Telegrama

El vaso rebalsó una gota;
apagó la llama;
ardió sin fuego.

Olvidé tu rostro
en la mañana;
escribí esta carta
para recordar
cuánto perdí con tu huída.
No mandé la carta
bendecida con soles dorados,
sino en simple papel gris,
herido con mis lágrimas de hielo,
quemado por las palabras que perdí.
Y me solté a la calle;
caballo desbocado,
riendas en mi cuello,
sin jinete ni dueño.
No volví jamás al principio,
el final nunca lo vi;
sólo me detuve en la mitad de todo
y miré, solo miré...


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