El Awayo

Revista de Arte y Artesanía textil

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Una gran parte del noroeste argentino la ocuparon durante mucho tiempo los "diaguitas", especialmente el territorio que hoy constituye la provincia de Catamarca y otras avecinadas. Erróneamente insisten todavía algunos en aplicar la denominación de "calchaquies" a todos los indígenas que poblaban esa extensa región, cuando en realidad este no es más que el nombre de una de las diversas tribus que constituian la raza diaguita.

Los diaguitas eran de rasgos regulares, de estattura mas bien elevada, practicaban la agricultura en terrazas y andenes que regaban por medio de pequeños canales artificiales, cultrivaban el maiz, la papa, el frijol y el algodón, que gozaba de bien merecida fama por su fina calidad. No cabe duda de que estas costumbres y su adelantada cultura la adquirieron de los quichuas y aymarás, como también que a pesar de ser eminentemente sedentarios combatieron en muchas ocasiones entre unas y otras tribus de la región, pero principalmente contra el extranjero. La conquista española empezó alrededor de 1540, con las expediciones de Diego Rojas y fue bastante cruenta, no lográndose dominarlos hasta fines del siglo XVII.

Si bien, como tantos otros no conocieron ningún método de escritura, algo sabemos de sus costumbres por las pictografías que dejaron en algunas laderas y grutas de las montañas que representan llamas cargueras, guanacos, avestruces y hombres cazando en diversas actitudes, aislados o en grupos. Por estas pictografías y por algunas figuras de su abundante alfarería, destinadas probablemente a dejar documentados actos memorables de su vida o de sus costumbres, podemos colegir cual era la indumentaria de los diaguitas. Así por ejemplo, vemos ciertos personajes vesttidos con una especie de larga túnica, adornada con un ancho ruedo, de otro color en la parte inferior y un recuadro ggeométrico en su tercio delantero. En las paredes de la gruta de Carahuasi se obsevan pinturas que, l parecer, representan grupos de guerreros que regresan victoriosos de algún combate, conduciendo consigo numerosas mujeres. Estas van vestidas con una larga camisa que les llega hasta las rodillas, están tocadas con una vincha adornada con plumas y calzan "ojotas".

Por las crónicas del padre Torres, sabemos igualmente que la vestimenta de los diaguitas consistía en la clásica camisda o túnica peruana (unku) a la que cuando empezaban los frios, agregaban en los hombros una especie de ponchito y las mujeres un manto largo, que les cubría hasta los tobillos, que calzaban ojotas o sandalias de cuero y que iban tocados con gorras de lana, tal como los aymarás del altiplano.

¿Cuándo y como parendieron los diaguitas a tejer las telas con que se vestían? De una información de Alfonso Abad (1585), publicadas por Levillier, se desprende que "los primeros españoles que entraron a la antigua provincia de los diaguitas, con Juan Nuñez del Prado, llevaban sus ropas tan destrozadas, que no tuvieron reparo en imitar a los indígenas, tejiéndose ellos mismos camisas con fibras de "cabuyas" (agave americana L) para remediar sus desnudeces".

Otros autores nos suministran los siguientes datos: para ceñir el manto a la cintura usaban unas fajas angostas de metro y medio de largo con dibujos de colores contrastados de bonito efecto y terminadas en flecos o hilos retorcidos.

Al hombro llevaban colgada la infaltable bolsita "coquera" o "chuspa", en la que además de las hojas que utilizaban para caminar en sus largas caminatas, ponían todos los objetos más necesarios para el viaje. Algunas de estas bolsitas son todo un alarde de paciencia, con hermosos dibujos, de brillantes colores, representando el avestruz, la llama, el sapo, felinos u otros motivos regionales.

Alrededor de su frente envolvían su honda de pastores, o una vincha tejida, a estilo quichua, con una borla o un fleco colgando al costado de la cara.

Los caciques y altos dignatarios, llevaban como distintivo vinchas adornadas con largas plumas de varios colores tomadas de los vistosos pájaros de la región.

Estos datos relativos a la vestimenta diaguita los confirma en parte el padre Del Techo, quien die que usaban una especie de traje "talar" sujeto a la cintura por medio de un ceñidor y que las doncellas vestían de colores y las que no, lisas, que sus vestidos eran de lana de llama y a veces de algodón, y que estaban tan bien confeccionados que en ciertos casos presentaban el aspecto de las seda.

El investigador Quiroga en sus empeñosas búsquedas encontró algunos trozos de telas diaguitas en las regiones del Belén, Quilmes, Hualfín, Londres y Apacheta, pero desgraciadamente estaban muy deterioradas, no obstant lo cual pudo reconocer en ellas que su tejido era en efecto, fino y delicado unas veces, y otras rústico y fuerte.

Contodas estas referencias, queda evidenciado que mucho antes de la llegada de los españoles, los diaguitas conocían el arte textil, que habían logrado dominarlo en todos sus detalles y que no les faltaba materiales para ello, pues aparte de la "cabuya" y del cáñamo o "cháhuar", que utilizaban para sus materiales más rústicos, tenían la lana, que les proporcionaban las abundantes llamas, con toda su gama natural de colores, desde el blanco hasta el castaño oscuro y desde el más lbo y fino algodón hasta el más rústico y fuerte.

Para teñir contaban con numerosas substancias naturales, tales como el agarrobo para el color café obscuro; la chilca y la contrayerba o dauda para las tonalidades amarillas; la corteza de vid para el marrón fuerte; la grana o cochinilla, que obtenían a partir de ciertos parásistos de los cactus de la región, para el rojo vivo; la "pata" que tanto abunda en Belén para el morado; de las vainas del espinillo o algarrobillo extraían un excelente tinte negro y así muchas otras substancias vegetales.

·         EL SANTO SUDARIO

El sudario de Turín tiene la forma de una tela de lino rectangular de 4.36 mts de largo por 1.10 mts de ancho,se conserva actualmente enrollado alrededor de un soporte cilíndrico de madera y depositado dentro de un cajón urna en forma paralelepípeda de 1.5 mts de largo por 0.38 mts de ancho, de plata cincelada.

La tela se trata de un tejido burdo, hilado posiblemente por tejedores artesanales. El sudario en cuestión comprende para los hilos de la urdiembre 40 hilos por centímetro y para la trama, 27 inserciones por centímetro.

El peso total del sudario es 1,123 gramos.

Al estudio de la naturaleza del tejido se comprobó que para su ejecución se utilizaron tres hilos de trama por debajo y uno por encima; una clase típica de trabajo llamada en espina de pescado.

Algunos científicos que estudiaron la naturaleza textil del sudario de turín, como por ejemplo el profesor Timoss del Instituto técnico textil de esa ciudad se limitaron a formular apreciaciones cronológicas en cuanto a la edad de la tela, la forma como fue tejida o el carácter textil de los hilos utilizados.

por Sudhamahi Reghunathan

NUEVA DELHI, La nueva economía de mercado de India parece no tener lugar para los artesanos tradicionales, que son cada vez menos y ganan apenas lo suficiente para sobrevivir.

Ni siquiera el patronazgo oficial logra rescatar a los artesanos que no son lo suficientemente innovadores para adoptar materiales o técnicas que salgan de lo habitual.

Un caso típico es el de Abdul Khader, quien fabrica esteras como es tradicional en su aldea natal de Pattamadi, sobre las orillas del río Kaveri, en el estado de Tamil Nadu.

''Las esteras de Pattamadi fueron alguna vez parte esencial de la dote de una novia, pero actualmente la gente prefiere las sintéticas'', se lamentó.

Khader fue uno de 30 maestros artesanos invitados a exhibir sus creaciones en una exposición que la Junta Nacional de Artesanos organiza en Nueva Delhi cada diciembre. Sus suaves esteras plegables le valieron un premio nacional este año y se vendieron muy bien en la muestra.

''Tuvimos muy buenas ventas en la exhibición, pero eso no quiere decir que exista un futuro para los tejedores de esteras de Pattamadi'', aclaró.

Mientras mostraba la pieza ganadora del premio, Khader explicó que fue realizada mediante la división cuidadosa de cada junco en varias briznas que luego fueron tejidas. ''Soy el único que queda en Pattamadi capaz de tejer este tipo de estera'', afirmó.

No sólo el interés de los propios hijos de Khader por el arte está disminuyendo, sino que los juncos silvestres que se utilizan para fabricar las mejores esteras están en extinción. ''Los fertilizantes artificiales están acabando con los juncos'', sostuvo el artesano.

Además, Khader encuentra dificultades para obtener un crédito con el fin de adquirir toda la materia prima que necesita en el único mes en que los juncos están maduros para su cosecha.

''Ni siquiera el certificado gubernamental que dice que soy un maestro artesano me asegura el préstamo bancario de 600 dólares que preciso para comprar los juncos'', lamentó.

Otros tejedores de Pattamadi realizan trabajos no especializados y aún tareas pesadas para subsistir, en reflejo de una tendencia creciente en comunidades artesanales de todo el país.

En 1971 había 35 comunidades de trabajo en el estado oriental de Orissa, y 10 años después el número aumentó a 202, de acuerdo con la encuesta Pueblos de India.

En el vecino estado de Bihar, el número de comunidades donde la mano de obra no especializada es la principal actividad aumentó en 133 durante el mismo período.

''Nuestra familia es la única que queda en la aldea de Bagba que realiza el tejido 'ikat', y sólo nos quedamos porque mi hermano fue reconocido como maestro artesano hace algunos años'', declaró Lochan Meher, un tejedor del estado de Orissa.

La intrincada técnica del ''ikat'', peculiar de los estados de Orissa y Andhra Pradesh, permite el tejido de coloridos diseños. El ikat doble es aún más complejo y quedan pocas personas capaces de hacerlo.

Una de ellas es Chalapathi Rao, quien este año ganó el título de maestro artesano tejedor. ''El ikat doble es un arte difícil y yo soy la única persona en mi aldea que lo practica'', aseguró.

Los hijos de Rao trabajan en una fábrica de automóviles, por lo que es casi seguro que el arte morirá con Rao. Los pocos tejedores que practican el ikat sustituyeron los hilos naturales como la seda y el algodón por el poliéster, más popular por su durabilidad.

Mientras, las perspectivas de las mujeres alfareras de la aldea de Aruvacode, en Kerala, son aún peores que las de los fabricantes de esteras y los tejedores. Los recipientes baratos e irrompibles de PVC desplazaron sus artesanías del mercado y muchas artesanas tuvieron que prostituirse para sobrevivir.

El estudio de Pueblos de India reveló que hasta 157 comunidades de alfareros abandonaron por completo su arte para realizar trabajos no especializados, en el mejor de los casos.

El lugar de los alfareros fue ocupado por personas no relacionadas con el arte pero que cuentan con el dinero necesario para adquirir máquinas que modelan la terracota y forman todo tipo de artículos, desde lámparas de jardín hasta joyas.