Amor
Eterno
por Bulma-Chan
Capítulo 2
Afortunadamente, el destino hizo todo más fácil para ella. Justo cuando iba a golpear la puerta se abrió y se encontró de frente a Terry. Él estaba igual, no había cambiado, sólo que había más tristeza en sus ojos que antes. Ambos se quedaron mirando como si el tiempo se hubiera detenido, muy profundamente en los ojos del otro, como tratando de recordar el por qué de su separación y de muchas cosas. Candy no podía hablar, el momento que ella había deseado por tanto tiempo se había presentado finalmente… ella había pensado en decirle tantas cosas y ahora no salía ninguna palabra de su boca. Finalmente, Terry dio el primer paso.
Candy, tú… ¿qué haces aquí? Pensé que estabas en Chicago.
Sí, estoy, bueno estaba. Terry, ¿puedo pasar? No creo que el pasillo sea un buen lugar para conversar – dijo tratando de no mirarlo nuevamente a los ojos, ella creía que si lo hacía iba a perder el sentido y no sabía qué podía pasar.
Disculpa, por favor entra.
Y ahí estaba el mismo departamento,
en el que ella había estado una vez, el afiche de Romeo y Julieta que ella había
rayado no estaba. En su lugar, había un retrato de Terry caracterizando a
alguien. Pero todo estaba más oscuro, todo estaba ordenado pero le faltaba vida
al departamento.
¿Te sirves algo? Sé que hace frío y creo que un chocolate caliente te vendría
bien, ¿no?
Si no es molestia.
Por favor, tú sabes que no.
Terry se dirigió a la cocina mientras ella seguía observando el lugar. Se sentó
en el sillón mirando al suelo, como buscando las respuestas que buscaba sin
encontrarlas. Terry se acercó y le entregó un tazón de chocolate y se sentó
a su lado. Ambos se quedaron en silencio, el hielo que había entre ellos era
mucho más grueso que el que había en la calle.
Eh, está delicioso, ¿no? – tratando de iniciar la conversación.
Gracias
Nuevamente silencio. Ella notaba que él tenía problemas, era ella la que tendría
que dar el primer paso.
Hace tanto tiempo que no nos vemos, tenemos tanto de qué hablar y aquí estamos
sin decir una palabra.
Tienes razón. Discúlpame, creo que la bienvenida no fue la ideal para ti, ¿cierto?
No me refería a eso Terry.
. . . .
¿No quieres hablar?
¿Sobre qué?
Alguien me contó lo que te pasó y…
¿Quién te fue con el chisme? ¿Fue ella? – dijo enfurecido
Tu madre está muy preocupada por ti, ella me fue a ver al hospital y me contó todo, y yo me preocupé por ti y quise venir a verte.
Estoy bien, ahora te puedes ir.
¿Me estás echando?
Tómalo como quieras – dijo mientras se paraba y abría la puerta. Ella entendió el mensaje y prefirió irse sin decir más palabras.
“Idiota, qué has hecho” pensaba Terry “la única persona con quién
siempre has podido hablar de tus problemas, y la única persona que has amado la
tratas como si fuera basura, como si fuera la fuente de tus problemas”. Se
acercó al tazón de Candy y vió que tenía las marcas de su lápiz labial en
él… tomó un sorbo del chocolate que ella había dejado, tratando de recordar
el sabor de sus besos.
“¿En
qué estaba pensando cuando vine para acá? Siempre he sabido como es Terry y
ahora... ¡maldición! Me siento más mal que cuando me decía Tarzán pecosa…
aunque él siempre se comportó así en situaciones difíciles, me sorprendió
que reaccionara así conmigo”. Siguió caminando tratando de pensar qué hacer,
volver a Chicago o quedarse. Decidió quedarse un par de días más, aunque
fuera para tomar unas pequeñas vacaciones. Estaba tan cansada por el viaje que
apenas llegó al hotel se tumbó en su cama y se durmió.
Hace tanto tiempo que no me levantaba tarde que me siento rara, ¿qué haré? Ya sé, iré a dar un paseo y compraré algo para los chicos del hogar. Además, le puedo llevar algo a la Hermana María… señorita Pony, si estuviera con nosotros me podría ayudar y aconsejar. En fin, ¡a comer se ha dicho! - mientras comía leía el periódico y se detuvo a leer una crítica de teatro a una obra de Eleanor Baker – quizás es buena idea que la llame y le cuente que estoy aquí por lo menos para que esté más tranquila.
Buscó en su bolso y encontró la tarjeta que ella le había entregado. Eleanor le preguntó si había visto a Terry pero Candy prefirió decirle que no había ido aún, que el viaje había sido muy largo y que hoy pretendía ir. Eleanor nuevamente le dio las gracias y colgó.
Mientras caminaba por las calles de Nueva York comprando cosas, ella pensaba “estoy tan preocupada por Terry que por donde miro lo veo a él, hasta el Santa Claus que estaba más atrás lo ví con cara de Terry”. Siguió caminando hasta quedar en una tienda de objetos musicales, donde vió una armónica muy bonita “quizás es tiempo de renovar”, entró y la compró. Luego, fue nuevamente al apartamento y le dejó un paquetito con una nota fuera de su puerta. Después se fue a su hotel.
Terry había salido a comprar algunos comestibles porque eran necesarios, si no no hubiese salido de su lugar. Al llegar vió el paquetito. Lo tomó y entró. Al abrirlo vio la armónica y sonrió “esta Candy” pensó. Luego, leyó la nota:
“Terry, sé que estás pasando por malos momentos y te quiero ayudar. Ahora, si no quieres mi ayuda… sólo me queda regresar a Chicago. Estoy alojada en el Hotel Arlington, si necesitas hablar con alguien yo te estaré esperando. Candy”
Dejó los comestibles sobre la mesa, leyó la nota por lo menos 10 veces y luego miró la armónica. Recordó cuando ella le había regalado la primera para que terminara con ese feo hábito de fumar. Tiempos felices que nunca volverían, “¿por qué ser adulto es tan difícil?” Se quejó.
Estuvo pensando todo el día en qué hacer. Ella había hecho un viaje muy largo para verlo y él la trataba así… pero hablar de estas cosas con alguien que amas no es fácil.
Que bien que todo funciona sin problemas (....) Yo creo que vuelvo luego, no sé aún. (....) Sí, claro, yo le aviso. Gracias, adiós – dijo colgando el teléfono. Todo en el hospital estaba bien y eso la hacía sentir más tranquila. Ya había anochecido y las luces de la ciudad se veían como grandes flores destellando sus colores, pero aunque se veían muy lindas no le atraían, no se podía permitir pasar buenos momentos mientras el hombre que ella aún quería se encontraba al fondo de un precipicio. Se había decidido ir a la cama cuando escuchó algo en su puerta. Se asustó al comienzo y se acercó lentamente, con florero en la mano. Puso su oído en la puerta pero no escuchó nada… de repente, escuchó la suave música de una armónica tocando una vieja canción escocesa… era Terry.
Ella abrió la puerta muy lentamente, asegurándose que no eran sus recuerdos los que les jugaban una broma. Allí lo vió, apoyado en un costado de la puerta, con sus ojos cerrados tocando esa triste canción.
Hola Terry, ¿quieres pasar? – sabía que si él estaba ahí era para
conversar, y que iba a ser muy difícil para él… ella tenía que darle
confianza. Él no respondió, sólo entró. - Ya me iba a dormir, mira la hora
que eliges para las visitas – bromeó.
Si quieres me puedo ir – dijo tristemente.
No, claro que no… era una broma. Mira, no tengo chocolate para ofrecerte, si quieres puedo pedir que nos traigan té.
Discúlpame, no fue mi intención haberte tratado así ayer. Tú me conoces y sabes como reacciono a veces, pero de verdad no fue mi intención.
No te preocupes, incluso ya se me había olvidado – dijo ella sonriendo – voy a llamar para pedir que nos traigan algo.
No lo hagas, ¿podríamos salir un momento? Creo que podríamos dar un paseo primero y después conversamos.
Eh, bueno… si te sientes de ánimo.
Estar cerca de ti me da energías Candy.
Después de decir esto le dio una mirada que dijo mucho, pero ella no estaba
preparada para recibirla… y desvió sus ojos buscando su abrigo y su cartera.
¿Vamos? Dijo ella, mientras él abría la puerta y salían. Nuevamente hubo
silencio entre ellos, pero no era el mismo del día anterior.
Conozco un lugar donde preparan unos pasteles que te van a gustar Candy, yo te invito.
Vamos, déjame invitarte… por algo soy la Enfermera Jefa del área de cuidados intensivos, tengo un buen sueldo.
¿Eh? ¿Ya eres jefa? Que bien, te felicito y bueno, ya que insistes voy a dejar que una mujer me invite.
¿Tienes algún problema con eso?
No, me siento honrado.
Siguieron caminando hasta llegar a una tienda, donde se sentaron alejados de la gente. El mozo trajo su pedido y nuevamente estaban solos.
Mmmh, que delicioso Terry, tienes razón, es muy rico – dijo ella con la boca llena.
Hay cosas que no cambian nunca, ¿no? Puedes ser la directora del hospital pero tú vas a seguir hablando con la boca llena, no me digas que todavía subes a los árboles – bromeó Terry.
¿Y qué si lo hago? – respondió ella molesta con su observación.
Es decir, después de todo este tiempo sigues siendo la Tarzán pecosa, jejeje.
Hasta cuando me dices así Terry – pero al terminar de decirlo se dio cuenta que él estaba riendo, y que era una buena señal así que trató de no molestarse mucho.
Siguieron conversando un buen rato, ella le contaba sobre el matrimonio de Archie con Annie, que ya tenían dos hijos y que estaban muy felices. Le contó también sobre su trabajo en el hospital, sus estudios, etc. Ya habían terminado ambos de comer y se dieron cuenta que su conversación debería seguir en un lugar más privado, sin tanto ruido ni gente caminando. Candy pagó y salieron de ahí rumbo al hotel.
Era tarde pero a ellos no le importaba, no había nada ni nadie que los apurara, ni una monja detrás de ellos diciendo que no deben estar fuera a esa hora ni nada. Ya eran dos adultos caminando en la noche. En la recepción Candy pidió que le enviaran café a su habitación, el que estuvo listo casi en el momento.
Después de recibir el café cerraron la puerta. Ella dejó su cartera en el sofá, cuando sintió a Terry cerca de ella “déjame ayudarte con el abrigo” le dijo. Comenzó a temblar de nuevo, hacía tanto tiempo que no lo tenía tan cerca, pero trató de evitar pensar en eso; venía la parte más difícil de la conversación. Él tomó el abrigo y lo colgó junto al suyo. Se sentaron nuevamente en el sofá, tomando café. Silencio.
Terry, si no quieres hablar está bien.
No, necesito sacarme esto de encima, y la única persona que realmente me ha entendido y ha llegado a mi alma has sido tú. Tú sabes que yo no puedo abrirme tan fácilmente.
Mira, hablemos de otras cosas antes de esto, ¿sabes? La tía abuela todavía me sigue molestando, igual que Elisa y Neil. ¿Tú supiste que hace unos años Neil quiso casarse a la fuerza conmigo? – dijo cambiando tema.
¿De verdad? Pero si él te odiaba – dijo sorprendido abriendo sus hermosos ojos azules.
Bueno, fue algo de repente, yo tampoco lo podía entender… creo que aún no lo entiendo, si no hubiera sido por Albert.
Tiempo después supe que Albert era el famoso tío abuelo del que siempre hablabas, me sorprendió mucho.
¿Y qué me dices a mí? Yo era la más sorprendida, imagínate cuando lo vi a él y me dice la verdad, casi me voy de espaldas.
Me imagino como se te movieron las pecas – dijo riendo otra vez.
¿Qué problemas tienes con mis pecas atrevido? – murmuró riendo también.
¿Y qué es de cierto que Albert y tú están juntos? – se puso serio de repente.
Bueno, es cierto a medias. Él y yo estuvimos juntos mucho tiempo, pero no funcionó y terminamos… él ahora se encuentra en Africa y me escribe todas las semanas.
Para algo que no funcionó se preocupa mucho por ti. ¿Por qué terminaron? – Terry sentía mucha curiosidad.
Bueno, yo… oye, estoy aquí para hablar de ti no de mí, ¿no te parece? – dijo Candy tratando de evitar responderle.
Disculpa, no pensé que fuera tan privado – se dio cuenta que no quería hablar de ello.
No, no es eso, pero…
No me des explicaciones, en fin, después de que terminamos teníamos derecho a hacer cualquier cosa sin darle cuentas al otro – dijo Terry melancólicamente.
¿Pero cuántas de esas cosas hicimos porque las queríamos hacer? – ella respondió.
Y de cuántas nos arrepentimos, ¿no? Incluso hicimos tanto daño a gente que no lo merecía.
Ahí Candy se sintió identificada, ella había dañado a Albert sin quererlo, sin que lo mereciera.
Tienes razón, a mí me pasó lo mismo.
No pensé que Susana estuviera pasándolo tan mal… todo por mi culpa, si me hubiera fijado más en ella, le hubiera dado más atención.
Pero no te culpes por eso Terry, recuerda que anteriormente también había intentado hacer lo mismo, ¿recuerdas?
Sí, pero todo ha sido por mi culpa, en las dos ocasiones. ¿Cómo pude llegar a tanto? Si no me hubiera conocido, si no me hubiera cruzado en su camino ella aún estaría viva y caminando.
Pero tú trataste de hacer lo mejor para ella, incluso te casaste. Tu madre me dijo que la llevabas a los ensayos, a las premier, a todos lados… ¿cómo te puedes culpar por algo así? Además… no sólo tú hiciste sacrificios por su felicidad.
Es que no le pude dar lo que ella quería… entre tantas cosas, ella quería volver a actuar, a caminar… y que yo me enamorara de ella, lamentablemente, no pude entregarle ninguna de ellas – dijo apoyando su cabeza en sus manos, cabizbajo, ella puso su mano en su cabello y comenzó a acariciarlo.
¿Sabes? Yo también me sentí muy mal cuando terminé con Albert, me partía el alma ver en sus ojos esa expresión de tristeza, pero yo no podía engañarlo.
¿Habías conocido a otra persona? – preguntó interesado.
No… es sólo que…
… él sólo la miraba, esperando una respuesta.
Sólo que – “ay que digo Dios mío, ayúdame” – sentí que estaba con él por cariño, pero lamentablemente nunca lo amé… para mí eso no era justo, y decidí ser sincera.
¿Y él que dijo?
Que me entendía, y aunque él sufriera mucho me dejaba ir… y que si yo cambiaba de opinión él estaría ahí esperándome.
Vaya Albert, quién lo hubiera imaginado… por lo menos él está vivo. No sabes el infierno que he sufrido después de la muerte de Susana… las primeras noches prácticamente no podía dormir, la veía en todos lados con esa expresión de lástima en su rostro, su madre llamándome asesino, culpándome el día del velorio.
¿Y tu carrera?
No tenía cabeza para aprenderme los guiones, era imposible.
¿Y tu madre? ¿Por qué no la recibías cuando te venía a ver?
No podía, era algo interno que no lo sé explicar… en realidad yo no quería ver a nadie, pero tú siempre has sido y serás la gran excepción de mi vida – nuevamente se quedó mirándola a los ojos.
Ella estaba, este, muy preocupada por ti. Me fue a buscar al hospital y me contó todo esto.
Tú siempre arreglando mis problemas y los de mi madre. ¿Quieres saber la razón de por qué nunca pude entregarle mi corazón a Susana pese a todo el tiempo que estuvimos casados? – sus ojos parecían más intensos que nunca, su mirada parecía buscar el alma de ella… y Candy no pudo huir esta vez.
No creo que sea de importancia, ¿verdad? – se sentía cautivada por esos ojos, que parecían hablar más rápido que él… ella prácticamente podía percibir la respuesta.
Si lo es… fue porque nunca pude olvidarte Candy. Ese día, cuando terminamos mi vida se vino abajo. Comencé a beber e incluso te había ido a buscar nuevamente, pero Albert me detuvo.
¿Albert? ¿Cuándo me fuiste a buscar?
Cuando trabajabas en una humilde clínica, luego que te habían echado del hospital.
Él nunca me lo dijo.
Bueno, Susana me había liberado del compromiso, era más… ella se iba a ir del país y yo te quise ir a buscar enseguida. Su madre me seguía molestando con el asunto del matrimonio y recuerdo que ebrio comencé una pelea en un bar. Y adivina con quién fue que me puse a pelear.
¿Albert?
Exactamente… él estaba sobrio y obviamente me dejó tendido en el piso. Luego, me mostró donde trabajabas. Eso me hizo ver que yo debía volver a las tablas y en cierta forma asumir mi “compromiso” con Susana… pero yo de verdad te quería ver, te quería hablar.
Pero por qué no…
Luego de eso volví y me casé, seguí actuando y mi carrera iba muy bien, era el único lugar donde me sentía a gusto, arriba de un escenario. Después de actuar era muy triste para mí llegar al departamento y ver postrada a Susana, por mi culpa.
Deja de culparte Terry, ese es el destino. ¿Recuerdas las cosas que me dijiste cuando me ayudaste a superar el problema de Anthony? Creo que necesito un caballo para poder hacer lo mismo contigo, ¿no?
Dime la verdad.
¿De qué?
¿Por qué terminaste con Albert? Yo ya te conté todo, te abrí mi corazón y mis sentimientos, ahora necesito que tú hagas lo mismo
Candy se paró del sillón y se dirigió a la ventana. Ya estaba nevando en la ciudad y la gente corría para refugiarse. Se dio cuenta que no podía seguir ocultando la verdad.
La verdad es que… siempre hubo alguien en mi mente, en mi corazón que no me permitía amar a otro, aunque ese otro fuera Albert.
Y ese alguien… ¿quién era? – Terry se había puesto de pie muy suavemente y se dirigió a la misma ventana, parándose detrás de Candy. Ella estaba con la mirada perdida y no se dio cuenta de que él estaba allí.
Eras tú Terry, nunca pude olvidarte; y por eso fue que yo herí a Albert.
Ella sintió los brazos de Terry alrededor de su cintura, abrazándola. Él ahora apoyaba su cabeza en la de ella cerca de su oído, como disfrutando muy suavemente de ese momento tan esperado. Tantos años y aunque las cosas habían cambiado mucho, los actores eran los mismos. Ella solo atinó a poner sus manos sobre las de él. Permanecieron así un buen rato, mientras la nieve seguía cayendo… ya no había gente en la calle y el negocio de al frente ya había cerrado. El café ya se había enfriado y era tarde para pedir más, pero nada podía importar más que ese momento.
¿Crees que esto sea lo correcto? – murmuró ella.
Shhh, no digas nada.
Pero…
Sshhhh
Su cabeza estaba llena de pensamientos, “¿será esto lo correcto? Digo, siempre lo he amado, pero Albert va a quedar mal con esto, la muerte de Susana fue tan reciente… ¿no estaremos haciendo esto sólo para consolarnos por el destino que nos tocó vivir? Quizás yo no tengo de qué quejarme, pero él… ¿qué hago? ¿Qué hago?”
Terry no se quedaba atrás. “¿Por qué tuvimos que terminar nuestra relación cuando eras la única que me entendía? ¿Por qué me cuesta realizar mis sueños, mis anhelos? Me siento tan bien, tan tranquilo junto a ella. El perfume de sus cabellos, el calor de su cuerpo cerca del mío, su preocupación por mí, esos bellos y expresivos ojos verdes, y esas pecas. Aunque ha pasado mucho tiempo, aún siento lo mismo”.
Alguien comenzó a golpear muy fuerte la puerta de la habitación. ¿Esperas a alguien? Preguntó Terry y Candy sólo movió negativamente su cabeza. Ella fue a ver y él la siguió para asegurarse de que no fuera a pasar nada malo.