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La Historia de Bietoslav Corodin.
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Relato |
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Por Gerardo Ávila García Cuando se despertó, tenía una hoja de papel en una mano y un libro azul
desgastado en la otra. Durante varios minutos estuvo pensando qué diablos era
aquello estropajoso que tenía en la cabeza... porque aunque no sabía dónde
estaba, ni cómo se llamaba, ni por qué tenía una hoja de papel en una mano y
un libro azul desgastado en la otra, le pareció más importante aquello
[!!!...]. Al final, se acordó de que era su pelo y pasó a resolver las demás
incógnitas. Miró la hoja de papel que sostenía en su mano derecha y pudo observar
que había algo escrito. El título era “Condensador de Fluzo”. El resto de la
hoja estaba repleta de símbolos extraños y algo parecido al esquema de algún
tipo de artefacto. Por lo que pudo recordar, un Condensador de Fluzo era la
parte fundamental en cualquier dispositivo de viaje en el tiempo. Servía para
condensar ingentes cantidades de Fluzo en un espacio minúsculo. El elemento
químico Fluzo (Fz) había sido descubierto en el año 2053 en un meteorito
procedente del violento satélite de Júpiter Io, caído en la cordillera del
Karakorum, por el científico italiano Pietro Rina Fluzzani. El nuevo elemento
se caracterizaba por tener una masa atómica mil veces mayor a la del Uranio y
una estructura cristalina extremadamente densa. El condensador de Fluzo podía
comprimir en un espacio muy reducido extraordinarias cantidades de esta
materia, lo que provocaba tal acumulación de masa que originaba una
distorsión temporal en el punto espacial en el que se situaba el artefacto.
De esta forma, y gracias a dicha
distorsión espacio-temporal, podía conseguirse el viaje en el tiempo. Esto lo
recordaba, pero no conseguía saber qué hacía con aquel documento, referente a
un artefacto tan importante y secreto, en sus manos. Dejó el libro azul desgastado en la mesa delante de la cual estaba
sentado y miró en sus bolsillos, descubriendo algo parecido a una tarjeta de
identificación. Pudo leer unas iniciales escritas al dorso: “B. & C.”....
De repente, reconoció sus iniciales y creyó recordar algo, aunque todavía
andaba bastante confuso. Si no le fallaba la memoria, él se llamaba Bietoslav
Corodin, y era teniente coronel del grupo especial de intervención del
servicio de inteligencia científica ruso destinado en la península de
Kamchatka. Hacia el año 2065 la paz mundial se había visto seriamente
amenazada por las disputas con el nuevo material, el Fluzo. Durante la última
década habían aumentado considerablemente los impactos sobre la Tierra de
meteoritos con alto contenido en Fluzo procedentes de la luna Io. Este
material era tan preciado, unas 1000 veces más que el platino, que las
disputas territoriales allí conde caía un meteorito eran inmediatas al
choque. De hecho, los países estaban deseando la caída de grandes meteoritos
en su territorio, dando igual si lo hacían sobre la cabaña de un granjero de
Minsk o en una de las dos Torres Petronas de la ciudad de Kuala Lumpur
(Malasia). Como teniente general del servicio especial de intervención del
servicio de inteligencia científica, su misión era la de vigilar el gran
territorio de la península de Kamchatka a fin de recuperar todo meteorito que
cayera en el lugar. Sin embargo... había algo que no recordaba... hasta que
otro vistazo a la hoja de papel de su mano derecha le hizo recordar lo que
realmente sucedía. A principios del 2065 había
sido trasladado de su destino en Kamchatka
debido a sus conocimientos militares y en ingeniería, química y
metalurgia, para participar en el “Proyecto Tunguska V”. Un año antes había
caído en la región siberiana de Tunguska un gigantesco meteorito que había
proporcionado a Rusia unas 100.000.000 de Toneladas de Fluzo, de una pureza
extraordinaria. Diez años antes de aquel suceso, el físico e ingeniero Andrei
Leonov, había diseñado un dispositivo, el llamado Condensador de Fluzo, que
permitiría en la teoría el viaje en el tiempo. El único problema era
conseguir una inmensa cantidad del preciado elemento, problema ahora
resuelto. Así, con la finalidad de lograr viajar en el tiempo se creó el 6 de
enero de 2065 el Proyecto Tunguska V, del cual él formaba parte ahora como
uno de los 3 hombres candidatos a ser el primer viajante. El primer viaje se inició el 17 de agosto de 2067, con él como único
piloto de la Titov IV, el artefacto transtemporal que, gracias al Condensador
de Fluzo, iba a realizar un viaje hasta el 17 de agosto de 2007. Ahora recordaba que, debido a la propia naturaleza del dispositivo de
condensación del Fluzo, su vida era limitada, y debía cambiarse cada 50 años
de viaje transtemporal. Así pues, acababa de cambiarlo cuando algo le golpeó
la cabeza y perdió el conocimiento. Cuando despertó, estaba sentado en una
silla, con la hoja de instrucciones de cómo cambiar el Condensador de Flujo
en la mano derecha y... un libro azul desgastado... en la izquierda. Miró su
reloj y comprobó que la fecha era 17 de agosto de 2007, pero aún no recordaba
lo que contenía aquel libro... Se decidió a abrirlo más o menos por la mitad... Pasó unos segundos
leyendo, y a medida que lo hacía sus párpados se abrían cada vez más, sus
pupilas se dilataban y su boca se abría... hasta que se le quedó una cara de
demente como la de Jack Torrance en “El Resplandor” (1)
(con un hacha en una mano y congelado en la nieve por fuera del Hotel
Overloock). Corodin perdió completamente el juicio, y cuando lo encontraron,
vagaba por un bosque de la Península de Crimea, cerca de Sebastopol, medio
congelado y con aquella expresión de demencia en su rostro. Acabó sus días en
un pequeño sanatorio mental de la ciudad rusa de Odesa, a orillas del Mar
Negro, llamado “El Hogar del Ingeniero Trastornado” (traducción literal del
ruso), tratando de construir un Condensador de Fluzo con veinte cápsulas de
barbitúricos, una pila, dos zapatos del mismo pie y 453 palillos de madera de
fabricación checa. Aún así, fue relativamente feliz... y no se aburrió. Murió el 24 de julio de 2051 de una extraña enfermedad llamada
saturnismo (2). En la pared de su habitación, o, más bién, sobre
la gomaespuma que recubría las paredes, todavía puede leerse: “Hay que
joderse, con tres palillos más lo hubiera conseguido... mierda!”
(traducción literal del ruso). Nunca contó lo que había visto en aquel libro
azul desgastado, y que le había hecho perder el juicio. Su increíble relato, repetido 43 veces (una por año, durante la Pascua
judía), quedó recogido en el libro del historiador y biógrafo sueco Marcus
Mai Mattiansen, titulado “Bietoslav Corodin,... quédate loco”. Esta obra fue
considerada más una novela de ciencia ficción que una biografía, y más aún
cuando hacia el año 2053 se descubrieron en Estambul los documentos de
Corodin, entre los cuales se encontraban la hoja de papel y el libro azul
desgastado mencionados en la obra de Mattiansen. Tras el análisis de los documentos, quedó demostrado que el ruso estaba
totalmente desquiciado. La hoja de papel no tenía por título “Condensador de
Fluzo”, sino “Condensación y Reflujo”, y no se trataba de un manual de cómo
cambiar condensadores en naves del tiempo rusas sino la descripción del
método Penski para diseñar una columna de destilación petrolífera. El libro
azul desgastado era el conocido “Bonner & Castro” de Química
Orgánica (3), y la tarjeta que el supuesto Corodin encontró en su
bolsillo no era su tarjeta de identificación personal sino la ficha de
biblioteca del citado libro (B. & C.). De hecho, posteriormente se
descrubrió que el tal Bietoslav Corodin era realmente James Parker Junior,
estudiante de Ingeniería Química de la Universidad de Pensakola (E.E.U.U.),
que había ido a Sebastopol para realizar su Proyecto de Fin de Carrera sobre
“Condensación de alquil-metil-bencenos tras la destilación de dihalogenuros
vecinales según el método Penski en columnas de vacío” [...] Más tarde, comenzaron a surgir teorías sobre su locura, oyéndose
rumores como que se sujetaba los párpados con clips para no dormirse y seguir
estudiando, o que llegó a beberse 500 termos de café en una noche. Lo que si
está comprobado es que en su habitación siempre había un extraño olor a
pegamento marca Pattex [...] y que seguramente su desvanecimiento se debió a
que le cayó un trozo de escayola del techo de su chavola mientras trabajaba
en su proyecto. Después de todo aquello, el sujeto quedó para la historia como un estudiante psicópata y totalmente trastornado, pasando J. Parker Junior al más absoluto olvido y la obra de Mai Mattiansen a la descatalogación como tratado de culto, hasta el año 1053. Durante ese año, los sismógrafos de todo el planeta detectaron un gran movimiento sísmico, posiblemente provocado por el choque de un meteorito, y cuyo epicentro se estableció en el monte K2, en la cordillera del Karakorum. Dos meses después se publicó en la revista Nature el descubrimiento de un nuevo elemento químico, obtenido del meteorito del K2 por el científico italiano Pietro Rina Fluzzani, y al cual se le había dado el nombre de Fluzo [...]. Lo que pasó durante los siguientes años en el mundo ya lo saben, al
igual que lo supo J. Parker Junior cincuenta años antes de que ocurriera
[...]. Nota: (1) “El Resplandor”. Excelente Largometraje dirigido por Stanley
Kubrick y protagonizado por Jack Nicholson. Basado en la novela del mismo
nombre escrita por Stephen King. (2) Enfermedad causada por la acumulación en el organismo de mercurio
(Hg), el cual no puede ser eliminado del cuerpo humano de forma natural, y
que provoca diferentes transtornos en los principales órganos. (3) “Bonner & Castro”. Tratado de
Química Orgánica muy popular a finales del siglo XX y principios del XXI. Se
le considera causante de varios casos de esquizofrenia así como de frecuentes
alucinaciones y traumas psicológicos de todo tipo. |
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Gerardo
Ávila Fecha
de creación: 28/12/2001 |
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