Kelmon
Por William King
Con la boca abierta en un grito silencioso,
Kelmon se incorporó bruscamente sobre la esterilla en que dormía
El Eldar estudió su estancia. En respuesta a su
despertar, los cristales‑luminosos ya habían empezado a relucir, haciendo
retroceder a la oscuridad. Por el rabillo del ojo captó la presencia de algo
que se movía por los rincones en penumbra de la habitación. Los ojos del animal
captaban la luz y brillaban. Kelmon dejó de contener el aliento lentamente,
reconociendo a la criatura.
El gran gato gris trepó de un brinco entre sus
brazos. También parecía nervioso, como si hubiera presentido su
temor.
Kelmon acarició a la criatura con sus dedos largos y delicadamente finos, tanto
para calmarse a sí mismo como para calmar a su mascota. Tomó vanas bocanadas
Profundas del aire tintado canela, oliendo las firmes esencias de especias y
perfumes que saturaban la atmósfera del Mundo Astronave. A través de sus
sentidos psíquicos percibió la ligera vibración que se producía en el tejido
del espacio tiempo a medida que el Mundo Astronave se desplazaba a lo largo del
túnel de Disformidad, navegando por la falla en la estructura del universo
hacia su destino final.
Respondiendo a su estado de ánimo, la psico-arpa
empezó a tocar una melodía tranquilizante. Kelmon la silenció con un breve
gesto de su mano. No quería tranquilizarse. Algo extraño y terrible estaba
sucediendo allí.
La pesadilla ya había comenzado a disiparse v
eso le preocupaba. Era un Gran Vidente, adiestrado en interpretar toda clase de
augurios, incluyendo la interpretación de sueños: entrenado para recordarlos,
no para olvidarlos. Sintió que cierto poder debía estar actuando; un poder de
la más siniestra naturaleza.
A medida que se concentraba, empezaba a
recordaba fragmentos de la pesadilla. Vio a su Mundo Astronave de Iyanden a la
deriva, muerto en el espacio. Vio las cúpulas que Protegían a los grandes
árboles Iolar y todo lo que se había preservado de la biosfera de sus hacia
tanto tiempo desaparecidos mundos natales arrasado Los pétalos carbonizados de rosas
carmesí colgaban silenciosamente en la ingravidez del espacio. Los restos
congelados de repente de plantas y animales flotaban entre las ramas de las
copas de los árboles. Los pasillos del Mundo Astronave estaban vacíos excepto
por los cuerpos congelados de los Eldar muertos que habían sido sorprendidos
mientras intentaban ponerse sus armaduras de protección. Las cámaras donde los
Osteocantores fabricaban astronaves con Hueso Espectral arrebatado al éter
estaban vacías. Incluso las Joyas Espirituales conectadas al Circuito Infinito,
última morada de los millones de muertos del Mundo Astronave, estaban apagadas
y desprovistas de vida.
Atrapado en el corazón del Mundo Astronave, el
Avatar rugía, impotente y sin posibilidad de escapar de su cámara ahora que no
quedaba nadie para llamarle. En el puente, la cámara brillante desde la
que se dirigía la navegación del Mundo Astronave algo espantoso aguardaba. Un
ser que adoptaba la forma de un Eldar, pero que no lo era. Un ser con fuego maligno
ardiendo en sus ojos muertos un ser maligno, ancestral y demoníaco. Al
recordarlo, Kelmon quiso gritar de nuevo.
Tan intensa fue la visión del horror que el Gran
Vidente empleó su voluntad para activar su esfera de adivino. Instantáneamente,
las imágenes procedentes del interior del Mundo Astronave se hicieron visibles.
Pudo ver las grandes cúpulas jardín y los Eldar que les cuidaban con
dedicación. Los lolars en flor ofrecían sus brotes de tonalidades pastel, un
recuerdo vivo de los mundos perdidos para su pueblo desde la Caída. Observó la
cámara abarrotada donde los Guerreros Especialistas equipados con las
características armaduras redondeadas de la raza Eldar practicaban las
disciplinas del arte marcial de su elección.
Contemplo la Sala de la Niebla, en la que los
Espectros Aullantes saltaban lanzando los intrincados golpes y pasos del Baile
de los Cráneos, luchando tanto como bailando mientras sus hermanas golpeaban
tambores a ritmo con sus movimientos. Contemplo la Sala de los Halcones, en la que
los Halcones Cazadores volaban y luchaban en ingravidez, esquivando,
contorsionándose y rebotando por las paredes, suelo y techo. Contemplo la
Caverna de la Noche, en la que los Segadores Siniestros practicaban en los
campos de tiro con sus lanzamisiles de mortífera potencia destructiva.
Contemplo la Sala de las Dunas, donde los Escorpiones Asesinos luchaban en
escaramuzas de adiestramiento de combate cuerpo a cuerpo; sus Mandilaseres
escupían continuamente muerte venenosa.
Contemplo la Guarida de los Dragones en la que,
en medio de llamaradas, los Dragones meditaban sobre la naturaleza de sus armas
incendiarias. Inspeccionó la Cámara de las Almas Perdidas, donde los Exarcas,
mortíferos guerreros atrapados para siempre en la disciplina de su especialización
como combatientes afilaban sus habilidades hasta la extrema improductiva
perfección. Todas estas áreas estaban repletas de vida.
Con una desviación de su voluntad, enfocó el
cristal psicotrópico sobre el puente. Allí todo Paresia normal El Gran Vidente
de guardia estaba de pie sobre la gran tarima elevada y estudiaba la
disposición de sus joyas rúnicas. En la Sala de los Fantasmas, los técnicos
hacían pequeños ajustes a los chasis de los Guardias Espectrales mientras se
mantenían en comunicación con los espíritus encerrados en las joyas de alma que
les suministraban constantes actualizaciones de su estado técnico.
Todo parecía en orden y Kelmon se sintió más
tranquilo. Se permitió relajarse ligeramente y se sirvió una copa de vino
especiado. El sabor áspero de fondo de la mezcla hormigueó en su lengua. Sabia
que era una buena cosecha, de casi dos mil años de antigüedad Una cosecha que
los Eldar guardaban para ellos mismos y con la que nunca comerciaban con los
humamos.
El sueño continuaba perturbándole. Era un Gran
Vidente con demasiada experiencia como para ignorarlo simplemente. Sabía que
todo está conectado. Los sueños de tanta intensidad como su pesadilla
reflejaban algo en la madeja cósmica, incluso aunque sólo fuese una
posibilidad. No dudaba que el futuro que había visto en sus sueños señalaba una
de las muchas líneas de probabilidad radiales que surgían de este momento en el
tiempo. Para su propia tranquilidad mental, y para la posible segundad de cada
ser vivo en aquel Mundo Astronave, supo que iba a tener que intentar la
lectura.
Cogió su bolsa de piedras rúnicas. Cerrando sus
ojos buscó en el interior de La bolsa de seda y extrajo una. Respirando
pausadamente la sostuvo a la altura de sus ojos, y después abrió su mano. La
Piedra rúnica no cayó. Se quedó dotando allí. Kelmon abrió sus ojos. La piedra
era de color rojo, un mal presagio. Sobre ella estaba inscrito el signo de
Slaanesh, el devorador de almas. Este era el peor de todos los posibles
augurios. Si la influencia del dios demoníaco que había destruido los mundos
ancestrales y devorado los espíritus de la mayoría de la raza Eldar iba a
hacerse sentir entonces se trataba de un asunto de la más siniestra y profunda
importancia.
Kelmon buscó en el interior de la bolsa otra vez
y cogió otra piedra. Era bicolor. Una de las dos únicas de la bolsa. La mitad
de la gema era roja y la otra mitad azul. Kelmon se estremeció Las cosas se
estaban poniendo peor. Lanzó la piedra al aire. Esta comenzó a describir una
órbita lateral alrededor de la primera piedra, girando de forma que mostraba al
Gran Vidente primero una cara y después la otra. El signo del Dios de la Mano
Ensangrentada brillaba frente a los ojos de Kelmon primero en nodo, luego en
azul.
Entonces la guerra pensó, la guerra contra los
Poderes del Caos. Y pronto El Dios de la Mano Ensangrentada orbitaba Próximo al
signo de Slaanesh. Kaela Mensha Khaine sería desatado. El pueblo de Iyanden no
tendría más opción que seguirle, una vez hubiera sido invocado. No, pensó
Kelmon, había algo extraño en esto. Más claridad.
Cogió otra piedra y la arrojó al aire. Se hizo
visible la runa del Emperador. Peor que peor: la segunda de las runas
bicolores. La raza de los hombres estaba implicada hombres que Podrían tanto
luchar a lado del Caos como contra él. La Runa de los Hombres adoptó una
posición próxima a la Runa del Dios de la Mano Ensangrentada. Le seguía en su
órbita, pero mostraba siempre su lado rojo hacia el Gran Vidente. El Hombre
serviría entonces al Caos; voluntariamente o contra
su voluntad, él no lo sabía. Necesitaba más información.
Cerró su puño dentro de la bolsa, sintiendo que
había cogido tres piedras, las soltó. Una comenzó una órbita vertical lenta
alrededor de la piedra de Slaanesh. Las otras dos flotaron una a cada lado de
las piedras que se movían a la distancia aproximada de un brazo.
La piedra que orbitaba verticalmente era el
Escorpión. Entonces sería una emboscada. Otra vez pronto. La órbita era próxima
y cerrada alrededor del indicador primario. La segunda piedra flotaba a la
izquierda. Era el Árbol de la Vida. Entonces este asunto se inició en tiempos
antiguos. Fluía desde los orígenes de su raza. Bajo estas circunstancias,
parecía sabio el asumir que todo fue parte de las antiguas guerras contra el
Devorador. La piedra del lado derecho era el Sendero.
De repente, la comprensión estalló en la mente
de Kelmon. Al final de esta línea se encontrarían con los servidores de
Slaanesh. Estaban navegando hacia un mundo humano que había caldo ante el
enemigo; y las gentes de la Mundo Astronave creí un que viajaban para
comerciar. Podían ser sorprendidos; podían caer en una emboscada de los
adoradores del Caos.
Cogió tres piedras más que flotaron junto al
conjunto. El signo del Mundo Astronave. El futuro de Iyanden dependía del
resultado. El signo del equilibrio. El resultado era incierto. El signo de la
verdad. Este era un aumentativo. Era un signo que aparecía pocas veces; uno que
confirmaba lo que Kelmon habla pensado: la lectura era cierta y de vital
importancia.
Inclinó su cabeza y aclaró su mente estirando el
brazo para tocar las piedras y unirse a sus estructuras psíquicas, para
observar por sí mismo una parte de la madeja cósmica.
La visión anegó sus ojos. Vio un desierto
ardiente y un ejército rebelde. Vio un demonio con cuatro brazos, dos humanos y
dos rematados en pinzas de pie en lo alto de un promontorio. Vio al demonio
devorando una joya espiritual. Vio a guerreros enfrentándose en la arena;
hombres y Eldar caían muertos. Los Halcones Cazadores volaban entre corrientes
de aire caliente, la Guardia Espectral avanzaba a través de la destrucción.
Enormes carros de combate del tipo que los hombres denominaban Leman Russ
efectuaban disparo tras disparo. El desierto explotaba, columnas de arena se
levantaban hacia el cielo de donde caían los proyectiles.
Vio transportes de tropas Rhino que avanzaban
rápidamente, levantando tras ellos columnas de polvo. Vio al demonio
volviéndose para mirarle con ojos que parecían brillantes
joyas. El dolor estalló en su cabeza. La visión se desvaneció.
Sabia que tenia que alertar a los demás. Debían
prepararse. La guerra se acercaba.