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Por: Manuel Fernández Molina
Contenido:
2. El teatro subsiguiente a los terremotos de 1917-1918
3. La actividad teatral de 1921 a 1944
Para el año 1900 la actividad escénica de la ciudad de Guatemala se hallaba centrada en el Teatro Colón que contaba para entonces con 41 años de existencia, y cuya actividad a través de cuatro décadas había cobrado bastante regularidad. En efecto, el cambio de siglo tomó a la vida escénica del Teatro Colón en gran auge; puede decirse que en su zenith. Más allá de ese quehacer escénico que giraba al rededor de operetas, óperas y zarzuelas, presentadas por compañías extranjeras, casi no había ninguna otra actividad teatral en la ciudad de Guatemala, como no fuese algún acto escolar.
El jueves 4 de enero de 1900 es la fecha que marca el inicio de la actividad del Teatro Colón en el siglo XX con la ópera Lucia de Lammermoor, de Gaetano Donizetti, presentada por una compañía visitante, bajo la dirección artística de Ángel Disconzi, un músico italiano que desde 1898 vivía en Guatemala como director del Conservatorio. Esta temporada con la que se abrió el siglo tuvo como piezas centrales Aída, de Giuseppe Verdi, y La Bohème, de Giacomo Puccini, opera que entonces se estrenaba en Guatemala y que fue la que más le gusto al público.
Piezas dramáticas propiamente dichas se presentaban pocas en el Colón, si bien si había algunas temporadas de compañías de teatro, como ese propio año, 1900, en la que el músico y empresario Germán Alcántara hizo los arreglos para traer de México a la compañía dramática de Matilde de la Rosa y José Sánchez, que dio una estupenda temporada en la que sobresalió la obra Tierra Baja, del dramaturgo catalán Ángel Guimerá (1845-1924), en la versión en castellano de José Echegaray. Esta pieza, estrenada en Barcelona en 1897, es una obra de importantes valores escénicos, si bien enmarcada dentro de un estilo de corte 'efectista' o 'tremendista', en el sentido de que apela demasiado a la emotividad de los espectadores. Esta fue la obra favorita del público, que no recibió con igual entusiasmo las otras obras que ofreció esta compañía, que fueron El loco Dios, de José Echegaray (1832-1916); Electra, de Benito Pérez Galdós (1843-1920); El señor feudal y Juan José, de Joaquín Dicenta (1862-1917); y Los Galeotes, de Serafín Alvarez Quintero (1871-1938). Es interesante que Tierra Baja haya sido la obra favorita de la temporada; interesante en tanto que se trata de una pieza que plantea asuntos sociales -un poco en la línea de Fuenteovejuna de Lope de Vega- que podrían haber provocado un cierto malestar entre los sectores tradicionales de Guatemala; pero, por otra parte, es entendible pues es una pieza que en el cambio de siglo estuvo de moda en muchas ciudades.
Al año siguiente, 1901, Germán Alcántara trajo a la compañía española de Francisco Benavides que ofreció un repertorio nada novedoso, centrado en obras de Echagaray. Esta compañía se disolvió en Guatemala, y aquí quedaron los actores Teófilo Leal (venezolano) y Alfredo Palarea (español). Ambos organizaron varios grupos de aficionados en los años próximos; Palarea con el paso del tiempo se caso con Adriana Saravia y procrearon una familia muy aficionada al arte, cuyos miembros han tenido presencia en varios grupos y compañías.
En cuanto a la actividad de los guatemaltecos, debe anotarse que en 1902 el músico quezalteco Pedro J. Vásquez estableció en la ciudad de Guatemala la "Compañía Típica Nacional", que inició el teatro musical en el país. Fue una compañía que presento algunas operetas de repertorio internacional con no mucha fortuna, pero descolló por presentar obras ligeras confeccionadas por la propia compañía, como Entre Fronteras, Si yo fuera presidente, Navidad y Juan Chapín.
Al inicio de enero de 1909 se abrió una nueva sala de espectáculos en la ciudad de Guatemala, el Teatro Variedades. No era tan grande como el Colón, pero por su escenario desfilaron muchas e importantes compañías de teatro. Estaba situado este teatro en el lado sur de la sexta calle entre tercera y cuarta avenidas (más cerca de la cuarta) de la zona central. A partir de la existencia de este escenario las compañías dramáticas usualmente se presentaban allí.
Se podría llenar muchas páginas enlistando las operas y operetas que con bastante regularidad, hasta diciembre de 1917, configuraban las temporadas del Teatro Colón con empresas en gira; pero lo que aquí interesa de manera especial son las compañías dramáticas, como la de Francisco Fuentes y la de María Guerrero. Ambas compañías estuvieron en Guatemala en 1909, y las actuaciones de una y otra fueron importantes en el desenvolvimiento teatral de Guatemala. Ambas se presentaron en el Teatro Variedades.
Quizás lo más importante de la compañía de Francisco Fuentes fue lo novedoso de algunos recursos técnicos que introdujo en Guatemala, como la iluminación con candilejas situadas en los extremos del proscenio en vez de únicamente al frente, como era lo tradicional. Las obras de lucimiento de Francisco Fuentes como actor fueron Las divinas palabras, de Ramón del Valle Inclán (1866-1936); Como buitres, de Manuel Linares Rivas (1867-1938); y, sobre todo, Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand (1868-1918), en las que Fuentes se lucia haciendo los personajes centrales. Fue, en general, una temporada muy balanceada, en la que hubo varias obras muy accesibles o ligeras que fueron los grandes éxitos de público, a saber: Las aventuras del Nick Carter, pieza policial de John R. Coryell (1851-1924), que tenía asegurado el éxito puesto que Nick Carter era un personaje de folletón juvenil, como años después seria Dick Tracy; la comedia alemana Juventud de príncipe, de Wilhem Meyer-Forster (1862-1934); Corazones de mujer, obra romántica de Santiago Rusiñol (1861-1931) en versión de Gregorio Martínez Sierra (1881-1947); y Madame sans gene, de Victorien Sardou (1831-1908), una comedia situada en dos momentos de la vida de Napoleón Bonaparte (cuando era teniente de artillería y cuando era emperador); se presento sin traducir su titulo, seguramente porque así era conocida internacionalmente, y se mantuvo una semana con taquilla agotada. Un éxito recordado por muchos años por el público que la vio, en parte debido al lujo del vestuario.
La compañía española de María Guerrero se presento con un repertorio centrado en obras de autores del Siglo de Oro, como Lope de Vega y Calderón de la Barca, si bien el éxito de público fue Locura de amor, de Manuel Tamayo y Baús (1829-98). Esta compañía también escenifico la pieza Los Conquistadores, del escritor peruano radicado en Guatemala José Santos Chocano (1875-1934); obra que durante los años que el autor vivió en España había sido estrenada en Madrid, por otra compañía, el 7 de abril de 1906, con una acogida muy pobre tanto de la critica como del público. En Guatemala tuvo la misma acogida que en España: fría. Pero siempre fue una oportunidad para que Fernando Díaz de Mendoza (esposo de María Guerrero) diese una muestra de su dominio escénico, interpre tando a Don García, un personaje que es un conquistador español del siglo XVI pero con la actitud y el discurso romántico del siglo XIX.
En 1910 estuvo por primera vez en Guatemala la famosa actriz mexicana Virginia Fábregas, que impactó tremendamente al público. Su compañía tuvo más demanda de localidades que la de María Guerrero, muy probablemente debido a que presentaba obras más del gusto general como Mariana, de Echegaray; Magda, del alemán Hermann Sudermann (1857-1928); y muy especialmente el melodrama La mujer X, del francés Alexandre Bisson (1848-1912). Esta obra volvió a ponerla en cartelera en la gira que hizo en 1922, con igual éxito. A pesar de que a Guatemala viniesen compañías de la alta calidad de las tres mencionadas anteriormente (Fuentes, Guerrero, Fábregas), se mantuvo la característica de que la actividad escénica con público más asegurado era la de teatro lírico, y esto se mantuvo así hasta los terremotos de diciembre de 1917 y enero de 1918 que dañaron seriamente el teatro Colón, e hicieron imposible que allí se presentase ningún espectáculo por el estado de maltrechez en que había quedado. La demolición del edificio teatral no se efectuó sino hasta 1922, después que una comisión técnica, compuesta por los constructores Víctor Cottone, Gustavo Novella y Cristóbal Azari, opinó que no era rentable reconstruir el teatro y que lo razonable era demolerlo.
Los terremotos de diciembre de 1917 y enero de 1918 dañaron muy seriamente a los tres teatros que había en Guatemala: un pequeño Teatro Abril (inaugurado a mediados de 1916), situado en la novena avenida y 13 calle, y los dos más importantes, el Colón y el Variedades. Pero el efecto de esta devastación fue complejo, y puede decirse que la destrucción de 1917-18 resultó beneficiosa para el desarrollo del teatro hecho por guatemaltecos, especialmente en la línea de comedia.
En abril de 1918 surgió el Grupo Artístico Nacional, que fue un haz de personas interesadas en el trabajo escénico. Esta compañía de aficionados nació del interés y el entusiasmo de Jesús Unda, Alberto de la Riva, Augusto Monterroso, Guillermo Andreu, los hermanos Aragón y las hermanas Spillari. Se trató de un grupo de personas hermanadas no solamente por su afición al arte escénico, sino, además, unidas en la tarea de buscar entretención ante la adversidad, ya que la ciudad se hallaba tumbada en el suelo. El grupo comenzó haciendo sus montajes al aire libre o en el patio amplio de alguna casa que hubiese soportado bien el embate del terremoto. El Grupo Artístico Nacional tuvo la buena suerte de que en 1919 un teatro/cine, El Renacimiento, se terminó de construir al otro lado de la calle frente al frontispicio del dañado Teatro Colón (11 avenida entre novena y octava calles), y allí se consolidó como una compañía de aficionados que se hizo de un público fijo.
Al comienzo, este grupo únicamente se centraba en montajes de teatro lírico y de comedias extranjeras, especialmente españolas, pero al paso del tiempo comenzaron sus integrantes a hacer montajes propios, y Alberto de la Riva (1886-1956) se constituyó como el comediógrafo del grupo. La característica que comportó el quehacer de este grupo es que fue el embrión de la futura dramaturgia en Guatemala. Con anterioridad al quehacer de este grupo se escribían obras de teatro con muy poca regularidad, dado que los autores nacionales no veían que sus obras fuesen llevadas a escena. Esto explica que potenciales dramaturgos como Manuel Zeceña y Juan de Dios Sandoval estrenaron respectivamente Sangre Negra (1912) y La puerta del abismo (1913), pero no continuaron escribiendo teatro. Antes de la actividad del Grupo Artístico Nacional únicamente Joaquín García Salas escribía con alguna regularidad guiones para operetas con temas locales. En 1915 su libreto El timbre eléctrico tuvo varias presentaciones. En 1919 ganó un certamen literario pero en la década de 1920 no escribió más.
Debido a las circunstancias en las que nació el Grupo Artístico Nacional sus creaciones se orientaron y centraron en la comedia. Alberto de la Riva escribió obras ligeras, algunas veces basadas en asuntos de la vida real como El crimen de la calle Marconi, y otras piezas eran meramente comedias pero usualmente con alusiones a situaciones del momento, tales como La opera de don Chus, Los veinte pelones, El general Pherera, Los vampiros humanos, y su éxito muchas veces vuelto a escenificar, La Rafaila. Fue De la Riva un autor de gran sentido del humor y que sabia como manejar el dialogo, y debiera de ser bastante más conocido de lo que es; lamentablemente sus libretos no se han conservado, e incluso la versión de La Rafaila que volvió a ser montada en la Universidad Popular al comienzo de la década de 1980 se trató de una versión re-escrita por Enrique Wyld.
El año de 1921 conllevó algunos cambios favorables en la situación del quehacer teatral en la ciudad de Guatemala, debido a dos circunstancias: la primera que entonces se conmemoraba el centenario de la independencia, y el estado dio pequeñas subvenciones a los grupos de teatro: el Grupo Artístico Nacional, la Compañía Lírica Guatemalteca, y dos compañías de Teatro Infantil, una dirigida por Marta Bolaños y la otra por María Magdalena López (tía materna del dramaturgo Manuel Galich). Ninguno de estos grupos de aficionados hizo ningún montaje que trascendiera lo amateur. La segunda circunstancia que se dio en 1921 fue la reapertura del Teatro Variedades, que se llevo a cabo el sábado 3 de septiembre con la compañía Perrella, de zarzuelas. Se presento Maruxa, de Vives, con gran éxito. Era la primera compañía internacional que llegaba a Guatemala después de los terremotos, y esto provocó mucho interés entre el público, tanto que las localidades se agotaban con muchos días de anticipación.
Es de apuntarse que en 1920 había comenzado a funcionar un nuevo Teatro Abril (en su actual sitio de la novena avenida y 14 calle), pero no estaba totalmente terminado, lo que limitaba mucho su utilización como escenario. No fue sino hasta el año 1926 cuando fueron concluidas las instalaciones de este teatro y, consecuentemente, comenzó a trabajar a plenitud; los seis primeros años fue un edificio dedicado principalmente a la actividad cinematográfica, que comenzaba a ser parte de la entretención de los fines de semana. Ahora bien, a partir 1926 el Teatro Abril comenzó a ser el escenario principal de la actividad teatral de la ciudad de Guatemala; en efecto, durante los años 1926-30 el Teatro Abril llego a tener la categoría que años atrás tenía el Colón. En el quehacer escénico había algún cambio, pues en el Abril actuaban bastante más grupos nacionales que años atrás en el Colón.
En enero de 1923 Guatemala tuvo la suerte de ser una de las ciudades que toco en su gira la compañía de Lola Membrives, de Buenos Aires, en la que el premio Nobel Jacinto Benavente viajaba como dramaturgo y actor ocasional. Y esto era pocas semanas después de que el escritor había sido laureado con el premio (diciembre de 1922). En efecto, la compañía estaba en Argentina, cerca de Mendoza, cuando el Nobel le fue otorgado al escritor, quien no fue a Estocolmo a recogerlo, sino que se quedo en la gira. Las principales obras que se presentaron fueron Más allá de la muerte, que había sido estrenada en Buenos Aires en agosto de 1922, y La malquerida, cuyo gran éxito en Nueva York desde 1920 (presentada allí como The Passion Flower) fue uno de los factores decisivos a favor del Nobel para este comediógrafo. Además de las obras presentadas, el paso de Benavente tuvo la relevancia de que dicto algunas conferencias, entre las que descolló 'Las mujeres en la teatro de Shakespeare'. La ausencia de dramaturgos en Guatemala hizo que la presencia de Benavente no comportase ningún dialogo ni intercambio de ideas con colegas suyos.
Las administraciones de los presidentes José María Orellana (1921-26) y Lázaro Chacón (1926-30) fueron de apoyo a la actividad teatral, no solamente dándole espaldarazo gubernamental a la presencia de compañías extranjeras, sino además apoyando a los grupos nacionales, si bien con subvenciones muy esporádicas. Ambos presidentes fueron amantes de concurrir a espectáculos teatrales, especialmente de genero lírico ligero, como operetas y zarzuelas.
A fines de octubre de 1929 se desato una crisis económica mundial que repercutió en el teatro. En algunos países incentivo la actividad teatral, pues la gente tenía más necesidad de distraerse. En Guatemala, sin embargo, el efecto fue de contrac ción de la actividad teatral; ya en 1930 hubo mucho menos actividad que en 1929, tanto de grupos nacionales como de compañías visitantes. Y durante los primeros cuatro años (1931-35) de la administración de Jorge Ubico el quehacer teatral se redujo casi a cero. Grupos foráneos prácticamente no entraron a Guatemala, pues el gobierno tomó la medida de prohibirlo para evitar la salida de divisas, ya que en Guatemala comenzaba a sentirse la crisis muy fuertemente desde mediados de 1930. El Teatro Abril que había tenido unos cuatro años y medio de bastante actividad como escenario, vario a ser meramente una sala de cine.
Las crisis, claro, no duran por siempre, y en 1935 se había afirmado ya la forma diseñada por la administración de Ubico para manejar los efectos en Guatemala de la crisis económica mundial y, además, se había afirmado también el control político de la administración. Por otra parte, en 1935 se daba una coyuntura cultural doble: por una parte era el centenario del nacimiento de Justo Rufino Barrios, y, por otra, era el tricentenario de la muerte de Lope de Vega. Estas efemérides hicieron que el estado patrocinase algunas actividades culturales, principalmente certámenes de literatura. Dentro de este "entusiasmo" gubernamental se colaron algunas actividades escénicas, aunque de un nivel de escenificación muy amateur; pero a pesar de su diletantismo este quehacer escénico fue un estimulo para la creación literaria; al menos el dramaturgo Manuel Galich se intereso en esta vía de expresión literaria gracias a que vio subir a escena sus obras, que fueron representadas muchas veces por el Grupo Artístico Nacional, mismo que, como atrás se dijo, nació en abril de 1918 después de los terremotos. Otro nombre que tiene que citarse es el de María Luisa Aragón, quien en 1938 estrenó la obra Un loteríazo en plena crisis, que cada vez que sube a escena es un éxito asegurado de público, y puede decirse que es la obra guatemalteca que mayor numero de diferentes montajes ha tenido.
Esta política de un muy tenue apoyo a la creación artística (al menos de tolerar la creación escénica siempre y cuando fuese apolítica) se mantuvo casi sin variaciones importantes hasta la salida del dictador al final de junio de 1944, y ella permitió que se cultivase una modestísima actividad escénica; actividad escasa y de calidad escolar pero que mantuvo el interés y el entusiasmo entre los aficionados, y esto hizo posible que germinase el teatro en un contexto político favorable a partir de 1945.
La característica más evidente de los primeros 45 años de representaciones teatrales en el siglo XX es que el interés del público se centraba fundamentalmente en las comedias. Si volvemos nuestra atención a las temporadas que al comienzo del siglo dieron las compañías visitantes de Francisco Fuentes y la de Virginia Fábregas, se puede señalar que siempre sus éxitos de taquilla fueron las comedias. Puede afirmarse que María Guerrero tuvo menos éxito de público que Virginia Fábregas porque el repertorio de su compañía era más centrado en dramas. Si avanzamos más en el siglo, descubrimos que los éxitos siguen siendo las comedias, y esto tiene influencia en la creación de los escritores. Es una característica que aún hoy (1999) se mantiene vigente.