From: Vladimir Támara 
Date:  Mon, 4 Nov 2002 21:02:05 +0100
Subject: Asombro y protesta en el caso de Carlos Arturo Marulanda


Señor fiscal Luis Camilo Osorio Isaza luosorio@fiscalia.gov.co, contacto@fiscalia.gov.co
Señor presidente Alvaro Uribe Velez auribe@presidencia.gov.co
Señor ministro de interior Luis Fernando Londoño despachomt@mintrabajo.gov.co


Con respecto a la liberación de Carlos Arturo Marulanda, deseo expresar
mi asombro y protesta.  ¿Cómo pueden prescribir los procesos graves que
había en su contra (conformación de grupos paramilitares, terrorismo,
concierto para delinquir, daño en bien ajeno) y quedar vigente sólo un proceso
por incendio?

¿Acaso los campesinos de la hacienda Bellacruz ya tienen sus tierras y ya
fueron reparadas las muertes y daños que se habrían producido a nombre de
este señor?

Solicito el favor de confirmar o refutar el extracto adjunto que he tomado
de Internet (http://www.inti.be/ecotopie/pazbella.html), de ser posible
solicito se mantenga una página en Internet con la información completa sobre
este caso (me ofrezco para realizar esa actividad voluntariamente).

Un colombiano que quiere la paz de Dios
        Vladimir Támara Patiño

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                            La resistencia pacifica
                de los campesinos de la hacienda Bellacruz (Co)

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Fuentes: Testimonio de Raúl Emilio Ramos, lider campesino, recogido por Luis
    Guillermo Pérez Casas, representante en Europa del Colectivo de Abogados "
    José Alvear Restrepo ".


  * Resumen
  * Histórico
  * 1996, un año de lucha pacifica de los campesinos frente al terror

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  * Resumen

    En febrero 1996, 170 familias tuvieron que huir las tierras que ocupaban en
    la hacienda "Bellacruz" desde 1986, a razon de las violencias de un grupo
    paramilitar mandado por el dueño de la hacienda, Carlos Arturo Marulanda,
    embajador de Colombia en ese entonces.
    Desde esta fecha, esas familias andan sin paradero fijo y ocuparon varias
    sedes de organisaciones en Bogotá.
    Las denuncias de sus lideres llegaron hasta Europa donde el Parlamento
    Europeo tomo una resolucion condenando Colombia y su embajador.
    A pesar de esa victoria moral, la situación de las familias sigue igual,
    ocupando el Incora en Bogotá, y desesperando de recuperar sus tierras.

    Además, sus lideres siguen cayendo bajo las balas de los paramilitares
    subiendo a 34 (diciembre 1996) el numero de sus victimas non armadas.


  * Histórico

    (testimonio de Raúl Emilio Ramos, lider campesino)

    La ocupacion de los terrenos baldios de la hacienda Bellacruz

    Buscando cómo sobrevivir regresé a mi tierra, allí me encontré viejos
    amigos que no podían entender que después de yo haberle dado la vuelta al
    mundo estuviese tan pobre como ellos. Empecé de nuevo a cultivar el campo,
    a rencontrarme con mi condición de campesino. Corría el año de 1987. De
    conversación en conversación con mis paisanos nos fuimos animando a tomar
    unos terrenitos baldíos que eran puro monte. Nos cansamos de cultivar la
    tierra ajena y nos metimos con 45 familias. Con machete y hacha le abrimos
    camino a la comida.

    A pesar de que como tierras baldías eran tierras abandonadas, se nos metió
    el Ejército a quemarnos los ranchos y a destruirnos los cultivos. Como
    ocurrió en otras oportunidades y en otras extensiones de tierra, una
    familia de terratenientes, la familia Marulanda Ramírez se pretendió dueña
    de las mismas y nos mandó desalojar acusándonos de subversivos. La ambición
    de los terratenientes es desmedida; como la familia Marulanda Ramírez no
    podía acudir a un desalojo legal, nos acusó con el Ejército de tener nexos
    con los grupos guerrilleros.

    El Ejército quemaba y destruía nuestras viviendas y cultivos. Nosotros
    construíamos de nuevo y de nuevo sembrábamos. Venció nuestra capacidad de
    resistencia. Además uno le toma cariño a las cosas por las que uno lucha;
    nos movilizábamos, denunciábamos y volvíamos a comenzar. En 1991 nos
    dejaron por fin en paz.

    Es una tierra agradecida, responde al sudor que le gastamos. Cultivamos
    naranjos, limones, guayabos, guanábanos, yuca, maíz, arroz...cualquier
    semillita que enterrábamos brotaba. Todos nos sentíamos orgullosos de
    nuestras parcelas.

    Llegan los paramilitares y el terror

    La vida trancurrió normalmente hasta 1996. En la noche del 13 y en la
    madrugada del 14 de febrero un grupo de gente armada, paramilitares,
    llegaron en tres volquetas a nuestras parcelas y en medio de gritos y
    golpes nos sacaron de nuestras viviendas. Primero llegaron a la vereda
    Trocadero, golpearon a los campesinos y no les importó maltratar a los
    mujeres, ancianos y niños. Nos decían que cumplían órdenes de Carlos Arturo
    Marulanda que reivindicaba las tierras como suyas. Llevaban armas de largo
    alcance, de las que usa el Ejército y para maltratarnos llevaban rejos de
    tres puntas de cuero de ganado; en cada punta de los rejos amarraron
    vainillas de fusil, para golpear dejando mayores heridas. Los paramilitares
    antes de proceder a las torturas nos preguntaban : " Quieren conocer a
    Martin Moreno, el que quita lo malo y pone lo bueno ", luego procedían a
    los juetazos en la espalda. A uno de mis vecinos, padre de diez hijos que
    quiso oponerse a que le quemaran su rancho, lo golpearon salvajamente hasta
    que sangrante perdió el conocimiento, lo dejaron casi muerto.

    Fueron parcela por parcela repitiendo el mismo procedimiento brutal,
    golpeando a los hombres, quemando los ranchos y robándonos las pocas cosas
    de valor que teníamos. Nos dieron plazo de cinco días para abandonar
    nuestros predios so pena de masacrarnos a su retorno, que si no nos íbamos
    harían de la zona un Urabá1.

   
    Cerca a nuestras parcelas hay una base militar, una de nuestras compañeras
    acudió allí presurosa a buscar auxilio. Ellos ya sabían lo que pasaba no
    solamente porque desde lejos se veía el fuego de los ranchos quemándose y
    se escuchaba el llanto de niños y mujeres, sino porque es impensable que un
    grupo numeroso de gente armada transitase frente a sus narices sin su
    consentimiento o sin su participación. Como respuesta le dijeron a la
    señora que ellos nada podían hacer porque ellos iban a pie y los otros en
    carro. Lo cierto es que los paramilitares actúan desde la base militar y la
    familia Marulanda los patrocina.

    Se robaron las vaquitas, las bestias, los burros, arrasaron con los
    cultivos, les metieron buldozer arrancaron las plantas de raíz y 
    destruyeron nuestras viviendas. En mi parcela yo había logrado sembrar y
    que prosperaran grandes árboles frutales: limoneros alcancé a levantar 35
    palos, 40 árboles de mango fino, guanábanos que daban frutas de varias
    libras, guayabas, anones, patilla, melón. Yo sembraba de todo. También
    tenía plataneras, yucales, cultivos de caña, maizeras, cacao, ahuyamas,
    pepino, árboles madereros, sembré con éxito cuarenta palos de eucalipto que
    estaban inmensos, también levanté móncoros y otras docenas de árboles...
    
    Trabajé como en mis mejores tiempos de muchacho. Para mí levantar un árbol
    era como levantar un hijo; después de meter la semilla, cuidaba de que
    nacieran bien, los rociaba, les quitaba la maleza, los protegía del exceso
    de sol o del exceso de lluvía, les conversaba para que sintieran mi
    compañía. Mi parcela había prosperado rápidamente, todos tenían que ver con
    ella, yo trabajaba de la aurora al ocaso con un entusiasmo tal que no
    sentía la fatiga y las enfermedades por fortuna se olvidaron de mí. Había
    construído mi casa de palmas, con paredes embutidas y enjauladas en barro
    como tapia pizada; mi casa era acogedora, bonita; le había hecho el piso de
    cemento. De todo ello no queda nada. Nada. Nada. Donde antes era mi casa
    sólo queda la huella del piso y donde estaban los cultivos queda la tierra
    quemada y de nuevo se levanta la mala hierba.

    Por qué nos hicieron esto? Es un perjuicio no solamente para las 170
    familias, es también un perjuicio para el Estado. El Gobierno dice que no
    pagan porque el Estado no es responsable. Y los militares que estaban ahí,
    que hace mucho tiempo han estado ahí no son responsables ? Y los
    paramilitares que salen de sus bases, de los terrenos del embajador
    Marulanda no son responsables? Y toda la familia Marulanda no es
    responsable ?. Lo único que saben hacer es sembrar violencia.

    La familia Marulanda y la historia de la hacienda Bellacruz
    
    La familia Marulanda no tiene escrúpulos, son como un tronco podrido vacío
    de raíces. La familia Marulanda Ramírez desgraciadamente hace muchos años
    está ligada a la región. En 1945 llegó el padre, Alberto Marulanda Grillo,
    quien le legó a sus hijos la falta de escrúpulos, principalmente al mayor,
    Carlos Arturo Marulanda Ramírez que estaba en Bélgica como embajador ante
    la Unión Europea.
    
    Alberto Marulanda Grillo, liberal, casado con una conservadora, Cecilia
    Ramírez, utilizó la violencia política de mediados de siglo para adueñarse
    de la tierra de los campesinos y de terrenos baldíos que eran propiedad del
    Estado, también se apropió de terrenos que el Estado años atrás había 
    entregado a una empresa gringa " La United " para la explotación del
    banano. La empresa se fue cuando se le terminó el contrato de cuarenta
    años, no le interesó renovarlo porque los jornaleros armaron un sindicato.
    Los agricultores se hicieron a esos terrenos hasta que Marulanda empezó a
    desalojarlos por la fuerza.
    
    Alberto Marulanda era del interior del país, no era costeño. En ese
   entonces usó a " La Chulavita ", la policía política que el régimen
    conservador utilizaba para masacrar al pueblo liberal, aunque él se decía
    liberal, en cuestiones de economía no tenía ideología y la violencia
    liberal conservadora solamente la sufrían los pobres. En una de las
    veredas, la vereda Melendres, hizo una masacre espantosa, sólo sobrevivió
    una señora, María Gea, quien fue la única que pudo contar lo que había
    pasado y enterrar a su familia en San Bernardo. Los campesinos de las otras
    veredas tuvimos que emigrar dejándolo todo para no perder las vidas.

    Alberto Marulanda combinaba los asesinatos y masacres con la persecución
    judicial. Cuando los campesinos tenían títulos sobre los terrenos los hacía
    encarcelar acusándolos de cuatreros por hurto de ganado.

    Así por ejemplo llevó a prisión a Cipriano Rizo Collante. Mandó a sus
    vaqueros a matar varias reses, se comieron la carne; con los restos:
    pieles, cabezas, mondongo y cueros, armó la " prueba judicial " para
    acusarlo de robo, los hizo enterrar cerca a la casa de Cipriano, luego
    llegó él con la policía y teniendo como testigo a sus propios hombres lo
    hizo detener. De nada valió que Cipriano demostrara que nunca le había
    robado nada a nadie, el juez lo condenó porque Don Arturo acusaba, las
    pruebas eran " contundentes ". Dictó sentencia en nombre de la " República
    y por autoridad de la ley "; lo envió a pagar la pena a Santa Marta muy
    lejos de su familia. Luego se hizo muy fácil a las tierras de Cipriano,
    expulsó a la mujer y a sus niños.

    El mismo procedimiento repitió con otros campesinos de la vereda de
    Guitarrilla, en el sur del Cesar, recuerdo al señor Antonio Galván,
    Leopoldo Rodríguez, Martín Corrales y a muchos otros cuyos nombres he
    olvidado. También solía echar su ganado marcado en predios de los
    campesinos, el mismo día que los metía, llegaba él con la autoridad para
    hacerlos arrestar.

    Para la época en la región existían dos municipios : La Gloria y
    Tamalameque. Como los alcaldes eran elegidos por el gobernador él hacía
    nombrar a sus amigos, convirtiendo a las autoridades municipales en sus
    cómplices que le extendían los documentos a su antojo, o hacían desaparecer
    las escrituras públicas de los campesinos que probaban la propiedad de
    éstos sobre las tierras. Los campesinos que se quedaban tenían que trabajar
    para él en servidumbre, les dejaba sembrar una cosecha de maíz pero a
    cambio le tenían que sembrar el pasto para él meter su ganado. De este modo
    Alberto Marulanda se convirtió en terrateniente.

    Los campesinos desplazados por Marulanda se congregaron en una vereda y así
    nació el tercer municipo de esta región, el pueblo de Pelaya que queda
    sobre la carretera que une a la costa con el centro del país, Santa Marta
    con Bogotá, uno de los tantos municipios que en Colombia han nacido como
    consecuencia del terror.

    Marulanda se había hecho a 22 mil héctareas de tierra. Los campesinos se
    organizaron y comenzaron a luchar, recuperaron las tierras de la
    cordillera. Como había resistencia Marulanda mandó a matar a los líderes,
    murieron muchos pero las viudas no abandonaron, continuaron la lucha de sus
    esposos. Con el tiempo se construyó un gran movimiento cívico en Pelaya,
    juntas de acción comunal, Asocomunal y la Asociación Nacional de Usuarios
    Campesinos -Anuc-. Con la organización popular nos pudimos defender.

    Murió Alberto Marulanda y lo remplazó su hijo mayor, Carlos Arturo
    Marulanda Ramírez. Carlos Arturo Marulanda se desplazó a la región y montó
    un frigorífico que posterioremente fue cerrado porque estaba transportando
    carne de contrabando hacia Venezuela; tenía también una radio ilegal de
    comunicaciones que le cerró el gobierno. Los herederos montaron una
    sociedad, la sociedad Marulanda Ramírez Inversiones " M. R.I. ", pero quien
    la dirige realmente es Carlos Arturo Marulanda.
    
    Carlos Arturo Marulanda se enfrentó a la organización popular de Pelaya, se
    ensañó en particular contra el compañero Gabriel López, quien era un hombre
    muy activo, un dirigente cívico de gran valor que no vacilaba en decirle la
    verdad a la familia Marulanda de su fortuna mal habida. Gabriel fue
    amenazado, pero no quería que Marulanda convirtiera a Pelaya en su fortín
    político y por ello no se fue y siguió luchando. Lo mandó matar en 1989,
    contrató un grupo de paramilitares que le quitaron la vida al compañero
    cuando iba de regreso a su casa. Gabriel tenía seis hijos menores de edad.
    Lo denunciamos pero la actuación judicial lo favoreció con la impunidad
    como siempre ocurrió con su padre.

    Marulanda fue elegido representante a la Cámara por el Departamento del
    Cesar, obligando a votar a los campesinos asentados en su hacienda, a los
    trabajadores de la sociedad y comprando los demás votos. Tenía montada una
    clientela electoral, heredada de las relaciones de su padre y con alcaldes
    de su bolsillo en muchos municipios. Cuando pretendió ser reelegido nos
    opusimos denunciando sus crímenes, nuestra campaña produjo los resultados
    esperados y no lo reeligieron.
    
    La oposición la lideró el compañero Luis Eduardo Chinchilla quien era el
    Presidente del Concejo Municipal de Pelaya, la derrota de Carlos Arturo
    Marulanda la pagó con su vida, éste lo mandó desaparecer, en esta
    oportunidad se pudo ver que los sicarios se movilizaban en una camioneta
    sin placas que salió de la Hacienda Bellacruz, llegaron a su casa a las
    once de la mañana, donde tenía un almacencito que atendía con su esposa; lo
    arrastraron delante de su mujer y sus hijos pequeñitos, él gritaba pidiendo
    auxilio mientras se agarraba de las rejas del almacén para resistir a que
    se lo llevaran; lo golpearon, lo montaron en la camioneta, lo tiraron al
    piso, se le montaron encima y se fueron. Los vecinos vieron que lo entraron
    a la Hacienda Bellacruz. Nunca se volvió a saber de él, ni siquiera le
    entregaron el cadáver a la viuda y a los huérfanos para que lo pudieran
    enterrar. El crímen fue triple porque la madre de Luis Eduardo murió al
    poco tiempo de pena moral, luego su hermana quien también murió de
    tristeza. 
    
    En 1991 otro de nuestros compañeros, apenas un muchacho Jairo Camelo, quien
    tenía un mes de casado, dirigente de la Anuc, fue asesinado por el mismo
    grupo paramilitar, él estaba con nosotros en una reunión en la que
    discutíamos la manera como podríamos obtener los títulos de nuestras
    tierras para que Marulanda nos dejara por fin tranquilos. Jairo ya estaba
    amenazado de muerte y le pedimos que no regresara a su trabajo, pero él 
    decía que tenía que cumplir con su deber y que nada debía, para tener que
    estarse escondiendo. Lo mataron esa tarde cuando regresaba a Pelaya. En los
    mismos hechos desaparecieron a Silverio Ruenes, un jovencito de 17 años,
    que engañado llevó a los asesinos al sitio donde trabajaba Jairo. El padre
    de Silverio reconoció posteriormente que entre los paramilitares iba un
    teniente del Ejército, quien fue el que fue a buscarlo al trabajo, lo 
    denunció y al teniente lo trasladaron antes de que iniciaran cualquier
    investigación.
    
    A un amigo mío, Gumercindo Huelba, lo mataron en 1993, llegaron a su casa
    mientras dormía, en la madrugada lo sacaron, se lo llevaron sin permitirle
    vestirse; sus hijos pequeños se le pegaron al cuerpo y su mujer se le colgó
    del cuello para que no se lo llevaran; los desprendieron a culatazos
    dejándolos malheridos. Su cadáver lo tiraron en la carretera de Aguasclaras
    en la vía que va de Aguachica a Ocaña, lo torturaron salvajemente, le
    rociaron un ácido para que su rostro quedara irreconocible y le metieron
    candela a su cuerpo. Lo pudimos identificar por la dentadura que era de
    platino.
    

    Gumercindo se me atraviesa en los sueños muy seguido, nos veíamos con
    frecuencia, cultivamos la tierra juntos, salíamos a vender nuestros
    productos juntos, nos tomábamos de vez en cuando una cerveza juntos, íbamos
    a las reuniones juntos. Yo era mucho mayor que él quien sólo tenía 36 años,
    mas fuimos buenos amigos; era muy trabajador, muy noble; no solamente lo
    quería la esposa y sus chicos, lo quería todo el que lo conocía. Si los
    paramilitares lo hubiesen tratado no hubiesen sido capaces de matarlo, pero
    lo mataron de la peor manera.

    En 1995 asesinaron a otro compañero dirigente de la ANUC, a Juan Pacheco,
    lo mataron dentro de su propia casa, en La Gloria, que colinda también con
    la hacienda Bellacruz, lo acribillaron delante de su señora y sus hijos.
    Juan se había destacado por su lucha inclaudicable por los intereses de los
    compañeros campesinos, promovió la organización contra el despojo de los
    Marulanda y denunció siempre los grupos paramilitares que ellos habían
    llevado a la zona.

    Son muchos otros los compañeros que han sido asesinados o desaparecidos en
    similares circunstancias. La familia Marulanda ha hecho fortuna sobre la
    sangre de decenas de víctimas; así también Carlos Arturo Marulanda se
    aseguró su fortín político, por eso fue ministro y embajador. El es
    responsable de lo que nos ha pasado y de lo que nos sigue pasando. El dice
    que no, porque vive en Europa. Que hace dos años no viene por Colombia.
    Pero desde allá nos acusa de guerrilleros y desde allá da órdenes. No
    necesita venir al Cesar para que le obedezcan. El y su familia son
    responsables de la persecución que sufrimos hace tres generaciones, pero en
    particular él, no tengo duda, está donde está por que está vacío de
    escrúpulos, como un tronco podrido vacío de raíces.


  * 1996: un año de lucha pacifica de los campesinos frente al terror

    Luego de las amenazas de los paramilitares, en febrero 1996, nos reunimos.
    Contamos 170 familias entre las víctimas, más de mil quinientas personas.
    Nos fuimos a la capital del departamento, Valledupar, para hacer la
    denuncia ante las autoridades; había una reunión de alcaldes de la región
    con problemas de orden público en sus pueblos, La Gloria, Tamalameque,
    Pelaya, la Paila y Aguachica entre otros, les comentamos nuestra situación
    y como respuesta nos dijeron que desocupáramos para que no hubiese una
    masacre. Hablamos con el Gobernador del Departamento y nos dijo la misma
    cosa. Hablamos con la policía y nos dijeron que no había nada que hacer.

    Primera toma del Incora

    En vista de que no contábamos si quiera con el respaldo de las autoridades
    políticas decidimos viajar a Bogotá y tomarnos la sede principal del
    Instituto Colombiano de Reforma Agraria -Incora-. Esta toma duró 33 días
    porque el Gobierno se negaba a dialogar con nosotros. Nos alimentábamos con
    la ayuda que recibíamos de los sindicatos y las organizaciones no
    gubernamentales. Finalmente pudimos negociar con el Gobierno y llegamos al
    acuerdo de que el Ejército nos garantizaría la seguridad para nuestro
    retorno e Incora mandaría los topógrafos para medir la tierra y determinar
    las que pertenecían al Estado y darnos los títulos de nuestras parcelas.

    Confiando en el Gobierno regresamos en un avión militar de Bogotá a
    Bucaramanga y de Bucaramanga a Pelaya en helicópteros militares. Nos
    concentramos en la Casa Campesina de Pelaya, mientras nos entregaban las
    parcelas. En la Casa Campesina nos concentramos mujeres, niños y ancianos;
    alrededor de doscientas personas que nos turnábamos entre las mil
    quinientas desplazadas. Recibimos la protección permanente de la Policía en
    cumplimiento de los acuerdos firmados.

    Fuimos un día con los topógrafos a medir, el Ejército nos acompañó, nos dió
    miedo porque se alejaron un kilómetro de nosotros y se entrevistaron con un
    grupo de civiles armados que salían de la hacienda Bellacruz en una
    camioneta. Cuando cuestionamos al Ejército por esa relación con los
    paramilitares, nos dijeron que eran de la Unase -Unidad de antiextorsión y
    secuestro-. Regresamos en la tarde y en el albergue fue a decirnos el
    teniente Henry Capacho del Ejército que no podíamos seguir midiendo porque
    había mucha gente armada en el área y tenían primero que enfrentarlos, que
    teníamos que esperar hasta nueva orden.

    Pasaron quince días y lo buscamos para preguntarle qué había pasado, nos
    dijo que los topógrafos se habían marchado. Hablamos con la Personera de
    Pelaya que nos comunicó que éstos no volverían porque habían sido
    intimidados por los paramilitares. Llamamos a Bogotá para poner en
    conocimiento de las autoridades nacionales lo que estaba pasando. En Incora
    nos prometieron que buscarían otros topógrafos pagándoles el triple para
    que hicieran la medición.

    Mataron 7 de nuestros compañeros
    
    Mientras contrataron los topógrafos mataron siete de nuestros compañeros.
    Jaime Laguna otro amigo inseparable, parcelero también y profesor de los
    niños de la vereda de Guitarrilla, lo mataron el 8 de mayo de 1996. Jaime
    ese día terminó de dar clases al medio día, él vivía en San Bernardo y se
    desplazaba en bicicleta. A su regreso dejaba una niña en su casa, ese día
    vio dos hombres en una motocicleta Susuky, sin placas, estacionados en el
    paso nivel del ferrocarril. Preguntó al padre de la niña que qué hacían
    esas personas allí, él le constestó que parecían que esperaban a alguien
    porque hacía rato se habían parqueado. Jaime se echó la bendición y tomó el
    camino a su casa. Los hombres lo hicieron bajar de la bicicleta y sin
    mediar palabra le pegaron cinco tiros en la cara.

    Yo estaba en el albergue, a los diez minutos del atentado me llamaron para
    contarme que a Jaime lo habían matado. Jaime era un muchacho bien
    preparado, lo conocí desde que llevaba pantalón corto. Fue hijo único, su
    mamá también se está muriendo de tristeza. Dejó una viuda y cuatro 
    huerfanitos, quedaron solos, sin ningún amparo. Lo mataron para obligarnos
    a ir a su velorio, porque lo sabían nuestro amigo, nos tenderían una
    emboscada. Me dolió no despedirlo, yo iba a ir pero mis compañeros me
    bajaron del carro, una amiga llegó a avisarnos que en la carretera los
    asesinos de Jaime estaban merodeando. Todos los asesinatos me han dolido,
    me han afectado, pero el asesinato de Jaime es como si me hubieran
    acribillado el corazón, me duele, me desangro de pena.

    Al otro día mataron a Edison Donado, que a penas llegaba a los veinte años,
    tenía dos niños pequeños. Seis sicarios llegaron a las ocho de la noche en
    una camioneta, se bajaron cuatro y se entraron a la casa. Edison estaba
    acostado con el niño mayor que tenía dos años. La señora con su bebé de 
    meses en los brazos y dos hermanos de Edison estaban viendo televisión. Los
    hicieron acostar en el piso y se entraron a la pieza de Edison que estaba
    durmiendo su niño. Le dijeron : " guerrillero hijueputa, te vamos a matar
    ". Le dispararon sin importarle que tenía el niño en sus brazos. El niño
    recibió un disparo en un bracito, Edison murió en el instante y el pequeño
    rodó por el piso, el cadáver de Edison le cayó encima. En la noche casi
    muere el bebé porque no encontraron carro para llevarlo a un centro médico
    donde pudiese ser atendido. No pude ir al entierro pero fui al velorio, el
    bebé estaba todo amoratado del golpe que se dio al caer al piso, con su
    brazo herido vendado. El padre de Edison parecía enloquecer, su madre no
    podía detener el llanto y la joven viuda no podía ni hablar. Enterraron a
    Edison y todos sus familiares, cercanos y lejanos, tuvieron que irse del 
    pueblo

    Al día siguiente en el centro de Pelaya, a la una de la tarde los
    paramilitares en el colmo de su locura asesina, tomaron de los cabellos a
    un joven parapléjico del pueblo que pedía limosna desde su silla de ruedas,
    lo lanzaron al piso y le pegaron varios disparos que le segaron la vida
    mientras lo acusaban de ser colaborador de la guerrilla. En los mismos días
    desaparecieron a otro compañero y asesinaron a otros dos.

    Segunda toma del Incora

    Decidimos tomarnos el Incora en una segunda oportunidad, y como el Gobierno
    no quería molestarse en escucharnos nos tocó iniciar una huelga de hambre.
    Mantuvimos la toma durante dos meses. Volvió el Gobierno a ratificar sus
    promesas, como veedores nos sirvieron la Defensoría del Pueblo y muchas
    organizaciones de Derechos Humanos. El Gobierno nos quiso involucrar con
    sus Cooperativas de Seguridad Rural, " Convivir " que es el nombre legal
    que el Estado le ha dado a sus paramilitares; el Superintendente de dichas
    cooperativas nos dijo que sería la única manera de tener seguridad. Les
    dijimos que no, porque no queríamos más violencia. Insistieron, mas les
    dijimos que no queríamos que violentaran más al pueblo, el que está armado
    es violento y nosotros somos gente de paz.

    Como nos negamos el Gobierno se comprometió a reubicarnos en otras regiones
    porque dijo no poder garantizarnos nuestra seguridad en el Cesar, teníamos
    que perder nuestras tierras porque no querían desmantelar al grupo
    paramilitar. Entretanto el Gobierno se comprometió a alojarnos en un
    albergue temporal por tres meses, mientras se compraban las tierras para la
    reubicación.

    Mientras realizamos esta segunda toma, a fines de junio del 96 los
    paramilitares asesinaron a otros tres compañeros : al Secretario de
    Gobierno de Pelaya, Anselmo Lemus, al Tesorero, Segundo Vásquez y al
    conductor del municipio, Otoniel Cañizales. Como acostumbran dijeron que la
    guerrilla los mató. Pero no fue la guerrilla, yo lo sé bien, eran líderes
    del pueblo odiados por el grupo político de Marulanda y por los militares
    que los acusaban de prestarle servicios a la guerrilla. Quizás porque se
    preocuparon por atender el albergue donde nos refugiamos, quizás por eso,
    los mataron.

    Luego supimos por boca de un funcionario público del Incora que los
    segundos topógrafos contratados, cuando intentaron realizar su trabajo, a
    uno de ellos los paramilitares lo torturaron salvajemente: con una navaja
    le quitaron la piel de su espalda. Lo despellejaron como escarmiento para
    que no volvieran, advirtiéndoles que la próxima vez los matarían.

    Entre tanto el teniente del Ejército Henry Capacho en tres ocasiones nos
    allanó el albergue en Pelaya maltratando con sus hombres a los campesinos,
    varios de los que lo acompañaban fueron reconocidos como integrantes del
    grupo paramilitar que nos desplazó en el mes de febrero. Llegaron
    preguntando si los niños dormían junto con los mayores y por los nombres de
    algunos de nuestros compañeros.

    Conseguimos un albergue en La Mesa, Cundinamarca, pero la Gobernadora
    Leonor Serrano de Camargo nos impidió llegar diciéndole al Ministro del
    Interior, que se llevara " sus guerrilleros para Barrancabermeja ", tierra
    natal del Ministro.

    Una comunidad religiosa nos ofreció un albergue en Duitama, Boyacá. Cuando
    ya habíamos acordado la estadía con el Gobierno Nacional, el Gobernador del
    Departamento y el alcalde de Duitama dijeron que no nos podían recibir "
    porque le íbamos a quitar el trabajo a la gente del pueblo ". Aunque el
    Concejo municipal autorizó nuestra estadía y la población manifestó sus
    simpatías para recibirnos, el alcalde y los tres jefes políticos del pueblo
    nos impidieron instalarnos.
    
    Toma de la Defensoria del Pueblo
    
    Como el Gobierno no cumplió siquiera con el albergue temporal nos tomamos
    el 5 de agosto la Defensoría del Pueblo en Bogotá. Habíamos sido condenados
    al destierro dentro de nuestro propio país. El entonces Defensor del
    Pueblo, Dr. Jaime Córdoba Triviño nos atendió muy bien e hizo lo posible
    para que nuestra estadía no fuese tan deplorable, intercediendo por
    nosotros ante el Gobierno sin lograr que éste nos cumpliera. Para nuestro
    infortunio cambiaron al Defensor y nombraron a un Capitán del servicio
    civil del Ejército : Fernando Castro Caycedo quien se negó a conversar con
    nosotros durante el primer mes, nos despojó de las relativas comodidades
    que nos había otorgado el Dr. Córdoba y sólo nos atendió por la presión de
    las ONGs. y los medios de comunicación.
    
    El calvario del desplazamiento es más doloroso cuando la burocracia estatal
    se burla de nuestras necesidades. Todos los días nos han hecho marchar de
    oficina en oficina delegándosen unos a otros las responsibilidades sin
    llegar a que nos cumplan el más mínimo de los acuerdos. En muchas
    dependencias los jefes ya no quieren ni vernos las caras.

    La Fiscalía General de la Nación ha emitido 22 órdenes de captura contra
    los paramilitares que se encuentran en la hacienda Bellacruz; cuando le
    preguntamos al delegado del Ministro de la Defensa, él coronel Castro,
    porque no las hacen efectivas; guarda un silencio que nos produce rabia, 
    impotencia y náuseas.

    Los paramilitares alentados por la impunidad siguieron cometiendo crímenes
    contra nosotros o contra aquellas personas que nos colaboraban. En Pelaya,
    al carnicero que nos vendía y fiaba la carne, que nos regalaba el hueso
    para la sopa; y el tendero que nos fiaba el mercado y nos regalaba
    legumbres, un anciano de más de setenta años; por el único hecho de
    ayudarnos los asesinaron. 
    
    En Colombia los que menos mueren son los ricos, los generales y los
    guerrilleros.

    Los desplazados hemos tenido que someternos a vivir hacinados, en
    condiciones infrahumanas en albergues provisionales, amontanados decenas de
    personas en unos cuantos metros cuadrados, sin poder salir a la calle por
    el temor de que nos maten. En Pelaya donde permanecían la mayoría, es una
    casa campesina con apenas dos salones y dos inodoros. Han surgido brotes de
    tuberculosis y en los niños desnutridos se retransmiten fácilmente las
    epidemias. El Gobierno se comprometió a dar los alimentos pero nos ha
    puesto a aguantar hambre porque no cumple; nos ha ayudado la Cruz Roja
    Internacional con medicinas y algunos alimentos.
    
    Todo el que reclama sus derechos es guerrillero
    
    Llevamos cinco meses sin trabajo, sin dinero, con las familias abandonadas,
    sin futuro. El Comandante General del Ejército, General Harold Bedoya ha
    dicho públicamente que nosotros hacemos los reclamos presionados por la
    Guerrilla, cuando no ha dicho que somos guerrilleros. Sólo le falta decir
    que nosotros mismos quemamos nuestros ranchos, que nosotros mismos nos
    torturamos, que nosotros mismos nos asesinamos para desprestigiar al
    Gobierno. Ciertamente que hay guerrilla, pero en la cordillera; no en el
    plan, no entre los tres municipios Pelaya, la Gloria y Tamalameque.
    
    Allí jamás ha habido guerrilla, allí ha estado siempre el Ejército y de
    unos años para acá los paramilitares de Bellacruz. Con ellos allí
    acantonados es imposible que haya guerrilla. Aducen que somos guerrilleros
   para negarnos el derecho a reclamar. Si protestamos somos guerrilleros, si
    nos dejamos matar sin protestar seremos igualmente guerrilleros pero "
    guerrilleros muertos en combate ", así se quedan con nuestras tierras. Yo
    le preguntaría al general Bedoya, cuando don Alberto Marulanda Grillo llegó
    en el 45 a matar campesinos, es qué en ese entonces también había
    guerrillas? Cuando él violentó la región lo hizo para enfrentarse a
    guerrillero alguno?. No, señor General en esa época no habían guerrilleros,
    los que surgieron después, surgieron por hombres como Marulanda y siguen
    existiendo por hombres como usted que piensa que todo el que es pobre y
    protesta, es guerrillero.

    No somos subversivos porque reclamemos nuestros derechos. Somos tan
    colombianos como el general Bedoya, no solamente él y la familia Marulanda
    tienen derecho a la salud, al trabajo, a la tierra, a la educación, a la
    vida. El derecho a tener derechos lo tenemos todos, aunque no le guste al
    General o al embajador Marulanda.

    Yo me pregunto en este calvario de hambre, de frío, de ir de oficina en
    oficina hablando con funcionarios insensibles, enterrando compañeros,
    consolando viudas, viendo las caras tristes y enfermas de los niños; yo me
    pregunto por qué nos acusan de guerrilleros? Si lo fuéramos allá estaríamos
    en la cordillera peleando y no esperando la muerte traicionera que en
    cualquier momento nos puede llegar. Nosotros somos gentes de paz y si hemos
    tenido que tomarnos el Incora es por qué queremos que el Gobierno nos
    resuelva el problema dentro de las normas constitucionales que nos amparan;
    si reclamamos el derecho y no la violencia es porque queremos la paz de la
    región, que no se siga violentando el país. Lo que resulta estúpido es que
    sea más fácil y seguro irse a la guerrilla que reclamar el cumplimiento de
    las leyes. Por qué nuestras denuncias no son escuchadas por los fiscales y
    jueces? Hemos visto a los paramilitares y hemos denunciado sus relaciones
    con el ejército. Nunca hemos visto a la guerrilla y si la hubiésemos visto
    la hubiésemos denunciado, porque nuestra lucha es cívica y no militar.

    Lo que no quieren es cumplir con su deber, no quieren cumplir con la ley.
    Entonces yo me pregunto si acaso no son ellos los subversivos, los
    bandidos, los delincuentes?. Nos quieren desterrar porque somos dirigentes,
    porque luchamos, porque nos gusta decir la verdad, porque estamos cansado
    de los políticos corruptos, porque conocemos la historia y la transmitimos,
    nos quieren matar.

    Miren, asesinaron al compañero Jaime Laguna que era profesor, por dios que
    era un hombre santo, en cosas de política nunca se metía, toda la comunidad
    lo quería; el único público frente al que hablaba era frente a los niños en
    clase. Era un hombre tímido. Eso sí, muy servicial. Por qué lo mataron? por
    qué era profesor y la razón es subversiva?. En Colombia todos son
    subversivos menos los que son realmente subversivos; si uno es sindicalista
    lo matan, si uno es líder cívico lo matan, si alguien defiende los derechos
    humanos lo matan. El ejército debería tener más conciencia, matando tanta
    gente solo logran que los odien. A veces uno piensa que en Colombia los que
    menos se mueren son los ricos, los generales y los guerrilleros. Los ricos
    porque se la pasan fuera del país, los generales porque nunca pelean y los
    guerrilleros porque saben como defenderse.

    Cuándo nos van a reubicar? Ya hemos tenido bastante pena sabiendo que a
    nuestras tierras no podemos volver. A dónde vamos a ir? A la gente le da
    miedo hablarnos. Porque con tanta propaganda que han hecho en nuestra
    contra diciendo que somos guerrilleros, nadie quiere exponer su vida
    hablando con guerrilleros o prestándole un servicio a un guerrillero.
    Mataron a un carnicero en Pelaya solamente porque nos vendía la carne y nos
    regalaba el hueso para hacer la sopa al albergue donde nos concentró el
    Gobierno, por la misma razón mataron a un tendero que nos fiaba el mercado
    y nos regalaba el queso. Cuánto hemos perdido nosotros? Quién nos
    restablecerá la estabilidad perdida? la salud perdida, las vidas perdidas?
    Hay muchos que pueden comenzar desde cero, yo ya estoy viejo, he comenzado
    muchas veces desde cero, ahora las fuerzas me empiezan a faltar, no tengo
    una pensión, no tengo ahorros y todo lo que me quedaba lo quemaron en 
    Bellacruz. 
    
    Claro me queda una meta, un compromiso. He visto correr delante de mis ojos
    tantas injusticias, tantas otras he sufrido en carne propia; que a mi edad
    si muero luchando por los campesinos, por mis compañeros, por mis amigos,
    moriré mejor que si muero de viejo. Por eso he dicho todo lo que he dicho
    en este relato, lo repetiré cuantas veces sea necesario. Yo pierdo menos
    que otros compañeros, Dios no me quiso habilitar para ser papá, no tengo
    hijos, ni viuda que me llore. Por eso y porque nunca me han gustado las
    injusticias, mientras tenga voz hablaré, mientras pueda escribir escribiré,
    mientras pueda denunciar, denunciaré. Mientras pueda vivir, viviré. Le 
    tengo apego a la vida, pero a morir no le tengo miedo, porque he sido un
    hombre honrado.
  ...  





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