CUENTOS ASOMBROSOS II
SIGUE SU CURSO...

CAPÍTULO 8: Entrenador de Blood Bowl.

Son famosas las historias acaecidas a Miguelón como jugador de Blood Bowl (juego descrito someramente en esta web). Aquí describimos algunas de ellas:

  • Un día, en el cual debía estar algo atascado mentalmente, Miguelón dispuso su colocación inicial. El contrario advierte que tiene 12 jugadores colocados, uno más de los permitidos. Miguelón se pone a meditar sobre qué jugador quitar sin que le trastoque su táctica. Tras diez minutos pensando, el contrario le dice que se de prisa. Miguelón dice: "No puedo, todos son imprescindibles."
    La subsiguiente discusión duró unos 20 minutos, que fue lo que costó convencer a Miguelón de que quitase a uno de sus goblins, ya que no podía tener la ventaja de jugar con 12 jugadores si el otro iba a hacerlo con 11.
    El partido empezó y en el primer turno de juego Miguelón afirma desesperado: "Voy a perder el partido, me he colocado mal". No sabiamos el peso tan importante de ese goblin en su equipo.
  • En sus partidos era habitual que la vista le proporcionase malas pasadas. Errores en el número de cuadros entre dos figuras, no ver cuadros vacios, confundir jugadores suyos con contrarios, ignorar el movimiento diagonal y sustituirlo por el zig-zag migueloniano, etc...
  • Una de las últimas anecdotas, ocurrida en una tienda de comics y juegos de rol, cuyo nombre queremos mantener en el anonimato, pero que está en el Barrio del Pilar, cerca de La Vaguada y que empieza por "A", es la siguiente:
    Miguelón juega con un equipo de Enanos del Caos. Su equipo ataca y realiza una "colada de barro" por la banda derecha. El balón lo lleva un hobgoblin que está siendo cubierto por varios enanos.
    Miguelón en un alarde de estrategia consigue tanto colar al hobo como hacer que es resto del equipo tape a los jugadores contrarios, con lo que el ensayo se antoja inevitable.
    Pero amigos... nunca se sabe cuando la mala suerte combinada eso sí, con una pésima percepcion, te puede jugar una mala pasada.
    Y es que cuando el malvado y retorcido contrario empezó su turno con una gran sonrisa en su rostro, nada bueno se avecinaba.
    Su primer movimiento, pegar a uno de los enanos que cubrian al hobo, pero cual fue la sorpresa de Miguelón cuando vio que en la peana de ese enano... ¡estaba el balón! (había rodado desde la del hobo), pero lo peor fue cuando el arbitro (que es sordo y por eso puede tomar decisiones tan arbitrarias) que había estado observándolo todo, dio su visto bueno :(
    Miguelón intenta convencerles de que se le ha caido sin querer, como así había sido, y que no ha sido un pase, pues no ha tenido que hacer ninguna tirada. A toda queja que hizo la organización respondió de igual manera: ¿Quién es el que lleva el balón en este momento?

CAPÍTULO 9: Jefe de jefes.

Iba nuestro protagonista acompañado de dos amigos charlando por la calle, comentando las incidencias de una partida que habían tenido hasta hace unos minutos.
Se pararon ante el portal del domicilio de Miguelón mientras intentaban arreglar los problemas del mundo.
De un bar cercano salió un armario (alicatado hasta el techo) humano con unas cuantas copas de más. El hombre-armario decidió dar un poco de pábulo al trio de amigos, contándoles sus aventuras extraterrestres; Y es que el borrachín afirmaba haber derrotado a unos robotos que estaban dentro del bar (tal vez máquinas tragaperras o, peor aún, la del tabaco) y que, sin duda, querían el dominio del universo, como poco.
Ante una de las preguntas incomprensibles del jefe de jefes, como casi todas, ya que ninguno de los tres tenían la misma cantidad de alcohol en la sangre como para entenderle, Miguelón le responde: ¡¿Qué dices?!

Dicho así no parece demasiado ofensivo, pero el tono chulesco y burlesco, inconsciente, pero real, provocó que el mundo se parara por un momento: Dios mio, había desafiado al jefe de jefes, el cual sólo debía saber de Miguelón después de pasar por 6 o 7 personas de importancia progresivamente mayor: El alcalde, el presidente, el papa, el amo de la O.N.U., el presidente de los U.S.A., el emperador galáctico y por último el jefe de jefes.
Menos mal que uno de los dos amigos de Miguelón era vecino del jefe de jefes y le apaciguó, ya que, en otro caso, la cosa hubiese ido a peor, como más tarde se dedujo; el borrachín aparte de ser una eminencia (cosa que le exime de dipsomano) era campeón o subcampeón de karate, lo que podía haber producido serias contusiones en nuestro gurú, aunque no inmerecidas (basta ya de dar golpes con impunidad).

CAPÍTULO 9: Accidentes accidentales.

  • Miguelón se dirigía a un cajero automático, ya saben, esos lugares de culto (Ver Teorías absurdas), a hacer unas transacciones rutinarias. El caso es que una vez acabada se da cuenta de que la puerta no se abre; ¡¡está encerrado!!.
    La fría cabeza pensante de Miguelón evaluaba las posibilidades que hubieran podido causar semejante trance. Tiraba de la puerta, pulsó botones, usó el teléfono de emergencia, pero nada, no había salida. Intentó llamar la atención de algún transeunte, pero era tarde y los pocos que pasaban cerca se asustaban de un energúmeno que golpeaba una puerta y les hacía gestos (tal vez obscenos)...
    Miguelón empujó la puerta, a la vez que giraba el pomo y le voilà, la puerta se abrió, empujando hacia fuera...
  • Móstoles (Bronxtoles o el Más Allá). Miguelón, como estudiante comprometido con el bienestar del alumnado, se dirigía a una manifestación con protestas relacionadas con la Universidad, aprovechando la visita de Don-Gallar a dicho lugar.
    Llegaron él y sus compañeros al lugar, pero no sabían orientarse hacia el Rectorado. Miguelón ve un policía y se dirige a él:
    Miguelón: ¡Oye tú!
    Poli: Oiga usted, que soy policia, un respeto.
    Miguelón: Ah, vale, perdón.
    Poli: ¿Qué quieres?
    Miguelón: Saber donde está el Rectorado de la Universidad.
    Policia: ¿De cuál?
    Miguelón: De ésta.
    Policia: No sé, espérate que pregunte a la central.
    El señor agente llama a la central y pregunta por el Rectorado de la Universidad.
    Poli: Atención Central, ¿podeis ubicarme el Rectorado de la Universidad?
    Central: ¿Puede repetir, por favor?
    Poli: Sí, Central. Quiero saber la situación del Rectorado de la Universidad.
    Central: No se escucha, repita por favor.
    Poli: ¿Dónde está el Rectorado de la Universidad?
    Central: ¡Más claro!
    Poli: ¡Que dónde coño está el Rectorado!
    Central: No hace falta ponerse asi, ¿eh? Espere un momento que pregunte por aquí...
    (Al rato)
    No sabemos donde está el Rectorado, pero puedes preguntarle al agente Martínez, que vió al Rector hace dos días.

    Amigo de Miguelón: (Al Poli) Es que tenemos prisa, vamos a manifestarnos contra Don-Gallar.
    (El Poli le mira mal, parece pensar "Malditos estudiantes-maleantes, la ley les ampara")
    Poli: Martínez, ¿puedes decirme donde está el Rectorado?
    Martínez: Sí, está en la calle Bla...
    Poli: Gracias, corto.

    El Poli, como servidor de la gente de a pie, se ofrece a guiar a los manifestantes al Rectorado (parece que esa calle sí la conoce).
    Arranca la moto e indica al coche en el que viaja Miguelón que le siga. En el corto trayecto, a una media de 80 Km/h, el Policia se salta dos semáforos en rojo, uno en ámbar y un paso de peatones.
    Al fin llegan los muchachos al Rectorado y se enteran que Don-Gallar y el resto de los manifestantes no están. ¡¡Ohh!!

Cuentos asombrosos I

Las Epístolas de San Miguelón desde Francia

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