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costumbres y leyendas - II
ANA ROSA GIRALDO ARIAS Por:
Silvio Aristizábal Giraldo
Fotografía tomada del Libro "Pensilvania, Un Pueblo entre las nubes".
La tía Ana Rosa, que nunca se casó, era la encargada de preparar a todos los sobrinos para la primera comunión. Nos enseñaba el padre nuestro y las oraciones y nos explicaba cómo debíamos decirle al padre los pecados para que nos perdonara. A todos nos obligaba a aprender el canto "Vamos niños al Sagrario que Jesús llorando está, pero viendo tantos niños muy contento se pondrá". Hasta hace pocos años, la tía enseñaba el catecismo a los niños todos los domingos por la tarde y para motivarlos a asistir preparaba unas deliciosas panelas de leche que repartía al final de la clase. La tía Ana Rosa tiene una memoria prodigiosa y recuerda con lujo de detalles muchos acontecimientos, desde las anécdotas de sus once hermanos y sus primos hasta los sucesos políticos del año 1936 en Pensilvania en el llamado "Abaleo". Aún hoy, a su edad conserva su memoria, siendo admirada por quienes la conocen. Siempre le ha gustado hacer versos. El periódico El Campesino publicó muchas de sus poesías alusivas a la vida del campo y algunas con marcado acento religioso. Si usted llega hoy a su casa la encuentra leyendo, escribiendo o rezando, pero siempre dispuesta a conversar, a pesar de sus problemas auditivos. La poesía sobre el paso de los primeros aviones es una muestra de su capacidad versificadora. Cuenta la tía Ana Rosa que la familia vivía en esa época, hacia 1922, en una finca cercana a lo que hoy es el corregimiento de San Daniel. María de Jesús, su hermana había sido maestra en la vereda de Samaria y aprovechando un viaje de Luis Urbano, otro de sus hermanos, a Medellín, le había encargado un Diccionario Larouse. En ese diccionario vieron ellos los primeros aviones, por lo tanto eran los únicos que en la vereda conocían estos aparatos aunque no habían escuchado el ruido. Pero dejemos que sea la tía Ana Rosa con su poesía quien nos cuente lo sucedido con el paso de los primeros aviones por Pensilvania.
de los primeros aviones, pues la gente daba gritos que partía corazones Muchos creyeron que el mundo
En el sector La Divisa
Tivita , toda aterrada,
A morir con el esposo
Doña Gregoria la vio
A su nieta, confundida,
En casa no causó espanto,
Alcé al cielo la mirada,
"Un d'esos", volví a exclamar
En el diccionario vimos
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