Ernesto Sabato: Abaddon el exterminador.

Comencé a pensar en aquellos que dicen
que este mercado en que vivimos
está formado por una única sustancia
que se transmuta en árboles, criminales y montañas,
intentando copiar un petrificado museo
de ideas.
Aseguran
(antiguos viajeros, escrutadores de pirámides, individuos que en sueños
lo han entrevisto, algún mistágogo)
que es una pasmosa colección de objetos inconmovibles y
estáticos:
inmortales árboles, petrificados tigres,
junto a triángulos y paralelepípedos.
Y también un hombre perfecto,
formando con cristales de eternidad,
al que torpemente quiere parecerse
(el dibujo de un niño)
un montón de partículas universales
que antes eran sal, agua, batracio,
fuego y nube,
excrementos de toro y de caballo,
vísceras podridas en campos de combate.
De modo que (siguen explicando esos viajeros, aunque ahora con levísima
ironía en los ojos) con esa
inmunda mezcla
de basura, tierra y restos de comida,
purificándola con agua y sol,
cuidándola anhelosamente
contra los despreciativos y sarcásticos poderes
de las grandes fuerzas terrestres
(el rayo, el huracán, el mar enfurecido, la lepra)se intenta un burdo
simulacro
del hombre de cristal.
Pero aunque crece, prospera (le van bien las cosas, eh?)
de pronto empieza a vacilar
hace esfuerzos desesperados
y finalmente muere
como ridícula caricatura,
volviendo a ser barro y excremento de vaca.
Si no logra al menos la dignidad del fuego.

Biografía:

ERNESTO SABATO nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911, hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata, trabajó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura. Ha escrito varios libros de ensayo sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literaria -así, El escritor y sus fantasmas (1963); Apologías y rechazos (1979)-, y tres novelas: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974), la última premiada en París como la mejor novela extranjera en 1976. Escritores tan dispares como Camus y Greene, como Quasimodo y Piovene, como Gombrowicz y Nadeau han escrito con admiración sobre su obra.

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