Fecha de creación 14/09/01 16:28
El filósofo norteamericano Leo Marinoff (“Más
Platón y menos Prozac”, tít. orig.: Plato, not Prozac,1999) trata de
convencernos de que la mejor terapia para la vida contemporeánea es la
filosofía, y el asesoramiento directo de un filósofo. Pero la barrera entre la
filosofía y la poesía es ténue. Nietzsche, Gibran, Salinas,Verlaine, Becquer,
hasta Whitman, son testimonio de ello. Quizá leer, y sobre todo escribir, poesía,
sea la forma más bella y provechosa de hacer filosofía, ante los problemas de
la vida.
Soy economista, y a los economistas como Adam Smith,
John Stuart Mill, J. M. Keynes, se les ha llamado los filósofos mundanos (the
worldly philosophers, en expresión de R. Heilbronner), por su capacidad de
entender el comportamiento humano ante los problemas cotidianos de la
supervivencia.
Pero el poeta va un poco más allá, el poeta intenta
descubrir los misterios de nuestros sentimientos, como demuestran estas
palabras de “El Profeta”, de Gibrán Jalil Gibrán:
Tus hijos
no son tus hijos. Son los hijos e hijas del anhelo de la Vida. Vienen a través
de ti, pero no de ti y, aunque están contigo, no te pertenecen. Puedes darles
tu amor, pero no tus pensamientos, pues tienen los suyos propios. Puedes
albergar sus cuerpos, pero no sus almas, pues sus almas habitan en la casa del
mañana, que tú no puedes visitar, ni siquiera en sueños. Puedes esforzarte en
ser como ellos, pero no intentes que sean como tú.