La Leche

La leche proporciona muchas bondades junto a no escasos peligros. Para su consumo de manera sensata, es conveniente tener en cuenta ciertos conocimientos y adoptar algunas previsiones. Por sus especiales características ha sido un alimento siempre discutido desde el punto de vista médico y alimenticio.

Sus grasas y sales, y sólo éstas, contribuyen al crecimiento y la consolidación del esqueleto de los seres humanos y mamíferos inferiores. Sin embargo su grado de digestibilidad dista mucho de los beneficios del poder nutritivo, y depende del mamífero que la produzca. La de yegua posee una reacción alcalina. La de cabra no sirve para la alimentación infantil por carecer de los principales nutrientes, sobre todo el cobre, además puede producir la fiebre de malta de cuyo microbio las cabras son portadoras.

Con leche de vaca, burra o yegua se prepara en Rusia, Francia, Suiza y Alemania el famoso y antiquísimo Kumis, un licor espumoso, blanquesino que sirve como medicamento para ciertas enfermedades intestinales.
Definitivamente la leche de vaca es la que goza de mayor popularidad y demanda. Además de su valor nutritivo, puede emplearse como sedante del sistema nervioso. Su utilidad dietética se ha discutido mucho hasta llegar a la conclusión de que la leche, fuera de la lactancia, no es un alimento indispensable, aunque sí muy útil por su riqueza en grasas, vitaminas y calcio.

Una dieta en donde impere la leche es definitivamente un error. Debe ser consumida en pocas cantidades, evitando así la formación de bolos o quimos dañinos en el estómago. La leche jamás deberá hervirse pues con ello pierde sus cualidades nutritivas , prácticamente beberíamos agua blanca. Es suficiente con su pasteurización, a baja temperatura (unos 65°C), durante unos 15 minutos para esterilizarla y eliminar los gérmenes nocivos.


Luis Valderrama