Reencuentro en el Vórtice
por Alys Avalos

 

Capítulo 14


Intrigas, Celos y Valor

 

 

El alboroto en la casa era perennal ¿Podía ser de otro modo cuando veinte niños entre tres y diez años de edad vivían en la casa? Pero la anciana estaba acostumbrada al constante barullo y a veces llegaba a pensar que sin él no se sentiría cómoda. Veinticinco años de constante ruido, interminables aventuras domésticas, dulces e inocentes risas, y más de mil y una lágrimas que enjugar, todo eso había sido la mejor parte de su vida, y ella no se arrepentía ni por un segundo de todos esos años transcurridos en el Hogar de Pony, su casa.

Puso a un lado la cuchara y dejó que el estofado hirviese a voluntad por un rato. En ese momento una manecita jaló su larga falda y ella miró hacia abajo para ver a una carita haciendo pucheros con unos grandes ojos negros.
 

¿Tendré que comerme eso?- preguntó una niñita no muy emocionada con la perspectiva.

Así es, Andrea – replicó la anciana con una sonrisa maternal, - pero te daré un pedazo más grande de tarta como postre, – prometió la mujer y el rostro de la niñita se iluminó.

¡La quiero mucho, Señorita Pony! – dijo la niña extendiendo sus brazos hacia la anciana que la tomó en los suyos. Un segundo después Andrea plantaba un sonoro beso en la mejilla de la anciana y la dama no pudo evitar que el recuerdo de otra niñita que ella había criado en el pasado viniese a su mente. La Señorita Pony estrujó a la niña en sus brazos como si quisiese protegerla de un peligro desconocido ¡Cuánto deseaba ella poder mantener bajo su cuidado a cada niño que había educado, pero sabía que todos ellos tenían que dejar el nido y enfrentar al mundo tarde o temprano!

Ahora ve afuera a jugar un rato más mientras la cena está lista ¿Esta bien? – ordenó dulcemente la mujer poniendo a la niña otra vez en el suelo y la pequeña obedeció inmediatamente.


La Señorita Pony apagó el fuego y puso el estofado sobre la mesa de la cocina mientras más recuerdos inundaban su cabeza. Memorias de una niñita de cabello rubio rizado y ojos verdes y brillantes que centelleaban con múltiples luces cuando ella reía. Recuerdos de aquella niña dejando el Hogar de Pony por primera vez, conteniendo las lágrimas y luchando desesperadamente por ser valiente al tiempo que se esforzaba por sonreír.  Imágenes de la niña que se había convertido en mujer y estaba lejos, muy lejos, en un país extranjero, en medio del caos, haciendo exactamente lo mismo que había hecho toda su vida, darse a sí misma a otros con amor y comprensión. La anciana no pudo evitar derramar unas lágrimas mientras miraba la foto de Candy usando su uniforme militar, la cual descansaba en la chimenea, con todas las otras fotos de los más queridos hijos de Pony ¡Cuánto deseaba la buena mujer poder proteger a su valerosa Candy como lo podía hacer cuando aún era un bebé, sosteniendo su cuerpecito en sus brazos mientras le cantaba un arrullo para hacerla dormir!

La anciana recordaba que sus temores por la seguridad de Candy habían comenzado desde muy temprano, cuando ya a los seis años de edad la niña trepaba osadamente a la copa de los árboles y  ella se moría de miedo cien veces, temiendo que la pequeña pudiese lastimarse si se caía de las ramas. Conforme el tiempo pasó, la niña creció y dejó el hogar para enfrentar al mundo que más de una vez la había dejado con el corazón roto ¡Cuánto deseaba ella tener el poder de mantener a Candy sana y salva de modo que nada ni nadie la pudiese lastimar nunca más!. . . . . Pero la Señorita Pony sabía que eso era imposible.
 

Ya ha pasado más de un año desde la última vez que vimos a Candy, Hermana María – dijo la anciana en voz alta pero ninguna respuesta vino del cuarto contiguo -¿Hermana María? ¿Hermana María? – llamó la dama de nuevo, pero entonces se dio cuenta que la Hermana María no estaba en el comedor como había pensado.


La anciana salió de la cocina y en su camino se encontró a un pequeño corriendo en el corredor.
 

¿Has visto a la Hermana María, Brandon?- preguntó la Señorita Pony.

Si señorita, está en la capilla – contestó el niño y la Señorita Pony lo dejó ir mientras ella se dirigía a la habitación que usaban como capilla.


Cuando llegó al cuarto, pudo ver a su fiel compañera arrodillada frente al altar y la anciana se sintió desconcertada porque esa no era la hora en que La Hermana María acostumbraba a hacer sus oraciones y ella ciertamente era una mujer de hábitos disciplinados.

Cuando se acercó lo suficiente, la dama alcanzó a distinguir que la monja estaba encendiendo unas velas al tiempo que sus labios decían una oración.
 

¿Pasa algo malo, Hermana María? – se atrevió a preguntar la Señorita Pony.

No ahora – comenzó a explicar la religiosa mientras se volteaba para mirar a su vieja amiga. – Esta mañana, cuando decía mis primeras plegarias, sentí que días negros están por venir, Señorita Pony. No se cuándo vendrán o cuánto tiempo duraran esos días, pero estoy segura que tenemos que orar por nuestros hijos mayores y sus amigos – continuó diciendo la mujer. – Por eso estoy encendiendo estas velas. Las dos más grandes son para Candy y el Señor Grandchester.

¿Estarán en peligro? – preguntó la Señorita Pony persignándose.

No lo sé, Señorita Pony, pero debemos orar por ellos – contestó la Hermana María con tono serio. – Esta otra es para Annie, esta para el Señor Cornwell, estas dos para Tom y su prometida, y esta otra es para el Señor Andley. Un tiempo de prueba viene para todos ellos – concluyó la mujer persignándose también.

No podemos protegerlos, Hermana María, pero confiamos en Dios – susurró la Señorita Pony y su amiga asintió con aprobación.
 
 

 

Habían sido demasiadas emociones nuevas que enfrentar en tan sólo veinticuatro horas. Candy había pasado de la angustia a la más perfecta dicha y luego había sido enviada de nuevo al miedo y la añoranza. Aún así, cuando el Padre Graubner la dejó en la entrada del hospital la joven comprendió que tenía que dejar sus sentimientos de lado con el fin de cumplir con su deber. Todo parecía estar de cabeza en los pasillos del hospital, enfermeras y doctores corrían de arriba abajo, cajas de medicinas y equipo médico estaban abandonadas a medio camino, y una gran cantidad de camillas con heridos estaban ahí,  como olvidadas en el suelo, mientras cada paciente esperaba su turno para ser enviado ya fuese a un pabellón o a la sala de operaciones. Candy supo inmediatamente lo que estaba pasando: un nuevo tren con heridos acababa de llegar.
 

¿Dónde diablos estabas, Candy? – gritó una voz femenina que la rubia reconoció al instante – ¡Se suponía que estabas de turno desde las siete de la mañana! ¿Puede saberse qué estaba haciendo la “princesa”? – demandó Flammy vehementemente.

Flammy, lo siento . . .yo . . . – comenzó Candy preguntándose cómo le explicaría a su amiga lo que había vivido en las horas anteriores.

Yo pensé que habías madurado, pero . . .

¡Detente, Flammy! – interrumpió una tercera voz de mujer con un tono firme y a la vez conciliatorio.


Candy se volvió para ver los ojos color ámbar de Julienne que la miraban comprensivos
 

Estoy segura de que Candy tiene una buena razón para su tan inusual ausencia – continuó Julienne,- pero no podemos perder tiempo en explicaciones ahora. Sería mejor que ella se pusiese su uniforme de inmediato y empezara a ayudarnos ¿No lo crees, Flammy? – y acercándose a la joven morena, Julienne susurró en su oído de modo que solamente Flammy pudiese escucharla. – Recuerda que tú no solamente eres la jefa aquí, sino también la amiga de Candy. Sabes bien que ella no hubiese descuidado su trabajo sin tener una buena razón para ello.


La expresión en el rostro de la morena cambió inmediatamente al escuchar las últimas palabras de Julienne.
 

Está bien, Candy ponte ese uniforme. Hablaremos de esto más tarde – dijo Flammy finalmente dirigiéndose a la rubia.


Las tres mujeres se separaron corriendo en diferentes direcciones mientras dos ojos azul claro las miraban con un destello de contrariedad, detrás de la puerta del cuarto de enfermeras. Cuando las tres enfermeras habían desaparecido en los corredores la dueña de esos ojos salió a la luz. Era Nancy.
 

Si hubiese sido yo, – pensó la mujer con amargura – Flammy hubiese sido muchísimo más dura . . . . pero siendo que se trata de su amiga . . . ¡Esa chica tonta! ¡Tan hermosa y adorable que me enferma!


Nancy Thorndike, quien había sido la pesadilla de Terri durante sus primeros días en el hospital, no había olvidado la humillación que había tenido que soportar cuando todos los pacientes del pabellón A-12 habían solicitado que Candy la remplazase. La mujer no había hecho ni un solo comentario sobre el asunto, pero había guardado el resentimiento en su corazón, esperando por una oportunidad para vengarse. Pero sus problemas no habían terminado al ser transferida al pabellón C-10. Cuando los pacientes en ese pabellón se dieron cuenta de que Nancy había sido asignada de nuevo para cuidarlos en lugar de Candy, todos ellos adoptaron una actitud muy dura con la seca mujer y se empeñaron en hacerle la vida miserable, con gran éxito.

Nancy había tenido tantos problemas que Flammy había terminado por arreglar que la mujer fuese retirada del trato directo a pacientes. Por lo tanto, Nancy había estado haciendo trabajo administrativo por cerca de un mes. Durante ese tiempo había sido asignada a los archivos del hospital donde su estricto sentido del orden había finalmente encontrado el lugar perfecto para florecer. Sin embargo, aquello no complació a Nancy porque ella aún resentía el rechazo de sus pacientes, el cual ella consideraba como un fracaso profesional. Nancy culpó a Candy por todos esos problemas.
 

Ella está muy segura de sí misma porque la enfermera en jefe es su mejor amiga y el doctor Bonnot babea por ella . . .¡Quién sabe! Tal vez el doctor francés ya se salió con la suya con la chica y por eso la protege tanto . . . Pero uno de estos días, Candice White, uno de estos días tu suerte se va a acabar – pensó por último antes de que comenzara a caminar hacia la oficina del Coronel Vouillard.


El sol comenzaba a ponerse sobre el vasto bosque francés. El estruendoso rugido sobre los rieles irrumpió en el plácido silencio mientras el tren cruzaba a lo largo de  la arboleda en su siempre apresurada carrera. Los pocos pasajeros que quedaban dentro de los vagones habían viajado todo el día desde París, soportando los constantes retrasos en cada una de las estaciones por las que habían pasado durante la jornada. Sin embargo, con cada nueva vuelta de las ruedas de hierro se acercaban más a su destino. En cuestión de minutos el tren llegaría a Verdún.

Terrence dejó escapar un suspiro recordando que exactamente en esa misma hora, el día anterior, él estaba perdido en los brazos de Candy sobre el puente San Michelle. Una sonrisa agridulce apareció discretamente en sus labios al tiempo que una rica colección de sentimientos y sensaciones le venía a la mente. Aún así, esta vez la añoranza no era amarga, porque él sabía que con cada minuto que el reloj avanzaba, el fin de la guerra estaba más cerca y así también la felicidad que alguna vez había creído imposible. Este solo pensamiento le era suficiente para sentirse fuerte, a pesar del inminente peligro que estaba a punto de enfrentar nuevamente.

A los ojos de Terrence, todos los posibles horrores que una nueva batalla podía acarrear palidecían ante la luz que en ese momento resplandecía en su alma. La maravilla de amar y ser amado inundaba su mente con una mezcla de dulces recuerdos y brillantes expectativas. Una fragancia particular rodeaba su corazón y  podía sentir cómo invadía todo su ser. Sin darse cuenta, había comenzado a sonreír abiertamente mientras sus dedos acariciaban el crucifijo que tenía en la mano.

Sentía una alegría tal que deseaba gritar su felicidad a los cuatro vientos, pero sabía que era mejor guardar el gozo sólo para sí mismo, al menos por el momento.
 

¡Ay, Albert! – pensó entonces - ¡Cómo quisiera que estuvieras aquí para compartir contigo todo esto! Sé que aprobarás las decisiones que hemos tomado.


En ese momento Terri decidió que Albert era la primera persona que merecía saber las nuevas y se propuso escribirle una carta tan pronto llegase a Verdún.
 
 


Septiembre 4 de 1918.

Querido amigo:

Mientras te escribo esta carta trato de imaginarme la expresión de tu rostro cuando leas las nuevas que te mando en estas líneas.  Si tú fueses otra persona probablemente te enojarías conmigo por lo que acabo de hacer, pero el Albert que alguna vez conocí aprecia y respeta las decisiones de sus amigos cuando éstas son legítimas.

Estoy consciente de que no ignoras las razones que me separaron de Candy en el pasado. Sin embargo, tal y como te dije en mi anterior carta, esos motivos ya no existen, mientras que mi amor por Candy aún vive en mi, aún más profundo y poderoso que nunca antes.

Hubo un período oscuro en mi pasado cuando llegué a pensar que este amor mío era inútil, porque creí entonces que ya no era correspondido. Pero aunque parezca asombroso, recién he encontrado una gracia inesperada y por la primera vez en mi vida decidí asirme a la felicidad con ambas manos y no dejarla ir otra vez ¡Ella me ama! ¡Eso lo dice todo! ¡Ella me ama y entonces todo el universos cambia de rostro!

Por favor, Albert, perdóname por la locura que me invadió el corazón cuando descubrí que lo que yo había creído irremediablemente perdido aún era  mío. En ese momento me sentí tan abrumado que solamente puedo pensar en esta gozo que Candy y yo compartimos y me atreví, sin considerar otra cosa, a pedirle matrimonio. Ella aceptó y nos casamos hace tres días. Fue una decisión tomada en el calor del momento porque yo estaba a punto de partir de nuevo para el Frente, y ahora que lo pienso puedo decirte con orgullo que no me arrepiento ni siquiera un poco. Casarme con Candy es la mejor idea que jamás se me ha ocurrido.

No obstante, entiendo que a tu familia le  hubiese gustado tener la oportunidad de asistir a una ocasión semejante y ofrecer una gran y lujosa ceremonia. Aún así, mi querido amigo, en aquel momento cualquier consideración más allá de este amor nos pareció insulsa. Queríamos estar juntos de un modo que nadie pueda ya forzarnos a una nueva separación. Ahora estoy de regreso en el Frente, en Verdún, pero el lazo que me une a Candy está más allá de las distancias geográficas. Ahora solamente esperamos a que esta guerra termine para poder regresar a casa y comenzar una nueva vida juntos.

Sé bien que tú has cuidado del bienestar de Candy desde que ella era una niña. Siempre has sido tú quien ha estado a su lado en las buenas y en las malas y ahora que ella es mi esposa, te prometo que dedicaré mi vida a cuidar de ella con esa misma devoción tuya. Tú siempre tendrás un lugar muy especial en nuestros corazones y en nuestra casa, querido amigo. Jamás olvido que Candy y  yo nos conocimos porque tú decidiste mandarla a Inglaterra. Te debo mi vida y mi esperanza.

Solamente espero que tú también puedas encontrar la misma felicidad y realización que ella y yo experimentamos ahora.

Por favor, Albert, puedes decirle a nuestros amigos más cercanos acerca de esto, pero asegúrate que la prensa no se entere aún. Cuando regresemos a los Estados Unidos, encontraré la forma de enfrentarlos a todos y contarle al mundo mi alegría, pero por  ahora es mejor mantenerlo en secreto porque no se suponía que yo contrajese matrimonio siendo recluta. Sé que tú comprenderás mis sentimientos.

Cuídate amigo y continua luchando para perseguir tus propios sueños. Ahora puedo decirte que a veces los sueños se hacen realidad en esta tierra.

Sinceramente
Terrence

Albert suspiró profundamente al terminar de leer. Una vieja y querida imagen de su primera juventud brilló en su memoria en ese momento. Por un breve segundo se vio otra vez a sí mismo como un adolescente y a Candy como una niñita mirándolo con rostro sorprendido y ojos aún llorosos. Ahí estaba ella, arrodillada en el césped con su cabellera imposiblemente rizada peinada en dos coletas y esas grandes lagunas verdes aún enrojecidas por su reciente llanto, tan linda y encantadora como un querubín de seis años de edad.
 
¿Quién eres . . .  un fantasma o un extraterrestre? – había ella preguntado sobresaltada.


Y entonces Albert había intentado explicarle a esa pequeñita adorable que él era un ser humano al igual que ella, y que su atuendo tan particular era solamente un traje tradicional escocés. Había notado que la niña estaba triste y trató de ponerla de mejor humor tocando la gaita para ella.
 

¡Suena como caracoles arrastrándose! – había sido el comentario de la niña después de escuchar la tonada escocesa que él le había tocado, y el joven no pudo evitar una franca carcajada ante una ocurrencia tan graciosa.

“Pequeña, luces más linda cuando ríes que cuando lloras”, dijo el Albert ya adulto mientras doblaba la carta y la colocaba de nuevo en el sobre. – Supongo que nuestra Candy ya no es más una niñita – pensó él mientras se reclinaba en su sillón – ahora es una mujer casada . . . ¡Ay Candy! ¡Hemos andado juntos un largo trecho desde aquel día en la Colina de Pony!


Los ojos azules de Albert destellaron con alegría recordando cuán nervioso se había sentido el día en que firmó los papeles de adopción, ocho años atrás. En aquel entonces, él se preguntaba si sería capaz de enfrentar la responsabilidad de cuidar de una jovencita. Desde aquel día, Albert siempre se preocupó preguntándose si estaba haciendo lo correcto, si las decisiones que estaba tomando por el bien de Candy eran realmente lo mejor para su protegida. Cuidar de alguien es especialmente difícil cuando uno quiere tanto a esa persona . . .  Pero ahora que ella había encontrado su propio camino en los brazos del hombre que amaba, Albert sentía que había cumplido con su tarea satisfactoriamente.

 
 ¡Estoy tan feliz por ustedes dos, Candy y Terri! – se dijo a sí mismo con alegría, pero luego una sombra oscura cruzó por sus finas facciones – Pero ahora . . .hay alguien más que me debe preocupar. . . ¿Cómo voy a decirlo estas noticias a Archie?


 

El personal en el Hospital Saint Jacques había trabajado doble turno por causa de la llegada de nuevos heridos desde Arras. Posteriormente la quinta parte de las enfermeras y los médicos trabajó por un tercer turno más para mantener el hospital funcionando mientras el resto de los empleados descansaba por seis horas. Después de treinta y seis horas de trabajo continuo, Candy, Flammy y Julienne regresaron a sus dormitorios para tomarse el descanso que necesitaban tan urgentemente. La joven rubia tomó un bañó y se puso el camisón mientras Flammy tomaba su turno en la ducha. Cuando la morena salió del baño recordó que Candy aún le debía una explicación por su ausencia de la otra noche.
 

¿Puedo saber ahora dónde estuviste? – preguntó Flammy inquisitivamente mientras se secaba su largo cabello castaño con una toalla, pero pronto se dio cuenta de que su compañera de cuarto estaba ya en la tierra de los sueños. – Tal vez tienes razón, Candy – dijo Flammy a su durmiente compañera al tiempo que ella misma se ponía sus pijamas de algodón- Debemos dormir un poco. Más tarde habrá tiempo para hablar.


Flammy se metió bajo las sábanas y antes de quedarse dormida pudo escuchar a la rubia susurrando un nombre.
 

¡Ay no! – suspiró Flammy con resignación – ¡Otra noche de Terri esto y Terri el otro, aún en sus sueños! ¡Dios mío ten piedad de mí! ¿Podría al menos cerrar su parlanchina boca al menos mientras duerme? – se rió Flammy antes de apagar las luces.

 

Un suave golpe en la puerta anunció la visita que Candy ya estaba esperando. La chica se había levantado y vestido, pero Flammy aún dormía profundamente.
 

Entra, – dijo Candy en casi un murmullo y la puerta se abrió silenciosamente. Era Julienne.

¿Cómo están esta mañana, chicas? – preguntó la mujer de mayor edad cerrando la puerta detrás de sí y acercándose a Candy. – Puedo ver que nuestra líder temeraria aún está soñando con los angelitos – comentó.

Se levantará pronto, ya verás – replicó Candy sonriendo y Julienne pudo advertir una nueva luz en la expresión de la rubia.

Está bien chica. Le puedes contar a Flammy toda la historia cuando ella se levante, pero tienes que soltar la sopa justo ahora para que yo me entere ¡No puedo esperar! – se rió la mujer con una chispa juguetona en sus ojos de ámbar.

¡Ay Julie! – fue todo lo que Candy pudo decir antes de que sus mejillas se sonrojasen hermosamente – No sé dónde debo empezar – dijo sosteniéndose la cara con ambas manos.

Tú cara ya ha dicho la mayor parte, – sonrió Julienne mientras invitaba a su amiga a sentarse en la cama para continuar la conversación. – Cuando no regresaste en toda la noche nuestra pobre Flammy aquí presente estaba horriblemente preocupada por ti, pero yo sabía que no había nada de qué preocuparse porque estabas con él – explicó la mujer emocionada.

No sé qué fue lo que me pasó . . .simplemente no pensé que ustedes chicas estarían consternadas por mi culpa . . . .- dijo la rubia sin poder encontrar una justificación.

Ni siquiera trates de disculparte, Candy – se carcajeó ahogadamente Julienne muy divertida con la situación. – Una pareja enamorada que está a punto de separarse no necesita disculparse por haberse olvidada del resto del mundo. Pero dime ¿Fue todo lo que tú esperabas? – preguntó la mujer intencionalmente.

Más de lo que jamás soñé, él . . .- dudó la joven un instante - ¡Él me pidió matrimonio!

¡Es lo menos que podía haber hecho ese hombre obstinado!- comentó Julienne con una risilla  nerviosa.

¡Pero eso no fue todo! – continuó la rubia sonrojándose furiosamente - ¡De hecho nos casamos!

¡¡¡¿Qué hicieron qué?!!! – chilló una tercera voz femenina que vino de la otra cama sorprendiendo a Candy y a Julienne - ¿Se volvieron locos, o qué? Eso es ilegal . . . él, él está en el Ejército – dijo Flammy aturdida, sentándose en la cama.

¡Y tú estabas escuchando fingiendo estar dormida! – bromeó Julienne muy entretenida con el gracioso cuadro de la joven morena con el cabello desordenado y el pasmo dibujado en el rostro - ¡Vamos, Flammy, no empieces con tus remilgos ahora! Ellos están enamorados y no hay reglas en contra de eso ¿O acaso preferirías que nuestra Candy hubiese pasado la noche con un hombre sin estar casados?

¡Por supuesto que no, pero . . .! – trató de argüir la morena pero luego recordó la cara angelical de Candy mientras dormía la noche anterior, tan deslumbrante y apacible como no la había visto jamás y en ese momento Flammy comprendió la razón de aquella nueva felicidad en su amiga. – Bueno . . . no me mires así Julienne.- protestó Flammy – supongo que tendré que felicitarte, Candy – admitió la joven poniéndose de pie para abrazar a la rubia.

¡Ambas tenemos que hacerlo! – añadió Julienne uniéndose a las otras dos mujeres y una vez que la euforia se hubo calmado las dos morenas se sentaron junto a la rubia mientras Julienne le hacía a Candy algunas preguntas que hacían sonrojar a la recién casada y escandalizaban a Flammy, pero no lo suficiente como para que esta última perdiese interés en la conversación.

¿Te das cuenta lo que esto puede significar? – preguntó Julienne sosteniendo las manos de Candy en las suyas con gesto maternal - ¡Podrías estar embarazada ahora mismo!¿Habías pensado en eso? –dijo la mujer con una radiante sonrisa.

¿Tú crees? – preguntó Candy abriendo de par en par sus enormes ojos verdes mientras instintivamente se llevaba las manos al abdomen.

Bueno, eso es técnicamente posible, ustedes lo saben chicas. Pero tendremos que esperar un par de meses antes de aventurar cualquier diagnóstico – fue el comentario autorizado de Flammy, pero Candy no la escuchó porque su mente estaba ya demasiado abrumada por la dulce posibilidad de llevar en sus entrañas un hijo de Terrence.


Por años que habían parecido como siglos, ella había renunciado al íntimo sueño de criar una familia al lado de Terri. Sin embargo, repentinamente ese sueño podía convertirse en una maravillosa realidad. Se sentía tan feliz con la idea que no se detuvo a considerar que en medio de una guerra y tan lejos de casa, el estar embarazada podía ser más un problema que un gozo. A pesar de ello, nada pudo haber hecho palidecer la felicidad de Candy en aquel instante. 


Mi amada Candy,

Septiembre 3 de 1918

Ya son más de veinticuatro horas desde que dejé París y ya me parecen siglos sin tenerte en mis brazos. Llegué a Verdún en la noche sin ningún problema y ahora estoy de nuevo con mi pelotón. Pareciera que no veremos acción pronto y siendo que los alemanes están retirándose en diferentes puntos de la frontera es posible que la guerra termine antes de que enfrentamos una batalla real. Por favor, mi dulce ángel, no te preocupes por mí, te prometo que estaré bien y pretendo cumplir mi promesa . . .
 

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Septiembre 4

 . . . Esta nostalgia de ti es aún muy profunda pero diferente, mi amor. Mientras en el pasado tu memoria era una entrañable herida en mi corazón que sangraba cada vez que respiraba, ahora, sabiendo que tu amor es mío, sabiendo que somos libres para entregarnos a este amor, pensar en ti es una alegría que sana mi alma y me da fuerzas para continuar . . .
 

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Septiembre 5
 

. . . .Durante la noche, mientras estoy de guardia y en la distancia puedo escuchar el explosivo rugir de detonaciones lejanas, cierro mis ojos de tiempo en tiempo para ver tu dulce sonrisa y en ese momento sé que, a pesar de la oscuridad que me rodea, soy el más afortunado de los hombres en el mundo. Si alguna vez sufrí dolor, o me sentí solo, o enfrenté momentos difíciles, ahora lo he olvidado todo. Pero hoy prefiero pensar en el futuro, ¿ves?. . . . y acostumbrarme a hacer planes para nosotros. Ha pasado tanto tiempo desde que tuve que renunciar a un futuro juntos que ahora me siento como si fuese otra persona. Había intentado  aceptar la idea de que en el escenario de mi vida solamente habría un monólogo, lo cual no era una perspectiva muy alentadora que digamos. Sin embargo, ahora me despierto y pienso en “nosotros” y me admiro con este maravilloso sentimiento que algunos llaman esperanza.
 

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Septiembre 6

 . . . . Tú ya conociste antes a este tipo, el Capitán Jackson. Es el hombre más gracioso que he conocido jamás . . . Por una razón que no entiendo muy bien él tiene una clase de obsesión por la forma de hablar de la gente. Pretende descubrir el pasado de las personas solamente por escuchar su manera de hablar. Le he hecho pasar un mal rato jugando con él, confundiéndole. Bueno, eso fue hasta que te vi de nuevo y por tu culpa perdí concentración y me olvidé de Jackson ¿Pero quién podría culparme por eso? ¿Cómo podría yo pensar en otra cosa cuando apareciste de forma tan repentina dejándome aturdido con esta mezcla de alegría y dolor?

Ahora que estoy de regreso Jackson siente curiosidad porque nota algo diferente en mi, pero no se puede imaginar qué es . . .¡Y eres tú! Tú, que me has hecho un hombre diferente. Tú que me has recreado para hacerme ver el mundo de una manera distinta. Tú, que traes un nuevo significado a mi vida.


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Septiembre 7

. . . .  Cuando pensé que te había perdido para siempre, solía jugar con una fantasía que entonces creía imposible. Soñaba que eras mía por lo menos una noche y  cada vez que despertaba de ese sueño usualmente pensaba que alcanzar una gracia semejante por lo menos una sola ocasión sería suficiente para mi corazón . . . Sin embargo, ahora sé que estaba equivocado. Acabo de descubrir que mi corazón es irremediablemente codicioso cuando se trata de tus caricias. Añoro el sabor de tus labios y el calor de tu cuerpo inquietante. No es suficiente para mí con una noche de pasión contigo. Ten deseo tanto que te necesito a mi lado por el resto de mi vida y más allá. Te extraño, Candy.


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Septiembre 8
. . . ¡Ay, Candy! ¡Hoy me levanté con el peor de los humores! Tenía deseos de golpear a cada ser humano que se cruzaba en mi camino, pero no entendía la razón de mi estado de ánimo. De modo que busqué un lugar apartado durante mis horas de descanso para tocar la armónica por un rato. Eso me ayudó mucho a poner mis pensamientos en orden y después de unos instantes  terminé por entender qué me estaba pasando. Estaba celoso, eso era lo que me estaba molestando. Sé que es ridículo, pero no puedo evitar estar incómodamente celoso de cada persona que tiene ahora la fortuna de estar cerca de ti. Estoy celoso de aquellos que pueden ver los prados verdes de tus ojos, mientras yo estoy lejos de ti. Estoy locamente celoso de cada paciente que estás cuidando en este momento y en mi demencia estoy celoso hasta del tiempo que pasas lejos de mi, de las ropas que te acarician el cuerpo y los pensamientos que cruzan por tu mente en los cuales no estoy incluido.

¿Me amarás a pesar de mi locura? Por favor, no me reproches por ser tan posesivo. Más de una vez renuncié a ti a causa de las circunstancias y ahora que eres mía, simplemente no puedo dejarte ir. Te quiero para mi y nada más para mí. Pero no te preocupes, no voy a ser tu carcelero. Prometo que tendrás toda la libertad que quieras. Eres más bien tú quien me tiene preso en este amor de modo que no tengo otra alegría que el pensar en ti. Perdona mi demencia. Es sólo que estoy locamente enamorado de ti.

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Septiembre 9

Amarte sin esperanzas fue un verdadero infierno. Imaginar que eras la esposa de alguien más fue el tormento más espantoso que jamás experimenté. Pensar que tú podrías guardarme rencor fue aún peor. Pero tal vez la pena más dolorosa fue la sola idea de que jamás te volvería a ver, que nunca podría escuchar tu voz llamando mi nombre, ni tomar tus manos en las mías, ni tomarte en mis brazos con toda esta pasión que guardo solamente para ti ¿Sentiste el mismo dolor cuando pensaste, al igual que yo, que nuestro amor estaba muerto?

Por lo tanto, nada que pueda ahora enfrentar se puede comparar a ese sufrimiento. Me siento tan feliz ahora en medio de esta estrecha trinchera donde te escribo estas líneas, que si alguien pudiera ver dentro de mi corazón en estos momentos, esa persona podría llegar a pensar que estoy totalmente loco ¿Cómo puedo tener tanta luz en mi interior cuando todo alrededor es oscuridad? No soy yo, mi amor, es más bien la hoguera de tu amor dentro de mi que ilumina mi corazón. Aún así, mi gozo no puede ser completo hasta que te tenga de nuevo a mi lado. Te necesito y a veces me gana la desesperación con esta guerra demente que quisiera pudiese desaparecer en el acto para que ambos regresáramos a casa . . . nuestra casa.

Hemos recibido órdenes de movilización. Es posible que enfrentemos al enemigo en un lugar cercano hacia el Sur. Sin embargo, eso es sólo un rumor porque aquí en el Ejército cada cosa pareciera ser un secreto y la mayor parte de las veces recibimos las instrucciones definitivas en el último momento. Por esta razón te estoy enviando ahora todas estas cartas aprovechando la oportunidad de que un camión de correo ha llegado al campamento, por primera vez desde que llegué hace una semana. Espero que puedas tener mis líneas pronto. Acabo de recibir dos cartas tuyas y las tengo cerca de mi corazón junto con tu crucifijo. Leo una y otra vez tus palabras de amor e imagino tus queridos ojos, mi ángel ¡Cuánto añoro ver mi imagen reflejada en esos espejos verdes! Por favor, mi amada esposa - ¡Por San Jorge, llamarte así es tan dulce! – cuídate y no te preocupes por mi. Estoy en las manos de Dios y tengo confianza en que Él protegerá mi vida para hacerte feliz.

Apasionadamente tuyo,
Terri


Septiembre 5

Mi amor:

Hay algo que no tuve tiempo de decirte. Este verano que está muriendo mientras te escribo, fue el primero con días soleados que he disfrutado en años. Siempre,  desde que dejé Nueva York, el frío de aquella noche cubrió mi corazón manteniéndolo congelado aún durante el verano. Nada podía hacerme entrar en calor . . . nada sino tú, tu sonrisa, tu mirada, tus brazos . . . Muy en el fondo de mi yo lo sabía bien, pero trataba de negarlo. Ahora ya no necesito esconder mis sentimientos de mi misma.

Aunque estás lejos, aún me siento cálida y segura, porque sé que tu corazón está conmigo y el recuerdo de las caricias que compartimos mantiene una cálida llama en mi. Sin embargo, es innecesario decir cuánto te extraño. Añoro tus palabras en mi oído, tus bromas, tu risa y aún tus enojos, y debo confesarte que también añoro ese nuestro mundo íntimo que creamos durante esa primera noche juntos. Mi cuerpo y mi alma te necesitan, mi amor.

¡El día que partiste fue tan difícil! Tuvimos muchísimo trabajo pero aún con tantas cosas por hacer no pude dejar de pensar en ti ¿Sentiste mis pensamientos besando tus sienes?¿Escuchaste mi alma llamando a la tuya esa noche cuando me quedé dormida? ¡Ay, Terri! Cuento los días, las horas y los segundos hasta el momento en que te vea de nuevo.

Conforme pasan los días, sueño acerca de nuestros futuro juntos y la perspectiva parece tan maravillosa que a penas si puedo creerlo, y a pesar de ello, tengo que convencerme a mí misma que soy tu esposa. Cuando leo las noticias sobre las victorias de los Aliados comprendo que pronto estaré de nuevo a tu lado. Entonces me pierdo imaginando mil formas de hacerte sonreír. Guardaré todas esas ideas para la próxima vez que nos veamos. Mientras tanto, piensa en mi tanto como yo pienso en ti.

Con todo mi corazón
Candy

P.D. ¿Olvidé decirte que te amo?




La primera ráfaga fría de septiembre arrastró consigo las hojas secas sobre el jardín de los Andley, haciéndolas volar en graciosos círculos y llevándolas muy lejos de los árboles en donde habían nacido. Un ruido de cascos de caballos se oía en la lejanía, corriendo a través de la inmensa propiedad. El golpeteo rítmico se hizo más fuerte y finalmente el caballo pudo ser divisado bajando una colina. Vestido con un traje de montar negro y botas de piel, un hombre rubio cabalgaba sobre un semental árabe, corriendo por el prado. Sus cabellos claros volaban con el viento, entrelazándose con la holgada bufanda de seda que llevaba al cuello. Los ojos azules del hombre centelleaban con expresión apasionada, llena de indignación y reprimido enojo.

El caballo se aproximó a los establos y el joven rubio jaló las riendas para alentar el paso del animal hasta hacerlo detenerse. Uno de los caballerangos corrió para ayudar a su patrón y un minuto más tarde el joven vestido de negro caminaba lentamente hacia la mansión mientras un tumulto de exaltados pensamientos preocupaba su mente.
 

¡Un linchamiento! – se repetía Albert - ¡Cómo puede ser posible! ¡Aquí en Illinois! ¡En América, la supuesta tierra de la libertad y la esperanza! ¡Qué bajo nos pueden hacer caer la violencia y la intolerancia!


El joven entró en su habitación y con rápidos movimientos se quitó la ropa. Sacudió sus dorados cabellos con energía y se metió al baño donde una tina llena de agua tibia le estaba esperando. Un baño caliente después de una larga cabalgata siempre había tenido un efecto tranquilizador para su ánimo. No obstante, aquel día su indignación era tan profunda que no pudo encontrar el alivio usual, aún cuando sus bien marcados músculos se sumergieron en el cálido líquido.

Aquella mañana Albert había leído en los periódicos que un grupo de extrema derecha había linchado a un inmigrante alemán en el sur de Illinois porque supuestamente estaba en contra de la participación de los Estados Unidos en la guerra. Las noticias habían sido la gota que derramara el vaso para el joven millonario quien había seguido con indignación la creciente represión por parte del gobierno en aquella época de guerra.

A causa del momento histórico la administración del Presidente Wilson había creado diferentes instituciones que controlaban la producción y dirigían la economía a fin de solventar los gastos ocasionados por la guerra. Por otra parte, el gobierno también trataba de unificar la opinión pública  por dos medios. Mediante una campaña publicitaria masiva que exhortaba a los ciudadanos a apoyar  al ejército, así como a través de leyes y restricciones que censuraban y castigaban cualquier señal de desacuerdo con las disposiciones gubernamentales.

Mientras que Wilson tuvo éxito administrando la economía de la nación con resultados más bien positivos, la libertad de expresión se vio seriamente amenazada por su Ley del Sabotaje y su Ley de Sedición. Pero la franca oposición a la guerra no era la única idea censurada. Desde que la Revolución Rusa había comenzado, el centro y la derecha norteamericanos temieron el crecimiento del comunismo en América. Por lo tanto el partido socialista y sus simpatizantes fueron reprimidos. En general, cualquier tipo de desacuerdo público con las políticas del gobierno era severamente castigado con encarcelamiento y se instaba a la gente para que denunciaran a sus vecinos y conocidos si éstos mostraban cualquier señal de sedición. La prensa fue forzada a publicar solamente las noticias que confirmaban el éxito de los Aliados y los hechos heroicos de la Fuerza Expedicionaria Norteamericana.

Tales medidas habían despertado viejos resentimientos raciales y tendencias ultra nacionalistas. Los inmigrantes alemanes, irlandeses y judíos eran perseguidos, despedidos y rechazados abiertamente. La discriminación se convirtió en una práctica legal por el bien de la guerra y la nación. La libre expresión fue condenada en los círculos intelectuales y los estudiantes universitarios tenían que ser cuidadosos con las ideas que admitían si no querían ser expulsados. El líder humanista Eugene V. Debs, un hombre a quien Albert admiraba, había sido puesto en prisión por esas fechas a causa de sus ideas y purgaría una pena por 10 años. Finalmente, para empeorar aún más el asunto, aquella mañana los diarios contaban la historia de un linchamiento.

Albert, quien era un hombre que creía en la libertad ideológica y los métodos no violentos, estaba muy molesto con los eventos recientes. El joven estaba convencido de que un gobierno que no estaba dispuesto a escuchar la opinión de la gente cuando ésta no es favorable a las disposiciones oficiales, estaba destinado al fracaso. Aún más, él temía que incluso las medidas económicas tomadas por Wilson no serían suficientes para evitar el colapso económico que tarde o temprano la guerra acarrearía. Albert estaba seguro que lo peor estaba aún por llegar, en los años que seguirían cuando la guerra hubiese terminado.
 

Este conflicto traerá una terrible voracidad económica, – pensaba mientras jugaba con el jabón escurridizo en sus manos. – Cuando la lucha termine los países Aliados tratarán de hacer que los Países de la Triple Entente paguen las pérdidas ocasionadas por la guerra, éstos no tendrán suficiente dinero para pagar sus deudas y entonces se pedirán préstamos internacionales . . . ¿De dónde saldrá todo ese dinero? – se preguntaba y en su mente solamente podía encontrar una única respuesta – ¡De nosotros, los banqueros norteamericanos, por supuesto! Eso podría parecer un negocio jugoso . . . Sin embargo, a largo plazo, puede llegar a ser una aventura peligrosa . . .  Tengo que advertir a Archie acerca de esto antes de dejar el negocio de la familia en sus manos.


Este último pensamiento hizo que Albert olvidara por un momento sus preocupaciones sociales y políticas y al mismo tiempo le recordó de un asunto familiar que tenía que resolver muy pronto. De hecho, había decidido enfrentar el problema ese mismo día.
 

¡Archie, Archie! – Albert se dijo – ¡No quiero ver tu cara cuando te diga las nuevas!- y con este último pensamiento Albert se sumergió completamente en el agua tratando de lavar sus preocupaciones. Sin embargo, un segundo después un tímido golpe en la puerta le hizo volver a la realidad.

Señor Andley – dijo la voz  de George- El Sr. Cornwell está ya esperándolo en el estudio.

Dile que estaré con él en un minuto – respondió el joven saliendo de la bañera.


Como el hombre práctico que era, solamente le tomó a Albert unos cuantos minutos estar
listo en su usualmente impecable traje y sus zapatos estilo Oxford. Con las hebras rubias aún ligeramente húmedas  el hombre se dirigió a su estudio, caminando con firmes zancadas a lo largo del elegante corredor. Un día aburrido de interminables negocios y decisiones por tomar estaba esperando a los dos jóvenes magnates, pero esa mañana, las transacciones financieras no eran la primera preocupación en la cabeza de William Albert Andley.

Cuando Albert llegó al estudio su sobrino ya estaba leyendo algunos de los reportes de los movimientos del mercado accionario que George les había traído. En el momento que el  mayor de los dos jóvenes entró en el cuarto ambos  se saludaron con la usual palmada en el hombro. Pronto, los dos se encontraban profundamente concentrados en su trabajo, mientras Albert instruía seriamente a Archie en los negocios familiares, asegurándose de transmitir a su sobrino los sobrios principios que caracterizaban su estilo personal de administración.  Archie ignoraba en esos instantes que, diez años después, aquellas lecciones salvarían a la fortuna de los Andley de la bancarrota total, durante la década de la Gran Depresión.
 

Quiero que le des una ojeada a esto – dijo el mayor de los dos hombres a su sobrino mientras le pasaba unos documentos.


El joven revisó los papeles y después de un rato, sin dar crédito a sus ojos, despejó su frente de unas hebras color arena que lo molestaban a fin de leer de nuevo con más atención. Una vez que se hubo cerciorado de que había entendido bien el contenido de los documentos, levantó sus ojos con una mirada inquisitiva en sus iris avellanados.
 

Me equivoco o estos documentos terminarán nuestra sociedad con la compañía Leagan y Leagan – preguntó Archie incrédulo.

Estás en lo correcto – asintió Albert con una ligera sonrisa. – Tan pronto como estos papeles lleguen a firmarse serán el afortunado final de nuestros negocios con los Leagan.

Debo admitir que me agrada la idea de que no veré más a nuestros “queridos primos” en cada una de nuestras juntas, pero... ¿No era nuestra sociedad con su compañía algo conveniente para los Andley? – preguntó Archie escéptico.

Sólo aparentemente – respondió Albert tranquilamente – Ellos eran quienes recibían más beneficios de esa sociedad y yo pensé que podría llegar el día en que lamentaríamos semejante asociación.

¿Qué quieres decir? – demandó Archie levantando una ceja suspicazmente.

Siempre me sentí incómodo con la idea de que en un futuro Neil heredaría la fortuna de los Leagan. Sinceramente dudo que él pueda llegar a ser tan buen hombre de negocios como su padre, y también temo que en los años por venir él pueda ser una carga para nuestros propios negocios. Así pues, desde que tomé el control de nuestras compañías, decidí seguir una bien planeada estrategia para terminar con nuestra sociedad con los Leagan, poco a poco. Unas cuantas acciones hoy, otras más la siguiente semana, y así hasta este día. Espero que mañana ellos puedan firmar estos papeles y así estaremos finalmente liberados y a salvo, lo cual es especialmente importante, ya que Neil cumplirá los veintiún años muy pronto.

¿Nos costó mucho dinero todo este movimiento? – preguntó Archie aún dudoso.

No realmente si tomas en cuenta lo que acabo de descubrir, – explicó Albert dándole a Archie un gran sobre amarillo.

¿Qué es esto?

Ciertas cosas en el comportamiento de Neil me hicieron sentir algunas sospechas, así que le pedí a George que ordenara a su gente seguir los movimientos de tu “querido primo”. Lo que tienes en tus manos es un detallado informe sobre las actividades de Neil y Eliza. A través de esas páginas encontrarás que ambos están muy cercanamente relacionados con un grupo de personas de no muy recomendable reputación en esta ciudad.- Albert continuó su explicación con extraordinaria calma mientras acariciaba al callado galgo que descansaba a su lado.

¡Estos  individuos son delincuentes! – exclamó Archie cuando terminó de leer el reporte.

Bueno, en cierto modo sí, pero son tan inteligentes que las autoridades no han encontrado nada para probar todos los posibles cargos en contra de ellos – replicó el hombre oji-azul.

¿Le dirás todo esto a mi tío? – preguntó Archie alarmado.

Sí, pero dudo que él crea lo que este reporte tiene que decir. Siempre se ha negado a ver el tipo de hijos que tiene. De todas formas, si Neil o Eliza llegan a involucrarse demasiado con sus nuevos amigos, nuestra familia no tendrá que temer que eso pueda afectar a nuestros negocios. Si los Leagan alguna vez se atreven a ir más allá de la ley lo sentiré mucho por Sarah, pero me temo que ni tú ni yo podremos ayudarlos a evitar las consecuencias de sus actos irreflexivos.

Puedes estar seguro que yo no moveré un dedo, Albert. Hay ciertas cosas que nunca les perdonaré. Me alegra que hicieras todo esto a tiempo – comentó Archie con satisfacción.

Yo también, pero ahora déjame mostrarte la nueva compañía de bienes raíces que acabo de adquirir . . . – el tío continuó su explicación y ambos hombres se enfrascaron en revisar una larga lista de ingresos y egresos al tiempo que Albert comentaba sobre su descontento con las políticas gubernamentales.


Tío y sobrino continuaron su trabajo diligentemente hasta que un par de horas más tarde una de las domésticas entró al salón con el té que Albert había ordenado. Entonces los jóvenes dejaron su tarea de lado para darse un descanso mientras el mayor de los dos se divertía alimentando al esbelto galgo con pedacitos de biscocho. Internamente Albert estaba tratando de encontrar el momento adecuado para decirle a Archie las noticias que habían llegado de Francia. Sin embargo, al no encontrar el modo de empezar Albert se fue por las ramas por unos instantes hablando de los avances de los Aliados en Francia e Italia, pero Archie, quien estaba algo distraído, apenas si respondía con monosílabos.
 

¿Me estás escuchando? – preguntó el hombre oji-azul intentando de captar la atención de su sobrino.

¿Eh? ....Ah, sí, los demócratas . . . Yo voy a votar por los republicanos, de todas formas – fue la abrupta respuesta de Archie mientras sorbía el té.

¡Archie! Terminamos ese  tema hace siglos. Te estaba hablando de la guerra ¿Qué te pasa?

Lo siento, Albert . . . Es sólo que estaba pensando en Annie y en . . . – el joven dudó cambiando su postura en el sillón de cuero en donde estaba sentado.

Ya veo . . .No tienes que darme explicaciones – replicó Albert tratando de disminuir el bochorno de Archie.

Gracias . . .De hecho, creo que no te he agradecido lo suficiente por todo tu apoyo en todo este asunto, especialmente con el Sr. y la Sra. Britter – agradeció el joven con una tímida sonrisa.

De nada, Archie. Era lo mínimo que yo podía hacer como el jefe de la familia – dijo Albert casualmente.

Sí, pero entiendo que no fue muy sencillo enfrentar al Sr. Britter. Él siempre había sido un hombre amable y educado, pero este rompimiento lo molestó muchísimo y tú manejaste el problema muy prudentemente. Estoy realmente apenado de que hayas tenido que pasar por una situación tan embarazosa por mi culpa,. – se disculpó Archie sinceramente avergonzando de haber involucrado a Albert en sus problemas personales.

Ni lo digas. Sabes bien que apoyo tus decisiones solamente porque son tuyas y respeto eso. Pero no me has dicho aún cuáles son tus planes ahora que eres un hombre libre – dijo Albert viendo finalmente un modo de comenzar la conversación que estaba renuente a iniciar.

Bueno . . .tengo ciertas esperanzas . . . pero tendré que posponer todos mis planes hasta que la guerra termine . . . aunque casi no puedo esperar, – admitió el joven y sus ojos color almendra brillaron con un destello especial mientras se ponía de pie con un  súbito impulso lleno de energía.

¿Esperanzas? . . . Archie, no me querrás decir que estas planeando . . – indagó Albert visiblemente alarmado con la actitud y las palabras de su sobrino.

¡Sí, Albert! Sé que tú no crees que yo pueda tener una oportunidad, pero he decidido tratar una vez más y cuando Candy regrese a casa comenzaré a cortejarla formalmente. Si ella se niega al principio por causa de Annie, no me rendiré. Lucharé por su amor sin importar cuanto tiempo me tome – dijo Archie eufórico.

¡No, tú no vas a hacer eso! –dijo Albert con vehemencia.

¿Qué quieres decir? ¿Vas a prohibirme que busque mi felicidad? Acabas de decir que respetas mis decisiones . . .¿Por  qué habría ésta de ser diferente? – inquirió Archie confundido con la respuesta de su tío y amigo.

No, Archie, no es que yo te prohíba buscar tu felicidad . . . es sólo que . .

Tal vez tú mismo estás pensando en cortejar a Candy, olvidando los lazos legales que te unen a ella –barbotó el joven visiblemente molesto con la desaprobación de Albert.

¿Qué tonterías estás diciendo, Archie? -  increpó Albert  ofendido por la insinuación del joven, pero su naturaleza bondadosa y tranquila tomó el control de sus impulsos muy pronto e inmediatamente excusó a su sobrino, – pero te perdono porque sé que no eres dueño de ti mismo  . . . Me encantaría que tú pudieses encontrar a la mujer que realmente necesitas, pero me temo que no  puedes ni siquiera pensar en Candy de una manera romántica porque ahora ella está . . .

¿Qué? – preguntó Archie con una mirada flameante en sus pupilas claras.

Archie, siéntate. Hay una noticia que acabo de recibir ayer. Se la iba a comunicar a todos nuestros amigos y a ti esta semana . . .- dijo el mayor de los jóvenes tratando de tranquilizar la situación.

¿Qué le pasó a Candy? ¿Está ella bien? Por favor, no me digas que ella está . . . – indagó Archie asiendo desesperadamente a Albert por los hombros.

¡No, Archie!¡Cálmate! Ella está bien . De hecho está mejor de lo que tú y yo hemos estado jamás, los dos juntos, – se apresuró Albert a explicar mientras invitaba al joven a sentarse.

¿Entonces, qué es eso que no me permitiría confesarle a ella mis sentimientos?

Archie, por favor . . .Recibí noticias de Francia .  . – Albert dijo con tranquilidad al tiempo que sacaba un sobre de su escritorio.– En esta carta se me comunica de una importante decisión que Candy ha tomado. De hecho, cuando la guerra termine, como estoy seguro que sucederá pronto, Candy no regresará a vivir en Chicago.

¿Pero, por qué? – preguntó Archie terriblemente confundido.

Archie, espero que comprendas esto y lo tomes como el caballero que eres . .  cuando Candy regrese estará viviendo en Nueva York.

¿Pero por qué viviría ella en Nueva York? Candy no conoce a nadie allá . . .- los ojos de Archie vagaron por un instante tratando de encontrar una explicación para recuperar el equilibrio que su mente había perdido de repente, pero un segundo después un centelleo ansioso dominó sus ojos con una mezcla de enojo e incredulidad -  . . .excepto . . .¡No! ¡No me querrás decir que ella ha decidido buscar a ese hijo de perra a quien no le importa un bledo lo que le pase a Candy!- explotó el joven.

Primero que nada, apreciaría mucho que no insultaras así a un amigo mío – reconvino Albert firmemente – y en segundo lugar, escúchame bien Archie, estás en lo correcto cuando piensas que todo esto tiene que ver con Terrence, pero no en el modo que tu estás pensando. Tal vez lo ignores, pero cuando los Estados Unidos le declararon la guerra a Alemania, Terrence se enroló en el Ejército. Después de esto, lo demás fue cuestión del destino. Candy y Terri se reencontraron en Francia . . – dijo Albert finalmente, realmente apenado por lastimar al joven tan profundamente.

¿Pero cómo fue eso? – indagó Archie con voz temblorosa.

Me temo que Terrence fue herido y enviado al mismo hospital en que Candy está trabajando. Parece que ella cuidó de él durante su convalecencia – aclaró Albert.

¡POR SUPUESTO! – gritó Archie en un arrebato mientras se ponía de pie nuevamente y caminaba sin rumbo fijo a lo largo del salón –¡ Y el bastardo se aprovechó de la situación! ¡Qué manera tan sucia de jugar!

¡Archie! – exclamó Albert sin saber que más decir

Puedo ver que tú ya te has puesto de parte de Grandchester – reprochó Archie – ¡Pero si tú crees que esta vez me voy a quedar callado y renunciar como hice antes, tú y Grandchester se equivocan! ¿Me pides que me comporte como un caballero? ¡Bueno, pues déjame decirte que estoy harto de ser un caballero! ¡Voy a luchar por el amor de Candy sin importarme si ella es su novia ahora, porque él no se la merece!-  concluyó él agitando su brazo derecho con un gesto amenazante.

¡Ese es el problema Archie! ¡Ella no es su novia! – respondió Albert, seriamente preocupado por el tono que la conversación había tomado.

¿¿Qué quieres decir?? – inquirió Archie con tono iracundo y Albert  comprendió que tenía que decir la peor parte de las noticias justo en ese momento.

Archie . . .  Terri y Candy se casaron. Candy es ahora la señora Grandchester y cuando regrese vivirá con su marido en Nueva York ¡Te guste o no, tendrás que aceptarlo! – sentenció el joven mayor con energía.


Archie se quedó parado sin decir palabra mientras las decisivas palabras de Albert se hundían en sus oídos en un doloroso eco, resonando repetidamente, traspasando su pecho como una espada, hasta que su corazón se quebró en mil pedazos. Instintivamente, el joven crispó sus puños y sintió claramente cómo sus quijadas se atoraban impidiéndole proferir palabra. Antes de que Albert pudiese decir o hacer algo, el joven huyó presa de la furia, azotando la puerta tras de sí. Albert sabía que en semejantes momentos un hombre necesita algo de privacidad para derramar esas lágrimas que el orgullo no le permite mostrar en público.  Así que simplemente dejó ir a su sobrino, esperando que una buenas dosis de soledad pudiera ayudarle a sobreponerse a ese primer golpe.

El joven corrió a través de los lujosos pasillos y salones, hasta llegar a su recámara. Una vez que se hubo asegurado de que estaba realmente solo, cayó sobre sus rodillas llorando en silencio.
 

¡¿Qué has hecho, Candy, mi amor?! – reprochó en medio de su llanto – Tú, dulce niña, tan sensible y compasiva cuando se trata de otros . . .¡Pero siempre tan despiadada hacia mi amor por ti! ¿Por qué eres tan ciega ante mi pasión? ¿Por qué insistes en lastimarme de esta forma una y otra vez? – dijo él entre amargos sollozos mientras su mente buscaba en sus recuerdos - ¡Te he amado por tanto tiempo!¡Desde nuestra infancia! ¡ Y siempre hubo alguien más! ¡Siempre alguien más! Acepté tu decisión cuando primero escogiste a Anthony porque yo los amabas a ustedes dos tanto. Actué caballerosamente a pesar de mi juventud y escondí la confesión amorosa que me quemaba en los labios . . .y luego . . .nuestro querido Anthony murió dejándonos a todos en una profunda pena . . .y pensé que sería mejor dejar que tu dolor sanara en el regazo de tus madres. Ingenuamente creí que más tarde, cuando nuestros corazones se hubiesen recuperado de aquella dolorosa pérdida, tú finalmente me honrarías con tu amor. Pero ese hombre del demonio tenía que aparecer, sólo para traerte más sufrimiento, una y otra vez, y yo no tuve el corazón para negarme cuando tú me pediste que cuidara de Annie . . .¿Qué estaba yo pensando entonces?


El joven se puso de pie y caminó hacia un escritorio que estaba colocado cerca de la ventana. Había sobre él un cofrecillo de madera que Archie abrió con gesto macilento, sacando una de las muchas cartas que él había acumulado durante un año. Inhaló de nuevo el perfume del sobre y los engranes de su arrepentimiento continuaron girando en su mente.
 

La rosa tiene una dulce fragancia – pensó y las lágrimas rodaron por sus mejillas – pero también tiene espinas para apuñalar el corazón de un hombre. ¡Y ahora, mi deliciosa rosa, has dado la estocada fatal a mi pobre alma, entregándote en los brazos de ese despreciable bastardo quien nunca supo cómo apreciar tu valor! En el pasado, cuando me di cuenta que él te había perdido, pude soportar la carga de no ser amado por ti, porque sabía que nadie tenía tu amor, pero sólo me engañaba a mi mismo egoístamente – pensó tristemente mientras sus manos soltaban la carta y un par de ojos almendrados se encontraban con su propio reflejo en un gran espejo -  ¡Tú nunca me miraste! – se lamentó en voz alta, mirando sus gallardas facciones - ¡Nunca, ni un sola mirada para este hombre que otras mujeres estarían dispuestas a amar! ¡Pero, por el contrario, todo este tiempo tú has seguido amando . . . a ese maldito inglés! Él tuvo su oportunidad una vez, y la perdió ¡No debería gozar del derecho de tenerte nuevamente! Él, a quien yo creí aún más miserable que yo, porque no tenía la alegría de tu amistad . . . él, que ha terminado por ser el afortunado dueño de tu más tierno afecto... ¡Y tus más íntimas caricias! ¡Si tan sólo hubieses escogido a alguien más, este dolor sería menos agudo! ¿Por qué él, de todos los hombres del mundo, Candy? ¡Él, a quien desprecio por haberte lastimado en el pasado! Él, que será el blanco de mi odio desde este día. Él, quien llenará mis pesadillas al tiempo que lo imagino disfrutando del sabor de tus besos, el cuál yo nunca conoceré, - gritó al mismo tiempo que su puño rompía el espejo enfrente de él - ¡ Ay, Candy, mi Candy! ¡Qué maldición me has lanzado! – lloró Archie sin sentir el dolor de su mano que sangraba.


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