Prisionero del destino

Los grilletes me duelen,
se clavan en mi corazón.
Podría gritar,
pero nadie puede oirme.

Todos somos sus fieles seguidores,
siempre contra nuestra voluntad.
Él nos guía por los caminos del infierno,
paso a paso nos acercamos a nuestra muerte.

Él no tiene piedad ni remordimiento,
no le importa ver sufrir al mundo.
Lo somete bajo su látigo de opresión.

Cada noche, cada sueño es un viaje.
Un viaje a nuestro interior,
a nuestra libertad.

El Cajun romántico