Cookies?  
  Cookies? Galletitas? Hum. Si, algo así. Son como entremeses, una especie de bocadillos, pero no para el estómago, sino que para la mente. Como sea, aunque sea pequeño. No es mucho lo que se va a encontrar aquí, pues son como notas personales, impresiones, detalles que anoto para recordarme a mí mismo quién soy. Es increíble lo que se puede aprender leyendo lo escrito un par de años antes. O incluso algunos meses. Nuestra mente evoluciona, lo mismo nuestros pensamientos. Es un interesante ejercicio.
 
   Peaje  
  Las plazas de peaje siempre han sido parte del paisaje interurbano chilensis. Son como quioscos de diarios, pero sin diarios, en medio de una carretera, donde te cobran si quieres pasar. Interesante concepto. Claro que son necesarios, de hecho, son como las cuotas por pagar por la carretera. Que son parte de las licitaciones, blah blah blah. Pero eso de que los bomberos tengan que apagar un incendio o quizás que cosa, y que los hagan pagar a la pasada... No sería nada, de no ser porque ha surgido una polémica al respecto, y la solución dada fué simple: sean bomberos, ambulancias, carabineros, etc., corren a salvar a quien tengan que salvar, y a la vuelta pagan. Me imagino que los bomberos tendrán que hacer colectas para pagar el peaje ahora (en Chile los bomberos son voluntarios).
Habrá que acostumbrarse, pues según los medios, esa es una solución aceptable.
 
   La Casa Kamarundi  
  Era un lugar mágico. Uno de esos sitios donde el teatro, la poesía y la música popular eran parte de la mezcla rara que se producía en la época del caballero; era una especie de Pub, pero con onda de resistencia, una cosa izquierdista, pero la cara artística de la izquierda, con reminiscencias de Victor Jara, los versos de Pablo Neruda en las paredes, murales de la Ramona Parra. Aquí actuaba Tilusa. Quienes lo conocieron decían que era un gigante, pero un gigante que se alzaba con suavidad, no con fuerza. Con su arte, su llanto, su lamento de payaso triste. El payaso triste actuó por última vez en la casa de Arturo Prat hace algunos años, y ésta, incapaz de olvidarle, no resistió, fué vendida y demolida, cuál nazareno crucificada.
Hoy no tenemos Kamarundis ni Tilusas, y se les extraña.
 
   El Lalo  
  El Lalo era un personaje. Recuerdo que no se le borraba la sonrisa de la cara, aunque llorase. Nos alegraba el verle, tan fatal, tan esforzado. Era como el hermano menor de todos, aunque fuese un par de años mayor. Cuando estábamos en Scouts, era el que más alegre trabajaba. Y trabajaba. Pero era algo extraño. No hablaba mucho de lo que sentía; su cara era inexpresiva, salvo la sonrisa que parecía tallada en piedra.
 
Decidió marcharse de este sucio mundo un día. En la calle, sólo. Y cuando le cargábamos hacia su morada final, aún sonreía.
 
Como durante toda su vida.
   Putas que es linda mi tierra  
  Y mi gente. Si hasta el presidente le recibe y le hacen loas y le saludan. Y le van a esperar desde las siete de la mañana para que el otro salga, levante los brazos y ponga su mejor cara de asco. Y todo por ser el mejor.
Y es el mejor. Increíble.