrador completo del plan maestro. Pero su mandante se negaba a aparecer en público recibiendo nada de manos de Susana.

Finalmente, se pusieron de acuerdo: habría un encuentro en el último subsuelo del estacionamiento debajo del Teatro San Martín. Y sería en algún momento de poca actividad en el teatro, de modo que no hubiese posibilidad de que apareciese algún testigo sorpresivo.

Al día siguiente, por la tarde, apareció un nuevo mensaje que fijaba la fecha y la hora del encuentro.

-¡Mañana al anochecer!

Ricardo casi gritó la noticia. Sabía que en las horas próximas Manuel estaría totalmente fuera de su alcance para una reunión privada. Debía actuar ya. Se abalanzó hacia las oficinas del Presidente mientras imaginaba alguna excusa para pedir verlo. Fue inútil, porque la Secretaria le explicó que Manuel ya se había retirado de la casa Rosada.

-¿Se fue a Olivos?

-No lo sé, no dijo nada. Bueno, solo me dijo "Hasta mañana, no vuelvo".

Impulsivamente, Ricardo salió por la explanada, como si todavía pudiese encontrarlo allí. Había varios coches estacionados… ¡también el de la Presidencia! El coche estaba vacío, y Carlos, el chofer, se había apoyado en una de las barandas del gran patio, mirando el río y el cielo nuboso.

Era un buen tipo, Carlos, pero también muy meticuloso en cuanto a la reserva sobre las actividades de Manuel. Ricardo sabía que una pregunta directa estaba destinada al fracaso. Se acercó lentamente y se acodó al lado de Carlos.

-Hola, Ricardo. ¿Qué hacés por acá?

-Descansando un poco. Fue un día bravo, hoy.

-Y, claro, cuando el gato no está los ratones aprovechan.

Ricardo sonrió interiormente, porque la conversación se dirigía sola hacia donde él quería.

-¿Por qué me decís eso?

-Porque no está el Jefe, y te venís a descansar..

-¿El jefe?

-Manuel.

-¿Cómo que no está? ¿Y el auto?

-Salió a caminar. Por la Costanera sur, quería ver a la gente por allá. Vos sabés cómo es, tiene esos arranques. Y no sé si volverá. Yo me tendré que quedar hasta que alguien me dé orden de irme…

Ricardo no insistió Ya sabía lo que necesitaba. Cambió la conversación con el chofer durante un rato, y luego se fue con cualquier excusa. Volvió a su oficina, cerró todo y sin avisar a nadie, salió rápidamente hacia la Costanera.

No fue difícil encontrar al Presidente. Un amontonamiento de gente lo seguía, como en los tiempos de su extraña campaña presidencial. Iba a entrar al Museo de Comunicaciones. Ricardo comenzó a pedir permiso a los curiosos, para acercarse a Manuel. Luego empezó a empujar y a abrirse paso a codazos. Tuvo que pedir disculpas a un par de personas y subió corriendo las escalinatas mientras Manuel estaba a punto de entrar. De pronto sintió que un golpe en el pecho frenaba su carrera y un par de brazos robustos lo inmovilizaban. Rápidamente otros tres agentes de seguridad se acercaron, mientras el público pegaba una espantada a su alrededor. Manuel, a punto ya de entrar, se dio vuelta extrañado por el movimiento repentino. Tardó un instante en reconocer a Ricardo, pero comprendió enseguida que algo urgente traería.

-¡Paren, que paren! ¡Es amigo! -le indicó al más cercano de sus custodios. Su indicación no alcanzó a evitarle un par de puñetazos más a Ricardo. Nada grave.

Terminada la recorrida, se las arreglaron para caminar con alguna privacidad, y pudieron ponerse de acuerdo sobre la acción a tomar. Manuel insistió en que quería descubrir personalmente al traidor o complotado, pero aceptó que Ricardo estuviese presente.

 

Por la tarde siguiente, sin llamar la atención de nadie, se dirigieron al estacionamiento en un coche privado y descendieron hasta el último subsuelo. En verdad, estacionaron el coche en un lugar donde no llamase la atención por lo solitario, y descendieron hasta allí a pie Encontraron un escondrijo aceptable.

Habían llegado con bastante anticipación, y esperaron en silencio un rato largo. Ricardo estaba cada vez más inquieto, pero se asombraba de la aparente tranquilidad de Manuel. Se asombraba también de encontrarse en una misión tan insólita nada menos que junto al Presidente. Se asombraba de que un hombre así le mostrase genuinamente tanta confianza.

A tantos metros bajo tierra, y en soledad, solo escuchaban de vez en cuando una apagada conversación, o una lejana bocina, el motor de algún coche que llegaba y se estacionaba en los pisos superiores. Pero ahora era un ruido nuevo, y que se aproximaba. Eran pisadas. Cautelosas. Todo era penumbras, pero una sombra más, apenas una desdibujada penumbra un poco más oscura se agitó, o pareció así, en alguna parte. Y otra vez, y otra a medida que los pasos se hacían más cercanos. Finalmente, en la escalera apareció una silueta, borrosa. Sus ojos acostumbrados a la obscuridad no necesitaron más que eso para identificar a Susana. Llevaba un paquete. Pareció buscar algo, o a alguien, entre las sombras y luego se ubicó cerca de una columna, donde las sombras se hacían más intensas.

Desde su escondite, podían escucharla respirar. Ricardo comenzó a imaginar que, del mismo modo, ella podría escucharlos a ellos.

Otro motor que se detenía. Y un rato después, otras pisadas. Y otra vez el mismo juego de movimientos y sombras imprecisas. Y una angustia opresiva en el pecho de Ricardo. La angustia de una revelación inminente.

Finalmente apareció un hombre alto y delgado. Segundos, o fracciones de segundos, y simultáneamente Manuel y Ricardo lo reconocieron. Se miraron. Asombrados.

Susana salió de su escondite y se aproximó al hombre. No hablaron, o no se les oyó. El hombre tomó el paquete y sonrió.

-Vos quedáte aquí, y mirá y escuchá todo -susurró Manuel.

-Pero, Manuel…- Ricardo hizo un ademán como para salir él.

-No, vos quedáte.

Y Manuel ya estaba caminando hacia la pareja, diciendo:

-¡Nunca pensé que me harías esto..!

Hasta escuchar estas palabras, el hombre no había advertido la presencia de Manuel. Lo miró asombrado. Miró alrededor, pensando quizás que estaría rodeado.

-Y yo nunca pensé que me descubrirías. No estaba en mis planes… pero…

El arma debería tener alguna forma de silenciador, porque solo se advirtió un relámpago y una especie de silbido o graznido, ninguna explosión. Manuel cayó abriendo sus brazos, al principio de espaldas, luego de bruces.

Ricardo gritó. Un grito atroz, quizás dijo ¡No!, y se abalanzó hacia el cuerpo del Presidente.

El hombre no dudaba, era rápido y certero. El segundo disparo entró tras la oreja de Ricardo.

Susana miraba alternativamente a cada uno de los tres hombres, aterrorizada. Daba pasos cortos, retrocediendo hacia la escalera, las manos primero en su estómago, luego en su garganta y en su boca."

-Disculpá nena, pero no puedo arriesgarme.

Como en un último intento Susana se volvió para huir, la tercera bala le atravesó la nuca.

 

-La idea del crimen pasional se le ocurrió al grupo conspirador, sin dudas. Si te tomás el trabajo de revisar los diarios de esos días, verás que las fotos y la descripción de los sucesos son casi idénticos en todos. Las investigaciones en otros sentidos fueron lentas, cada día más lentas, hasta que desaparecieron de todos los comentarios y de todas las decisiones policiales. Estuvo todo muy bien armado desde el principio y los acontecimientos posteriores, con las dificultades para organizar la sucesión, las renuncias y las nuevas elecciones, desviaron rápidamente el interés que en un principio hubo por averiguar la verdad de lo que había pasado. Y, por las dudas, los datos de las autopsias desaparecieron estratégicamente de todos los archivos.

*****

¿Por qué dijimos, al comienzo de esta trabajo, que Manuel fue un prócer? Por su proceder. Por los modos, sino por los contenidos. Mucho menos por los resultados, que en verdad no los obtuvo.

De los males del poder, no se contagió ninguno: el poder lo ejerció con dedicación, y casi sin darse cuenta. No disfrutaba de su cargo, sino que se sometía a él como un empleado honesto. Y muy honesto en todos los sentidos, en especial en cuanto a su fortuna. Murió sin dejar casi nada. O nada, en realidad. No es exagerado decir que no tenía bienes materiales.

Y los placeres, o las oportunidades de placeres, pasaban a su lado sin que le preocupasen siquiera.

 

 

fin