BREVE HISTORIA DE LA ORDEN DE LOS TEMPLARIOS
Esta
orden se funda en Jerusalem en 1118. Nueve caballeros de origen
francés, dirigidos por Hugo de
Payens,
se juntan para proteger a los peregrinos que iban a los Santos
Lugares. Se comprometieron a
"defender
a los peregrinos contra los ladrones y malhechores y a proteger
los caminos y a servir de
caballería
al rey soberano".
Hugo
de Payens regresa a Europa en 1127 con la idea de formalizar la
Orden, de acuerdo a las normas de
la
iglesia de Roma. Recibe el visto bueno en el concilio de Troyes
en el año 1128.
Sus
Reglas eran esencialmente copiadas de la cisterciense. Los monjes-soldados
estaban sometidos a los
votos
de obediencia, castidad y pobreza. A esta Regla se le van añadiendo
otras como las que regulan los
usos
y costumbres, las ceremonias y la disciplina. Todo ello se recoge
en su conocido lema "Non nobis,
Domine,
non nobis, sed nomini tuo da gloriam" No para nosotros
Señor, sino para la gloria de Tu
nombre.
Se les
impone el hábito cisterciense de color blanco así
como la capa del mismo color para los caballeros
y
negro para el resto de los estamentos inferiores. La Cruz roja
que lucían los profesos la concedió el
Papa
Eugenio III en el año 1145.
El Papa
Inocencio III les concede en 1139 una Bula con numerosos privilegios,
entre los que podemos
destacar:
Conservar el botín tomado a los sarracenos
Están bajo la tutela exclusiva de la Santa Sede
Están exentos de diezmos
No se les puede exigir ningún tipo de servicio feudal
Los
Templarios no solamente libraron batallas situándose en
los lugares de mayor peligro y no dando
jamás
la espalda al enemigo, sino que sirvieron de banqueros para los
peregrinos de toda Europa que
acudían
a venerar el Santo Sepulcro.
Terminadas
las Cruzadas y perdidos lo Santos Lugares, los templarios se retiraron
a las siete provincias
en
las que habían dividido Europa. El Gran Maestre residía
en Chipre, para luego establecerse
definitivamente
en el centro de París.
Entre
los siglos XIII y XIV el Temple tuvo un sólido imperio
financiero. Hacían donaciones y limosnas y
los
campesinos los preferían a los señores feudales
porque el Temple los trataba con mayor justicia.
La caída
de la Orden hay que tratarla como un pretexto para una operación
de tipo político promovida
por
el rey de Francia Felipe "el hermoso" con el beneplácito
del papa Clemente V. Este rey vio con
buenos
ojos apoderarse, como solución para sus debilitadas arcas,
de las propiedades del temple, con lo
que
conseguía aniquilar a un poder que resultaba como un estado
independiente dentro de su reino.
El 14
de septiembre de 1307 se dio la orden de apresar a los templarios
de Francia bajo la acusación de
herejía.
El concilio de Viennes (1311-1312) decidía la supresión
temporal de la Orden.
El 18
de marzo de 1314, Jaques de Molay, Gran Maestre de la Orden escuchó
su sentencia. Fue condenado
a
morir en hoguera junto a 35 caballeros templarios, en la isla
de los Judíos, frente a Notre Dame, en
París.
Cuenta
la leyenda, que en la misma pira crematoria, Jaques de Molay proclamó
su inocencia y la de la
Orden,
y emplazó ante el "Juicio de Dios" al Papa Clemente
V al cabo de un mes y al rey Felipe el
Hermoso
en el plazo de un año. El Papa murió a los cuarenta
días y el Rey en ocho meses...
Muerto
Jaques de Molay, se emprende una gran persecución en contra
de los templarios en toda Europa.
En
algunos países, como España y Portugal se les da
un tratamiento respetuoso, creando en algunos casos,
una
nueva Orden, como en España (Montesa) y en Portugal (Orden
do Cristo)
A la
suspensión de los templarios, es evidente que sigue un
reagrupamiento de éstos en dos niveles: las
nuevas
ordenes militares y los que intentan mantener una estructura original
de la Orden en la
clandestinidad.
Es esta última decisión la que permite la supervivencia
de la Orden del Temple hasta
nuestros
días