Historias para destapar el excusado

 






 

Tal vez no pase nada

Roberto Remes

Tal vez exagero yo un poco las cosas, tal vez no sea nada grave, tal vez la imagen irá cambiando en las próximas horas y ese hombre no llorará como lo hace ahora y, quién sabe, tal vez hasta sonreirá o incluso tal vez brinque de alegría o cuando menos tal vez vuelva a mover su cuerpo en la cama y a gritar de felicidad, pero tal vez simplemente no pase nada más aparte de que deje de llorar, se bañe, se vista y vaya a su trabajo como siempre.

Tal vez las cenizas que siguen haciendo un poco de ruido no sirvan para saber si exagero o no exagero, pero ahí están, en la habitación, y siguen impregnando con su olor todos los objetos, las sábanas sucias, con una mancha roja que recuerda una virginidad perdida, revueltas como una gran montaña. La alfombra también huele a chimenea, como huele la ropa que ayer vestía, y como también huelen las cortinas más gruesas, pero no las delgadas porque el material no lo permite, es nylon y al nylon se le resbalan los aromas. Si cerráramos esas cortinas, si apagáramos la luz, si dejáramos el cuarto en la obscuridad total, entonces podríamos ver todavía unas cuantas brasas rojas que tal vez tarden toda la mañana en apagarse, y tal vez él dejaría de llorar, se sentaría sobre la orilla de la cama, abrazaría una de las almohadas, la que está en el suelo o la que está recargada en la cabecera, y contaría cada una de las pequeñas chispas rojas y con eso se distraería unos minutos, y entonces sí podría pararse, caminar hasta el baño, abrir la llave caliente, esperar a que suba la temperatura, mirar el espejo, buscar una marca en su cuello, como hacemos todos los que no hacemos el amor todos los días cuando hacemos el amor alguna vez, o en su pecho, o mirar las ojeras, la aspereza de la barba, los cabellos despeinados, las orejas que ayer fueron mordisqueadas con frenetismo, y después de eso se meterá en el chorro de agua a imaginarse que no pasó nada, pero tal vez no sea así, y tal vez sí abra el grifo que tiene una ce muy estilizada, tal vez sí se mire en el espejo y busque marcas en su rostro y en su cuerpo, pero tal vez deje el agua correr por horas y horas en las que él regresará a la recámara a seguir llorando la noche y recordando cada uno de los besos, la búsqueda de nada en un cuerpo desconocido, la caída de las ropas, el encuentro con la cama.

Tal vez sí exagero pero sus lágrimas allí están, una que otra cae al suelo, la mayoría se queda en las manos, otras se las bebe él mismo y las mezcla con los mocos que trata de evitar que salgan, los sorbe e imita el ruido de un popote en un vaso casi vacío, como los dos vasos que están en el buró junto a la botella de vino. Tal vez me equivoque pero al rato él caminará hacia el buró y tomará la botella, la beberá, y volverá a embriagarse y con ello olvidará, no llorará, pensará en que regresará, que su amante lo besará otra vez, que buscará su cuerpo y que juntos sentirán un placer extremo una y otra vez en esa misma cama, sí, pero tal vez nunca llame, tal vez un anillo dorado sea la razón, tal vez es mejor olvidar o perderse en el llanto o tal vez, no sé, tal vez esforzarse y aparentar que no ha pasado nada hasta que él termine por creer que no ha pasado nada.

Aunque tal vez en verdad no pasó nada porque la habitación no huele a loción, sólo a hollín, tal vez él nunca desayuna y por eso no tiene ganas de comer nada, tal vez tiene sed porque tomó vino, tal vez hay silencio porque anoche sonó mucho la música, tal vez no quiere pararse porque sus piernas están cansadas de bailar toda la noche, y por lo tanto tal vez no sea porque las tiene encogidas para apoyar en ellas sus brazos que a su vez sostienen el rostro que tantas lágrimas derrama.

Tal vez la noche de ayer no se repita, tal vez fue sólo una excepción en su vida, tal vez los niños jugarán otra vez con su padre, la madre los enviará a dormir temprano para poder ella también juguetear con su marido, y tal vez la vida siga adelante. Tal vez el olvido se venda en todas las tiendas muy pronto y él comprará una botella, la beberá y sólo recordará el placer pero no las causas que le producen el remordimiento que lo hace llorar.

Tal vez al salir a la calle nadie lo mire raro y nadie se imagine qué pasó anoche por su vida, por esa cama, por esos vasos, por esa chimenea, pues quizá nadie los haya mirado entrar, tal vez nadie se dio cuenta de que salía más pasión que humo de la madera quemada, que nadie se pudo resistir en esa habitación, que los dos se besaron largamente, que bailaron, que sudaron, que fueron conociendo cada centímetro de sus cuerpos, que intentaron comerse y que terminaron por hacer golpear la cabecera de la cama contra la pared una y otra vez, pero tal vez nadie los oyó, o nadie se fijó en ellos, y nadie los habrá de ver salir, cada quien por separado, al mundo de las pasiones ignotas.

Tal vez son sólo prejuicios, los míos, los de él, los de su amante, los de la sociedad, prejuicios que hacen llorar, que hacen disfrutar menos esas noches encendidas, esas galletitas con paté, esos tragos de vino, esos besos, esas ansias, esas lujurias, esos coitos, pero tal vez llegue un punto en el que no se toleren más los prejuicios, y entonces haya que externar los amores ocultos, para que el silencio no pese más, y tal vez un día él así lo haga y confiese su pecado, pero aún así su nueva pareja podría no estar de acuerdo, tal vez lo niegue, tal vez sienta vergüenza, tal vez tenga miedo de provocar una crisis en su casa y tal vez decir lo que pasó sea mucho más duro que callarlo.

No sé, tal vez no es nada grave, tal vez él sólo tuvo un desliz de un día, tal vez ni lo disfrutó por pensar que lo que estaba haciendo no es bien visto por la sociedad, que si él había sido educado de una forma no podía actuar de otra, no debía traicionar a sus seres queridos, pero no sé qué fue lo que pensaba cuando los dos estaban ya desnudos, tal vez no pensaba nada, tal vez sólo disfrutaba de su cuerpo.

Tal vez él no llora de tristeza por su pecado, tal vez llora de alegría por haber encontrado a su amante ideal, pero tal vez llora porque teme perderlo. Tal vez él piensa que ha sido error enamorarse de un hombre casado, más que por su sexo por su estado civil, porque entonces los dos tendrán que fingir de por vida, su silencio será doble, así que, no lo sé, tal vez cuando llegue a casa abra un cajón, saque una pistola, dispare un tiro y tal vez la bala le entre por la sien, pero no sé, tal vez no pase nada.

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