NOTA: Que nadie se desanime cuando empiecen
a leer sobre hadas, jejeje, después hay más cosas. Un poco
de paciencia, :P
El bosque de la Muerte
(historia de Arakne, la Mensajera del Caos)
La historia de lady Arakne de Nihilia comienza hace
ya varias lunas, muchas para los humanos, pocas para los elfos, lejos de
las fronteras de Petria, en el castillo de Nihilia, en una noche de plenilunio.
Según cuentan, su madre era una de las pocas
criaturas ante las que las hadas aceptaban presentarse, y esto, dicen,
que se debía a que una vez la reina de las Hadas, Hibnan, descendiente
directa de la legendaria Hybris, creadora de Nihilia (leer historia de
Nihilia), fue salvada de una muerte segura por la madre de Arakne. Desde
entonces todas las hadas visitaban frecuentemente el castillo, donde habitaban
lord Valean y lady Merx, padres de la actual Señora de Nihilia.
Eran éstos señores justos y bondadosos, y en los muchos años
que gobernaron jamás hubo guerra alguna en sus tierras.
Como sabréis, los elfos, al igual que toda raza
de prolongada longevidad, sólo pueden tener descendientes un par
de veces en su vida; la Naturaleza, en su sabiduría, así
lo ordenó para que todas las razas tuvieran ecuanimidad numérica
dentro del mundo de Eârdalyon, salvaguardando así el equilibrio
de perpetuidad de las razas.
Los señores de Nihilia deseaban tener varios
herederos, sin embargo este deseo se vio truncado cuando su primer hijo
les fue arrebatado. Contaron las hadas, testigos del suceso, que un mago
de túnica negra como la noche, a lomos de un caballo de azabache,
fue quien se llevó al pequeño elfo mientras jugaba en los
bosques; las criaturas de luz no pudieron hacer nada por evitar el secuestro
del niño puesto que si una de ellas, incluso la de menor poder,
fuese atrapada por un mago oscuro, podría significar el fin de Eârdalyon,
por eso jamás se dejaban ver por ninguna otra criatura. Durante
mucho tiempo fue llorado este hecho por todos los habitantes del reino,
incluidas las hadas, que en parte se sentían culpables de no haber
podido evitar la tragedia.
Ciclos después, los señores de Nihilia
engendraron de nuevo un heredero, sin embargo lady Merx aún añoraba
la vivacidad de dos chiquillos correteando por el castillo… añoraba
a su hijo perdido, y ni siquiera la buena nueva podía curarle la
herida que el recuerdo le causaba. Hibnan, que fue la última de
las hadas en darles la enhorabuena, sintió como suya la tristeza
de su señora, así que se acercó a lady Mertx y tocó
suavemente su vientre con sus brillantes dedos.
- Vos seréis madre de dos herederos, mi señora
– dijo sonriendo amablemente.
- Ojalá fuera posible lo que ahora me decís,
querida Hibnan, - respondió lady Merx con voz pesarosa - pero sabéis
tan bien como yo que mi esperanza de ver dos niños en mi castillo
voló cuando me robaron a mi pequeño Ikher.
El hada no respondió y se limitó a mirar
tiernamente a su señora, acto seguido reunió al resto de
las hadas y todas se marcharon, pero antes de abandonar la estancia, Hibnan
volvió la cabeza hacia donde estaban los señores de Nihilia,
volvió a sonreír pícaramente y les dijo:
- Serán dos: varón y hembra.
Pasada la temporada de gestación, lady Merx
dio a luz a dos hijos; lo que entre otras razas se denomina gemelos. A
los pequeños elfos les fueron impuestos los nombres de Arakne, para
la muchacha, y Nelk para el joven. Tenían la piel blanca como la
nieve y sólo el rubor de sus mejillas y el carmesí de sus
labios ponía una nota de color en sus rostros; sus ojos eran de
un color extraño jamás visto en elfo alguno, según
la luz del día podían ser de tonalidad verde o marrón
rojizo, y el cabello era una espesa mata de hebras de brillante cobre.
Crecieron ambos bajo la atenta vigilancia de sus progenitores, quienes
no querían que volviera a ocurrir lo sucedido anteriormente. Nunca
se supo quién ni por qué se llevó a Ikher, y a pesar
de los intentos de sus padres por recuperarlo no hubo forma de dar con
el paradero del pequeño, nadie conocía a ese hechicero ni
tampoco nadie, excepto las hadas, lo había visto, era como si la
tierra se lo hubiese tragado.
El tiempo transcurrió y la Naturaleza, generosa
con los gemelos, dotó a ambos con finos rasgos y cuerpos esbeltos,
como es característico de la raza elfa; pero poco a poco los comentarios
sobre la asombrosa belleza de los hermanos traspasaron las fronteras de
Nihilia y no se supo de donde salió el rumor, pero en todo Eârdalyon
se escuchaba que lady Merx, habiendo salvado a un Hada, había sido
recompensada teniendo unos hijos que poseían toda la armonía
de los rostros de éstas. La alarma cundió entonces entre
los seres de esta diminuta raza temiendo que las gentes de todo el continente
volviesen de nuevo su mirada hacia Nihilia para comprobar si la leyenda
de las hadas era cierta.
Lord Valean y lady Merx habían pensado instruir
a sus hijos en las artes de la magia y la guerra, para, en caso de batalla,
contar con alguien que pudiera defender el reino con ambas fuerzas; y lo
consiguieron, pero no de la forma que ellos esperaban, puesto que la femenina
mano de Arakne no fue quien lanzó los conjuros sino quien empuñó
el acero, y fue Nelk quien se versó en el intrincado estudio de
los hechizos.
En la celebración de la mayoría de edad
de los gemelos muchos fueron los invitados y otros tantos los no invitados
pero asistentes de igual manera; todos querían comprobar si en el
reino de Nihilia era cierto que habitaban las hadas, y también querían
ver con sus propios ojos si era cierto lo que se decía de sus herederos,
el mago y la guerrera. Ambos estaban radiantes aquel día: Nelk ataviado
con unas calzas negras y una túnica larga que se abría a
ambos lados, del mismo color que los pantalones pero con un ribete amarillo
y un fénix de hilos de oro bordado en el pecho; sus cabellos, coronados
con una simple banda de plata, sobrepasaban sus hombros. Arakne por su
parte, llevaba un vaporoso vestido de color violeta y su rojiza melena
caía suave y lisa pasando su talle. Fue ésta ceremonia donde
la mano de Arakne fue pedida por Gereth de Elindräs, un reino que
más tarde desaparecería.
Gereth era un elfo apuesto, de cabellos dorados y ojos
verdes, pero no era precisamente del agrado de la rebelde heredera, que
le consideraba orgulloso y mezquino, así que cuando Gereth se le
declaró Arakne se negó en rotundo, a pesar de que su madre
le había explicado de antemano que ese matrimonio era necesario
para unir ambos reinos ya que en Eârdalyon había rumores de
batalla. Después de la escena ante todos los asistentes Lady Merx
llevó aparte a Arakne y le explicó que como heredera de Nihilia
debía hacer lo necesario para procurar el bien del reino, fuera
o no de su agrado, la respuesta de Arakne a esto fue que por qué
no casaban a Nelk con Gereth. Su madre le recriminó su actitud y
una vez que hubo recapacitado ambas salieron de nuevo al festejo a anunciar
la próxima unión de los reinos de Nihilia y Elindräs.
Al acercarse a un grupo descubrieron a Gereth diciendo que para gobernar
Nihilia hacía falta un brazo joven y fuerte que supiera manejar
la espada, no una preciosa muchacha elfa jugando a guerreros y el hechicero
del tres al cuarto de su hermano. Esto fue la gota que colmó el
vaso; Arakne le quitó la espada a un elfo que estaba a su lado y
recogiéndose el vestido con una mano arremetió contra Gereth
poniéndole la punta del acero en la garganta.
- Repetid eso si os atrevéis- dijo con los dientes
apretados y roja de ira.
-Vamos, vamos, lady Arakne, sed buena y dejad esa espada,
no sea que lastiméis a alguien- respondió Gereth sin darle
importancia al asunto, pero cuando vio que Arakne apretaba aún mas
el frío metal en su cuello su cara se quedó lívida
y balbuceó - Bu.. bueno, só…sólo me refería
a que una dama no debería manejar una espada si hay caballeros que
puedan defenderla.
-Yo no necesito que un ser egocéntrico como
vos me defienda – dijo bajando la espada y volviéndose. Gereth,
herido en su orgullo y sintiéndose ofendido ante tanta gente, aprovechó
el descuido de Arakne para desenfundar su espada y atacarla por la espalda,
pero un simple movimiento de los sutiles dedos de Nelk bastó para
que el arma infligiera un espantoso dolor a su dueño nada más
alzarla en contra de la elfa. Al oír el grito de Gereth, Arakne
se dio la vuelta y le habló fríamente.
- No oséis pisar nunca más estas tierras,
ya no sois bienvenido aquí… Y dormid siempre con un ojo abierto
porque mi espada aguarda impaciente el día en que Elindräs
caiga bajo su acero.
Tras este incidente se declaró la guerra entre
Nihilia y Elindräs. Muchas fueron las bajas y cruentas las batallas,
pero al fin, tras varios años de arduos enfrentamientos la amenaza
de lady Arakne se cumplió y Elindräs cayó frente al
ejército de Nihilia. Entre tanto alguien más allá
de ambos reinos espiaba desde las sombras.
Entre los caídos en los enfrentamientos se encontraba
Lord Valean, y fue tal la pena y el dolor que sintió Lady Merx que
no tardó en acompañarle a las tierras del Sândhalg,
donde las almas descansan eternamente. El reino entero se sumió
en una profunda tristeza por la pérdida de sus soberanos, y este
estado de ánimo general fue el que la sombra aprovechó para
apoderarse del reino.
Envolvió durante meses y meses a Nihilia en
la más absoluta de las noches, envió el caos para que hermano
se enfrentase contra hermano, hordas de goblins y otras malévolas
criaturas sitiaron el reino entero para obligar a Nelk y Arakne, los ahora
gobernantes, a entregar el reino y someterse a su voluntad. Pero en el
carácter del mago y la guerrera, así como en el de su pueblo,
no se encontraba la cobardía, y se resistieron hasta que el cerco
llegó al castillo, donde los que no habían sido masacrados
ni habían huido se habían retraído a hacer frente
al ente oscuro. En situación desesperada, para no sacrificar a la
población de Nihilia que aún sobrevivía, los gemelos
pensaron en abandonar las armas y entregar su reino a la sombra, pero el
pueblo, al igual que cuando empezó el sitio, no estaba dispuesto
a tal deshonra para sus jóvenes príncipes ni para ellos mismos,
y prefirieron morir luchando a vivir subyugados.
La sombra se había instalado en el hermoso bosque
de Eldrich, y hasta allí se abrieron paso Arakne y Nelk para hacerle
frente. En su camino no encontraron muchos obstáculos, lo cual les
pareció bastante sospechoso, aún así el lugar en el
que se había convertido ahora el bosque les helaba el corazón.
Ni en sus peores pesadillas podrían haberse encontrado con algo
tan espantoso: Ya no había hierba y una gruesa capa de lodo reseco
les servía de suelo, las ramas de los árboles, antes jóvenes
y brillantes, presentaban un aspecto nudoso, decrépito y enmarañado,
flotaba en el espeso aire un hedor nauseabundo a muerte y podredumbre,
y la única luz que iluminaba el extenso bosque era una luz azulada
y mortecina, apenas suficiente para distinguir las figuras lejanas.
Abriéndose paso a duras penas consiguieron llegar
hasta la gruta de Denderah, que antes había sido el lugar donde
se celebraban las iniciaciones de los jóvenes magos; ahora sin embargo
servía de guarida al ente, fuera lo que fuera aquel ser con el que
sabían iban a encontrarse. Entraron en la cueva y caminaron hacia
el interior de ésta, que llegaba hasta lo más profundo de
la montaña. A medida que iban internándose, una corriente
de aire que no se sabía de donde provenía les helaba los
huesos, Nelk invocó un hechizo que les mantuvo calientes hasta que
llegaron a un recorte del camino donde éste terminaba abruptamente
en un precipicio; allí un fuerte viento que provenía de la
profundidad del abismo volvió a meterles el frío glacial
en el cuerpo y les apagó las antorchas. Durante unos minutos quedaron
a oscuras hasta que el elfo musitó un conjuro de luz; lo que vieron
abajo les dejó mudos de asombro: Montones de oro, plata, piedras
preciosas, e incontables tesoros, se reunían apilados en enormes
montañas. Una voz gutural les devolvió a la realidad.
- Este es un buen sitio para mis pertenencias, ¿no
os parece, elfos?- La corriente cambió de sentido en ese momento
y bruscamente comenzó a soplar como un vendaval a espaldas de los
gemelos, quienes cayeron irremisiblemente por el precipicio. Nelk consiguió
aferrarse a unas raíces y sujetó con fuerza a su hermana
mientras la voz se carcajeaba de la inocencia de los elfos.- Sois bellas
criaturas pero tan frágiles…No sois rivales para mí, sabed
de antemano que aquí habéis venido a encontrar la muerte.
Con difucultad, ambos lograron llegar abajo, y al encontrar
un claro entre tanta riqueza se pusieron en guardia, espalda contra espalda,
esperando encontrar algo con lo que poder enfrentarse. Nelk aferró
su espada nervioso mientras su hermana vociferaba a la sombra que se dejase
ver.
-¿Queréis verme, hermosa muchacha?, bien,
os concederé ese último deseo antes de quedarme con vuestro
cuerpo y vuestra alma, necesito una compañera, los ciclos pasan
lentamente cuando se está en soledad y ciertamente sois una joven
realmente bella. – Arakne notó como un hálito templado le
recorría la cara, como si alguien respirase junto a su rostro y
levantó su espada defendiéndose de aquello.
- Antes muerta – gritó furiosa al vacío.
-Bien, - respondió la voz con tono burlesco
– también puedo complaceros en eso - Acto seguido las sombras comenzaron
a replegarse a unos metros de ellos, y algo parecido a una figura comenzó
a formarse rápidamente. – Aquí me tenéis milady.
Al ver al ser que se había formado ante ellos,
algo se retorció en lo más profundo de los hermanos, al mirar
al hechicero parecía que estuvieran viendo su propio reflejo. Tras
unos segundos de asombro Nelk dijo algo apenas audible.
-…Ikher…¿Eres tú?….- murmuró bajando
la espada perplejo.
- No, mi pequeño imitador de mago, no soy tu
hermano robado, sólo su esencia. Yo fui quien lo robó, me
hacía falta algo de juventud y los elfos sois muy longevos, así
que me decidí por uno de los vuestros; luego vi este maravilloso
reino- dijo apuntando alrededor con la espada- y pensé que me sería
muy útil, es un camino obligado si alguien quiere comerciar con
las islas del mar de Byblos, y además, como olvidarlo, tenéis
hadas, esas criaturitas tan preciosas e interesantes, sobre todo para mi.
Oh, pero disculpad mi descortesía, - dijo haciendo una reverencia
- permitidme que me presente, soy Arion, el Nigromante.
Nelk y Arakne, hartos de escuchar tanta acidez en las
palabras del mago oscuro arremetieron contra él, quien les hizo
frente demostrando que dominaba perfectamente el arte de la espada. Al
poco rato, el nigromante, viendo que únicamente con el acero no
era capaz de vencer a los hermanos decidió hacer uso de sus oscuras
artes y con unas palabras susurradas en lengua arcaica se deshizo de Nelk
transportándolo a otra sala. Aprovechando el descuido de Arakne
al ver que su gemelo desaparecía, Arion, lanzó una estocada
que estuvo a punto de impactar en el costado de la elfa, quien de no ser
por sus reflejos probablemente hubiese perecido en aquel ataque. El hechicero
se quedó gratamente sorprendido cuando comprobó que la muchacha
no era una presa fácil, pero después de un largo rato de
lucha decidió que si no podía vencerla con la espada lo haría
de cualquier otra manera. Mientras las furiosas espadas chocaban una y
otra vez, el mago volvió a utilizar el lenguaje antiguo para hacer
otra invocación, pero esta vez fue Arakne quien aprovechó
el descuido del mago para herirle brutalmente en un brazo; Arion gritó
de dolor y soltó la espada, pero al momento su potente grito se
transformó en una risotada, Arakne dio varios pasos hacia atrás
separándose de él, mientras, sin saberlo, las sombras volvían
a unirse tras ella para dar lugar a una criatura.
-¡Cuidado, Arakne!, ¡es una Arpía!-
le gritó Nelk apareciendo por una oquedad en la pared, junto a los
montones de monedas de oro. La elfa se volvió y vio ante sí
un enorme ser con cuerpo de ave y cabeza de mujer, Arakne dio un respingo
y trastabilló, cayendo hacia atrás y perdiendo su espada.
La criatura se abalanzó sobre la elfa intentando engullirla, la
boca abierta de par en par mostrando una hilera de feroces colmillos, pero
la muchacha lanzó una patada con todas sus fuerzas golpeando a la
criatura en la barbilla, lo cual, al parecer, la bestia no esperaba, puesto
que por unos segundos se quedó confundida y dio margen para que
Arakne pudiera correr en busca de su arma.
Mientras tanto, un combate entre fuerzas mágicas
se llevaba a cabo entre Arion y Nelk, que al parecer no era tan imitador
de mago como el hechicero oscuro había pensado en un principio;
a decir verdad, Arion había pensado que la conquista de Nihilia
le iba a llevar mucho menos tiempo y también mucho menos esfuerzo,
pero estaba comprobando que los rumores sobre los muchachos llevaban gran
parte de verdad. La gran sala estaba ahora iluminada por un sinfín
de luces cegadoras que chocaban entre sí oponiendo las fuerzas de
los dos magos, y en el centro de la estancia, Arakne se debatía
a golpes de espada por salvar su vida frente a una criatura que poco a
poco le iba ganando terreno y acorralándola contra una pared de
roca.
Casi al límite de sus fuerzas, Nelk reunió
las pocas que le quedaban e invocó uno de los hechizos que su mentor
le dijo que podían acabar con su vida si él intentaba acabar
con la de otra persona; aún así tenía que intentarlo,
no era sólo su vida la que estaba en juego ahora, sino también
la de su hermana y la de todo el pueblo de Nihilia. Si hasta ese momento
no se había sentido capaz de poder llevar a cabo un conjuro tan
poderoso, ahora estaba seguro de ello, así que dibujó en
su mente los símbolos mágicos y estos surgieron a través
de sus labios, buscaron únicamente los oídos del mago oscuro
y lentamente anidaron en su cerebro. Un agudo chillido, como de un ave
de cetrería, rasgó el aire, la Arpía cayó desplomada
mientras el grito aún surgía de la garganta de Arion, cuyo
cuerpo, cuando su voz se apagó, estalló en un millar de partículas
oscuras que infectaron el aire con su presencia.
Arakne había caído agotada y con numerosas
heridas tras la lucha con la bestia y su cuerpo descansaba arrodillado
y sosteniéndose en la espada, pero sin darse más tiempo que
el que necesitó para recobrar el aliento, rápidamente se
levantó y corrió hacia su hermano, que yacía tirado
en el suelo. La elfa lo levantó y echando el brazo de su hermano
por encima de su hombro, lo arrastró como pudo hacia el hueco por
donde él había aparecido antes. Un horrible sonido comenzó
a burbujear en lo alto de la sala, como si millones de murciélagos
batieran sus membranosas alas.
El pasadizo por el que Arakne y Nelk habían
salido subía y subía hacia lo que ella pensaba que podía
ser una salida de la gruta, y a medida que ellos se alejaban de la sala
de las riquezas el sonido iba creciendo, como si de un momento a otro la
montaña entera fuese a estallar. En la sala, las partículas
habían comenzado a transformarse en un líquido negro y viscoso
que tendía a unirse y a formar una fina capa, como un manto de oscuridad
que dejaba en penumbra todo lo que encontraba a su paso, y avanzaba lenta
pero inexorablemente hacia el agujero por el que los gemelos habían
huido. A la salida del túnel, Nelk recobró la conciencia
y llamó a su hermana; Arakne, en su afán por huir de aquel
lugar, no se había percatado del mal estado en que se hallaba su
hermano, el elfo sangraba por la nariz y la boca, y su rostro estaba gris
y macilento, como si hubiese vivido ya un millar de lunas.
-…Arakne…- susurró el elfo – tienes que dejarme
aquí… Yo ya no puedo… no puedo salvarme….
- Mira Nelk – dijo ella enfadada y sin dejar de correr
tirando de él, que ahora avanzaba a pasos débiles sólo
impulsados por la fuerza de su hermana – haré como si no hubiese
oído eso, pero cuando salgamos de aquí recuérdame
que te de un puñetazo por decir esa tontería.
- … Sabes que … tengo razón … Yo ya estoy ….
En ese momento un zumbido progresivo se alcanzó
a oír en la entrada al túnel que ya habían dejado
bastante atrás, y cuanto más avanzaban, más cerca
parecía estar el enjambre que les perseguía. Al fin vieron
el final del bosque y con gran esfuerzo llegaron hasta él. Una vez
allí, Nelk se desasió del abrazo de su hermana y dijo con
voz firme:
- Debo de pararlo. No debe abandonar jamás este
bosque.
- ¡¿Pero qué dices?!, ¡¿estás
loco, Nelk?!, tenemos que marcharnos ahora mismo – dijo ella nerviosa al
sentir una suave brisa que traía olor a muerte.
- … Arakne… Para encerrarlo he de dejarte aquí,
pero antes debes de…hacerme un favor, debes hacer un favor a Nihilia y…a
todo Eardâlyon…- Nelk se acercó a su hermana y le hizo levantar
la espada poniéndose después erguido frente a ella.
- .. No…- pidió la elfa mientras las lágrimas
caían por sus mejillas. La brisa se había convertido en un
potente viento que amenazaba con arrasar todo el reino. Mientras tanto
la sombra avanzaba implacable hacia la salida del bosque.
- … Sabes que es la única… manera de acabar
con él… Tu corazón lo sabe, … mi querida hermana…Mi sangre
ha de sellar el lugar que será su celda
Arakne sabía que Nelk tenía razón,
como él le había dicho, su corazón lo sabía,
pero también sabía cuanto amaba a su hermano y como le iba
a costar hacer lo que él le había pedido. La elfa se volvió
de espaldas a su gemelo y lloró amargamente. El viento soplaba a
su alrededor enmarañándole los cabellos y barriendo los restos
de dudas que pudiera tener, así que sin más, se volvió
hacia Nelk, que la observaba con mirada lánguida, la mirada de alguien
a quien la vida se le escapa poco a poco. Arakne se secó las lágrimas,
tragó saliva y alzó la espada sobre su cabeza.
- … Hazlo rápido… - pidió él sin
perder una pizca de coraje y enfrentándose a la muerte.
- Lo haré – respondió ella firmemente,
pero tras unos segundos las fuerzas le fallaron y bajó de nuevo
la espada - .. No puedo Nelk… - dijo sollozando y bajando la vista - eres
mi hermano. - Nelk la abrazó y ella se aferró a él
con desesperación.
- No temas por mi, estaré en Sândhalg.
Volveremos a encontrarnos en un futuro, Arakne.
A lo lejos, la sombra ya les había divisado
y se lanzaba con furia sobre ellos, desgajando los árboles del suelo
y envolviéndolo todo con un cieno verdoso mientras que el sonido
se hacía cada vez más ensordecedor. Nelk miró hacia
el interior del bosque y vio aquella masa avanzando rápidamente.
-… Es la hora…- dijo volviendo a situarse frente a
su hermana, ella tiró la espada a un lado, le abrazó de nuevo,
y sacando una daga le susurró al oído:
- Te quiero, Nelk… Que los dioses me perdonen por esto…
Cuando ya el ente estaba a punto de cruzar el límite
de la floresta, Arakne besó a su hermano en la mejilla por última
vez y le hundió la daga en el corazón, el elfo cayo desplomado
con una expresión de paz en el rostro que le hizo recuperar toda
la belleza que había perdido en el trayecto desde el interior de
la gruta hasta la salida del bosque; su sangre manó a borbotones
de la herida, pero no se formó un charco, sino que el elixir de
la vida comenzó a extenderse velozmente por todo el contorno del
bosque, y cuando la sombra intentó abalanzarse sobre el cuerpo yacente
y sobre Arakne, que recogió rápidamente su espada, un feroz
alarido asoló el reino de Nihilia. Sabiéndose atrapada, la
sombra intentó apoderarse del cuerpo inerte de Nelk, que estaba
parcialmente dentro del perímetro del hechizo, pero Arakne lo arrastró
tras de sí e hizo frente al mago oscuro.
- ¡No te lo llevarás!- dijo encarándose
con el enemigo alzando su espada contra él - ¡Antes tendrás
que matarme a mí también!- La sombra intentó alcanzarla
pero un estallido ígneo se lo impidió, Arion estaba atrapado
en el bosque de Eldrich - … Yo me cuidaré de que la muerte de mi
hermano no haya sido en vano…- dijo bajando la espada y dando la espalda
al peligro; alzó a su hermano en brazos lo mejor que pudo y antes
de marcharse se volvió una vez más - … Ahora este es tu reino,
púdrete eternamente entre tus tesoros, Arion, el Nigromante…
Desde aquel día, el bosque de Eldrich es un
lugar maldito, y muchos son los exploradores y mercenarios que se internan
en él, a pesar de las advertencias, atraídos por El Tesoro
de Denderah, … desafortunadamente ninguno de ellos regresa con vida de
lo que los Nihilianos llaman ahora El Bosque de la Muerte. |