ANETO 1842-1992:150 AÑOS DE PIRENEISMO

Bajando del portillón hace 50 años...

 

Era el mes de junio de 1842 cuando llegó a Bagneres de Luchon un joven ruso, antiguo oficial del ejército, con la intención de contratar a un guía que le pudiese acompañar en la ascensión al Aneto. Platon de Tchihatcheff no conseguiría encontrar a ninguno, y tendría que irse desengañado hacia otras zonas del Pirineo.

Hacia ya bastantes años que se había iniciado el descubrimiento y ascensión de los principales macizos del Pirineo (ya en el siglo pasado se habían realizado las primeras a algunos tresmiles de la cadena por cartógrafos), y de hecho se empezaban a conocer bastante bien las montañas más importantes. Pero curiosamente el macizo del Aneto era prácticamente desconocido, cuando no ignorado. Los motivos que lo explican son claros. Al estar el macizo enteramente situado en España los pireneistas franceses, auténticos pioneros, lo habían dejado de lado. El hecho que la cumbre no se divisara desde ningún pueblo francés ayudaba aún más a este desconocimiento, y cuando se empezó a tener noticias de la posible existencia de la cumbre se afirmaba que no era la más alta ni mucho menos (el Monte Perdido fue tenido como la cumbre más alta durante muchos decenios, y los macizos de Gavarnie y Vignemale tenían un atractivo fortísimo para los franceses). Unicamente el macizo del Posets superaría al del Aneto en el retraso en su exploración y descubrimiento.

Fue el notable cartógrafo Reboul el auténtico descubridor material del Aneto. Cuando todo el mundo continuaba creyendo que el Monte Perdido era la cumbre más alta de la cadena se atrevió a afirmar la supremacía del Aneto, contradiciendo con humildad anteriores cálculos suyos erróneos, y lo bautizó con el nombre de "Nethou", pueblo situado a sus pies en la vertiente del Noguera Ribagorzana, aunque el nombre se descompuso y se afrancesó.

La Maladeta, por su situación mucho más evidente, ya había conocido anteriores intentos de ascensión y era más conocida. El insigne Ramond había realizado un intento en el siglo XVII, y se sucedieron algunos más hasta que el 29 de Septiembre de 1817 Frederic Parrot (el mismo que tiene un pico secundario con su nombre en el Monte Rosa) realizaría la primera ascensión. En la mayoría de intentos, así como en la primera ascensión y casi todas las repeticiones había participado el guía de Bagneres de Luchon Barrau, que era considerado el decano y máximo experto de la zona. Su muerte en una grieta del glaciar de la Maladeta durante un descenso provocó una auténtica conmoción en la zona, y los nativos, ya muy temerosos de aventurarse por el glaciar, cogieron auténtico pánico a aquella montaña, que consideraban maldita. Tuvieron que pasar dieciocho años de alejamiento sistemático de la montaña y de los glaciares hasta que se rompió el maleficio por un extranjero, el ruso que lograría la primera al Aneto.

Platon de Tchihatcheff, después de la negativa de los guías a acompañarle, fue unas semanas a Luz, donde realizó numerosas ascensiones y se hizo con los servicios del guía Pierre Sanio, bien dispuesto a acompañarle y sin los temores de los guías de Luchon. Ambos regresaron a Bagneres, dispuestos a emprender la ascensión, y allí, mientras intentaban contratar a un guía local, tuvieron conocimiento que un botánico francés, Albert de Franquevielle, preparaba la misma ascensión. Decidieron unir sus grupos para realizar la ascensión juntos.

Así el 18 de julio seis personas salían de Bagneres de Luchon en dirección al Aneto. La caravana la formaban Platon de Tchihatcheff (auténtico motor de la ascensión) y Albert de Franquevielle como los "señores", los cazadores de sarrios Bernard Arrazu "Ursule" y Pierre Redonnet "Nate", y los guías Pierre Sarrio y Jean Sors, más conocido como Argarot.

Enfilaron la ruta que asciende al Puerto de Benasque por el valle del Hospice de France, descendieron al Plan de Estanys, donde tuvieron el inevitable encuentro con los carabineros españoles, y se dirigieron hacía el lugar conocido como la Renclusa de la Maladeta, ya conocido de las ascensiones a la Maladeta por los guías y cazadores, y considerado el mejor lugar para pasar la noche.

Durante la velada la típica tormenta de verano les hizo resguardarse bajo el desplome de la roca, pero en cuanto pasó la noche transcurrió con normalidad.

El día 19 se levantó encapotado. Antes de partir discutieron por donde realizar la ascensión. Los guías, y especialmente los cazadores, no querían atravesar los glaciares, por el miedo cerval a caer en una grieta y terminar como el desgraciado Barrau, y la pareja de cazadores convenció a los demás de la conveniencia de ir por la ruta de los lagos hasta la cabaña de Vallhibierna, para pasar allí la noche, e intentar al día siguiente la ascensión por el valle de Coronas. De esta manera, y por este motivo se realizó la primera ascensión dando un rodeo tan largo, por el sur del macizo, para evitar al máximo el glaciar.

No se ha podido determinar con exactitud el cuello por el que llegaron al lago de Cregüenya (el famoso lago Gregonio de los franceses que hasta hace bien poco tantas confusiones ha creado), lugar que encontraron enteramente helado y les impresionó grandemente, y por el collado de Aragüells, descendieron hasta la cabaña de Vallhibierna, donde pasaron una apacible noche.

El día 20 se despertaron a las tres de la madrugada y a las cuatro ya estaban en camino hacía el valle de Coronas. En el lago superior los guías dejaron parte de la impedimenta y los señores se calzaron los crampones, pues a partir de allí empezaba la nieve. El día era estaba tapado y la niebla cubría las cumbres.

Con pocas dificultades alcanzaron a las ocho de la mañana el Collado de Coronas, donde les recibió un gélido viento y el diminuto lago que algunos años se forma allí.

Los cazadores, en su fijación por evitar el glaciar, intentaron con los guías la ascensión por la arista rocosa, pero después de un intento juzgaron las dificultades superiores a sus fuerzas , y se resignaron a pasar por el glaciar. Encordados los seis miembros de la caravana con una sola cuerda, entre la niebla y con constantes desfallecimientos del ruso, iban ascendiendo con menores dificultades de las previstas, hasta que creyeron haber alcanzado la cumbre, cuando una momentánea mejoría del tiempo, les desengañó. La auténtica cima estaba unos metros más adelante, separada por un cortante arista rocosa. Aquí los guías, que sólo desde el collado habían podido tomar la iniciativa, afrontaron la última dificultad e hicieron pasar a todos los miembros de la cordada hasta la definitiva cumbre, sin mayor peligro.

El mal tiempo persistía y no se entretuvieron mucho. Los señores realizaron apresuradas mediciones barométricas, y los guías levantaron una pirámide de piedra, donde dejaron una botella con sus tarjetas. El largo descenso les esperaban y sin mayor dilación se dispusieron a emprenderlo. Tchiatcheff intuía la ruta del glaciar como la más corta y cómoda hasta la Renclusa, pero la negativa de los cazadores a afrontar los peligros de dicha travesía y la excusa de tener que recoger el material abandonado en el lago de Coronas, le hicieron ceder y regresaron por el mismo camino de la ascensión. Aquella noche la pasarían en la Renclusa, y al día siguiente llegarían a Luchon como verdaderos héroes.

Hacía 68 años que se había realizado la primera ascensión a un tres mil de los Pirineos, y unos cuantos de las primeras a las principales cumbres conocidas, cuando se realizó la primera al Aneto, la máxima altura de toda la cadena, dando un rodeo exagerado y sin ninguna dificultad aparente. Había sido necesario que un extranjero hubiera podido superar los miedos locales para conseguir una ascensión de lo más fácil.

El mismo Platon de Tchihatcheff realizaría la segunda ascensión, inagurando la que sería la definitiva vía normal. A los pocos días de la primera volvía a partir, junto con Albert de Franquevielle, hacia la Renclusa, con la intención de realizar una serie de experimentos científicos y reconocer la ruta del glaciar norte. Mientras Franquevielle se quedada en la Renclusa realizando las mediciones barométricas, el ruso volvía a alcanzar la cumbre, otra vez con niebla, por el glaciar septentrional, inagurando la ruta más frecuentada de todo el macizo.

La tercera ascensión no se realizaría hasta dos años más tarde, por Lezat, quien marcaría los cánones. Salida de Luchon a media mañana, noche en la Renclusa, y al día siguiente cumbre por el glaciar y regreso a Luchon al anochecer. Durante prácticamente un siglo esta sería la estructura ordinaria de todas las ascensiones.

A partir de entonces el Aneto entraría en la rueda de divulgación y popularización de las cumbres del Pirineo. Aún con excesiva lentitud los primeros años, pero luego con un ritmo frenético, la montaña contemplaría el paso de todos los nombres ilustres y de la evolución de la técnica y de las mentalidades.

Russell, antes de quedar prendado por el Vignemale, se enamoraría del macizo. Realizó la primera ascensión en solitario y el primer bivac en la cumbre, amen de muchas otras excursiones, e incluso intentaría comprarlo. Packe realizaría asimismo numerosas ascensiones y una importante labor de exploración. Brulle iniciaría aquí sus fantásticos recorridos por crestas, y los hermanos Cadier consegurían su primera como grupo.

En Francia la ascensión al Aneto se convirtió en una gran clásica y todo turista termal de Bagneres de Luchon que pretendiere ser alguien en la sociedad local veraniega tenía que intentar su ascensión. Reflejo de aquel momento es un curioso librito apologético de Henry Spont, titulado simplemente Le Néthou, donde describe la excursión, el horario y el material aconsejable. Exagera la facilidad y sencillez de la ascensión y las bondades de la montaña y hoy el tono de la obra se nos antojaría cursi y pasado de moda, pero su amabilidad y cordialidad son el reflejo de una época y de una sociedad. Relata anécdotas y curiosidades y advierte de la purificación espiritual que supone cruzar el Paso de Mahoma.

El continuo trasiego de franceses por los altos collados animó a un habitante de Benasque a instalar una cabaña junto al puerto de Benasque para ofrecerles comida y alojamiento. En poco tiempo se haría célebre esta cabaña y su no menos legendario guarda, Francisco Cabellud.

La presencia de los españoles fue muy tardía, y cuando llegaron poco terreno les quedaba virgen. Tradicionalmente el comercio por los altos collados era habitual (el antiquísimo Hospital de Benasque es el único testimonio que nos queda del paso de aquellos atrevidos viajeros y comerciantes que no se atrevían a mirar las montañas más que como un lugar de peligro y dificultad) pero las nefastas comunicaciones por el Aragón dificultaban mucho la aproximación a la base de la montaña. Hasta bien entrado el siglo XX la aproximación para los españoles pasaba por Bagneres de Luchon o el valle de Aran.

La primera nacional la conseguirían los hermanos Harreta en 1855, con el guía Michot (Lamentablemente estos montañeros no han pasado a la historia y son unos auténticos desconocidos, a pesar de tener otro importante récord, como es la primera estatal al Montblanc en 1864). A partir de entonces se irían sucediendo las ascensiones, especialmente por los catalanes. Los nombres de Juli Soler y Santaló, Estasen y su grupo, y muchos otros, escribirían páginas notables en la historia de esta montaña.

A medida que se acrecentaba el movimiento de turistas y montañeros se hacía cada vez más patente la necesidad de contar con un alojamiento que reuniera unas mínimas condiciones para albergar al número creciente de personas que aumentaba año tras año. Ya entrado el siglo XX el catalán Juli Soler y Santaló, uno de los mejores conocedores del Pirineo de Huesca de su tiempo, se propuso la construcción de un gran refugio en la Renclusa. Bajo el amparo del Centre Excursionista de Catalunya, fue el auténtico motor de una obra tan dificultosa y superando todos los inconvenientes consiguió dotar a aquel rincón de una construcción que no tenía nada que envidiar a las francesas.

La vigilia de la inaguración del refugio, cuando se preparaba un acontecimiento festivo y alegre, sucedió uno de los accidentes más célebres en la historia del macizo. El día anterior a la inaguración Mossèn Jaume Oliveres junto con el guarda del refugio, José Sayo, y dos alemanes, hicieron la ascensión al Aneto. El mal tiempo que les había acompañado se desencadenó en la cumbre, y mientras cruzaban el paso de Mahoma de regreso un rayo alcanzó al guarda y al alemán Blass. Los otros dos se salvaron por los pelos, pero aquellas muertes frustraron la inaguración solemne del refugio y causaron una auténtica conmoción en Benasque y Barcelona.

Hoy en día la ascensión por la vía normal está al alcance de casi todo el mundo, y en verano y fechas señaladas hay colas en la Paso de Mahoma, pero en todo el macizo quedan suficientes aristas, cumbres y paredes para que todos los alpinistas puedan disfrutar de la alta montaña como sólo se disfruta en aquellos macizos del Pirineo más selectos.

 

BIBLIOGRAFIA SUCINTA

El Aneto y sus hombres, Jean Escudier, CEC.Monumental obra de investigación de la historia del macizo. Libro de referencia aún no superado, cuenta con una de las mejoras bibliografías de la zona. Todavía se pueden encontrar ejemplares de la versión catalana en la sede del CEC.

Le Néthou, Henry Spont. Obrita reflejo de una época ya pasada que destila una devoción hacia la cumbre del Aneto posiblemente no igualada.

Els llamps de la Maleïda,Jaume Oliveres, reedición en facsímil de 1991 por Rourich-Contrapunt. Breve narración del accidente del Paso de Mahoma. Texto de extraodinario vigor y extraño magnetismo.