Piqui es un chico de siete años. En este momento, él está preparándose para irse de casa para siempre, porque sentía que sus padres consentían más a su hermana. Cada vez que se peleaba con su hermana, los padres siempre le decía:

¨No te pelees con tu hermana menor, ella es mucho más chica que tú. Déjala. Tu que eres mayor que ella, deberías cuidarla más, y no enfadarte con ella tan a menudo. ¿Cúando crecerás?¨

Como las peleas con su hermana siempre terminaban de ese modo, decidió irse de casa. Por una parte, porque no quería ver más a su hermana fastidiosa. Por otra, porque quería demostrarles a sus padres que él ya había crecido y que eran ellos quienes estaban equivocados de él. Se lleva consigo los cuentos y juguetes que le gusta más y se va de casa secretamente.

Anduvo y anduvo hasta llegar a un parque que estaba a una hora de su casa. Se sintió un poco cansado y decidió descansar bajo la sombra de un árbol. En ese momento, vino de lejos un anciano. Este anciano tenía pelo y barba blanca. Se sentó al lado de Piqui y le preguntó:

¨¿Por qué estás aquí solo, niño?¨

Piqui lo miró y contestó decepcionado:

¨Papá y mamá no me quieren. Sólo la quieren a mi hermana menor…¨

Empezó a llorar. El viejo le acarició la cabeza y riendo, dijo bondadosamente:

¨Dime hijo, ¿por qué crees que ellos quieren más a tu hermana?¨

¨Porque cada vez que nos peleamos, mis padres parecen no querer escucharme. Ellos creen en todo lo que dice mi hermana menor. ¡No es justo! ¡No es justo!¨

El anciano entonces le dijo:

¨Bueno, la verdad es no puedo juzgar quién está en lo cierto. Pero, si es tu hermana menor, creo que debes tener más paciencia con ella. Espera a que crezca y ya verás lo dulce que es contigo.¨

¨No le creo.¨

Viendo que el asunto se estaba poniendo de mal a peor, el anciano le preguntó con una voz muy suave:

¨¿Has oído la historia del Hermano Sol y la Hermana Luna?¨

Piqui lo vio con una mirada curiosa y preguntó:

¨¿Qué? ¨¿Hermano Sol y Hermana Luna?¨

Le anciano tocó su barba y dijo:

¨Sí. ¿No lo sabías, hijo?¨

¨No. Nadie me lo ha dicho antes.¨

¨Bueno, entonces déjame contarte este cuentito. El Sol y La Luna eran hermanos. La luz del Sol era más brillante que el de La Luna. A la gente le gustaba más la luz de La Luna. Un día, El Sol se puso tan envidioso…¨

¨¿Por qué se puso envidioso el Sol con su hermana?¨

¨Porque su hermana brillaba también pero no le hacía daño a los ojos de la gente que la miraba directamente.¨

¨Entonces, ¿qué pasó?¨

¨Que el Sol se puso tan envidioso que se fue a buscar a la Bruja Plutón para quejarse de su hermana.¨

¨¿Quieres decir el planeta Plutón?¨

¨Exactamente¨

¨Bueno, la Bruja Plutón le dio una caja secreta…¨

¨¿Una caja secreta? ¿Cómo era?¨

¨La caja secreta era un poco cuadrada. Brillaba de fuera, pero por dentro era todo oscuro. Parecía un agujero negro.¨

¨Y, ¿qué más?¨

¨La Bruja Plutón quiso que se lo entregara a La Luna. Cuando La Luna abrió la caja, salieron muchas estrellas y se llevaron a La Luna, lejos, muy lejos.¨

¨¿Cómo dijo? ¿Que salieron muchas estrellas de la caja y que se llevaron a la Luna muy lejos?¨

¨Sí. Al principio, el Sol se sintió muy contento. Pero, con el paso del tiempo, empezó a extrañar a su hermana Luna y…¨

¨¡Pobrecito! Así que El Sol nunca más pudo ver a su hermana Luna. No, no quiero que eso me pase a mí, ¡no!¨ interrumpió Piqui.

¨Bueno, veo que eres un chico muy inteligente. ¿Ya ves? Lo que le ha pasado a ellos es casi lo mismo que lo que te está pasando a ti.¨

¨Pero…¨

¨Por eso…¨ siguió el anciano, con una voz pacífica.

Piqui comprendió lo que quería decir. Cogió su mochila, se levantó, y al irse a casa, dijo:

¨Ya es hora de irme a casa. ¡Gracias por su historia! Cuidaré más a mi hermana y tendré más paciencia con ella¨

¨Así se hace hijo. Y recuerda lo que te he dicho hoy¨

¨Sí. ¿Puedo contarle este cuento a mis padres y a mi hermana?¨

¨Sí. Así sabrán que has madurado y también te entenderán más.¨

¨¿De veras? ¡Yupi!¨

¨Bueno, vete a casa que se está oscureciendo.¨

¨¡Adiós!¨

¨¡Adiós!¨