From: Vladimir Támara
Date: Mon, 4 Nov 2002 21:02:05 +0100
Subject: Asombro y protesta en el caso de Carlos Arturo Marulanda
Señor fiscal Luis Camilo Osorio Isaza luosorio@fiscalia.gov.co, contacto@fiscalia.gov.co
Señor presidente Alvaro Uribe Velez auribe@presidencia.gov.co
Señor ministro de interior Luis Fernando Londoño despachomt@mintrabajo.gov.co
Con respecto a la liberación de Carlos Arturo Marulanda, deseo expresar
mi asombro y protesta. ¿Cómo pueden prescribir los procesos graves que
había en su contra (conformación de grupos paramilitares, terrorismo,
concierto para delinquir, daño en bien ajeno) y quedar vigente sólo un proceso
por incendio?
¿Acaso los campesinos de la hacienda Bellacruz ya tienen sus tierras y ya
fueron reparadas las muertes y daños que se habrían producido a nombre de
este señor?
Solicito el favor de confirmar o refutar el extracto adjunto que he tomado
de Internet (http://www.inti.be/ecotopie/pazbella.html), de ser posible
solicito se mantenga una página en Internet con la información completa sobre
este caso (me ofrezco para realizar esa actividad voluntariamente).
Un colombiano que quiere la paz de Dios
Vladimir Támara Patiño
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La resistencia pacifica
de los campesinos de la hacienda Bellacruz (Co)
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Fuentes: Testimonio de Raúl Emilio Ramos, lider campesino, recogido por Luis
Guillermo Pérez Casas, representante en Europa del Colectivo de Abogados "
José Alvear Restrepo ".
* Resumen
* Histórico
* 1996, un año de lucha pacifica de los campesinos frente al terror
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* Resumen
En febrero 1996, 170 familias tuvieron que huir las tierras que ocupaban en
la hacienda "Bellacruz" desde 1986, a razon de las violencias de un grupo
paramilitar mandado por el dueño de la hacienda, Carlos Arturo Marulanda,
embajador de Colombia en ese entonces.
Desde esta fecha, esas familias andan sin paradero fijo y ocuparon varias
sedes de organisaciones en Bogotá.
Las denuncias de sus lideres llegaron hasta Europa donde el Parlamento
Europeo tomo una resolucion condenando Colombia y su embajador.
A pesar de esa victoria moral, la situación de las familias sigue igual,
ocupando el Incora en Bogotá, y desesperando de recuperar sus tierras.
Además, sus lideres siguen cayendo bajo las balas de los paramilitares
subiendo a 34 (diciembre 1996) el numero de sus victimas non armadas.
* Histórico
(testimonio de Raúl Emilio Ramos, lider campesino)
La ocupacion de los terrenos baldios de la hacienda Bellacruz
Buscando cómo sobrevivir regresé a mi tierra, allí me encontré viejos
amigos que no podían entender que después de yo haberle dado la vuelta al
mundo estuviese tan pobre como ellos. Empecé de nuevo a cultivar el campo,
a rencontrarme con mi condición de campesino. Corría el año de 1987. De
conversación en conversación con mis paisanos nos fuimos animando a tomar
unos terrenitos baldíos que eran puro monte. Nos cansamos de cultivar la
tierra ajena y nos metimos con 45 familias. Con machete y hacha le abrimos
camino a la comida.
A pesar de que como tierras baldías eran tierras abandonadas, se nos metió
el Ejército a quemarnos los ranchos y a destruirnos los cultivos. Como
ocurrió en otras oportunidades y en otras extensiones de tierra, una
familia de terratenientes, la familia Marulanda Ramírez se pretendió dueña
de las mismas y nos mandó desalojar acusándonos de subversivos. La ambición
de los terratenientes es desmedida; como la familia Marulanda Ramírez no
podía acudir a un desalojo legal, nos acusó con el Ejército de tener nexos
con los grupos guerrilleros.
El Ejército quemaba y destruía nuestras viviendas y cultivos. Nosotros
construíamos de nuevo y de nuevo sembrábamos. Venció nuestra capacidad de
resistencia. Además uno le toma cariño a las cosas por las que uno lucha;
nos movilizábamos, denunciábamos y volvíamos a comenzar. En 1991 nos
dejaron por fin en paz.
Es una tierra agradecida, responde al sudor que le gastamos. Cultivamos
naranjos, limones, guayabos, guanábanos, yuca, maíz, arroz...cualquier
semillita que enterrábamos brotaba. Todos nos sentíamos orgullosos de
nuestras parcelas.
Llegan los paramilitares y el terror
La vida trancurrió normalmente hasta 1996. En la noche del 13 y en la
madrugada del 14 de febrero un grupo de gente armada, paramilitares,
llegaron en tres volquetas a nuestras parcelas y en medio de gritos y
golpes nos sacaron de nuestras viviendas. Primero llegaron a la vereda
Trocadero, golpearon a los campesinos y no les importó maltratar a los
mujeres, ancianos y niños. Nos decían que cumplían órdenes de Carlos Arturo
Marulanda que reivindicaba las tierras como suyas. Llevaban armas de largo
alcance, de las que usa el Ejército y para maltratarnos llevaban rejos de
tres puntas de cuero de ganado; en cada punta de los rejos amarraron
vainillas de fusil, para golpear dejando mayores heridas. Los paramilitares
antes de proceder a las torturas nos preguntaban : " Quieren conocer a
Martin Moreno, el que quita lo malo y pone lo bueno ", luego procedían a
los juetazos en la espalda. A uno de mis vecinos, padre de diez hijos que
quiso oponerse a que le quemaran su rancho, lo golpearon salvajamente hasta
que sangrante perdió el conocimiento, lo dejaron casi muerto.
Fueron parcela por parcela repitiendo el mismo procedimiento brutal,
golpeando a los hombres, quemando los ranchos y robándonos las pocas cosas
de valor que teníamos. Nos dieron plazo de cinco días para abandonar
nuestros predios so pena de masacrarnos a su retorno, que si no nos íbamos
harían de la zona un Urabá1.
Cerca a nuestras parcelas hay una base militar, una de nuestras compañeras
acudió allí presurosa a buscar auxilio. Ellos ya sabían lo que pasaba no
solamente porque desde lejos se veía el fuego de los ranchos quemándose y
se escuchaba el llanto de niños y mujeres, sino porque es impensable que un
grupo numeroso de gente armada transitase frente a sus narices sin su
consentimiento o sin su participación. Como respuesta le dijeron a la
señora que ellos nada podían hacer porque ellos iban a pie y los otros en
carro. Lo cierto es que los paramilitares actúan desde la base militar y la
familia Marulanda los patrocina.
Se robaron las vaquitas, las bestias, los burros, arrasaron con los
cultivos, les metieron buldozer arrancaron las plantas de raíz y
destruyeron nuestras viviendas. En mi parcela yo había logrado sembrar y
que prosperaran grandes árboles frutales: limoneros alcancé a levantar 35
palos, 40 árboles de mango fino, guanábanos que daban frutas de varias
libras, guayabas, anones, patilla, melón. Yo sembraba de todo. También
tenía plataneras, yucales, cultivos de caña, maizeras, cacao, ahuyamas,
pepino, árboles madereros, sembré con éxito cuarenta palos de eucalipto que
estaban inmensos, también levanté móncoros y otras docenas de árboles...
Trabajé como en mis mejores tiempos de muchacho. Para mí levantar un árbol
era como levantar un hijo; después de meter la semilla, cuidaba de que
nacieran bien, los rociaba, les quitaba la maleza, los protegía del exceso
de sol o del exceso de lluvía, les conversaba para que sintieran mi
compañía. Mi parcela había prosperado rápidamente, todos tenían que ver con
ella, yo trabajaba de la aurora al ocaso con un entusiasmo tal que no
sentía la fatiga y las enfermedades por fortuna se olvidaron de mí. Había
construído mi casa de palmas, con paredes embutidas y enjauladas en barro
como tapia pizada; mi casa era acogedora, bonita; le había hecho el piso de
cemento. De todo ello no queda nada. Nada. Nada. Donde antes era mi casa
sólo queda la huella del piso y donde estaban los cultivos queda la tierra
quemada y de nuevo se levanta la mala hierba.
Por qué nos hicieron esto? Es un perjuicio no solamente para las 170
familias, es también un perjuicio para el Estado. El Gobierno dice que no
pagan porque el Estado no es responsable. Y los militares que estaban ahí,
que hace mucho tiempo han estado ahí no son responsables ? Y los
paramilitares que salen de sus bases, de los terrenos del embajador
Marulanda no son responsables? Y toda la familia Marulanda no es
responsable ?. Lo único que saben hacer es sembrar violencia.
La familia Marulanda y la historia de la hacienda Bellacruz
La familia Marulanda no tiene escrúpulos, son como un tronco podrido vacío
de raíces. La familia Marulanda Ramírez desgraciadamente hace muchos años
está ligada a la región. En 1945 llegó el padre, Alberto Marulanda Grillo,
quien le legó a sus hijos la falta de escrúpulos, principalmente al mayor,
Carlos Arturo Marulanda Ramírez que estaba en Bélgica como embajador ante
la Unión Europea.
Alberto Marulanda Grillo, liberal, casado con una conservadora, Cecilia
Ramírez, utilizó la violencia política de mediados de siglo para adueñarse
de la tierra de los campesinos y de terrenos baldíos que eran propiedad del
Estado, también se apropió de terrenos que el Estado años atrás había
entregado a una empresa gringa " La United " para la explotación del
banano. La empresa se fue cuando se le terminó el contrato de cuarenta
años, no le interesó renovarlo porque los jornaleros armaron un sindicato.
Los agricultores se hicieron a esos terrenos hasta que Marulanda empezó a
desalojarlos por la fuerza.
Alberto Marulanda era del interior del país, no era costeño. En ese
entonces usó a " La Chulavita ", la policía política que el régimen
conservador utilizaba para masacrar al pueblo liberal, aunque él se decía
liberal, en cuestiones de economía no tenía ideología y la violencia
liberal conservadora solamente la sufrían los pobres. En una de las
veredas, la vereda Melendres, hizo una masacre espantosa, sólo sobrevivió
una señora, María Gea, quien fue la única que pudo contar lo que había
pasado y enterrar a su familia en San Bernardo. Los campesinos de las otras
veredas tuvimos que emigrar dejándolo todo para no perder las vidas.
Alberto Marulanda combinaba los asesinatos y masacres con la persecución
judicial. Cuando los campesinos tenían títulos sobre los terrenos los hacía
encarcelar acusándolos de cuatreros por hurto de ganado.
Así por ejemplo llevó a prisión a Cipriano Rizo Collante. Mandó a sus
vaqueros a matar varias reses, se comieron la carne; con los restos:
pieles, cabezas, mondongo y cueros, armó la " prueba judicial " para
acusarlo de robo, los hizo enterrar cerca a la casa de Cipriano, luego
llegó él con la policía y teniendo como testigo a sus propios hombres lo
hizo detener. De nada valió que Cipriano demostrara que nunca le había
robado nada a nadie, el juez lo condenó porque Don Arturo acusaba, las
pruebas eran " contundentes ". Dictó sentencia en nombre de la " República
y por autoridad de la ley "; lo envió a pagar la pena a Santa Marta muy
lejos de su familia. Luego se hizo muy fácil a las tierras de Cipriano,
expulsó a la mujer y a sus niños.
El mismo procedimiento repitió con otros campesinos de la vereda de
Guitarrilla, en el sur del Cesar, recuerdo al señor Antonio Galván,
Leopoldo Rodríguez, Martín Corrales y a muchos otros cuyos nombres he
olvidado. También solía echar su ganado marcado en predios de los
campesinos, el mismo día que los metía, llegaba él con la autoridad para
hacerlos arrestar.
Para la época en la región existían dos municipios : La Gloria y
Tamalameque. Como los alcaldes eran elegidos por el gobernador él hacía
nombrar a sus amigos, convirtiendo a las autoridades municipales en sus
cómplices que le extendían los documentos a su antojo, o hacían desaparecer
las escrituras públicas de los campesinos que probaban la propiedad de
éstos sobre las tierras. Los campesinos que se quedaban tenían que trabajar
para él en servidumbre, les dejaba sembrar una cosecha de maíz pero a
cambio le tenían que sembrar el pasto para él meter su ganado. De este modo
Alberto Marulanda se convirtió en terrateniente.
Los campesinos desplazados por Marulanda se congregaron en una vereda y así
nació el tercer municipo de esta región, el pueblo de Pelaya que queda
sobre la carretera que une a la costa con el centro del país, Santa Marta
con Bogotá, uno de los tantos municipios que en Colombia han nacido como
consecuencia del terror.
Marulanda se había hecho a 22 mil héctareas de tierra. Los campesinos se
organizaron y comenzaron a luchar, recuperaron las tierras de la
cordillera. Como había resistencia Marulanda mandó a matar a los líderes,
murieron muchos pero las viudas no abandonaron, continuaron la lucha de sus
esposos. Con el tiempo se construyó un gran movimiento cívico en Pelaya,
juntas de acción comunal, Asocomunal y la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos -Anuc-. Con la organización popular nos pudimos defender.
Murió Alberto Marulanda y lo remplazó su hijo mayor, Carlos Arturo
Marulanda Ramírez. Carlos Arturo Marulanda se desplazó a la región y montó
un frigorífico que posterioremente fue cerrado porque estaba transportando
carne de contrabando hacia Venezuela; tenía también una radio ilegal de
comunicaciones que le cerró el gobierno. Los herederos montaron una
sociedad, la sociedad Marulanda Ramírez Inversiones " M. R.I. ", pero quien
la dirige realmente es Carlos Arturo Marulanda.
Carlos Arturo Marulanda se enfrentó a la organización popular de Pelaya, se
ensañó en particular contra el compañero Gabriel López, quien era un hombre
muy activo, un dirigente cívico de gran valor que no vacilaba en decirle la
verdad a la familia Marulanda de su fortuna mal habida. Gabriel fue
amenazado, pero no quería que Marulanda convirtiera a Pelaya en su fortín
político y por ello no se fue y siguió luchando. Lo mandó matar en 1989,
contrató un grupo de paramilitares que le quitaron la vida al compañero
cuando iba de regreso a su casa. Gabriel tenía seis hijos menores de edad.
Lo denunciamos pero la actuación judicial lo favoreció con la impunidad
como siempre ocurrió con su padre.
Marulanda fue elegido representante a la Cámara por el Departamento del
Cesar, obligando a votar a los campesinos asentados en su hacienda, a los
trabajadores de la sociedad y comprando los demás votos. Tenía montada una
clientela electoral, heredada de las relaciones de su padre y con alcaldes
de su bolsillo en muchos municipios. Cuando pretendió ser reelegido nos
opusimos denunciando sus crímenes, nuestra campaña produjo los resultados
esperados y no lo reeligieron.
La oposición la lideró el compañero Luis Eduardo Chinchilla quien era el
Presidente del Concejo Municipal de Pelaya, la derrota de Carlos Arturo
Marulanda la pagó con su vida, éste lo mandó desaparecer, en esta
oportunidad se pudo ver que los sicarios se movilizaban en una camioneta
sin placas que salió de la Hacienda Bellacruz, llegaron a su casa a las
once de la mañana, donde tenía un almacencito que atendía con su esposa; lo
arrastraron delante de su mujer y sus hijos pequeñitos, él gritaba pidiendo
auxilio mientras se agarraba de las rejas del almacén para resistir a que
se lo llevaran; lo golpearon, lo montaron en la camioneta, lo tiraron al
piso, se le montaron encima y se fueron. Los vecinos vieron que lo entraron
a la Hacienda Bellacruz. Nunca se volvió a saber de él, ni siquiera le
entregaron el cadáver a la viuda y a los huérfanos para que lo pudieran
enterrar. El crímen fue triple porque la madre de Luis Eduardo murió al
poco tiempo de pena moral, luego su hermana quien también murió de
tristeza.
En 1991 otro de nuestros compañeros, apenas un muchacho Jairo Camelo, quien
tenía un mes de casado, dirigente de la Anuc, fue asesinado por el mismo
grupo paramilitar, él estaba con nosotros en una reunión en la que
discutíamos la manera como podríamos obtener los títulos de nuestras
tierras para que Marulanda nos dejara por fin tranquilos. Jairo ya estaba
amenazado de muerte y le pedimos que no regresara a su trabajo, pero él
decía que tenía que cumplir con su deber y que nada debía, para tener que
estarse escondiendo. Lo mataron esa tarde cuando regresaba a Pelaya. En los
mismos hechos desaparecieron a Silverio Ruenes, un jovencito de 17 años,
que engañado llevó a los asesinos al sitio donde trabajaba Jairo. El padre
de Silverio reconoció posteriormente que entre los paramilitares iba un
teniente del Ejército, quien fue el que fue a buscarlo al trabajo, lo
denunció y al teniente lo trasladaron antes de que iniciaran cualquier
investigación.
A un amigo mío, Gumercindo Huelba, lo mataron en 1993, llegaron a su casa
mientras dormía, en la madrugada lo sacaron, se lo llevaron sin permitirle
vestirse; sus hijos pequeños se le pegaron al cuerpo y su mujer se le colgó
del cuello para que no se lo llevaran; los desprendieron a culatazos
dejándolos malheridos. Su cadáver lo tiraron en la carretera de Aguasclaras
en la vía que va de Aguachica a Ocaña, lo torturaron salvajemente, le
rociaron un ácido para que su rostro quedara irreconocible y le metieron
candela a su cuerpo. Lo pudimos identificar por la dentadura que era de
platino.
Gumercindo se me atraviesa en los sueños muy seguido, nos veíamos con
frecuencia, cultivamos la tierra juntos, salíamos a vender nuestros
productos juntos, nos tomábamos de vez en cuando una cerveza juntos, íbamos
a las reuniones juntos. Yo era mucho mayor que él quien sólo tenía 36 años,
mas fuimos buenos amigos; era muy trabajador, muy noble; no solamente lo
quería la esposa y sus chicos, lo quería todo el que lo conocía. Si los
paramilitares lo hubiesen tratado no hubiesen sido capaces de matarlo, pero
lo mataron de la peor manera.
En 1995 asesinaron a otro compañero dirigente de la ANUC, a Juan Pacheco,
lo mataron dentro de su propia casa, en La Gloria, que colinda también con
la hacienda Bellacruz, lo acribillaron delante de su señora y sus hijos.
Juan se había destacado por su lucha inclaudicable por los intereses de los
compañeros campesinos, promovió la organización contra el despojo de los
Marulanda y denunció siempre los grupos paramilitares que ellos habían
llevado a la zona.
Son muchos otros los compañeros que han sido asesinados o desaparecidos en
similares circunstancias. La familia Marulanda ha hecho fortuna sobre la
sangre de decenas de víctimas; así también Carlos Arturo Marulanda se
aseguró su fortín político, por eso fue ministro y embajador. El es
responsable de lo que nos ha pasado y de lo que nos sigue pasando. El dice
que no, porque vive en Europa. Que hace dos años no viene por Colombia.
Pero desde allá nos acusa de guerrilleros y desde allá da órdenes. No
necesita venir al Cesar para que le obedezcan. El y su familia son
responsables de la persecución que sufrimos hace tres generaciones, pero en
particular él, no tengo duda, está donde está por que está vacío de
escrúpulos, como un tronco podrido vacío de raíces.
* 1996: un año de lucha pacifica de los campesinos frente al terror
Luego de las amenazas de los paramilitares, en febrero 1996, nos reunimos.
Contamos 170 familias entre las víctimas, más de mil quinientas personas.
Nos fuimos a la capital del departamento, Valledupar, para hacer la
denuncia ante las autoridades; había una reunión de alcaldes de la región
con problemas de orden público en sus pueblos, La Gloria, Tamalameque,
Pelaya, la Paila y Aguachica entre otros, les comentamos nuestra situación
y como respuesta nos dijeron que desocupáramos para que no hubiese una
masacre. Hablamos con el Gobernador del Departamento y nos dijo la misma
cosa. Hablamos con la policía y nos dijeron que no había nada que hacer.
Primera toma del Incora
En vista de que no contábamos si quiera con el respaldo de las autoridades
políticas decidimos viajar a Bogotá y tomarnos la sede principal del
Instituto Colombiano de Reforma Agraria -Incora-. Esta toma duró 33 días
porque el Gobierno se negaba a dialogar con nosotros. Nos alimentábamos con
la ayuda que recibíamos de los sindicatos y las organizaciones no
gubernamentales. Finalmente pudimos negociar con el Gobierno y llegamos al
acuerdo de que el Ejército nos garantizaría la seguridad para nuestro
retorno e Incora mandaría los topógrafos para medir la tierra y determinar
las que pertenecían al Estado y darnos los títulos de nuestras parcelas.
Confiando en el Gobierno regresamos en un avión militar de Bogotá a
Bucaramanga y de Bucaramanga a Pelaya en helicópteros militares. Nos
concentramos en la Casa Campesina de Pelaya, mientras nos entregaban las
parcelas. En la Casa Campesina nos concentramos mujeres, niños y ancianos;
alrededor de doscientas personas que nos turnábamos entre las mil
quinientas desplazadas. Recibimos la protección permanente de la Policía en
cumplimiento de los acuerdos firmados.
Fuimos un día con los topógrafos a medir, el Ejército nos acompañó, nos dió
miedo porque se alejaron un kilómetro de nosotros y se entrevistaron con un
grupo de civiles armados que salían de la hacienda Bellacruz en una
camioneta. Cuando cuestionamos al Ejército por esa relación con los
paramilitares, nos dijeron que eran de la Unase -Unidad de antiextorsión y
secuestro-. Regresamos en la tarde y en el albergue fue a decirnos el
teniente Henry Capacho del Ejército que no podíamos seguir midiendo porque
había mucha gente armada en el área y tenían primero que enfrentarlos, que
teníamos que esperar hasta nueva orden.
Pasaron quince días y lo buscamos para preguntarle qué había pasado, nos
dijo que los topógrafos se habían marchado. Hablamos con la Personera de
Pelaya que nos comunicó que éstos no volverían porque habían sido
intimidados por los paramilitares. Llamamos a Bogotá para poner en
conocimiento de las autoridades nacionales lo que estaba pasando. En Incora
nos prometieron que buscarían otros topógrafos pagándoles el triple para
que hicieran la medición.
Mataron 7 de nuestros compañeros
Mientras contrataron los topógrafos mataron siete de nuestros compañeros.
Jaime Laguna otro amigo inseparable, parcelero también y profesor de los
niños de la vereda de Guitarrilla, lo mataron el 8 de mayo de 1996. Jaime
ese día terminó de dar clases al medio día, él vivía en San Bernardo y se
desplazaba en bicicleta. A su regreso dejaba una niña en su casa, ese día
vio dos hombres en una motocicleta Susuky, sin placas, estacionados en el
paso nivel del ferrocarril. Preguntó al padre de la niña que qué hacían
esas personas allí, él le constestó que parecían que esperaban a alguien
porque hacía rato se habían parqueado. Jaime se echó la bendición y tomó el
camino a su casa. Los hombres lo hicieron bajar de la bicicleta y sin
mediar palabra le pegaron cinco tiros en la cara.
Yo estaba en el albergue, a los diez minutos del atentado me llamaron para
contarme que a Jaime lo habían matado. Jaime era un muchacho bien
preparado, lo conocí desde que llevaba pantalón corto. Fue hijo único, su
mamá también se está muriendo de tristeza. Dejó una viuda y cuatro
huerfanitos, quedaron solos, sin ningún amparo. Lo mataron para obligarnos
a ir a su velorio, porque lo sabían nuestro amigo, nos tenderían una
emboscada. Me dolió no despedirlo, yo iba a ir pero mis compañeros me
bajaron del carro, una amiga llegó a avisarnos que en la carretera los
asesinos de Jaime estaban merodeando. Todos los asesinatos me han dolido,
me han afectado, pero el asesinato de Jaime es como si me hubieran
acribillado el corazón, me duele, me desangro de pena.
Al otro día mataron a Edison Donado, que a penas llegaba a los veinte años,
tenía dos niños pequeños. Seis sicarios llegaron a las ocho de la noche en
una camioneta, se bajaron cuatro y se entraron a la casa. Edison estaba
acostado con el niño mayor que tenía dos años. La señora con su bebé de
meses en los brazos y dos hermanos de Edison estaban viendo televisión. Los
hicieron acostar en el piso y se entraron a la pieza de Edison que estaba
durmiendo su niño. Le dijeron : " guerrillero hijueputa, te vamos a matar
". Le dispararon sin importarle que tenía el niño en sus brazos. El niño
recibió un disparo en un bracito, Edison murió en el instante y el pequeño
rodó por el piso, el cadáver de Edison le cayó encima. En la noche casi
muere el bebé porque no encontraron carro para llevarlo a un centro médico
donde pudiese ser atendido. No pude ir al entierro pero fui al velorio, el
bebé estaba todo amoratado del golpe que se dio al caer al piso, con su
brazo herido vendado. El padre de Edison parecía enloquecer, su madre no
podía detener el llanto y la joven viuda no podía ni hablar. Enterraron a
Edison y todos sus familiares, cercanos y lejanos, tuvieron que irse del
pueblo
Al día siguiente en el centro de Pelaya, a la una de la tarde los
paramilitares en el colmo de su locura asesina, tomaron de los cabellos a
un joven parapléjico del pueblo que pedía limosna desde su silla de ruedas,
lo lanzaron al piso y le pegaron varios disparos que le segaron la vida
mientras lo acusaban de ser colaborador de la guerrilla. En los mismos días
desaparecieron a otro compañero y asesinaron a otros dos.
Segunda toma del Incora
Decidimos tomarnos el Incora en una segunda oportunidad, y como el Gobierno
no quería molestarse en escucharnos nos tocó iniciar una huelga de hambre.
Mantuvimos la toma durante dos meses. Volvió el Gobierno a ratificar sus
promesas, como veedores nos sirvieron la Defensoría del Pueblo y muchas
organizaciones de Derechos Humanos. El Gobierno nos quiso involucrar con
sus Cooperativas de Seguridad Rural, " Convivir " que es el nombre legal
que el Estado le ha dado a sus paramilitares; el Superintendente de dichas
cooperativas nos dijo que sería la única manera de tener seguridad. Les
dijimos que no, porque no queríamos más violencia. Insistieron, mas les
dijimos que no queríamos que violentaran más al pueblo, el que está armado
es violento y nosotros somos gente de paz.
Como nos negamos el Gobierno se comprometió a reubicarnos en otras regiones
porque dijo no poder garantizarnos nuestra seguridad en el Cesar, teníamos
que perder nuestras tierras porque no querían desmantelar al grupo
paramilitar. Entretanto el Gobierno se comprometió a alojarnos en un
albergue temporal por tres meses, mientras se compraban las tierras para la
reubicación.
Mientras realizamos esta segunda toma, a fines de junio del 96 los
paramilitares asesinaron a otros tres compañeros : al Secretario de
Gobierno de Pelaya, Anselmo Lemus, al Tesorero, Segundo Vásquez y al
conductor del municipio, Otoniel Cañizales. Como acostumbran dijeron que la
guerrilla los mató. Pero no fue la guerrilla, yo lo sé bien, eran líderes
del pueblo odiados por el grupo político de Marulanda y por los militares
que los acusaban de prestarle servicios a la guerrilla. Quizás porque se
preocuparon por atender el albergue donde nos refugiamos, quizás por eso,
los mataron.
Luego supimos por boca de un funcionario público del Incora que los
segundos topógrafos contratados, cuando intentaron realizar su trabajo, a
uno de ellos los paramilitares lo torturaron salvajemente: con una navaja
le quitaron la piel de su espalda. Lo despellejaron como escarmiento para
que no volvieran, advirtiéndoles que la próxima vez los matarían.
Entre tanto el teniente del Ejército Henry Capacho en tres ocasiones nos
allanó el albergue en Pelaya maltratando con sus hombres a los campesinos,
varios de los que lo acompañaban fueron reconocidos como integrantes del
grupo paramilitar que nos desplazó en el mes de febrero. Llegaron
preguntando si los niños dormían junto con los mayores y por los nombres de
algunos de nuestros compañeros.
Conseguimos un albergue en La Mesa, Cundinamarca, pero la Gobernadora
Leonor Serrano de Camargo nos impidió llegar diciéndole al Ministro del
Interior, que se llevara " sus guerrilleros para Barrancabermeja ", tierra
natal del Ministro.
Una comunidad religiosa nos ofreció un albergue en Duitama, Boyacá. Cuando
ya habíamos acordado la estadía con el Gobierno Nacional, el Gobernador del
Departamento y el alcalde de Duitama dijeron que no nos podían recibir "
porque le íbamos a quitar el trabajo a la gente del pueblo ". Aunque el
Concejo municipal autorizó nuestra estadía y la población manifestó sus
simpatías para recibirnos, el alcalde y los tres jefes políticos del pueblo
nos impidieron instalarnos.
Toma de la Defensoria del Pueblo
Como el Gobierno no cumplió siquiera con el albergue temporal nos tomamos
el 5 de agosto la Defensoría del Pueblo en Bogotá. Habíamos sido condenados
al destierro dentro de nuestro propio país. El entonces Defensor del
Pueblo, Dr. Jaime Córdoba Triviño nos atendió muy bien e hizo lo posible
para que nuestra estadía no fuese tan deplorable, intercediendo por
nosotros ante el Gobierno sin lograr que éste nos cumpliera. Para nuestro
infortunio cambiaron al Defensor y nombraron a un Capitán del servicio
civil del Ejército : Fernando Castro Caycedo quien se negó a conversar con
nosotros durante el primer mes, nos despojó de las relativas comodidades
que nos había otorgado el Dr. Córdoba y sólo nos atendió por la presión de
las ONGs. y los medios de comunicación.
El calvario del desplazamiento es más doloroso cuando la burocracia estatal
se burla de nuestras necesidades. Todos los días nos han hecho marchar de
oficina en oficina delegándosen unos a otros las responsibilidades sin
llegar a que nos cumplan el más mínimo de los acuerdos. En muchas
dependencias los jefes ya no quieren ni vernos las caras.
La Fiscalía General de la Nación ha emitido 22 órdenes de captura contra
los paramilitares que se encuentran en la hacienda Bellacruz; cuando le
preguntamos al delegado del Ministro de la Defensa, él coronel Castro,
porque no las hacen efectivas; guarda un silencio que nos produce rabia,
impotencia y náuseas.
Los paramilitares alentados por la impunidad siguieron cometiendo crímenes
contra nosotros o contra aquellas personas que nos colaboraban. En Pelaya,
al carnicero que nos vendía y fiaba la carne, que nos regalaba el hueso
para la sopa; y el tendero que nos fiaba el mercado y nos regalaba
legumbres, un anciano de más de setenta años; por el único hecho de
ayudarnos los asesinaron.
En Colombia los que menos mueren son los ricos, los generales y los
guerrilleros.
Los desplazados hemos tenido que someternos a vivir hacinados, en
condiciones infrahumanas en albergues provisionales, amontanados decenas de
personas en unos cuantos metros cuadrados, sin poder salir a la calle por
el temor de que nos maten. En Pelaya donde permanecían la mayoría, es una
casa campesina con apenas dos salones y dos inodoros. Han surgido brotes de
tuberculosis y en los niños desnutridos se retransmiten fácilmente las
epidemias. El Gobierno se comprometió a dar los alimentos pero nos ha
puesto a aguantar hambre porque no cumple; nos ha ayudado la Cruz Roja
Internacional con medicinas y algunos alimentos.
Todo el que reclama sus derechos es guerrillero
Llevamos cinco meses sin trabajo, sin dinero, con las familias abandonadas,
sin futuro. El Comandante General del Ejército, General Harold Bedoya ha
dicho públicamente que nosotros hacemos los reclamos presionados por la
Guerrilla, cuando no ha dicho que somos guerrilleros. Sólo le falta decir
que nosotros mismos quemamos nuestros ranchos, que nosotros mismos nos
torturamos, que nosotros mismos nos asesinamos para desprestigiar al
Gobierno. Ciertamente que hay guerrilla, pero en la cordillera; no en el
plan, no entre los tres municipios Pelaya, la Gloria y Tamalameque.
Allí jamás ha habido guerrilla, allí ha estado siempre el Ejército y de
unos años para acá los paramilitares de Bellacruz. Con ellos allí
acantonados es imposible que haya guerrilla. Aducen que somos guerrilleros
para negarnos el derecho a reclamar. Si protestamos somos guerrilleros, si
nos dejamos matar sin protestar seremos igualmente guerrilleros pero "
guerrilleros muertos en combate ", así se quedan con nuestras tierras. Yo
le preguntaría al general Bedoya, cuando don Alberto Marulanda Grillo llegó
en el 45 a matar campesinos, es qué en ese entonces también había
guerrillas? Cuando él violentó la región lo hizo para enfrentarse a
guerrillero alguno?. No, señor General en esa época no habían guerrilleros,
los que surgieron después, surgieron por hombres como Marulanda y siguen
existiendo por hombres como usted que piensa que todo el que es pobre y
protesta, es guerrillero.
No somos subversivos porque reclamemos nuestros derechos. Somos tan
colombianos como el general Bedoya, no solamente él y la familia Marulanda
tienen derecho a la salud, al trabajo, a la tierra, a la educación, a la
vida. El derecho a tener derechos lo tenemos todos, aunque no le guste al
General o al embajador Marulanda.
Yo me pregunto en este calvario de hambre, de frío, de ir de oficina en
oficina hablando con funcionarios insensibles, enterrando compañeros,
consolando viudas, viendo las caras tristes y enfermas de los niños; yo me
pregunto por qué nos acusan de guerrilleros? Si lo fuéramos allá estaríamos
en la cordillera peleando y no esperando la muerte traicionera que en
cualquier momento nos puede llegar. Nosotros somos gentes de paz y si hemos
tenido que tomarnos el Incora es por qué queremos que el Gobierno nos
resuelva el problema dentro de las normas constitucionales que nos amparan;
si reclamamos el derecho y no la violencia es porque queremos la paz de la
región, que no se siga violentando el país. Lo que resulta estúpido es que
sea más fácil y seguro irse a la guerrilla que reclamar el cumplimiento de
las leyes. Por qué nuestras denuncias no son escuchadas por los fiscales y
jueces? Hemos visto a los paramilitares y hemos denunciado sus relaciones
con el ejército. Nunca hemos visto a la guerrilla y si la hubiésemos visto
la hubiésemos denunciado, porque nuestra lucha es cívica y no militar.
Lo que no quieren es cumplir con su deber, no quieren cumplir con la ley.
Entonces yo me pregunto si acaso no son ellos los subversivos, los
bandidos, los delincuentes?. Nos quieren desterrar porque somos dirigentes,
porque luchamos, porque nos gusta decir la verdad, porque estamos cansado
de los políticos corruptos, porque conocemos la historia y la transmitimos,
nos quieren matar.
Miren, asesinaron al compañero Jaime Laguna que era profesor, por dios que
era un hombre santo, en cosas de política nunca se metía, toda la comunidad
lo quería; el único público frente al que hablaba era frente a los niños en
clase. Era un hombre tímido. Eso sí, muy servicial. Por qué lo mataron? por
qué era profesor y la razón es subversiva?. En Colombia todos son
subversivos menos los que son realmente subversivos; si uno es sindicalista
lo matan, si uno es líder cívico lo matan, si alguien defiende los derechos
humanos lo matan. El ejército debería tener más conciencia, matando tanta
gente solo logran que los odien. A veces uno piensa que en Colombia los que
menos se mueren son los ricos, los generales y los guerrilleros. Los ricos
porque se la pasan fuera del país, los generales porque nunca pelean y los
guerrilleros porque saben como defenderse.
Cuándo nos van a reubicar? Ya hemos tenido bastante pena sabiendo que a
nuestras tierras no podemos volver. A dónde vamos a ir? A la gente le da
miedo hablarnos. Porque con tanta propaganda que han hecho en nuestra
contra diciendo que somos guerrilleros, nadie quiere exponer su vida
hablando con guerrilleros o prestándole un servicio a un guerrillero.
Mataron a un carnicero en Pelaya solamente porque nos vendía la carne y nos
regalaba el hueso para hacer la sopa al albergue donde nos concentró el
Gobierno, por la misma razón mataron a un tendero que nos fiaba el mercado
y nos regalaba el queso. Cuánto hemos perdido nosotros? Quién nos
restablecerá la estabilidad perdida? la salud perdida, las vidas perdidas?
Hay muchos que pueden comenzar desde cero, yo ya estoy viejo, he comenzado
muchas veces desde cero, ahora las fuerzas me empiezan a faltar, no tengo
una pensión, no tengo ahorros y todo lo que me quedaba lo quemaron en
Bellacruz.
Claro me queda una meta, un compromiso. He visto correr delante de mis ojos
tantas injusticias, tantas otras he sufrido en carne propia; que a mi edad
si muero luchando por los campesinos, por mis compañeros, por mis amigos,
moriré mejor que si muero de viejo. Por eso he dicho todo lo que he dicho
en este relato, lo repetiré cuantas veces sea necesario. Yo pierdo menos
que otros compañeros, Dios no me quiso habilitar para ser papá, no tengo
hijos, ni viuda que me llore. Por eso y porque nunca me han gustado las
injusticias, mientras tenga voz hablaré, mientras pueda escribir escribiré,
mientras pueda denunciar, denunciaré. Mientras pueda vivir, viviré. Le
tengo apego a la vida, pero a morir no le tengo miedo, porque he sido un
hombre honrado.
...
               (
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