Fuego al Amanecer

por: Vicente Sampedro

vicsamp@terra.es

 

Dirheim estiró la mano y alcanzó la taza de kegua mientras contemplaba la plaza. Se encontraba en el café Dijeis, en frente de la plaza Norte de la ciudad pincipal de Dyann-Hainn, contemplando como los eldar normales y corrientes realizaban sus actividades habituales. Vio complacido cómo en la plaza no estaba ninguno de los mimos habituales de la ciudad.Con un suave suspiro se despejó,y resbalando su enguantada mano por su joya espiritual, sonrió. Acababa de volver de una misión, y el resultado no podría haberle sido más favorable, a pesar de unos ligeros contratiempos.

Hace dos semanas que sabía que las fuerzas se estaban preparando. Un joven comandante imperial de los Dragones había metido sus narices en un planeta deshabitado en los bordes del Segmentum Pacifica, preocupado por buscar nuevo alojamiento a los mon-keighs que habían perdido sus planetas ante el Waaagh de Ghazghkull. Entre los planetas que había encontrado, destacaba uno. Los informes espaciales lo destacaban como un planeta de clase Terra despoblado de formas inteligentes, pero dotado de un ecosistema completamente desarrollado. Sorprendido, empezó a buscar entre los archivos porqué no había sido colonizado nunca ese sistema, y se encontró con que era la primera vez que alguna sonda se había acercado al planeta. Viendo una oportunidad que el Imperio no podía desaprovechar, se puso al mando de su Crucero, y con una ligera escolta, y un par de cargueros repletos de ansiosos colonizadores, se puso rumbo al planeta Ralhern.

Mientras tanto, en lo más profundo del núcleo de hueso espectral del planeta Dyann-Hainn, Dirheim lanzó las runas, como hacía todas las semanas, y vislumbró como un gran peligro se acercaba. Corhenatum, una antigua colonia Eldar abandonada, estaba a punto de ser descubierta por los mon-keigh, y eso era algo que no podría ser permitido, ya que en ella se encontraba un antiguo depósito de Armas de Vaul que jamás debería ser descubierto. Visto esta situación, se dirigió rápidamente al Alto Consejo. Por el camino se encontró con Jersalas, un Vengador Implacable que en sus ratos libres ejercía el antiguo oficio del mimo. A pesar de que Jersalas percibió el extremo pesar y cólera que expresaba Dirheim, incluso detrás de su yelmo, empezó a seguir imitando todos sus movimientos, rompiendo su concentración y concentrando aún más su enfado. Dirheim, después de teleportarse ante el Concejo, dejando perplejo a Jersalas intentado imitar repentinamente una pared, expuso la situación, y rápidamente formó una fuerza de crisis.

Esta fuerza estaría formada por él mismo, armado con su venerable espada bruja, que a pesar de no haberle desenvainado en años, siempre le había dado suerte en sus batallas. Junto a sus runas de protección, y habiendose preparado concienzudamente los hechizos de Ataque Mental y Guía, esperaba dirigir personalmente la lucha. Junto a él, le acompañaría una escuadra de reclutas guardianes, que sabía que necesitaban foguearse, y que permaneciendo en retaguardia no deberían sufrir mucho castigo. Repentinamete recordó al pesado de Jersalas, y ejerciendo su prodigiosa memoria, convoncó a todos los Vengadores Implacables mimos que conocía, entre ellos Jersalas mismo, al mando del Exarca de su templo. Como apoyo contaría con unos veteranos Escorpiones Asesinos, que a pesar de su poco número, sólo 5, esperaba que gracias a su veteranía y experto uso de la espada sierra y las granadas de disrupción, inclinasen la balanza a su favor. Junto a él, le acompañarían dos plataformas con Cañones-D, y una Vyper armada con una lanza brillante. Antes de entrar en el Portal e iniciar el camino hacia el planeta a través de la Telaraña, sintió una vibración en el suelo, mientras una sombra le rodeaba. Era Jorhais, un veterano Brujo, ahora residente en el hueso espectral de un Señor Espectral, que armado con otra lanza brillante, se ofrecía a acompañarle. Sin dudarlo, conociendo su genialidad táctica, entró en el Portal, ahora sintiéndose seguro de su victoria.

Mientras tanto, el comandante imperial, Lucius Drack, enfundando en su venerable armadura táctica, empuñando su antigua espada de energía y una pistola de plasma recién salida de los talleres de los tecnosacerdotes de Marte, desembarcaba en el planeta con código Ralhern. Le acompañaban dos escuadras de sus mejores marines tácticos, una de ellas montada en un Rhino. Junto a ellos les acompañaba el venerable Marcelus, cuyos restos ahora movían un Dreadnought armado con cañones láser y lanzamisiles. Levantando el polvo a su alrededor, un Predator "Annihilator" vigilaba que no hubiese sorpresas, cuando a los lejos, distinguió unas figuras que solo podían ser de eldar. Antes que pudiesen reaccionar los alienígenas, sus hombres salieron de sus vehículos y empezaron una cortina de fuego sobre los soldados que tenía ante sí, vestidos de unas extrañas armaduras azules.

Dirheim se acaba de situar detrás de las baterías de armas de apoyo, cuando repentinamente una lluvia de trazadoras cayeron sobre los Vengadores Implacables, aniquilandoles a todos en una lluvia de minicohetes de bolter, misiles, llamas y láser. Dándose cuenta que eran las fuerzas mon-keigh, se concentró rápidamente y extendió su mente por el campo de la batalla. La zona en la que estaban era un claro en medio de un bosque tropical que había invadido una antigua ciudad. Los guardianes ocupaban una pequeña colina, a cuya izquierda, detrás de una barricada construida para una guerra ya olvidada, estaban los Cañones-D y Dirheim mismo. Sobre sus cabezas les sobrevolaba la Vyper, enfocando su lanza hacia las fuerzas enemigas que acababan de aparecer. Los cadáveres de los Vengadores se amontonaban a los pies de la colinas, flanqueados por los escorpiones cuyo camuflaje les había protegido al no captar la atención del enemigo. A la derecha de la colina estaba Jorheis, avanzando justo en el linde del bosque. En ese momento, la coraza de Jorhais se iluminó con la luz de varios láser y los proyectiles de cañón automático, que le dejaron maltrecho, pero no le impidieron continuar su combate, aunque el hueso espectral no aguantaría ni un solo impacto más.

Lucius sonrió. Desde la entrada de su Crucero en el sistema, las cosas iban de mal en peor. Primero de todo, un par de naves corsarias les habían atacado, añando sus motores principales y destruyendo sus naves de escolta. Después, antes de que los astrópatas pudiesen avisar al Alto Mando Imperial, se había desatado un tormenta en el Inmatérium que les cortó la comunicación. La situación no había sido mejor en el terreno, la pequeña colonia que se había aposentado no paraba de sufrir incursiones nocturnas que rompían los nerviosos de los colonos. Ante esta situació decidió descender, y ante sí descubrió a los responsables de sus penurias, los maquiavélicos eldar. Sonrió complacido por el comportamiento de sus soldados, que en una descarga de fuego cerrado había destruido completamente una unidad enemigo, y por el com-link felicitó a la mente máquina del Predator por su ataque al bípode enemigo. Antes de que pudiese ordenar a las soldados avanzar, una resplandor le atrajo la atención. Girándose rápidamente, vió como una gigantesca esfera brillante crecía enfrente de la escuadra de marines de su izquierda, y como una segunda se formaba repentinamente bordeando la primera esfera, pero justo encima de la escuadra. Repentinamente, se produjo una ola de viento, y vió como el espacio que antes ocupaban las esferas ahora había desaperecido, llevándose con ellas los marines que habían. Fijándose repentinamente, vió como el Hermano Julius seguía en el suelo, pero solo parte de él, ya que parecía fundido de pecho para arriba en el borde del cráter dejado por las esferas. En ese momento, vión en la pantalla de su visor táctico como una lluvia de proyectiles caía sobre la escuadra que había sufrido los efectos de la extraña arma eldar, pero la Sagrada Armadura resistió, y solo un hermano murió. De la Vyper salió un haz de luz que rompió las cadenas del Rhino, inmovilizándolo. La máquina humanoide eldar también disparó hacia el Predator, pero sólo consiguió impactar a un pobre conejo que iba por la zona. Con un estruendo de espadas sierra, vio como cinco eldar con armaduras verdes asaltaban a los marines supervivientes, llevándose a uno ante la presencia del Emperador.

-¡Retroced detrás de la barricada, ahora! Después de gritar por el com-link, pasó toda la energía sobrante de la servoarmadura y corrió hacia las tropas que tenía ante sí, que acababan de descender de la colina. Por el com-link, observó como los eldar retrocedían por las barricadas hacía el Predator. Accediendo a sus memorias profundas, recordó cómo algunos profesores le habían explicado los peligros de las granadas que llevaban tales tropas de elite -¡No permitáis que se acerquen al Predator! Concentrad el fuego en ellos. Después de esta orden, toda su atención se concentró en los eldar que tenía ante él.

Dirheim reprimió una sonrisa. A pesar de la muerte de los Vengadores, el hecho de que fuesen mimos y la masacre que acababan de hacer los cañones-D le había animado. Los escorpiones habían hecho un buen trabajo alejando a los marines de sus fuerzas, poniéndoles en mejor posición de ser alcanzados por lo cañones, y a pesar de los daños sufridos por Jerhaim, sabía que éste muy pronto alcanzaría al predator y lo destrozaría. En ese momento, los marines hicieron fuego sobre los escorpiones. -¡Rápido, poneos a cubierto! Gritó a sus mentes, pero llegó tarde, a pesar de su armadura de psicoplástico podía aguantar perfectamente la lluvia de bolter que cayó sobre ellos, no podía detener los haces de alta energía que lanzó sobre ellos el Predator, ni los proyectiles pesados del Dreadnought. En ese momento, el que parecía comandante de los mon-keigh se lanzó sobre los temblorosos guardianes que le escoltaban. -¡Aguantad, sois más que él! En ese momento, ya sea por el destino, justo cuando el comandante iba a cargar contra los guardianes, sus brazos parecieron bloquearse, pero a pesar de todo, cosiguió aplastar a un pobre guardián con sus pies.

-¡Maldición! Lo que en un principio no era más que una misión de rutina, cada vez era más una pesadilla. Por la pantalla táctica de su traje vió como unas nuevas esferas crecían y se llevaban con ellas más de sus soldados, y esta vez los extremos de las esferas tocaron al Venerable Marcelus. Cuando la luz se apagó, solo se podían reconocer del Dread las piernas, que de rodillas para arriba aparecían fundidas en extrañas formas. Pero su atención ahora se concentraba en el combate que tenía ante sí, por lo que ignoró el proyectil de la Vyper que destruyó el Rhino antes inmovilizado. Justo cuando estaba a punto partir por la mitad a una escoria alienígena, oyó un chisporroteo y un olor a quemado se expandió por la antigua armadura. -Hermana armadura, perdóname por llevarte hacía el límite, pero ahora necesito tu ayuda, murmuró al espíritu de la armadura, y está empezó a proporcionarle de nuevo energía, pero para mientras se las había apañado por patear a un orejas largas, y su bota le había partido por la mitad. En ese momento perdió el equilibrio cuando una onda de choque se extendió por el campo de batalla. La runa del Predator en su pantalla táctica empezó a parpadear, y se extendió. Aprovechando que había sido derribado, los eldar le rodearon y le empezaron a atacar con las culatas de sus armas, sus puños desnudos y todo lo que tuviesen a su alrededor.

La sonrisa de Dirheim se amplió aún más cuando vió como el Predator estallaba y oyó el grito psíquico de alegría de Jerheim. Las cosas no podían ir mejor, las escuadras de marines eran carnaza para sus cañones-D, y los guardianes acabarían enseguida con el comandante. Con un zumbido, la Vyper aceleró y se puso detrás de los marines supervivientes, lista para ametrallarlos con sus catapultas shuriken y las lanzas brillantes. En ese momento, un rugido se oyó desde el tumulto que era la lucha de los guardianes. Haces de plasma azul salieron disparados desde el arma del comandante marines, mientras su espada describía arcos de luz cuando atravesaba a los guardianes. Éstos no pudieron aguantar su terror, y huyeron, pero se encontraron contra la pendiente de la colina y no pudieron aguantar la carga del comandante, que fácilmente acabó con ellos. La cólera de Dirheim explotó, vio como del futuro se borraban las vidas de los jóvenes 16 guardianes.

-Morirás, susurró,y por un momento dejó de ver al comandante que se limpiaba la sangre eldar de sus ropas. Concentrándose como jamás lo había hecho, concentró toda su consciencia en un haz de energía que dirigió hacia el comandante. Repentinamente se encontró en su interior, y empezó a canalizar energía desde el éter hacía el, quemando el interior del cerebro del comandante. En vez de terminar el ataque, continuó acumulando energía, hasta que los sistemas de la servoarmadura no resistieron y el comandate explotó de cintura para arriba. -No es suficiente, murmuró, y siguió acumulando energía en los restos del cuerpo hasta que solo quedó una sombra chamuscada del antiguo comandante.

-¡ARRGGH!, gritó Lucius. La energía de su armadura repentinamente se había duplicado, lo que demostraba que el espíritu máquina volvía a estar de su lado. Moviendose a un velocidad inhumana, empezó a disparar frenéticamente a los eldar, mientras que con su espada los partía por la mitad. En un principio intentaron hacer un patético intento de resistir, pero después de ver a sus compañeros partidos por la mitad, huyeron hacia la colina, donde rápidamente los exterminó. Limpiando la sangre alienígena de su espada, y mientras sus botas hacían crujir los huesos de los que acababa de matar, se dirigió hacia una figura de negro que parecía atraer toda su atención. Esta figura, el que debía ser el líder los eldar, pareció iluminarse.

-¡¿Que haces, escoria?! Gritó, mientras todos los sistemas nerviosos de la armadura se sobrecargaban. Ante sí, solo veía una cara alienígena que mostraba un odio inimaginables. Antes que sus ojos explotasen, oyó las últimas palabras que jamás oiría -Matarte, dijo una voz en su interior antes de caer en la oscuridad.

La sonrisa de Dirheim se había convertido en un furioso apretar de dientes. La batalla, a pesar de estar decidida, se había echado a perder por la muerte de los eldar. Ni el hecho de que Jarheim eliminase a los restantes marines pulverizándoles con sus puño (el hecho de que el lanzallamas no consiguiese afectar a los marines tampoco le animó), ni el nuevo zumbido de las plataformas que presagiaba nuevas muertes entre los mon-keigh, podía quitarle de su enfado.

Cuando el silencio se aposentó sobre el campo de batalla, se dirigió hacia la pila de cadavares eldar que tenía enfrente de sí. Delante tenía a un Vengador cuyo yelmo se había partido. Su estómago no estaba, un láser le había atravesado de lado a lado, pero fijándose se dió cuenta que quien estaba dentro del traje era Jersalas, y entonces una risa inhumana se oyó por el campo de batalla.

De vuelta a Dyann-Hainn, contempló la nueva adqusición del Museo Principal. Era un Marine superviviente de la reciente batalla. Había caido ante la espada sierra de un Escorpión Asesino. Dirheim lo había encontrado mientras reía por la muerte de Jersales y pensó que sería una buena decoración. Lo habían llevado por la Telaraña junto con los eldar muertos, antes de hacer detonar un ingenio neogénico que barrería el sistema solo, cambiandolo por siempre. En Dyann-Hainn expertos médicos le habían curado sus heridas, y ahora se encontraba expuesto en el centro de la Plaza Norte, con el suministro de la armadura eliminado, y sus conexiones neuronales desconectadas. Decían que si te acercabas lo suficiente, se podían oir los gritos de desesperación del marine, gritos que se oirían por siempre.


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LOS ELDAR