"Trece mujeres contemplan a dos
desgreñarse sin que ninguna intervenaga para separarlas. Esto es porque
las dos que están peleando son 'amigas del alma', es decir, son amantes y
las demás consideran que su pleito es asunto privado en el que no debe
intervenir la comunidad. A esto se debe que durante un rato las mujeres hayan visto en
silencio y con interés, una lucha aguerrida pero pareja —un
empujón para acá, un jalón para allá—,
creyendo que estaba destinada a terminar con el agotamiento de las peleantes. El
final del pleito hubiera sido incruento si las Baladro, que estaban en ese
momento afuera de la casa, bajándose del coche del Escalera, se hubieran
dado prisa: hubieran estado a tiempo para dar un grito y establecer las paces. O
bien, si las que estaban peleando no hubieran tenido la mala suerte de acercarse
al balcón, de darle una a otra un jalón muy fuerte, de golpear la
otra el barandal con la nalga, de desprenderse el barandal y de precipitarse las
dos, agarradas todavía de las greñas, de cabeza hasta el piso. Sus
cráneos se estrellaron contra el cemento y se rompieron como huevos. En
ese momento terminaron las dos sus vidas. Se llamaban Evelia y Feliza.
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"Las Baladro habían entrado
por la puerta de la casa de la señora Benavides, estaban cruzando el
boquete que unía las dos casas, y entrando en su comedor cuando oyeron
pasos, traspiés, pujidos. Arcángela estaba a punto de preguntar
‘¿qué pasa?’ cuando oyó, primero un golpe
sonoro —nalga contra barandal—, después un crujido —el
barandal se desprende—, golpe reverberante —barandal contra el
piso—, golpe seco —cabezas contra
cemento."