Día de nieve diferente

Por Dorita    

 

¿Qué hubiera pasado si Terry no hubiera dejado ir a Candy en ese hospital de Nueva York?

    Esta historia sucede exactamente durante el horrible capítulo “Separación en un día de nieve” que tanto nos hizo llorar. Ah, en esta historia, Albert recuperó la memoria mientras Candy iba camino a Nueva York. Y Stear no se muere, pobre Patty, oye. He dividido esta fanfic en 3 partes, no sé para qué, pero quería que fueran como capítulos.  También les puse una censurita jajaja. Disfrútenla y me avisan si les gustó.

 

Parte 1: Adult Situations

 

« Adiós. » dijo Candy decididamente. Caminó hacia las escaleras airadamente sin dignarle siquiera una mirada a Terry. Estaba sentida con él por haberla hecho venir a Nueva York sin siquiera darle una pista de lo que sucedía con Susana.

« ¡ Te llevaré a la estación! –exclamó Terry siguiéndole los pasos.

-         Será mejor que no. » respondió Candy en un tono cortante.

     Terry la alcanzó y la detuvo agarrándole el brazo con fuerza. Candy se detuvo, pero cerró los ojos. Cada vez era más difícil encontrar en ella la fuerza para salir de ese hospital y dejar a Terry y al noviazgo atrás. Sin embargo, él repitió en un tono donde se sentía su desesperación:

     « ¡Candy! ¡Te llevaré a  la estación!

-         ¡No! ¡Dije no! ¡No! –gritó Candy sacudiéndose  violentamente  para soltarse- ¡Eso hará las cosas más difíciles! »

     Terry, sorprendido con esta reacción tan brusca, la soltó. Candy corrió por las escaleras. Lo único que pensaba era “¡Huir, huir, antes de que sea demasiado tarde!” Terry se quedó observándola por un momento pero cayó en cuenta de que estaba a punto de perder a la mujer de su vida. Se precipitó escaleras abajo con un grito ahogado:

     « ¡Candy!»

     Cuando la hubo alcanzado, le rodeó la cintura con los brazos, reteniéndola junto a él. Comenzó a hablar antes de que ella pudiera intentar escapar otra vez, pero la emoción le cortaba las palabras:

     « ¡Candy! ¡Por favor, no me dejes! Yo... ¡yo no sé lo que haría sin ti! ¡Eres la única que amo, he amado y amaré en toda mi vida! ¡No me dejes así!»

      El muchacho estalló en llanto. Ni se le ocurría esconder sus sollozos. Candy no se movió. La vez que había visto a Terry llorar en el barco no tenía nada que ver con ésta. Podía sentir cómo todo su cuerpo se sacudía descontroladamente mientras lloraba. La chica sintió que el corazón se le rompía  en  mil  pedacitos: “Terry...  mi amor...  separarnos...  ¡separarnos así!” –pensó mientras se dio cuenta que un sollozo le comenzaba a subir por la garganta. Lo calló y dijo, con la voz quebrándosele:

       « No, Terry... Tenemos que ser fuertes... eso es lo correcto. Tu lugar está ahora... con... ella...

-         No... noooo... –sollozó Terry apretándola con más fuerza.

-         Suéltame, Terry... Te lo ruego...

-         ¡No te dejaré ir nunca! –gritó él.

-         ¡¡Tienes que dejarme!! »

     El grito histérico de Candy resonó en el pasillo y se transformó en llanto sin que nadie se lo esperara. Todo lo que la chica estaba reprimiendo a duras penas salió a flote: los celos, la ira, el dolor... y el amor. Escondió su cara entre sus manos y dejó libre su pena.

     Sorprendentemente, Terry la soltó al oírla llorar. Las lágrimas del muchacho cesaron en el momento que escuchó a Candy empezar a llorar. La volteó suavemente para encararla. Ella, avergonzada de su debilidad, lloraba cabizbaja y sin atreverse a mirarla a los ojos.

    « Yo... –musitó Candy– yo no me puedo ir así... y dejar que todo se acabe... por favor perdóname por eso...»

     Terry volvió a agarrarla por la cintura en un tierno abrazo. La cabeza de Candy se apoyó sobre el pecho del muchacho. Terry observó que su barbilla y la curva de la cabeza de Candy se acoplaban perfectamente. Verdaderamente, éste era el Amor de su Vida. Murmuró en su oído:

     « No hay nada que perdonar... Yo lloraba, porque no podía creer que lo que tú sentías por mí te permitiera irte de mi vida de esta manera.

-         Pero Terry, ya  no  es  como  en  el  Colegio... tú  y  yo  ya  no  somos  niños. –Candy se había calmado un poco al estar junto a Terry– Tú tienes responsabilidades que cumplir.

-         No las pienso cumplir. »  declaró Terry en el tono tajante y rebelde que Candy conocía tan bien. Lo conocía lo suficiente como para saber que de encontrar alguna resistencia, el muchacho no se detendría siquiera. A Candy le asustaba a veces esta determinación de Terry. Pero esta vez el muchacho continuó en un tono más dulce:

« Tú y yo estamos hechos para estar juntos. Un infortunado accidente no puede, ni debe interponerse entre nosotros. Lo único que he sentido desde el día que te conocí es que quiero estar junto a ti, mi Candy, por el resto de mi vida. ¡Te amo tanto!»

Por primera vez desde que había salido del cuarto de Susana, Candy miró a Terry a los ojos. Lo único que vio ahí fue un amor tan inmenso que parecía no caber en esos ojos azules.

« Oh, Terry... Tú sabes bien que yo también te amo. »

La mirada de Terry se puso más seria. Candy la reconoció: así la había mirado antes de besarla en Escocia. Muchas veces la chica había lamentado haber interrumpido ese beso y no haberlo disfrutado. Anhelaba otro así, así que apenas reconoció esa mirada fijó la suya en los labios de Terry. Para sorpresa de ambos, fue ella quien avanzó la cabeza para besarlo. Sin embargo, apenas los labios se encontraron, Terry tomó el control J y el beso se transformó en uno apasionado, casi inapropiado para un lugar tan público.

Lamentablemente fue interrumpido por la voz de la señora Marlows (mamá de Susana) desde lo alto de las escaleras, dando alaridos escandalosos:

« ¡¿Pero qué es esto?! ¡¡Terry!! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! »

Asustados y conscientes de que se habían pasado un poco de la raya, Candy y Terry se separaron y voltearon a ver a la señora. Ésta bajó las escaleras a toda prisa y regañó a Terry:

« ¿Qué significa esta conducta? ¿Acaso olvidas que estás comprometido con Susana? ¿Cómo puedes andar dando espectáculos con otra mujer???  ¡Y tú! –gritó volteándose hacia Candy– ¿qué te has creído? ¡No sé cuál era tu relación con Terry antes pero esto se acabó! ¿Entiendes? ¡Terry pasará el resto de su vida con mi hija!

-         ¡¡¡Déjela en paz!!! »

     Terry había gritado tan fuerte que la señora Marlows paró su perorata en seco. El muchacho rodeó protectivamente los hombros de Candy con su brazo y articuló, pausada, pero firmemente:

      « No se atreva a meterse con Candy. Ella era mi novia mucho antes de que viniera a Nueva York. Es la única mujer a quien amo. Si usted pretende que  pase el resto de mis días con Susana, entonces seremos Susana, Candy y yo. Jamás sentiré por nadie algo como lo que siento por Candy, y a pesar de lo triste que estoy por esta tragedia que nos ha pasado, jamás podré sentir algo así por su hija. Usted no me puede obligar a amar a Susana. Hasta le puedo dar una pensión o algo hasta que su situación se arregle. Pero se lo repito una vez más: yo amo a Candy y me pienso casar con ella lo más pronto posible. »

      La señora Marlows miró a Terry y después a Candy. Reflexionó brevemente y respondió:

     « Muy bien, señor Terry. Haga lo que usted quiera. No queremos su dinero, nos las arreglaremos.

 - Antes de irnos, quisiera reiterar que le estoy muy agradecido a Susana. Le debo la vida. Pero creo que será más fácil para ella si no subo a despedirme. Adiós. »

     Terry tomó a Candy de la mano y se dirigió a la salida. La nieve comenzaba a caer suavemente. Candy se detuvo en la calle y miró a su novio. Se tiró en sus brazos, agradeciéndole en silencio el no haberla dejado ir. Sin embargo, lo soltó y dijo:

     « ¿Y ahora qué, Terry?

-         Nos vamos de Nueva York.

-         Pero... ¿y el teatro?

-         Hay teatros en todas las ciudades del mundo, así como hay hospitales. Tenemos todo a nuestro favor, porque sabemos ganarnos la vida.

-         Me parece bien. Pero, Terry, yo creo que sin la autorización de mis tutores no podemos casarnos hasta que ser mayores de edad.

-         Jmm... No había pensado en eso... A mí me falta un año, y a ti dos, ¿verdad? Pues... supongo que tendríamos que vivir juntos hasta casarnos

-         ¡Terry! » exclamó Candy, sabiendo lo que eso implicaría en la sociedad. Terry se rió y le dio un beso en la frente:

     « No te preocupes, Candy, no creo que haya nada malo en eso. Nos amamos ¿cierto? Eso es lo que importa, no un papel donde diga que estamos casados. Pero opino que deberíamos mudarnos de ciudad. »

Candy lo pensó por un momento y terminó asintiendo: no había forma en

que pudieran vivir en casas separadas: sus sueldos no alcanzarían para dos rentas. Sin embargo, añadió:

     « Tienes razón, pero creo que por lo menos deberíamos *tratar* de hablar con los Andrey. »

     Terry la miró, sorprendido. Lo pensó un momento y respondió:

     « Bueno, Candy, si eso es lo que tú quieres, iremos. Nada perdemos con tratar. Nos iremos a Chicago mañana en la tarde.

-         Está bien. Además, ¿quién sabe? Tal vez la tía abuela Elroy esté de buen humor. »

Ambos se rieron y se subieron al carro de Terry.

 

 

Parte 2: Adult Situations

 

     Después de pasar a  buscar  la  maleta  de  Candy al  hotel, se  dirigieron  al apartamento de Terry. Candy estuvo muy pensativa durante el trayecto: todo lo que había pasado en las últimas horas era increíble y más increíbles aún eran las decisiones que estaba tomando: ¿vivir con un muchacho? ¿con su *novio*? ¿pasar la noche en su apartamento? Le pareció oír a la hermana Grey gritarle: “¡Una verdadera dama jamás se comportaría así!” Sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos: había pasado casi cuatro años sin ver a Terry,  pensando en él todos los días y por poco se vuelve loca. Era inconcebible volverse a separar. Elevó una plegaria silenciosa para que los Andrey le  permitieran casarse con Terry.

     El muchacho no  habló mientras conducía a su apartamento. Él sabía que Candy era una muchacha muy decente y que ahora mismo estaba discutiendo consigo misma. Respetó esa indecisión, pero se prometió no hacer nada que pudiera asustar u ofender a Candy.

     Una vez en el apartamento de Terry, después de acomodarse y discutir de cosas mundanas como el itinerario del día siguiente, surgió la cuestión de quién dormiría en la cama y quién dormiría en el sillón. Candy alegaba que ella era una “invitada” y que sólo estaba de paso, por lo tanto dormiría en el sillón. Pero para Terry era inconcebible que la “dama” se quedara en el sillón y él cómodamente en la cama.

     La discusión se volvió más animada, cuando Terry, viendo que no la haría cambiar de parecer, comenzó a empujarla suavemente hacia el dormitorio. Al intentar obligarla a sentarse en la cama, Candy lo agarró por el suéter (?), perdieron el equilibrio y ambos cayeron en la cama, con Terry encima de Candy.

     Se rieron nerviosamente al darse cuenta cómo había terminado la discusión. Terry no pudo evitar decir en un tono pícaro:

     « Bueno, asunto arreglado, para que no haya más problemas los dos dormiremos en la cama.

-         ¡Terry!»

     Candy se sonrojó y empujó a Terry para que se quitara. Éste, riéndose de ella como en los viejos tiempos, rodó y quedó acostado al lado de Candy. Se apoyó en un codo para verla mejor.

     « Eres hermosa... –dijo en un tono tan serio que él mismo se asustó y se apresuró a añadir: – ¡...mi pequeña Tarzán pecosa!

 -   ¡Argh! ¡Terry! ¡Deja de molestarme! » exclamó Candy fingiendo enfadarse mientras Terry soltaba una gran carcajada. La chica comenzó a pegarle con la almohada en la cabeza, riéndose también hasta que Terry se quejó:

     « ¡Ay! ¡Ay! Está bien, está bien ¡no volveré a decirte así!»

     Los dos se calmaron poco a poco. Una multitud de ideas pasaban por la cabeza de Terry. Se sonrojó al darse cuenta de que algunos de esos pensamientos no eran nada puros. Se repitió mentalmente su promesa. Pero una pregunta  le pasó por la mente: ¿cuánto sabría Candy de... eso? La experiencia del muchacho se limitaba a un par de prostíbulos cuando llevaba su mala vida en Londres. No había vuelto a esos lugares después de conocer a Candy.

      La miró, tendida en la cama, aparentemente pensando ella también. Se veía tan dulce, tan inocente... ¿Cómo podía él siquiera atreverse a introducir el tema? La llamó tímidamente:

     « ¿Candy?

-         ¿Jmm? –respondió ella sin voltear a mirarlo.

-         Eeeh... bueno yo... ehm... yo de verdad no sé cómo hablar de esto contigo, pero... me gustaría saber... algo.

-         ¿Qué pasa, Terry? –indagó ella, con el corazón latiéndole a toda prisa.

-         Es que... yo me pregunto si tú sabes... de dónde vienen los bebés... »

     Ambos se sonrojaron y Terry se insultó interiormente por ser tan atrevido. Candy creyó haber enmudecido. ¿Qué responder? Trató de reírse despreocupadamente, pero no le salió bien la risa y dijo en un tono que pretendía ser jovial:

     « ¡Pues claro! De sus mamás ¿no? »

     Terry hizo un gesto de frustración, sin entender que Candy estaba tan avergonzada como él. Aclaró en un tono impaciente:

     « Sí, pero ¿sabes cómo llegan ahí? »

     Candy también comenzaba a perder la paciencia. Optó por responder la verdad brevemente:

     « Sí. Lo sé. Nos lo enseñaron en la escuela de enfermeras. »

     Terry soltó el aire que estaba conteniendo y dio un suspiro de alivio. Volvió a  mirar a su novia y notó lo incómoda que estaba. Se sintió mal por ser el causante de eso y le acarició el cabello diciendo:

     « Tranquila, Candy... no estoy insinuando nada. Creo que todavía es muy pronto para pensar en eso. Ya habrá mucho tiempo en el futuro. »

     Se sentó en la cama y le dio un beso en la mejilla.

     « Buenas noches, Candy.

-         Hasta mañana, Terry –respondió ella con una pequeña sonrisa.

-         Te quiero mucho. »

    Terry le tiró un beso antes de salir del cuarto y cerró la puerta.

 

     A la mañana siguiente, el olor de café despertó a Candy. Antes de abrir los ojos, pensó que todavía estaba en Chicago con Albert. Pero al estirarse recordó que estaba en Nuevo York en el apartamento de Terry. Las sábanas olían a Terry y Candy se sintió feliz de estar donde estaba. Estuvo tentada a ir a saludar a Terry de una vez, porque se había dormido vestida, pero el estar despeinada le dio pena de todas maneras. Se levantó de un brinco y se fue a bañar y a vestir. 

     Salió al cuarto de estar. Terry, sentado en la mesa, escribía algo en un papel con una taza de café por delante. Candy le sonrió:

    « Buenos días...»

     Terry levantó la cabeza y al verla, toda su cara se iluminó:

    «¡Candy! Por fin te levantas. Te estaba comenzando a extrañar. Hice café, está en la estufa. »

     Candy caminó hasta la estufa y se sirvió una taza. Mientras le echaba leche, le preguntó a Terry:

      « ¿Qué escribes?

-         Una carta para el director de teatro para informarle que me voy. ¿Ya estás lista?

-         Sí.

-         Bueno, termino esta carta y nos vamos.

-         Muy bien. »

    Se sentó frente a Terry y lo miró escribir. Al estar así, frente a frente, Candy tuvo una extraña sensación: le parecía haber vivido esa escena en algún momento de su vida, así como la había sentido en Escocia. Frunció el ceño tratando de recordar. Pero Terry levantó la cabeza y le preguntó:

     « ¿Qué miras, Candy?

-         A ti. »

    El muchacho la miró, asombrado por esa respuesta tan sincera. Extendió la mano por encima de la mesa y se la estrechó suavemente. Ella sonrió tímidamente pero prefirió no comentarle nada. Pero definitivamente Terry la sorprendió diciendo:

     « ¿Sabes, Candy? Al estar sentado así contigo me parece que no es la primera vez. Como si lo hubiéramos hecho antes. »

    Candy no dijo nada y lo miró intensamente a los ojos. Se quedaron así un momento, comunicándose en silencio todo el amor que sentían. Finalmente Terry se levantó y metió la carta en un sobre.

     Despues de empacar las cosas de Terry, fueron a ver al director de la compañía y al banco. Fueron también donde un amigo de Terry para que les consiguiera un comprador para el carro. Finalmente, tomaron el tren a Chicago.

     Al quedarse dormido, Terry se había inclinado hacia donde la chica estaba sentada, por lo que lo movió suavemente para poder sostenerlo en sus brazos. Le acarició sus cabellos negros y los besó. Candy no pudo evitar preguntarse cómo habría sido su viaje si lo hubiera dejado en las escaleras del hospital. Se estremeció al pensarlo: no cabía duda que habría sido horrible. Cerró los ojos para pensar.

      Sabía que era prácticamente imposible que los Andrey le permitieran casarse. Tal vez... si pudiera hablar con el abuelo William... pero eso no era posible. Nunca se había dirigido a él y le parecía como de mal gusto venirle a presentar a su novio sin más. Suspiró pesadamente: si los Andrey se negaban ¿qué sería de ellos? Sabía la respuesta de Terry. Pero no estaba segura de que eso fuera lo que ella quisiera. De tanto pensar, se quedó dormida también.

     Al llegar a Chicago, fueron al apartamento de Candy, pero Albert no estaba ahí. Eso le pareció un poco extraño a Candy, pero estaba demasiado preocupada tratando de encontrar un vestido apropiado y no le prestó más atención a ese hecho. Y finalmente, nerviosos, se dirigieron a la residencia Andrey.

 

      « La señorita Candice White Andrey y el señor Terry Grandchester. » anunció el sirviente abriendo la puerta. Candy y Terry se miraron y tomando el aliento, entraron.

     La tía abuela Elroy estaba sentada en un sillón con su cara de poco amigos. Candy hizo un esfuerzo por sonreírle y saludarle jovialmente:

     « ¡Tía abuela Elroy! ¿Cómo está? »

    En vez de responderle, la señora miró a Terry de arriba abajo:

    « ¿Quién es este joven? »

    Mientras la sonrisa falsa de Candy parecía no caberle en el rostro, Terry estaba muy serio al acercarse a la tía abuela.

    « Su nombre es Terry Grandchester –dijo Candy. Es un amigo mío.

-         Encantado de conocerla, señora Elroy. » dijo el muchacho besándole la mano.  

  La señora pareció asombrada por la caballerosidad de Terry.

    « Grandchester... ¿no será familia del Duque de Grandchester?»

    Terry se puso rojo como un tomate. Miró a Candy implorando su ayuda: él estaba peleado con su padre pero sabía que ganaría muchos puntos si le decía que era hijo del Duque a la tía abuela. Candy lo miraba fijamente y pudo ver como en sus ojos comenzaba a dibujarse el miedo.

    « Yo... eeh... yo... soy el hijo mayor del Duque. »

    Esas palabras le costaron más trabajo de lo que pensaba. “Yo que juré no volver a tener nada que ver con mi padre y heme aquí haciendo alarde de mis títulos” pensó el muchacho con amargura. Al levantar la mirada y encontrar la mirada de Candy recordó por qué lo estaba haciendo y decidió no mencionar que era posible que el Duque jamás lo mencionara en su herencia.

    « ¡Así que el hijo mayor! Pues qué gusto me da conocerlo, señor Grandchester. Y dime, Candy, ¿a qué has venido? Si me estás visitando, debe haber una razón. ¿Qué es lo que quieres? »

     Los dos jóvenes se miraron otra vez pero fue Terry quien respondió en vez de Candy:

     « La verdad, señora Elroy, yo fui el que pidió venir. Yo... – “¿Cómo rayos se dice esto?” pensó Terry mientras los nervios lo torturaban –... eeh.. yo he venido a pedirle la mano de Candy. »

     Un silencio pesado se instaló en la habitación. Candy miraba insistentemente el suelo. Terry sintió ganas de comerse las uñas: ¿lo habría dicho correctamente? La tía abuela los miró a ambos con asombro y reflexionaba en silencio. De repente, la puerta del cuarto se abrió y Elisa entró. Había visto a Candy y a Terry llegar y había estado escuchando detrás de la puerta. Juzgó que el momento era perfecto para entrar:

    « Tía  abuela, yo... ¡oh, disculpe! ¡No sabía que estaba atendiendo a alguien! –dijo hipócritamente y miró a Candy con una sonrisa malévola. ¡Candy! ¡Qué sorpresa! ¿Qué te trae por aquí?

-         Pasa, Elisa no te preocupes. El señor Grandchester ha venido a pedirnos la mano de Candy. »

   Elisa miró a Terry con la misma sonrisa. Se exclamó:

   « ¡Pero si es Terry! Él estuvo con nosotras en el Colegio, ¿recuerdas tía? Él es el joven que fue expulsado por culpa de Candy. –Candy y Terry hicieron ademán de intervenir pero Elisa no les dejó tiempo –Se vino a América para ser actor.

-         ¿¿Actor?? –se exclamó la tía abuela. ¡Pero si es el heredero de los Grandchester! ¿Por qué habría de escoger esa profesión?

-         ¿Cómo? ¿No lo has sabido? Su padre lo desheredó después de un pleito que tuvieron. »

  Cada ataque de Elisa parecía una daga en el corazón de Candy. Ella y Terry se acercaron instintivamente al ver que la pelirroja no se detendría. Permanecieron en silencio hasta que terminó sus acusaciones. La tía abuela volteó a verlos y gritó:

    « ¿Qué significa esto? ¿Es verdad?»

    Terry asintió lentamente. Candy cerró los ojos. Sólo entonces se dio cuenta de que Terry le estaba agarrando la mano. Se la apretó para darse valor mutuamente.

     « ¿O sea que ustedes dos han venido a manipularme y a decirme sólo una parte de la verdad para que yo apruebe este matrimonio? »

    Candy sintió ganas de llorar, pero se contuvo. No le daría ese placer a Elisa. Levantó la cabeza, desafiante:

     « Sí.

-         ¡De ninguna manera! ¡Pueden olvidarse de ello! Sinceramente, Candy, no me sorprende nada de ti: siempre has sido mezquina y de ideas descabelladas ¡pero esta vez te pasaste de la raya! ¡Estoy segura de que el abuelo William estará de acuerdo conmigo en que después de esta osadía ya no deberías llevar el apellido Andrey!

-         Candy no necesita de su apellido. –dijo Terry en un tono glacial. De ahora en adelante, llevará el mío.

-         ¿Qué estás diciendo, jovencito? ¿Se van a casar de todas formas?

-         Desde luego que sí. Vámonos, Candy. »

   Terry haló a Candy y salieron de la habitación mientras la tía abuela seguía gritando improperios y Elisa exultaba. Caminaron en silencio hasta la salida. Candy iba recordando todo lo que le había sucedido en esa casa y sintió un gran dolor en el pecho. Anthony, el baile de los Andrey, Stear, Archie, Albert... ¿qué pasaría con todos esos momentos? ¿Debía olvidarlos, sin más?

    Dejó que Terry la subiera al carro sin decir nada. Mientras salían de la propiedad, como si inconscientemente lo estuviera controlando, se mantuvo callada. Pero apenas pasaron la verja de los Andrey rompió a llorar desconsoladamente. Terry se sobresaltó al oírla. Comprendió la razón de sus lagrimas y no hizo nada para impedirlas. Sólo siguió manejando hasta que Candy se calmó un poco. Entonces Terry detuvo el carro.

    « Candy. » dijo simplemente.

    Ella lo miró tristemente.

     « Sé que las decisiones que te estoy haciendo tomar son muy difíciles. Lamento tanto tener que causarte esta pena, separarte de esta familia en la cual has encontrado a tus mejores amigos. La vida que te ofrezco no es nada fácil. Pero te prometo que nosotros podemos hacer que funcione. Eso sí, Candy, los dos tenemos que estar convencidos de que es lo correcto, para que nuestra vida sea feliz juntos. ¿Estás segura de que quieres hacer esto? »

     Candy miró a Terry y respondió casi sin pensarlo:

    « Por supuesto que sí. No me importa por lo que tengamos que pasar, siempre que permanezcamos juntos. Sólo que... tú lo has dicho... es difícil. Pero quiero hacerlo. Estoy segura. »

     Terry miró a Candy con preocupación pero vio que era sincera. Le sonrió y se avanzó para besarla.

 

 

Parte 3. Epílogo

 

    Annie le ajustó el lazo del vestido a Candy mientras Patty miraba embelesada. Esta última exclamó:

    « ¡Candy! ¡Estás hermosa! Pensar que yo alguna vez... si Stear quisiera... »

    Candy se miró en el espejo: el blanco vestido de novia le quedaba de maravilla. La señorita Pony y la hermana María se acercaron al espejo también con los ojos llenos de lágrimas.

    « Mi pequeña niña... ahora te has convertido en toda una mujer... »

     Candy abrazó a la señorita Pony y tomó el ramo entre sus manos. No podía dejar de admirarse. Cerró los ojos y recordó.

     Ese día, después de haber ido donde la tía abuela Elroy, habían vuelto a la casa de Candy derrotados pero decididos a seguir su vida como querían. Retomando su pose del día anterior, se habían sentado en una mesa frente a frente sin decirse nada. Albert llegó bruscamente para sacarlos del silencio en que estaban:

     « ¡Candy! ¡Hola Terry, imaginé que estarías aquí! ¡Tengo que hablar con ustedes!»

     Y entonces, en un discurso casi teatral, Albert les había revelado primero que había recuperado su memoria y luego su verdadera identidad: la del tío abuelo William, máximo jefe de la familia Andrey. Como era muy joven cuando fue nombrado heredero, la familia le inventó esa identidad. Candy por poco se desmaya al entender por qué Albert aparecía misteriosamente cada vez que lo necesitaba. Terry simplemente estaba asombrado de saber que su amigo, a quien siempre había visto como un vagabundo, era en realidad un millonario.

     Pero después de reponerse del susto, ambos habían entendido que ahora tenían un poderoso aliado. Como los había observado desde el principio de su amistad, cuando aún ni sospechaban que el amor estaba naciendo, hasta ahora que habían decido hacerlo oficial, Albert estaba más que feliz de poder presenciar la boda. Cuando la tía abuela le había contado lo sucedido, prácticamente se había reído en su cara y él había dicho que no existía ningún inconveniente de parte de él, el tutor de Candy y el que tenía siempre la última palabra en las decisiones de la familia Andrey. Y así fue como, a pocas horas de haber creído que la adversidad estaba en contra de ellos, las cosas por fin comenzaban a tomar un color rosado.

       Unos golpes en la puerta regresaron a Candy al presente. Albert entró al cuarto de las mujeres con una gran sonrisa en el rostro. Avanzó hasta su protegida y le dio un beso en la frente antes de cubrirle la cara con el velo.

    « ¿Lista, Candy? Todos están esperando. »

 

FIN!!!!!!

By Dorita.  dorcat12@yahoo.com   ICQ: 29377815

Jejeje ¿qué les pareció? Yo sé que va duro que Candy y Terry tomaran esa decisión, pero yo lo hubiera hecho, creo. Me rompió el corazón como terminaron y tuve que escribir el capítulo a mi manera. Si notaron un par de incoherencias en la historia... no se preocupen... yo soy así jeje. Y si no les gustó tengo otra idea en la cabeza así que voy a empezar a escribirla también.

 

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