Quise pedirte un retrato tuyo,
porque pensé en soñar
con la serena calma
de las lagunas de tus ojos;
porque pensé en deleitarme
acariciando con la mirada
la azabache sensualidad
de tu cabello suelto;
y porque pensé en derretirme
frente a tus labios,
como siempre me pasa
cuando veo tu sonrisa.
Pero después decidí
no pedirte ningún retrato
porque no podría soportar
la idea de verte cada día
y no poder estar a tu lado.