Epílogo
La autora recalca que esto no puede ser llamado un epílogo, es mas bien una recopilación de historias sobre lo que sucedió con los personajes más importantes después del último capítulo de Reencuentro en el vórtice.
INOLVIDABLE CANDY
Por MERCURIO
Parte 1
Dylan
Por otra parte, Terrence no era culpable de los errores de sus padres, y aún así tuvo que sufrir las consecuencias durante la mayor parte de su infancia y adolescencia. No era su culpa que un reflector cayera durante aquel ensayo y tampoco fue responsable por los sentimientos de Susana que la llevaron a salvarle la vida. Todos esos eventos fueron de la clase de infortunios que debemos soportar sin razón aparente, y que son tan difíciles de padecer por su injusticia.
Más
tarde, Terrence y Candy cometieron sus propios errores y tomaron algunas
decisiones que no fueron muy inteligentes, aunque bien intencionadas. Al final
de todo, la vida terminó pagando con un afortunado giro del destino; pero aún,
si bien Dios nos perdona nuestras fallas, es inevitable sufrir los resultados lógicos
de nuestros yerros.
Si Candy y Terri hubiesen tomado diferentes decisiones aquella noche en el hospital tal vez sus vidas los hubiesen llevado a enfrentar otro tipo de pruebas, pero el modo en que las cosas se resolvieron esa vez, les condujo a la guerra y marcó sus destinos de un modo determinado. Algunas cosas, como se dijo antes, terminaron felizmente, pero nadie va a la guerra y regresa ileso. Nadie mata y continua viviendo como si nada hubiese ocurrido.
Tal
fue la carga que Terrence tuvo que sobrellevar durante los años que
siguieron,
Trató de librar la batalla mental totalmente solo, no deseando perturbar el sensible espíritu de su mujer. Pero los hombres difícilmente pueden ocultar cosas de esas misteriosas criaturas que viven a su lado, llamadas mujeres. Candy sabía bien los crudos dolores que él sufría de vez en cuando y percibía como en muchas ocasiones una pesadilla recurrente lo atormentaba en las noches. En esas ocasiones, cuando él se despertaba derrepente, sudando y jadeando apagadamente, el joven solía tratar de volver a dormir abrazando a su esposa con fuerza. Ella entonces abría los ojos y le preguntaba si estaba bien. Él nunca hablaba acerca de sus pesadillas, limitándose a abrazarla. Así pues, conociendo la naturaleza de Terri, ella respetaba su silencio y trataba de calmarlo con mudo afecto.
Nada
es perfecto bajo el sol y tenemos que aprender a enfrentar este mundo de
imperfecciones; aunque semejante aprendizaje es un proceso difícil. En el caso
de Terri le tomaría años, miles de páginas
en las cuales desahogó sus frustraciones y miedos, enormes catidades de
paciencia y amor por parte de su esposa y un extraordinario evento que le hizo
comprender al joven que tenía que superar su culpabilidad.
Cuando una mujer está embarazada la espera se vuelve placentera e incómoda, natural y misteriosa, desesperante y dulce, aterradora y esperanzada en una mezcla de sentimientos diversos. Candy no fue la excepción. Estaba llena de expectativas y se sentía confiada, pero también alterada y ansiosa por tener a su bebé en sus brazos.
A pesar de lo largo que al principio le pareció el tiempo de espera, los días pasaron volando de una manera asombrosamente rápida en medio de sus responsabilidades domésticas, sus apuros por decorar el cuarto del bebé, sus preocupaciones por las frecuentes pesadillas de Terri y las expectativas que ambos tenía por la premier de "Reencuentros", que sería estrenada en agosto. Terri estaba muy nervioso y excitado con el proyecto y su joven esposa sabía que era parte de su deber ayudarlo a controlar las muchas presiones con las que estaba tratando.
No
obstante, en medio de todo el peso que ambos tenía que soportar, la pareja
encontraba el tiempo para disfrutar de su mutua presencia, comprendiendo que a
pesar de todas las preocupaciones terrenales que tenían que enfrentar, aún
gozaban de la especial bendición del amor verdadero que compartían y esa era
una gracia de la cual no muchas personas podían alardear.
Charles Ellis llegó a su palco en el teatro justo a tiempo para la premier. Recién había sido promovido en el periódico y ya no estaba escribiendo reportajes, sino trabajando como el asistente de uno de los críticos más importantes del New York Times. Aunque siempre había soñado con ser corresponsal de guerra, poco a poco estaba comenzando a disfrutar de su nuevo trabajo, el cual era menos frívolo y mucho más interesante que el anterior.
El hombre se sentó en su butaca, mirando distraídamente a la audiencia que con lentitud se colocaba en luneta. En sus manos sostenía el programa y se preguntaba una vez más acerca de la obra que estaba a punto de ver.
Se mantenía escéptico con respecto del joven escritor cuyo trabajo iba a presenciar
Ser un buen actor no significa necesariamente que uno puede también escribir con éxito - pensaba Ellis. Así que, el hombre de ojos oscuros se sentía curioso, aunque no muy seguro de si disfrutaría la velada. Sus ojos vagaron por todo el recinto y terminaron por tropezarse en el palco frente al suyo. Dos mujeres rubias se encontraban ahí sentadas. Un hombre alto de cabellos también rubios y rostro particularmente bronceado acompañaba a las damas.
La
familia del autor - se dijo Ellis usando sus binoculares para reconocer los tres
rostros - El excéntrico Sr. Andley, quien acaba de regresar de Nigeria; la Sra.
Baker, siempre tan elegante y distinguida y, por supuesto, la dulce Sra.
Grandchester, joven, bonita y encinta. Pensé que en su estado se quedaría en
su casa esta noche.
Entonces
los pensamientos de Ellis se vieron eclipsados por el aplauso que irrumpió en
el teatro al tiempo que el telón se corría. Contrariamente a todas sus
expectativas, no le tomó mucho tiempo ser cautivado por una trama conmovedora
que contaba la historia de tres hombres que enfrentaban las peripecias y dolores
de la guerra, la cual les forzaba a tomar decisiones, algunas de ellas para
bien, otras para mal. Mientras que Andrew Wilson había decidido enrolarse para
dejar atrás los deberes familiares que odiaba, Matthew Tharp estaba tratando de
escapar de sus dolores internos después de haber perdido a la mujer que amaba,
y por su parte Derek James buscaba el modo de probarse a sí mismo que podía
hacer algo valioso más allá del frívolo estilo de vida que solía llevar. Los
tres hombres reencontrarían las sendas perdidas en medio del caos y los
sobrecogedores sufrimientos que la guerra supone, pero desafortunadamente
solamente Tharp sobreviría para contar la historia.
Los diálogos eran sobrios pero no carecían de emotividad, mientras que la acción se desarrollaba con fluidez, llevando a los espectadores a involucrarse en el cuento. De ese modo, la audiencia se emocionó cuando Wilson se dio cuenta de que si bien podía huir de su familia, no podía huir de si mismo; lloró cuando James murió como héroe en el campo de batalla, encontrando así el significado que buscaba y suspiró cuando Tharp recuperó inesperadamente el amor que había creído perdido para siempre.
Ellis
no pudo despegar los ojos del escenario, sintiendo que su admiración por el
talento de Grandchester se hacía cada vez más profunda. El joven artista no
solamente había logrado componer una hisotria verdaderamente madura y
emotivamente escrita a pesar de ser un dramaturgo novel, sino que también
estaba ofreciendo la mejor actuación de su carrera en el papel de Tharp. Pero
las sorpresas no terminaron ahí esa noche.
Cuando Ellis vio a la familia del actor dejar el balcón en medio de la pieza, comprendió que la Sra. Grandchester estaba a punto de dar a luz a su primer hijo. Aún así, el periodista sabía que la función debía continuar y por eso no se sorprendió que Terrence Grandchester continuara su actuación impasible, aunque pudo observar a través de los binoculares cómo el joven palidecía cuando brevemente volvió los ojos buscando un par de pupilas verdes y no las pudo encontrar. A pesar de su primera y natural reacción, el autor continuó su trabajo con con el mismo impertubable talante y el resto de la audiencia, ajena a la situación que se vivía tras bambalinas, respondió generosamente al talento del artista que una vez más campeaba en escena superando sus trabajos anteriores.
Al final de la presentación el público se puso de pie, aclamando el nombre del autor y primer actor, pero extrañamente, el joven limitó el encore a uno solo y la segunda ocasión que el telón se abrió, solamente Robert Hathaway apareció en el escenario. Después de que los aplausos decayeron ante una señal que el hombre hizo con la mano, el veterano director se dirgió a la audiencia.
Damas
y caballeros. La compañía Stratford está muy agradecida por su aceptación.
Esta noche hemos presenciado el nacimiento de un nuevo dramaturgo y la
consolidación de una ya brillante carrera dramática. Pero las cosas buenas
a veces vienen en grandes paquetes y así ha sido hoy para mi socio
Terrence. Aunque a él le hubiese gustado quedarse con nosotros por más
tiempo esta noche, otros deberes le han forzado a dejar el teatro, porque,
verán ustedes, su esposa acaba de dar a luz a su primer hijo y dejenme
decirles que ese bebé realmente tenía mucha pirsa en nacer. Es un niño y
seguramente quería felicitar a su padre personalmente por el éxito de esta
noche, el cual también debemos a la preferencia de todos ustedes. Muchas
gracias por ello. Buenas noches.
Un
rumor animoso corrió por el recinto y una ovación final que duró por largo
rato alcanzó el techo del enorme edificio y los pasillos laterales. Irónicamente
Terrence no pudo oír ese tributo a su trabajo y aunque hubiese tenido la ocasión
de estar ahí, seguramente no lo hubiese disfrutado, porque su mente estaba ya
demasiado preocupada mientras el chofer aceleraba llevándolo hasta el hospital
en compañía de Albert .
Lo miré por primera vez y supe que era ya un pedazo de mi corazón. La enfermera me dió al pequeño para que pudiese sostenerlo contra mi pecho. Estaba aún cubierto por el líquido en el cual había vivido por nueve meses, pero sus ojos estaban ya abiertos, percibiendo las luces y las sombras a su alrededor. Entonces, me miró con esos cristales oceánicos que tiene en las niñas de sus ojos y lo amé aún más, viendo en ellos la misma luz que en las pupilas de su padre. Era la más deliciosa experiencia que jamás había disfrutado y sin poder contener la emoción comencé a llorar mientras lo abrazaba suavemente. Comprendí entonces que el pequeño misterio que abrazaba sería a partir de entonces y junto con su padre, el centro de mi vida de ahí en adelante. Imposible concebir un gozo más grande, una canción más alegre, una suerte mejor, un orgullo más legítimo que tener un hijo del hombre que amo.
La enfermera me pidió que le regresara el bebé para poder asearlo, pero le rogué que me permitiera ayudarla. Era una petición inusual, pero había hecho lo mismo con tantos bebés que había ayudado a venir a este mundo que simplemente no podía hacerme a la idea de no hacerlo con mi propio hijo. Siempre he sido una mujer difícil de persuadir y como el médico ya había abandonado el cuarto, la enfermera terminó por rendirse ante mi insistencia. Así que juntas le dimos a mi pequeño su primer baño.
No pasó mucho tiempo para que me llevaran a mi habitación y a pesar de las quejas de la enfermera, insistí en mantener al bebé a mi lado. Había estado en íntimo contacto conmigo durante nueve meses, no era en ese momento que iba a abandonarlo, cuando recién había llegado a este mundo y seguramente tenía miedo de su nuevo entorno, las chocantes luces, la inesperada frialdad y todos esos ruidos inquietantes a su alrededor. Afortunadamente ya había yo discutido el asunto con el médico y lo había convencido de que el bebé se quedase conmigo a pesar del reglamento del hospital, el cual siempre he creído horriblemente inhumano.
Cuando fui llevada a la habitación Eleanor ya estaba allá esperándome. Había usado su popularidad para que le permitiesen pasar. Miró a su nieto y desde el primer instante percibió la gran semejanza que tiene con su padre. Tomó al bebé en sus brazos mientras la enfermera me ayudaba a asearme, cambiarme la ropa y peinar mis cabellos. La pobre mujer lloraba en silencio con una increíble mezcla de felicidad y melancolía mientras mecía suavemente a mi hijo. Comprendí que como abuela se sentía abrumada de felicidad, pero como madre - tal vez recordando el momento en que Terri había nacido- estaba viviendo de nuevo el dolor que había sufrido cuando el Duque le había quitado a su hijo.
Imaginé en ese instante lo que sentiría si me separasen de ese pedazo de cielo que mi hijo era para mi ya desde entonces. Nunca había comprendido lo que Eleanor había sufrido hasta aquel momento y también un furtivo pensamiento me hizo pensar en mi propia madre, quien seguramente padeció horriblemente cuando me tuvo que abandonar por razones que siempre ignoraré. Sin embargo, en ese momento le rogué a Dios que cuidase de esa mujer que nunca conoceré y le agradecí al Cielo porque la vida me había recompesado por el sufirimiento de haber sido una huérfana, dándome una familia propia.
Cuando estuve lista, Eleanor me dio al bebé de nuevo y me dijo que debía alimentarlo inmediatamente. Yo sabía lo que tenía que hacer pero la sola idea me hacía temblar de placer. Me había imaginado amamantando a mi pequeño muchas veces durante mi embarazo y finalmente el momento había llegado. Con manos temblorosas descubrí mi seno y mi hijo encontró fácilmente el camino hacia su comida. Nunca olvidaré el sentimiento cuando comenzó a succionar con increíble confianza, como si algo dentro de él le estuviese diciendo que podía confiar en mi absolutamente.
Gracias - me dijo Eleanor mientras el bebé continuaba su tarea completamente ajeno al resto del mundo
¿De qué? - le pregunté confundida.
Por muchas cosas, mi niña - dijo con esa hermosa sonrisa suya, misma que yo estaba segura que sería la mi bebé una vez que aprendiese cómo sonreír - pero especialmente por amar a mi hijo de verdad y darle este hermoso regalo.
Todo lo que le he dado a Terri, él me lo ha devuelto dándome aún más de lo que yo jamás esperé - respondí tomando la mano de Eleanor en la mía, mientas sostenía a mi hijo con el otro brazo.
Luego nos quedamos en silencio, contemplando al niño con la misma adoración, ambas absortas en los dulces y pequeños ruidos que hacía mientras comía. Sentimos en ese momento que un nuevo y especial lazo entre las dos, como mujeres, había nacido ese día. Nos habíamos convertido en dos eslabones de la larga cadena de la humanidad que siempre estarían cercamanemente entrelazadas.
Por cierto - dijo sorprendida después de un rato - creo que debo salir y ver si el padre de este ángel ya ha llegado del teatro. Él se merece conocer a su hijo - confesó Eleanor dejándome sola con mi bebé.
Abrí la puerta a la carrera, sin tomar en cuenta que el choque sería demasiado intenso para soportarlo de golpe. Como es lógico, el abrumador sentimiento me abofeteó con todas sus fuerzas, dejándome aturdido y mudo cuando vi a esa joven sonriente con el bebé durmiendo tanquilamente sobre su seno. Si llegase a vivir cien años, no creo que pueda llegar a tener una experiencia más intensa que aquella cuando vi a mi Candy cargando a nuestro primer hijo en sus brazos y mirándome con esa sonrisa especial, mezcla de alegría, orgullo y cierta complicidad, como si quisiese decirme en su propio mudo lenguaje que el pequeño milagro en sus brazos era tan mío como suyo.
Cerré la puerta destrás de mi y me quedé ahí por un rato, mudo, contemplando la belleza de mi familia por primera vez. Ella era, sin lugar a dudas, la mujer más hermosa que jamás había visto y la pequeña vida sobre su pecho era un regalo de Dios que a penas si podía creer. Mi ángel sosteniendo a otro ángel, eso fue lo que vi en aquel momento y esa visión vivirá por siempre en mi memoria.
Me aproximé a la cama aún aturdido por las muchas emociones que estaba experimentando, pero ella extendió hacia mi uno de sus brazos y yo encontré mi camino para sentarme a su lado. Mis labios buscaron inmediatamente su frente y me quedé callado cerca de ella, mientras sin mayor pudor lloraba en silencio. Ahí, abrazando a mi esposa y a mi hijo, con el corazón hinchado de alegría, no pude evitar pensar en los días tristes de mi infancia en los cuales la palabra familia era una clase de felicidad que nunca me imaginé posible.
Cualquier cosa que pueda decirte en este momento no se equipararía a lo que tengo en el corazón, Candy - le dije finalmente con dificultad - Todo lo que puedo imaginarme no puede reflejar mi gratitud hacia ti, mi amor.
No tienes que decir nada porque ambos estamos sintiendo lo mismo. No se necesitan las palabras - replicó ella respondiendo a mis besos. Su sabor nunca había sido tan delicioso como en ese momento. Pero en esos años yo era aún muy ingenuo en cuanto a los muchos sabores que aún me faltaban por probar en su boca.
Cuando concluimos el beso el bebé empezó a moverse lentamente sobre el pecho de Candy y derrepente abrió los ojos apuntándome directamente. Quedé tan deslumbrado con la primera mirada que Candy dejó escapar una risita.
Te presento a tu hijo. Tiene tus ojos ¿no te parece? - comentó ella con orgullo.
¿Tu crees? - pregunté aún aturdido.
Vamos, trata de cargarlo - me dijo y ante semejante ofrecimiento seguramente debo haber palidecido porque ella se rió de mi expresión.
¿Cargarlo? -pregunté aterrorizado con la idea - ¡No creo que pueda!
No es para tanto, vamos, te enseño cómo hacerlo - me animó y después me dio unas sencilllas instrucciones sobre cómo sostener al bebé de la manera más segura.
Cuando por primera vez sostuve ese diminuto cuerpo en mis brazos y sentí cómo movía sus brazos y piertas, mirándome con curiosidad, pensé que me derretiría. Al tener al bebé en mis brazos, su suave calor me trepó por los poros y la sensación era muy similar a la que siempre experimentaba al abrazar a su madre, pero a su vez diferente. El pequeño estaba ahí, abandonado a mi abrazo, confiado y ajeno a la maldad humana mientras yo sentí el peso de la paternidad caer sobre mis hombres por vez primera y desde entonces, esa mezcla de orgullo y miedo no ha dejado nunca mi alma, ni siquiera cuando todos nuestros hijos dejaron el hogar. En ese instante, como si el contacto con mi hijo hubiese tenido un efecto mágico sobre mi, comprendí que, mereciéndolo o no, había sido bendecido con una familia y junto con el gozo también tendría que cargar con la enorme responsabilidad.
Frecuentemente en el pasado, yo había condenado a Richard Grandchester por haber hecho un papel tan pobre como mi padre, pero al tiempo que Candy y yo mirábamos a nuestro hijo, no estaba seguro de yo mismo poder hacerlo mejor que mi padre. Aún perdido en la contemplación de aquel pequeño rostro, sentí la mano de mi mujer sobre mi brazo.
Tienes que perdonarte y olvidar ahora - me dijo clavándome sus ojos en los míos con una mirada intencionada que me recorrió el alma de arriba abajo.
¡Candy! - apenas pude decir, sabiendo bien lo que ella quería decirme.
Sea lo que sea que viviste en las trincheras y afuera de ellas, Terri - continuó ella con decisión y esa suave firmeza suya, que temo tanto como mi propio mal caracter - No es fue tu culpa, amor. Tienes que sobreponerte a esos recuerdos para criar a nuestro hijo libre de esa culpabilidad.
Siempre he sabido que, sin importar que me guste o no, Candy puede ver a través de mi como si estuviese hecho de cristal. No obstante, yo pensaba que había escondido mis secretos apuros lo suficientemente bien como para que ella los ignorara, pero ella acabó por demostrarme de nuevo que esconderme de su intuición es una tarea imposible.
La miré y simplemente me rendí a su mirada directa, admitiendo sin palabras que ella tenía razón.
No es nada fácil, pecosa - le dije finalmente con dificultad - Ni siquiera sé cómo hacerlo - añadí sintiendo cómo los dolores reprimidos repentinamente salían a la superficie.
Algunas personas dicen que el hablar sobre las cosas que guardamos dentro nos ayuda a sobreponernos a nuestros miedos y a sanar las heridas del corazón - replicó ella con una suave sonrisa, curveando sus labios con ese especial gesto suyo con el que me regala cada vez que necesito de su apoyo.
Hay cosas que viví allá las cuales ni siquiera me diría a mi mismo - argumenté aún atribulado, pero sintiendo ya un débil alivio mientras continuábamos hablando.
Entonces, sigue escribiendo sobre eso. Parece que eres bueno haciéndolo. Todos alababan tu talento durante el intermedio esta noche - me dijo orgullosa - y . . .si alguna vez necesitas de alguien para escuchar tu historia, debes saber que yo estoy aquí para escucharte. Después de todo, no soy ajena a esos horrores porque los presencié de algún modo. Por favor, Terri, no me excluyas de tus luchas. Soy tu esposa ¿Acaso no se supone que yo comparta contigo todas las cosas? - añadió con una pregunta que era más bien una afirmación mientras me acariciaba la frente.
Intenté una débil sonrisa, sin poder responder con palabras porque las emociones me inundaban el corazón en aquel momento. Finalmente sólo atiné a asentir con una movimiento de cabeza y permanecimos en silencio por un rato. En cierto modo, supe entonces que un largo proceso de recuperación acababa de empezar y me propuse trabajar duro en ello por el bien de mi familia. También pensé en el momento en que había conocido a la madre de mi hijo y una interminable lista de recuerdos me llenaron el corazón con la más dulce de las certezas. Aquel niño era el hijo del amor, y yo estaba determinado a educarlo en amor.
He pensado en un nombre para él - dijo Candy rompiendo el silencio.
¿De verdad? ¿Cuál? -pregunté curioso.
Terrence, claro está ¿Acaso hay otro nombre? - preguntó ella sonriendo.
¿Mi nombre? - inquirí no muy convencido de llamar al bebé como yo - ¿No crees que eso puede acarriar confusiones? Además, yo ya sé su nombre - repliqué mirándola con picardía.
¿Qué tienes en mente? - me preguntó escéptica, con un curioso frunce en el ceño que hacía que las pecas de su nariz se movieran graciosamente.
Su nombre es Dylan - dije mirando a mi hjo que se estaba quedándose dormido nuevamente.
Es un nombre hermoso, pero ¿Por qué Dylan? - me preguntó ella intrigada.
Por lo que significa - le dije y ella me vió con una mirada interrogadora - Hijo del mar - le expliqué besándola en la frente una vez más - porque este niño fue realmente concebido desde la primera vez que nuestros ojos se encontraron en aquella noche sobre el Atlántico. Yo te dí mi corazón desde entonces y aunque estoy consciente que tú estabas enamorada de alguien más entonces, creo que no te fui indiferente del todo.
Ella sonrió trazando mis labios con su dedo índice, expresando de un modo mudo pero claro que mis palabras le habían conmovido
Estás muy seguro de tus encantos ¿no es así? -inquirió ella con una sonrisa juguetona - Aunque tienes razón. Nunca dejé de pensar en ti desde ese momento, a pesar de que me resistía a admitirlo, y con respecto al nombre, es una bella metáfora. Sin embargo, yo aún así quiero que nuestro hijo lleve tu nombre, porque es el nombre de quien más amo.
Está bien, hagamos un trato, usemos ambos nombres - le sugerí y vi la aprobación en esos ojos verdes suyos.
Le di el bebé y cuando le tuvo acunado en sus brazos se dirigió a él dulcemente.
Terrence Dylan Grandchester, bienvenido a nuestra familia, entonces - le dijo y el asunto se volvió oficial.
notas de la autora:
Querido lector (a), gracias de nuevo por visitar este sitio y tomarte el tiempo de leer mi cuento. Pronto publicaré la segunda parte para que puedas conocer lo que sucedió con Annie Brighton en "Recuperando el tesoro perdido"
Tu amiga
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