I
           
Sorpresa dijo el mago, y sacó de su galera a un conejo blanco, brillante, con sus ojos colorados de conejo, sacó un conejo blanco tomándolo de las orejas, y el conejo ni "mú", ningún gesto de dolor, placer... él estaba ahí, mirando al público con sus ojos -los rojos -, que parecen de mentira...
-Es ésta!. dijo el mago, y descubrió el once de copa, la carta misma que había elegido el señor gordo de la primera fila...
           
Sorpresa dijo el mago, y destapo una M-16 abriendo fuego contra el público de la sala, para luego reventarse la cabeza con una treinta y ocho de caño corto.
II
           
Parece tan simple la vida de cada uno, tan nuestra, tan linda, tan así, común, rutinaria en lo posible...
Hasta que un día, un tipo se para en la esquina de Corrientes y Callao a las doce y cuarto -pasaditas- del medio día, mete la mano en el estuche de guitarra que lleva mientras que espera el okay del semáforo, saca un subfusil automático que consiguió oportunamente en el mercado negro y manda a la mierda a la rutina, a la tan así, a la tan linda, a la común, y, nos demuestra una vez más que nuestra vida es menos nuestra que de nadie, y que, a la vez, tenemos muchas, millones de vidas en nuestras manos, las cuales, si queremos, podemos cortar de raíz...
                      
¿Será la parte que tenemos cada uno de Dios acaso?
III
           
Fueron casi dos horas. La madre se encuentra exhausta y el padre nervioso, el recién nacido, el primogénito, descansa ahora en la nurserí, el parto se hizo largo y tedioso. Ninguno de los dos lo puede creer del todo, después de mucho intentar lograron consevir un hijo, que llegaba al mundo en forma natural, sano, fuerte, hermoso.
           
La alegría era incomparable, pero no contaron con el doctor Romario, al cual justo esa tarde su cabeza le hizo ¡Click! después de mirar al noticiero y, al llegar a pediatría, vía intravenosa le suministró a todos los bebés nacidos ese día 20 mg de ácido nítrico para luego abrirse las venas con un bisturí descartable.
IV
           
Debe haber pocas cosas más divertidas que ser la directora de un colegio, repartir a la entrada a cada chico un alfajor rociado con algún veneno fuerte, muy muy fuerte y después, pasar aula por aula viendo como se mueren alumnos y docentes. Eso pensaba yo hasta que conocí a Sofía. A esta interesante idea le agregó el llamar a los padres, tener a todo el mundo convulsionado en la puerta del colegio, durante ¡Dos días!, y el tercero, sin previo aviso, se comió el último alfajor que quedaba. La encontraron con una mueca de tristeza en su rostro, le hubiese encantado ver la cara de los padres al ver a todos sus hijitos con sus limpios guardapolvos, manchados por sus propios vómitos, retorcidos por las aulas, con gestos de dolor y reclamando piedad.
V
           
Había una vez, un político tan político, que para crear unas "buenas relaciones" con una multinacional, decretó, (de forma honesta y sin ungüentos), la compra de kilos de alimentos envasados, sin una verificación previa, causando, -sin habérselo imaginado-, la enfermedad y/o muerte de miles de habitantes que consumieron dichos productos...
VI
           
Me encantará dedicarle esas últimas líneas, a todas las personas que se encuentren leyendo esto, que las páginas del mismo, han sido rociados por un potente e inoloro veneno de última generación... Así que mientras usted terminas de leer esto, comenzará a sentir o bien un fuerte rechazo por la luz, o pequeños síntomas casi indescriptibles... deduzcan ustedes el final...
Gracias, por darle otro motivo mi miserable vida...
El autor.-
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