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LA HABITACION DEL PANICO
No te agobies ni te deprimas. El caballero
encerrado en tu habitación, delirando y diciendo que ve la lucecita al
final del túnel, no va a morir. Es un episodio más de tantos que tendrás
que sobrellevar mientras convivas con un varón.
Una lección extra que deberás incorporar
es que el hombre (y me refiero al sexo masculino) cuando tiene una
simple gripe, se transforma en un ser débil, fantasioso, quejoso,
exagerado: simplemente insoportable.
Debés actuar en concordancia puesto que está en
peligro la armonía del hogar. Aquí van algunas recomendaciones que
pueden y deben ayudarte a pasar ese mal trago que con el frío que está
haciendo, no vas a tardar en vivir (y sufrir) en carne propia.
Se queja del dolor de cabeza y lo
transforma (con ayuda de su mente retorcida), en un tumor maligno. Esto
hace que se deprima pensando en los procedimientos médicos, químicos y
demás… cuando con una novemina fuerte se le pasa todo. Dásela molida y
mezcladita con algo que le guste comer, preferentemente dulce, ya que la
novemina es bastante asquerosa en estado puro. Cuando veas que se siente
mejor alquilale una película cosa que su cerebro repose de tanta
fantasía delirante y se centre en una situación ajena a la suya.
Le zumban los oídos, o eso dice.
Esto es un problema, porque lo de la película no camina, y lo del
walkman que te iba a sugerir, tampoco. En primer lugar, debemos
asegurarnos que sea verídico. Nada más efectivo que hacer sonar el
teléfono (ya sabés cómo se hace) y decirle que llama su jefe para
hacerle una pregunta. Si estira el brazo desesperado para cazar el tubo
y encima se incorpora en la cama, es un impostor. Si, por el contrario,
te hace un gesto de “NO” con el dedo índice mientras entrecierra los
ojos y pronuncia cual cine mudo un “NO” con la boca, entonces el pobre
sí está sufriendo. En ese caso, aunque sepas que le tiene terror a las
gotitas para los oídos (si, si, es muy macho para cortar leña pero ve
acercarse el frasco de gotitas y lo ves encogerse cual babosa con sal),
andá a la farmacia y comprá la que tenga efecto más inmediato, so pena
de que te enloquezca en las horas siguientes. No te olvides que luego
llegan los nenes de la escuela y ahí sí que se armó candombe en tu casa.
¡O domás a la fiera principal, o se te desmorona el rancho!.
Blasfema cuando puede, porque si
está con dolor de garganta efectuará unos sonidos guturales, mezcla de
ronquido con silbido penetrante que te acribillará el tímpano derecho,
el tímpano izquierdo, parte del cerebro y del cerebelo.
Ante este improperio, la solución es mezclar miel
con limón y un generoso (muy generoso) chorro de whisky, del más berreta
que consigas. Si te lo venden suelto, ni lo dudes: ¡ése es el que tenés
que comprar! No te preocupes si se te fue un poquito la mano, mal no le
va a hacer, y en menos de lo que canta un gallo o bien lo tenés cantando
“La Gasolina”, o bien lo tenés roncando a pata suelta.
De más está decirte que, si de esto último se
trata, aproveches esos momentos de ensueño para hacer las cosas de la
casa, porque cuando el tipo se despierte va a requerir tu presencia a
toda costa, con alguna otra artimaña infantil.
Por el contrario, si se puso al mango con “La
Gasolina” y te cae algún vecino incomprensivo, hacelo pasar a tu
dormitorio y con un triste meneo de cabeza le explicás que tu marido
está atravesando por un momento sumamente difícil, una enfermedad que
aunque no le dejará secuelas graves a futuro, sí provoca este tipo de
episodios aislados durante la penosa recuperación.
Para marearlo un poco más, le decís que también
consultaste con un psicólogo amigo quien –apesadumbradamente- te explicó
que es parte de la liberación del YO, todo lo que el ser humano quiere
hacer pero que es bloqueado por el “comportamiento aceptado
socialmente”.
Y ya que estás, para asegurarte de ponerlo de tu
lado, le preguntás si podrías contar con él en caso de que se desbunde
demasiado, si hay que atarlo a la cama o algo así (menester primario:
evitá la carcajada ante la cara de horror del co-propietario).
De paso cañazo, le tirás sutilmente la línea de
que no te ha dado el tiempo de ir al supermercado con esta situación.
De esta forma (y aplicando siempre la idea de
matar dos pájaros de un tiro, aunque en este caso matás tres) vas a
tener un vecino comprensivo, un vecino cadete y un vecino baby-sitter
(porque, claro, no podés dejar que los nenes vean a su padre en ese
estado, ¿no?)
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