Respuestas a preguntas que nunca se formularon.

Por Ariel N. Santanera

Sobre una idea del Dr. Francisco A. Castellucci (*)

 

 

Madera lustrada. Caoba o roble. Perfumadas maderas, con perfumes que el añejamiento parece que realzara. Tapizados verdes. Luces que se reflejan destacando brillos, y acrecentando rincones sombríos. Silencio espeso, solemne, que permanece aún cuando las voces lo interrumpan. Un estrado con seis butacas, cinco para los miembros de la Mesa Examinadora, y otro para el Decano, presente, pero apartado de la ceremonia.

Frente a ellos, un postulante al Doctorado Honoris Causa.

Habla el Presidente de la Mesa:

-Señor Richiedero: Estamos todos al tanto, claro, de los fines de esta reunión: ha sido usted propuesto para recibir un Doctorado Honoris Causa de esta augusta Casa de Estudios, que prefiero denominar Casa de Pensamiento. La propuesta incluye el requisito de que sea usted examinado por este tribunal, constituido ex profeso. Cada uno de los miembros de este tribunal le formulará una pregunta que deberá usted responder de viva voz y en esta misma reunión. La primera pregunta la formulará ya el Dr. Storiante. Doctor…

-Gracias, Sr. Presidente. Mi pregunta, la primera de esta sesión, Señor Richiedero, es la siguiente: ¿Cuál es el personaje histórico que usted más admira?

-Medir la admiración, o siquiera lograr una escala de valoración en este tema, es realmente difícil. Puesto a elegir, mi lista comenzaría por hombres como Jesús, Francisco, Gandhi… Pero teniendo en cuenta el ámbito académico en que me encuentro, otra será mi selección: elijo al Dr. George Washington Carver. Y les ruego me permitan hacer de él una breve semblanza que justifique mi selección.

Como hombre, el Dr. Carver fue un ejemplo por su capacidad de superación de circunstancias realmente difíciles: nació esclavo negro en el sur de Estados Unidos, y sufrió golpes emocionales que hicieron poner en duda sus reales capacidades intelectuales: a los siete años todavía no podía hablar. Sin embargo, llegó a obtener varios títulos académicos y a destacarse netamente en el ámbito universitario y científico.

Sus valores espirituales lo acompañaron en todas las decisiones que tomó en su vida. Algunas heroicas, como renunciar a todos los honores que la Universidad le ofrecía, y a un porvenir rico en posibilidades de desarrollo, para dirigirse al sur de su país a fundar un instituto de enseñanza para el desarrollo de los jóvenes que hoy llamaríamos marginados. No obtuvo beneficio alguno de los centenares de desarrollos que patentó a lo largo de su carrera, pues todas las patentes las cedió gratuitamente a quienes quisiesen utilizarlas, siempre que fuese para fines pacíficos.

Su humildad, y la profundidad de su vida interior quedan claros en un relato que él mismo hace, y que repetiré, si me disculpan, en forma no textual, dadas las circunstancias:

"Estaba paseando por el Jardín de Dios y le pregunté: ¿Para qué hiciste el mundo? -Es una pregunta muy presuntuosa. -Y entonces, Señor, ¿para qué hiciste al hombre? -Todavía estás apuntando muy alto. -Bien, y entonces ¿para qué hiciste el maní? -Ahora eres más sensato. Junta un puñado de maní, vamos al laboratorio y te lo explicaré." Carver se encerró, literalmente, veinticuatro horas diarias durante varias semanas, y como resultado obtuvo un centenar de aplicaciones útiles para la semilla de maní y sus derivados.

El Doctor Storiante tomó algunas notas, agradeció, y se reclinó en su butaca. El Presidente se dirigió la única dama presente:

-Doctora Femmintica, es su turno.

-Gracias, Doctor. Señor: Cuando discutamos su caso, alguien levantará contra usted un cargo por misoginia. En efecto, al elegir el personaje histórico de su preferencia, no mencionó usted a ninguna mujer. Voy a darle una oportunidad de recuperarse de ese mal paso: dígame cuál es el personaje histórico femenino de su preferencia. ¿A qué mujer admira usted más?

-Admiro a la Mujer. Y admiro a la mujer porque históricamente demostró que es capaz de hacer todo lo que el varón hace, quizás con menos notoriedad que él, pero por lo menos con la misma lucidez y su misma capacidad. Y además, sumando a esa actividad, fue capaz de cuidar, amar y salvar al varón. Inventar el hogar, cuidar, criar hijos y poner parches al mundo cada vez que el varón lo dejaba desgarrado y harapiento.

Lo sé, porque amo a una mujer concreta que en forma silenciosa ha hecho todo esto a mi lado durante años. Pero, nuevamente, este ámbito me induce a reservarla en mi corazón, y hacer ahora otra elección:

Mi madre (otra mujer que admiro, pero que queda ahora a un lado), me decía que para ella la Química era la ciencia de "las malas palabras". Nunca se sintió a gusto con ese tema. Sin embargo fue de sus labios que oí por primera vez el nombre de Madame Curie. Y Madame Curie reúne, quizás en grado heroico, las características que he mencionado.

En momentos históricos que parecerían poco propicios para la emancipación femenina, dedicó su vida a la ciencia, en un tema de avanzada: la radioactividad. Y lo hizo sin quedarse atrás de las supuestas capacidades masculinas: la imagen de esta mujer acarreando bolsas de pechblenda lo demuestran. Paralelamente fue madre y formadora. Fue el verdadero motor de toda una familia dedicada a la investigación y regada por premios Nobel, y por quiebres de salud ocasionados por la tarea emprendida. La guerra le dio oportunidad para aplicar sus conocimientos y sus descubrimientos a favor del ser humano.

La Doctora Femmintica sonrió.

-Tiene ahora la palabra el Dr. Cosmo

- Gracias. Señor: Sin duda la pregunta formulada por el Dr. Carver en la anécdota que usted nos relató era presuntuosa, pues interrogaba sobre los propósitos del Creador. Pero me permito hacerle una pregunta más científica sobre el mismo tema: ¿Cómo es el universo?

-No lo sé. Y nadie lo sabe. Pero quisiera dar mi visión, que desde ya es solo un presentimiento, que no sé si merece el nombre de hipótesis. Imagino que el universo está sustentado en un espacio de cuatro dimensiones, que no es un continuo, sino que está constituido por cuantos de cuatro dimensiones, en número finito y agrupados en un gran glóbulo, en capas que envuelven el centro Cada uno de estos cuantos podría tener dos estados, que llamaré si y no, El estado de cada cuanto, sí o no, está determinado por el estado de los cuantos de la capa inmediata más externa del glóbulo, de acuerdo con reglas similares a las del conocido "Juego de la Vida" de Conway Todas las partículas conocidas serían configuraciones, en tres dimensiones, de estos cuantos. El tiempo sería la cuarta dimensión, el radio del universo de cuatro dimensiones. Nosotros recorremos esta dimensión tiempo desde el cetro hacia el exterior, pero la concatenación lógica de sucesos sería desde el exterior hacia el centro.

Hubo un intercambio de miradas en el tribunal. El Dr. Cosmo dijo:

-Es una visión, como usted dice, a mi juicio interesante, pero que no podemos debatir ahora. Propongo que la Mesa lo haga en una sesión especial, y que por el momento la valore, para este examen, no por su apoyatura científica, para lo cual deberíamos conocer más a fondo el desarrollo que el señor Richiedero haya logrado, sino por su originalidad y aparente coherencia.

-Evidentemente hemos de proceder así, ya que el reglamento de esta Mesa exige que nos expidamos en esta misma sesión. Escuchemos ahora la pregunta del Dr. Antropis.

-Gracias, Doctor. Señor: Volvamos a las preguntas presuntuosas del Dr. Carver. ¿Qué es para usted el Hombre?

-En mi opinión, el Hombre es, en el sentido que le da el "principio antrópico", la explicación de la Creación. Es la aparición en la Creación de la inteligencia, de la reflexión, de la conciencia. Es la aparición de un observador del universo que llamamos real.

Siempre en mi opinión, y como ya dije, el Hombre recorre el universo de cuatro dimensiones a lo largo de una de ellas, el tiempo. Y posee otra característica difícil de explicar: es libre. Es decir, que puede tomar decisiones que no sean solo las respuestas que estén grabadas en sus instintos, no. Puede decidir, puede variar dentro de ciertos parámetros el modo de conducir el universo hacia el punto omega que describía Teilhard de Chardin.

El Presidente de la Mesa preguntó a los demás si alguien deseaba hace alguna otra pregunta o comentario, y como todos se manifestaron conformes, dijo:

-Por último, entonces, formularé mi pregunta: ¿Qué es para usted la vida, y qué es la muerte?

-La vida es un fenómeno que se desarrolla a lo largo de la dimensión tiempo y que tiene por finalidad aparente lograr la aparición del Hombre, es decir, el ser consciente. Para ello la vida se apoya en ese otro gran enigma, todavía no totalmente descripto, que es la Evolución. Pero con la aparición del Hombre la cosa se complica, pues aparece un ser que no solo almacena información, un ser que sabe, sino un ser que sabe que sabe, y entre las cosas que sabe, sabe que vive. Y sospecha que vive para una finalidad. Y sabe también que la vida preanuncia la muerte. Pero sospecha que la muerte no puede ser la finalidad de todo esto tan complejo. Se convence de que la muerte no puede vencer a la vida.

La muerte es el fin de un recorrido en el tiempo. Pero ese fin es como un punto final gramatical, que no acaba con todo lo escrito, no lo hace desaparecer. Por el contrario, lo completa, lo redondea, lo hace definitivo. Así, el hombre sospecha que con la muerte logrará completarse, y que "después", término que no tiene sentido pues se refiere a un "tiempo" que para él ya no existirá, que "después" vendrá lo que llamamos Eternidad: la existencia definitiva de un hombre completo, de un hombre-vida, de un huso humano (el ser de tres dimensiones completo en la cuarta). Un ser que será parte de una creación que habrá llegado exitosamente a su Omega.

-Bien, Señor. Con esto damos por terminada la primera parte de esta reunión. Lo invitamos a retirarse y nosotros pasaremos a deliberar. Muchas gracias.

 

 

(*) El Dr. Castellucci había sugerido que, si él fuese Rector en una Universidad alguna vez, cosa que no sucedió, propondría un Tribunal para que examinase al autor y le otorgase un doctorado "Honoris Causa". (A todas luces, se trataba de una broma bienintencionada).