Por
Sensei
Hideo Tsuchiya
y
Dalmiro Sáenz (1)
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En el mes de Julio del año 1966, Hideo
Tsuchiya y el escritor Dalmiro Sáenz iniciaron y publicaron una
serie de artículos en el número 1 de la desaparecida revista
ADAN. Allí, en unas pocas notas se vertirían conceptos, que
luego de más de tres décadas, aún siguen siendo
vigentes; señal inequívoca de su valor, sus contenidos, la
profundidad y seriedad de sus reflexiones. Ahora hemos decidido rescatarlas
y colocarlas de nuevo a la luz, para que todos Uds., lectores del
Budoka, puedan acceder a esta rara perla perdida y encontrada de nuevo.
Se ha tratado de respetar la presentación e ilustración
original, así como también la totalidad del cuerpo del texto
en sí. Luego de dos notas anteriores, presentamos la
tercera y última parte. Que lo disfruten.
Lección 3
CURSO DE KARATE DO
por el Profesor Hideo Tsuchiya
y Dalmiro Saenz
LA VELOCIDAD QUIETA |
En kimé todo nace.
En kimé todo muere.
Kimé es la vida del karate.
El maestro no deja de repetir siempre a sus discípulos
: "¡Más kimé! ¡Más kimé!". Los
discípulos ejecutan entonces sus movimientos con más vigor
y el maestro queda satisfecho.
-¿Kimé quiere decir fuerza?
-No. Kimé es esto.
(El brazo del maestro sale proyectado rápidamente en un movimiento
de ataque. De pronto, se clava en un punto en el espacio, donde está
el imaginario blanco. Su fijación es perfecta, precisa, impecable.
Kimé)
-Literalmente, kimé es la terminación que resuelve
un movimiento. Piensen en un auto de carrera que se desplaza a 250
kilómetros por hora y que en un décimo de segundo se detiene:
toda su velocidad se transforma en un golpe inmóvil.
-¿Kimé es el fin?
-Kimé es el principio. El movimiento de karate
nace en kimé, surge por obra y gracia del kimé. Para
el que practica el karate, kimé es el nacimiento y la vida.
Kimé también es la muerte. No se olviden que en karate
, teóricamente todo golpe debe ser mortal. La energía
se concentra en un solo punto y todo desaparece: el mundo es mío,
el mundo es suyo. Kimé es el Gran Vacío.
Cuando los japoneses tuvieron que enfrentar a los feroces ejércitos
mongoles, iban a la batalla cantando:
"En el mundo no hay ni un centímetro de tierra donde posar un palo
de punta.
Me regocijo en la nada de todas las cosas,
de mí mismo y del Universo entero.
¡Honor al sable de un metro y medio de largo que blanden los
enormes soldados mongoles,
porque es como un relámpago
cortando la brisa de la primavera!"
-Maestro, si cada golpe es mortal, ¿se entiende que el
karate es agresivo?
-¡No! Los golpes de karate nunca deben ser malgastados
en un capricho. Hasta que salga su mano o su pie, usted tiene que
aguantar, en el límite de su paciencia. Una antigua poesía
okinawense podría traducirse mas o menos así: "Lo que
tolera uno, lo pueden tolerar todos. Pero el practicante debe tolerar
aún lo que los demás no pueden tolerar". La agresividad
se dirige contra el propio egoísmo: cuando repito las técnicas
en el aire, voy sublimando mi violencia y me limpio por dentro.
-¿Y si se comete una injusticia, tampoco puedo castigar
al culpable?
-Tradicionalmente, sí. Pero usted tendría
que estar seguro de que es una injusticia y de que es usted quien debe
resolverla. Como en realidad usted no sabe por qué el culpable
se comporta de esa manera, en la práctica debe abstenerse siempre:
no tiene derecho a ser un juez de nadie. Sólo quien posee
el alma débil reacciona con violencia ante un insulto. Karate
lo hace a usted fuerte, en consecuencia tiene el deber de soportar.
El Tao del Karate, el Karate-Do, permite una ética de suprema compasión
y amor hacia todos los seres.
LAS TÉCNICAS DEL PIE
Los occidentales han comparado muchas veces al karate con
el boxeo inglés. Cometen un error muy grande porque se olvidan
del papel importante que juegan los pies. Es verdad que las escuelas
de lucha autóctona japonesas usan principalmente las manos, pero
en el resto de Asia -donde tiene su cuna el karate- los pugilistas suelen
recurrir a puntapiés, que se alternan con los puñetazos en
distintas proporciones, a la moda del llamado "box francés".
Mi teoría es que esa semejanza no se debe a la casualidad.
Probablemente las técnicas francesas del pugilato con las piernas,
que se denomina savate, fueron llevadas a Marsella desde Indochina, donde
se practican desde hace siglos.
Vamos a ver dos tipos muy frecuentes de keri (patadas) empleados
hoy en karate: la yokogeri o patada lateral y la mawashigeri o patada circular.
VARIANTE DE YOKOGERI
PATADA HACIA ATRÁS EN DIAGONAL
fotos 1-2-3 y 4
Mientras se mira de soslayo el objeto atacado, se sube el pie
hasta la altura de la otra rodilla. Después se extiende con
fuerza la pierna hacia el costado, girando la cadera. Este movimiento
tiene el mismo espíritu del tsuki, enseñado en la clase anterior:
el pie tiende a atravesar, no a golpear. Es una verdadera estocada.
En las fotos, el maestro Tsuchiya ataca con esta técnica a su discípulo
Dalmiro Sáenz; simultáneamente, retuerce el brazo del otro
adversario (Juan Carlos Damonte), para inutilizar el puño.
Aquí se usa el canto del pie, pero también es posible apelar
al metatarso (levantando los dedos del pie), al talón o al empeine.
¡Kimé!
VARIANTE DE MAWASHIGERI
(ROUNDHOUSE KICK)
fotos 5-6-7
El practicante se encuentra acorralado en un lugar estrecho: no puede
retroceder ni extenderse a los costados. Es el momento de acudir
a una patada de rotación. Se apoyan las manos y una pierna
en el suelo; con el otro pie se efectúa una figura arecida al yokogeri,
aunque el desplazamiento no es recto sino en forma de medio arco.
Técnicamente hay dos etapas: primero se levanta la pierna y se la
mantiene plegada en un plano horizontal. El segundo movimiento describe
un semicírculo, mientras los brazos del tórax giran en sentido
contrario a la pierna que golpea, para dar mas fuerza al impacto.
Dalmiro Sáenz es un escritor argentino contemporáneo
nacido en Buenos Aires, en 1926. Algunas de sus obras son:
"Setenta veces siete"
"Treinta treinta"
"El pecado necesario"
(que dio lugar a la película
"Nadie oyó gritar a Cecilio Fuentes")
"Hip, hip ufa"
"Yo también fui un espermatozoide"
"Malón blanco"
(hay reportaje y cuento de D. Sáenz en Playboy
ed.argentina, Agosto de 1995)
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